METAMORFOSIS 48
Abuso de confianza.
La relación que tenía con su hijo Serafín se incrementaba con solidez, era inteligente, muy noble, al chiquillo de doce años lo quería mucho, Sandra ya lo sabía por sentido común, era fría los últimos días con su comportamiento indiferente, parecía pensar en otras cosas y conveniencias, el chófer era su primicia, en una noche creyéndose a solas, los dos amantes daban riendas sueltas a sus pasiones, Carlos Felipe que había anticipado su llegada del interior del país la buscó por toda la casa encontrándola saliendo despeinada del cuarto de su chófer, de inmediato las cosas de ella estaban en la calle, salió maldiciéndolo, la ira le permitía blasfemar, tanto así que irónicamente se había vengado de su desamor por todos estos años de convivencia, que bien merecido lo tenía de haber perdido su hijo con Noelia Buonanote, la sangre helada de Carlos producto de la impresión solo permitió hacer preguntas desarticuladas a Sandra que no paraba de reír, le dio la espalda de su escote y tomó sus cosas, lo dejó con sus preguntas en la boca, aún sorprendido, intuía que ella sabía algo, la siguió hasta el auto Chevrolet modelo 39 plata, no articuló palabra pese a las arremetidas de Carlos, solo reía con satisfacción, descargó bofetadas a Sandra, la sacó del auto, le dio duros golpes desfallecida en el suelo, ella sabía del paradero de su hijo, la boca ensangrentada de ella seguía riendo, lo escupió, la siguió abofeteándola, Serafín lleno de llanto lo abrazó siendo ayudado por Hermógenes apartándolo, el chofer cobarde se limitó a subirla al coche yéndose en acelerada carrera, Carlos se vio las manos con sangre haciendo puños, no pudo contener las lágrimas, ella sabía del paradero de su hijito, se preguntaba con angustia en donde estaría, que penurias estaría pasando, con impotencia, vio la carita de su hijo Serafín abrazándolo con desaforado cariño, unieron las frentes, los brazos de Hermógenes los rodearon, padre e hijo se miraban desconsolados, Carlos le dijo a Serafín la existencia de su hermanito que ahora tendría seis añitos y era el producto del amor con Noelia Buonanote, de aquella mujer que lo cuidó a Serafín en los primeros años, Serafín emocionado trataba de calmar la angustia de su padre, su nobleza le hizo manifestar la esperanza y el apoyo de encontrarlo y se propusieron los tres en encontrarlo, los dos muchachos fueron de visita al cuarto de Sandra suplicándole que le dijeran el paradero del hijo de Carlos Felipe del Olmo pero ella se negó a narrar, que era idea de la mente loca de Carlos para desprestigiarla les dijo pero Serafín sabía que Sandra no decía la verdad, por dos ocasiones más permitió sus visitas, pero como todo era sobre el mismo tema, optó por no recibirlos, Carlos muy vehemente la amenazó ello hizo que se mudara a otra dirección y por muchos años no sabría del paradero de Sandra vengándose así de la angustia e ignorancia de Carlos Felipe del Olmo.
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Nicolás y su abuela miraban el paisaje a través del cristal del tren que los llevaba al pueblo, el niño miraba la fijación de su madre en cierto punto de la geografía del lugar, le indicaba con la mano esa tierra que un día le perteneció, quedaron absortos viendo gente en la última estación antes de llegar a la del pueblo, ella estiraba aún con el brazo señalando con la punta del dedo índice aquellas tierras perdidas y que eran de sus ancestros, hizo puños la mujer de edad, el niño miraba contemplativo el lugar, las montañas verdes ahora hechas pastizales, el ganado ahora perteneciente a otro dueño, el pequeño daba cuenta que a ella le gustaba retornar a ver lo que algún día le perteneció, Nicolás era su nieto amado, lo traía desde la capital muy a menudo, a diferencia de su hermano mayor Mateo que gustaba quedarse en la capital con su padre, Nicolás en cambio era más inquieto aunque también rayaba en ser cauto observador cuando su abuela se lo pedía, el paisaje daba para meditar a futuro en la estancia donde serían recibidos pero antes dejar las cosas en el cuarto sencillo en que lo hacía de posada por esa temporada, ya llegaron a la estación, el hombre recio les daba la bienvenida, la carreta los conduciría de la estación al centro del pueblo, Nicolás llevaba puesto tu traje de marinerito a pantalón corto con sadalias bien lustradas brillantes al sol, propio de aquellos zapatos de charolina, ni bien llegando Nicolás recorrió el cuarto cuya limpieza reciente se notaba en el ambiental campestre artesanal, su abuela desempacaba mientras él se asomaba al balcón, miraba a su alrededor, el viento agitaba su pelo suave lacio bien tratado, desde abajo por la calle un chico le agitaba la mano en señal de bienvenida, se trataba de Melesio, el pequeño Nicolás agitaba la mano en señal de saludo, jocosamente Melesio se manoseaba el pene vestido, Nicolás correspondía de igual forma, era su mutua química, eran evidencias de su metamorfosis, se despidieron al pasar por debajo del balcón con agite de manos, ya pronto se verían las caras, vio la figura del joven alejarse del lugar, llevaba un costal, y algo más, de pronto pasa una carreta de la que se baja un hombre prestante entrando a la posada de cuartos de arriendo, era recibido muy entusiastamente por la mujer de edad mayor, la conversación fue larga y al cabo de un tiempo ella se despidió de su nieto con alegría, el prestante hombre le acompañaba, se trataba de Rodolfo Buonanote, con galantería condujo a la mujer de edad a la carreta, Nicolás miraba atento el movimiento agitando su mano en señal de despedida y pronto