METAMORFOSIS 44
Sorpresa.
Luis ya contaba diecisiete años de edad, disimulaba su inclinación sexual ante la gente de su alrededor, la década de los cuarenta del siglo veinte era machista y con muchos complejos sin embargo no se reprimía en sus encuentros clandestinos con Melesio en el campo que eran los adecuados en lugares apartados del campo pero también en la estancia de su padrastro se encontraba con Arnulfo ya para ese entonces el niño iba a cumplir los nueve años, aquella ocasión sería especial, la mamá de Arnulfo, doña Clemencia, como le decía Luis, fue trasladada aquella mañana de fin de semana a la ciudad por mandato del patrón el doctor Luis Daniel Pérez para que sea bien atendida en su parto, iba desmejorada muy pálida, la causa que su actual esposo la había abandonado unos meses atrás al enterarse de su gestación, Arnulfo y su hermana Agripina quedaron al cuidado de las empleadas de la estancia, el pequeño Arnulfo estaba sentado muy pensativo y recordaba al mismo tiempo aquella escena sexual que vio junto a su amigo Mauricio a través de la cortina hace mucho tiempo atrás, su mente fijó el recuerdo de su madre totalmente desnuda acostada en la cama teniendo encima el cuerpo desnudo del patrón el doctor Luis Daniel Pérez, recordaba el pene del patrón entrando y saliendo por la vagina de su madre en forma brutal generándole alaridos fuertes, luego como un flash recordó la cogida que le hizo su amiguito Mauricio en el monte, Arnulfo suspiraba viendo partir a su madre, a su edad ya entendía que el hijo esperado por su madre era del patrón, no de aquel hombre que la dejó abandonada, seguramente sabiendo el origen del niño por nacer, pues habían muchas discusiones entre la pareja, desde su cama a altas horas de la noche habían reclamos, cierta noche se despertó con los acostumbrados, luego un puertazo, posteriormente los sollozos y llantos de su madre, aquel hombre la había abandonado, desde ese tiempo fueron muchas las veces que lo espiaba al patrón entrando en la casa de su madre Clemencia, el pequeño Arnulfo ya razonaba, pero mantuvo silencio y solo de pensar en decir palabra del asunto sexual entre su madre y patrón le daba terror, no tenía edad para opinar, aún era un niño, su silencio estaba acompañado de unas lágrimas que recorrían sus mejillas recordando a su padrastro que tan solo saber del embarazo de su madre la abandonó, seguramente aquel hombre descubrió los amoríos de su madre con el patrón, ahora su madre estaba sola con sus dos hijos y el tercero por venir, además pensando que posiblemente su nuevo hermanito o hermanita sea hijo o hija del patrón, a su lado se sentó su hermana más fría de carácter, es que con la desvirgada anal y vaginal que le dejó Wilson había madurado pese a su corta edad, la vieron partir en el coche a doña Clemencia junto al chófer, atrás iban el patrón y su esposa de regreso a la ciudad, Luis decidió quedarse con la excusa a su madre de visitar a sus abuelos Rodolfo y Micaela, por esos días su amigo Melesio sufrió un corte en su pie inhabilitado por unas semanas cojeando sin poder caminar, Luis apesadumbrado venía de visitarlo, al entrar en la cocina de la estancia se saludó con la pequeña Agripina abrazándolo de la cintura, recibió un saludo sonriente de la empleada que picaba los alimentos y se disponía a abrir habichuelas, era la única adulta en casa, los demás estaban en las faenas de trabajo campo adentro, luego de refrescarse bebiendo limonada fresca salió a tomar aire, a corta distancia estaba Arnulfo acostado sobre el empedrado de la estancia con sus codos apoyados agitando con las manos a dos muñequitos soldaditos que Luis Daniel Pérez le había regalado hace meses, Luis se quedó parado viéndolo a prudente distancia, su vista se posaba en la figura de la nalga de niño amoldada en esa fina tela de calzoncillo que únicamente vestía, sus pies descalzos alzaban y bajaban con las piernas, la piel de sus piernas brillaban con el resplandor, el viento era intenso a esa hora moviéndose el pelo de Luis que se limitó a manosearse el pene vestido, quería hacer sexo, haberlo visto a Melesio acostado en la cama con la pierna alzada puesto solo el calzoncillo saliéndole por un costado uno de sus grandes testículos y a más de eso la punta del pene le había excitado agregado a eso su musculatura, de regreso a casa ya tenía la imagen fijada