METAMORFOSIS 51
Lunares.
El pequeño Andrés crecía robusto, para vísperas del año nuevo ya tenía más de un mes de vida, la despedida del año 1941 no hubo fiesta, solo una pequeña cena a la que asistió Noelia con sus hijos y su nieto, junto a ellos estaba Luis, como siempre Gustavito al lado de su abuelo compartiendo alegremente la mesa, eso internamente enfurecía de celos a Luis, en su pensamiento estaba el nombre y la cara de ese hombre barbado, su orgullo no le hacía ir en su búsqueda, durante la mayor parte de su vida lo había tenido tan cerca que ahora entendía esos mimos y caricias con exagerados cuidados, no, se decía, no es posible, es mejor seguir como antes a enfrentar la vergüenza de ser hijo de un peón ahora campesino ignorante e iletrado, miró en los alrededores de la estancia a los peones que festejaban al ritmo del jocoso ron sin música y le vino un sentimiento de desesperación con vergüenza, los pensativos los miembros de familia hicieron la acostumbrada plegaria, no hubo música afuera por respeto al luto de los patrones de ambas estancias, Luis salió a fumar, Gustavito oyendo la historia de vida de su abuelito Rodolfo de pronto a todos le vino el sobresalto producto de un grito desgarrador venido de la biblioteca, por accidente la mesita de licor había caído al piso muy cerca de donde estaba dormido el pequeño Andrés, solo el líquido cayó en su cuerpecito pero el ruido del cristal cortado lo asustó, vino luego la calma, animados todos por la jocosidad pidieron a nana Dulce y a Josefina que lo quitasen del ajuar puesto para la ocasión, los presentes vieron el lunar ubicado entre garganta y pecho hicieron comentarios de aquello, luego pasaron al cuarto de los bisabuelos a desvestirlo y limpiarlo con otra ropa, Luis que presenciaba los hechos recordó ese lunar parecido pero lo tenía en la parte superior de su hombro.
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La esponja con agua y jabón recorrían el hombro con lunar característico lleno de pelos, refrescaba la piel de un campesino que sollozaba la ausencia de su amada, por qué te fuiste, por qué me dejaste, era la palabra que emitía al viento sin obtener respuesta más que la soledad, ansiaba su presencia, alucinaba, el alcohol tomado por esos días lo había convertido en un ser sin ánimo que no sea para la elegía de estereotipo marcado por el amor y sufrimiento, otra vez solo, se decía, rodeado de recuerdos, rodeado de objetos, rodeados de fotos muchas sustraídas, desde su desesperanza quería darle vida a las imágenes en las fotos, sus lágrimas incontenibles acompasaban sus gritos, otra vez pasó la esponja sobre su hombro con lunar, al secarse vio sus genitales, se decía de que le sirven sino para la desesperanza, sus hijos nacidos de ahí no estaban con él, ese pensamiento provocó un cambio irónico gestual, específicamente ahora sentía nostalgia, se vistió con su ropa remendada de dormir, se sentó en su silla hecha con sus manos, los cigarrillos desfilaban por sus labios junto con el ron, le vino el vómito, la inconciencia hizo mella en su libación quedando inconsciente sobre el suelo no llegando a la cama.
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Un hombre cabalgaba presuroso aquella mañana brumosa de primer día de 1942, su mirada penetrante incitaba aceleración a la bestia, el galope brioso fue menguando al llegar a las cercanías de las puertas en la entrada de la estancia de Noelia, esperó a que salieran los habitantes, su intención era dialogar con una persona especial, no duró mucho la espera cuando vio salir a Josefina marcando al precioso Andrés Teodomiro, lentamente galopó hacia ella, la nana Dulce se interpuso en el camino con celo, su expresión morena se disipó luego de recordar al personaje de aquel día que lo saludó dejándolo pasar, se apeó con sutileza dibujando una galante sonrisa presentándose ante Josefina como Antonio Loynaz Machado, un gran amigo de su difunto padre conocido en la ciudad con quién había hecho buenos negocios de maquinaria, el diálogo fue cordial e inesperado para Josefina, en eso aparece Noelia saludándose y platicando de muchas cosas, el hombre cuando podía llevaba su mirada hacia el ajuar del pequeño Andrés, la plática mayormente fue del bebé, discretamente el hombre iba sacando información, manifestó su intención de ponerse a las órdenes de las damas, reiteró su enhorabuena de ser su amigo poniéndose a las órdenes en lo que fuese necesario, en el pueblo se comentaba de este forastero, Josefina y Noelia vieron detenidamente al caballero vestido de negro, bien parecido de piel blanca y pelo castaño claro que caminaba en dirección al bebé, la nana observó sacarse los guantes y las caricias que le daba con las manos en el pelito castaño claro y recorres sus dedos por los bracitos de piel canela, con un movimiento disimulado de caricia deslizó la tela a un costado dejándose ver el lunar, eso lo animó a continuar acariciándolo, la nana Duce no perdía los gestos faciales del hombre barbado y ojos brillosos, parecía que iba a llorar un súbito autocontrol le hizo caminar despidiéndose de la nana con una sonrisa, Noelia y Josefina comentaban a la nana que le había simpatizado el caballero galante de fina educación, metros más adentro del camino cuatro jinetes se unieron al hombre de negro, su mirada fija en el horizonte y su cejas fruncidas demostraban su latente existencia, dijo a sus acompañantes que sin duda ese bebé era hijo de Teodomiro pues de labios de Josefina salió el nombre del pequeño de nombres Andrés Teodomiro Pozzo Buonanote, por el momento esos dos apellidos, pero que ya los cambiaría y para eso él había venido, recordó que el regreso a casa era muy largo pero con alegría estaba satisfecho de que era portador de buenas noticias.
