METAMORFOSIS 59
Sensaciones.
Luego de muchos golpes dados a la alfombra grande tendida en el cordel, Agripina la niña de nueve años dio unos pasos para acercarse a donde estaba jugando su hermanito Luis Alfonso con un niño de nombre Rómulo de tres años que estaba recién llegado con su padre Ricardo y que era un buen vaquero, su madre Liliana, era la empleada ayudante de quehaceres domésticos, estaba ayudando en la estancia del doctor Pérez y completaba la familia su hermano Tiburcio de quince años que le ayudaba a su padre en la faena del campo y que además era un chico apuesto y musculado de piel trigueña como la de su padre en contraste con la piel de su hermanito Rómulo un tanto más clara igual que su madre, Agripina observó muy detenidamente a Rómulo que estaba sentado en el suelo jugando con Luis Alfonso, tenía las piernas abiertas boteando una pelotita, ella pudo ver que la entrepierna del pantaloncito corto tenía un orificio por donde se podía ver el penecito del niño, tiempo corto después ese penecito salió por el orificio y el niño comenzó a estirárselo a manera de gustosa sensación, Agripina se acercó más sentándose junto a él, Rómulo en su inocencia seguía estirándoselo con frecuencia, Agripina que lo quedaba mirando con paciencia miraba a los lados por si alguien también lo mirase, pero no, estaban solo los tres en aquel sitio de lavado de ropa, ella se metió la mano dentro de su ropa hasta agitarse el dedo en su vagina viendo el penecito salido del niño por la tela de su pantaloncito corto remendado, Agripina vio que su hermanito se acostó sobre el piso mirando en sentido contrario a donde ellos estaban sentados y de eso aprovecho en acercar su mano en dirección al penecito del pequeño Rómulo, la yema de sus dedos recorrió por la piel del penecito por unos instantes, ella miraba fijamente el movimiento de sus manos en aquel penecito de Rómulo que le miraba con atención, el niño la veía con sonrisa infantil, se tenían confianza, ella sintió un acaloramiento en su piel, lentamente se agachó para olerle el penecito con el característico olor a orina expulsada hace mucho tiempo, Luis Alfonso caminó en busca de unos autitos de metal que estaban en el césped ubicándose apartadamente de Agripina y del pequeño Rómulo, ella aprovechó del momento para llevarlo de la mano en presurosos pasos allá entre el cerco de piedra y la pared de madera del lavatorio de ropa, el lugar era un poco oscuro donde se guardaban los trastes, Agripina no esperó a más y le bajó la cremallera desabotonando y deslizando el pantaloncito corto del niño, vio por unos segundos ese pene lampiño descubierto de Rómulo y simplemente cerró los ojos, abrió su boca y en su interior sintió el penecito de Rómulo, ella le tomó las nalgas y las hizo mover hacia adelante y hacia atrás por varios segundos, hizo pausa para verle la cara de Rómulo, su inocencia manifestaba indiferencia, Agripina hizo un rápido movimiento de deslizamiento de su vestido y pantaleta poniéndolos en el suelo, lo atrajo al niño de su cintura hacia ella, los dos acostándose lentamente, el pene ensalivado de Rómulo rozaba la vagina de Agripina, lo acomodó en la entrada de su vagina y procedió a metérselo dando corto gemidos, el niño comenzó a dar gestos y sonidos de inconformidad con intención de llorar, ella estuvo a punto de desvirgarlo con esos movimientos que le alzaba y bajaba las caderas del niño, Agripina dio unos pasos y se acuclilló a orinar, Rómulo viendo la vagina de Agripina expulsar la orina le dio también por orinar, ambos se miraban los aparatos sexuales, lo acercó y lo acostó lentamente acostándose encima a darle besos, Rómulo ahora estaba un poco inquieto por aquellos alocados primeros besos que le daba una niña, el pequeño acostado abierto bien sus piernas, ella con su lengua recorrió la piel de la garganta, barriga, pelvis, pene y testículos del niño dándole lamidas como lo había aprendido de Wilson su desvirgador siendo muy pequeña, Rómulo se limitaba quietecito a ver el movimiento de la cara de Agripina, finalmente decidió no seguir ante el llamado de Luis Alfonso, rapidito se vistieron y le pidió al niño no contar del jueguito, ella siguió golpeando la alfombra y ambos niños continuaron con sus juegos, Agripina tenia puesta fijamente su mirada en la entrepierna mojada de Rómulo, rato después llegaron las mamás de los pequeños llevándoselos para el acostumbrado baño de tina.
