METAMORFOSIS 37
Vidas marcadas por el placer.
Corrían los primeros meses de aquel lluvioso año de 1938, el calor era fuerte en la ciudad y se extendía al campo, fue un año sofocante con altas temperaturas, las inundaciones se hacían presente y el ganado junto con los cultivos eran los más perjudicados, los ganaderos y agricultores hacían improvisados gaviones, aun así, el río se desbordaba arrasando grandes plantaciones y cabañas, una de ellas fue la de Gumersindo que pidió albergue a su patrón Luis Daniel Pérez, alojándose en una de las barracas detrás de la caballeriza, Carlos Felipe del Olmo amigo del buen campesino, a través de cartas venidas desde la capital le invitaba con pretexto de llevárselo a la ciudad pero se negaba a viajar, aquella tierra a la que cultivaba le atraía con desespero de que bajen las aguas para seguir labrándola, Gumersindo y su amigo Aparicio se complacían contemplando el buen porte del joven Luis, nieto de su ex patrón Rodolfo Buonanote, hijo de Andreina Buonanote y Guillermo Izaguirre, los nobles campesinos le sonreían, les atraía observar a Luis, al estar solos le colmaban de afectos que a veces Luis quedaba desconcertado y algo admirado de la actitud de ambos amigos, en la mayoría de ocasiones estaban junto al muchacho indicándole o enseñándole alguna actividad agrícola, al paso salía Andreina con su tono de desplante alejando al chico de los campesinos en el momento más oportuno, Luis notaba la antipatía de su madre hacia los campesinos, le preguntó por el motivo, Andreina respondió a su hijo que no se involucrara con la plebe, salía así su orgullo que le haría daño a futuro el habérselo transmitido a su hijo, pese a todo Gumersindo y Aparicio se daban modos de estar con Luis, era inmensa su alegría el contemplarlo, Luis sospechaba de la actitud de Aparicio y de Gumersindo sin embargo algo de confianza les tenía porque eran recurrentes los cuidados a su persona, aquellos peones ahora campesinos desesperados lo cuidaban con esmero, Luis notaba ese cariño como que si fuese paternal de abnegación comparándolo con el de su padre que no fue capaz de dárselo totalmente sino a su difunto hermano Maximiliano, cierta ocasión Luis tuvo un leve accidente en caballo, los campesinos Gumersindo y Aparicio salieron de los matorrales donde cuidaban el ganado y estaban de paso por allí, corrieron como un locos desaforados, se arrodillaron abrazándolo porque Luis estaba inconsciente, se fundieron en un fuerte abrazo acariciándole el pelo, juntando cariñosamente sus mejillas, Luis despertó con el llanto profundo y desesperado de uno de los campesinos que no se perdonaba el haberlo descuidado a su niño Luis como le decía, pausadamente lo llevaron a la estancia, Andreina increpó a los campesinos pensando que habían sido los causantes de tal infortunio, ella se sorprendió al escuchar de boca de su hijo palabras de agradecimiento por los cuidados que recibió de los campesinos y expresó reproches hacia su madre por lo injusta que era al hacer comentarios indebidos refiriéndose a Gumersindo y Aparicio sumado a sus malos tratos, Andreina indignada salió de la habitación, por varios días no habló con su hijo por haber cometido la osadía de contradecirla y haber puesto en dudas su cariño delante de esos hombres, desde aquel día la amistad entre Amarildo, Gumersindo y Luis se solidificaba, los antiguos peones y ahora campesinos se sentían muy felices teniéndose cerca.
