METAMORFOSIS 53
Rutas dramáticas.
La mañana se presentaba fresca apareciendo un sol radiante, los vientos arrasadores sobre la loma inquietaban a Mauricio recostado debajo de un árbol frondoso viendo desde la cima de la loma todo el paisaje lleno de verdor, era sábado, los pájaros revoloteaban el lugar sombrío, estaba bien descanso matando el tiempo en la tranquilidad del campo, bostezaba repetidamente viendo complaciente las faldas de las lomas y a lo lejos el sonido del río que le relajaban, estiraba su cuerpo pues le vino la pereza y con ella el pene erecto teniendo sensaciones agradables manoseándoselo, así las deslizaba metidas sus dos manos dentro de short de tela raído que llevaba puesto causa de su humildad campestre, deslizó la cremallera sacando el pene descubierto, algunos pelitos cortos le estaban saliendo en la pelvis, sonreía a labios mordidos del gusto y deseo, deseaba un culito, se ladeó deslizándose la ropa pasándose el dedo por la rayita del culito, los dedos frotaban el pene, cerraba los ojos pensando en los culitos que se había comido, también, pensaba en como lo cogían, de solo pensarlo, la sensación de gustito y deseo por coger se incrementaba, ya el muchacho de campo pasaba de los trece años cumplidos, la pubertad le estaba llegando, el aumento de calentura corporal también, cortó su placer viendo a lo lejos a dos figuras una adulta y otra infantil, ya cerca sonrió al verlos, de inmediato escondió el salido pene, bajó la loma a su encuentro, la mujer llevaba a un niño agarrado a sus manos, Mauricio bajó la loma en precipitada carrera yendo a su encuentro, tomó la otra mano libre del niño y continuaron caminando, ese niño era muy blanquito le decían “gringo” de cariño por su pelo rubio, era hijo del hijo último de la señora que tenía seis hijos que se fueron a buscar mejor vida a la ciudad a causa del maltrato físico verbal que le daba el padre borracho iracundo y este niño era su primer nieto que por esos meses lo cuidaba ya que los padres del niño pasaban viajando ya que su vida era de comerciantes, llegaron a un rancho donde estaba un hombre de carácter difícil muy malhumorado tanto así que en cuanto la señora llegó profirió miles de malas palabras y entredichos que asustaron al niño y a Mauricio, el hombre estaba como un gran energúmeno producto de su resaca reclamándole a la mujer el motivo de sus ausencia sin avisarle, se creó una discusión entre adultos, en una pausa la señora pidió a Mauricio que lleve a pasear al niño para que no escuche la discusión, Mauricio muy cauto con forzada sonrisa de asombro aceptó el pedido de su amiga, la señora era muy amiga de su madre y le obedeció llevando al niño a caminar por el monte, en ese recorrido pasaron por una vegetación muy alta, arrimaba al niño, estaba unido a su pecho, luego de un rato ya Mauricio lo llevaba tomado de la mano, hicieron un alto por un riachuelo que kilómetros más adelante desembocaba en el río, hicieron un descanso sentándose sobre un tronco de árbol caído que estaba de orilla a orilla a manera de puente, miraban el correr de la cristalina agua, decidieron ir a la orilla a tomar agua, el calor mañanero se acentuaba, el niño de cuatro años inocentemente se deslizó su short acuclillándose para defecar delante de Mauricio que lo quedó mirándolo por unos instantes, el verlo orinar y escuchar sus pujes al defecar lo calentaron de piel tanto que se llevó la mano a manosear su pene erecto en la piel, el niño como si nada moviendo los pies estando acuclillado agarró unas hojas y se limpió el trasero, Mauricio ya muy caliente sacó el pene por la cremallera abierta, miraba a todos lados con la sensación de no ser visto debido a lo apartado del lugar, su pene con vellos cortos lo iba agitando rápidamente y lo pasaba por las mejillas del niño que inocentemente se dejaba, lo levantó haciéndolo que se pare, el short del niño estaba ya en sus tobillos, Mauricio desabotonó su pantalón corto cayendo a sus tobillos acercando su pene erecto al penecito del niño que lo tomó con las manos por las nalgas, los dos penes se movían, Mauricio ya tiempo atrás lo había hecho con el niño, el movimiento de caderas iba en aumento, el niño correspondía inocentemente abrazándolo de las caderas de