METAMORFOSIS 54
Agradables momentos.
Los gritos juveniles retumbaban las paredes, llenos de vida los colegiales recorrían las paredes el año escolar de aquel abril de 1941 transcurría con normalidad, la rigidez de estudio no menguaba el ímpetu de vida de los colegiales que de vez en cuando se daban un espacio para el jaleo propio de su edad, Gustavito compartía el aula de clases con un compañero que era simplemente estudioso, hicieron amistad fluida, para Gustavito era su primer año en ese centro de estudios, su abuelo Rodolfo Buonanote le daba el estudio, confiaba en él, en definitiva era su nieto favorito y no escatimaba en gastos, le puso una empleada para que lo atendiera en sus estudios ya que vivía en la capital, Rodolfo estaba seguro que las habilidades de estudio de su nieto iba a hacerlo un gran prospecto, Noelia con pesar aceptó la decisión de su padre, periódicamente visitaba a su hijo, Gustavito conoció la capital gracias a sus compañeros y a su abuelo que lo visitaba tanto como podía, así iba pasando la vida de Gustavito en la capital, tenía un carácter apto para un buen desarrollo social, tenía muchos amigos pero asimismo varios detractores, las chicas lo contemplaban debido a su buen parecido porte, en el salón de clases optaba por hacer trabajos con los más aplicados, el cúmulo de deberes en muchos casos le restaba tiempo a divertirse, la vida quiso que Gustavito comparta el mismo salón de clase con Carlos Serafín del Olmo, otro buen estudiante y bien parecido muchacho, inclusive tomaban asiento juntos, tocó de hacer un trabajo juntos, Serafín lo invitó a su casa, recordaban su infancia, Gustavito aceptó, ya a media tarde la bocina de un Chevrolet del 40 tocaba su clacson estacionado a la puerta de la casa donde vivía Gustavito, el muchacho salió presuroso, lo esperaba Serafín en el interior del auto, el vehículo tomó marcha en dirección a casa de Serafín, su amigo miraba con detalles el vehículo, Serafín sonreía complaciente, al bajar del vehículo Serafín tomó la delantera invitándole a pasar, cual fue la sorpresa de Hermógenes al bajar las escaleras que se le hizo conocido ese muchacho de pelo castaño muy claro, blanquito, de once años, Gustavito también tuvo una ligera sensación al verle cuando estiraba la mano, recordé, era Hermógenes aquel niño que en su infancia le cuidaba, Hermógenes el hermano de Serafín, se dijo Gustavito para si en sus adentros, no pasaron instantes cuando Hermógenes lo reconoció, si, si, si, dijo Hermógenes en sus adentros, es Gustavito hijo de don Gustavo y de doña Noelia Buonanote, al principio hubo un gélido trato de su parte para con el joven apuesto visitante descendiente de nobles hidalgos ibéricos y caucásicos, en contraste con la fijación de Hermógenes lo era la emoción sincera cordial de su medio hermano Carlos Serafín que lo invitó a pasar a la biblioteca diciéndole que su padre estaba de viaje por el exterior y que pronto tendría un hermanito, Gustavito Pozzo Buonanote le felicitó, luego de hacer la tarea, Serafín lo llevó a que conozca su cuarto, boquiabierto Gustavito miraba con detalles la casa, vio a la empleada corretear con su hija, Serafín reía mientras que por la tela se agarraba el pene dándose placer con disimulo de sólo verles.
