METAMORFOSIS 39
La segunda gran guerra.
Era diciembre de 1939, a través de la radio y la prensa escrita que irregularmente llegaba de la gran ciudad al pueblo avisaba la inminente guerra en Europa, cabizbajos y con sigilo Don Rodolfo y Doña Micaela se enteraban de la triste noticia, otra vez su Europa querida se desangraba, la tarde caía, se acercaba la nochebuena, muy lejos de ahí, desde el portal de su cabaña aquel hombre se mecía en su hamaca fumando el tabaco seco haciendo boconadas de humo, pensativo por una navidad más que se acercaba, recordaba aquella navidad en que la conoció, estaba bella con su vestido rojo acorde a la ocasión, pero en ese entonces tan distante para él, sentía celos repentinos al verla bailar con otros, desde ese momento con ese sentimiento comprendió que la amaba, la ocasión se dio para bailar parte de una pieza con ella, aún indiferente se dejó convencer de su sonrisa, la joven hermana de ella los interrumpió en el baile debido a la llegada de amigos del pueblo, aquel hombre recordó en su hamaca el físico de su amada, el hombre tenía como afición escribir su diario en el que con detalles plasmaba las ideas, le vino la nostalgia de no tener en sus brazos a su última amante, aquella chiquilla que se fue sin despedirse, su último amor, Lucrecia, le vino el llorar, al sentirse solo, sin familia, solo otra vez, así solo recibía otra nochebuena, ese era su destino, miró al firmamento abrazando en su pecho la fotografía de un niño vestido de marinerito montado sobre un caballo, le dio por seguir llorando, besando repetidamente la foto, luego un grito desgarrador que se diluía en la soledad del bosque, ya la noche estaba en todo su estrellado esplendor en el país de la canela.
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El trigésimo cumpleaños de Noelia fue también doloroso, pues Gustavo le propinó tremenda paliza sencillamente por una discusión trivial en la puntualidad de visita a sus padres pero el pretexto de fondo era la fuga de su hija Leonor con Sebastián, todo este tiempo en que Noelia había regresado a vivir con su esposo no le perdonaba el engaño de haber tenido un hijo con otro hombre y que ahora estaba desaparecido, a eso se sumaba la fuga de su hija, era la segunda navidad sin ella, a futuro ese sería el pretexto que tendría Gustavo cada vez que se emborrachaba de recordárselo a Noelia abofeteándole, los padres de la mujer lo sabían pero no intervenían por el dolor y la vergüenza en la falta de su hija y su nieta, esa noche de su cumpleaños Noelia la pasó con moretones en los brazos y piernas, junto a ella su hijo Gustavito que ya contaba con 10 años y su hija Josefina de 11 años y meses a su lado el padre y abuelos, lejos de ahí, en una cabaña humilde Pedro Artemio acostado con harapos viendo por la ventana el cielo estrellado, estaba triste, una lagrima le recorrió la mejilla, para él la navidad se hacía triste porque los regalos eran simples emparedados y algún juguetito usado, le daba tristeza por el trato que recibía de su padre, el niño ignoraba que había sido secuestrado por aquel cara cortada que pensaba era su padre, solo de la esposa del cara cortada recibía cariño, esa noche escuchó los berrinches del cara cortada emborrachándose, recibió un beso en la frente de su madre adoptiva, algo dentro de sí le decía que le faltaba algo y extrañaba a alguien, quizá aquel buen hombre de la tienda al que lo quería mucho, se preguntaba por qué no fue su padre, cruel era destino el del pobre Pedro Artemio, kilómetros de ahí, una pomposa mesa rodeaba al orgulloso Carlos Felipe del Olmo frente a un pavo, a su lado Sandra y sus protegidos Hermógenes de 19 años y Serafín de 10 años, comían sonrientes la apetitosa cena, Sandra siempre mimosa a su hombre y cariñosa con sus protegidos, vestían adecuadamente a la fecha, un flash de pensamiento le vino a Carlos Felipe que tenía el mentón apoyado en los dedos entrelazados, recordó el cumpleaños de Noelia, se dijo para sus adentros, su alegría se desdibujó, pensó en el amor de su vida, Noelia, aquella mujer que amaba a plenitud, aquella mujer que le había dado un hijo ahora