Mauricio, se despojaron de la ropa de los tobillos y lentamente cayeron en el suelo, rieron dando roles en el suelo, tiempo después Mauricio lo acostó encima de su pecho contra pecho uniendo las frentes, lo deslizó por su cuerpo, la carita daba a su pecho, le abrió las nalguitas con las manos, nuevamente el movimiento de caderas, los dedos pasaban por la raya del traserito del niño, le hacían tiritar, se los llevaba a la nariz oliéndolos y haciéndole pasar esos dedos por la nariz del nene le decía “huele de culo” luego Mauricio se lo pasaba por su culito y le decía de nuevo al niño “huele de mi culo”, así luego se levantaron, el dedo pasó por la nariz de Mauricio de nuevo, así que le hizo gestos al niño de bañarse desnudos en el riachuelo, se quitaron el resto de ropa entraron al agua, lo arrimó a la roca grande haciendo que el pechito se pegue bien quedito, Mauricio detrás rozaba el pene por la piel del traserito de niño, se le ocurrió en ese momento tratar de meter el glande en le traserito apretadito del niño, el hoyito virgen estaba bien delimitado por esos voluminosos glúteos, Mauricio lo intentaba con dificultad, el niño gemía, ya casi con ayuda del agua lo iba a penetrar más cuando de pronto Mauricio vio caer piedras por el agua cerca donde estaba, de súbito con temor lo soltó al niño apartándose lo más que pudo y fue escondiéndose entre las rocas con monte tupido teniendo miedo de haber sido visto, escuchó risas fuertes y el bramido de un caballo, se apeó una figura con voz conocida para Mauricio, era Luis Izaguirre, nieto de Rodolfo Buonanote, que no paraba de reír agarrándose la tela que vestía el pene erecto dándose masajes de placer, se sentó en una piedra haciendo gestos con la cara viendo sentado al niño sobre una piedra cuyas piernas abiertas mostraban su pene agarrado con una mano y con la otra rascándose el trasero después de tanto frote de pene, Mauricio salía lentamente de las piedras donde se había escondido, se saludaron, Luis continuaba observando esos cuerpos desnudos, el niño se bajó de la piedra y se arrodilló a jugar en la arena, se mostraba el hoyito rosáceo de su culito, sin inmutarse Mauricio se acerca por detrás y le roza el pene por el trasero haciéndolo acostar totalmente sobre la arena, a vista de Luis allí siguió con los movimientos alzados y bajados de cadera, lo hacía viéndole a Luis que se seguía a lo lejos y al ver eso sin miramientos se quitó la ropa quedándose totalmente desnudo su cuerpo de veintiún años, su piel era más blanca en la caderas donde se ponía el calzoncillo, su pene peludo blanco erecto era agitado y apretado del glande con mucha delicia por las manos, se metió al agua, de ahí miraba a Mauricio que reía haciéndolo revolcar al niño simulando jugar a las luchitas, encima dl niño acostado Mauricio alzaba y bajaba las caderas frotándose los penes, Luis se unió, los tres quedaron acostados de perfil, el niño en medio de los dos, sus piernitas eran cruzadas por las piernas de Luis y Mauricio, eso al niño le gustaba al sentir ese suave roce con leves caricias, sintió el roce del pene de Mauricio en su penecito y el roce del pene de Luis en su trasero que se movía con fuerza, la piel del trasero del niño sintió humedad producto del líquido preseminal salido del glande de Luis, lo abrazaba por detrás a ojos cerrados sintiendo ese cuerpito por primera vez, Luis olía el pelito húmedo mientras de frente acostado de perfil Mauricio también le abrazaba uniendo los brazos con Luis haciendo que su pelvis roce el penecito, los tres dieron roles maravillándose el niño por esas acciones sobre la arena, le acariciaban las tiernas piernitas, culito y espaldita, el sol hacía de fuerte sus rayos, Luis se lanzó al agua y fue al morral a sacar una barra de chocolate, se la entregó al niño que brincaba gustoso sobre el agua en la arena, vieron lo gustoso que estaba el pequeño, se sentó a disfrutar de la golosina, los pies alargados de bajo empeine del nene le llamaba la atención a Luis, le dijo que recibiría otra barra si jugaba algo mejor, el niño brincaba asintiendo gustoso, así que lo llevaron monte adentro, allí eligieron un lugar más seguro para sus deseos sexuales, al niño lo acostaron sobre arena, no dejaba de sonreír al escuchar