METAMORFOSIS 58
Imaginación.
Las manos estaban firmes en el desliz de la jabonadura que con un trapo recorría la piel bronceada por el inclemente sol, cada vez los movimientos circulares se hacían rápidos, el hombre relajado miraba el ocaso acostado sobre la orilla del arroyo que pasaba cerca de su casa, Lucrecia seguía con los movimientos e incrementando más jabón en la piel de su amado sobre todo en el coxis en el que se apreciaba un lunar circular con pelos, ella se reía ante tanta coincidencia debido a que su hijito también tenía un lunar parecido en ese lugar del cuerpito, se lo hacía recordar a su amado que le respondía con sonrisas, estaba seguro por aquello que era su hijo, el niño miraba desde prudente distancia sentado y jugando con la arena y piedritas amarillentas y blancas, el agua estaba clara y de temperatura tibia tras un fuerte sol de la mañana, el hombre entrecerraba los ojos al sentir placer por los masajes que le daba Lucrecia a la vez que ella le hacía conversa de cómo administrar el dinero de los ahorros de las cosechas, ella en la ciudad había aprendido el manejo del comercio de frutas y verduras, el hombre solo escuchaba las palabras emocionadas de Lucrecia y es que con el tiempo ella manejaba la economía familiar de hogar y así ya en corto tiempo había comprado utensilios de cocina y varias herramientas de trabajo para su esposo y los que los acompañaban en la tarea, ahora tenía pensado comprar parcelitas de los vecinos pues donde vivían eran tierras muy apartadas y baratas, el hombre seguía con su paciente escucha y se limitaba a solo preguntarle cómo lo haría, y allí salía la voz empresarial de Lucrecia dándole ideas y situaciones de mejoramiento económico, el diálogo fue interrumpido al incorporarse el hombre sujetándole de la cintura alzándola y cayendo ambos en el arroyo, su hijito los miraba sonriente sentado desde la orilla y como pudo se lanzó al arroyo para estar junto con sus padres, aquel hombre era feliz en ese momento, un poco alejado del lugar de entre los montes se dibujaba la figura de un jinete en las sombras de un día d sol que tenía apogeo de calor, se cubrió los ojos quitándose las lágrimas que recorrieron sus mejillas, apretó con fuerza el pañuelo a la vez que lo hacía con su dientes y labios a la vez que miraba la escena en el arroyo y se imaginaba si ese niño al que la pareja lo colmaban de mimos y besos hubiera sido él, se preguntaba por tanto, qué sería ahora de su vida, toma un fuerte respiro templando las riendas lleno de envidia y desconsuelo, lo que el jinete no se dio cuenta que el campesino humilde lo vio retirarse y había disimulado ver su presencia, Lucrecia se dio cuenta del cambio emocional de su amado en su rostro, miró hacia el monte tratando de busca allí respuesta, no vio nada, ante eso, prefirió callar y seguir jugando con su hijo, al poco rato el hombre se unió alegremente a los juegos, llegando a su rancho siguieron con los planes de mejorar su economía, la comida de Lucrecia era fabulosa, el niño quedó completamente dormido tras agitado juego en el arroyo y por la complaciente comida, los dos amantes se entregaron al sexo como si fuera la primera vez.