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Las manos pasaban suaves sobre la cremosa piel de la espalda de Fulgencio, gemía con placer, estaba siendo masajeado en su habitación por la leal empleada, sonreía cauteloso, fruncía sus cejas, exhalaba con gusto, allí tendido estaba relajado, pensaba en su entrañable Fausto, hacía desde junio del 1941 que no lo había visto, suspiraba, miraba el calendario elegante obsequio de su amigo, vio la fecha actual, enero de 1942, casi seis meses, sí casi seis meses sin verle, lo anhelaba tener junto a él, mi pequeño Fausto, suspiraba, no por el tipo de masaje que recibía sino por la nostalgia al recordar los encuentros que tuvieron luego de esa noche inolvidable del último sábado de marzo de 1941, cuando lo desvirgó, recordaba que cuando ese día lo dejó en aquella casa humilde en que vivía había un escenario penoso, la madre de Fausto había fallecido con su neonato, había sido un parto fallido, un mal de la eclampsia, fue la aparición de convulsiones, coma durante el embarazo después de la vigésima semana de gestación durante el parto la estaban velando, Fausto como enloquecido entró a ver el cuerpo acostado de su madre siendo velado sobre tablones, Fulgencio entró a pausa, vio el escenario, de inmediato mandó a ver un féretro, es lo menos que podía hacer, costeó el gasto de panes y café con morcilla, choripanes, luego del entierro el humilde empleado dio presencia apesadumbrado, estaba con Fausto, su único hijo que su difunta esposa le había dejado como recuerdo, se lo veía mal anímicamente, sin ganas de seguir trabajando, a oídos del amo patrón Fulgencio que el humilde indígena bebía mucho, borracho maltrataba a su hijo y se notaba cuando trabajaban en el jardín, desde la ventana Fulgencio notaba esos maltratos, Fulgencio al verse solo en la casona disponía a tener lejos de su oficina a la servidumbre, encerrado en su oficina observaba desde la ventana los movimientos del pequeño humilde Fausto para llamarle con señas cuando estaba a solas, a las dos semanas de haberle desvirgado lo tuvo entre sus brazos, estando a solas en esa oficina Fulgencio le decía al niño palabras dulces acariciándole el pelo y las mejillas, él correspondía a sus afectos con sentida timidez, las cortinas se deslizaban prudentemente, los manoseos no se hicieron esperar, la piel de gallina volvía a ponerse en Fausto mientras Fulgencio tragaba saliva sintiéndose el aumento de temperatura en su piel, deslizó el short que el niño llevaba puesto, cayó sobre los polvosos pies en sandalias que llevaba, los dedos de Fulgencio movían agitándose el pene lampiño del niño indígena de rostro muy hermoso, ¿te gusta?, ¿verdad? le preguntaba Fulgencio, mientras el niño respondía con timidez asintiendo sin dejar de ver cómo se movía su penecito, se ponía cabizbajo, Fulgencio reía complaciente al ver pasar sus manos pasaban por los muslos y glúteos del pequeño que estaba quietecito, miraba a los ojos de Fausto como se cerraban mostrándose placer al sentir ese suave roce de dedos adultos en el tronco de su pene lampiño, Fulgencio lentamente lo sentó en el sillón junto a su escritorio que allí quedaba, se puso de rodillas frente a Fausto y agarro con sus manos frías y temblorosas el penecito lampiño suavecito de piel indígena que ya estaba tieso, le decía que tenía unos buenos huevitos, “tienes un buen tronquito que te cargas niño” “je, je, je”, Fausto al escuchar eso solo sonreía con timidez viendo que le movía el pene, le preguntó si eso se lo dicen muy seguido, y Fausto lo negó moviendo su carita, ¿me lo dejas probar? le pregunta el adulto al niño, Fausto simplemente asintió su carita al escuchar la pregunta, y así, fue que, en ese instante, en que Fulgencio empezó a meterse ese penecito en la boca, tan deliciosa sensación, más para Fausto el sentir la lengua de Fulgencio que lamía el pene lampiño de arriba abajo, el niño toma el cabello del adulto y le empezó ayudar moviendo su caderita, así se la pasaba jalando el cabello de Fulgencio para que se la chupe más rápido, ya para ese momento el niño sentía deseos de micciar pero Fulgencio se prendió más al verle la cara, así lo tuvo por unos instantes en ese constante sexo oral, la piel de gallina, los jadeos y mordidas de labios del pequeño