METAMORFOSIS 43
Semblanzas.
Melesio reaccionó de su letargo ensimismamiento viéndose acostado en su cama, a su lado el cuerpo caliente de Luis totalmente desnudo y sudoroso debido a que minutos antes habían hecho el amor, suspiró con fuerza recorriendo las yemas de sus manos a la de aquella piel blanca de Luis el recorrido siguió por nalgas y muslos, Luis estaba sonriente al verlo y más aún, al sentir sus caricias, se cubrieron con las sabanas dando roles en la cama besándose apasionadamente, Melesio dejó que Luis le introduzca el pene dejándole el semen, rato después Luis ya estaba vestido montado a caballo despidiéndose de Melesio que estaba asomado en la ventana de su cabaña vestido con un calzoncillo que estaba mojado de semen la parte del trasero y una mancha descrita en la punta del semen, vio perderse la figura de Luis por el monte, regresó a su cama recostándose para dar de suspiros y de a poco le vino el sueño con el relax, frotó el pene erecto pronunciando el nombre de Luis muy relajado manoseándose el pene se dejó llevar por sus pensamientos, a su mente vino el correr del año de 1925, Melesio a sus casi siete años ya tenía la habilidad de cazar aves con su resortera, el ambiente del bosque por el que corría y caminaba le era muy familiar, ahora quería adentrarse más en la espesura del bosque, la intención era conocer nuevos lugares, al principio le daba miedo pero con las enseñanzas de orientación solar recibidas de su padre le daban esa seguridad, es así que tomó un rumbo por las sinuosas riberas del río hacia un arroyo que desembocaba ya estaba maravillado por la cantidad de aves lanzando piedras sin éxito, se angustiaba de no tener puntería, vio la posición del sol y mejor consideró regresar, recorrió unos cuantos tramos en el bosque con la luz solar intermitente entre las sombras de los árboles, su oído se maravillaba con el trinar de las aves junto al ruido de las aguas al chocar en las piedras, de súbito, se puso alerta al escuchar el relincho de dos caballos, le entró el miedo, estaba en un territorio del bosque que no pertenecía a los de sus patrones sino de unos extranjeros que hace pocos años lo habían comprado, el niño se sentía extraño en aquel lugar, había pasado mucho el límite seguramente más de lo acostumbrado, el temor fue disminuyendo de a poco por la seguridad del escondite escogido, ya estaba escondido buen tiempo y desde el monte atisbó a dos caballos amarrados a un frondoso árbol, se acercó con calma rodeando a prudente distancia sin dejarse ver dentro del monte y lo que vio más adelante cambiaría su vida, un joven blanco acostado sobre un chico de piel morena clara, un mulato, los dos desnudos mostrándose el contraste de sus pieles al ser rozadas mutuamente por sus manos, el pequeño Melesio vio el pene blanco con pelos rubios entrar en el ano lampiño del otro muchacho, se veía claramente el pene entrar y salir, en cada entrada se escuchaba el gemido del muchacho de once años, el hombre blanco de dieciocho años movía en forma acelerada la cintura contorsionándose y empujando con fuerza para que todo el pene estuviera adentro, el muchacho resistía a las embestidas, Melesio notó que en la cara del mulato pese a exhalar pujes se le dibujaba el placer apretando la tierra fuertemente con sus dedos, el joven blanco levantó un poco el pecho siguiendo con el movimiento de cintura, los ojos cerrados denotaban placer de lo que estaba sometiendo, de pronto un desfallecimiento, ambos cuerpos estáticos, unidos entre sí por unos breves minutos, después el pene saliendo del ano con semen, el joven blanco agitaba el pene sobre los glúteos, tiempo después se vio al muchacho