que recibiría su premio, solo que fuese bien valiente, el niño asentía, primero Luis le pasó el pene por el trasero cayendo su pecho sobre la espaldita empieza rozándole el culito con el pene mientras Mauricio se sienta en su delante con las piernas abiertas haciendo que el pene le roce en los labios infantiles, así, el nene al momento de recibir roces del pene de Luis también recibía roces del pene de Mauricio en sus labios rosáceos con restos de chocolate, ahora Luis se aparta pues luego Mauricio siguió con lo mismo cambiando los roles, Luis se sentó sobre la arena abierto de piernas acercando su pene erecto a la cara del niño acostado en la arena y que su trasero seguía recibiendo los roces del pene de Mauricio, Luis puso el pene a rozar los labios del niño, Mauricio sonreía sin dejar de mover las caderas con los brazos estirados con las manos apoyadas en la arena a los extremos de las costillas del niño, el glande Luis lo metía entre los labios del niño, lo levantaron al pequeño, su pechito estaba lleno de arena igual su pene y pelvis con las piernas, Luis guió las manitos del niño que se apoyaron en la arena con los brazos estirados, las rodillas también sobre la arena, Luis puso al niño en posición perrito, Mauricio observaba, Luis se sentó sobre un tronco, abrió las piernas el pene estaba erecto agitándose por las manos, Mauricio hizo acercarse al niño hasta que su boquita era rozada por el glande de Luis, el niño abrió la boca el pene de Luis se introdujo fueron cortos segundos los que estuvo adentro, el niño no podía mamar el pene, tanto insistir por Luis que el pequeño a base de caricias lo iba logrando meter lamer y chupar el glande, esos labios rojos con saliva rozaban con la piel del tronco del pene de Luis, Mauricio pidió su turno sentándose donde estaba Luis y le introdujo el pene en la boca tomándolo de la cabeza, Luis por detrás del nene le rozaba el pene en el trasero, escupió su glande y el trasero del nene liberándole con los dedos algo de arena impregnada en la piel, Luis estaba excitado, en su rostro se dibujaba el deseo de penetrarle con su pene ese hoyito delicioso de niño lindo de piel blanquita, escupió por repetidas ocasiones el trasero del niño, el pene blanco de Luis entraba entre las nalgas blancas del niño, al principio sintió un gran placer a rozar esa piel suave y delicada, Luis empujó con la cadera, el niño sintió el efecto del glande en la entrada de su ano, impresionado le dejó de mamar el pene de Mauricio y cayó de pecho a la arena, todo esto sin dejar de gemir viendo a Luis con extrañeza que le sostenía de las caderas sin soltarle, aferrándole así firmemente a su cuerpo, era cerradito, no se podía, el nene empezó a sollozar, Mauricio le decía que no siga, que era muy pequeñito, que mejor lo deje así, Luis contrariado le hizo caso, se apartó del niño quedando acostado en la arena, Luis se puso en pie y delante del nene Luis con autoritarismo típico de ser descendiente de los aristócratas terrateniente le ordenó a Mauricio se acueste de pecho sobre el tronco, con firmeza le abrió el trasero, le escupió y le metió todo el pene, el niño miraba con ojos pocos llorosos cómo el pene de Luis le entraba y salía del trasero de Mauricio que en su cara se dibujaba placer y pedía más, el sollozo del niño iba disminuyendo hasta hacerse nulo, no entendía lo que ellos hacían debido a su corta edad, después Luis hizo un alarido fuerte de placer, era que le había dejado el semen dentro del ano de Mauricio, se separaron, Mauricio de cuclillas pujaba botando el semen de su ano, el niño miraba todo eso con detenimiento, Luis se encorvó sobre el tronco empinando el trasero haciéndole señas para que Mauricio se acerque, el pene de trece años lleno de saliva entraba por ano de veintiún años, el meter y sacar hacía gemir a Luis dibujando en su rostro un gusto que el niño miraba fijamente, las caderas de Mauricio se movían repetidamente y lo embistió hasta el cansancio quedando los dos acostados en la arena, Luis se fue a limpiar en el agua y le regaló la barra al pequeño que brincaba de gusto en la playa, se bañaron y se vistieron igual los tres, Luis los llevó en su caballo, el niño iba adelante, Mauricio iba a pie, Luis aprovechó en besarle