descendiente de indígenas estaban demostrando su gusto y porque no, dentro de sí, ya sentía deseos de eso, las manitos seguían recorriendo esos cabellos del amo patrón, miraba esa lengua recorrer su penecito, era su primera vez, Fulgencio lo notaba al escuchar sus suspirar, se la metía lo más profundo en su cavidad bucal, hasta parte de los huevitos entraban lo que lo hacía gemir más y más cuando la punta de la lengua recorría entre los huevitos, lo animaba a más, ya completamente ensalivado el penecito le dijo Fulgencio “bien, ¿qué te parece si pasamos a la parte más rica?” le sostenía abrazado Fulgencio, “bien sabes que eso es lo que queremos, ¿verdad?” le dijo quitándole por completo las sandalias, y el resto de la ropo, quedando el niño completamente desnudo, Fulgencio aprovechando del momento se quitó todo que traía encima, su camisa brillosa parda, su fino pantalón y zapatos con calcetines., así dejando solo al descubierto que andaba un calzoncillo que se le metía entre esas dos grandes sandías que cargaba como culo, Fulgencio se recostó con el culo arriba en el amplio sillón que les servían como cama, Fausto toma esas dos nalgas con sus manitos y las abre a orden de Fulgencio, todo su culo peludo y su ano que se veía abierto le daba a entender al pequeño Fausto que lo tenía igual que él, es decir, lo que indicaba que ya estaba usado, “bueno… Comienza.” Dijo Fulgencio, el pequeño Fausto algo sonreía con timidez, y lleva sus labios a ese rico hoyo, lo empieza a chupar y a besar, metiendo su lengua para intentar humedecerle por la entrada, luego de eso se coloque enfrente y a señas de Fulgencio puso la punta del pene virgen en la entrada, “no te preocupes, mi amor, sigue, sigue, no me molesta que alguien menor a ti me la vaya a meter” y así empieza a tratar de meter infructuosamente su pene dentro de él, decía: “vamos, hazlo, métemelo como yo lo hice contigo, anda, trata de meterlo” lo decía con sorna, sabía que Fausto no podía, era cuestión de edad, sin embrago le decía: “el sueño de muchos de nosotros es que nos gusta meterlo en un culito delicioso, anda chamaco, sigue, sigue, trata, anda mi amor, trata de romperme el culo, anda” dijo eso el amo patrón mientras mordía sus labios gozando los roces que Fausto le pegaba en la parte trasera de su pene, “lo tienes suavecito ¿eh?, ¡sí Fausto!, lo tienes muy suavecito, mi amor”, cada roce tratando de ser metida era un estruendo entre su pecho y sus grandes nalgas, esas delineantes y arrugadas nalgas se movían con cada roce, así, se miraba como rebotan, “que rico papi, más duro, dame más” dijo Fulgencio mientras trataba de meterla infructuosamente, lo sabía, pero lo animaba al niño, y se la sobaba más rápido, hasta que le hizo detener, se bajó del cuerpo de Fulgencio y fue a un rincón tocándose el rozagante penecito lampiño de niño indígena hermoso, le hizo señas para que se acueste sobre el sillón, sacó crema de una repisa, se la puso en el pene y le introdujo en el ano a dos dedos lubricándole ese culito, “¿quieres que te preñe mi pequeño?” le dijo, el niño escuchaba, le volvió a hacer la pregunta y esta vez el pequeño asintió, esa pregunta le hacía mientras le pegaba unas palmadas en sus nalgas, le dijo a niño que repitiese con él: “sí mi amor, quiero que me preñez y me hagas tuyo”, mientras Fausto repetía la frase entrecortada Flgencio le metía y sacaba el pene lo mejor que podía, tomando hasta con sus uñas bien recortadas ese gran culo para impulsarse más, empezaba el meter y sacar, Fulgencio le hacía repetir la frase “sí mi amor, quiero que me preñez y me hagas tuyo”, estaba muy estimulado escuchándole decir esa frase entrecortada, sentía su pene entrando en las entrañas infantiles de aquel precioso niño descendiente de indígenas, sus manitos se aferraban al cuero del amplio sillón que servía como cama, su carita fruncía posándose sobre el cuero fino de ese sillón su cuerpito se deslizaba para adelante y para atrás, el movimiento de cadera de Fulgencio era intenso, en ese instante se corrió con semen dentro del culito del pequeño, la rica satisfacción que sintió de que le había cogido alegraba esa gran cogida, allí quedó por un instante quietecito luego que Fulgencio saque su pene de ese culito, lo vio acostadito, desnudito el