METAMORFOSIS 56
El viaje.
La preparatoria era el lugar adecuado para que Gustavito y Serafín intercambien ideas, aspiraciones y sueños, coincidentemente sus familiares querían por separado que los dos muchachos fueran a futuro grandes profesionales de la milicia, como cuando niños en sus juegos, lo hacían con liderazgo, seguridad y destreza, gustaban por saber las tácticas de guerra, las armas, gustaban de ver y releer la historia de los las acciones y maravillarse viendo los uniformes militares, a sus casi catorce años por el mes de enero de 1943 ya tenían una visión y aspiración de lo que deseaban ser, más a Gustavito le gustaba la idea, la segunda guerra mundial en su apogeo le inspiraba, ambos cuidaban su cuerpo con mucho deporte rígido y como buenos aspirantes a estudiantes de milicia costumbrista propugnaban por ser enamoradores galantes de chiquillas compañeras de estudio, el cuarto del internado de Gustavito era el sitio de reuniones de compañeritos y Serafín, a veces Gustavito aceptaba la invitación de Serafín a pasar a realizar tareas en su casa, aquella casa suntuosa de muchos lujos ahora vivificada por la presencia del recién llegado Carlos Alberto de medio año de vida, el nene era muy bien cuidado, Gustavito en ocasiones tenía la oportunidad de observarle vestido como a un principito con terno de marinerito, le recordaba su infancia, la madre del pequeñito era muy observadora de los movimientos del niño en su cuna cuando aceptaba los jueguitos y mimos que Gustavito le hacía al pasar en su visita, mujer de expresión facial humilde que emitía recelosas sonrisas a los visitantes amigos de Serafín, pero no así a Gustavito que mostraba cierto aire, la mujer tenía recelo de instinto para Gustavito con quien el pequeño Carlos Alberto se tranquilizaba quedándose dormido en esos brazos de casi catorce años cuando se le daba la oportunidad de marcarlo, Gustavito se sentía alegre, decía que era el único hijo varón y que tenía dos hermanas, una lamentablemente ya fallecida, quizá esa falta de hermano le hacía muy atrayente hacia el pequeño, a veces pasaba por la gran sala biblioteca y aprovechaba en saludar al dueño de la casa aquel descendiente de nobles Hidalgos españoles que hizo su fortuna a base del contrabando, Carlos Felipe del Olmo, presenciaba la escena de Gustavito sentado en un sillón haciéndole el ro al pequeño, el dueño de casa abrazado con la esposa los contemplaban a lo que se sumaba Serafín acariciando al pequeño, durante las visitas periódicas a la casona Gustavito se hizo acreedor de gran cortesía por los dueños de casa, pero tiempo después esa actitud cambiaría con el tiempo ante la gran sorpresa del dueño de casa al enterarse que Gustavito era hijo de Noelia Buonanote, como no saberlo si en su rostro estaba visible la huella genética bien parecida a su madre, aquella mujer a la que aún ama, Carlos Felipe se portaba receloso y ahora era muy corto de palabras, glacial al trato para ser preciso, no podía evitar la amistad con su hijo Serafín, irónico, a veces en su delante estaba el nieto de su enemigo Rodolfo Buonanote, le miraba con detenimiento las facciones juveniles, se parecía a su madre, aquella mujer con la que alguna vez tuvo un hijo y desapareció, Gustavito desconocía de aquello, fue eso en su infancia, no recordaba, ahora sin saberlo era ante esa familia muy respetuoso y cortés, antes de tornarse la relación gélida le había confesado sus aspiraciones al dueño de la casona, sobre su familia, Carlos Felipe de a poco fue enterándose, en muchas ocasiones le vino un sentimiento angustiante al ver a ese muchacho, se complacía verlo estudiar con Serafín intercambiando sonrisas y sobándole el pelo, en el contacto físico Carlos Felipe tenía sentimientos encontrados indescriptibles, seguramente por ser el hijo de la mujer que amaba y que desde varios años no la veía.
