METAMORFOSIS 46
Recuerdos… sólo recuerdos..
Sentado sobre una mecedora avivaba el viento para disipar el humo de tabaco con su boca, tenía sujeto un vaso con el whisky old parr, a su lado la acostumbrada mesita con la botella postobón, fosforos olano con los acostumbrados coltabaco, ya para ese momento su cabeza disipaba entre el límite de la cordura con nostalgia de sentimientos encontrados a causa de la incipiente bebida que pese a todo calmaba sus ínfulas de grande como hace toda bebida alcohólica en el cerebro de los hombres, tal es así que ya recorrían lágrimas por sus mejillas recordando el ayer en aquella salita que daba a la gran ventana otrora adornada elegantemente ahora con rezagos de aquella opulencia vivida una década atrás, miraba por el ventanal el ocaso próximo, los peones y campesinos desfilando con las mulas cargadas, le salió una mueca irónica, recordó cómo era su lugar de nacimiento, algo parecido a su estancia, las ideas lo transportaron a la península hispánica donde nació muy cerca de los galos, eran los albores del siglo XX ya contaba con siete años cuando un grupo de jinetes cabalgaban por los alrededores de la cabaña de sus padres, él estaba jugando en solitario junto al pozo cubierto por una tupida rama caída quebrada recientemente de un árbol frondoso, las ramas rozaban el suelo, se escucharon disparos, gritos desgarradores, luego de un rato salió temeroso viendo su casa quemándose, los jinetes huyendo a fiero galope, la tétrica escena del fuego danzante en la casa consumida le provocó inconscientemente que se orine los pantalones, no sintió aquel humedecer de la tela, ni el accionar de sus piernas tambaleantes, no podía caminar de la impresión, quedó ahí tirado en el suelo, quiso reaccionar dando unos pasos pero el fuego con humo no le permitía ver, sentándose a llorar, llegaron los pobladores del pueblo cercano dizque a apagar el fiero incendio pero era solo para robarse el poco ganado y cosechas del granero, hasta las herramientas menores fueron robadas, toda su familia muerta, vio el cuerpo ajusticiado de su padre amarrado en un árbol con un tiro en el corazón cuya sangre mostraba lo tétrico de la acción brutal descabellada, el cuerpo reclinado con la cabeza mirando al suelo y los ojos cerrados, fue entonces esa imagen que lo marcó de por vida, fue a vivir con su tío Modesto, tuvo una vida triste de hambre y desprecio por parte de sus primos mayores, pero se forjó un fuerte carácter, vivía cerca de la porqueriza a la que cuidaba y mantenía, se enteró casualmente por comentarios de los borrachos que trabajaban en la hacienda de su tío, que el patrón, había dado la orden para que asesinen a su medio hermano, su esposa y todos sus hijos, Gustavo no daba crédito a lo que escuchaba ya en sus nueve años, le vino el sentimiento de venganza, a su corta edad cometió el error de reclamarle a su tío por los asesinatos, hipócritamente Modesto negó aquello y pidió los nombres de las personas de las que había escuchado eso, se lo dijo, a los pocos días la noticia del asesinato de aquellas personas colgadas de los árboles no se hicieron esperar, eso intimidó a Gustavo, reconociendo su error y que ahora estaba muy alerta por lo que sucediera, y realmente sucedió, ya que la porqueriza estaba vacía por varios días, aquella noche de luna llena mientras dormía la figura de unos hombres irrumpieron el cuarto sacándolo con la boca cerrada semidesnudo dejando un bulto en cama, el claro de luna hizo ver las caras de aquellos hombres calmándolo, eran sus dos mejores amigos, entrañables peones de su difunto padre, leales, ellos se quedaron en silencio entre la tupida maleza, vieron llegar unos jinetes que aseguraron la puerta por fuera lanzando antorchas de fuego, en contados minutos toda la covacha se consumía por el fuego, Gustavo estaba impresionado por la maldad de su tío, era verdad, él mató a su familia, Gustavo escapó del lugar, sus amigos a