hermoso nene, después de eso le dijo que se diese la vuelta, quedando viendo para arriba, Fulgencio se subió sobre el cuerpo de Fausto dejando su pene en los alrededores de su boca y al rozar su glande con semen y excremento en los labios carnudos rozagantes de Fausto le decía que probase su culo, así el glande rozaba los labios constantemente insinuantes de que abriese la boquita infantil, así lo hizo y todo ese tronco de pene entraba en la cavidad bucal infantil, se acomodó a la vez que la boca de Fulgencio lamía el penecito de Fausto metiéndose a la boca, se formaba así un 69 espectacular para Fulgencio, el nene aprendía más y más en cada encuentro, Fulgencio notaba que eso al nene le gustaba y mucho, era un tipo de 69 en el que ambos se la podía chupar, tiempo después dieron un giro y así Fausto se quedaba acostado en la rica panza sudorosa de Fulgencio, le hizo dar la vuelta e hizo que se siente en su pecho dejando ese penecito en su cara, Fulgencio le enseñó al nene a masturbarme en su cara, a la vez que el adulto le daba por varias veces las lambidas en el hoyito con sabor a semen y excremento, le gustaba ver como el nene cerraba sus ojos mientras le masturbaba y se notaba que se excitaba más y más, verlo sonreír mientras rozaba su pene en su bella sonrisa en la cual cargaba aquellos bellas frase motivadoras, le hizo llegar a un punto de quiebre, le besó en toda su cara, dejando húmedas sus cejas y cabellos llenas de saliva, él pasaba su lengua por sus labios limpiando lo que tenía cerca, acto seguido le hizo acostar al niño de nuevo sobre él, quedando cara a cara, “que rico te sabe el olor de tu hoyito mi amor” le dijo él, Fausto simplemente con timidez sonrió y se dejó besar intensamente con roces de lengua “aprende a besar mi amor, nunca olvides quien te enseñó a esto” le dijo mientras lo abrazaba y así de su parte Fausto empieza a besarle, metiendo su lengua dentro de la boca de Fulgencio, quedamos como dos amantes acostados uno sobre otro mientras los besas apasionados fluían en aquellos labios embarrados con restos de semen y como ambos chupaban las gotas de semen que le pasaban como restos cerca de la boca, Fulgencio de repente abrió los ojos, seguramente había pasado el tiempo, sentía esa manos que le daban masajes en su cuello, se volvía a relajar, pensaba en Fausto, lentamente cerraba sus ojos, ese masaje le ayudaba a recordar aquel día de abril de 1941 cuando en aquel día invitaron a todo la familia a una fiesta de negocios simple y sencilla en su gran casona, fue en un salón de eventos contigo a la biblioteca y oficina que estaba en la misma ala de aquella gran casona, Fulgencio vio a sus hijos que jugaban con otros niños hijos de los invitados selectos a la fiesta, los adultos bailaban y allí se encontraba Fausto ayudando en el servicio, en eso se acerca uno de los invitados a decirle a Fulgencio lo feliz d la fiesta, el anfitrión correspondía con venias protocolares, salieron al jardín a tomar aire, mientras conversaban Fulgencio vio la figura de Fausto indicando a los niños la ubicación del baño, Fulgencio sonreía al invitado sin dejar de ver a Fausto, de repente vio que el niño más pequeño de los niños invitados tenía dificultad de micciar, así que Fausto le llevó de la mano en dirección a un lugar más apartado de los baños, ese niño de tres años ya antes había jugado mucho con Fausto en el jardín y con otros nenes, ambos en ese momento se tenían mucha confianza, al verles ir Fulgencio tragaba saliva y en su mente vino lo que se imaginaba, su cuerpo empezó a temblar de ansiedad, en eso aparece su madre doña Matilde, les de ja a ambos conversar y disimuladamente ingresa a la fiesta para salir hacia donde se imaginaba estaría Fausto con el pequeño y no se equivocaba, en ese apartado lugar vio a Fausto acuclillado delante del niño que tenía su pantaloncito corto y calzoncillo a los tobillos, las manitos de Fausto sostenían el penecito llevándoselo a su boca, las manitos del niño se apoyaban en el pelo de Fausto, Fulgencio podía ver el rictus del niño de tres años algo sorprendido y a la vez gustoso de lo que sentía, era sexo oral recibido, se notaba la metamorfosis en Fausto a raíz de aquella noche vivida en la casa de campo, aquella noche inolvidable del último sábado de