acuclillado, pujaba, y mucho, botando semen y excremento por el ano, el rictus de su carita se notaba en cada puje, a su lado el joven blanco lo miraba con satisfacción alegremente agitándose el pene a cierta distancia, los caballos relincharon, Melesio del susto se deja ver saliendo del monte, al ser descubiertos por aquel niño se vistieron lo más rápido posible, Melesio estaba en una situación comprometedora, no sabía qué hacer, estaba completamente absorto viéndolos vestirse, sin decir palabras aquel asustado muchacho de once años montó en su caballo yendo a galope, el joven blanco de dieciocho años desde su montura le dio a Melesio una sonrisa de cortesía combinada con recelo y vergüenza dándole la espalda yéndose a todo galope, Melesio quedaría impresionado por lo visto más aún por aquella cortesía de sonrisa, sin embargo no fue tema de conversación con su familia quizá sentiría gran inquietud pues su naturaleza d siete años era de una característica observadora pensando en lo prohibido, por muchos días recorrió el lugar no volviendo a verlos, hasta que luego de varias semanas en una tarde vio al joven blanco recostado en un árbol pescando con una larga caña de pescar de guayacán, a unos pasos su caballo, el muchacho de dieciocho años vio a Melesio de siete años brindándole una sonrisa, Melesio de a poco tímidamente se iba acercando al joven de piel blanca con cabellos rubios, le prestó la caña de pescar y al rato Melesio asombrado templaba un pescado mediano, muy emocionado ya tendría con orgullo qué llevar a casa, pero no quedó ahí, la suerte quiso que capturara dos pescados más, ya la tarde avanzaba, Melesio decidió regresar, el joven blanco se ofreció en llevarlo, el niño muy alegre aceptó que lo aupara, iba orgulloso llevando los peces guindados en una rama de cedro, detrás lo sujetaba el joven blanco, Melesio sintió en su mollera el mentón del joven blanco y la seguida respiración chocando en su pelo lacio, luego la nariz del joven acariciaba el pelo y el cuello, Melesio se sintió raro, a sus siete años era la primera vez que le hacían eso, su piel era de gallina, se agarró más de la vara, sintió un bulto detrás de sus nalgas, luego se sintió con más extrañeza cuando su cuello era lamido y besadas sus mejillas, el tiempo transcurría, Melesio no hacía nada por evitarlo, estaba sintiendo una grata sensación de placer, llegó el momento en que se apearan pues ambos tomarían caminos distintos, Melesio vio la sonrisa del joven dejándose llevar por los brazos que rodeaban sus caderas acercándose a la cadera del joven haciendo un roce entre las caderas, su penecito vestido se estiró, lo delataba la fina tela de su pantalón corto, el joven blanco sonrió más metiéndole la mano por dentro de la tela hasta manosearle suavemente el pene por unos segundos, todo esto sin decir o articular palabra alguna, Melesio miraba con extrañeza y timidez lo que le hacía aquel joven de dieciocho años, después de soltarle el pene se llevó a la nariz aquella mano que lo había frotado, luego se despidieron con la promesa de volverse a ver, así fue que luego de un tiempo Melesio estaba pescando y de pronto se asustó cuando unas manos taparon su rostro, el grito que pegó fue desgarrador tanto así que las manos liberaron sus vistas, Melesio giró el cuello y observó el rostro del joven blanco que daba carcajadas de gusto, Melesio se unió a la risa ya después estaban sentados pescando en la saliente de una roca que daba al río, las manos del joven blanco rozaban las de Melesio viéndose de vez en cuando, en un momento oportuno Melesio vio que aquel joven de 18 años deslizaba su cremallera dejando expuesto entre