METAMORFOSIS 64
Cambios.
Las luces de sol entraban en la habitación tras abrir de par en par las ventanas amplias de la gran casona, la madre se había extrañado de tan duro golpe en la comisura del rostro de su hijo hace varios meses, era una significativa marca de cicatriz en su rostro, los ojos de su hijo se abrieron brindándole una amplia sonrisa, su hijo le dijo acerca de su herida que había sido chocando la bicicleta en un árbol, ella respondió con una sonrisa cómplice, ella sabía que eso no era cierto, que había algo más, las tiernas manos maternas recorrían el crecido pelo lacio castaño de su hijo diciéndole que a poco de llegar a la capital se cortase el pelo, el chico obediente asentía, estuvieron sentados a filo de cama fundiéndose en un abrazo, después lo dejó para que se cambiase de ropa, al bajar a desayunar se encontró con Emilio, el hombre de negro, tío del pequeño Gustavo Andrés Teodomiro, cual fue la sorpresa que los sorprendió tomarse de las manos con Josefina teniendo miradas amorosas cómplices, Gustavito se sentó sonriente con indiferencia mirando a otro lado, Emilio le caía bien, demostraba su responsabilidad y cortesía ante su madre y hermana, Noelia apareció con los platos en mano siendo ayudada de inmediato por su hijo poniéndolos sobre la mesa, el pequeño Andrés caminaba con el salero y todos reían de su acción pues lo hacía caminando con inseguridad acorde a su edad, el invitado había venido de la capital para proponerles un nuevo viaje pues se acercaba el cumpleaños de Gustavo Andrés Teodomiro y su abuelo deseaba festejarle en forma póstuma, Josefina lo meditó un poco, se interrumpió su respuesta con la entrada de Luis invitando a su primo a manejar bicicleta, Luis desayunó en la mesa a pedido de su tía Noelia, los muchachos terminaron de comer, Noelia desde la puerta los vio alejarse de la estancia, Emilio caminó por el jardín con Josefina y Noelia quedó sentada en la mecedora teniendo en su regazo a su trigueño nieto, Noelia recordaba oliendo el pelo de su nieto aquel pelito de ese niño que le había sido arrebatado, abrazó más a su nieto, las lágrimas recorrían su rostro, el motivo, pensar en aquel hombre que significaba mucho en su vida, Carlos Felipe del Olmo que ahora tenía otro compromiso y un hijo con esa nueva esposa, el silencio del lugar le hizo relajar sus nervios, se dedicó a mimar a su nieto, estaba crecidito, el próximo 30 de noviembre de 1943 cumpliría dos añitos, faltaba mucho, a lo lejos, caminaba Emilio y Josefina cruzando miradas, ella tímida cabizbaja, él muy atento a la belleza de su acompañante, se detuvieron y sin decir palabras solo con miradas de aceptación acercaron sus rostros dándose un primer beso apasionado, no importaba que Emilio tuviese 24 años y ella ya los quince cumplidos y celebrados con una simple comida en la estancia de su abuelo, la descendencia caucásica de Josefina la hacía una mujer con cuerpo más desarrollado aún más con su alumbramiento, continuaron con su diálogo, aceptaron su relación, entrelazaron las manos y alternaban con caricias y besos, la vida de Josefina estaba cambiando.