marzo de 1941, tan rápido como pudo le ayudó a vestirse y a retirarse del lugar dejando aquella mancha de orina evidencia de la necesidad biológica del pequeño de tres años, Fulgencio notaba la astucia de Fausto, sonrió, entró a la fiesta y el resto de la noche los ojos eran sólo para el niño, pasaron los días, el deseo de Fulgencio se incrementaba, hubo la oportunidad en aquel fin de semana en que su hijo Mateo estaba en el campamento junto a su hijo menor Nicolás, su madre Matilde estaba de visita en el pueblo, estaba con la servidumbre en la gran casona, recorrió el jardín viendo al jardinero recostado con los ojos entrecerrados perdidos por la libación, el pobre hombre indígena se había convertido en un personaje beodo e irresponsable en su trabajo y se notaba en el jardín ya muy descuidado pero lo sostenía al pobre hombre por su hijo Fausto, lo dejó dormir, caminó por el jardín en dirección al trastero y allí lo vio a Fausto de espaldas acuclillado ordenando la herramienta menor, lo abrazó por detrás levantándole y besándole repetidamente el cuello, lo bajó y le metió las manos por el trasero manoseándole por unos segundos, así lo tenía abrazado por detrás rozándole el pene vestido en el culito, y algo le dijo al oído del pequeño que quedó estático, tiempo después Fausto lo vio subir al amo patrón que iba en dirección a su habitación, cruzaron miradas, cabizbajo con prudencia Fausto salía de la gran casona, se sentó en el parque a esperar, de pronto ve en su delante estacionar ese auto de fina línea, se subió rápidamente acostándose en el asiento trasero, luego de un tiempo le hizo que se siente, en un par de minutos se detuvo, el niño se bajó del auto para subirse sentándose junto Fulgencio como copiloto, las piernitas eran manoseadas, asimismo el penecito que estaba descubierto tras haberle deslizado el short que llevaba puesto, la casa de campo estaba en su delante, enseguida de llegar Fulgencio fue al baño mientras Fausto cerraba con llave por cualquier cosa, le llama y va al baño escuchando a sus amo patrón orinar y mientras Fulgencio terminaba de orinar agarró su trasero y Fulgencio sonriendo le quita la remera y así también bajando el short dejándolo desnudo, los pies se deslizaban alejándose de las sandalias, ya empezaba Fausto tocándose el pene mientras miraba que Fulgencio también se desvestía diciéndole que acaricie su pene y así lo hizo Fausto con su cálida manito, empezaron a besarse, esta vez con mucha tranquilidad con seguridad y confianza, la autoridad de Fulgencio primaba, por eso Fausto le obedecía en todo y por esa razón se habían cuidado de no ser vistos entre la gente, ahora estaban solos y podían dejarse llevar, tenían los penes muy duros, se abrazaron rozándoles, Fulgencio se chupa un dedo que luego fue a al culito de Fausto, le dijo en detalles lo que había visto en aquella fiesta de días anteriores con el niño de tres años, le acarició el pelo en señal de jocosa aprobación por lo que había hecho asegurándole al niño que no le contaría a su padre lo sucedido, ello le estimula a la confianza pese a su carita cabizbaja por el recelo y vergüenza, Fulgencio estaba orgulloso de haberle motivado a esa inclinación sexual, tragando saliva y con mucha excitación le preguntaba si se dejaba coger ahora, a lo que Fausto tímidamente asintió mientras se aguantaba los jadeos viéndose los cuerpos desnudos, acerca la cabeza de su pene adulto a los labios infantiles rosándolos a su vez, el pequeño indígena entendió y abrió la boca empezando a chupar y lamer la punta del glande de pene de piel blanca, le acariciaba y daba ánimos, poco a poco metió más a su boquita chupando mientras ya dos dedos se deslizaban por la columna y jugaban en su culito, ya no aguantaba más el alto deseo, lo marcó llevándole a la recamara acostándolo boca abajo en la cama mientras se sacaba saliva, fue por el bote de crema, se la unta en el potito y se pone en el glande, se apoya detrás suyo y empieza lentamente a empujar el pene dentro, Fausto dentro de sí deseaba esto tanto como Fulgencio, en Fausto estaba ya desarrollando su metamorfosis, Fulgencio nota que el nene pone relajado su anito y solo costó un poco meter la punta, soltó unas lagrimitas salieron en su carita sin dejar de gemir y jadear, le