METAMORFOSIS 66
Con engaños.
Aquel era un día primero de abril de 1943, era un jueves fresco y con brisa, se apreciaban los ruidos de la gente al pasar por la calle estrecha hicieron abrir los ojos de aquel muchacho acostado en su cama, pensó en que hay un nuevo día, cerró de nuevo los ojos, se encontraba solo a esas horas, su madre estaba en el mercado en su puesto de ventas, tenía que prepararse para ayudarla, se lo había prometido, Dagoberto había cumplido hace poco los diecisiete años, estaba en toda la flor de juventud, se vio la entrepierna comprobando lo de su pene erecto al roce de sus manos a la tela que lo cubría, tenía una resaca, pese a ser miércoles, había fumado y bebido alcohol con unos amigos, se sienta sobre la cama, camina lentamente cabizbajo con un poco languidez y amargura en la boca, miraba las paredes, caminaba por aquel pequeño cuarto que arrienda con su madre, siente frío, quisiera seguir durmiendo pero le prometió ayudar en el trabajo de su madre ya que venía carga que recibir, abrió la puerta del baño, orinaba viéndose ese pene grueso erecto sacando orina, la agitaba con delicia, se estaba dando placer, recordaba la pasión de anoche, la entrega con un amigo en su cuarto, la ventana pequeña daba al patio de la casa de varios cuartos de arriendo, vio a un niño jugando pelota, era Melquiades, estaba bien ligerito de ropa pateando solito el balón, Dagoberto miró más lejos a la gente pasar por el cerco de madera trabada, los pocos carros que pasaban tocaban el claxon, vio de nuevo hacia el niño jugando solito a la pelota, ahora un perrito lo acompañaba, lo miró por un ratito estirándose el pene, el fresco vespertino lo estimulaba, pasaron cortos segundos, los padres del pequeño se acercaron, vestían ropa de calle, la madre tenía en brazos un niño pequeño como de casi un año, Melquiades extendió la mano recibiendo las llaves del cuarto, los padres se alejaron, el joven cerró la ventana para no ser visto, resignado por la resaca se sentó a masticar pensativo su desayuno, miró el reloj, las ocho, hizo pausa al masticar, pensaba en Melquiades, un niño gruesito de pelo castaño claro, piel blanca, muy blanca, tanto es así que resaltaba ante los amiguitos de juegos, ambos se tenían confianza, agachó la cara, vio su pene abultado en la tela bien erecto, cerró los ojos recordando a ese niño de 8 años, de las veces que cuando ese niño tenía 5 años estaban siempre jugando a las luchitas, escondidas o policías y ladrones y allí se aprovechaba en bajarse la ropa estando a solas en los juegos en callejones oscuros o sitios apartados y era como así le restregaba el pene en su traserito desnudo haciéndole unas punteadas de entrada en el ano con el glande, lo hacía sin que ese nene se diese cuenta, luego iba alejándose de él girando su cuerpo y diciéndole que se fuera para quedarse a solas y dejaba el semen en el suelo, pero cuando el niño ya daba cuenta ahora se lo permitía, es que era tímido, sus padres lo tenían con una rigidez pues su padre pertenece a la milicia y está de paso cumpliendo su pase de entrenamiento militar con su familia, tiene poco rango así que no aspira la vivienda de altos jefes militares, se resignó al arriendo del cuarto, los minutos pasaban, vio la hora, las ocho y quince, debería estar a las nueve, había poco tiempo para lo que se había propuesto hacer, desde la ventana le hizo señas y gestos para que el niño se acerque, Melquiades casi trotando con el balón se acercó a Dagoberto que lo invitó pasar a su casa para beber refresco y galletas, el niño aceptó, fue a abrir la puerta del cuarto, Dagoberto miró a todos lados con la seguridad de no ser visto y lo hizo entrar presurosamente, no se percató de la vecina escondida entre la tela de ventana que vio al niño entrar a su cuarto, y ahí esperó sentada junto a la ventana esperando por la salida del niño, Dagoberto y Melquiades disfrutaban del refresco, se puso detrás del niño rozándole el pene vestido por la espalda, el niño ya sabía lo que le estaba haciendo, se puso cabizbajo, Dagoberto vio que ante ese roce de su lengua por las orejas el niño se estiraba el pene vestido, se puso en su delante, le bajó la cremallera y sacó el penecito, todo lo hizo lentamente, ya muchas veces antes se lo había hecho sabía que lo que vendría le iba a gustar y era que Dagoberto le lamía y chupaba el penecito lampiño muy blanquito, ese sexo oral lo hizo por un par de minutos, vio el reloj de la pared, extendió la mano en señal de que el niño lo agarre levantándose de la silla, le vio el pene abultado, caminaron a la cama de Dagoberto, el niño se iba viendo el penecito sobresalido del pantalón bien ensalivado con su pantalón bien abierto y su calzoncillo que apretaba el penecito, se lo metió dentro de la tela y