METAMORFOSIS 50
Impresiones.
Don Rodolfo Buonanote quedó a cargo ahora de su familia desintegrada, la muerte de su hija Andreina y de su yerno Gustavo Pozzo mostraban y estaban latentes todavía el dolor y la impotencia que hacían mella en los miembros de la familia, el vacío era notorio, Noelia no tenía experiencia en la administración ganadera y a los pocos meses pidió ayuda a su padre, el ganado y cosecha mermaban, le estaban robando, su padre puso alto pero un poco tarde, las deudas aparecían con los acreedores, pese a todo se mantuvo la hacienda, Gustavito pasó a los pocos meses a estudiar a un internado de curas en la ciudad capital, su abuelo Rodolfo tenía esperanza que con el estudio llegaría a ser un próspero hombre de negocios, el chico de doce años se lo había demostrado al anciano con las labores en la estancia, para don Rodolfo su nieto Gustavo Adolfo era su gran adoración, en contraste con su otro nieto Luis que aún más rebelde quería hacer su vida sin control, continuó estudiando en la ciudad cercana al pueblo pero ya se rumoreaba de sus correrías de preferencia sexual con chicos de la ciudad, a la inclinación de Luis la familia la llevaría con discreción, pero no se dudaba de la preocupación que causaría la vergüenza, ya para ese entonces el vientre de Josefina crecía, los dolores estaban presentes, los pies hinchados, las tardes releía las cartas de Teodomiro, estaba su origen mostrado, era lo único que había quedado de él, era lo único que podría darle de información a su hijo, paseaba en compañía de la fiel nana Dulce y de repente la fuente se rompe, los alarmados familiares piden ayuda de comadrona, era la primera vez que se pedía de sus servicios, el niño iba a nacer antes de tiempo, no había posibilidad de presencia de doctor, era ahora, la noche se acercaba, los peones y campesinos atentos en las afueras de la estancia, de pronto el silencio se rompe con el llanto de un niño, la lluvia empieza a caer con fuerza, el advenimiento del niño hizo caer la primera torrencial lluvia, alegres los peones y campesinos por el suceso, buen augurio y claro que lo sería a futuro, la primera en tomarlo en los brazos sería Noelia, ahora convertida en abuela por ese precioso niño de piel canela pero con pelo castaño muy claro, era muy lindo pese a sus arrugas producto del nacimiento, luego su bisabuela Micaela lo tomó en brazos, después don Rodolfo diciendo mi bisnieto querido, junto a él con mimos estaba la nana Dulce, aquel 30 de noviembre de 1941 significaba la alegría para la Josefina compensando las tribulaciones pasadas, a su hijo le puso el nombre de Andrés Teodomiro, de acuerdo al santoral, a los pocos días Gustavito por carta se enteraba de la noticia del nacimiento de su sobrino, para mediados de diciembre de 1941 en la estancia de don Rodolfo todo era aseo y cambios, Noelia ayudaba con la actividad junto con su hija, no aceptaron el pedido de don Rodolfo de que se vinieran a vivir con él, las dos mujeres se comprometieron a completar la tarea de ayuda administrativa que le daba don Rodolfo, querían estar en su estancia cerca de los peones, a ojo del amo engorda el caballo decían, la nana Dulce mecía la cuna debajo de un frondoso árbol alejada del polvo y el mal aire, a sus espaldas unos lentos pasos magullaban el césped, las botas negras pisaban firmes, la nana por instinto dio vuelta con susto, la sonrisa del hombre y la paz emitida en su rostro le calmó el deseo de hablar fuerte, le suplicó ver al niño, la nana argumentando que era un gran amigo de don Gustavo Pozzo venido de la ciudad a traerle flores a la tumba de su amigo, la nana al ver lo bien vestido y demostrando galantería permitió pero con recelo que el hombre se acerque, se sacó el guante derecho pasando los dedos gruesos de piel blanca por la frente del recién nacido, esto duró unos segundos, rápidamente por instinto de necesidad de saber le deslizó la tela fina al recién nacido, le impresionó el lunar entre pecho y garganta quedando petrificado de la emoción, se retiró con una sincera sonrisa agradeciéndole a la nana por su cortesía haber permitido el momento, la nana le orientó a que pase a la estancia, el hombre de negro negó con su cabeza cabizbaja, la impresión no la superaba, al despedirse miró por unos instantes la cuna, la nana Dulce lo vio irse y siguió intrigada meciendo al recién nacido.