pregunta si podía seguir, Fausto le dice “Si mi amor, pero ten cuidado”, Fulgencio sorprendido por la confianza lo colmaba de besos en el cuello y en el pelo, “sí, mi amor, lo haré como tú quieres”, se inclina sobre él para besarle mientras empezaba un suave vaivén con el que iba metiendo más hasta que tuvo la mitad dentro, espera a que se acostumbrara al vaivén por unos minutos, “¿ves Faustito?, te lo estoy haciendo con amor” Fausto sentía rico, sus manitos se aferraban a los brazos de Fulgencio que ya estaban extendidos y empezó así a coger ese suave culo recordando que ese pene tomó la virginidad para sí, Fausto solo gemía, Fulgencio le dijo que repita con él la siguiente frase: “Así amor que rico siento, me gusta cómo me lo haces, quiero ser tu esposa amor por favor”, el pequeño indígena precioso repetía la frase salida de sus carnosos labios: “Así amor que rico siento, me gusta cómo me lo haces, quiero ser tu esposa amor por favor” y lo hizo repetidamente mientras el pene entraba y salía a la vez que Fulgencio le decía: “Si mi nene te haré mi esposa, te llenare el culito de lechita y serás mi mujer” le respondía mientras se movía más rápido acariciándole todo su cuerpo, su pelo, sus nalguitas, su estómago y sus pezones que estaban tan duros como su penecito, no pudo más y empezó a vaciarse dentro de él mientras le repetía cuanto le amaba por esa entrega, al sacar el glande estaba con restos de semen, el niño lo vio, aún sus manitos seguían fijas en los brazos de su iniciador, vio que volvió a meterle en su culito, en ese instante de meter y sacar estaban besándose, sonrientes los dos, no paraban de besarse “siente cómo te amo” le decía “siente mi pene en tu potito, nunca lo olvides” le decía eso con un fuerte y seguido meter y sacar, Fausto sentía en sus entrañas todo ese tronco de pene, así, mientras ahora Fulgencio sacaba el pene, Fausto se veía ese potito abierto y un poco rojo, Fulgencio lo volvía a meter, cada vez más adentro, se lo metía como desaforado, hasta quedar quedito acostado sobre el cuerpo de niño indígena precioso, de pronto, Fulgencio abrió sus ojos, sus pensamientos y recuerdos mentales se diluyeron recordando aquel ayer, volvió a la realidad, sintió el manoseo del masaje en su espalda, recordaba que semanas después lo encontraron al padre de Fausto tendido en una calle estrecha, había sido víctima de un atropellamiento, la causa había sido su borrachera, el pobre hombre indígena no había soportado la muerte de su mujer parturienta y su hijo muerto en aquel hospital, en realidad había sido una mala práctica médica, su muerte había sido instantánea, Fulgencio corrió con los gastos, ahora Fausto quedaba sin padres en la vida, su abuelo paterno se hizo caso de la protección del niño, Fulgencio tendido en el masaje se preguntaba qué pasaría con la vida del niño en este último tiempo tras haberse ido al interior del país de la canela, lamentó saber de aquella decisión y lo dejó ir; kilómetros de allí, un niño precioso vestido con harapos era llevado de las manos por un joven mayor de edad y con otro quinceañero adentrándose en el sendero de monte tupido, divisaron una cabaña, entraron y lo desvistieron, “así, nenita, estás linda”, ya en instantes los tres cueros estaban desnudos, cada uno se daba la posta para bailar con el pequeño en el entablado que chirriaba ante el peso, lo acostaron sobre un catre improvisado, el mayor de los muchachos lo acomodó acostándole bien, le hizo abrir de piernas, la lamió y chupó el penecito, el nene se limitaba a gemir y a mirar, luego le hizo abrir las piernas apoyando sus tobillos en hombros del muchacho mayor de edad, le puso saliva en el hoyito, vio que el pene ensalivado entraba en su ano, empezaba a gemir a ojos cerrados “¿ansina que lo deseas?¿eh?¿verdad?