encuentro con su abuela, vio alejarse la carreta, entró a la habitación, vio a su alrededor las petacas de su abuela que estaban algo abiertas, se acostó bostezando, en el tren deseaba dormir pero como siempre su abuela le indicaba e territorio manteniéndolo atento a sus comentarios, giraba su cuerpo en la cama, continuaba bostezando, se puso a pensar, sonrió, se levantó en dirección a sus petacas las que abrió sacando el juguete de moda que sería sensación ante los niños del sector, a Nicolás le gustaba ser el centro de atención, su juguete emitía sonidos, salió al balcón y puso el juguete en el borde para que los niños al pasar noten de ese objeto, algunos se maravillaban viéndolo y escuchando esos sonidos, eso a Nicolás lo ponía gustoso y presumido, vio hacia lo alto y pensó en ir allá, salió con su juguete en dirección a la terraza, que era blanca, de piso rústico, una entrada lateral que daba a la entrada de la casa de arriendo con escalera estrecha, y también con una entrada trasera, que daba a una cocina que estaba en el tras patio, la cocina no tenía techo, pero era la parte más escondida y apartada de la casa para jugar tranquilamente, el dueño de la posada lo vio asintiendo con aprobación su corretear por la terraza, era su espacio de intimidad, en su delante estaba un pequeño cuartucho donde se guardaban algunos trastes de aseo, entró y se maravilló al escuchar el retumbar del sonido salido de su juguete, de pronto escucha desde el exterior del cuarto la voz conocida, era Melesio que lo llamaba, indicándole que fuera hacía él, y salió a saludarle, ya para ese entonces hacía un sol intenso, se notaba el sudor del visitante, lo que hacía verle un poco más bronceada su piel de lo que realmente era, tal vez haya sido algún efecto óptico con que la luz solar se reflejaba, Melesio sonreía a lo que Nicolás correspondía, y así, viendo a los lados y asomándose a la terraza entraron en ese cuartucho, sin decir palabra alguna, Melesio lo abrazó al nene besándole el rostro y el cuello, ambos sentían el muto estilo de respiración en sus cuellos, para Nicolás era atrayente ese sudor característico de muchacho de pueblo rural, le hizo dar un paso atrás y Melesio se sacó su pene erecto, le dijo que lo mire, los ojos de Nicolás se concentraron en ver ese erecto tronco de pene que se agitaba ante su presencia, «Chupa» le dijo Melesio, el nene simplemente ya no entendía, no estaba asustado, pero de alguna manera, pese a su corta edad aquello le generó dos cosas: curiosidad y gusto al metérselo en la boca, había seguridad pues se lo decía estando a solas en ese cuartucho, le dijo al oído que al subir el dueño estaba saliendo a comprar a la abacería del centro del pueblo llevando varios costales, le dijo nuevamente que se la chupe, luego él se lo haría, con su mirada firme notaba la seguridad y es porque era su secreto, Nicolás siempre curioso se puso de cuclillas delante de Melesio, su curiosidad hizo que con su manito tome el pene y lo hacía así también porque desde muy pequeñito Nicolás ha sido parcialmente sumiso, se acerca el pene rozándole en los labios, ¡anda, Nico, mételo en tu boca! le dijo, y lentamente se lo fue metiendo en su boquita dándole una mamada en la cabeza que rozaba el glande con el paladar y después la saca de la boca ¡Pásale la lengua! le decía ahora, Nicolás pasa su lengüita desde más o menos la mitad de su pene hasta la cabeza donde está el meato, y ya estaba sintiendo delicioso, le dijo que siguiera, y comenzó a jugar así con la punta de la lengua, subiendo la lengua desde la mitad hasta la cabecita, el pene se estaba poniendo rosadito y recto como lápiz, también era delgado y con una cabecita brillante roja, y tenía vellos, para ese momento el pene estaba duro por ese juego con la lengua, le dijo que chupara la cabecita y lamiera sin morder, al hacerlo le empezó a gustar saborear aquel pedazo de carne de unos 17cm, que a tan corta edad ya le llegaba a gustar a Nicolás consolidando su metamorfosis, estuvo varios minutos haciendo ese jueguito alternado de lamerle el pene a Melesio, y el de chupar esa roja cabecita, no gimió ni suspiró hondo, simplemente le mandó un poquito de semen en la boca que escupía pensando que tenía también orina, a lo que Melesio con satisfacción menguaba su respiración acariciándole el pelo, le dijo a Nicolás que su lengua tenía poder y éste sonreía viendo la punta del glande con gotas de semen, luego exclamó un ¡Ya! y Melesio se guardó su pene dentro de su corto negro que llevaba puesto, le dijo al niño que aun guardaba más para su boquita, Nicolás ya entendía lo que pasó entonces, así que ya eso le gustaba mucho, Melesio sacó papel de su bolsillo un papel de periódico con el que empezó a limpiarle, notaba el rostro del niño cuyo mensaje era de que quería seguir mamándole aquel rico pene, súbitamente sus manitos lo sobaba a ese pene vestido haciéndole frotar el desliz de sus manitos encima de la ropa y se lo amasaba con sutileza viéndose al rostro e intercambiando sonrisas picaronas, le dijo que el lugar era estrecho, mejor hacerlo en su cuarto pues cualquier vecino arrendatario subiría a tender ropa, Nicolás asintió, Melesio estaba gustoso de que Nicolás esté dispuesto a seguir con su “jueguito”, como le decían refiriéndose a sus encuentros sexuales, caminaron en dirección al cuarto, Nicolás agitaba la llave en la cerradura y sintió una mano que le rozaba su traserito vestido, luego sintió una respiración en su cuello, en su oído escucho decir de voz de Melesio que hoy su traserito le pertenecía, y le dejaría su semen en ese hoyito, para eso había venido al pueblo, a