METAMORFOSIS 62
Celebraciones.
Las velas flameantes en la torta avivaban el ambiente acogedor de celebración del trigésimo tercer aniversario del nacimiento de Noelia, coincidía con aquella maravillosa tarde de Navidad de 1942, Noelia lo celebró en la estancia de su padre rodeada de todos sus familiares, hubo un momento triste de recordatorio de los fallecidos don Gustavo Pozzo y su hija Leonor con sus hijitos, Josefina la abrazó diciéndole que era el momento de ponerse felices por los presentes que la adoraban, doña Micaela estaba demacrada pero de buen ánimo, a su esposo le preocupaba su salud pulmonar pues la tos ya le era recurrente, Gustavito era el promotor junto con sus hermana de las alegrías, sentadito el pequeño Andrés Gustavo Teodomiro aplaudía infantilmente haciendo las delicias de mimos de los presentes, don Rodolfo pese a su aire gélido conservador protocolar estuvo jovial en ese momento, Luis como siempre huraño en estos acontecimientos, mayormente hablaba con Gustavito, vino el vals, Gustavito parecía todo un príncipe bailando con su madre en ese traje formal que su madre le compró en la capital y era propio para el momento, don Rodolfo orgulloso viendo el porte varonil de su nieto favorito, lo era su engreído por varios motivos, por su carácter, por su estirpe caucásica heredada en su piel, por sobre todo porque facialmente de todos sus nietos Gustavito era el que más se parecía a su abuelo y a su madre, el comportamiento huraño de Luis con su abuelo por tal preferencia contrastaba con el trato a su primo Gustavito, es que Gustavito tenía el don de hacer amigos y tener un carácter conciliador muy admirable que eso le llegaría a valer mucho a futuro, de pronto aparecen Nicolás y su abuela en la puerta principal muy felices y sudorosos por aquella tarde, respondían a la invitación de don Rodolfo, luego de apagar las velas y repartir e pastel la fiesta continuaba, Nicolás vestía pantalón largo de fina tela con medias a la rodilla y camisa corta con tirantes que iba con sus quince años cumplidos, Luis de diecinueve años no dejaba escapar ningún movimiento de Nicolás, ya tenía el pene erecto en solo observar los movimientos del muchacho, la fiesta continuaba bailando los adultos e inclusive gran parte de la servidumbre y peones que se habían dado cita, Gustavito jugaba a la pelota con su sobrinito en el césped y se unió Nicolás, Luis de lejos observaba, en la sala los adultos seguían bailando, Josefina fue en búsqueda de su hijo que estaba orinado, Gustavito fue en su ayuda, Nicolás quedó con Luis, aprovecharon para ir a un lugar discreto y allí se abrazaron uniendo sus frentes viendo que se frotaban los penes manoseándose los traseros vestidos en señal de querer hacerlo, caminaron adentrándose en el monte alejándose de la estancia llegando al establo, un par de vaqueros estaban fumando y conversando a lo lejos, los muchachos se desviaron adentrándose más en el monte llegando a las cercanías de madera aserrada, llegaron a un lugar muy tupido teniendo arena el suelo, en su delante estaba un frondoso árbol con ramas rozando el suelo y la madera cortada para el cerco, caminaron un poco dejando la ropa guindada en la madera así quedándose desnudos, Luis se sentó sobre una gran tablón, pensó un poco viendo en su delante el cuerpo desnudo de Nicolás, Luis recordaba que el ano de Nicolás había logrado que su pene eyaculara por primera vez, Luis se quedó por largo rato contemplando su pene y el líquido pre seminal mojando sus pocos pelos en la pelvis pues se lo había afeitado en señal de asepsia, Nicolás arrodillado con una mano tomaba el pene de Luis y se lo metió en la boca entrando y saliendo por esos labios rozagantes, después hicieron cambio y ahora Luis le lamía el pene a Nicolás, eso más lo calentaba a Luis, después Nicolás se acostó voluntariamente moviendo sus caderas en el suelo, Luis le puso las rodillas en el hombro, le pasaba la lengua por ese ano descubierto, la punta de la lengua la pasaba entre los testículos de Nicolás, el pene de Luis rozaba las carnes en el trasero del muchacho, le llenó de saliva el ano y le introdujo la mitad del glande y de a poco le metía más y más hasta que metió todo su pene con mucho gozo para ambos, Nicolás gemía fuertemente, Luis cerrando los ojos sentía placer de sodomizar al muchacho de quince años, las metidas y sacadas de pene aumentaban en sus movimientos hasta que dejó el semen en la entrañas de Nicolás apartándose desfallecido del cansancio acostado en la arena, Nicolás acuclillado pujando el semen quedado dentro del ano con el pene erecto, Luís de diecinueve años se tomó los muslos alzando las piernas rodeándolas con los brazos, Nicolás aprovecho de esa postura rozándole los testículos, trasero y resto del pene, el ano descubierto de Luis alojaba el pene de Nicolás que entraba y salía hasta que también se quedó quieto respirando con aceleración dejándole el semen en el ano, los dos se soltaron quedando acostados en la arena con mirada al cielo, se miraban los penes y se acercaron uniendo sus pechos y sus penes rozándolos al mismo tiempo en que se manoseaban el trasero, unieron sus frentes y se besaron, luego se limpiaron y se vistieron con calma, tomaron caminos diferentes y llegaron a la estancia donde se encontraron con Gustavito que continuaba jugando con su sobrinito y los adultos seguían con la fiesta, solo nana Dulce tomó en cuenta la salida de ambos muchachos.