la tela el pene grueso blanco con pelos rubios que luego lo sobaba con una mano, la impresión de esa acción ante el pequeño fue mostrada en su rostro, el joven se levantó a orinar haciéndole gestos a Melesio para que mire la forma de orinar de ese pene blanco sobre la roca, luego regresó sin subirse la cremallera recostándose sobre la gran saliente sin dejar de manosearse el pene, Melesio sonreía tímidamente, el joven le sugirió que haga lo mismo, Melesio no hizo caso por vergüenza además estaba concentrado en la pesca que ahora le gustaba más que cazar aves, el joven se ladeó rozando el pene sobre la tela fina del pantaloncito corto de Melesio, los roces de la carne tibia los sentía en sus piernitas, en ese momento que pica un pescado, ambos tiran del nylon y sale un pescado de tamaño grande, luego de poner el pescado en el costal el joven abrazó por detrás a Melesio sin soltarlo aprovechando de eso para besarle el cuello y las mejillas, le lamía las orejas y en voz baja le decía al pequeño para adentrase al monte, metió la mano dentro de la tela hurgando hasta llegar al penecito de Melesio que ya lo sintió erecto ante los besos recibidos, el joven sonrió y con la otra mano deslizó la cremallera, sin acción alguna Melesio de dejaba, así fue llevado abrazado dentro del monte, Melesio sentía curiosidad y a la vez vergüenza cuando se vio desnudo delante del joven que suavemente le había quitado la ropa, el pequeño de siete años vio desnudarse a ese joven de dieciocho años con piel blanca con un pene muy grueso tupido de pelo lacio rubio, la cintura de Melesio fue rodeada por los brazos del joven que al unirse los penes empezaron a frotarse, lentamente Melesio quedaba acostado boca arriba, con dos dedos le tomó el penecito luego vio la cara de ese joven acercarse a su penecito su asombro se incrementó viendo esos labios rozagantes del joven blanco chupando ese penecito de piel morena clara quedando brilladito a la vista de la luz solar, Melesio respondía con cortos gemidos, sentía delicioso, le dejó ver su penecito ensalivado luego de ser sacado de su boca al ser chupado como golosina, lo sentó al pequeño sobre una roca y así quietecito se quedó por órdenes del joven que acercaba su ano al penecito agarrado por una de sus manos, Melesio sintió molestia al notar que su pene de piel morena clara entraba en ese ano de piel blanca, Melesio se quejaba por el empuje mientras el joven se excitaba dando gemidos, el joven se alejó un poco para poner a Melesio recostado sobre la piedra en posición de perrito, el pequeño sintió humedad entre las nalgas luego sintió como que algo duro y molesto entraba en su ano, su instinto lo hizo regresar a ver y era un dedo ensalivado que lubricaba su anito, el joven se lo lubricaba y al sacarlo se lo llevaba a la nariz, después más saliva y le introducía con el dedo en el ano de Melesio, hasta ahí todo sentía nuevo y algo molestoso, tal vez su timidez no le permitía reaccionar y también su miedo de tener encima de su cuerpo el cuerpo de un joven de 18 años que le estaba enseñando a coger a base de pujes, la molestia se incrementó al sentir penetrar en su ano algo más grueso, el dolor era fuerte, trató de regresar a ver con su cara pero una de las manos le sujetaba la carita, Melesio pujaba y gemía del dolor que cada vez se le hacía más fuerte con esas embestidas, sintió un tirón cuando el pene entró rompiendo el esfínter aumentando el dolor, el ano de Melesio había sido desvirgado por ese pene de piel blanca de aquel joven de 18 años, las súplicas y el llanto de Melesio no los tomaba en cuenta ese joven que estaba en todo su apogeo sexual, solo estaba concentrado en