recibir semen le dijo Melesio con seguridad, Nicolás sonrió ampliamente girándose a ver el rostro de Melesio, era correcto lo que le decía, en el tren venía pensando en hacer esos “jueguitos” que en casa de su padre y en la ciudad capital no lo hacía, paradójicamente lo había descubierto aquí en el campo, Nicolás notaba en Melesio que se manoseaba el pene vestido, estaba al salir de la tela que le amoldaba el miembro, la puerta se abrió, dejó el juguete en la mesita de centro, Melesio caminó a la sala y se sentó en un sofá, Nicolás lo seguía tocándose con sus manos aquellos labios con restos de semen, ahora fuera de la ropa, Nicolás ya entendía el porqué de sacársela, estaban a solas, con seguridad sentían estar a solas, vio ese cuerpo totalmente desnudo sentado en el sofá llamándole para que se acercase, ¿No quieres seguir?.. ¡Ven! ¡aún hay leche para ti! le dijo, abrió sus piernas y ya Nicolás le estaba tocando su pene, así que se introdujo el pene en la boca, así lo lamió por varios minutos, le gustaba verle brillosa su pene, así de rosadito, de pronto Melesio se levantó, fue al baño, lo vio micciar, se pasó papel higiénico en el glande del pene aún erecto, le dijo que lo chupara de nuevo pero esta vez que también se lo metiese más adentro de su boca, lo obedeció en un segundo, le gustaba, le encantaba chuparle, sentía como fue creciendo dentro de su boca, al momento en que se saca el pene la boca le dice “haré algo”, y comenzó a jalar el prepucio de su pene hacia atrás, y hacia adelante, Melesio soltó un suspiro, Nicolás lo estaba masturbando, aunque en ese momento todo era delicioso, además fue solo un momento porque de nuevo se lo pidió que lo llevé a su boca, y lo lamia como si fuera un dulce que le encantaba comer, mientras Nicolás se lo mamaba, le explicaba que le daría leche y que se podía tomar algo, le sacó el pene de la boca, tomo su mano, la llevó a su pene y le hizo una mueca… Comenzó a jugar de nuevo con su pene “Se llama hacer la paja” le dijo, Nicolás si sabía solo que sonreía viendo ese pene erecto en su delante, “Sigue, qué rico pajeas bebé, te voy a dar tu lechita” dijo casi entrecortado del placer “¿puedo chupar tu pene cuántas veces yo quiera?” le pregunta Nicolás con su metamorfosis a plenitud, “Sí, cuando quieras” dijo Melesio, “¿Te gusta mamarme el pene?” le preguntó, “Sí, te quiero chupar mucho” le dijo Nicolás con mucho entusiasmo, todavía no terminaba de decir y se corrió la paja que le hacía, en sus manitos, Melesio estaba tan caliente, que se tumbó en el sofá, ¡Ya! le dijo al niño, y lanzó un hondo suspiro, en sus manitos estaba restos de semen, no tanto como se esperaba pues Melesio se contenía al hacerlo, en realidad Nicolás probaba el líquido preseminal con algo de semen que quedó en sus manitos, la sintió como siempre que era muy salada a su gusto, ver esa acción lo debió haber excitado a Melesio porque casi al instante pene estaba duro de nuevo, “Chupa” le dijo, ahí sentado, Nicolás acuclillado toma su pene con una mano y se la metió a la boca, le cabía la cabeza pero le dijo que entrara más, la metía lo más que podía, y este pene le llegaba como a la mitad, lo sacó de la boca, y le indicó que lamiera la cabecita y el frenito, Nicolás obedecía, y así estuvo un rato hasta que le dio semen que le hizo tomar, solamente fueron unas gotas así que fue tolerable para el niño, se guardó el pene, le había sentado a su lado tranquilo, Las manos de Melesio guiaban las manitos de Nicolás estirándolas para agarrársela nuevamente, estaba suave, y retiró su mano rápidamente al sentir el toque de la puerta, sin contestar quedaron queditos por unos instantes, reaccionaron rápidamente en ponerse la ropa, aun así la puerta seguía tocándose de afuera, Melesio le hacía señas al niño para que no hablase, era preferible que sigan tocando hasta el cansancio, se presumía que no estarían y se iría pronto la persona que toca la puerta, y así fue, efectivamente, Melesio y Nicolás esperaron en silencio a que la puerta dejase de sonar, transcurrieron los minutos, se notaba el silencio del exterior, Melesio muy cauto abrió la puerta, nadie, salió rápidamente, quedando Nicolás solo en el interior del cuarto de arriendo, se asomó al balcón, vio a Melesio perderse en la calle, Nicolás probando sexo, y dándole a su amigo Melesio una mamada que estaba seguro que no lo olvidará, entró rápidamente aun con la inquietud de saber quién era la persona que minutos atrás había tocado la puerta, sentía ese sabor de semen en su boca, tomó agua, fue a recostarse, desde la cama vio el juguete de moda, sonrió y cuando se dirigía a tomarlo de nuevo escucha el toque de la puerta, no contestaba ni deseaba abrirla, por unos segundos se escuchaba el prolongado sonido del toque de puerta hasta que al mismo tiempo se escucha una voz conocida familiar que lo llama desde fuera, Nicolás fue a abrirle, en su delante observaba la cara sonriente del visitante, se trataba de Luis que había venido en su búsqueda para llevarle a la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote, a petición de su abuela Matilde, lo solitario de la habitación hizo que Luis sintiese seguridad, se sentó viendo al niño que sacaba su ropa de las petacas, Nicolás decidió cambiarse de ropa, entró al baño pero no pudo cerrar la puerta pues con violencia Luis la tenía abierta, le agarró de una mano sacándole del baño, hizo que deje la ropa en el sofá donde antes había hecho sexo oral con Melesio, le hizo desvestir al niño para luego acostarle en la cama, Luis se quitó toda la ropa y ya estaba encima del cuerpo de Nicolás, sus penes se rozaban al mismo