través de sus contactos lo iban protegiendo hasta lograr llegar a un barco con dirección a la mayor de las Antillas, allí se encontró con disturbios varios, su acento europeo cambió, se enroló en la milicia cuando cumplió los quince años haciendo su vida aventurera usando mujeres mulatas, trigueñas y de color, su porte europeo hacía que las conquistara, en una de aquellas revueltas tuvo que salir de la mayor de las Antillas adentrándose en la franja del Orinoco, la malaria mató a muchos de sus compañeros, y a él también estuvo a punto de hacerlo pero gracias al cuidado de un hacendado español logró recuperarse trabajando para él en agradecimiento, el noble anciano murió al poco tiempo dejándole su fortuna a Gustavo, los familiares pensaron en que lo había asesinado para quedarse con todo, huyó con el cofre de joyas y unos cuantos fajos de billetes, tras largos días de penuria llegó al país de canela, el ambiente era diferente en cuanto a cultura respirándose paz, muy pronto las joyas se convirtieron en terrenos prósperos y fértiles, conoció a residentes europeos, entre ellos a Rodolfo Buonanote con quien hacía negocios, le impactó su hija Noelia que al poco tiempo tuvo relaciones de noviazgo casándose un par de años después, sus dos primeras hijas Leonor y Josefina no alcanzaban la paz para perpetuar su apellido, vino su tercer hijo, Gustavo Adolfo, al principio su nacimiento le colmó de alegría pero con el tiempo los rasgos físicos del pequeño no le eran semejantes sino más a Noelia, le sorprendía no poder querer a plenitud a su único hijo varón, algo en sí por dentro le inquietaba, se vino a confirmar a futuro que su esposa Noelia de era infiel con Carlos Felipe del Olmo, aquel muchacho de romántica juventud, Noelia le había dado un hijo que había sido secuestrado, Gustavo la perdonó pero al emborracharse le daba mala vida reclamándole su infidelidad, de súbito golpe la mente de Don Gustavo llegó a la realidad del momento, su mano seguía conteniendo el vaso de whisky, a punto de llegar a su piel estaba el fuego del tabaco consumido, lo puso sobre el cenicero, se hizo presente Gustavito estirándole la boleta de calificaciones escolares, todas con buen rendimiento, lo sentó a su lado sobre su pierna, colmándolo de mimos, lo quedó mirando fijamente al rostro sonriente del pequeño, Don Gustavo hizo una mueca irónica, unieron las frentes con amplia sonrisa, llevó la cara del pequeño a posar sobre su hombro, una de sus manos acariciaba el pelo del pequeño, pensaba si Gustavito era realmente su hijo, la duda llegaba porque el niño era diferente a sus hermanas, le hizo que se siente en el piso y le contó la historia de su vida justificando por qué se había forjado así su carácter y el porqué de su apellido: Pozzo, se lo autoimpuso, pues el árbol, el cántaro y el pozo salvaron su vida.
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Hermógenes contaba ya con veinte años y a su hermano Serafín le faltaban pocas semanas para cumplir los once años, esa tarde soleada estaban sentados haciendo las tareas respectivas, ambos eran buenos estudiantes, disfrutaban mucho de su compañía, Hermógenes miraba fijamente a su hermano concentrado en la escritura, los dedos y su piel eran diferentes, así como su pelo, pero se querían mucho, el sol hizo que brille la medalla que llevaba puesta en su pecho, el brillo le hizo recordar a Hermógenes las palabras de su agonizante madre en su lecho de muerte cuando le entregó la medalla siendo sus últimas palabras: Que tu hermanito recién nacido siempre tenga puesta esa medalla como testimonio del verdadero amor, en ese entonces cuando le habló su madre tenía nueve años, no podía entender esas palabras pero ahora ya lo sabía, recordaba que para su cumpleaños Carlos Felipe observó esa medalla que su madre tenía puesta, una medalla única en diseño y forma, Hermógenes recordaba que esa medalla su madre la exhibía delante de su padre Serafín