el pelo y las mejillas cariñosamente en repetidas ocasiones, llegaron al rancho, para Luis era la primera vez que llegaba a ese apartado lugar guiado por Mauricio, la señora salió al encuentro, el niño se bajó lentamente del caballo con la ayuda de Luis que fue abierto de brazos a su encuentro, fue un corto diálogo cordial, Luis se despidió a prudente distancia montado en su caballo sin palabras, sólo con gestos, estaba apurado, así se despidieron con simpleza, le agitaban las manos Mauricio y la señora que tenía marcado a su nietecito, le preguntó por el joven, Mauricio le informa que es hijo de Andreina Buonanote, nieto de don Rodolfo Buonanote, la piel de la humilde mujer de campo se crispó de la impresión al escuchar ese apellido, tragó saliva lentamente y más lo abrazó a su nieto, ella exclamó al viento con fuerte suspiro, las cosas de la vida, después de tantos años, fue aquel segundo día de marzo de 1941.
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La mujer anciana de color recorría como si fuese un fantasma los campos por donde anduvieron sus seres queridos que ahora no estaban, lentamente ya a sus casi ochenta años había visto tanto en esta vida que la nostalgia la embargaba, sus recuerdos se remontan hacia aquel año de 1870 pisó territorio continental del país de la canela, a sus nueve años ya sabía lo que era sufrir, había nacido en una aldea en el mar Caribe, descendiente directa de africanos traídos como esclavos, su vida siempre ha sido de servicio, fue una de las últimas mujeres de color que lograron ser libres de esclavitud, la felicidad la conoció con su esposo que se hizo a los catorce años, con él tuvo doce hijos de los cuales vivos quedaron cinco, la guerrilla y la peste de ese entonces cobró la vida de su amado y quedándole solo su hija que al poco tiempo se hizo de un hombre blanco, se quisieron mucho, naciendo Lastenio en 1914 y luego Griselda en 1917, aún no se explica el asesinato de su nieto y no sabe de la vida de su nieta que ahora tendría 24 años, sus pasos lentos tocaban el fino entablado de la estancia Buonanote, se sentó con respiración acelerada llena de llanto viendo las fotos de sus seres queridos, las llevó a su pecho, no perdía la esperanza de encontrar a su nieta, rogaba para que así sucediera.
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Carlos Felipe del Olmo tomaba un avión con deseo de viajar por un buen tiempo al exterior con su novia quedando Serafín y Hermógenes al cuidado de la empleada y dos sirvientes, la opulencia de su vida se había incrementado, atrás quedaba ese mal recuerdo de su hijo perdido, Serafín de 12 años había ocupado ese vació y también en menor grado lo hacía Hermógenes, el inquieto Carlos Serafín ya tenía el apellido de su verdadero padre: Del Olmo, él era descendiente de nobles Hidalgos españoles, pese a tener linaje su orgullo se menguaba con su humildad lo que hacía que su padre lo quisiera más, su medio hermanos Hermógenes se dedicaba por completo al estudio de medicina, amaba la vida, mientras que Serafín daba gusto por los negocios, la pequeña Emérita de siete años hija de la empleada correteaba por el pasillo, Serafín acostado en su cama cubierto de sábanas por el frío se restregaba su pene con placer, escucho a la nena y con gestos la hizo entrar a su cuarto, la vio tan dulce y tan linda que la hizo recostar en el extremo de la cama su espalda sobre el colchón y su cadera al costado de la cama, no esperó tanto, vio su pene erecto punteando la tela suave de su pijama pidiendo sexo, su naturaleza de pacer lo reclamaba, de un tirón le bajó la pantaleta que llegó a los tobillos, luego se deslizó el pijama mostrándole el pene erecto lampiño a la nena, se puso encima de su cuerpo con su pene rozando los labios vaginales entrelazándole los dedos, ella pujaba por el peso, él rozaba el pene virgen por la vaginita, la hizo dar vuelta y le rozó el pene por largo rato hasta cansarse teniendo palpitante el pene y luego la soltó, le subió a pantaleta y le dijo que se fuera, ella muy risueña por lo que había hecho se fue algo pensativa del recelo, Serafín volvió a meterse en la cama en posición fetal se manoseaba el pene por dentro del pijama, el frio de la capital ameritaba para eso.