¿verdad que te gusta?, ¿verdad? ¡Sí! ¡Te gusta! ¡Joto!, ¡te gusta que te lo dé por aquí!” pero de inmediato abrió los ojos, vio el cuerpo del muchacho quinceañero sentado sobre sus pechitos “por aquí también te gusta, jotito, je, je” le hizo que abriera la boca y le introducía el pene, paradójicamente el tamaño del muchacho quinceañero era más grueso y largo que el de dieciocho años, así a la vez sentía ser penetrado por el ano y la boca, sintió el chorro de lechita dentro de su culito, lentamente el pene lo iba sacando, las piernas quedaron sobre el catre así tendidas, se pasaba sus manitos por el culito tocando el semen salido por su hoyito mientras el pene del quinceañero seguía bombeando la boca, tiempo después el pene salía del glande y ese semen era depositado dentro dela boca, el nene quiso levantarse pero no podía porque el quinceañero seguía sentado sobre su pecho, el glande rozaba las mejillas dejándole restos de semen en su piel, se apretaba la punta y esas gotas rozaban los labios carnudos de precioso niño indígena, lentamente se apartó del nene, ambos muchachos se vistieron y salieron en presurosa carrera del lugar dejándole acostado y pensativo viéndose su cuerpo desnudo con semen en su piel, caminó lentamente en el entablado, se acuclilló en un rincón de la entrada poniéndose a micciar viéndose el penecito con restos de semen, salía la orina y a la vez le dio por pujar defecando el semen también salido de su potito, el niño precioso de rostro pujaba y pujaba, y en cada exhalación de pujar salía el excremento, sus manitos se las miraba apoyadas en sus rodillas y sus pies descalzos, al momento de pujar de sus labios carnudos salía un nombre de aquella persona que le dio que nunca lo olvide: Fulgencio.
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La joven Justin Daniela estaba acicalándose el pelo con suma pausa viendo por la ventana el pasar de los peones a caballo en uno de esos cabalgaba Bonifacio de quince años, había tomado un cuerpo musculoso atrayente a la joven, hizo pausa en su marcha viéndola con gestos de cariño, besos mutuos disimulados, con gestos le hizo conocer que la esperaba en el lugar de siempre, la chica contenta siguió con su tarea, Clemencia había visto a prudente distancia, la chica bajó al desayuno con tono de ira hizo un aparte al pequeño Luis Alfonso que se le acercó a gateo, Clemencia tomó a su hijo llevándolo a la cocina, la chica tomó su chamarra vaquera tenia puesto un jean ajustado al cuerpo muy sexy, montó a caballo a pausado galope, rodeo el lugar de entrevista con su amado ya se acercaba la media mañana y su ansiedad aumentaba, de lejos escuchó el fuerte galope, su cara llena de alegría salió al encuentro de su amado abrazándose y besándose alocadamente por largo rato, el bulto del pene vestido rozaba la entrepierna de Justin, lentamente se acostaron en el suelo dando roles en las hojas secas no parando de besar apasionadamente ya que la necesidad de tenerse era grande, continuaron con su amor quitándose lentamente la ropa aliento con aliento chocándose en la piel que se ponía de gallina, la calentura en incremento, ya más de medio cuerpo desnudo pocos segundos después piel a piel a plenitud rozándose conjuntamente con sus genitales, besos repetido con lengua experimentaban una sensación de placer absoluto en ella, él tomó su pene y le rozó la entrada de la vagina, ella voluntariamente abrió las piernas rozándosela con los dedos, Bonifacio con su pene descubierto en la punta rozaba la vagina y muslos de la chica, el muchacho dio de besos a la piel femenina en el vientre, muslos llegando a oler esa vagina, no quiso esperar más arrodillándose delante de ella puso las piernas en su hombro masculino, el glande rozaba arriba abajo la vagina, le pregunta si le gustaba, ella respondía “sí” entre gemidos, entró un poco del glande ensalivado con anterioridad, ella respondió con un alto gemido cerrando los ojos, apretando las manos y frunciendo la boca, ambos sudaban, metió otro poquito, ella gemía, le había dolido un poco, él hizo pausa, se paró, ella acostada miraba ese grueso pene con venas y pelo negro, él tomó un poco de saliva y la pasó por el glande de nuevo se arrodilló e intentó metérselo con las piernas en el hombro, pero ella nerviosa hacía movimientos torpes para que no continuara Bonifacio con sus intenciones de penetrarla, el quinceañero no quiso seguir, quedaron abrazados así desnuditos, los dedos del muchacho recorrían la espalda de la chica, la puso completamente boca abajo, abriéndole las nalgas, ella quiso oponer resistencia cuando sintió la saliva entrar en el ano en abrir y cerrar de nalgas, Bonifacio pidió a Justin que se quede quietecita, que iba a gozar, que no pasaría nada, el pene lo rozó por toda