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Por un tragaluz se notaba la presencia de una tenue luz de luna, por esos días había llovido mucho se escuchaba sin embargo las últimas gotas de lluvia sobre el tejado, el pasillo brillaba a la luna con el agua corriendo, algunos ratones de granero se deslizaban por lo seco de la paja, se asustaron viendo las dos sombras, la luz de luna mostraba dos manos pequeñas apoyadas a la pared de madera como que la estuviera sosteniendo de pronto sobre esas manitos se apoyan dos manos grandes, se escuchaba de gemidos, la luz de luna mostraba el rostro del pequeño de diez años mordiendo los labios frunciendo su rostro, la cara del muchacho de dieciséis años estaba apoyada a su hombro, sentía la respiración chocar en su piel, la lengua que le pasaba por las orejas escuchando el déjate así, que rico, déjate, ya casi, ya casi, la luz de luna mostraba los pantalones y calzoncillos a los tobillos de ambos muchachos, el más pequeño arrimado a la pared de cara y pecho no así sus caderas moviéndose un poco adelante y atrás, así parados ambas caderas se movían, entrelazaron los dedos, el más pequeño recibía besos en el cuello seguramente para tranquilizarlo, sintió que por su ano entraba ese mojado pene, de un empujón estuvo adentro, quiso reaccionar con un grito pero le fue tapada la boca, lentamente el chico grande lo hizo deslizar sobre la paja seca sin sacarle del todo el pene ya acostado boca abajo empezó el mete y saca como endemoniado, minutos después el pequeño sintió dentro de su ser el semen de ese muchacho de dieciséis años, lentamente se lo fue sacando diciéndole que él era suyo, el pequeño de diez años quedó acostado sobre la paja seca, el otro orinaba y luego agitaba su pene aún erecto dándose placer en el glande, de repente se puso en posición perrito, en cuatro, el pequeño se levantó acercándose detrás del chico de dieciséis años, agarró su penecito y deslizó el prepucio, su glande pequeño entró en el ano del muchacho, lo tuvo adentro por uno segundos luego siguió el mete y saca con gusto, las manitos apoyadas sobre la espalda le daban más seguridad en su acometida, los dos cayeron al suelo las risas eran discretas los dos acostados boca arriba ya sin ropa que ahora moleste sus tobillos miraban la luz de la luna agitándose los penes, el mayor se acostó sobre el pequeño moviendo caderas dándole besos en la cara, el pequeño correspondía manoseándole el trasero sobándole las nalgas, los penes rozaban las pieles de los muchachos amantes, se levantaron viéndose de frente los penes acercándolos y abrazándose para que pudieran frotarse, ambos abrazados se pasaban las manos por el cuerpo, el pequeño fue a orinar y más pudo el defecar, el muchacho grande sacó papel del bolsillo del pantalón y se lo pasó para que se limpie el trasero, ya para ese instante la lluvia y el viento había amainado era el momento de irse no sin antes el muchacho de dieciséis años puso en cuatro al pequeño de diez años introduciéndole el pene en el ano por unos breves minutos diciéndole mío, mío, mío, luego sacó con placer el pene acalorado por la fricción, pasó dos dedos por el glande llevándoselos a la nariz oliendo con satisfacción la obra de sodomización mientras el otro muchacho de diez años se vestía, dejó que el pequeño saliera primero como de costumbre, esperó por largo rato aprovechó en sacar un cigarrillo fumando con placer recordando lo que hace instantes había hecho, meditaba sentado con su trasero desnudo sobre la paja con cuidado botó la colilla al charco y caminó en dirección a la estancia, una de las empleadas le pidió que se cambiase de ropa porque el doctor lo esperaba para cenar, el joven de dieciséis años asintió y subió a su cuarto en su camino vio al pequeño de diez años, se acercó a decirle que lo esperaba luego en su cuarto ya que le daría los regalitos que le había traído de la ciudad, el pequeño medianamente contento por la noticia asintiendo lo vio subir las escaleras, disimuladamente desde lo alto de la escalera con mofa y gusto tomó el bulto genital deslizó la cremallera sacó el pene agitándolo y rápido lo metió y subió su cremallera dándole la espalda