tiempo que sus caderas, Luis las alzaba y las bajaba, unieron las frentes y empezaron a besarse, le dijo que aquí no había mucho tiempo y le hizo que abriera su boquita, acostado como estaba Nicolás recibía el pene de Luis dentro de su boca, lo metía lo más que podía, “se siente bien, ¿eh?” le decía Luis, “sé que te gusta mucho, bebé” Nicolás asentía en lo posible teniendo ese pene de piel blanca con vellos rubios en su boca, las caderas se movían sutilmente, Luis viéndose ya ensalivado el pene salido de la boca de Nicolás le hizo que abra sus piernas poniéndolas en los hombros de Luis, le estiraba el penecito lampiño a la vez que agitando su pene se ponía más erecto y así entraba por el traserito metiéndose en el ano, lo agarró al niño con firmeza, debido a que el pequeño Nicolás ya poco a poco comenzaba a gemir y luego incluso a sollozar levemente con un poco en voz baja, pero eso no lo detuvo a Luis, por el contrario, le gustaba, y mucho, eso era señal que l estaba poseyendo y cómo no pensar así si Luis fue quien lo desvirgó, el solo pensar y sentir su pene en la entrada del ano puso tanta fuerza en ese culito que terminó por abrirle más, de esa manera le obligó a Nicolás a soltar un leve quejido, una exclamación que ahogo con sus manos en la boca, en realidad era un pene más grueso que el de Melesio, éste si sabía cogerlo bien al niño Nicolás venido de la capital, hijo de una familia prestante y muy conocida, le dijo que hiciera silencio, le decía que había estado deseando este momento, su pene, su cuerpo y le dijo que esto es lo que se siente, ¡acostúmbrate ahora! Le dijo con seguridad, el pene entraba completamente en las entrañas anales de Nicolás que abría su boca con marcado asombro que se dibujaba en su rostro, empezó así el meter y sacar lentamente, Nicolás a ojos cerrados bufando y gimiendo demostraba esa penetración del pene de Luis, lentamente lo fue sacando ese pene aun brilloso de saliva producto de su sexo oral, agitándole el pene le pregunta “¿te gusta?” Si, respondía el niño, “sí Luis, me gusta” sonrieron “pero me lo haces muy duro, me duele” le acarició el pelo sin dejar de reír, le acostó de cara a la cama y le puso abundante saliva en la entrada del ano, le daba masajes en los glúteos seguramente para que se relaje el nene, le tapa la boca, en el momento en que sentía que su cabeza entrando en el ano, lo sentía caliente y más húmedo por la mayor cantidad de saliva, pero el dolor no se iba, se lo metía hasta el fondo, a Luis eso le gustaba, Nicolás le decía que le estaba doliendo, Luis le calmaba diciendo que pronto pasará, que aguante, le estaba completando la penetración absoluta, le dijo que se quedó quietecito, no pueden salir hasta que Luis saque su semen, le agarró fuertemente de un brazo tan fácil hacia él, pues su fuerza comparada con la del niño era demasiada, Nicolás por dentro de sí, en el fondo de su sentir, lo estaba gozando demasiado, era su objeto sexual en ese momento, por fin estaba sucediendo la lubricación, quería que ese semental europeo le rompiera más el traserito y lo estaba consiguiendo, puso más saliva en el ano, la metía a dos dedos lo que le hacía gemir al niño, luego, le puso nuevamente en cuatro, abriéndole el ano para poder ver dónde meterle el pene con gusto y que tratase de que no le doliese, esta vez se puso un poco de más de saliva en el glande, le molestaba un poco, pero entraba un poco más fácil, lo más que logró meterle a fondo y así continuó con el meter y sacar por varios minutos, tiempo después sacó su pene del traserito, ya habían pasado varios minutos, estaba muy húmedo su pene y terminó estirándoselo, no botó semen y eso extrañó a Nicolás, le dijo que se vistiese y que lo esperaba en el arque dl pueblo, allí estaba la carreta esperando para ir a la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote donde estaba su abuela Matilde, el nene asintió y vio salir a Luis, tiempo después llegó al parque del pueblo, una carreta estacionada esperaba de él, Luis y un peón lo esperaban, sonrieron al verse, tomaron el trayecto, sin articular palabras pero mostrándose sonrisas cómplices, la mirada de Luis era en la entrepierna del niño, al llegar se enteraron de parte de los criados que la pareja de esposos abuelos de Luis y la ilustre visitante habían salido a recorrer a caballo la propiedad, precisamente hace pocos minutos, Luis y Nicolás entraron a beber algo refrescante, le hizo pasear al niño por el interior de la gran casona, subieron las escaleras y Luis sacó de su bolsillo una llave antigua que giraba en la cerradura d esa gruesa puerta, al abrirse los ojos del niño se deslumbraron viendo tantas cosas del lugar, sus manitos pasaban por ellas, de pronto vio el brusco entrar de haces de luz tras abrir las ventanas por parte de Luis, el niño inquieto se asoma por esa ventana recién abierta, se maravillaba viendo el lugar, Luis apoyaba su mentón en el hombro del niño que sentía el golpe de respiración en su cuello mientras Luis le indicaba señalándole los lugares de la estancia, lo abrazó por detrás y haciendo así que estén a la mitad de la habitación, se abrazaron, Luis con la iniciativa de siempre unió las frentes y lo besó tiernamente, el niño sentía recelo por estar así con él allí, vio que su ropa caía al suelo igual que la de Luis, se vieron en un amplio espejo, la silueta de sus cuerpos desnudos se mostraba claramente, ambos a través del espejo se miraban así desnudos, Luis sonreía ampliamente, “ahora seguiremos jugando” le dijo “aquí nada ni nadie nos molestará” sonrió “ahora serás mío completamente”, al decir esto último se sentó en la