la espalda en la espina dorsal llegando al coxis metiéndose entre las nalgas, ambos gemían, Bonifacio veía las manos de Justin haciendo puños con las hojas secas, su pecho se acostó sobre la espalda de la chica de doce años los dedos de Bonifacio rozaban la piel tersa de Justin, la calentura corporal se incrementaba, la nariz del muchacho se metía en ese pelo lacio largo, siguieron los besos en el cuello y en la nuca, la chica abrió los ojos viendo el glande de Bonifacio que rozaba sus mejillas, de inmediato se dio la vuelta viendo al chico arrodillado frente a ella agitando el pene y acercándose, ella se puso boca abajo, el pene rozaba sus labios, mejillas, frente y comisuras, bajaba por el mentón a la garganta y seguía su recorrido por el vientre hasta llegar a rozarle los labios vaginales, ambos genitales muy húmedos se rozaban con piel caliente, los besos no se hacían esperar, el chico le abrió los muslos para besarlos con delicadeza cerrando los ojos sintiendo la tibieza del palpitante cuerpo, la muchacha tenia cerrados los ojos, se dejaba llevar, sintió el pecho el muchacho y sus besos en la frente, el pene rozaba la vagina, con breve pausa unieron las frentes, ella sentía sin abrir los ojos que el pene entraba en su vagina, rápido una reacción de quite, el chico insistía en su propósito, ambos cuerpos desnudos pegados entre sí, Bonifacio acostado encima de Justin, ella a punto de desfallecer desvirgada pero la magia se rompe cuando la espalda del muchacho siente el golpe de una hoja metálica fría de machete con fuerza proveniente del doctor Pérez, lentamente por el dolor el muchacho se hizo a un lado de la chica recibiendo en una pierna el golpe del machete de canto, la muchacha abrió los ojos y de inmediato buscó la ropa para cubrirse, el doctor iba a asestar el tercer golpe pero unas manos se le interpusieron con voces lastimeras, el muchacho como pudo tomó su ropa y salió en carrera ante la mirada furiosa del doctor que sin palabras forcejeó con su hija dándole cachetadas luego ordenándole que la acompañe, ya en casa se encerraron el en cuarto del doctor, los golpes siguieron, tuvo que intervenir Clemencia ante los gritos de la muchacha, el pequeño Luis Alfonso abrazado a las piernas de su madre lloraba de solo ver los gritos y golpes que el doctor le daba a Justin, era el sentimiento de hermandad, curiosamente el niño con el pasar del tiempo tenía un leve parecido a su media hermana Justin, el doctor se calmó ante los ruegos de Clemencia abandonando la habitación, llamó a dos peones para que lo acompañen a casa de Bonifacio, habló con los padres del muchacho diciéndoles la afrenta que había sufrido y de inmediato con prepotencia ordenó a los padres de Bonifacio que se fueran icsofacto de sus propiedades, les dio una miseria de dinero, avanzada la tarde Bonifacio y familiares salían de la propiedad, con lágrimas en los ojos el muchacho sentado en la carreta se sobaba las heridas causadas por la paliza que sus padres le dieron, se iba alejando sin dejar de ver a lo lejos la estancia, a los pocos días también se iba Justin a un internado de monjas en la capital, fue dura la decisión que tomó el doctor pero consideraba necesario, las entrevistas que tendrían eran cada vez más alejadas del tiempo, ese espacio dejado por las impertinencias de Justin le dieron a Luis una mayor aproximación a su padrastro para dialogar aunque ya estaba marcada la distancia y solemnidad, Luis era testigo como al pasar el tiempo Clemencia ganaba credibilidad en las decisiones tomadas por el doctor por consejo de ella, pese a todo la relación secreta entre Arnulfo y Luis continuaba en sus entrevistas por el rio o en alguna parte de las montañas, a veces tocaba pasar por el camino que conducía al monte palomar conocido así por la cantidad de palomas que viven por el sector lleno de frondosos árboles y monte tupido cuyo único acceso es a pie o a bestia, desde lo alto de la loma Luis observaba la casa del campesino, sus ojos se llenaban de lágrimas con sentimientos encontrados, se resistía aceptar la verdad de su nacimiento dicha por su madre, sin pensar más galopó con premura alejándose del lugar sin ser visto.
… FINAL DEL QUINCUAJÉSIMO PRIMER EPISODIO
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