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La gran puerta se abrió de par en par, se respiraba en su interior un ambiente diferente al de la calle, como a nostalgia y soledad, eso sentía la piel de Josefina que tenía en brazos a su pequeño Gustavo Andrés de casi un año de vida, las constantes súplicas del hombre de negro y el beneplácito de su madre que estaba junto a ella hicieron posible esa determinante decisión de conocer en parte a los parientes de su hijo, se podía sentir en el rostro de los visitantes aquellas sensaciones encontradas, Gustavito de trece años las acompañaba tras la calurosa bienvenida, Josefina una madre de más de catorce años muy joven daba pasos lentos, su hijito decidió caminar unos pasitos y luego volvió a los brazos de su madre, lo llevó cariñosamente, pasaron por dos puertas y faltaba la última, ésta se abrió y en su interior había ornamentaciones barrocas y de estilo árabe clásico combinadas con adornos del país de la canela, los visitantes hicieron una pausa deteniéndose a observar a su alrededor, un sirviente les pidió sentarse y de una puerta pequeña bien ornamentada salió un hombre obeso con expresión resignada de alegría, las miradas de los presentes se cruzaron, aquel hombre no resistió la tentación de acercarse al niño de piel morena clara y se arrodilló a donde estaba sentado en el regazo de su madre, le hizo jueguitos con la mano y el niño por instinto natural le brindó varias sonrisas, el hombre se incorporó y pidió disculpas por la falta de protocolo, saludó a los visitantes, iba a decir algo y fue interrumpido por una mujer joven que luego de saludar extendiendo la mano se sentó junto a su padre en tan amplio salón, ambos miraban al pequeño y se intercambiaban opiniones acerca del gran parecido del niño con su padre el difunto Teodomiro, fueron múltiples sensaciones, a un gesto del hombre obeso el hombre de negro invitó a Gustavito a tomar una “copa” en otro gran salón, Gustavo Adolfo pese a su edad que no bebía miró el rostro de su madre Noelia y entendió que sin embrago debería acompañar al hombre de negro, el hombre obeso se llamaba Teodomiro y le agradecía a Josefina el haberle puesto ese nombre a su hijo, el diálogo fue largo y extenso, con mucha bebida y aperitivos, se habló de la vida de Teodomiro, la primera parte la contó el dueño de casa diciendo que había conocido a la madre de Teodomiro cuando ésta trabajaba en su casa acompañando a su esposa en los quehaceres como sirvienta, al decir aquello hizo una pausa agachando el rostro y pidiendo disculpas a su hija Roxana que estaba a su costado, ella tomó de la mano a su padre y le pidió que no se preocupase y que continúe con el relato, ante la anuencia continuó diciendo que aquella esbelta mujer de color tenía una altivez y exquisitez al hablar como que ocultaba algo de su pasado, con su mujer ella aprendió más protocolo y finura, la atracción ente ambos se hacía cada vez más frecuente y recurrente, un día de campo explotó al sentirse a solas, los besos fueron determinantes, ella veneraba a la esposa de su amante, no quería seguir pero él insistía, no había momento ni ocasión en que sus miradas estaban llenas de complicidad, un cuartucho arrendado en las afueras de la ciudad era testigo del momento en que fue suya por primera vez, se le entregó virgen, eso lo engrupió más, dependiendo cada día de su piel y de aquel sentir de hembra impregnado en su conciencia, a los pocos meses tuvo que salir de viaje de negocios a la frontera distante de la capital y al volver ya no supo de aquella hermosa mujer de ébano, muy extrañado por esa actitud de supuesto alejamiento la buscó por todos los rincones de la ciudad sin tener éxito, el tiempo transcurrió y el recuerdo de esa mujer continuaba en su mente y alma, al preguntarle a su esposa, ella guardaba un silencio formal, simplemente diciéndole que se fue con un hombre, dolido sin embargo continuó pensándola tiernamente, vino la agonía de su esposa por aquella causante fiebre amarilla y en sus últimos suspiros confesó que ella sabía de los amoríos con aquella mujer de color y supo que esa mujer de ébano esperaba un hijo y ante tanta deslealtad de su sirvienta para con ella decidió echarla de la casa, fue así que el hombre obeso decidió recomenzar la búsqueda sin que sus hijos