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La nana Dulce recibió a los nietos de Rodolfo Buonanote en la puerta de la estancia, les dijo que su abuelita se sentía mal y que la estaba curando una señora, los chicos subieron con cautela y sigilo, en la puerta de la habitación estaba arrimado su abuelo, estaba cabizbajo y contrariado, muy pálido, casi a punto de llorar, estaba impresionado por lo que estaba viendo, la curandera le daba masajes en los pulmones de la abuelita de los chicos, para Luis la espalda y peinado de la curandera le era familiar, ella estaba a espaldas, la llamó por su nombre: doña Amacilia, el rostro de Rodolfo se encrispó de asombro, Luis se acercó y se dieron un beso en la mejilla en señal de saludo cordial, los ojos de don Rodolfo se abrieron más con asombro, hizo puños, la temperatura corporal aumentó, de un impulso hizo una negación con su cabeza, se puso cabizbajo, pasaron unos segundos y se retiró bajando presuroso las escaleras cerrando con golpe la puerta del despacho biblioteca donde estaba luego de ingresar, Gustavito miró todo lo que hizo su abuelo, quiso bajar a estar con él, pero se contuvo, fue en ese instante que aparece la nana Dulce que se acercó a ayudar, el ánimo de la enferma algo aumentaba significativamente, los chicos arrimados en la pared observaban con detenimiento, Gustavito ayudó mojando compresas, Luis acompañó a la señora Amacilia a lavarse, al retorno desde la puerta del despacho Rodolfo le hizo gestos que se acerque, ella entró, no Luis, la puerta se cierra, le pide a su nieto que se retire con ese autoritarismo propio de abuelos de época conservadora, Luis asintió y se retiró del lugar, pensó que su abuelo seguramente estaba preocupado por la salud de su mujer, se dijo Luis, con mala costumbre adquirida desde niño rodeó la estancia y se acercó a la ventana del despacho y ahí nomás se arrimó a escuchar que su abuelita estaba muy mal, le dijo que la recaída había hecho pensar y aconsejarle que rápidamente se la interne, Rodolfo muy contrariado daba vueltas por el gran salón, de un impulso Amacilia lo tomó del brazo y él correspondió mirándola fijamente a los ojos, se puso cabizbajo aceptando la calma y la abrazó con tanta vehemencia acariciándose las mejillas, para ese momento juntaros sus mejillas y consecuentemente su lágrimas, a Luis le extrañó esa actitud, Rodolfo extendió dinero, Amacilia hizo gestos de negación con cabeza y manos, luego escucharon golpes, abrieron y era la nana Dulce diciendo que la señora Micaela pedía estar con Rodolfo, el anciano se despidió y fue a la habitación de su esposa, la nana Dulce le agradeció a Amacilia por venir pese a sus recelos y desconfianza, la señora Micaela le tenía fe, ya hace buen tiempo esa mujer curó a René de una franca neumonía cuando Rodolfo, Micaela y las niñas estaban recién llegados de otro continente, así fue que se conocieron Rodolfo y Amacilia, que fue traída por un peón del lugar el cual conocía sus dotes de curandera, ese fue el primer encuentro entre Amacilia y Rodolfo hace muchos años atrás, con el tiempo su amistad se incrementó, y era la encargada de curar con medicina alternativa del lugar a los miembros de su familia, Micaela conforme con los cuidados de René se dejó llevar también por la suculenta comida que hacía fue contratada como cocinera de la estancia, eso mejoró en algo su anterior precaria condición económica pues se había casado con un vaquero irresponsable de nombre Nicandro dos años mayor que ella, hubiese tenido en esa época cuatro hijos pero tres se murieron por la irresponsabilidad e ignorancia en el cuidado de la salud, la mayoría del dinero ganado se lo tomaba en la cantina del pueblo apostando y libando, su regreso a casa era de vejámenes a la su mujer terminando en un sexo no deseado, hubieron muchos abortos por los golpes recibidos, Nicandro era bueno en el trabajo, muy respetuoso con su patrón Buonanote pero un energúmeno en su hogar, Rodolfo le increpaba el maltrato que le daba a su esposa pues no había día de la semana que no mostrara moretones, la vida para la mujer era difícil, pero al nacer su último hijo Nicanor en los primeros meses de 1922, la vida de la mujer cambió cuando voluntariamente Rodolfo Buonanote decidió apadrinar al niño de piel morena clara, el otro hijo de la empleada y el peón murió a los pocos meses de disentería por la forma de vida que tenían en el rancho, Amacilia de carácter débil dejaba a su irresponsable marido hacer barbaridades en la crianza de sus hijos que de a poco iban falleciendo, Rodolfo decidió que cambie la suerte de ese niño precioso, se puso alerta y cuidado del niño visitándole periódicamente, pasaron a sumarse una década y media cuando Amacilia decidió seguir a su esposo a las montañas aledañas a labrar un lote grande de tierra cedido por Rodolfo Buonanote y desde ese tiempo eran más periódicas las visitas del padrino a su ahijado, tiempo después Nicanor con el permiso de sus padres fue a probar vida en la capital y de esa manera se hizo de una muchacha noble hacendosa de piel canela y siendo muy jóvenes tuvieron a su hijo Leandro en 1938, su madre lo quería mucho y lo amaba al nacer por haber nacido así rubio de piel blanca, era muy cuidado de sus