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Los pasos acelerados de la mujer y sus hijos iban acelerándose tras la bajada del tren, uno de los niños tropezó torpemente, el hombre de negro le ayudó a levantarlo haciéndole luego una venia al despedirse, la mujer quedó admirada por el porte de aquel hombre, una carreta estaba esperando a la mujer y a los niños, de ella se bajó Noelia con una gran emoción los niños por primera vez conocían a su abuelita y todos se fundieron en un gran abrazo que significaba el perdón por lo que había hecho en fugarse con Sebastián, el hombre de negro observaba con prudencia a cierta distancia, Josefina con el pequeño Gustavo Andrés se unieron al abrazo, la siguiente parada fue a casa de don Rodolfo Buonanote y doña Micaela, la algarabía fue inmensa, los halagos eran para los pequeños hijos de Leonor, había venido a ver la tumba de su padre, un corto sentido de congoja invadió a los presentes cuando ella preguntó los detalles de la tragedia, pero poco a poco fueron superados por la charla y las ocurrencias de los niños, para don Rodolfo la vestimenta de su nieta Leonor no era la adecuada, igual que la de sus bisnietos, preguntó por su esposo, ella con voz discreta manifestó que no pudo venir por su trabajo, es corta y evasiva respuesta no complació por entero al anciano, sabía por intuición que había algo más delicado y no se equivocaba, Sebastián se había dedicado a la bebida y a parar en los burdeles con mujeres de vida airada, una de ellas esperaba un hijo de él, Sebastián ya no era el cariñoso hombre que ella conoció, con el nacimiento de sus hijos le vino la irresponsabilidad aunque se jactaba de tener a una hermosa hembra rubia como mujer y madre de sus hijos a los que consideraba poco, con intención de darles poco dinero para su manutención, Leonor vivía de la angustia y la pena rayaba en la necesidad, pero esa visita a su madre le daba bálsamo a su vida, sentía que había tomado buena decisión por le bien de sus pequeños, quería en parte revivir los momentos de su infancia y parte de su juventud, fueron varios días que pasaron juntas madre e hija, sin embrago, debía regresar, a fin de cuentas Sebastián era su marido padre de sus hijos, su madre le rogaba que nos e fuese de nuevo, amaba a sus nietecitos, sin embargo era el momento de actuar, de regresar, al partir le vino a su pecho una indescriptible congoja a Noelia, su angustia se incrementó cuando vio a su hija partir en el tren agitando las manos alegremente junto con sus nietecitos, esos agradables momentos que vivó con su hija serían los últimos en su vida pues meses después se enteraban que ella y sus hijos habían sido atropellados por un inconsciente conductor en su automóvil, los tres fallecieron en el acto, la noticia a Noelia le cayó como a un rayo, a través de la fotos de su hija y una que le había dejado de sus nietos en su última visita sería el momento para recordar todo lo hermoso vivido en su vida, le quedaba el amor de sus hijos Gustavito y Josefina y más el cariño de su nieto Gustavo Andrés Teodomiro , su gran alegría de vivir.
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A petición de la señora las vistas de Luis por esos meses fueron muy frecuentes en ese apartado rancho, la calidez y cortesía de parte de la señora hacia Luis no se hacían esperar, la mujer cariñosamente lo recibía con o sin la presencia de Mauricio y lo despedía en contraste con la fría forma de ser de su esposo, el niño ya había tomado mucha confianza con Luis, la señora le regalaba cualquier cosa a petición de Luis, era incondicional, el niño que se llamaba Leandro se había vuelto muy inquieto y tenía como manía la de rascarse el trasero o manosearse el penecito vestido eso lo calentaba a Luis que de pretexto buscaba pasear a caballo a Leandro, Amacilia no se negaba y los dejaba galopar, Luis con su pene abultado sobaba por detrás el traserito de Leandro empujándolo adelante y atrás de la montura mientras el caballo hacía los normales movimientos de galope, los besos en la cabeza del niño no se hacían esperar, también en las mejillas, cuello y nuca, lamía las orejitas con la lengua y chocaba su aliento en el pelito rubio del niño al que cariñosamente le decían gringo, el campo caluroso era testigo de los galopes, Luis sentía un especial cariño por Leandro, ese niño inquieto incondicional