silla morisca a mirada de Nicolás, abrió sus piernas y le dijo al nene que se acercase, Nicolás lo hizo y con gestos de las manos de Luis comprendió que debía arrodillarse, tocar el pene e introducirlo lentamente en la boca, los sus piros de Luis eran frecuentes mostrándose su placer al sentir el paso de la lengua y labios en el tronco de su pene, la carita del niño se movía siendo acariciado su pelito de manos de Luis, no era muy perturbador para el nene ya que eso mucho le gustaba, salido el pene ya ensalivado de esa boquita de labios rosáceos ahora lo agitaba y le decía que le pase la punta de la lengua desde los testículos hasta la punta del glande, y así lo hizo el pequeño Nicolás, haciendo furor de gemidos en Luis, repetidamente la unta de la lengua pasaba entre los testículos, luego le hizo que lo bese apasionadamente, lo marcó llevándole a acostar sobre una mesa que tenía una especie de alfombra volteada, lo encorvó en cuatro y procedió a meterle el pene en el ano infantil, el nene gemía, Luis le tapaba la boca, su pene era muy grueso, latente y predominante en el ano del pequeño, lentamente le fue sacando la mano de la boca, se sentía más relajado el pequeño, venían los mete y saca, el cuerpito de Nicolás se hacía para adelante y para atrás en esa mesa por efecto de los movimientos de caderas de Luis en ese constante meter y sacar, ya para ese momento Nicolás gozaba a plenitud el ser penetrado, Luis sonreía, así lo tuvo por unos minutos hasta que lentamente lo fue sacando ese brilloso pene, vio restos de excremento en el tronco “deberías limpiártelo de mejor modo” le dijo el sonriente Luis, Nicolás se ruborizó viendo a Luis que lo llamaba sentado en la silla morisca, se acercó, “huele tu culo” le dio, en el momento en que el glande de Luis pasaba por la nariz de Nicolás, le hizo que abra la boca y se metiese el pene con recelo, “ahora prueba tu culo que dejaste en mi pene” le dijo sarcásticamente, el niño hacía el sexo oral lentamente, por varios minutos estaba sometido así en esa postura de probar, lamer y chupar el pene de Luis, sus manitos se agarraban al tronco de ese pene juvenil, le hizo parar, se levantó de la silla morisca, sacó un botecito de crema, se la puso en el pene, lo encorvó en la mesa untándole crema en el ano, volteó luego viendo a Luis que se sentaba en la silla morisca, le hizo que se acerque, lo sentó sobre él, acomodó su erecto pene en la entrada del ano del pequeño niño, empezó a metérselo lentamente mientras su cuerpito descendía, lo tenía tomado de las caderas, hasta que de un sentó Nicolás sintió todo el pene en sus entrañas, gimió mucho, sus matitos querían impulsarse desde los muslos de Luis para zafarse pero la fuerza del joven muchacho se lo impedía, le dijo que se estuviese quietecito, le besaba constantemente la espaldita tratando de relajarle, lo mismo hizo en su cuello, hombros y nuca, mientras le hacía eso ya su culito dilatado sentía ese grueso pene latente, las manos de Luis hacían que las caderitas de Nicolás suban y bajen con delicadeza sin que el pene se saliera de ese rico culito de niño precioso, “así, así, mi amor” exclamaba Luis “¿ves que se siente rico, ternura?” volvía a decir Luis a un extasiado Nicolás, estaba sintiendo a ojos cerrados, el movimiento suave y lento hacía sentir diferente al niño, le gustaba estar así, sus manitos así le demostraban a Luis, cabalgaba lentamente, le marcó lentamente sin sacarle le pene de su culito y lo llevó al filo de la mesa y allí encorvado procedió a darle constantes metidas y sacadas del pene, le hacía bufar al pequeño, “esto rico Niqui, esto es rico” le decía al pequeño “recuérdame al defecar, recuérdame” le decía con su respiración acelerada, entrelazaron los dedos diciéndole “soy quien te lo rompió por primera vez” su respiración y movimientos de caderas aumentaba, “soy tu primer culión, tu primer macho, tu primer hombre”, le decía con seguridad, “mío, mío, mío… sólo mío” aumentaba su gusto al cogerle así, al penetrarle así ¡Niqui, Niqui, Niqui! Luego de exclamar el nombre Luis se quedó quieto, con su rostro posando sobre el pelo de Nicolás, sus mejillas rozando ese pelo infantil, se escuchaba el gemido del niño, Luis sentía en ese instante salir semen del pene, el extrañado Nicolás sentía el semen de su iniciador en sus entrañas, lo había cogido plenamente, lentamente se lo sacó, dio vuelta, el niño así encorvado de espaldas sobre la mesa vio el pene de Luis jalándoselo y rozando el glande a su rostro restos de ese líquido blanco, le obligó a probarlo pasando la lengua, era de sabor peculiar y espeso, calientito, era algo totalmente nuevo, un semen distinto, semen de macho, y su semen que se convertirá en su favorita al recordarle, se limpiaron y se vistieron, Nicolás que se asoma a la ventana y ve acercarse de lejos los caballos de los adultos, le dice con gusto a Luis que ya se acercaban, le dijo que baje a recibirlos que él ya lo haría luego, el presuroso Nicolás estaba listo a salir y de un jalón Luis lo tomó de la manito, lo llevó a abrazarle viéndose cara a cara, le pidió que conserve le secreto de lo que habían hecho, el niño asintió, de repente lo marca y le da un sonado beso con lengua, lo para en el piso y éste sale corriendo de la habitación, Luis observaba a prudente distancia de la ventana cómo el niño recibía a los adultos, Luis sentado en la silla morisca se manoseaba el pene y recordaba el momento en que vio entrar a Melesio en esa casa de cuartos de arriendos con terraza, recordaba cuando Melesio subió a la terraza encerrándose en el cuartucho, luego cuando bajaron al cuarto donde pudo ver los manoseos que se daba Melesio, recordaba que se arrimó a la puerta oyendo los gemidos emitidos dentro del cuarto por parte del pequeño, Luis fue a un rincón a masturbarse sacando semen, recordaba cuando tocaba la puerta y no era contestado, recordaba la salida furtiva de Melesio del cuarto de Nicolás, recordaba el sexo hecho a Nicolás en ese cuarto y el no poder allí darle semen al culito de Nicolás, sí, se decía en sus adentros, ese traserito le pertenecía.