abuelitos y tíos maternos que lo adoraban por su peculiar color de piel diferente al de sus padres, mientras tanto, Nicanor y su esposa se dedicaban a trabajar adquiriendo medianamente reservas de dinero ahorradas por el buen comercio, por eso en las noches solo estaban al cuidado de su hijo, a tal efecto, era así como el pequeño Leandro visitaba a sus abuelos paternos Amacilia y Nicandro en aquel rancho de campo, allí lo dejaban sus padres pero ya crecidito se iba con los padres, Amacilia miró a nana Dulce emitiendo una mueca de risa irónica, decía que los años les cobraban factura, amabas mujeres de edad adulta rieron, la mujer de color invitó a la mestiza a tomar una bebida refrescante en la cocina y en cuanto pudo de un rápido movimiento las manos morenas entraron en el bolsillo de Amacilia quedando quieta viendo resignada ese buen gesto, Luis entró a conversar por varios minutos, nana Dulce se retiró a limpiar la sala, Luis preguntó a Amacilia por Leandro, la mujer le contaba que estaba crecidito, que era un niño precioso que ya había cumplido los cinco y andaba ahora por los seis, no le dijo cuando vendría, sus abuelos maternos lo cuidaban bien pero que seguramente en algún tiempo vendría, así se había convertido el espacio de vida de ese niño, unos meses con su abuelos paternos y otros meses con su abuelos maternos, Amacilia fue a despedirse de nana Dulce y luego se despidió cálidamente de Luis y posteriormente un acongojado Rodolfo Buonanote se despedía agradecido por la visita de Amacilia, la nana Dulce estaba limpiando con un plumero la mesa donde estaba un diario que periódicamente compraba don Rodolfo para conocer de cerca lo que acontece en Europa con la guerra, Gustavito bajó presuroso la escalera y graciosamente con gesto arrebató el diario a la nana, la risa de Gustavito lentamente se diluía leyendo la noticia del diario que detallaba la prestancia de Carlos Felipe del Olmo siendo galardonado por la Cámara de Comercio de la capital siendo su presidente, estrujó apenas las hojas, la nana de inmediato le corregía esa actitud, vio en la foto la causa del enojo en Gustavito, la nana con calma le pidió que se siente y escuche lo que le iba a decir y que su madre difícilmente se lo diría, el muchacho la miró con asombro quiso articular palabra pero los dedos morenos de nana Dulce rozaban sus labios rosáceos y Gustavito se puso en actitud de obediencia y silencio, Gustavito quería mucho a esa mujer morena, obedeció y escuchó en silencio, la nana Dulce le dijo que estaba inquieta con esa mala relación de amistad con Carlos Felipe del Olmo, le dijo que ese hombre era el amor de la vida de su madre, que él hubiera sido su esposo si no fuera por las conveniencias de época, durante todo ese tiempo hasta antes de casarse se amaron, su amor era tierno y puro, ella lo presenció, ella observaba la devoción y respeto profesado, fue don Gustavo Pozzo quien con su humillación y falta de cariño dedicado a la bebida que la fue de nuevo poniendo en los bazos de Carlos Felipe, “tú lo sabías”, el chico escuchaba atento, asintió bajando la cara mirando al piso, es verdad que Noelia cometió la imprudencia de entregarse en los brazos de aquel hombre pero fue por amor y deseando sentirse segura en los brazos de quien la protegía y estaban a punto de formar un hogar seguro y estable en donde Carlos te aceptaba como su querido hijastro, al escuchar esa palabra el muchacho se puso en pie con un rictus desafiante, lentamente le hizo sentar, la nana le hizo acuerdo los mimos y paseos que le daba, también a sus hermanas, el muchacho asentía, lamentablemente, Carlos Felipe del Olmo sufrió un atentado, quedó mal herido y le quedó secuelas en su cuerpo, milagrosamente salió bien de la operación, y en esos días también raptaron a su hermanito, la nana le dijo a Gustavito que su madre Noelia al principio fue a casa de Carlos para tener su ayuda, en esa casa le dijeron que salió de viaje, no lo volvió a ver sino hace estos pocos años, es verdad, ella se siente aún traicionada pero le dijo que la nieta de nana Dulce le contaba que por la ciudad comentan la preocupación de buscar a ese hijo de Noelia raptado y la recompensa que daba por encontrarlo, pero lamentablemente las pistas y evidencias eran casi nulas para estas tres mujeres, Gustavito entrelazó sus manos apretándolas hasta ponerlas rojas con sus ojos bien cerrados mordiéndose los labios, dijo que también quería saber la suerte de su hermanito, las lágrimas brotaban de sus ojos claros recorriendo sus mejillas, la nana Dulce se enterneció y lo abrazó, Luis que lo había escuchado todo salió cabizbajo instintivamente a tomar aire puro, al rato vio salir de lejos a Gustavito y a la nana caminar pausadamente por el césped, seguramente comentaban otros aspectos de vida, Gustavito había tenido un cambio en su expresión facial, vio llegar a su madre en carreta y corrió presuroso a abrazarla y ella respondía con mimos en el pelo sedoso, Luis tenía envidia a su primo Gustavito por ser el engreído de su abuelo y por tener una madre que lo amaba y estaba viva, se sentó sobre un columpio hecho a Gustavo Andrés Teodomiro, se meció un poco llorando por su realidad, pensativo y acongojado con mirada al piso extrañaba a su madre.