a lo que Luis le pedía o le mandaba a hacer, con un machete Luis cortó unos palos para hacer una improvisada ramada de juego, una vez ya terminada Leandro se metía muy alegre sin dejarse de manosear el pene y el traserito, en muchas ocasiones Luis jugaba con el niño a los roles por la arena, esa soledad del lugar le daba seguridad de ponerlo a Leandro acostado de pecho a la arena dejándose de las manos de Luis que deslizaba el short mostrándose un trasero bien rellenito abultado punteado al que Luis le daba de besitos y de mordidas que a Leandro le hacía reír, luego vendría el deslizamiento de la ropa de Luis que estaba colgada en los palos, los dos completamente desnudos rodaban por la arena, los dos abrazados de la cintura estaban con el pene desnudo, con sus caderas moviéndose, la carita de Leandro de cuatro años y medio se apegaba al pecho de Luis los dos acostados sobre la arena se manoseaban y a Leandro le llamaba la atención el pene peludo de Luis que cubría esos vellos, los dos quedaban acostados en la arena sobre la sombra del árbol viéndose los penes paraditos apuntando hacia arriba sin dejarles de manosear, Leandro iba conociendo y sentía delicia de esos movimientos de dedos en su pene, en ese instante recibió de Luis su primer beso que para él fue de sorpresa pero para Luis era colmado de deseo sexual, siguieron más besos, de a poco Leandro lo permitía, para Leandro eso se transformaba a su corta edad en agradable manera de pasarla bien, Luis había escuchado de la abuela Amacilia que muy pronto los padres lo vendrían a ver a su nieto para llevárselo a la capital donde habían encontrado residencia y un lugarcito para vender mercadería, por la mente de Luis pasó la necesidad que Leandro tenga un gran recuerdo de esos agradables momentos que lo pasaban juntos, lo puso a Leandro acostado sobre su cuerpo de pecho a pecho unieron sus labios dándose besos, de a poco Leandro correspondía, dieron una vueltas sobre la arena quedando el cuerpo de Luis sobre el cuerpo del niño y así lo volvió a besar, Luis se arrodilla en delante de Leandro alzando y poniendo sus piernitas en su pecho, el anito del niño estaba al descubierto con algo de arena que las manos de Luis limpiaron en lo posible, la nariz de Luis pasó por la entrada del ano en repetidas ocasiones, igual su lengua y chupada de labios lo que hacían retorcer a Leandro que ya tenía erecto su penecito, Luis escupió repetidamente el ano abierto por los dedos, se escupió el glande, los pensamientos calientes de Luis no eran otros que poseer a ese delicioso “gringuito” de suave piel y carita muy linda, Luis vio por unos instantes ese rojito ano contrastado con el color blanco de la piel del niño, el glande de Luis se puso a rozar la entrada del ano del niño, la soledad le daba confianza de continuar, solo el caballo estaba de testigo de esa escena sexual, el glande con saliva rozaba la piel de los alrededores del ano de Leandro, Luis le preguntaba al niño si le gustaba, Leandro respondía asintiendo no tan sonriente, entró un poquito el glande en el ano, fue así que de inmediato Leandro frunció las cejas mordiendo los labios con los ojos cerrados, luego otro poco de empujón, las manos de Leandro agarraban con fuerza la arena, pujaba y gemía muy seguido, el glande entró otro poquito, Luis le decía que aguante, lo tenía muy sostenido a Leandro que le decía que le estaba doliendo el “potito” Luis solo reía deteniéndose un poco, tomaba aire, se agitaba el pene y miraba el culito infantil poniéndole más saliva y metiéndole el dedo índice haciéndole fruncir, el cuerpo contraído de Leandro se relajó volviendo la respiración normal cuando sus dedos se apartaban, al poco tiempo del dedeo sutil en el ano de Leandro fue que Luis se paró delante de Leandro que había quedado totalmente acostado en la arena viéndole el pene peludo de Luis que lo agitaba notándose el brillo del glande ensalivado, tomó al niño de una mano y caminaron por la arena sentándose en la orilla a limpiarse con el agua, los piecitos de Leandro bien formaditos le gustaban a Luis aquellos dedos alargaditos se parecían a los suyos igual que su piel, había atracción, sí, la había para ambos, se notaba, el niño se sentó en la orilla delante de Luis que sujetó un pie alzado de Leandro y pasó a lamer el dedito gordo del piecito, también le chupó por unos instantes, Luis se puso