en su mente, la ansiedad de sexo se incrementaba en el cuerpo de Luis con palpitaciones aceleradas de morbo, lo tenía enfrente al nene, la tela del calzoncillo de Arnulfo se metía entre las dos nalgas haciendo una raya profunda separándose ambas nalgas, el nene movía sutilmente las caderas al movimiento que le hacía a los juguetes, los ojos de Luis seguían con atención fija en aquellas nalgas moviéndose, la planta de los pies llena de tierra no evitaron ese deseo de Luis en poseerlo sexualmente al pequeño Arnulfo que seguía muy atento en los movimientos de sus muñequitos, Luis vio a los lados, estaba muy caliente de pasión, dio pasos atrás hacia la cocina, Agripina y la empleada estaban ocupadas sentadas atentas desgranando gran cantidad de habichuelas sobre la mesa, con paso firme muy prudente sin hacer ruido Luis regresó y se acercó a Arnulfo, de inmediato se acostó sobre él moviendo su pene vestido en ese traserito infantil, Arnulfo sintió el peso del cuerpo de Luis, sobre su cabeza se posaba la cara de Luis con su risa entrecortada característica y por el olor de su colonia marca caron, le agradó estar así, se dejó coger por un instante, luego Luis se levantó con una sonrisa cómplice agarrándose el pene vestido abultado dándole a notar a Arnulfo el bulto dentro de su ropa, el pequeño vio que Luis bajaba su cremallera hizo una pausa para ver a los lados y al estar seguro de no haber adultos se sacó el pene erecto agitándolo para que Arnulfo lo viese por unos segundos metiéndoselo de nuevo dentro del pantalón subiéndose la cremallera, Arnulfo estaba sentado sobre el empedrado rustico del piso, con sus piernas abiertas mostrándose a través de la tela ese penecito lampiño algo abultado erecto, los dos sonrieron, continuó jugando con visible risa cómplice de agrado de lo que había visto, Luis le vio que Arnulfo se ponía en pie y estiraba el pene tiesito lampiño amoldado en la fina tela del calzoncillo, disimuladamente lo abrazó al nene por detrás pegando su pene abultado a rozar las nalgas infantiles manoseó también su pene acercándose su cara a decirle al oído invitándole para ir a su cuarto a jugar, Arnulfo sin mirarlo a la cara un tanto pensativo le aceptó con una sonrisa, él también tenía deseos de cogerlo a Luis, el hijastro del patrón fue el primero que subió a su cuarto, desde lo alto de su ventana con gestos llamó al pequeño para que suba las escaleras a su habitación, Luis se acostó en la cama completamente desnudo esperando a su pequeño Arnulfo el hijo de la empleada, los segundos pasaban y Luis manoseaba su caliente y latente pene muy erecto, cerraba los ojos dándose placer, se imaginaba el cuerpo desnudo de Arnulfo asimismo su piel sobre la piel del chiquillo desvirgado, recordó brevemente como lo sodomizaba en el monte haciéndole pujar, sonrió bajo luego una respiración profunda lo que le hizo luego el escuchar unos pasos en el entablado de la estancia, le vino algo de calma al respirar y apretó el tronco del pene tan deliciosamente como solo él lo podía hacer, la puerta de su cuarto se abre, respira con intensidad, era Arnulfo, con su carita sonriente, en la tela de su calzoncillo se podía ver el penecito algo tieso que se lo venía estirando a dos dedos, segundos después el niño estaba arrimado a la puerta con una mano en la boca como cubriendo sus sonrisas llenas de timidez y con la otra mano en la cintura rascándosela por dentro de la tela, luego deslizándose la mano al pene y así era que lo estiraba igual que la tela por dentro, sentía timidez de entrar, lo mostraba en sus ojos y expresión facial, las piernas suaves y brillosas estaban arrimadas al marco, una de sus manos pasaba por la puerta, tenía su piel brillosa de la humedad y algo sudada, los piecitos con uñas algo alargadas sin cuidado con tierra en la planta de los pies, el pelo negro lacio algo alborotado, sacó su mano de la tela llevándosela a la nariz, Luis miraba con gusto esos movimientos, el niño dio unos pasos con sus piececitos descalzos frotándolos sobre un trozo de alfombra puesta sobre en el entablado con la intensión de quitarse la tierra, apegó la puerta con insinuación de Luis, lo hizo muy lentamente, grave error, no le puso el acostumbrado seguro, dio unos pasos lentos, así, a medio camino de llegar a la cama, el niño se quitó el calzoncillo a petición de Luis, levanta sus piernas