sus instintos pues tenía sometido a un traserito de piel morena clara, ya para ese momento los gritos y berreos de Melesio eran fuertes, le tapó la boca la niño, pues así contenía los gritos ocasionados por los movimientos desesperados de meter y sacar que eran acelerados por aquel joven que se complacía de ver entrar y salir el tronco de su pene blanco con sangre impregnada en su piel producto de haber sido desvirgado, sin miramientos dejó su semen dentro del ano de Melesio, la respiración acelerada del pecho del joven salida de su boca chocaba sobre el pelo del pequeño que no paraba de llorar, mientras que el joven con amplia sonrisa en su rostro se separó del cuerpo del pequeño caminado pausadamente para limpiarse el pene en el agua, Melesio desfallecido sobre el suelo no se movía sintiendo el doloroso latido de su ano desvirgado, seguía llorando a causa del fuerte dolor que le había propinado ese pene dentro del ano, vio al joven vestirse con pausa, alcanzó a ver aquel pene que le había hecho estragos en su ano luego lo vio montarse a caballo, el joven ya no tenía esa sonrisa cordial como en las anteriores ocasiones sino que ahora en su cara se mostraba algo de temor y tristeza, lo vio de reojo a Melesio y aceleró el galope dejando al pequeño Melesio de siete años postrado en el suelo que seguía llorando desconsoladamente, los minutos pasaban, un dedo se lo rozó por el ano vio que en la punta tenía restos de semen y sangre, al ver eso se asustó e incrementó su llanto, vio la posición del sol, se le hacía tarde, como pudo llegó al río caminando con dificultad lavándose el ano con las yemas de los dedos, algo le calmó el agua el ardor, aún el dolor continuaba, se recostó de perfil debajo de un árbol muy pensativo sintiéndose otra persona, recordando lo momentos que antes le había ocurrido, solo de aquel joven que lo desvirgó recordaría por siempre vagamente su rostro y su corte de pelo original, luego supo el nombre de aquel joven que lo desvirgó, el regreso a casa fue lento, su carácter cambió con los días, sentía molestia que lo tocasen, se aferró al silencio de no contar lo que le había sucedido por temor a una paliza de sus padres o a las burlas de la gente, Melesio nunca olvidará el rostro de aquel joven que lo sodomizó, por mucho tiempo no pasaría por aquel lejano lugar donde fue desvirgado, conforme iba creciendo, su atracción por los chicos del mismo sexo se incrementaba guardando aquella inclinación sexual en la más absoluta discreción, su metamorfosis se había desarrollado tanto que a los niños más pequeños los llevaba al monte y les rozaba su pene en el traserito pero al intentar meterlo en el ano los pequeños querían llorar y los soltaba, a medida que crecían ya no los cogía por temor a que divulgaran eso que a ellos les decía que era un jueguito pero en realidad eran cogidas, recordó que se desvirgó su pene muy solo al correrse con fuerza el prepucio, le dolió por varios días sin decirle a alguien lo ocurrido, el gusto por los de su mismo sexo se incrementaba, conoció a Wilson y entre ambos se identificaron su inclinación sexual haciéndolo con los más pequeños, luego, el tiempo haría conocerlo a Nicolás que lo cogería en el monte en repetidas ocasiones hasta tratar de desvirgarlo aquella vez en que Luis escondido los vio por primera vez, Melesio volvió a suspirar pensando en la suave piel de Luis, su pelo sedoso lacio, sus labios rosados, sus ojos color miel, los dedos con uñas bien cortadas y conservados de aseo, pero sobre todo aquellas blancas nalgas y pene blanco con pelo rubio, en definitiva, aquellos eran los momentos más felices para los dos amantes del mismo sexo.