en posición perrito con una mano abriéndose las nalgas con la otra metiéndose el dedo gordo del pie de Leandro que sentado sobre la arena reía ante tal ocurrencia, veía el hoyo rojo y abierto de ese ano velludo, Luis trataba de metérselo todo en su ano, Leandro seguía riéndose, tiempo después los dos se metieron en el agua, las manos de Luis se deslizaban por la piel de Leandro, le daba a notar con eso lo mucho que le gustaba, jugaron a lanzarse agua, corrían por la playa los dos cuerpos desnudos, Luis lo agarró por detrás dándole besos repetidos, cayeron a la arena dándose roles y besándose apasionadamente de parte de Luis que le enseñaba al pequeño a besar con lengua, el apartado lugar ameritaba para hacer eso, le dijo que se estuviera quietecito, le abría la boca y le introducía la lengua, luego, en lo que acostado que estaba de cara al suelo el pequeño, Luis se acercó con su glande que ya estaba entre las nalgas del niño, abrió con los dedos los glúteos poniendo el glande en la entrada del ano, hizo un empujón con la cadera que al niño le hizo gritar queriéndose instintivamente separar de inmediato, el pene había entrado un poquito dilatándole las paredes del ano, Luis lo contuvo dándole caricias con las manos y en las mejillas sacándole el pene, Leandro recibía caricias y besos en su cuello y espalda, así fue que se relajó y continuaron jugando en el agua, lo marcaba y lo lanzaba al agua, eso a Leandro le encantaba, Luis miró al cielo soleado, ya se aproximaba el mediodía, decidió salir del agua sentándose sobre una roca agachado viendo el pene erecto y la arena que recibía las gotas de agua que recorrían su cuerpo, su cara agachada miraba la arena viendo delante unos piecitos, alzó la cara viendo a Leandro en su delante que se estaba estirando el penecito a dos dedos con una mano y con la otra rozaba sus dedos en la entrada de su potito, se miraron fijamente y ambos le salieron sonrisas, ese gesto de Luis le entendía perfectamente lo que deseaba, así que lo sentó al niño en la piedra abriéndole de piernas y lamiéndole el penecito después se lo estaba mamando con pausa pero con mucho cuidado hasta ponerse la piel roja de tanto mamada y chupada, los dos estaban en sus mejores momentos, los testículos infantiles eran lamidos y chupados, la lengua recorría la parte de sus testículos y el resto del penecito, Luis graciosamente se sentó sobre el pene ensalivado de Leandro dando movimientos circulares con el movimiento de sus nalgas de veinte y un años en ese pene de cuatro años y medio, Leandro no para de reír, Luis alzó su trasero abrió lo más que pudo las nalgas con una mano y con la otra tomó el pene del niño y se lo puso en el ano dando de cortas sentadas en las que Luis sentía algo de placer, se pusieron en pie y luego fueron caminando hacia un tronco cercano al riachuelo bajo un frondoso árbol, el cuerpo de Leandro quedó encorvado con su trasero bien expuesto, la lengua de Luis le daba placer a Leandro en la separación de las nalgas haciéndole gemir, la abundante saliva se escurría por la piernitas blancas rozagantes del niño, el glande de Luis tenía abundante saliva, los dedos de Luis contraían y expandían las nalgas del niño para que el ano lubrique al paso del dedo índice, el glande le entró un poquito, Luis lo sostenía, le decía que se estuviese quietecito, Leandro respondía gimiendo y pujando pero estable como lo deseaba Luis, otro poquito entró en se delicioso ano de niño precioso, Leandro aumentaba sus gemidos, le decía que ya no más, que ya no, ya no, empezaba así a sollozar, pero Luis tenía oídos sordos ante esas súplicas, sin pensarlo más, Luis dio un empujón que a Leandro lo hizo gritar y continuaba suplicante, la respiración y deseo aumentaban en Luis, sabía a donde llegaría, luego, un poco seguido otro empujón, Leandro suplicaba que ya no más, eran intensos los sollozos, le decía que le duele, y mucho, que ya no más, pero Luis estaba en otro nivel de gusto e interés, cerrando los ojos y apretando los dientes sentía el placer de someter el culito de Leandro, dio un fuerte empujón de cadera deslizándose el tronco del pene más adentro del ano, ahí fue que Leandro gimió desgarradoramente, con un tercer empujón de cadera, ya casi, ya casi, le decía al nene y así tras un fuerte empujón el glande perforaba el esfínter y entraba en as entrañas de Leandro por vez primera, el