para quitárselo, esos movimientos de desvestirse le agradaban a Luis, el niño dio unos cortos pasos en dirección a donde Luis estaba acostado, éste, esperándolo con una sonrisa y agitando el pene mostrándoselo a Arnulfo que lo miraba con mucha atención sobre todo el glande descubierto que estaba amoratado de tanto manoseo, el pequeño subió la cama arrodillándose sobre el colchón agachando su cara para que Luis le pase el glande por los labios, Arnulfo olía ese pene con los ojos cerrados luego abría la boca para mamarlo con pausa y paciencia continuando con los ojos cerrados, se acostó sobre el cuerpo de Luis moviendo la cadera, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo, así, por unos instantes, se sentía bien, su pene lampiño se humedecía con el pene peludo ensalivado de Luis, el pequeño Arnulfo sentía el pene de Luis deslizarse en su estómago, se manoseaban los glúteos dándose giros en la cama, se miraron acostados de perfil dándose besos cortos, de inmediato Luis lo puso a filo de la cama empinando el traserito de Arnulfo, en ese mismo instante se escuchan los gritos de la empleada llamando a Arnulfo, los dos no hacen caso, Luis ya tenía el pene dentro del ano de Arnulfo, procedió al meter y sacar, Arnulfo fruncía la cara pujando y gimiendo, los movimientos bruscos de la cadera de Luis hacían sonar la cama, el pene estaba deslizándose por ese ano en forma desaforada, para mala suerte de ambos en ese instante se abre la puerta ambos quedan petrificados viendo el rostro acusador de Amalia la hermana del doctor Luis Daniel Pérez que estaba recién llegada del viaje, a eso se debía los gritos de la empleada, llamaba a Arnulfo para que ayude a cargar las petacas, la dama recién llegada tenía una mueca de risa sarcástica con desprecio por lo que estaba viendo a esos cuerpos desnudos uno sobre el otro en la cama, ella simplemente miró un rato a los dos cuerpos desnudos que de un salto de la cama trataban de vestirse lo más pronto tratando así de desvirtuar pero era ya demasiado tarde, la mujer ya tenía claro el perfil sexual de Luis, estaba comprobado, un chico de diecisiete años con un niño de casi nueve años haciendo el amor, ridículo e intolerable para la época, lo que le extrañaba era que el pequeño Arnulfo ya pudiera recibir embestidas de pene en su ano infantil, sin palabras y con la mueca de sonrisa cerró la puerta dejándolos petrificados de la impresión ella se fue sin decir palabras solo se limitó a acusarles con su mirada, en la mente de Amalia quedó grabada la sodomía de Luis hacia el pequeño Arnulfo, instantes después la empleada seguía llamando a Arnulfo, en esta ocasión para bañarse con su hermana en el río, el pequeño salió tan rápido como pudo muy cabizbajo, Luis quedó solo en su cuarto meditando lo que le había pasado, estaba lleno de arrepentimiento, miedo, vergüenza, recelo y hasta avergonzado de lo que era, por su parte el pequeño Arnulfo mientras bajaba de las escaleras fue llamado por Amalia la hermana del patrón de la estancia, las preguntas fueron directas, contundentes y autoritarias tanto así que la timidez de Arnulfo y el miedo al azote hicieron que declarase efectivamente que Luis le hacía el amor inclusive en el monte y en la mayoría de los casos le dejaba el semen dentro del ano, Amalia astutamente le dijo al niño que esto confesado era un secreto entre los dos, que nadie lo sabría, ni su mamá, ni el propio Luis debe enterarse de esta plática, pero que le avisara cuando Luis le dijera en qué lugar lo quisiera coger, el niño asintió las ordenes de Amalia, ella sacó de su bolso de viaje unos chocolates y le dio al pequeño, Arnulfo ya un poco más aliviado salió del lugar, Amalia miraba las inocentes facciones infantiles, a fin de cuentas Arnulfo era un niño precioso de cara y se podría decir que también era tímido con nobles sentimientos, así lo percibía Amalia, mientras tanto, Luis apesadumbrado daba roles en la cama con tintes de angustia por lo que pudiera pasar a futuro, se acordó de su madre y le dio pena que se enterara por boca de Amalia de lo que estaba viendo, terminó por llorar desconsoladamente, las horas en ese día para Luis fueron angustiantes sobre todo en la cena donde percibía las miradas acusadoras de Amalia acompañadas de sonrisa sarcástica, los días pasaron y Amalia le informó a Andreina de lo que había visto en el cuarto.