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El ruido de los grillos a entrada primeras horas de la noche hacían notar su presencia como un arrullo que se metía en las habitaciones de la estancia, Luis estaba muy pensativo de lo que había visto horas antes con lo de su padrastro y su actual esposa Clemencia la que fue su empleada ahora ama de casa, los abrazos y besos, eso le llenaba de celos y envidia, la historia se repetía tras haber visto eso en el campo horas antes, suspiró, caminó hacia el balcón saliente de su habitación para recibir la frescura del clima imperante, caviló por unos momentos acerca de la realidad de su vida actual y de lo que será, empezó por acalorarse pensando nuevamente lo que había visto en el monte, hizo puños, apretaba los dientes, se preocupó por la salud de su abuelita, respiró hondo pensando en estos momentos lo que estarían haciendo sus amigos de ciudad jugando o bailando con luz mientras él se encontraba entre penumbras cortadas levemente con mecheros y candiles, aspiraba a más, quería tener su independencia, su padrastro no se la daba porque estaba condicionado a vivir con él, estudiaba de lunes a viernes y los fines de semana los pasaba en la estancia entre deberes y leves tareas de campo, respiró mucho más hondo, Luis se imaginaba con poder, desde muy pequeño admiraba a su abuelo, pese a haber perdido extensiones de tierra seguía siendo bien admirado y respetado por la población, se enorgullecía del color de su piel heredada de su madre pero se entristecía a la vez de su ausencia y apenado también el recordar su origen paterno, eso más lo mortificó porque recordó aquel niño jugando en el arroyo con sus padres, le vino la envidia y a la vez la rabia de solo pensar en aquello, agitó su cabeza tratando de disipar sus pensamientos, se calmó, respiro hondo de nuevo, suavemente se alejó del hierro forjado de su cama en el que antes se había aferrado producto de su desconsuelo, trataba de disipar la rabia y la envidia, en eso que prendió un cigarro, delante de su padrastro no podía, su libertad de sentirse a solas le daba ánimo de hacerlo, vio lo extenso de luz abarcado por la oscuridad, los grillos, ranas y demás ruidos de animales nocturnos daban como siempre en ese aire un sonido de relax, aquel aire que desde niño lo arrullaba, al poco tiempo escuchaba los gritos infantiles de Luis Alfonso y de sus dos hermanos, Luis al escucharlos emitía una sonrisa jocosa con ironía, rato después ya todo estaba a mucha calma tras escuchar la autoritaria voz de la madre de los pequeños poniendo orden a la algarabía que se había formado, caminó lentamente a su cama, estaba descalzo y si camisa de dormir, era mejor sentirse así en esos días de calor y noches tibias, se vio el bulto hecho por sábanas y almohadas, así, se imaginó que era el cuerpo de su “gringo” acelerando su respiración, le vino ansiedad y la necesidad por tenerle, la calentura incrementada en su cuerpo la notaba alegremente, de inmediato ve que el pene se le pone erecto, lo mira extenderse por la suave tela de su pijama, su glande bien amoldado de la tela, sonriente lo manosea con el roce de la tela, se da placer, ve todo su pene erecto amoldado por la tela y se rasca los pelos, se desliza el pijama lentamente cayendo a los tobillos, levanta las piernas para quitárselo de los pies, solo queda en calzoncillo, la tibieza de la noche lo estimula a meterse entre las sábana, uniendo las sabanas con almohadas como si fuera el cuerpo de su deseado “Leandrito” como le decía, deseaba tener ese cuerpito, cerraba los ojos, daba vueltas en su cama por el colchón, besaba la almohada como si fueran los labios del pequeño, en voz baja pregonaba su nombre, con una mano deslizaba lentamente su calzoncillo liberando el pene muy erecto, movía las piernas y con la ayuda de sus pies el calzoncillo iba saliendo por un costado de la cama cayendo al piso, su pene rozaba repetidamente la tela, eso le daba más placer y se imaginaba que le hacia el amor a Leandro, desde su partida no había dejado de pensar en su carita y en su cuerpito rellenito, ¿Eso era amor? Se preguntaba, pues ese sentimiento se le hacía cada vez más intenso cada día que pasaba aumentando tu ansiedad por tenerle en sus brazos y penetrarle el potito, puso las dos almohadas entre su pene simulando que era el ano desvirgado de Leandro que lo sodomizó completamente días antes que fuera llevado a la capital, lo extrañaba, lo deseaba, quería sentirlo suyo de nuevo, deseaba ese roce de