siendo aún pequeños se enterasen de su empresa, fue hace poco que les contó la verdad y también sus hijos emprendieron la búsqueda que desafortunadamente terminó con encontrarle muerto, el rostro de Josefina se había llenado de lágrimas, extendió la bolsita de Teodomiro, el hombre la abrió y vio con grata sorpresa las fotos, una de recién nacido de fecha 1921, otra de niño de fecha 1926 y una de púber con su familia de fecha 1934, en su reverso habían nombres, otras de sus pertenencias que eran un aro masculino labrado artesanalmente con un símbolo extraño, en su interior la fecha 20 juni adns 1543, una carta de 1936 y una fe de identificación natal del año 1921, el hombre se llevó los objetos al pecho, rompiendo en llanto exclamando un grito de angustia, su hija tomó los objetos, a paso pesaroso llegó el hombre de negro y en su atrás llegaba también Gustavito, el hombre obeso rompía en llanto diciendo que era parecido a él y miraba al niño de Josefina con ternura acercándose con los brazos extendidos pidiendo abrazar al niño, lo levantó con los brazos extendidos y se lo llevó a la cara colmándolo de caricias y besos paternales diciéndole que él era su abuelo, el pequeño le daba una sonrisa al hombre obeso, la tierna escena del abrazo entre abuelo y nieto duró mucho en silencio y llanto de los presentes, el dueño de casa los invitó al comedor un lujoso lugar donde siguió la plática, al despedirse el dueño de casa pidió que fueran frecuentes las visitas de Josefina a esa casa, los visitantes llevaron algunos cartones de ropa infantil, juguetes y un dinero que al principio no quiso aceptar Josefina y que luego lo hizo ante tanta súplica del abuelo del niño, los objetos de Teodomiro quedarían en poder del dueño de casa.
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Siente que tocan a su puerta, como vive solo con su abuela está siempre dentro de esa casa de arriendo y en la ausencia de la abuela anda solo en short o en calzoncillo ajustado como a él le gusta, al verlo por la ventana se desliza el short que traía puesto y la remera, se queda sólo en calzoncillo ajustado, se mete la mano dentro del calzoncillo para estirarse el penecito lampiño de niño precioso, así con esa apariencia de presentarse le abre asegurando que no había nadie más en los alrededores, el visitante le miraba esa acción de las manos moldeándose en la tela del calzoncillo, le preguntó con voz entrecortada que si tenía alguna tarea o algo en que le podía ayudar, todo ello sin dejar de mirar esos movimientos del niño, se le quedó viendo como hipnotizado y al llegar a su rostro sus miradas se enfocaron una en la del otro, se agachó disimulando su timidez y le dijo que pase, que en verdad si tenía tarea pendiente que hacer, que su abuela le había indicado señalando unos bultos en el interior, entró y que se cierra la puerta, le dice que le espere y se pasa frente a él, para esto ya se le había parado el pene, tenía solo unas cajas de cartón y el visitante le dijo que se las iba a amarrar, se agacha y las deja acomodadas, le dijo además al niño que le ayude a detenerlas mientras buscaba una cuerda o algo, el nene se agachó deteniéndolas con sus manitas, eso mucho le gustó verle hacer esos movimientos centrándose su mirada en esas nalguitas que las tenía bien paraditas, el visitante se acerca por detrás del nene y se pega restregándose en las nalguitas vestidas del calzoncillo ajustado, lo toma muy despacio de la cintura y ante esa reacción el niño no hizo nada, así que entendió que debía seguir, le comenzó a acariciar por la espalda, las piernas, le levantó el calzoncillo muy sutilmente y le acariciaba las nalgas con mucha delicadeza, el nene gimió muy despacio al sentir el roce de los dedos entre la separación de los glúteos, tanto así que cerraba sus ojos sintiendo placer, lo levanta y le marca dándole un beso corto, sabía que eso al nene ya le gustaba, era parte de su metamorfosis, continuó levantándole y cargándole de frente, lo besaba continuamente sintiendo sus pieles muy calientes y él cómo pudo le respondió el beso mientras con las manos le acariciaba las nalguitas y el hoyito, lo baja y se quedan viendo así parados de frente, el cuerpo desnudo del niño frente a cuerpo de mayor estatura del visitante de más edad que estaba vestido, así es que