desaparecido, Sandra supuso aquello, la melancolía invadió el ambiente por un lapso de tiempo que fue rota por las ocurrencias infantiles de Serafín, siempre cariñoso con Carlos Felipe, quien lo abrazaba cariñosamente, llevándolo a la sala para que abriera los regalos, Serafín, aquel niño que se había convertido en su engreído, Luis Daniel Pérez, amigo de Carlos Felipe del Olmo también celebraba la navidad en su estancia de campo en compañía de su hermana, esposa, hija e hijastro, la música era a todo volumen en la vitola RCA que Melesio por ratos le daba manivela compartida con otros chicos a los que se sumaba Wilson, el tiempo transcurría mientras el baile estaba en su apogeo, Luis y Melesio se miraban las caras, desde hace meses fue su último encuentro en el río, Luis estaba receloso esa noche en contraste con Melesio que animado se le acercó a charlar, llevaba una botella de ron camuflada, fueron con un par de chicos a tomar en un lugar con poca claridad de los mecheros y lámparas de kerosene, la mayoría de los invitados bailaba y comía opíparamente, el ligero calor de temporada hacia sudar a los chicos que de a poco se desabrochaban la camisa, Melesio se dio cuenta de aquello en Luis, junto a él le rozaba los dedos por la tela del pantalón en las caderas y piernas, por segundos se miraban mutuamente intercambiando sonrisas, para disimular su atracción bailaban con las chicas de la fiesta, el trago de licor hacía mella en Luis excitándose al ver el pene abultado de Melesio que también por el alcohol lo tenía, hubo la oportunidad de quedar a solas en un rincón en el que aprovecharon para darse un abrazo mientras sus penes vestidos se frotaban entre sí, con fuerza Melesio arrimó a Luis junto a la pared, unieron sus mejillas cerrando los ojos, Melesio le decía a Luis en el oído que todos esos meses lo había extrañado en el río, es que ahora Luis tenía varios amigos de la colegiatura y se dedicaba a la vida nocturna de acuerdo al tiempo que su madre se lo permitía por eso eran pocas las veces con que ahora visitaba la estancia de su padrastro, Melesio lo miraba con deseo, Luis sólo respondía frotándole las nalgas vestidas, gimiendo placer con su fuerte exhalación al juntarse sus cuerpos sus labios a los oídos, la magia de ambos fue cortada con un carraspeo de Amalia, la cuñada de su madre, aquella mujer le era antipática, al verlos separados de súbito emitió una risa burlona desde la distancia donde se encontraba, el sudor de ambos se incrementó, esa fue la forma de delatarse, la mujer se complacía al ver la cara de ilusos, confirmaba así las sospechas de la inclinación sexual de Luis y se propuso seguir fisgoneando, los muchachos se separaron resignándose a verse a la distancia, no volvieron a conversar el resto de la noche, Luis se dedicó a bailar con Justin y demás chicas a petición de su madre.
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Gumersindo un poco alcoholizado observaba complaciente la fiesta haciendo gestos risibles no adecuados desde un rincón, Aparicio estaba un poco más cauto, Andreina pasó por su lado diciéndole que se comporte ante los gestos que a distancia le hacía, el noble campesino le hizo jocosos ademanes de venias sintiéndose más molesta Andreina, Aparicio le pidió que fuese a disculparse, fueron varios minutos de disculpas y súplicas por parte de Gumersindo y de tratar que ella bailase con él, Andreina muy orgullosa se hacía la indiferente, Gumersindo con leve sonrisa se apartó dibujándosele una tristeza en su rostro, Aparicio se limitaba a observarle, segundos después tuvo en frente a Luis con quien se dio un fuerte y descomunal abrazo al caminar, Andeina veía la escena abochornada, jaló a su hijo y a punto estuvo de abofetear al campesino, Aparicio lo tomó del brazo evitando el escándalo, la mirada fija de Gumersindo en Andreina parecía dagas que se turbaban en el ambiente, Luis Daniel Pérez no vio la escena pues en otro cuarto dialogaba con amigos prestantes del pueblo, cuando su hermana Amalia se lo contó lo único que hizo fue reírse, desde hacía mucho tiempo acá Luis Daniel Pérez le era Andreina muy indiferente.