piel a piel, se despojó de la sabana lanzándola al piso, puso su cara entre las dos almohadas, sus caderas apoyadas sobre una almohada, su pene rozando la tela de la almohada alzando y bajando, de sus labios salía ese nombre del nene al que tanto deseaba, “Leandro”, “Leandro”, “Leandro”, lo dijo por varias veces, de pronto, que la puerta hizo un pequeño chirrido, estaba entreabriéndose y de repente se ve asomándose la carita del pequeño Luis Alfonso que inocentemente miraba con sonrisa dulce los movimientos rápidos del cuerpo de Luis sin saber a qué se debía aquello, Luis al sentirse observado por el pequeño de inmediato tomó las sábanas y se cubrió pero pensó rápido y se destapó dejándose ver su cuerpo desnudo delante del pequeño que ya estaba arrimado a la puerta, le hizo señas que se acerque, pero rapidito diciéndole que cierre la puerta, el pequeño lo hizo y sonriente fue obediente caminando y viéndole desnudo en la cama, dio unos cuantos pasos y sentado en la cama Luis lo tomó de la manito y lo cubrió por detrás con su cuerpo sentándose en el extremo de la cama, lo puso en pie, en su delante, el nene llevaba puesto sandalias y pijama, así al llevarle a él ya estaban uniéndose sus cuerpos, las caderitas del niño precioso hijo de un doctor y empleada rural eran rodeadas por los muslos de Luis, el pequeño inocentemente miraba el pene grueso de Luis que le rozaba su penecito vestido, “¿Te gusta?” “¿Eh?” el nene se limitaba a ver ese roce del glande en la tela de su penecito vestido, “¿Tú sabes lo que es coger?” Luis Alfonso sólo le miraba el rostro negando con el movimiento de su carita “¿No?” “bueno, pues”, “¡vamos a cogerte!” le dijo con seguridad y motivación “¡ven para enseñarte!” le dijo viéndole a los ojos “¡ya creo que es hora!”, el nene vio que de inmediato las manos de Luis le deslizaba el pijama que llevaba puesto llegando a sus tobillos mostrándose de esa manera al descubierto ese penecito que de inmediato las manos de Luis le acariciaba y le manoseaba con sutileza, “lo tienes bonito” le decía “sí, muy bonito” Luis Alfonso sonreía, le tomó de las caderas llevándole el penecito a rozar con su pene, “¿Ves Luis Alfonso?” “creo que ahora sí te gusta“, ¿verdad que sí? el nene asentía sin dejar de ver esos roces de su pene con el de Luis, “¡sí!, veo que ahora ¡sí te gusta!” mientras ahora le estiraba y acariciaba mañosamente el tronco del penecito, “¿verdad que sí?” insistía en decírselo, el nene continuaba asintiendo, lentamente Luis se costaba en el cama llevándose encima de su cuerpo el cuerpito de Luis Alfonso, al levantarle el pijama se desliza a los tobillos y las sandalias se apartan de sus pies quedando descalzo el nene, unieron sus pechos, fue en ese momento que mientras le rozaba las nalguitas con sus manos por vez primera también Luis Alfonso recibía su primer beso de un hombre adulto como lo era Luis, ambos Luises se besaban, el extrañado Luis Alfonso trató de apartarse de Luis pero lo sostuvo diciéndole “ahora vamos a jugar a algo bonito” lo siguió besando mientras los penes estaban unidos y frotándose a efecto de la acción de las manos de Luis, se notaba el agite de los piecitos de Luis Alfonso quedando al aire, luego lo abrazó y se puso en pie con él sin dejar de abrazarle, segundos después ya estaba el cuerpito de Luis Alfonso encorvado en la cama, Luis apreciaba ese cuerpito rellenito de niño precioso que así en esa posición mostraba su voluminoso potito, “ahora sentirás algo rico de este jueguito” le dijo jadeante “ya verás” así es que pensando en el culito de Leandro Luis desaforadamente lamía y chupaba el traserito de Luis Alfonso, “¿te gusta?”, ¿eh?, “dime”, “si te gusta lo que te estoy haciendo”, “¿eh?”, “dime”, “anda Luis Alfonso”, “dime”, “mi amor”, ¿Sí te gusta?”, “¿eh?”, Luis Alfonso con risa leve asentía lo mismo hacía Luis complaciente, al pequeño niño precioso le estaba iniciando en el sexo “ahora sentirás mejor”, “¡ya lo sentirás!”, “¡ahora!”, el potito era ensalivado y entraba el dedo ensalivado a lo que el niño hizo un brusco movimiento instintivamente de separarse “calma”, “ya te pasa”, el nene Resoplar con fuerza y furor, ahora el glande rozaba el potito y estaba punteándole ligeramente la entrada del ano “¿sientes lo rico que te estoy cogiendo?” el nene no articulaba palabra alguna, simplemente en su rostro se dibujaba el manifestar de un enfado o malestar con sonidos semejantes a los bufidos de los animales, con expresiones y gestos de querer sollozar, el pene continuaba