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En la estancia del doctor Luis Pérez todo era movimiento en los empleados para atender bien a los invitados, Carlos Felipe del Olmo y su familia completa se sentían a gusto por las atenciones, el pequeño Luis Alfonso de dos años mecía la hamaca donde movía su cara y sus manitos el pequeño Carlos Alberto de 8 meses con la mirada concentrada en la hamaca de su joven madre Yajaira de veinte años esposa de Carlos Felipe del Olmo, Agripina lo cargó a su hermanito porque se había orinado y fue a cambiarlo, Clemencia y Yajaira entablaron una amistad armoniosa llena de novedades de moda citadina, Arnulfo jugaba en el jardín de la estancia con un balón junto con Serafín y Hermógenes que era el líder del juego, escuchan el galope de un caballo, era Luis que llegaba y pasó saludándolos, no quiso jugar, educadamente saludó a los adultos que estaban en el interior de la casa, el doctor lo siguió a su habitación pidiéndole a su hijastro que se quede a cenar, Luis con hipócrita respeto manifestó que iba a cenar en casa de su abuelo, el doctor no insistió más, desde su habitación en el piso alto de la estancia miraba a los chicos jugando con el balón, sonreía viéndolo a Arnulfo cayendo en el suelo y por accidente también caía Serafín, vio acercarse una carreta y a una joven descender de ella, era Justin Daniela que desde hace meses retornaba desde la capital a la estancia de su padre el doctor Pérez, le vino la rabieta de joven engreído, con mayor asidero no se iba a aquedar a cenar, ella le era un poco antipática, vio que todos salieron a su encuentro, fue gélido el abrazo con su padre e indiferente con su madrastra y hermanastro, no así con la servidumbre e invitados que desde niña la habían tratado de mejor forma, Luis hacía una mueca de risa irónica, bajó las escaleras, extendió la mano saludando a Justin y arreglaba la montura de su caballo para ir en camino a la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote, a punto de montar fue llamado la atención de su padrastro, detrás estaba Carlos Felipe del Olmo, le pidió que esperase un poco porque su hija quería darle un obsequio, a disimulo hizo un regañadientes resignando a entrar en la sala, los muchachos ya habían dejado de jugar a la pelota debido a que se estaba acercando el ocaso, Luis agradeció el regalo de Justin prometiéndole en estos días venideros devolver la cortesía y darle su obsequio, no esperó a más y emprendió el galope, a unos cuantos centenares de metros de la estancia de su padrastro vio a Arnulfo de once años llevando unos baldes llenos con agua sacada del pozo, a su lado iba el pequeño Teófilo de seis años, vio que estaba desarreglado el pantaloncito corto remendado del pequeño Teófilo, el calzoncillo salía por detrás del pantaloncito corto y la camisa estaba manchada de tierra en la espalda, el pequeño se venía agarrando el penecito con una mano y con la otra se estiraba la tela de su trasero por detrás haciendo un gesto de molestia, el pequeño iba mirando al piso caminando muy lentamente, como que había llorado, Arnulfo le pedía que aumentara el paso para llegar, Luis pasó muy lentamente viendo todo eso, se bajó a peguntarle si le había hecho sexo a Teófilo, el muchacho de once años se puso cabizbajo y solo atinó a tomar los baldes sin responderle, quien calla otorga, se dijo Luis, montó en el caballo y vio alejarse Arnulfo, su mirada se concentró en el movimiento de trasero y caderas de Arnulfo, estaba tomando un amaneramiento, la noche se acercaba y galopó con fuerza, la fiesta de cumpleaños de su tía seguía en apogeo, allá era más feliz.