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En aquellas tardes calurosas de fines de semana los niños hijos de peones, vaqueros y agricultores la pasaban en las riberas del río mayormente pescando sentados en las salientes rocas y en los árboles cuyas ramas llegaban a medio río, Luis estaba lanzando anzuelo junto al pequeño Arnulfo, por el sector pasaban varios chicos entre ellos Wilson que lo miraba con detenimiento al pequeño Arnulfo, éste respondía con mirada al piso cabizbajo, Luis notaba la relación entre ambos desde hace tiempo un tanto sospechosa, lejos estaría Luis de pensar que meses atrás Wilson había desvirgado a la pequeña Agripina la hermana de Arnulfo, los muchachos estuvieron buen rato pescando por el lugar, Arnulfo era obediente con las ordenes de Wilson que lo invitaba a unirse al grupo a seguir la marcha dejando solo a Luis, al rato Melesio aparece con otro grupo de chiquillos llevando cañas de pescar, aprovechó la soledad de Luis para sentarse junto a él estableciendo pláticas riendo jocosamente, juntos sentados en la piedra se miraban de forma cómplice, Melesio miraba la entrepierna de Luis fascinándole la piel blanca y suave del muchacho, en contraste con su piel morena clara, lentamente acercaba la mano para rozar lentamente el brazo de Luis llegando a los dedos, la cara de Melesio por cualquier pretexto acercaba a las mejillas del muchacho haciendo que su respiración sea escuchada, además estaba haciendo unos suaves pujes simulados sexualmente que a Luis le llamaban la atención, los roces de la yemas de los dedos de Melesio continuaron por las finas y suaves piernas de Luis que se dejaba al sentir ese delicioso contacto mirándose a los ojos riendo complaciente, Melesio aprovechó del momento para hacer gestos con la mirada para que Luis le viese el pene salido a propósito por la manga de su pantalón corto de tela suave fácil de ver el pene erecto amoldado con el glande salido por la tela, Luis lo miró a los ojos y rió en forma cómplice haciendo miradas extrañas algo así como disimuladamente desentendido, Melesio insistía en que le viera el pene y para ello dejó a un lado la caña de pescar recostándose en la piedra con las piernas algo abiertas metiéndose la mano por el pantalón corto manoseándose el pene dentro de la tela con movimientos de masturbación, Luis lo miraba sin dejar de reír, estaban muy alegres, Melesio le dijo a Luis lo que se estaba haciendo es rico invitándole a que también lo haga, Luis se limitaba a reír, en eso que el anzuelo de Luis se atoró, Melesio se lanzó al agua a sacarlo, después de liberarlo se acercó a la piedra viendo de abajo hacia arriba el pene de Luis por las mangas del pantalón corto, los pies de Luis descansaban sobre la roca con las piernas abiertas, Luis le decía que salga para seguir pescando pues ahuyentaba los peces, Melesio graciosamente desobedecía, le agarró una pierna pasándole la mano suavemente, Melesio por unos segundo contempló el pie de Luis y sin reparos abrió la boca para chupar el dedo gordo del pie de Luis, luego sus dedos se escurrieron por la pierna, Luis estático miraba la yema de los dedos hurgar el interior del pantalón corto sintiendo luego que esas yemas de dedos frotaban los testículos y su glande, cerraba los ojos, sentía un inmenso placer aquel recorrido por su piel sobre todo en sus partes íntimas, mordía los labios rosados de tanto placer, Melesio notó cómo la piel de Luis se ponía como de gallina, así de rosada debido a su naciente calentura que le provocaba el placer, al rato Luis deja a un lado la caña de pescar y se recuesta en la piedra abriendo las dos piernas, Melesio aprovecha la ocasión para meterle las dos manos por las mangas del pantalón corto frotándole el pene y los testículos, la pasión los invadió, Melesio salió del agua a grandes zancadas mientras Luis continuaba acostado sobre la gran roca con los ojos cerrados, sintió que Melesio estaba cerca parado junto a él, los dedos alargados de piel blanca rozaban los tobillos y parte de las piernas mojadas de Melesio, con un gesto le hizo sentar y luego acostarse junto a él en aquella roca saliente al río cubierta de una sombra provocada por un frondoso samán, sus