nene desesperado abrió los ojos y de su boca bien abierta salieron gestos de lamento y dolor, bufaba, gemía, jadeaba, todo eso porque ahora que supo que lo había desvirgado dejó el pene dentro del niño y se estuvo quietecito, Leandro se movía sollozando, a Luis le vino y muy seguido ahora el deseo del meter y sacar, el cuerpo del niño estaba desfallecido sin detenerse de producir fuerte llanto producto del dolor de lo que había sido sodomizado, Luis sudoroso con placer había cumplido su deseo, ahora sentado en la arena miraba su pene ensangrentado con semen que le había dejado adentro del culito a Leandro, miraba con satisfacción a ese niño desnudo que continuaba encorvado en el tronco del árbol, miraba con gusto a ese traserito que había sido suyo, le salía hilillos de sangre delimitadas en los muslos de esas piernitas rellenitas y en ese voluminoso traserito que se manejaba el pequeño precioso, en su mente con tono de gusto decía que ahora podría irse Leandro a la capital con su recuerdo, Luis tenía restos de semen y sangre en su glande y parte del tronco del pene, el prepucio albergaba adentro sangre y semen, vio que la sangre y semen emanaba del ano del niño, Luis fue al morral donde tenía unas pastillas que se las dio a tomar, el niño cambió de expresión de la alegre que tenía antes a la de preocupación y miedo con recelo a lo que Luis le había le hecho, por un rato quedó con el llanto y el sollozo, a su pesar se dejó llevar de Luis al riachuelo caminando con dificultad poniéndose en posición perrito abierto un tanto las piernas, con un trapo mojado Luis le iba pasando suavemente por el ano, el agua se encargó en parte de calmarle el dolor agudo, le latía sus entrañas, su ano roto latía, se había aumentado la cavidad, pese a todo Leandro se dejaba curar por Luis sin decir palabra, pasaron las horas en el lugar, por ese tiempo Luis le había pedido al niño que no dijera lo ocurrido a sus abuelitos, le colocó un poco de papel en el trasero y le puso el short de igual forma puso un poco de trapos sobre la montura siendo el paso lento de caballo, a medio camino de llegar al rancho lo bajó para verle el ano, ya no botaba sangre, caminaba con poca dificultad, solo que al pasarle el dedo por el ano el niño chillaba, para evitar eso le puso saliva en el ano, Leandro estaba pensativo acostado sobre el suelo con el trasero descubierto brilloso por efecto de la saliva, esperaron un poco para continuar, Luis sacó del morral un autito de plástico que le había traído de obsequio y una goma de mascar de caja grande, el niño pausadamente sin mucha alegría recibió los obsequios, mascó lentamente la goma muy pensativo, todavía tenía restos de lágrimas en su rostro, el autito le dio un poco de ánimo, Leandro no dejaba de ver la cara de Luis, aquel hombre que lo había desvirgado, el paso a caballo fue lento, la entrada al racho estaba cerrada, los ancianos seguramente fueron al pueblo, no pensaron que llegarían a esa hora, de inmediato Luis fue en búsqueda de crema y se la puso en el ano de Leandro, Luis y Leandro esperaron, el niño seguía pensativo pero más alentado, Luis le hacía juegos de bromas para que trate de olvidar lo que hicieron, a petición exigida de Luis el niño se dedicó a jugar con el autito aunque tenía la seriedad en el rostro, Luis lo acariciaba, Leandro a medias lo permitía, Luis observaba que el short de Leandro no estaba con mancha de sangre debido al abundante papel que le había puesto en el trasero y ahora que se lo había sacado se notaba la crema en el ano, no quería dejar rastro del hecho, Leandro fue a la letrina, Luis lo siguió viendo parte de sangre en el excremento, lo recogió enterrándolo, le limpió las nalgas con agua que escurría por las gruesitas y blancas piernas, Leandro sentía ya poca ardencia, otra vez le puso crema, minutos después los ancianos llegaban, Leandro caminó pausadamente a donde estaba su abuela que lo recibió con un fuerte abrazo, Luis se despidió con cierta inquietud, no volvió por un par de meses y cuando lo hizo era grande su recelo, se dio cuenta que todo seguía igual, Amacilia lo recibió con mucho cariño, Leandro no estaba, hace un mes que sus padres se lo llevaron, preguntó cuándo vendría, Amacilia respondió quien sabe, pese a todo, Luis siguió visitando el rancho, tercer sábado de abril de 1941 en el que fue suyo ese potito infantil .