con esos roces y esos punteos en el culito hasta que sintió eyacular, de su glande salió semen que impactó en la espalda del nene, el pene quedó en la separación de los glúteos, el semen se impregnaba en la piel, le dijo que se quede quietecito, que iba por papel, de inmediato se lo pasó por el área donde estaba el semen en la piel infantil, Luis reía limpiándole, era seguramente la primera vez que su cuerpito recibía semen, luego de aquello pasaron segundos para que Luis se siente de nuevo ene l extremo de la cama y lo ponga de cuclillas al pequeño, y, le pasó por aquellos labios infantiles el glande de su peludo pene, “prueba de tu culito” le decía continuando con rozarle el glande en los labios, se jactaba de eso, le tomaba del pelito acariciándole, asimismo las mejillas, le miraba a los ojos y le decía “vas a ser un niño precioso Luis Alfonso”, “sí, muy precioso”, “ahora”, “abre la boquita mi amor”, “vamos”, “hazlo rápido” “así ya terminamos con nuestro jueguito” “¿eh?”, el nene instintivamente abrió la boca a orden de Luis y cuando vio y sintió el glande entre labios y dientes cerró los ojos, rápido lo sacó y tosió, Luis reía complaciente acariciándole el pelito y las mejillas “tranquilo mi amor”, “ya te enseñaré” “ya aprenderás a hacerlo con el tiempo”, lo puso en pie, le hizo levantar el pijama desde los tobillos, le hizo también calzar las sandalias, le arregló el pelo lacio muy sedoso producto del cuidado rígido de sus padres, le arregló lo alborotado que estaba, lo marcó uniendo la frentes en franca sonrisa cómplice motivada por Luis, “ves que rico fue el jueguito” “¿te gustó?”, “¿verdad?” y besándole las mejillas lo puso en el piso, se sentaron en el extremo de la cama, la mano de Luis se metía por el pijama manoseándose el pene, “¿sí te gusto?” “¿verdad?”, el nene asentía con recelo viendo el manoseo del pene vestido de Luis, lo miraba con mucha fijación, “¿Quieres verle de nuevo?” le dijo “¿eh?” el nene inquieto sin dejar de ver ese manoseo asentía, así que de inmediato se deslizó el pijama mostrándose ese pene erecto venoso con pelos rubios ante la fija mirada de Luis Alfonso en la cual se notaba el inicio de su metamorfosis, “tócalo, anda”, lentamente las manitos del pequeño niño bonito de cara rozaban la piel del pene erecto salido el glande con el prepucio corrido, “anda, tócale nomás”, tomó la carita del niño acercándole al pene para que el glande roce los labios y mejillas “¿te gusta así mi amor?”, “¿verdad, que sí?” el niño asentía sonriente al sentir el roce del pene por su mentón, pasando por los labio y punta de nariz, todo ese movimiento de glande era sutil en esas partes del cuerpito infantil, se recostó Luis, abrió sus piernas, entre ellas estaba Luis Alfonso arrodillado, en su delante estaba el pene de Luis que quedó como mástil, con sus manos lo acariciaba “sigue”, “sigue tocándole mi amor”, “sigue”, “sigue así”, “eso” “eso, mi amor”, esa era la primera vez que el pequeño Luis Alfonso a sus más de dos años probaba la carne caliente de un pene erecto de hombre adulto, era su primer contacto sexual con alguien de su mismo género, todo fue tan rápido que instantes después Luis escuchaba pisadas de la escalera y una voz infantil que llamaba a Luis Alfonso, como un rayo Luis se subió el pijama, se metió en la cama cubriéndose con las sábanas, desde su cama le sonreía al pequeño haciéndole señas de que hiciera silencio y que se pegue junto a la puerta y que la abra y tratara de salir, luego se hizo el dormido, pero en ese preciso instante la puerta se abre y aparece la sorprendida Agripina de nueve años, la hermana del pequeño Luis Alfonso que sigilosamente pensando que Luis estaba dormido lo agarra a su hermanito haciéndole gestos de silencio, temerosa con recelo lo saca a su hermanito tomándolo de la mano y se lo lleva cerrando la puerta por fuera con cuidado, se podía escuchar las reprimendas que le daba la hermana al pequeño estar en habitaciones en las que no le estaba permitido estar, al escuchar esos comentarios del pasillo Luis abre los ojos y se ríe agitando su glande y dándose caricias a dos dedos de mano, tiempo después, recostado en la almohada agitaba su mejilla expulsando el nombre de Leandro, su “gringo”, Luis continuó pensando e imaginando que esas almohadas era el cuerpito de Leandro, puso una sobre las nalgas frotándolas luego con la ayuda de su dedo que entraba a medias por el ano, recordaba los penes de Melesio, Mauricio, Arnulfo y de su deseado Leandro que ya para ese