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El tronco del pene se lo podía visualizar fácilmente con su brillo, ese pedazo de carne sexual se deslizaba abriendo los pliegues anales con soltura ocasionando penetración infantil, las venas gruesas que en su carne se delimitaban marcaban el furor de la faena sexual, el placer hecho realidad, los movimientos eran cada vez más rápidos, la respuesta de gemido aumentaba, salió todo el pene a plenitud de ese ano desvirgado ensangrentado, lo sollozos eran de incremento, por eso lo había sacado, el aliento a alcohol salido de las entrañas se diseminaba por el ambiente, estaba como poseído, había abusado de la amistad y la confianza, su mente poseída por la lujuria solo daba rienda suelta al placer de tener sometido aquel cuerpito infantil, por unos instantes vio el cuartucho de caballeriza abandonada donde estaban, la paja seca que servía de cama, todo era silencio, las paredes oxidadas por el tiempo y el olor de excremento animal impregnado en la diluida pintura, vio hacia si el pene erecto mestizo que latía queriendo más sexo, a ese vaquero no le importaba de lo pasara de ahora en adelante ya que estaba decidido a todo, vio el cuerpito acostado boca debajo de nalguitas prominentes que hace minutos había desvirgado y por donde salía un líquido brilloso algo sanguinolento, vio aquella carita infantil sollozante apoyada sobre los bracitos estirados sobre la paja con sus manitos aun haciendo puños agarrando paja, la piel blanca de aquel cuerpito infantil contrastaba con la piel mestiza de su cogedor sexual, aquel hombre se deleitaba mirando las piernitas suaves y lisas así como también el pelo rubio de aquella preciosa niña que por vez primera había probado sexo a plenitud tanto horas antes por la vagina como ahora por el ano, el alcohol dio nuevamente efecto de deseo sexual en aquel hombre acostándose sobre el cuerpo estático de aquella niña que en silencio pujaba, el glande de nuevo ingresó por ese ano recién desvirgado, le decía al oído que ahora ella era suya, que nunca lo olvide, luego vinieron los lamidos de oreja y besos en la espalda, ella pedía ser liberada, el hombre hacía oídos sordos, algo ebrio como estaba no botaba el semen y si en algún momento tenía intenciones, se contenía de hacerlo, los minutos pasaban, le complacía ver su grueso pene entrar y salir del ano infantil siendo aquellos primeros latidos por el esfínter roto, le estimulaba la lubricación del líquido preseminal lubricando las paredes anales y de sobremanera se sentía complacido escuchando los pujes de aquella sencilla niña recibiendo las embestidas de ese alocado pene de movimientos aleatorios, el tiempo que pasaba era una tortura para la pequeña, el pene entraba y salía, la mente etílica de aquel hombre sentía una complacencia por tener ese cuerpito sometido en sus manos, de nuevo decidió retirar el pene del ano infantil femenino, arrodillado con su pene que rozaba paja miraba el cuerpo de la pequeña que se ponía nerviosa de la sodomización a la que era sometida, era su primera vez, estaba completamente desnuda, llegaba la noche en aquel día de sexo a plenitud, su cuerpo ante la poca luz tenía una gran huella sexual hecha por aquel hombre, el dolor de su ano era fuerte, le latía con prisa, sus manitos tapaban su rostro boca abajo posado sobre la paja, el hombre quería más amor de aquel cuerpito infantil, ante la negativa de la pequeña en darse la vuelta boca arriba primó la fuerza del hombre estimulado por la lujuria, ella finalmente se dejó llevar por aquellos impulsos viéndole la expresión lujuriosa de aquella cara sin afeitar propia de los vaqueros de veinteañeros y ese olor a sudor penetrante en la camisa que tiempo atrás a ella le fascinaba pero ahora estaba arrepentida de haber pasado la línea, ahora miraba acercarse el glande de ese prominente pene del vaquero que horas atrás había ganado su confianza y ahora era dueño de su cuerpo, ella apretó sus manos en los omóplatos al sentir que ese glande latente acalorado entraba en los labios vaginales, las caderas del hombre se acoplaba a las caderas de la mujercita reciente, dejó a su pene sentir los latentes labios vaginales, le vino el deseo de macho domador, deslizó la punta del glande por el conducto vaginal hasta rozar el himen roto la metida y sacada del glande por esa vaginita daba placer, el gustito por tenerla se incrementaba, la zafó de su cuerpo, la arrinconó en la pared poniendo paja para que se contorsione el cuerpo de la pequeña, de nuevo tomó el tronco de pene en su mano izquierda le metió el glande por entre esos deliciosos labios vaginales hasta que sintió lubricarlos, la postura era mejor que la anterior, los pequeños pezones de la pequeña se movían al roce de la lengua del vaquero, eso hizo de que la pequeña gimiera cerrando los ojos, tenía mezcla de preocupación con algo de placer, el vaquero seguía rozando y lubricando, sacó el pene, de sus labios salió saliva a la vagina de la pequeña, el líquido hizo lubricar de mejor forma el pene, la tenía sometida, era suya, las venas se engruesaban en las sienes del hombre, el pálpito de su corazón y su acelerada