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La fresca montaña del país de la canela mostraba un paisaje sobrecogedor en la que los habitantes a los primeros rayos de sol realizaban sus faenas, Guillermo abría su negocio con la ayuda de su compañera, Pedro Artemio se unía a la faena, eran días felices para el chico de siete años que había cambiado de vida gracias a su protector, el muchacho ya mostraba su hermosura facial y muchas niñas del sector quedaban admiradas sobre todo cuando se vestía bien los domingos de misa por la mañana, Guillermo lo consideraba como a un principito rubio de piel muy blanca y cuyo rostro era parecido a Noelia, su madre, Guillermo fugazmente recordó a la mujer que años atrás fue su cuñada, Noelia Buonanote, tenía en conciencia martillada el deseo de llevarlo al niño con su madre, sin embargo, no era de buen gusto reactivar el pasado, más aún que meses después la compañera de Guillermo falleciera volviéndose a quedar solo con la compañía del niño, en la escuela era el mejor de su clase, siempre solícito, lo que eso le enternecía a Guillermo hasta al punto de enorgullecerse por los buenos comentarios de la gente, Pedro Artemio ya empezaba a leer adecuadamente ayudándole después de salir de la escuela, la vida para ambos se hacía necesaria, compartían sus viajes a los pueblos cercanos, se divertían como padre e hijo, al visitar a los familiares de Guillermo el niño gozaba de buenas atenciones sobre todo de la madre de Guillermo a la que él le decía abuelita cariñosamente, tiempo atrás en aquellas vistas Guillermo le confesó a su madre el origen de Pedro Artemio y le había pedido discreción, así también no analizar sobre la vida de los Buonanote, después de todo tenía entendido que Luis no era su hijo, el único hijo que tuvo con la fallecida Andreina Buonanote fue Maximiliano que murió de fiebre amarilla, a raíz de la muerte de su compañera hubo mucha congoja para Guillermo refugiándose en su familia haciendo viajes periódicos a la capital, hubieron propuestas de sus amigos de traer su negocio a la capital, meses después montaba una sucursal pero seguía viviendo en el pueblo de la montaña.
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Luis iba cabalgando, venía del rancho de la señora Amacilia donde como siempre era bien atendido, se lo notaba pausado, pensativo y con la desesperanza de que aún por estas tierras no llegaba Leandro, muchos meses han pasado y nada de que Leandro visite a sus abuelos, esta ausencia a Luis se le hizo una necesidad por estar con aquel pequeño, anhelaba estar de nuevo con él ya que lo había desvirgado analmente meses antes de irse con sus padres a la capital, esos pensamientos a Luis lo tenían erecto de pene, de lejos vio a Melesio, Mauricio, Teófilo, Arnulfo y otros chicos adentrase en el monte camino al rio con cañas de pescar, guardó prudencia viéndolos ubicarse en la ribera del río, salió una mueca de risa forzada, Arnulfo a distancia le hacía señas a Teófilo, los dos caminaron aguas arriba con pasos acelerados dejando a los otros chicos, Luis dejó amarrado el caballo y caminó guardando tranco sin que sea visto, escondido entre el monte alto los vio desvestirse a cierta distancia, Teófilo lo hacía voluntariamente, ambos parados se miraban sus cuerpos desnudos, Arnulfo le hizo seña de que se acueste y el pequeño Teófilo le obedeció acostándose de pecho sobre el suelo, Arnulfo parado agitaba el pene, ya bien erecto se acostó lentamente sobre el cuerpo de Teófilo, el pene rozaba la piel de la nalga de Teófilo, los quejidos infantiles eran fuertes, las manitos de Teófilo agarraban con fuerza la tierra, su carta se apoyaba en el suelo, de sus labios salía saliva, el pene de Arnulfo trataba de entrar en el ano del pequeño Teófilo, se notaba en la cara el grado de dificultad para hacerlo, “lo tienes muy cerrado al potito” le dijo al pequeño pero la cara de Arnulfo con los ojos cerrados demostraban que estaba dándose placer, siguieron los movimientos de cadera, Arnulfo lo tenía sometido, de pronto se separaron a causa de los gritos de los otros niños que se acercaban, Luis salió corriendo en cuanto pudo pero fue visto por Melesio que guardó prudencia, cabalgó por los alrededores hasta que decidió tomar camino a la estancia de su padrastro cuando se acercaba el ocaso, se bañó con masturbe pensando en lo que había visto, se perfumó y se vistió para hacer lo de costumbre de ir al pueblo a la kermesse y allí unirse a su familia materna, de pronto vio a aquel hombre con Lucrecia junto al pequeño, tragó saliva, Josefina vio el cambio de semblante en su primo, las miradas se cruzaron entre ambos, el hombre agachó la mirada