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Una mecedora armónicamente se movía, la luz de la tarde que caía dibujaba describiendo las tenues arrugas además ese semblante pálido de aquella piel blanca con lunares propios de su avanzada edad, probaba con pasividad aquella miel que su hija le había traído como obsequio, la combinaba con ese característico queso criollo y pan de huevo hecho en horno de barro inconfundible potaje hecho por las manos de su esposa Micaela, a su lado la fresca agua natural era su bebida del momento que le recordaba las aguas frías del Belaya, su río de nacimiento allá en la Europa lejana de décadas atrás, alzó el vaso que contenía el líquido y vinieron a su mente los pensamientos con un nombre, Pasha, se hizo la pregunta de qué habría sido de aquella vida y de su destino, acongojado recordaba a su hijo nacido en 1910 y que las circunstancias de guerra lo había apartado sumado con el presidio que tuvo, se preguntaba si habría sobrevivido con sus abuelos a los que confió su madre el cuidado, ahora pasaría los treinta años, era el más parecido a su cara, tan inocente y hermoso, era el más mimado después de René, sus dos varones, de súbito sus pensamientos fueron cortados pues sintió los dedos suaves de su nieto Gustavito que enjugaba sus lágrimas, sin decir palabras se sentó junto a la mecedora de su abuelo diciéndole que no le gustaba verlo así, era su nieto preferido que tenía en una mano la Freskola bebida creada en 1919 tan popular en el país al igual que la Espumosa antecesora de Postobón, Gustavito era muy cariñoso con su abuelo a diferencia de Luis que era huraño con el anciano muy alejado de cariño correspondido, Gustavito quizá veía en su abuelo aquel amor paternal que su padre Don Gustavo no le prodigaba por su carácter reacio pese a que en los primeros años de vida del niño Don Gustavo lo adoraba, quizá un sentimiento de instinto hacía que Don Gustavo hiciera que se separarse de Gustavito, a sus doce años Gustavito había experimentado un cambio físico en el que no se parecía mayormente a su padre sino a su madre aún en carácter ya que Noelia y Gustavito tenían un sentimiento sencillo y humilde, la cabeza de Gustavito se apoyó sobre el regazo del anciano que le correspondió pasándole suavemente las manos por el cabello castaño, luego su nariz se confundió en ese pelo sedoso de Gustavito, seguido con ternura pasó los dedos de la mano acariciándole las suaves mejillas de niño bien aseado pues era el engreído de Noelia, exclamó su orgullo levantándolo y llevándolo a su pecho para darse un abrazo fuerte diciendo: mi nieto, mi engreído, mi favorito, aquel que le hacía la vida feliz y que le colmaba de orgullo el sentirse su abuelo, su tristeza llegó a la mente de solo pensar que en próximos años Gustavito se iría a estudiar a la gran ciudad, Don Rodolfo Buonanote estaba orgulloso de su nieto con el que compartía el alimento, la tarde caía en aquel lugar preparándose para otra noche en la estancia, mientras en otro alejado lugar, un fornido leñador se preparaba para adentrase en el monte en las primeras horas del alba, iría acompañado de dos niños bien cubiertos por el inclemente frío nevado, se despidieron dándole besos a la joven mujer que los despedía y de aquella anciana que pausadamente tomaba aquellas hierbas aromáticas del lugar, la alegría en los tres era grande, saludaban a los caminantes, el trabajo fortificaba su mente y vivificaba la faena al tener como asistentes a sus tiernos hijos de cinco y tres años, por costumbre desde esas edades ya se forjaban el carácter de trabajo en los niños que se sentían útiles al recibir kopecs como premio a su trabajo, al regresar a casa rendidos por la faena avivaban el fuego comiendo el fruto de su trabajo, la felicidad era la adecuada, la anciana miraba fijamente aquel hombre que era el puntal familiar, Pasha era lo único que le quedaba como recuerdo de su hija, con lágrimas de satisfacción se decía que a ella no le había fallado, que lo había criado bien convirtiéndolo en lo que es ahora, un líder en su comarca, seguramente a futuro sus hijos seguirían su ejemplo, Pasha criado sin padres solo había heredado el ejemplo de sus abuelos, la anciana lloraba, y de eso dio cuenta Pasha que la abrazaba tiernamente, él sabía que esas lagrimas eran por sus padres y su abuelo, eso lo compenetraba más con la anciana, el humo salía por la chimenea como anunciando lo proverbial del destino.