le dice que le ayude a desvestirse, poco a poco la ropa quedaba toda en el piso, al verse desnudos se abrazaron, agitó el pene y le hizo que lo toque, el niño lo hizo muy gustoso viéndose a los ojos con la seguridad mostrada en sus rostros, le dijo que se lo jale al pene velludo y venoso con gotas de líquido preseminal en el glande, y le enseña como hacerlo, después le dijo que se le bese y el nene lo hizo, ya para ese momento el visitante estaba súper caliente, le dijo que se lo chupe como a una paleta, desde el primer momento no lo dudó y así el visitante le dijo que le daría el doble de lo que le iba a dar por el favor de mamárselo, el nene comenzó a meterse el pene en su boquita, le entraba con habilidad, con cabeza de glande y todo, ese pene grueso ya estaba en esa boquita de un niño precioso descendiente de noble familia, con mucha pericia se la iba mamando sin embargo le guiaba con la mano sobre su cabecita, ya no se aguantaba más y después de un rato se vino una descarga de semen en su boca, le salpicó toda la carita y el niño solo cerró los ojos y se rió, algo de semen estaba en su pelito sedoso bien cuidado, al visitante le encantó ver ese rostro de niño lindo lleno de su semen, sin limpiarle la carita lo besó apasionadamente de lengua quedando restos de semen en los labios de ambos y después lo limpió, fueron a acostarse en la cama a seguir besándose y a rozarse los cuerpos con sus manos, quedó el niño acostado en la cama a piernas abiertas mientras el visitante se puso de rodillas inclinando su torso para que su boca se abra y chupe el penecito lampiño, el nene gemía de placer, le decía que siga, que no se detenga, en sus altos de pausa de lamida el visitante sonreía, le agitaba el penecito ensalivado hasta quedar tieso, luego el visitante se ponía en posición de perrito sobre el colchón en cuatro sobre la cama, detrás el inquieto nene que se agitaba el pene entallándole en el culito del visitante, le abría las nalgas para que se roce de buen modo ese tronquito de pene, le hacía falsos gemidos al nene para que se estimule, en realidad el visitante sólo sentía los roces y leve penetración debido al tamaño de ese pene infantil, así cansados caían en la cama, acostados viendo al techo se tocaban los penes, el nene se acostaba encima alzando y bajando las caderas haciendo que los penes se rocen, al poco rato se levantaron de la cama, el visitante se puso la ropa pero el nene continuó desnudo, continuaron amarrando los cartones, luego el visitante se despidió con mucho afecto llevando la tarea con la promesa de volverse a ver, allí quedó el nene pensativo acostado desnudo en la cama frotándose el pene, no dejaba de sonreír, su metamorfosis estaba en todo su apogeo.
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Luis con su primo Gustavito estaban en una franca carrera de bicicleta en aquel mediodía del vigésimo día del mes decembrino de 1942, era domingo, ante los hechos a este día se lo recuerda fijamente, a los primos les acompañaban otros chicos del lugar corriendo a su lado esperando a que les presten las bicicletas, a manera cómplice los dos primos de trece y diecinueve años aplicaron aceleración en los pedales dejándolos muy lejos a los otros chicos que desistieron de seguirlos, los dos primos observaban la distancia alejándose de ellos y reían con satisfacción, Luis le indicó hacia aquella montaña tupida de monte mientras bajaban la marcha, divisaron a lo lejos en el cementerio una especie de mausoleo que poco era visitado pero que ahora si tenía visitantes, Gustavito tensó sus dientes confirmando sus sospechas cada vez que más se acercaba de que se trataba del auto de Carlos Felipe del Olmo, iban acercándose al lugar cuando muy cerca de ahí se sale la cadena de la bicicleta de su primo Luis, contrariado se dispuso a arreglarle, Gustavito le ayudaba, de pronto un auto pasa por su lado, el chófer lo saludó a Gustavito quien respondió el saludo, igual lo hizo con Serafín, el auto se estaciona, es allí cuando de pronto sale del mausoleo Carlos Felipe del Olmo y su gran amigo el doctor Luis Daniel Pérez padrastro de Luis, el doctor le pidió al chofer que le ayude a Luis con su bicicleta, el rebelde muchacho al principio hizo gesto de malestar permitiendo que sea arreglada mientras se cruzaban las miradas