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La amistad de Josefina y el hombre de negro por semanas se consolida, Noelia ve con buenos ojos la relación amistosa, aquel hombre de negro de nombre Emilio no era más que un tipo que bordeaba los veinte años, de mirada rígida, hacía que Josefina le tenga gran respeto porque el hombre mostraba una gran educación, los viajes periódicos al pueblo con visitas a casa de Noelia llevándoles regalos sobre todo al pequeño Gustavo Andrés Teodomiro ya daba de qué hablar en el pueblo, esto provocó en don Rodolfo el exigir una explicación, era una época en la que el padre tenía la decisión de velar por la viuda y los huérfanos, con esto hubo por un tiempo un breve un aislamiento de Emilio y Josefina, el hombre preocupado trataba de seguir en contacto con ella, extrañaba la alegría del niño y sus ocurrencias que le daban vida, el pequeño era la delicia de cariño en sus bisabuelos, el pequeño Gustavo Andrés, de piel morena clara contrastaba con su pelo castaño claro y sus ojos también claros, Emilio se había convertido en su guardia las veces que visitaba la estancia, con respeto conversaba con Josefina, en una de esas pocas conversaciones largas salió el tema de la vida de Teodomiro, no había que esperar a más, Emilio le confesó que el difunto Teodomiro era hijo de un prestante comerciante de la capital, fruto de un amor secreto entre su padre y su madre una humilde mulata empleada de su hogar que la señora de casa al saber la infidelidad y deshonra de su esposo optó por botarla de casa sin saber el señor de la casa que con su empleada había engendrado un hijo, Teodomiro tuvo una vida de angustia y miseria, a los pocos años de vida perdió a su madre cuando ella apenas tenía la mayoría de edad, Teodomiro fue criado en diferentes casas, había nacido con un cuerpo vigoroso, es que en parte por su madre era descendiente de la realeza negra de aquellos primeros esclavos africanos que llegaron a América, el tatarabuelo de Teodomiro pertenecía a ese linaje por eso al morir su madre pidió que le dieran un anillo que sería distinguido con esa estirpe, Emilio le explicó el por qué le explicaba todo esto y era porque Emilio es hermano de Teodomiro por tanto Gustavo Andrés era su sobrino, Josefina respiró hondo, dejó al hombre entrando a su cuarto, luego al salir le mostró el anillo, la garganta de Emilio tragó mucha saliva por estar emocionado, eso comprobaba aún más la afirmación que Gustavo Andrés era hijo de Teodomiro y que era descendiente de ese linaje, Josefina le mostraba los documentos de Teodomiro, además le mostró la foto de Teodomiro y eso hizo llorar a Emilio el solo verla, su medio hermano, él supo de su existencia cuando su madre al morir le confesó junto a su padre la existencia de su medio hermano, así que de inmediato comenzaron las averiguaciones para encontrarle, para ese entonces el joven Teodomiro ya se había convertido en trotamundos, Emilio se dedicó a buscarlo desinteresadamente, deseaba restaurarle su condición de hijo legítimo con la venia de su padre arrepentido, gastó mucho dinero hasta que lo encontró desgraciadamente en una fosa ya muerto, en fin, Emilio expresó su confesión y los motivos de sus visitas delante de Noelia y Josefina, era necesario que Josefina y su hijo viajen con él para que el niño sea reconocido por sus abuelos que ya sabrían de su existencia y consecuentemente lo esperarían con ansias, las dos mujeres se miraron fijamente, había que pensarlo y mucho para dar el primer paso, para Noelia esas semanas fueron de agradables momentos en compañía de Emilio y el pequeño, ella notaba que había algo más que un simple encuentro.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
Se cierran tristes ciclos , Justin , Leonor… Buena historia