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Luego de llegar de la escuela Arnulfo y Agripina se enteraron por boca de la empleada que los cuidaba que su madre había tenido un varoncito, pero que ella seguiría en la ciudad por su estado delicado, Arnulfo estaba feliz, ya tendría un hermanito con quien jugar a la pelota en tiempo futuro, su emoción era tal que lejos estuvo de comprender los detalles del parto, la llegada del bebé fue precisamente días después hacia la humilde casa donde Arnulfo vivía con su madre y hermana, llamaba mucho la atención las constantes vistas del patrón que admiraba ese niño recién nacido de pelo negro lacio tenía una particular sonrisa y unos hoyuelos en las mejillas, su piel era morena clara, su llanto fuerte, pocas veces pasaba Andreina en visita a Clemencia, la parturienta en honor a las atenciones de su patrón decidió que el niño se llamase Luis y su otro nombre Alfonso en honor a como se llamaba el padre de la parturienta, de esa manera aquel recién nacido fue el centro de atención de los habitantes de la estancia por un tiempo, un especial brillo visual se apreciaba en la cara feliz del patrón, a veces tanto cariño prodigado al recién nacido lo delataban y daba a crear comentarios mordaces entre los silenciosos empleados que no se equivocaban en adelantar criterios pues realmente Luis Alfonso era hijo del doctor Luis Daniel Pérez, pero era dudosa la paternidad del niño para los presentes simulando que el padre de esa criaturita era el vaquero Eustaquio el hombre que abandonó a Clemencia meses antes de su parto y que no quiso asumir su paternidad, los dos hermanos del pequeñito lo cuidaban de manera prolija, doña Clemencia a las tres semanas de parir ya estuvo en el trabajo, los dos niños no se separaban de su hermanito brindándole mucho cariño, aquel afecto natural que el niño emitía recaía en cualquier persona que estaba a su alrededor, lo fino de sus facciones lo hacían hermoso pese a su cortos meses de vida, era atrayente, su sonrisa, cejas y pestañas bien delimitadas, era un robusto niño de labios finos bien formados que de solo verlo daban ganas de besarlo, el patrón alternaba los fines de semana para pasarlos en la estancia junto a su esposa Andreina de ahí las visitas a ver a Luis Alfonso, los esposos miraban sentada a doña Clemencia dándole de mamar al niño en eso hubo una insinuación de Andreina hacia su esposo de darle un hijo, el rostro del doctor se desdibujo no emitiendo comentario frente a la parturienta, eso indignó a sus esposa dejándolo con la palabra en la boca cuando quiso hablar del tema, pasó un mes de aquel parto acaecido en 1940, por obligación para evitar la polio y tuberculosis campante en la época fue llevado el niño a la ciudad para vacunarse, el patrón dispuso de alojarlos en su casa, coincidentemente estaba su hija Justin Daniela y su tía Amalia, la hermana del doctor Luis Daniel Pérez, al ver al niño les dio con la grata sorpresa de asociar la sonrisa y los hoyuelos con los del padre de Amalia y Luis Daniel, en una conversación discreta de hermanos, ante tanta coincidencia física con el aparecido a Justin en su sonrisa y labios y ante la exigencia de la verdad por parte de su hermana, Luis Daniel Pérez confesó en secreto que Luis Alfonso era su hijo, su único hijo varón, del que estaba orgulloso pero triste a la vez de saber la impresión de su esposa Andreina al conocer la noticia, Luis Daniel le había pedido a su hermana Amalia que no divulgue el secreto y ella le obedecía, dentro de su ser se congratulaba de saber que Andreina viviría engañada, eso le daba más gusto e incrementaba su placer de antipatía con su cuñada, sumado al haber descubierto en aquel cuarto a Luis sodomizando al pequeño Arnulfo, la hermana del doctor aceptó reiteradamente tal voluntad de su hermano, lo veía feliz, pese a su amor clandestino, Amalia al principio lo reprobaba por tal actitud pero a fin de cuentas el niño era su anhelado hijo varón y estaría siempre a su lado, Clemencia tenía una cordial relación con Amalia durante esa visita a su casa acrecentaron la relación, Amalia por pudor de mujer no se atrevió a preguntarle a Clemencia por la verdadera paternidad de su hijo Luis Alfonso, era suficiente la confesión que le hizo su hermano, durante ese tiempo en la ciudad Amalia incrementaba su cariño y además el apego de Luis Alfonso estirando sus bracitos para ser sostenidos para que Amalia lo sostuviera, lo marcase y le diera de comer con el tiempo hizo de ella muy feliz creciendo su cariño hacia el pequeño Luis Alfonso, por su parte Andreina le interesaba más los fines de semana para ir al encuentro con su amado campesino barbado de cuarenta y cinco años en aquella cabaña del monte, su marido Luis Daniel Pérez pasaba a un pobre y precario interés marital, ya se daban nuevamente las peleas y desacuerdos, el amor de Andreina de treinta cuatro años de edad hacia el campesino primaba y era el centro de su atención, igual que su marido, el resto de gente para ella era secundario, incluso su hijo Luis, así que, tal alumbramiento pasaba a segundo plano de interés para Andreina considerando un acontecimiento común y corriente.