ante la mirada seria y seca, Luis hizo puños, el hombre y sus acompañantes siguieron su camino, Luis decidió bailar, miraba a su alrededor por si el hombre aparecía, y en verdad aparecía en cada pieza como si quisiera apegarse y entablar conversación a través de su mirada, mientras Luis bailaba el hombre se acercó a saludar cordialmente a la familia Buonanote que tenía un especial sitio, esa actitud mucho lo incomodó y consideró al rato retirarse, se despidió de su tía, de sus abuelos y de sus prima Josefina, a la orden de su abuelo Rodolfo dos peones lo escoltaron en su recorrido hasta la estancia de su padrastro que también se había quedado en la kermesse con su actual esposa pero muy distante de la mesa que ocupaban los Buonanote, al llegar el agitado Luis pasó a tomar agua fría, recordó que había camuflado en el morral cigarrillos y una botella de aguardiente del lugar con la mitad de su contenido, bebió con infinita amargura, sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas, lloraba como a un niño, se resistía a aceptar el verdadero origen de su nacimiento, cuando terminó de beber copiosamente la botella lanzándola por la ventana haciendo un ruido fuerte al momento de su impacto en el piso, bajó a buscar más trago en las botellas guardadas en el sótano de la estancia, con mechero en mano iba tanteando, al subir por las escaleras se encuentra con Arnulfo de once años y Agripina de nueve años que tenían agarradito de las manos a su hermanito Luis Alfonso que ya iba a cumplir en próximas semanas los dos años de vida, estaba caminando con dificultad, Luis le pasó cariñosamente las mano por el pelo del niño y fue a encerrase en su cuarto, pero no fue por mucho tiempo que estuvo así pues recordó lo del río entre Arnulfo y el pequeño Teófilo y de pronto le vino el deseo de hacer el amor, lentamente bajó las escaleras, su respiración era acelerada, tragaba saliva, pensaba que era el momento, le vino la angustia, la ansiedad, vio que en la sala ya no estaban, seguramente en su cuarto, abrió lentamente la puerta y vio a media luz a través del candil al pequeño Luis Alfonso abrazadito de su hermana Agripina, los dos estaban dormidos profundamente, le inquietó que Arnulfo no estaba con ellos, caminó por los alrededores de la casona y vio una luz ligera en la letrina, al acercarse lo vio, su acelerado ímpetu hizo que sonriera de gusto, miró a todos lados, a través de la luz del candil lo abrazó de frente moviendo las caderas, Arnulfo entendió por instinto que eso era señal de cogerse, sintieron sus penes erectos a través del roce de sus telas de sus pijamas puestas, lentamente Luis le deslizó el pijama y le vio ese delicioso pene de piel morena clara, Arnulfo de inmediato vio que las manos de Luis le hizo lo mismo con su pijama y los dos penes ya se frotaban, Luis se acuclilló y se llevó el pene de Arnulfo a la boca mamándole por unos instantes, Arnulfo tenía la piel caliente, eso lo sintió Luis cuando de nuevo lo abrazaba y le besaba por todo el cuerpo, Arnulfo le pidió que se detuviera porque podrían ser vistos, se subieron los pijamas y caminaron por el entablado de la estancia, subieron rápidamente las escaleras con candil en mano, en la habitación de Luis se desnudaron rápidamente como desaforados se besaban el cuerpo, Luis siguió mamándole el pene a Arnulfo sentado en el extremo de la cama, el frio de la noche hacía acogedor el momento, las respiraciones se aceleraban, Luis tenía las venas del pene de piel blanca bien sobresalidas igual que las de sus sienes, no esperó a más y cuando ya el pene estaba completamente ensalivado puso su ano sobre el glande de Arnulfo que se recostó sobre el colchón, de un sentón el ano de Luis hizo correr el prepucio del pene de Arnulfo, luego mareado con gestos fuertes y movimientos seguidos el ano de Luis cabalgaba sobre el pene de Arnulfo, hicieron un alto para poner a Arnulfo al borde de la cama abriéndole las nalgas escupiéndole el ano y quedando el glande entre las dos nalgas, el pene entró al empuje de caderas, mientras le hacía el mete y saca Luis se hacía a la idea que ese traserito era el de Leandro, decía su nombre a voz baja para que Arnulfo no escuchase, así que con fuerza incrementó los movimientos haciéndolo gemir a Arnulfo, Luis con los ojos cerrados se imaginaba a Leandro, las manos recorrían el cuerpo de Arnulfo, mientras éste gemía y gemía con intensidad, por estar un poco mareado Luis se demoraba en eyacular y eso preocupaba a Arnulfo que se hacía eterno ese meter y sacar en su culito, su cuerpo se movía adelante y atrás tras el ritmo de movimiento que le daba las caderas de Luis, su carita apoyada en sus manitos mostraba lo