miradas eran para las ramas del árbol por donde penetraban pequeños rayos de sol, las manos se frotaban poco a poco hasta que uno a otro las tomó entrelazándose los dedos, Melesio cerró los ojos complaciente, se estaba cumpliendo su deseo de días, luego se miraron, sonrieron, así, de esa forma Luis y Melesio aceptaban estar juntos mirándose sus manos entrelazadas, así que fueron más allá de los simples roces debido a que se acostaron de perfil viéndose las caras por unos minutos, miraron frotarse los dedos de los pies y a sus penes erectos moldeados por la tela que eran manoseados suavemente, la pierna de Melesio rozaba la pierna y pies de Luis que respondía con el mismo acto, se apegaron más, de tal forma que ambos penes vestidos ya estaban unidos frotándose, siguió el abrazo mutuo, los manoseos y caricias por la espalda, luego uniendo sus mejillas con sus frentes viéndose mover sus caderas que frotaban los penes, de a poco iban deslizándose las cremallera de los pantalones sacándose los penes, el de Melesio era un pene moreno claro con pelo negro que a sus dieciocho años era muy grueso ante el pene de piel blanca con pelos rubios de quince años de tamaño más pequeño pero con el glande salido como el de Melesio, ambos glandes se frotaron uniéndose los pelos de diferentes razas, Luis y Melesio veían los movimientos y se abrazaron rodando por la piedra sin percatarse que caían al río, los dos muchachos reían, unieron sus pechos deteniéndose por segundos a mirarse viéndose fijamente al rostro acercándolos lentamente hasta que ya al unirse los labios cerraron los ojos, su primer beso fue un fugaz pico, luego abrieron la boca para darse besos con lengua así abrazados, reaccionaron ante el mundo por si alguien los estaba mirando, nadie, al estar seguros de la soledad del lugar se frotaron los brazos con caricias mutuas, luego se fueron adentrándose en el monte, ahí con mayor seguridad se quitaron la ropa, con desnudez total se miraron los cuerpos por un instante, sobre todo ahora si a plenitud se tomaron los penes abrazándose para frotarse, el más caliente era Luis que le pedía más caricias, Melesio estaba muy complacido, era feliz, se estaba cumpliendo su deseo de poseer ese hermoso chico de piel blanca que tanto le fascinaba, lentamente se acostaron en el suelo dándose de repetidos besos con lengua, Melesio se sorprendió de la actitud positiva de Luis así de complaciente, se dejaba rozar el pene con el de Melesio, los miraba en ese movimiento y sonreía, Melesio seguía acostado sobre Luis y unían sus frentes, luego Luis se acostaba de perfil, Melesio se acostaba detrás de Luis, su pierna se posaba sobre el muslo de Luis, puso su erecto pene a rozar en el trasero Luis que gemía, el glande se deslizaba en los glúteos, le hacía gemir, la barbilla d Melesio se posaba sobre el pelo de Luis y allí golpeaba su respiración, le decía frases motivantes y fue así que Luis luego fue acomodándose en posición perrito para que le introdujera el pene, el ano de Luis se llenó de escupitajos de saliva y fue lubricado por dos dedos de Melesio que los tenía gordos y grandes, al rato Luis sintió placer al sentir por primera vez el glande de Melesio entrar en su ano, Luis gemía de placer, disfrutaba de cada milímetro penetrante de pene moreno claro, Melesio con eso se enamoraba más de Luis que lo penetraba despacio sintiendo las entrañas de su chico amado, armónicamente los movimientos de cadera se hicieron acelerados al notar Melesio que el ano de Luis había sido desvirgado hace ya mucho tiempo atrás, de eso daba cuenta Melesio que sonreía ante la sorpresa, después algún sentimiento de decepción pasó en Melesio, pero pensó que no era el momento de analizar aquello y se reconfortó al saber que Luis pese a todo le pertenecía en ese momento, lo había soñado así, de tenerlo sometido a su pene, el de besarle la espalda y mejillas mientras lo penetraba, se cumplía su deseo, Melesio no quería eyacular, deseaba seguir disfrutando del momento pero fue necesario de unos instantes más sentir ese traseritos de joven hermoso descendiente de madre europea, la presión era cada vez más fuerte, aquí el hijo de familia pudiente estaba siendo sometido por el pene