y de la familia de Gumersindo, recordaba que la relación amistosa entre su madre y Carlos Felipe del Olmo se iba en incremento al pasar del tiempo, Hermógenes notaba que su madre insinuaba demasiado apego cariñoso pero Carlos se manejaba con el respeto, esa medalla representaba mucho para su madre, la había tenido puesta desde muy temprana edad, ahora, Serafín siempre la llevaba puesta en su pecho, allí llevaba el testimonio de vida de su difunta madre, un verdadero tesoro, por eso, Hermógenes le decía a su hermanito que ahí con él en esa medalla estaba su madre por eso el niño la cuidaba con veneración, cuando Carlos Felipe del Olmo vio por primera vez la medalla en el pequeño Serafín se puso nostálgico, esa medalla había pertenecido seguramente a una familia de nobles, única hecha a mano, por respeto y consideración la llevaba puesta la madre de Hermógenes en señal de su identidad, lo que Hermógenes desconocía es que Carlos si tuvo un afecto especial con su madre que no lo supo incrementar por respeto al esposo y padres de los chicos, Serafín continuaba concentrado con su escritura, comparaba las manos de su hermano muy diferentes a las suyas, también su pelo, su piel más clara, Hermógenes seguía mirándolo con cariño, lo sentía su hermano pero no tan completamente, su sentido común le decía ya a la edad que tenía instintivamente, que Serafín, era su medio hermano, la sonrisa irónica se dibujó en su rostro, Serafín viéndole a la cara le preguntó el motivo de la risa, Hermógenes simplemente se levantó acercándose para abrazarlo fuertemente, su hermano le correspondió con más fuerza y ambos rieron, saltando en el piso, Hermógenes se refería a su hermano con cariño y admiración, a los días siguientes Carlos Felipe del Olmo jugaba baloncesto animadamente con sus protegidos en el jardín de la entrada de la casa lujosa de la capital, Carlos notaba en Serafín los mismos trancos de salto y la forma de correr muy parecidas a las suyas, la disposición de los brazos y los dedos de los pies y el color de su piel al ponerse sudorosa, su pelo lacio al viento, cansado se sentó a recordar cuando Carlos Serafín tenía seis años, muy parecido a él, sobre todo vestido en terno o de marinerito en aquellas ocasiones especiales, tanto así que las amistades lo hacían pasar como su verdadero padre, sentado resolló entrándole una boconada de aire, a su lado se sentó Serafín el pequeño le rodeó el brazo por el cuello acomodando su cabeza sobre el hombro de su protector, ambos sentados se abrazaron con fuerza, la cara de Serafín posada sobre el hombro de Carlos Felipe, Hermógenes se acerca, observa la cara de Carlos Felipe cerrarse los ojos diciendo: mi hijo, hijito mío, abre sus ojos para observar el rostro de Hermógenes que se dibujaba una sonrisa leve asintiendo con seguridad y aprobación, Carlos nuevamente dice: Es mi hijo, mi hijito, te siento así, así, lo abrazaba la niño y le acariciaba el rostro del nene un tanto admirado por esas palabras, sin dejar de abrazar a Serafín, por su parte Hermógenes continuaba asintiendo con una sonrisa sincera y el rostro lleno de lágrimas, Carlos miró el rostro de Serafín también lleno de lágrimas diciéndole: también te siento así… papito, ya no había dudas, el corazón y el cariño mutuo les había dado la respuesta, Carlos Felipe del Olmo sintió y comprobó que Carlos Serafín era el recuerdo que la madre de Hermógenes le había dejado en este mundo, había muerto con la ilusión de tener un hijo de él, su amor venció a la muerte, el destino le daba el prodigio de ser padre, bendecía el nombre de Eudomilia, la madre de los chicos, Carlos Serafín era su hijo, ambos besaron la medalla, el pequeño siempre le decía papá pero ahora era con más cariño y seguridad en sus palabras, le dio un beso en la mejilla y en la mano derecha, Hermógenes hizo lo mismo, ambos le dijeron: papá, los tres se abrazaron llenos de lágrimas y sentimiento de cariño y ternura.