respiración, el sudor por la sienes y mejillas, el placer total del contacto de ambas pieles hizo que de un impulso descomunal de caderas el glande acople el himen de aquella vagina desvirgada hace horas, se había producido un clímax, ahora vaginal, como a un oso, ella abrazaba, clavando las uñas lacerando en la piel del vaquero, el dolor le vino con el instinto de placer, no quedó allí, vino el acostumbrado mete y saca, lo hizo rápidamente hasta el cansancio, ella gemía, quiso desmayarse, era demasiado, en tan pocas horas era desvirgada por delante y por detrás, era su noche, aquella que nunca olvidaría mientras viviera, sentía un extraño peso y algo que le molestaba nuevamente dentro de su vagina, se estaba transformando, su metamorfosis natural se estaba cumpliendo en brazos y pene de su macho, las caderas del hombre se acoplaban a las de la niña, se podía apreciar el cuerpo encorvado de la pequeña siendo cogido por las alzadas y bajadas de las caderas y el pene dentro de la vagina, ambos cuerpos sudados, el placer del hombre contrastaba con los sentimientos encontrados de la pequeña que estaba sometida con placer por el tosco cuerpo del vaquero, la vagina con pelitos rubios de trece años estaba manchada de poquísima sangre, podía verse a través de las metidas y sacadas del pene de piel mestiza cuyos pelos negros también tenían rezagos de sangre, la pequeña observaba, tenía el ano latente y la vagina ardiente, los minutos pasaban, ella asombrada, el con deseos de seguir hasta que le vino el deseo de eyacular dentro de la vagina desvirgada, era una de tantas a las que había desvirgado pero blanca como esta de pelos rubios era su primera, con satisfacción sacó el pene apartándose de ella acostándose boca arriba a su lado, algo abiertas las piernas agitaba el pene lleno de semen, ella miraba la escena de limpieza de pene con el calzoncillo, le pasó por la vagina lanzándolo a un lado de la paja, ya por completo estaba de semen, producto del sexo en la mañana, tarde y ahora que la noche iniciaba, por unos instantes se entregaron a los besos, los dos cuerpos quedaron acostados en aquella caballeriza cuasi establo siendo la luna testigo de aquella seguida faena sexual en la madrugada, ya entraba el alba, ella quería irse pero él la contuvo abrazándola, aquel hombre poco había pegado los ojos cuidando a su joven princesa, su pene le dolía de tanto acto sexual, pero ya estaba erecto, quería más sexo, de ese modo la acostó boca arriba, alzó las piernas femeninas uniéndolas con los muslos, lamió de aquella vaginita con la lengua ayudado de sus dedos haciendo estragos en el clítoris, a ella le vino un sentimiento encontrado de recelo e instinto de dolor pero también el placer carnal, vio que ese pene mestizo entraba en su vagina, la sensación de ayer se repetía, como que algo hurgaba y molestaba su vagina, pero ahora ya no con dolor sino con placer, se dejó hacer nomás, su metamorfosis se había cumplido, vino el mete y saca muy rápido, ambos se abrazaron y se besaron mientras los genitales se rozaban cogiéndose armónicamente, el acto sexual de penetrar seguía, los gemidos y besos con lengua no se hacían esperar, los ojos cerrados de ella contrastaban con el gusto de él teniendo los ojos abiertos viendo que su pene entraba y salía por esa vagina rubia de piel blanca tan deseada, el pene se lo metía bien adentro haciéndola pujar poniendo su cara de estreñimiento, ahí la dejaba latir dentro por unos instantes, se complacía de ver su pelo negro de su pelvis pegado al pelo rubio de ella que se entregaba ahora sin reservas, también se daba cuenta del contraste de la piel de su pene mestizo entrando y saliendo por la vagina de piel blanca algo rosácea ya producto del acto sexual, el hombre desfalleció dejándole dentro de la vagina todo el semen que pudo, luego fue sacando su pene poco a poco lleno de semen ya sin sangre, él la abrazó con pasión sin dejar de rozarle las piernas con sus pies descalzos por unos instantes ella también correspondió a sus besos, rato después a media mañana aquel hombre vio erecto su pene rozando los muslos de la pequeña, la hizo poner boca abajo, abrió las nalgas escupiendo saliva metiéndole el dedo medio de la mano izquierda luego de sacarlo del ano lubricado le metió el pene en el ano haciéndola gemir, el dolor ahí todavía se presentaba en intensidad pero menguaba con la saliva, para el hombre era delicioso sentir sus muslos sobre las nalgas así también sus testículos chocando sobre esa porción de carne que eran las nalgas blancas de la pequeña, estaba en la gloria, ese traserito era suyo otra vez, ella respondía con gemidos y algunos alaridos producto de las fuertes embestidas de ese prominente pene grueso palpitante en el que se marcaban las venas, quiso eyacular pero se contuvo, de inmediato sacó el pene la hizo girar boca arriba y le metió el pene en la vagina, eso a ella ya le estaba gustando por ahí, aprisionaba la paja con sus manos hechas puño, mordía sus labios, bufaba de la embestida, cerraba los ojos y sudaba otra vez, ahora los besos eran correspondidos, su atracción aumentaba, ella ahora se sentía algo plena sin dejar sentir los sentimientos de culpa y recelo tímido por lo que estaba haciendo, pero ese macho viril la estaba transformando en mujer, le estaba perteneciendo, era suya, el gusto por tener el pene dentro de su vagina, las manos recorriendo su cuerpo, ese aliento a macho con el olor sudoroso de vaquero la hicieron entregarse más, las caderas rozando sus caderas la transportaban de la misma forma que aquellos descontrolados besos, fue la primera vez que mutuamente se