del hijo de familia humilde, las siluetas mostraban el meneo de caderas alzando y bajando en un meter y sacar prolongado, Melesio no paraba de darle pene a ese traserito, Luis no dejaba de gemir a ojos cerrados y boca abierta, Melesio se mordía los labios sintiendo tanto placer, Luis era suyo no había duda y ese pensamiento retumbaba en su mente, le besaba el pelo en repetidas ocasiones mientras lo seguía penetrando, luego se detuvo, su pene adentro del ano, de cadera se movió un poquito y lo metió todo e pene dentro del ano para que Luis sienta por primera vez el semen de Melesio en sus entrañas, el pene salió lentamente, Luis se sentó sobre la arena agitándose el pene poniéndose saliva en la punta del glande y pasándose los dedos por el ano, Luis se sentó con el pene agitado, así que le pidió a Melesio que se lo chupara y que le diera de mamadas, a lo que éste obedeció, Melesio cumplía también su sueño de tener ese pene suave y de piel blanca en su boca, salía ensalivado brilloso a la luz del sol, lo mamó con pasión y determinación, los gemidos de Luis lo estimulaban a seguir, Melesio recibió dentro de su boca parte del semen de Luis, el otro poco quedó en sus labios y mejillas chorreándose por la barbilla y garganta, ahí quedó Luis satisfecho abierto de piernas mostrándole a Melesio su cuerpo blanco cuyo pelo descansaba sobre la arena mirando al cielo quedando también al descubierto ese ano delicioso, Melesio miraba aquellos hermosos pies bien formados y ese pene rosado igual que la entrada del ano de tanto mete y saca, sin decir más, Luis se dejó llevar de Melesio acostándose boca abajo, Melesio abrió las nalgas escupiendo saliva en el ano, segundos después el pene de Melesio hacía de nuevo el mete y saca en el ano lubricado de Luis que gemía a consecuencia de movimientos rápidos de meter y sacar, esta vez Melesio no le dejó semen pero si una profunda sensación de placer en el ano de Luis que nunca antes lo había disfrutado así de esa manera con un pene tan grueso, el sentimiento de Luis para con Melesio fue grato, desde aquel día los encuentros a solas en aquel lugar fueron más frecuentes, Luis pensaba en lo delicioso de ese pene en su ano cuando estando en la hamaca en hora de siesta se pasaba el dedo por el ano imaginándose que su dedo era el pene de su Melesio, el muchacho de casi dieciséis años había encontrado una persona que lo hacía sentir complaciéndolo sexualmente siendo su cuerpo adicto a los placeres sexuales que Melesio le daba, ambos muchachos guardaban su relación muy discretamente.
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Las peleas continuas y maltratos que daba Don Gustavo a sus hijos eran ya insostenibles, la hija mayor Leonor sufría mucho con la situación, ya a sus casi trece años se había formado un cuerpo y mentalidad desarrollada para su edad, no le gustaba ser maltratada injustamente, irónicamente había heredado la prepotencia y rebeldía de su padre como también la caridad de su madre, el punto de deterioro de la relación de la chica con su padre fue cuando supo lo de la relación con Sebastián, se ganó una horrenda paliza, pese a ello, amoratada y todo se veía con su novio de la infancia, le lloraba desconsolada las penurias por las que atravesaba, el chico se limitaba a calmarla y reconfortarle el ánimo, tiempo después se hizo una kermesse en el pueblo, los chicos del sector acudían con sus mejor ropas no podía quedarse atrás Sebastián con su hermano Hipólito, Leonor en compañía de sus padres y hermanos no dejaba de observar la presencia de Sebastián, Don Gustavo conoció al chico dándole miradas reprobatorias, a los pocos días cuando la noche se avecinaba, golpean a la puerta del cuarto de Sebastián e Hipólito, ambos muchachos abrieron para llevarse una ingrata sorpresa, el cuerpo visitante fue tomado por Hipólito que estaba casi desfallecido, rostro ensangrentado y moretones en las extremidades con marca de reata, Sebastián le dio los auxilios normales, Leonor había sido víctima del salvajismo de su padre huyendo de la casa, sin esperar a más, Sebastián tomo la decisión de llevársela a Leonor a vivir lejos, Hipólito sorprendido le pedía que recapacitase, pero el amor lo pudo