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Los zapatos de charolita marca Rey Sol subían las escaleras haciendo crujir la madera por el peso, en cada peldaño ascendido se manifestaba la determinación por llegar al sitio propuesto por el caminante, se detuvo frente a una puerta, giró el pestillo y empujó en su delante abriendo el batiente dejándose ver el interior semi oscuro de la habitación iluminada a medias por el tragaluz, giró a su alrededor, en su presencia había polvo y telarañas de inmediato pasó su dedo alargado grueso de piel blanca por la mesa garabateando figuras con el residuo de polvo, vio a su derecha aquella silla morisca junto a ella la ventana, agitó el seguro abriéndola de par en par, la luz entró fulminante, la habitación cobró vida en los recuerdos mentales, sopló el polvo del espejo mostrando la cara de Luis viéndose por segundos, se asomó a la ventana viendo a los costados y abajo el perfil de la casa victoriana perteneciente a su abuelo Rodolfo Buonanote, construcción resultante de la bonanza económica del sector en aquellos pomposos años veinte de principio de siglo XX, se observaba el caminar de los pocos empleados que ahora laboraban, vio pasar a la nana Dulce aquella negrita buena y cariñosa, llevaba un corte de tela de marca tejicondor, le hizo gestos mimosos acompañados de besos volados, la negra reía entrando en dirección a la estancia en dirección al cuarto de bordado y costura que tenía doña Micaela la abuela de Luis, hizo una gran pausa viendo a su alrededor de aquellos objetos que le traían recuerdos, suspiró, su mirada se centró en aquella mesa con una bolsa raída por la polilla que años atrás en sus primeros años de vida servía de receptáculo, le vino un gesto de mueca irónica rascándose los genitales a la vez que se metía la mano en el trasero entre la tela de su interior dándose placer recordando al instante lo que años atrás hizo en ese lugar, se acercó a la silla tocándola al pasar los dedos por el fino acabado apartando el polvo y telarañas, el olor característico a resina en la habitación con madera noble le hizo suspirar nuevamente agregando un estornudo a causa del polvo imperante en el lugar, rió al recordar ese estornudo producto de su alergia al polvo fino, el estornudo siguió hasta que al abrir bien sus ojos vio en un rincón la alfombra de imitación persa llena de huecos, polvo y telarañas, eso motivó a seguir en el lugar, la movió un poco saliendo arañas de su interior así también un despistado ratón pulpero, quitó con cuidado una manta que estaba sobre el entablado de la habitación lo que le permitió recostarse en un área limpia de polvo y telarañas, quedó acostado boca arriba viendo el techo del amoldado de teja victoriana, en su delante un viejo reloj cucú importado marca corona lo miró fijamente por unos instantes y cerró los ojos, se puso a pensar, su cerebro pensando, pensando, pensando, le vinieron los recuerdos… se formó la imagen de aquel sol brillante en aquella mañana de 1929 cuando Luis ya tenía semanas de haber cumplido los seis años y estaba bajo ese sol mañanero jugando a las luchitas bajo ese frondoso árbol en el césped de la estancia de su abuelito con su hermanito Maximiliano de cuatro años y con el mulato Lastenio de quince años también recién cumplidos, los roces eran inocentes para el pequeño Luis ni hablar de lo que sentía y razonaba a sus cuatro añitos el pequeño Maximiliano, de repente se escucha el galope de las coces y el sonar de los resortes de las ruedas de la carreta, de ella se baja un alegre René con su maletín característico venido recién de la ciudad, los niños en precipitada carrera van a su encuentro recibiéndolos con un fuerte abrazo, Lastenio rígido en su movimiento de mano alzada lo saluda a distancia con una sonrisa, René se sienta sobre el césped sacándose los zapatos y calcetines correteando con los niños y Lastenio, aquel hombre de casi veintitrés años dejaba ver su apariencia bonachona y salir gestos cordiales de sus expresión facial caucásica, de piel blanca y pelo rubio, gustaba mucho jugar con los pequeños hijos de su prima Andreina y había hecho afectividad con Lastenio a quien durante los juegos le hacía montaditas con movimientos sexuales insinuantes cuando estaban escondidos por los crotos tupidos del lugar rodeados de cucardas y ciprés, bajo un almendro frondoso jugaban a sacar el coco de la corteza de los almendros que primero los chupaban al notar el color concho de vino característico, Luis y Maximiliano con una piedra abrían con algo de dificultad la corteza