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Los cohetes artesanales de pólvora surcaban el firmamento con su luz y color, la noche de año nuevo se acercaba, ya desde el ocaso se escuchaban los ruidos de los cohetes anunciando la bienvenida nocturna que se verían liego en todo su esplendor a medianoche, 1943 estaba cerca, en la estancia del doctor Pérez los niños jugaban con los artefactos artesanales explosivos, los adultos bailaban desde ya entrada la noche, algunos niños también lo hacían con sus padres, otros se acercaban a las fogatas donde estaba el asado de res, cerdo o pollo tomando sus palillos de madera asándolos o sacándolos de paila, algo iluminada con mecheros en el jardín de la estancia metros detrás quedaba la oscuridad, Yajaira la joven madre entraba y salía de su habitación atendiendo a su hijito, a veces se cruzaba con Agripina, los peones se servían del buen aguardiente, Justin de catorce años estaba desconsolada, extrañaba a ese chico que le había despertado el sexo y que ahora para ella en la estancia de su padre era innombrable, muchos niños correteaban el amplio jardín, ya un poco mareados los peones gritaban bienaventuranza a su patrón y a su trabajo, Justin vio una manos extendida, era la de Serafín de trece años que con su cautivante sonrisa expresaba el deseo cordial invitándola a bailar, ambos chicos conversaron gran tiempo, los dos amigos terratenientes Luis y Carlos los miraban y asentían favorablemente haciendo ya adelantadamente insinuaciones de romance, Hermógenes también se unió al buen deseo, las sonrisas vinieron de los muchachos, esa noche para ambos sería especial, el recuerdo de Bonifacio se diluía en la mente de Justin por lo menos en esa noche.
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Alejados de ahí en una mesa sobria estaba sentado Pedro Artemio con Guillermo y su tía junto a otros familiares, los comentarios eran favorables al chico, bien vestidito parecía un principito, rubio de piel muy blanca, lo hacía pasar por su hijo, el niño era de temperamento inquieto con frases ocurrentes que rompían protocolo y sus ocurrencias hacían las delicias de los presentes, se notaba a sus pocos años el liderazgo que le adornaba en su carácter y su marcada inteligencia para los números contables, en esos instantes empezó a llover, al niño le atraía la lluvia, se apoyó con sus manitos en el cristal y estuvo así por largo rato viendo la noche lluviosa, trataba inocentemente del lado del cristal tomar la lluvia, Guillermo sonreía, Pedo Artemio s quedó mirando fijamente la noche y la pertinaz lluvia acompañada de rayos y truenos que le fascinaba ver al niño reflejándose en sus ojos claros, lejos de ahí esos rayos y truenos surcaban el firmamento, Noelia apesadumbrada veía la lluvia correr por el cristal, los rayos aclaraban su cara llena de lágrimas, estaba apartada de la fiesta, se había acordado de su hijo, esa congoja de no poder tenerlo en su regazo ni en sus brazos la mataba en cada año que pasaba, ya eran siete los de la angustia, sabía que su hijo arrancado de su ser viviría aún, lo sentía en su ser de madre, a través de sus lágrimas viendo la noche saltó una exclamación facial, sintió que unos mimosos brazos rodeaban su cintura, era su hijo Gustavito, sin preguntarle ya sabía que estaba pensando en su hermanito desaparecido, ambos vieron la lluvia, su mano materna fue a sus labios y la besó poniendo las yemas de sus dedos en el cristal, se dijo en sus adentros las resonantes palabras “hijito donde estés quiero que sepas que te quiero y te extraño mucho”, la huella de sus manos quedó impregnada en el cristal, lejos de ahí instintivamente Pedro Artemio acercó su carita al cristal y como sintiendo mimos del frio metal cerró sus ojos sintiendo como una sensación de un no sé qué interior lo hizo tranquilizarse y siguió viendo la lluvia, sólo la lluvia.
FIN DEL SEXAGÉSIMO SEGUNDO EPISODIO
Amigo sigo tu historias muy buenas y bien explicadas y saludos sigue contando mas….:) 😉 🙂 😉 🙂 😉
Si utilizaras puntos seguidos y puntos y aparte para hacer párrafos mas cortos, es probable que tus relatos invitaran mas a leerlos.
Estupendo , sigue con la historia lo q será de Andreina Agripina y Justin