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En el país de la canela las fuertes precipitaciones tropicales de aquel año contrastaban con la sequía de los años treinta, los caminos intransitables, las comunas incomunicadas, típico de aquella época en la que solo con bestias se podía transportar los pobladores, de ahí que las enfermedades se agudizaban a veces por la falta de prevención y la falta de atención médica, la tuberculosis fue la segunda plaga después de la fiebre amarilla que acosaba con los habitantes del poblado, una de aquellas víctimas fue el cara cortada que siendo necio no tomaba en cuenta las súplicas de su esposa para que se cuide, la enfermedad avanzaba pero él libaba demasiado, lo encontraron tosiendo en una calle polvosa botando sangre por la boca, se acercaba su final, aquella vida de campesino trabajador que el destino y la desgracia lo llevarían a postrarse como una piltrafa humana llena de rencor y sin reconocer el perdón con arrogancia maltratando a la única persona que cuidaba sus últimos momentos de vida, la tos recurrente con falta de respiración y arcadas le hacían hablar entrecortado, el pequeño Pedro Artemio estaba lleno de lágrimas contemplando el desenlace, iba a experimentar por vez primera la elegía del deceso como parte de semblanza de vida, los ojos del moribundo estaban abiertos contemplando al pequeño, la respiración entrecortada le permitía articular palabras, estiró las manos agarrándose de las manos de su esposa aquella envejecida mujer para la edad que tenía a la que también sufría de enfermedades, la triste escena desesperante contrastaba con la reciente pasiva presencia del dueño de la tienda de abarrotes que se había convertido en el protector de aquel pequeño niño rubio, para aquel buen hombre comerciante escuchar las últimas palabras del cara cortada marcarían su vida: Carlos Felipe del Olmo, es tu padre verdadero, Noelia Buonanote es tu madre verdadera, el niño no salía de su asombro como que estaba en otro mundo, veía increíblemente a aquella mujer que ahora se sabía no era su madre biológica, y de aquel moribundo que repetidamente le pedía perdón por haberlo separado de su madre, el niño miró al comerciante que desfalleciendo se sentaba en una silla rústica apoyado los codos en la mesa cubriéndose la cara con las manos demostrando sorpresa súbita, el niño no entendía esa actitud de aquel buen hombre, con las últimas fuerzas y el último aliento el cara cortada hizo ademán con las manos para que el niño se acerque, su carita llorosa recibía la bendición de aquel hombre que le había cambiado la vida, la última acción de vida fue sonreírle a su esposa escuchando su perdón cerrando sus ojos para siempre, aquel comerciante se incorporó de la mesa, abrazó fuertemente al niño y salió deseperado de la casa humilde, él correría con los gastos funerarios y el entierro la tarde del siguiente día se efectuaría con una torrencial lluvia que se mezclaba con las lágrimas de Pedro Artemio y su madre adoptiva, aquella primera de las tres noches de vigilia de rezo funerario la expresión del hombre hacia el pequeño era atenta, lo colmaba de abrazo sin poder evitar ser delatada su emoción a través de las lágrimas, el comerciante llegó a su habitación, con llanto y manos temblorosas abrió un cofre en el que estaban ordenadas algunas fotografías, de entre ellas la de tres niños vestidos de marineritos jugando con potrillos, otra con ropita de gala, otra de bautizo en la que se apreciaban damas elegantes, Andreina y Noelia Buonanote, el llanto fue desaforado al ver el rostro sonriente de Noelia en la fotografía, en sus adentros se dijo que el destino le había dado el privilegio de haber encontrado a su hijo, si, era así de verdad, aquel buen hombre comerciante era Guillermo Izaguirre, cuñado de Noelia Buonanote, primer esposo de Andreina Buonanote, el destino del pequeño Pedro Artemio estaba en sus manos.
FIN DEL CUADRAGÉSIMO TERCER EPISODIO
sigue contando amigo la historia esta llena de suspenso tristesa y lagrimas y entre otras cosas el sexo y mas. Amigo saludos y seguro ya biene el sigueiente relato… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias, mi estimado amigo. Se hace lo que se puede para entretener a la audiencia. Saludos y un fuerte abrazo.