tiempo se había convertido en su recurrente obsesión, más de este último eran sus pensamientos, cerraba los ojos, apretaba los labios, pujaba al sentir que su dedo entraba en el ano, se imaginaba que era el pene de ellos entrando en su ano en una inverosímil sensación de deseo, Luis se rozaba con los dedos aquellos testículos que antes habían chocado con diferentes traseros, siguió hasta que se detuvo para no ser de nuevo sorprendido por lo que estaba haciendo en su cuarto, en eso se levanta dando unos pasos a cerrar la puerta, le vino el instinto de ir a la ventana poniéndose el calzoncillo, salió al balcón quedando al contacto con la brisa nocturna que le ponía la carne de gallina, su pene erecto producto de esa frescura se ponía aún más latente y tieso como lanza como se mostraba por la tela del calzoncillo, vio correr a Luis Alfonso con su hermana Agripina junto a Arnulfo que alzó la mirada viendo a Luis, luego baja la cara como con recelo, Luis lo silba y se sonríe, Arnulfo regresa a verle y baja la cara de nuevo, le iba a decir que suba pero en eso se aparece Clemencia la madre de los niños, lo marca a Luis Alfonso y se sienta en la mecedora bajo candiles, luego aparece Luis Daniel Pérez abrazándolos, Arnulfo y Agripina los rodean jugando con un balón en el espacio de escasa penumbra, Luis mortificado de ver esa escena se mete a su habitación y se acuesta en la cama, toma dos almohadas y se imagina de nuevo que lo tiene a Leandro, ese frote del pene dura mucho tiempo hasta que se levanta, se arrima a la pared por el marco que da al balcón se agita el pene y se lo masturba sin que las personas de abajo se dieran cuenta, salió su escaso semen viéndose en la punta de su glande repitiendo con placer el nombre de Arnulfo y Luis Alfonso, apretó el glande saliéndole las últimas gotas depositadas en sus dedos llevándoselos a su nariz para olerlos, lentamente se metió en la cama, al otro día tendría que visitar a sus abuelos y antes de regresar a la estancia de su padrastro tendría que visitar a una señora muy especial, aquella mujer de nombre Amacilia, abuelita de Leandro, esa mujer que lo trataba con mucha calidez.
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Noelia miraba continuamente las fotos de los periódicos llegados al pueblo en los primeros días decembrinos de 1942, en el que se podía observar a ese hombre que estaba feliz con su familia, ella se imagina como hubiera sido su supuesta vida con Carlos Felipe, ella se imaginaba su destino si hubiese estado aun viviendo con el hijo de ambos, y que ahora desaparecido, exhala pero esta vez no de emoción buena, sino, de rabia e impotencia porque Carlos la abandonó en los momentos para ella más difíciles, así lo juzgaba, pensaba como si a él no le hubiera importado la existencia de su hijo robado, creía que Carlos no había hecho un movimiento o intento siquiera por averiguar su paradero y ella también se culpaba por lo sucedido al no haber seguido buscándolo, no había momento en el que no recordara a su hijito extraviado y que se pusiera a llorar por lo sucedido ya hace más de siete años, qué habría pasado con el futuro de su hijito desde aquel instante en el que arrebataron de sus brazos, estrujó con impotencia el periódico, en ese instante Gustavito entra observando la acción de su madre llorosa sentándose junto a ella para abrazarla y acariciarla quitándole las lágrimas con sus dedos, Noelia le pide que tenga mucho cuidado con ese hombre de la foto del periódico y trate de no verlo o conversar, Gustavito de niño poco recuerda la relación que su madre tuvo con ese hombre y sustenta su razonamiento cuando su madre le recuerda que con ese hombre tuvo idilio que condujo a tener un hijo mientras Gustavito y sus hermanas vivían con su padre en franca separación, luego recordó Gustavito que su madre arrepentida volvió con su padre, sus reflexiones hicieron en Gustavito nacer un sentimiento de rencor hacia Carlos Felipe del Olmo y al pasar de los días se vino el cambio de consideración hacia Carlos Serafín quien no entendía lo sucedido con su mejor amigo, con el tiempo quizá llegó a pensar que era por causas de alguna acción infantil cuando vivió con él o por las chicas a las que ellos molestaban en la calle con enamoramientos, serafín quiso continuar con la amistad a medias ahora con Gustavito pero nunca más volvió a visitar la casa de Carlos Felipe del Olmo.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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