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Wilson ayudaba a servir los tragos a los adultos, la mamá de Arnulfo y Agripina lo acompañaba en el servicio, el chico pudo notar la mirada atrayente de Luis Daniel Pérez a su empleada con gestos vivaces que tenían pinceladas de dizque prudencia, Wilson sonreía moviendo negativamente la cabeza, a su lado pasó Agripina a quien ordenó que fuera a ver más vasos a la cocina, la niña obedeció y aprovechando del tiempo Wilson corrió a la cocina a verse con ella, salieron por la puerta trasera, la abrazó por detrás haciéndole sentir su pene hecho bulto amoldado a la tela en el trasero del vestido de Agripina, le dio de caricias en las mejillas, acto que fue relámpago por si alguien se asomaba, sacó de su bolsillo un billete de baja denominación, se lo mostró a la pequeña diciéndole que con eso iba a tener para comprar golosinas en el circo, se lo daba a cambio de que fuera detrás de la caballeriza a hacer su juego, Agripina sabía lo que le iba a suceder con ese juego ahora en la noche, quedando muy pensativa, ya que Wilson era llamado a servir, entró a la cocina mientras ella se arrimaba a ver detenidamente ese billete sobre el candil, los minutos pasaban, Wilson estaba acostado sobre paja en una sección de la caballeriza, escuchaba la coz a su alrededor, la luz de la luna era intensa, podía verse su pene bien abultado en la tela de su pantalón producto de su manoseo por la angustia de esperarla, se desesperaba, suspiraba cerrando los ojos imaginándose como la cogería, no venía, se apretaba el pene amoldado en la tela, cerró los ojos para pensar en ella, centró su pensamiento en la vaginita húmeda que iba a ser suya, se incrementó el deseo, ya su pene estaba húmedo, aumentaba los latidos de su corazón ante su piel caliente por el deseo sexual producto de haber tomado algunos tragos, minutos después escuchó unos pasitos, una suave voz infantil pronunciaba su nombre, Wilson abrió los ojos, la respiración aceleraba, los latidos de su corazón también, su pene que ya estaba mojado con precum latía con ganas de cogerla, la voz suave silenciosa de Wilson la orientó a su encuentro, sin decir palabras se abrazaron rodando por la paja, sin perder tiempo le desabrochó el vestidito y le sacó los zapatos, le deslizó los calcetines dejándola totalmente desnuda, la luz de luna proyectaba a los ojos de Wilson ese precioso cuerpo infantil de seis años que lo tenía en su delante, le hizo dar vueltas para contemplarlo, el muchacho de diecinueve años se acostó en la paja ordenándole a la pequeña que le quite la ropa, ella obediente de a poco lo hizo, primero sacándole los zapatos y calcetines, luego desabrocha el pantalón deslizándole el calzoncillo, luego desabrochó la camisa ayudándole a ponerla a un rincón junto con el resto de la ropa, tomó el pene del muchacho acostado en la paja seca, su carita se posó en la pelvis viendo cómo sus manitos agitaban el pene velludo, miraba el glande, sonreía, la mano de Wilson acariciaba el pelo de Agripina que seguía agitando el pene brilloso, la lengua con su punta se deslizaba desde entre los testículos hasta la punta del glande, lentamente se fue metiendo el glande en la boca, Wilson le hizo acostar en su pecho para que sintiese su piel caliente del deseo, le tomó las mejillas con las manos llevando su carita a sus labios besándola repetidamente, manoseaba las nalgas, muslos y espaldas, la tomó de la cintura deslizándola sobre su cuerpo hasta que su carita se apoye en su pecho con algunos pelos, la vagina de la niña era frotada por el pene peludo de Wilson que estrujaba las nalgas apretándose los dientes cerrando los ojos de placer, el calor de la noche iba incrementando el sudor de sus cuerpos revolcándose sobre la paja, la puso en posición perrito oliendo el anito infantil, le pasó la lengua a la vez que ella gemía, mordía suavemente las nalgas para luego lamerlas dejándole saliva que reflejan el brillo a través de la luz de luna, Wilson siguió con las lamidas y chupeteadas en las nalgas de Agripina, siguió besándole la espalda y el pelo, Agripina sintió la saliva escupida en su ano y parte de ella recorriendo los muslos, sintió algo duro entrar en su ano, era el glande de Wilson que la quería sodomizar, al primer dolor de molestia ella tuvo miedo y le suplicó que la dejara, la acostó boca arriba, él arrodillado le hizo alzar