y corriendo a su cuarto, minutos después se podía observar al doctor Luis Daniel Pérez, su hija Justin, enfrente de la mesa a Clemencia con sus tres hijos al costado, una silla quedaba vacía, de pronto aparece Luis muy sonriente y complacido demostrando alegría en su cara, al sentarse brindó sonrisas de reojo miró al pequeño Arnulfo que al sentir la presencia de Luis se puso cabizbajo por segundo, de ello se dio cuenta Justin Daniela, la cena fue fría en ánimo había sido un año de desgracia, para Luis era la primera cena sin su madre, prefirió esa nochebuena pasarla con su padrastro prometiendo a sus abuelos que la pasaría el año nuevo con ellos y su demás familia, Luis miraba los mimos del doctor al pequeño Luis Alfonso, la muerte de su madre le había dado esa libertad al doctor de manifestar la paternidad del niño y Clemencia ascendió de empleada a ser ama de casa, Luis hipócritamente se resignó al hecho pero astutamente no renunció al derecho moral de bienes de su madre, tenía que soportar esas escenas, notó que Justin sentía lo mismo, una manera de vengarse de la empleada por parte de Luis era sodomizar al pequeño Arnulfo de diez años con absoluta discreción, distante del lugar en casa de Don Rodolfo la cena tendría el mismo modo que en la del doctor para esas navidades y año nuevo se dieron contrastes emocionales, las horas pasaban, Luis deseaba la presencia de Arnulfo en su cuarto, lo esperaba desnudo cubierto por la sábana tejicondor, Arnulfo no llegó, se durmió con coraje, al otro día le reclamó, el pequeño de diez años argumentó que su mamá le dijo que cuidase a su hermanito Luis Alfonso porque ella iba a atender al patrón, Luis se limitó a palmearle la espalda y a decirle que no le daría los regalos que tenía pensado regalarle, el pequeño le suplicó que se los regale, Luis con gesto victorioso de dijo que bueno pero que lo acompañe a casa de su abuelo, el pequeño aceptó, y tomaron camino en sus bicicletas, Don Rodolfo estaba en el portal de la estancia con risa forzada recibió a su nieto Luis, se sumó al saludo su abuela Micaela, notó que los ancianos estaban solos en casa, Arnulfo saludó a los ancianos devolviéndole la cortesía su abuelo invitándole a que fuera a la cocina a beber limonada, Luis continuó el dialogo con sus abuelos diciéndole sus proyectos en la ciudad deseaba ya trabajar en alguna cosa, sus abuelos tenían la dote de herencia de su madre a custodia y con recelo miraban la actitud de que Luis siguiera viviendo en casa del doctor, Luis respondía que era su derecho, al instante un peón arreando una carreta llegó en búsqueda de Don Rodolfo para ir al pueblo por herramienta menor, lo invitó a su nieto para que fuera con él, se negó, el anciano hizo pucheros, le dijo a su esposa que pasaría por casa de Noelia para que Gustavito le ayude, con sorna Luis se despidió de su abuelo entrando a la estancia en búsqueda de Arnulfo, la abuela siguió en la sala concentrada en su labor de costura de escarpines que con mucho gusto le estaba haciendo a su bisnieto Andrés Teodomiro, la anciana no escuchaba el ruido de pasos que se daba en el entablado y las escaleras de la parte superior de la casa victoriana, Luis conducía en carrera a Arnulfo hacia el desván, abrieron las ventanas, desde ahí la vista era interesante para el pequeño Arnulfo arrimado sobre el marco labrado de madera de la ventana, los manoseos de Luis daban efecto sutil en las nalgas vestidas de Arnulfo, lentamente se deslizaban por los brazos entrelazando las manos, Luis estaba muy caliente deseaba sexo, hizo un la lado las telas que cubrían algunos objetos entre ellos la silla morisca, Arnulfo estaba de espaldas a Luis asomado a la ventana, Luis se quitó el pantalón corto y el calzoncillo se sentó en la silla morisca y le hizo gestos a Arnulfo para que lo mirase, el chico voltea a ver y le sale una sonrisa de asombro, Luis agitándose repetidamente el pene le ordenó que se acerque, ya en frente, Luis lo atrajo tomándolo de la cintura, le fue deslizando la ropa con rapidez, Arnulfo tomaba con dos dedos el penecito agitado con rapidez, las manos de Luis masajeaba las nalgas de Arnulfo, lo levantó de la cintura, su trasero