fruncido en su rostro a causa de la embestida recibida por ese pene blanco, contrastaban sus pieles, sus pelos, hasta que por fin Arnulfo sintió que Luis eyaculó dentro del ano de Arnulfo, no le importó a Luis que la sábana tenga semen regado salido de ese potito delicioso de niño precioso, ahora los pies de Luis fueron a los hombros de Arnulfo quien con su pene lleno de saliva entraba y salía por el ano de Luis bien agarrado al cuerpo de su amante nocturno, Luis pedía más y más, Arnulfo con su pene lo complacía, estaban solos, la cama se movía chirriando, eso no impedía que continuaran los movimientos bruscos de los amantes hasta quedar exhaustos de tanto sexo, se cubrieron con las sábanas, estuvieron un rato largo manoseándose y besándose, atrás quedaba la preocupación de Arnulfo por sus hermanitos, Arnulfo se levantó de la cama con intención de vestirse, Luis vio ese precioso cuerpo de chiquillo hermoso y de un salto salió de la cama, lo abrazó por detrás y lo recostó en posición perrito sobre el suelo, le introdujo el pene y le hizo el mete y saca por un momento largo, Arnulfo sentía placer, después de todo su metamorfosis estaba desarrollada por completo, Luis lo sentó y le mamó el pene, se fue a acostar en la cama de ahí miraba a Arnulfo vestirse y salir de la habitación, esa noche Luis y Arnulfo durmieron plácidamente, a la mañana siguiente Luis miraba a Teófilo agarrado de las manos de su mamá, venían del pueblo, lo vio caminar de espalda, su traserito era abultado y como de costumbre se metía la mano por detrás de la tela y se lo iba rascando, , notaba que se los estaba llevando los dedos a la nariz, así, más adelante, por unos instantes Luis miraba esos movimientos que lo calentaron más cuando vio que con las manos estiraba su penecito vestido dándose placer llevándose los dedos a la nariz, al rato Arnulfo se pone a jugar y se dirigen camino al cuarto de Arnulfo, en la mente de Luis se le hizo la idea de lo que iban a hacer, seguramente, algo parecido a lo de anoche, bebió un gran sorbo del jugo y lanzó una risa irónica con mirada al infinito.
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Era lunes, día para viajar y efectuar realizaciones, se dijo Noelia, su hija y su nieto viajarían a la capital, el tren pitaba su arribo, se embarcaron, fueron despedidos por sus padres, el pequeño Gustavo Andrés movía inocentemente las manos con su linda sonrisa a sus bisabuelos, el hombre de negro los escoltaba en su interior, los deditos del niño se apoyaban en el cristal de la ventana, aún no comprendía la obra de carreta asfaltada que se estaba construyendo en paralelo en la línea férrea, el hombre de negro miraba el paisaje muy quedo, se imaginaba que por aquí alguna vez Teodomiro caminó en sus viajes de trotamundos, miró hacia el pequeño, vivo retrato de su padre, anhelaba el poder llegar de inmediato a su destino, allí dos personas con mucha expectativa lo esperaban, Noelia bordaba, las miradas de Josefina y el hombre de negro se cruzaron ella tímidamente bajó la mirada, quiso hablarle pero consideró que no era el momento, el pequeño pasó de impulso por el corredor su abuela no pudo agarrarlo más si pudo el hombre de negro, durante un buen rato lo tuvo en su regazo haciéndole mimos, el pequeño se sentía cómodo en esos brazos, hasta que se quedó dormido, el viaje sería largo, la nana Dulce lo tomó en sus brazos, de nuevo los dos intercambiaron miradas, ella estaba muy bonita ese día, en la mente de Noelia estaba la idea de separar a su hijo Gustavito de esa relación amistosa con el hijo de Carlos Felipe del Olmo, era su primera intención al llegar a la capital, no quería que su hijo comparta su destino con la familia de ese hombre que tanto daño le había hecho, lo quería fuera su alcance, su angustia en parte terminó cuando horas después el tren arribó a la capital, exhaustos pero complacidos salieron a tomar el aire de la capital, se enrumbaron hacia el pensionado, Gustavito corriendo se acercó a abrazar a sus seres queridos, Noelia vio una mano estirada, era de Serafín, ella fríamente correspondió al saludo, Gustavito con mucha alegría le dijo que era Serafín aquel niño que había vivido con ellos en sus primeros años de vida, Noelia dio una sonrisa seca, luego saludó a los otros compañeritos de Gustavito y al profesor que los acompañaba, para Josefina se formaban muchas inquietudes en conocer a la familia del hombre que la había hecho mujer, se aferró a su hijo siendo su palpitar, no estaba segura si estaba haciendo lo correcto, pero pronto se le disiparían las dudas.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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