de Carlos y de Gustavito, de imprevisto los brazos de Serafín rodearon los brazos de su padre Carlos Felipe del Olmo, Hermógenes arrimado al gran samán que daba sombra al mausoleo miraba con paciencia lo que estaba pasando a cierta distancia sin ser visto pues le dio por recorrer los lugares en los que en su tierna infancia recorría con su difunto padre, Gustavito sintió malestar de estar ahí viendo esas escenas paternales, le vino la envidia al verse huérfano, sin un padre que lo consolase, no era para menos que tuvo una repentina sensación de congoja viendo esa escena paternal de caricias entre padre e hijo, además también le vino a Gustavito por extrañar en ese momento a su padre Don Gustavo Pozzo, le vino el cólera disimulándolo en agarrar la bicicleta e irse de inmediato pero el grito de Luis le privó del deseo, los dos terratenientes vestidos de negro se acercaron a los primos, Carlos Felipe le brindó una cordial sonrisa saludable a Gustavito quien fríamente respondió extendiendo la mano ante la mano extendida de los terratenientes, Carlos quiso acariciar el pelo de Gustavito pero éste le hizo un súbito quite, lo miraba con rabia disimulada en su rostro, era el hombre que había dañado la vida de su madre, no le perdonaría por haberla dejado sola cuando más lo necesitaba en el momento en la desaparición y rapto de su hermanito que ahora tendría ya más de siete años y si viviría o no, sí, Gustavito estaba al tanto de todo, una indiscreción de comentario de nana Dulce había sido el modo de enterarse tras la cortina oculto escuchaba y se enteraba de aquello, vino reclamos hacia su madre, ella le pidió perdón ante la infidelidad que le había ocasionado al padre de Gustavito don Gustavo Pozzo, juró que no le perdonaría tal mala acción, Noelia resignada simplemente asintió, eso le vino a la mente de Gustavito que ahora con la mirada expresaba la seriedad de no perdonarle las pesadillas de su madre a media noche recordando el nefasto hecho de la pérdida de su hijo, no le perdonaba a ese hombre el envejecimiento prematuro de su madre, no le perdonaba las pocas ganas de vivir de su madre y de sus relatos recurrentes de su hijo desaparecido en la mesa cuando la visitaba en el campo, Gustavito quería decírselo pero no era el momento ni el lugar indicado porque era santo lugar, pero ya habría tiempo futuro y lugar de hacerlo , Serafín se acercó y su trato fue relajante para con su amigo, Gustavito lamentaba que ese señor fuera el padre de su amigo Serafín, en un aparte hablaron un poco los terratenientes, poco entendieron la actitud del muchacho, Carlos hizo alejarse a su amigo de los muchachos y cabizbajo le susurró que seguramente la actitud de Gustavito se debía a que seguramente su abuelo Rodolfo le habría contado la relación que tuvo con su madre, seguramente también de su hijo raptado desaparecido y sobre todo que Rodolfo Buonanote y Carlos Felipe del Olmo eran enemigos acérrimos pues Carlos Felipe del Olmo siendo niño presenció la muerte de su padre ahora enterrado en ese mausoleo y don Rodolfo fue el causante de aquel suicidio de su padre, en fin, se dijo Carlos Felipe, sólo el tiempo hará que se limen asperezas, dio un fuerte respiro y sus ojos se enrojecieron pensando en aquel niño robado desparecido y en la vida que ahora tendría con su nueva esposa e hijo, la bicicleta de Luis estaba arreglada, lo dijo el chófer, Luis hizo un gesto a su primo para montar bicicletas y salir de ese lugar, el primo menor asintió con un rictus de obediencia, así, Gustavo Adolfo y Carlos Serafín se despidieron con un fraterno abrazo de compañeros de estudio, tenían la misma edad, pues habían nacido en la misma localidad, el mismo día y a la misma hora, ahora, al darse la mano en su despedida Carlos Felipe del Olmo y Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote se miraban fijamente a los ojos, en ellos habían sentimientos encontrados, ese rostro quedaba fijo mutuamente en sus pensamientos y conciencias, continuaban viéndose a los ojos, el apretón de manos fue intenso y duró segundos, sintió ternura el prestante hombre, vio alejarse a los dos primos en dirección camino a la estancia victoriana de su abuelo Rodolfo Buonanote.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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