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Guillermo Izaguirre estaba sentado en el portal de su tienda de víveres viendo jugar a Pedro Artemio en la calle polvosa de aquel pueblo en la montaña estaba rodeado de niños, la sonrisa dibujada en el rostro de Guillermo no salía de sorpresa aún al pensar que delante suyo estaba el hijo desaparecido de su cuñada Noelia, instante tras instante apreciaba el físico del pequeño con Carlos Felipe Del Olmo, nació la risa entrecortando la respiración, prendió un cigarrillo haciendo bocanadas ya al terminarlo el niño se le acerca junto a la pelota que anteriormente le había obsequiado, con su brazo lo agarró de la cintura llevándolo a su pecho, Pedro respondió abrazándolo por el cuello, le sobó repetidamente el pelito rubio sin dejar de reir ambos, entraron para que se aseara, pronto su madre vendría del lavado en el río para llevárselo a casa, el trabajo de ayudante por las tardes estaba por culminar ya que la noche se acercaba y se prendían los faroles, mecheros y candiles, el pueblo semi oscuro, se apreciaba la figura de la mujer llevando de la mano a Pedro Artemio, en su cuarto a solas, Guillermo decidió en un momento de arrebato escribir una carta fechada y con dirección remitente anunciando a su cuñada Noelia Buonanote que había encontrado a su hijo desaparecido y que se llamaba Pedro Artemio, aquel hijo que había tenido con Carlos Felipe Del Olmo, escribió los detalles del rapto y la venida al pueblo huyendo, pero, mientras avanzaba su escritura, iba cambiando de idea, decidió mejor dejar las cosas al destino, ya está, vivan como vivan, es su vida, ellos lo prefirieron así, le vino el cólera, y es que solo de recordarlo le venía un resentimiento guardado con los Buonanote ya que los culpaba de la muerte de Maximiliano, su verdadero único hijo por negligencia, sobre todo a su ex esposa Andreina, qué lejos estaría de pensar Guillermo Izaguirre que aquella mulata a la que la hizo su mujer siendo aún niña le había dado una hija llamada Sara Guillermina, el hombre tomó el papel escrito, de un impulso pensó en romperlo y luego mejor quemarlo, luego de una lapso de meditación mejor prefirió doblarlo y ponerlo sobre un libro cuyo título era Viaje al centro de la tierra, entre las páginas de aquel libro reposaba parte de la identidad de Pedro Artemio, los días siguientes fueron de convencimiento a la señora para que Pedro Artemio y ella vivieran con él, ella no aceptó por los que dirán de la gente sin embargo Pedro Artemio en la escuela se iba convirtiendo en un aprovechado estudiante y Guillermo lo apoyaba en todo, las semanas y meses siguientes hicieron que el cariño y el respeto se incrementaba entre ambos, así, Guillermo Izaguirre encontró en Pedro Artemio aquel hijo que nunca tuvo y que el destino se lo había entregado a su cuidado, menos aún se hacía la probabilidad para que Noelia y Carlos Felipe Del Olmo supieran la existencia de su hijo, menos aún suponer que se encontraba en aquel lugar tan apartado de las montañas del país de la canela.
FIN DEL CUADRAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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