más, Leonor con entusiasmo aceptó la propuesta de Sebastián yéndose en las primeras horas del día siguiente, el viaje de ambos fue largo hasta llegar a la casa de su madre quien sorprendida por la decisión de su hijo no le quedó más que darle la bendición, pidieron alojamiento por unos días hasta conseguir un modesto cuarto, por esos días Don Gustavo armado con otros peones buscaban a su hija enterándose tiempo después que Sebastián el ayudante de topógrafo se había llevado a su hija, habló con Hipólito quien recibió una fuerte golpiza de los peones que casi lo matan si no fuese por la rápida intervención de Gumersindo y Aparicio, este último lleno de venganza arremetió a golpes contra Don Gustavo, el hacendado le juró revancha, el chico fue atendido reanimándose en su trabajo a los pocos días, la vida de Leonor en los primeros días junto con Sebastián se notaba extraña por las costumbres a diferencia que en este hogar había más comunicación, ternura y comprensión, las noches calurosas las pasaba con ropas ligeras donadas por su suegra, Sebastián llegaba muy exhausto del mercado donde trabajaba cargando bultos, ella lo recibía a recipiente con agua tibia poniéndole los pies para luego un buen masaje, en su cuartito se colmaban de besos, a la mente de Leonor vino el recuerdo de su permanencia ahí en cuartito aquella segunda noche en la que Sebastián deslizó la ropa quedándose desnudos, aquella noche calurosa en que ambos cuerpos llenos de sudor brindaban su deseo sexual, ahora aquella niña hecha mujer se entregaba a Sebastián en cuerpo y alma, el chico de diecisiete años besaba apasionadamente aquellos finos rosados labios de casi trece años, entre abrazos unieron las pelvis, se vieron frotar aquel pene de piel canela de pelo negro con esa vagina humedecida de piel blanca con pelo rubio, el inicio de la metamorfosis se dio en el momento en que el glande de Sebastián se posaba entre los labios vaginales, Leonor recordaba aquel momento en el parque de la ciudad donde encerrados en aquella letrina le hacía lo mismo, pero esta vez Sebastián iría más allá, empujó el mojado pene en la vagina lubricada, Leonor de a poco sentía dolor, Sebastián animado continuaba con la faena, la iba desvirgando con amor, despacito, en cada gemido de ella él se detenía, y empezaba a penetrarla nuevamente, para estimularla le chupeteaba los senos en las puntas, le decía cuanto la amaba, que era suyo y ella suya, le llenaba de caricias, de nuevo el glande entraba y de un suave empuje el himen fue roto, Leonor gimió y pegó un grito fuerte que su boca fue tapada por la mano de Sebastián, es que el pene del muchacho era muy grueso, quedó quietecito encima del cuerpo de su amada con el pene adentro, despacio comenzó a sacarlo y después a meterlo, Leonor sintió un profundo dolor de vientre quedándole un vacío instintivo que ahora lo llenaba el pene de Sebastián, el meter y sacar se produjo rítmicamente, las manos entrelazadas se apretaban con fuerza, así Sebastián con sutiles movimientos sexuales despertaba el placer sexual en el cuerpo de Leonor, su hombre la había desvirgado con amor, vieron las sábanas llenas de sangre, esa noche durmieron sin sábanas, al amanecer Leonor despertó sintiéndose otra, Sebastián tenía un semblante de alegría, aquella niña ahora era su mujer, el despertar para ambos fue feliz, Sebastián la acostó encima de su cuerpo, acomodó su pene dentro de la vagina de Leonor, la sujetó de la cintura y de fuertes tirones la hacía subir y bajar, la muchacha gemía, Sebastián le decía que no se detenga que siguiera porque se sentía rico, la hizo cabalgar sobre su pene con movimientos de arriba y abajo para finalmente ponerla a filo de la cama con las piernas abierta dándole pene en la vagina con movimientos acelerados, aún le salieron unos hilillos de sangre mezclados con semen depositados en su interior pero a futuro Leonor se convertiría en poseída por el cuerpo de Sebastián ante solo una exclamación con un cerrar de ojos dejándose llevar por el deseo de una piel entibiecida con unos te amos y unas caricias sinceras, así fue como cambió la vida de Leonor.
FIN DEL TRIGÉSIMO SÉPTIMO EPISODIO
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