las piernas que le daban a sus hombros, le introdujo despacio el pene al tiempo que ella gemía apretando los labios moviendo la cabeza a los lados, el pene de diecinueve años entraba en esa vaginita de seis años cuyas piecitos se agitaban al viento ante el movimiento de cadera, al mismo tiempo se inclinó para lamerle el pechito, el glande entraba poquito a poquito con pausa ya que le ponía saliva, ella pujaba al sentir la lubricación de saliva en las paredes de la vaginita, Wilson con el pene bien erecto le dio más mete y saca de lo acostumbrado, con los ojos cerrados sintiendo piel a piel se complacía de someter sexualmente a esa hembrita, el alcohol que había bebido hacía que se demorara en eyacular, mejor para él, así la disfrutaba más a plenitud, Agripina recibía las embestidas de ese pene grueso en su vagina con un sonido choc choc producto dizque de su estímulo de sacar orina, hicieron un alto, el muchacho se sentó sobre la paja abriendose de piernas mostrándole el pene mojado de orina en el troco, además el glande mostraba precum y abundante saliva poniéndose más, ella a través de la luz de luna miraba el brillo del glande, Wilson le hizo un gesto el cual lo entendió y ella se arrodilló tomando entre sus manos el pene llevándoselo a la boca lamiéndolo pasándoselo por los labios, Wilson se sentía en la gloria, la tomó del pelo ella abrió lo más que pudo su boca metiéndose el pene de Wilson con las manos en la cabeza le ayudaba a seguir rítmicamente las mamadas que recibía, ella cerrando los ojos se lo ensalivó completamente, lamió los testículos del muchacho, los pelos rozaban la nariz y labios de la pequeña, Wilson acostado boca arriba abierto de piernas miraba la acción de Agripina, la punta de su lengua lamía la punta del glande eso le hacía cosquillas y la sujetaba más fuerte de la cabeza, su carita iba subiendo con besos en la barriga, luego el pecho, después el cuello para terminar fundidos en besos, ella acostada sobre el muchacho movía las caderas con las piernas unidas uniendo piel a piel, Wilson la había transformado en una niñita deseosa de sexo, lo percibía con los movimientos de cadera sobre su cuerpo y también por le frote de la vaginita sobre su pene acompañado de besitos, Wilson estaba seguro que Agripina era suya su metamorfosis estaba casi completa, sin pensarlo más se dieron vuelta sobre la paja, la pequeña se dejó abrir las piernitas pegadas al pecho de Wilson introdujo su pene lentamente en la vaginita haciéndole un corto mete y saca, vio la cara de la Agripina que se dibujaba el placer de la embestida que recibía, cuando le metía más el tronco del pene ella respondía con gemidos dibujándose molestia en el rostro ya que Wilson tenía el pene muy grueso pero eso no le quitaba el placer al ser cogida de esa forma, después la lengua de Wilson actuaba sobre el clítoris de la pequeña haciéndola contorsionarse del placer, notó que la vaginita estaba muy mojada de supuesta orina, aprovechó para meterle todo el pene lo dejó ahí por segundos, le decía que sintiera lo que le estaba haciendo, le preguntaba si le gustaba, ella respondía con un entrecortado si, el mete y saca duró unos cuantos minutos, Wilson eyaculó dentro de la pequeña a causa de su mojado pene producto de cierta orina que le había salido a la pequeña, quedaron estáticos por cortos minutos, el pene de Wilson seguía dentro de la vaginita de Agripina, a medida que el pene se hacía flácido lo fue sacando, se levantaron, él parado orinaba sobre la pared viéndola a ella acuclillada orinando la combinación de saliva, semen y orina, así parados se abrazaron y se dieron muchas caricias, la vistió y le dijo que corriera a su cuarto y que esperara allí a su madre y hermano manoseándole el traserito vestido, Agripina por unos segundos permitió el manoseo de Wilson que le hacía con una mano a sus nalgas vestidas, con la otra se manoseaba el pene, ella miraba las acciones de las manos luego deslizó morbosamente las manos por la vagina vestida y con el dedo índice frotó los labios vaginales que seguían mojados habiendo quedado restos de semen, Wilson le hizo gestos que saliera, ella obediente lo hizo, llevando en su bolsillo aquel billete de baja denominación, era el preludio de lo que la vida le depararía.
FIN DEL TRIGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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