del fruto de almendro, Lastenio acompañó a René en dirección al interior de la casa de Rodolfo Buonanote, en aquella casa sólo estaba la servidumbre, al cuidado de los pequeños había quedado Lastenio, los padres y abuelos de Luis habían salido en visita a la estancia de su tía Noelia que ya tenía meses de gestación, Luis muy irritado no podía abrir la corteza, caminó en dirección a casa para que Lastenio le ayude, en silencio lo buscó por la planta baja y por la planta alta sin obtener resultado, le quedaba por subir al ático y cuál fue su sorpresa de ver a su tío René sentado sobre la silla morisca desnudo del ombligo a los pies igual que Lastenio estando arrodillado en el entablado con su boca abierta teniendo por dentro el grueso pene blanco de su tío que se deslizaba por los labios del mulato, ambos al verlo se sorprendieron, René reacciona cubriéndose con los pantalones, Lastenio no atinaba a reaccionar con la sorpresa, René con mayor edad dominó la situación con una sonrisa desencajada una vez vestido sacó a Luis de la habitación diciéndole que lo que observó fue un juego que se guarda en secreto, bajó las escaleras acompañándolo, en la sala abrió su maletín y le regaló un paquete de galletas Noel para que se lo coma solito y le volvió a repetir que no diga nada de lo que vio en el cuarto, Luis asintió feliz, no dijo nada de lo presente por respeto a su tío René pero siempre lo guardó en su mente, que lejos estaría Luis en ese momento de pensar que tiempo después su tío sería el primer hombre en desvirgarlo analmente, las semanas transcurrieron, el apego de Lastenio por Luis pese a lo visto fue incrementándose, Luis ya podía notar que los roces de la piel mulata de Lastenio en su piel blanca eran más íntimos de Lastenio que se dejaba bajar el short mostrándose el pene lampiño blanquito, en otras ocasiones estando muy a solas Lastenio era el de la iniciativa de deslizarse el pijama y mostrarle el trasero a Luis, luego de reírse tocándole el trasero a Lastenio le tocaba el turno a Luis de deslizarse el pijama mostrándose el culito blanquito de aquel niño hermoso, las manos de Lastenio pasaban por esa piel sedosa de las nalgas blancas, el dedo recorría la unión de las nalgas, luego Luis se dejaba acostar de Lastenio y así tiempo después unían los penes con frotes suaves adelante y atrás, a Luis al sentir eso se le hacía la piel de gallina, Lastenio reía, eso terminaba rápido en cautela de no ser pillados por los adultos vistiéndose como a un rayo… Las ideas venían y volvían en la mente recordatoria de Luis de aquellas sucesivas cogidas… hubo un instante en que Luis abrió los ojos… vino a su realidad, estaba sorprendido de sus recuerdos, rió, vio de nuevo el techo y a su alrededor, tenía su pene erecto punteado a la tela a causa de sus recuerdos, vio los enseres llenos de polvo a su alrededor, seguía riéndose de sus recuerdos vividos, volvió a suspirar en repetidas ocasiones, se iba relajando siguiendo acostado sobre el entablado, volvió a cerrar los ojos, le vinieron ideas, recuerdos, sensaciones y emociones… a su mente le vino la escena de aquella acalorada tarde de siesta luego de almuerzo en su vista con su hermano a la estancia de su abuelito Rodolfo Buonanote, en aquella estancia algunos adultos estaban meciéndose en las hamacas, otros ya dormidos en las hamacas situadas a la entrada de la estancia por un caminero de tejas rodeados de ciprés y cucardas cubiertos del sol, Luis tenía entreabiertos los ojos acostado en la cama de su tío René, a su lado estaba Maximiliano dormido pesadamente, siente el chirrido de la puerta que medio se entreabre, aparece Lastenio el mulato sonriente haciéndole gestos con su mano metida en la entrepierna, Luis abre por completo los ojos, mira el bulto de tela en la entrepierna, delicadamente se baja la cremallera saliéndole el pene mulato cuya punta la pasaba por las mejillas del asombrado Luis viendo todo pausadamente, la agitación del pene mulato era repetitiva de alto movimiento sobre los labios de Luis, el olor característico del pene de Lastenio le hacía recordar a Luis la orina que botaba y que se pasaba el dedo por su penecito blanco llevándoselo a olerlo en la nariz, Luis pese a todo eso, tenía timidez de aquel muchacho, desconocía lo que le estaban haciendo, aún su inocencia no le permitía comprobar a plenitud las necesidades sexuales de Lastenio que a sus quince años el mulato ya estaba en potencialidad sexual, ante aquellos movimiento, y de esa peculiar forma de ver, Luis se dejaba llevar por los gestos e insinuaciones de