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Las sandalias caminaban lentas subiendo la montaña, una mano agarraba un palo, la otra estirada buscaba una roca plana donde apoyarse para sentar su cuerpo a la sombra del frondoso árbol de aquel tupido bosque, sacó su pañuelo limpiándose el sudor, tenía sed, escuchó a lo lejos el sonido del río, prefirió seguir un rato más, estaba pensativo, no estaba conforme con su vida en estos últimos años, su fortaleza física de buen vaquero quedó con el pasar de los años, ahora con sesenta cuatro años se dedicaba al cuidado y crianza del poco ganado que tenía en tierras cedidas por el patrón, pensó en sus hijos muertos, estaba turbado por los pensamientos, la sed y la necesidad de refrescarse le hizo caminar hacia el río no tan caudaloso, iba tan pausado que parecía contar su pasos, se acuclillo bebiendo agua de su mano, como siempre, a esa hora, con esa misma mano húmeda la pasaba por su cuello, hizo un giro, de pronto se detuvo, vio algo que lo dejó perplejo y se escondió como pudo, no daba crédito a lo que sus ojos miraban, se resistía a creerlo, pero ahí estaban en lo tupido del bosque en la orilla, camino sigilosamente un caballo amarrado a un frondoso árbol tomando agua, unos pasos alejados dos cuerpos revolcándose en la arena, uno más grande que el otro, los conocía de cara, los había visto por el parque del pueblo, a uno de ellos con aquel caballo que lo amarraba cerca de la escuela del pueblo, quedó absorto viendo ambos cuerpos desnudos, con cierto asombro miraba que el muchacho más grande se acostaba sobre la arena y el otro más pequeño arrodillado a su lado agitaba el pene del muchacho mayor poniéndole saliva y metiéndoselo en su boca haciéndolo retorcer de gusto pidiéndole con gemidos que no se detenga, al rato se levantaron zambulléndose en el agua, se abrazaban y se besaban como si fueran una pareja de novios, de pronto el muchacho más pequeño salió del agua caminando sobre la arena escurriéndose el agua en su cuerpo tomando un brillo natural en su sedosa piel de doce años, el muchacho se puso en posición perrito mostrando los glúteos abriendo lo más que pudo con las manos apoyadas sobre las nalgas, el otro muchacho mayor caminaba lentamente con su pene manoseado bien erecto, se arrodilló detrás lamiendo el ano y poniendo saliva entrándole con saliva, al poco rato ya el pene entraba en ese ano de doce años, el hombre abrió los ojos de sorpresa, no daba crédito aún a lo que sabía, vio que las caderas se movían adelante y atrás con mucha fuerza, al rato los dos cuerpos quedaban rendidos sobre la arena, los muchachos entraron al agua y ahí se lavaron, luego salieron y se vistieron montando a caballo, el muchacho menor iba adelante y el mayor le iba lamiendo las orejas y cuello, aquel hombre estaba asombrado de ver cosa semejante.
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La vida en el rancho de Lucrecia mejoraba haciendo cambios, pues ahora ella pasaba más en el pueblo con su hijo mientras el hombre de campo la pasaba muy ocupado arando la tierra y ordeñando las pocas vacas, Lucrecia con su habilidad y coquetería en los negocios, al principio del año había logrado tener un modesto puesto de venta de frutas al menudeo pero en pocos meses siguientes su clientela aumentó y se daba el lujo de llevar por tres veces a la semana mercadería por tren a la ciudad, su esposo estaba orgulloso, los enseres en el rancho eran nuevos y logró incrementar a tres habitaciones más el rancho ampliándolo con buena madera y tejas, inclusive aquel hombre se sentía orgulloso de mejor vestir en andas con su hijo y su mujer, los habitantes del pueblo se asombraban por el cambio, siempre se cruzaba en su camino alguien que vociferaba que Lucrecia era hija de un asesino, pero con el tiempo se logró en algo menguar eso ya sea con influencia entre los clientes que la defendían o la de los puños de su marido hacia los malquerientes, el destino para ellos se veía armonioso, se notaban los cambios en sus vidas, aquel hombre poco tiempo la tenía por las noches y más se hablaba de parte de Lucrecia en cómo incrementar el dinero, el hombre se resignaba asintiendo todos los comentarios económicos de su mujer.
FIN DEL SEXAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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