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Los amplios portones de la casa se abrieron dando a ver la opulencia de la mansión, el hombre de negro con pasos agitados retumbaba el eco de sus botas por el corredor de paredes acústicas, la servidumbre que pasaba por ahí le hacía reverencia, el hombre continuaba con su paso acelerado con mirada fija hacia adelante, una puerta dorada brillosa se abrió dejando una estela de luz tenue, un hombre edad madura estaba sentado sobre un sillón morisco, el piso reluciente con alfombras persas, cortinaje de primera y adornos de barro y cristal rodeaban la personalidad del prestante hombre al que se les unió una dama de mediana edad, vinieron los abrazos y no tanta alegría con entusiasmo, los sirvientes se limitaban a observar la plática de lejos de las tres personas, las manos fueron a la cara de la dama, el señor asintió con cara al piso y una sonrisa de nostalgia, luego vino la bebida y la comida, el hombre salió presuroso no sin antes darle el hombre adulto una bolsa de fino cuero, al salir el hombre de negro, las dos personas se abrazaron con sollozos, después todo quedó en calma en el lugar, calles abajo un gran auto llevaba al hombre de negro a la estación de trenes, durante el trayecto rozaron la humanidad de un muchacho que de milagro logró evitar la embestida temerosa e imprudente a la vez, sus libros regados por la calzada fueron recogidos por una chica de sonrisa admirable ella de piel morena clara, él, de piel blanca pelo castaño claro, fue un cruce de risas y él la invitó a una soda en agradecimiento por su accionar, mientras tanto, el hombre de negro cavilaba, tenía claro sus propósitos, los planes cambiaban con la existencia de ese niño, era su esperanza de vida y la de todos sus conocidos, ya se verá lo agraciado del momento, y la dicha segura de que conozcan la descendencia de aquel aventurero, tomó el tren y se dejó llevar por su ruta, al pasar por el pasillo lo hizo tan brusco tocando a una señora con dos niños que iban durmiendo a causa del movimiento del tren, al sentir el roce del hombre de negro la noble mujer se despertó viendo a su alrededor la causa del movimiento brusco, sus hijos dormían aún plácidamente, eran dos niños humildes que los separaban dos años de vida, ella se había quedado dormida por sus pensamientos, estaba muy triste, la vida que llevaba con su esposo no era la adecuada, aquel mujeriego se jactaba de tener mujer y amantes preciosas, que dizque hacía hijos hermosos, irresponsable decía ella refiriéndose a ese mal hombre al cual se entregó con engaños, supo tristemente que una de sus amantes esperaba un hijo suyo, abrazó a sus hijos que eran la fuerza de su vida, aquel niño rubio tenía entreabiertos los ojos mientras la niña de edad menor que la de su hermanito tenía el de pelo castaño oscuro y dormía plácidamente, la mujer suspiró con angustia, ya pronto llegaría a su destino, el pueblo de su niñez, asientos atrás, el hombre de negro ansiaba llegar a su encuentro con esa noble muchacha convertida en mujer, tronaba los dedos de ansiedad y desesperación inaudita, costaba relajarse y conciliar el sueño, distaba de muchos kilómetros para su encuentro, un sentimiento de un no sé qué angustioso invadió su pecho y su mente, cuya fijación estaba presente en la cara de ella, quizá era ternura, pero no debería ser, no podía ser, apretó los nudillos de las manos recias, se dijo para sí mismo que primero tendría que cumplir con su gran tarea, luego será lo que tiene que ser.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO TERCER EPISODIO
Me gusto sigue contando amigo saludos ya espero los siguientes.. 🙂 😉 🙂 😉