Lastenio, con mucho cuidado de que no despierte Maximiliano, así, lo sentó a Luis al filo de cama deslizándole la cremallera hurgando entre el calzoncillo el penecito para sacarlo, estirarlo, y ya estando un poco erecto, lo chupó y lamió, luego se paró frente al niño sentado que miraba el grueso pene mulato acercarse a rozar el penecito blanco, vio que se unían las pelvis y de esa forma el pequeño Luis cerró los ojos sintiendo el roce de ambos penes, se quiso inclinar hacia atrás por el gusto que sentía, pero el mulato lo tomó de los hombros, lo hizo parar e inclinarse sobre el filo de cama, ahora, su carita casi llegaba al cuerpo de Maximiliano, el pequeño Luis de seis años sintió la tela deslizarse sobre la piel, vio que su pantalón corto caía a los tobillos, sintió una tibieza de piel sobre sus nalgas y entre ellas un pedazo de carne que las rozaba, era el pene de Lastenio deslizándose entre los glúteos de ese rico culito de niño blanco precioso, era ese pene tratando de penetrarlo, pero el hoyito era muy cerradito para ese grueso glande, así que, de pronto, Lastenio se guardó el pene en el pantalón, se subió la cremallera, Luis volteó y seguía muy de cerca los movimientos con su mirada, la causa de ese repentino cambio era que Maximiliano estaba con los ojos entreabiertos a punto de despertar seguramente, así es que el mulato le dijo al pequeño Luis que se alce el pantalón y que al rato lo esperaba en el ático, que allí iban a buscar lindas cositas y jugar bonito, el pequeño Luis asentía, se dejaba llevar por las órdenes e instrucciones del mulato quedando arreglado, vestido y acostado en silencio viendo pasar el tiempo y que a ratos bostezaba viendo a su hermanito cerca de él, a su lado el cuerpo de su hermano Maximiliano casi despierto con su carita inocente, Luis sentado en la cama vio sus pies con sus uñas bien cortadas, los movía como si fueran péndulos, giró la cintura para ver a su hermano que seguía dormido, se levantó y se puso las sandalias, se acomodó de mejor forma el pantalón corto luego de rascarse las nalgas, después estaba saliendo de la habitación de su tío René, caminó con algo de prisa por el entablado, enfrente estaba la escalera que daba al ático, lentamente sus sandalias subían escalones, sus manitos suaves se agarraban del pasamanos de madera de guayacán, el entablado de la escalera crujía a cada paso que daba, su mentón alzado guiado por su mirada al frente, ante él la puerta, le dio por toser, era seguramente el polvo y lo enrarecido de humedad en aquel viejo lugar de construcción victoriana, empuja la puerta, en su delante estaba el mulato sentado sobre la silla morisca, estaba desnudo completamente con las piernas puestas sobre la mesita baúl y con sus manos agitando el pene que en cuanto lo vio entrar al sorprendido Luis más la agitó, el mulato le hizo gestos de que pusiera cerrojo a la puerta y de que se acerque, Luis tímidamente lo hizo quedando su barriguita a la altura de los brazos del mulato, el pequeño miraba por unos segundos a su alrededor y de nuevo fijó su mirada en el pene y la desnudez completa del mulato, Luis instintivamente de lo que estaba viendo le dio por manosearse el pene, el mulato comprendió esa actitud y sin dejar de sonreírle se levantó, lo abrazó y lo alzó juguetonamente para darle confianza al pequeño Luis que aun así tenía recelo de verlo por primera vez desnudo completamente al mulato Lastenio de quince años, se separaron por unos instantes los cuales fueron aprovechados por Luis para asomarse por la ventana mirando al exterior de la casa desde arriba, Luis sintió que unas manos lo agarraban de los hombros haciendo que se alejara de la ventana, Lastenio le dijo que no era conveniente asomarse aún, Luis volvió a ver el pene mulato bien erecto que frotaba su barriga desnuda, le dio por sonreír al ver esos movimientos, el mulato se arrodilló deslizándole la ropa de Luis dejándolo completamente desnudo, lo llevo de la mano lentamente a que se sentara en la silla morisca, sentado con las piernas unidas a los muslos, los talones pegados a las nalgas, las piernas algo entreabiertas dejaban ver el penecito de Luis, de esa postura se aprovechó para olerle el pene blanquito, lamerlo suavemente y chupárselo, Luis sentía una sensación desconocida, estaba entre el asombro y la complacencia con tendencia a la risa, es que era la primera vez que le hacían eso a sus testículos y a su penecito, el mulato con los ojos cerrados tenía todo el pene de Luis metido en su boca, mamaba y mamaba armónicamente, tanto es así que a Luis le salían