se sentaba sobre el glande del pene de Luis que alzando y bajando las caderas sobre los muslos de Luis lo estaba penetrando, Arnulfo mordía los labios cerrando los ojos y gimiendo entrecortado, las caderas de Arnulfo subían y bajaban, Luis hizo un alto, sentó al pequeño a la silla abriendo las piernas, su penecito descubierto era lamido y mamando por Luis en repetidas y rápidas ocasiones, hizo un alto quitando al pequeño de la silla y se apoya con su pecho sobre la silla en posición cuatro patas, con señas Luis ordenaba a Arnulfo que le meta el pene en el ano, Luis sudaba de placer, Arnulfo lo tenía al pene adentro del ano bien abierto de Luis, el penecito entraba y salía, para Luis esto no era suficiente el grueso de ese pene, Arnulfo se cansó, deseaba orinar, Luis lo retuvo arrimándolo en cuatro sobre la silla morisca, abrió las nalgas y su pene blanco entró por esa piel de ano mestizo, lo hacía jadear y pujar, el movimiento de meter y sacar aumentaba de repente se detuvo, el semen de Luis entraba en el ano de Arnulfo, ambos respiraban aceleradamente, de a poco se iban vistiendo, Luis le limpiaba la ropa de Arnulfo que tenía polvo y telarañas, bajaron las escaleras, caminaron un rato por los alrededores, Arnulfo decidió regresar a la estancia del doctor Pérez en su bicicleta, Luis lo vio alejarse muy risueño y con jocosidad se frotaba el pene vestido pensando que ese traserito sentado en la montura de la bicicleta había sido suyo, luego en casa le daría los regalitos a Arnulfo, dio la espalda con mirada a casa de su abuela, la conserva de guayaba deliciosa esperaba ser degustada por su paladar en futuro momento.
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La carreta templaba movimiento brusco por los caballos que la tiraban, Don Rodolfo a regañadientes se retiraba de casa de Noelia indignado por la ausencia de Gustavito pues había salido muy temprano a cabalgar, el chico de doce años galopaba pausadamente y con alegría de conocer sus excelentes calificaciones, su pensamiento fue interrumpido viendo en su delante a un auto Chevrolet año 39 color negro con filos plata muy brilloso al sol estacionado junto a un gran samán, había un hombre arrimado al vehículo que se venteaba con sus guantes, el hombre hacía gestos a una cuadrilla que estaba haciendo una especie de mausoleo en el lugar metros de ahí una tumba desenterrada, una simple caja mortuoria abierta, ya antes Gustavito había pasado por ahí en donde debajo de esa samán había una simple cruz, el lugar le atraía con una sensibilidad que desde muy niño no comprendía, seguramente era el morbo de la muerte al ver esa cruz, Gustavito se detuvo un rato sobre la montura a observar, el hombre a la distancia tenía un sombrero amplio la sombra tapaba en parte su cara, Gustavito logró ver el bigote fino del hombre, la cuadrilla pertenecía a gente que trabajaba para el doctor Pérez, Gustavito siguió su camino, pasos de ahí vio a Gumersindo acercándose a caballo a donde estaba el hombre que seguía arrimado al auto, las impresiones de Gustavo Adolfo revoloteaban su cerebro, continuó con su recorrido, el chico de doce años no se dio cuenta que a sus espaldas los dos hombres lo miraban fijamente, sobre todo el hombre bien vestido, el otro le había apoyado la mano en el hombro diciendo que ese era el único hijo varón de Noelia Buonanote, aquel hombre bien vestido era Carlos Felipe del Olmo que no perdía de vista a ese jovencito de doce años bien parecido cabalgando briosamente, la impresión del hombre se le hizo sentimientos encontrados, caminó unos pasos delante de Gumersindo con un respiro intermitente dijo que era el hijo del finado Gustavo Pozzo y Noelia Buonanote, la mujer que amaba, la mujer que le había dado un hijo que ahora estaba perdido, Carlos Felipe de Olmo vino a hacerle un mausoleo a sus padres, nada más, Noelia había pasado a segundo plano, lo que Gustavito al pasar no había visto la llegada en otro auto Chevrolet plata del año 36 donde una joven mujer era ayudada por el chófer, Carlos Felipe del Olmo le presentó a Gumersindo su futura esposa.
… FINAL DEL QUINCUAGÉSIMO EPISODIO
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