dijeron un te quiero, las edades no contaban en ese momento, eran el uno para el otro, ambos lo sentían así con sus miradas llenas de entreguismo, ella se relajó ante las embestidas de su macho en la vagina había vuelto su confianza en él sintiendo la seguridad en el cuerpo de su amado, a fin de cuentas su cuerpo le pertenecía, su nariz apilaba el aroma del pecho viril, lo besaba, él sonreía, sintió el orgasmo de ella, eso hizo que cerrara los ojos para sentir esos deliciosos mete y saca de su pene con flujos femeninos, de pronto, el semen ingresando otra vez en el interior de la vagina, el hombre desfallece totalmente sudado sobre el cuerpo de la pequeña, había sido grande el esfuerzo, dejó por unos instantes el pene adentro, quería sentir el flujo de la pequeña mezclado con el semen salido de su pene, ella acariciaba esos amplios hombros musculados que tenían así muy pocos vaqueros de la estancia de su padre, al mediodía de aquella soleada mañana de fin de semana de los primeros días del mes de marzo de 1941 ambos cuerpos desnudos eran interrumpidos en su siesta por galopes de caballos y tiros al aire, el hombre, se vistió como pudo, estaba desarmado, su instinto de conservación hizo agarrar a su amada con la intención de montarla a caballo pero ella estaba desfallecida de tanto sexo, no quiso seguirle, pese a sus súplicas, ella insistió que huyera cuidando su vida, pronto se encontrarían, ella se lo prometió, a regañadientes aceptó, escuchó tiros, montó su caballo, ella lo vio irse y se refugió llena de llanto y dolor, el vaquero huyendo a galope dejando a su amada escondida dentro de la paja, no duró mucho la persecución ya que estando en una saliente un par de certeros tiros impactaron los pulmones de aquel hombre cayendo al precipicio, irónico, en el mismo lugar donde años atrás un caballo desbocado con carreta sin frenos había caído con sus ocupantes, estos eran los padres de los mulatos Griselda y Lastenio, en esta ocasión desde lo alto de la saliente se apreciaba el cuerpo de aquel hombre adentrarse en el monte arrastrándose como serpiente, aún tenía el instinto de conservación su cuerpo atlético, por mandato del dueño de aquellas tierras ordenó a que le dieran el remate final, se escucharon tiros, el patrón con garbo orgulloso bajaba el sendero vio a unos pasos el cuerpo tendido boca abajo del hombre asesinado, con la suela de las botas lo movió de las costillas haciéndolo poner boca arriba, con sorna los presentes miraban el rostro ensangrentado de Teodomiro aquel vaquerito rebelde de veinte años, el patrón sin mucho pensarlo le dio un tiro en la frente, ahí mismo sus cómplices de asesinato lo enterraron dejándole sobre el montículo una piedra como señal de marca, el patrón Pozzo regresó al establo abandonado dándole de bofetadas y patadas a Josefina increpándola, ella preguntó por él, recibió más bofetadas por su acción, tomó a su hija ya vestida, llevaba dentro de su ropa el bultito de pertenencias de Teodomiro, padre e hija galopaban en el mismo caballo sin decir palabras, solo lágrimas brotan de los ojos escurriéndose por las comisuras paternas, le dijo que no le perdonaría nunca lo que había hecho, atrás de ellos los dos vaqueros cabizbajos galopaban sin decir nada, esa noche en la biblioteca de la estancia ambos vaqueros testigos eran despedidos por el patrón con fuertes sumas de dinero comprándoles el silencio, al cerrarse la puerta Don Gustavo lleno de lágrimas miraba el retrato de su hija Josefina, era su preferida hasta antes del hecho bochornoso, lo llevó a su pecho pero de inmediato lo lanzó al piso entablado, los ruidos del cristal roto hicieron llegar a Noelia que de inmediato se retiró ante las soeces palabras de su esposo culpándola injustamente de lo ocurrido, Noelia subió al cuarto a consolar a su hija Josefina de trece años, aún pensaba que Teodomiro había escapado en su caballo creyendo que habría salvado su vida, lejos estaba de sospechar que había sido asesinado, al día siguiente Noelia comprobaría que su hija era toda una mujer y que en la anterior noche había experimentado su metamorfosis sexual, sola en su cuarto Josefina miraba las pocas pertenencias de Teodomiro, estaban tres fotos todas mostraban escasa elegancia en los lugares tomados: una de recién nacido de fecha 1921, otra de niño de fecha 1926 y una de púber con su madre de fecha 1934, en su reverso habían nombres, quiso romperlas pero algo dentro de sí con angustia le decía que la conserve igual que sus otras pertenencias que eran un aro masculino labrado artesanalmente con un símbolo extraño, en su interior la fecha 20 junio de 1543, una carta de 1936 y una fe de identificación natal del año 1921, cuando leyó la carta su asombro fue grande y cambió su estado de ánimo, entonces prefirió conservarla, era lo poco que tenía de su referencia, semanas después deambulaba por el sector un hombre joven de piel blanca vestido de negro dobló su rodilla ante la tumba recién abierta de Teodomiro, los guantes de fino cuero que forraban sus manos se apretaron haciendo puño, había llegado demasiado tarde, dio órdenes a sus cuatro guardaespaldas para que desenterraran el cuerpo, lo sacaron, se arrodilló sin importarle el polvo en el cuerpo, lo abrazó, lloraba como niño viendo al cuerpo descompuesto, no se inmutó por el mal olor, así lo habían educado, con temple, y liderazgo decidido, varias lágrimas cayeron a la tierra haciéndole el juramento de venganza ante el cadáver postrado en el suelo.
FIN DEL CUADRAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
Estupendo ,este es de los más exitantes. Continúa la historia por favor.