suspiros y con sus manitas frotaban suavemente la espalda del mulato, se podía apreciar ese contraste de piel mulata y blanca, la boca de Lastenio liberó el pene de Luis que de inmediato se pasaba los dedos por el pene ensalivado llevándose los dedos a la nariz oliendo, el mulato lo alzó en peso al pequeño Luis poniéndolo boca abajo sobre la mesita, ahora su pechito y penecito experimentaba lo frio de esa mesa, le dio de nuevo por toser, la espalda de Luis experimento lo tibio del pecho y caderas mulatas, a Luis le vino una sensación de sorpresa al sentir un bulto rozando sobre sus nalgas, quería ver pero el cuerpo mulato se lo impedía, sintió un poco de dolor ante la sensación de tratar de ser penetrado, hizo movimientos bruscos para zafarse del mulato sin conseguirlo, pero al instante sintió un líquido que corría por sus nalgas, sintió alivio al quitarse el cuerpo mulato de su espalda y volteó inmediatamente para ver que el glande mulato brilloso tenía un líquido blancuzco igual que el de sus nalgas, el mulato tomó la alfombra de imitación persa y le pasó por las nalgas, una cantidad de polvo se esparció por el aire haciéndolo toser a Luis en forma repetida, momentos después el mulato se sienta sobre la silla morisca meciéndose lentamente, lo llama a Luis para que se siente sobre sus muslos, ambos meciéndose, el mulato acomodó la nalguita blanca de Luis de tal suerte que quedaba sobre el pene erecto de Lastenio la espalda del niño se pegaba al pecho del muchacho meciéndose pausadamente, Luis cerraba los ojos, sentía ese bulto pegado a la piel de sus nalgas, le vino de pronto una sensación de gusto y seguridad por el lugar donde estaban, por el secreto de ese jueguito que hacían, por las caricias que le daba el mulato en sus mejillas, por el roce las manos mulatas en sus bracitos y piececitos de piel blanca, por la lamida en sus orejitas chocando las respiraciones del mulato en ese cabello de Luis que era diferente fisonómicamente a su hermanito Maximiliano, el ambiente en aquel lugar fijo la mente de Luis, debido a su inocencia era una dicha estar así con Lastenio desnudito ya que sentía cariño de aquellas caricias del mulato en su cuerpito semejantes a las que le brindaba su madre Andreina lo que Luis desconocía que esas eran otras clases de caricias pero las tenía confundidas, poco a poco su timidez iba desapareciendo, Lastenio se había convertido en su profesor sexual, el mulato era el primero en hacerle el amor en forma sutil, todo a causa de la imprudencia de haber visto el sexo oral entre Lastenio y su tío René, el mulato lo apartó de la silla, Luis aún tenía una mancha de polvo con semen en sus nalgas, el mulato con cuidado se la limpió, lo vistió y le dijo que fuera a dormir con su hermanito Maximiliano, el pequeño muy obediente así lo hizo, bajó por el entablado y las escaleras chirrionas, algo le palpitaba su traserito aún virgen por suerte, al abrir la puerta se encontró con Maximiliano sentado sobre la cama bostezando largamente con los ojos entreabiertos, recién había despertado completamente, estaba sudoroso, seguramente era la causa de su despertar, Luis simplemente se acostó a un lado de la cama tosiendo repetidamente, rato después ingresa su abuelito Rodolfo diciéndoles para ir a cabalgar, Maximiliano alegremente brincaba sobre la cama en contraste con Luisito que seguía acostado pensativo, vio alejarse a su abuelito con su hermano, la puerta se cierra, Luis lentamente se queda dormido… las ideas vuelan y se mueven… Luis despierta de sus recuerdos… nota que su interior está mojado con líquido preseminal, se levanta del entablado donde estaba acostado recordando los hechos pasados con el difunto Lastenio, se dirige al rincón donde se encuentra la alfombra, saca su pene y se masturba con la mano dándose auto placer, su agitada respiración incrementa el deseo, se imagina a Lastenio cuando lo cogía en la habitación, luego un golpe de aire, de esa forma, el semen sale de su pene, al tiempo en que pronuncia el nombre de Lastenio, mira el semen sobre la alfombra, sobre ésta agita el pene saliéndole el resto de semen a gotitas, se sube la cremallera, se relaja, camina hacia la puerta no sin antes observar el cuarto en su alrededor con pausa y nostalgia de los buenos tiempos vividos allí, sale cabizbajo cerrando la puerta, baja las escaleras diciéndose a sí mismo… recuerdos… son solo recuerdos.
FIN DEL CUADRAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
sigo tu saga amigo sigue contando mas saludos …. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