caminó con más facilidad, Dagoberto solo lo miraba, ya llegando a la cama lo terminó de desvestir, puso la ropa del niño en la silla, el niño ya otras veces había sido desvestido de esa forma por Dagoberto, se dejaba por timidez y porque le hacía buenos regalos de golosinas o juguetes que los escondía de sus familiares, el niño vio desvestirse a Dagoberto quien lentamente caminaba a la cama y se acostaba boca arriba viendo el techo estirándose el pene, ya bien erecto le hizo señas al niño para que se acerque, lo acostó de tal manera de postura sexual que en el pecho de Dagoberto descansaba la espalda de Melquiades, su pelito quedaba debajo de la boca y mentón de Dagoberto, le hizo abrir las piernitas que rozaban las caderas de Dagoberto, aquellos piececitos planitos de empeine y dedos alargados los miraba con fijación, le besó el pelo botando su caliente respiración en el cuero cabello al que también lo olía para calentarse más su piel y sentir la piel del niño, lo deslizó y por entre las piernas apareció el pene muy erecto de Dagoberto en contraste con el penecito de Melquiades que estaba pegado, los dos miraron la posición del pene sobresalido, sobre el cuerpo de Dagoberto el pequeño dio un giro, se deslizó un poco, Dagoberto quieto miraba los movimientos del pequeño, el penecito estaba rozando el pene peludo de Dagoberto, empezaron los dos a moverse las cinturas arriba y abajo, unieron sus frentes, dieron vueltas sobre la cama cayendo al suelo ambos riendo, al levantarse le arqueó el cuerpo al pequeño sobre la cama y arrodillado Dagoberto otra vez le lamía y chupaba el penecito, ante tanta acción de lengua el niño le pidió que parase porque le estaban dando ganas de orinar, fue la baño, Dagoberto lo siguió y miró que orinaba con ese penecito tieso, cariñosamente lo abrazó por detrás, se vieron la cara de complicidad al espejo, Dagoberto se sentó en el inodoro de letrina moldeado rustico de cemento, su pene descansaba en el filo, le hizo gestos y el pequeño se arrodilló y Dagoberto alzó el pene para que Melquiades se lo meta a la boca, le daba placer, le dejó por unos cortos instantes, caminaron a la cama, le hizo el cuerpo arqueado boca abajo en posición perrito sobre la cama, sin mucha prestancia le fue metiendo al aguante y se lo sacaba, en cada entrada gemía, pese a todo a ese inquieto niño de ocho años hijo de militar le gustaba lo que Dagoberto le estaba haciendo y todo esto comenzó cuando Dagoberto en una ocasión lo sorprendió en la parte extrema oscura del patio con los pantalones y calzoncillo en las rodillas acostado encima de un niño hijo de la vecina, era un nene menor que él con dos años, es que le rozaba el pene en el traserito descubierto, desde ese momento hacían sexo, la primera vez le hizo en su cuarto, como ahora, pero Dagoberto iba más allá, se lo había propuesto, su pene ensalivado entraba más de lo debido y acostumbrado en el ano de Melquiades, el niño hizo un intento por gritar pero rápido las manos de Dagoberto le taparon la boca y puso todo su cuerpo sobre el del pequeño, así continuó con su propósito hasta que las penetradas se iban incrementando, sintió a los empujones de su cadera que sus testículos ya estaban pegados a la piel de los glúteos infantiles, la dejó inmovilizada adentro por unos instantes, se había salido con la suya en desvirgar el traserito de Melquiades, la cara de Dagoberto descansaba sobre la cabeza del niño que bufaba tapada su boquita, su instinto animal no tuvo piedad con el pequeño ya que empezó a embestirlo con movimientos rápidos con un descomunal mete y saca, Dagoberto recordaba la desvirgada que le dio Wilson hace muchos años, ahora se lo estaba haciendo a Melquiades quien no opone resistencia y se resigna a llorar, las embestidas iban y venían salvajemente, el ano dilatado estaba muy abierto, se percató de sangre en la piel de su pene pero Dagoberto no se inmutó deseaba eyacular, estaba en todo su clímax del deseo y satisfacción de haber sido el primero en desvirgar ese traserito, el semen quedó alojado en lo profundo del ano infantil, sacó su pene y lo llevó al niño desnudo que lloroso caminaba lentamente con dificultad corriéndole un hilillo de sangre por sus piernas gruesitas Dagoberto le iba consolando, el niño tímidamente se dejó asear por su iniciador, exclamaba dolor cuando el agua pasaba abundante por su trasero, la crema entraba en su ano dándole algo de tranquilidad, el niño sin decir palabra caminó a la cama acostándose en posición fetal, pensativo en lo que le había hecho, Dagoberto sintió temor, le vino el sentimiento de culpa y de que el militar podía hacerle algo malo al enterarse de lo sucedido, acarició al pequeño tantas veces como pudo, Dagoberto disimulaba su angustia pidiéndole que no dijera nada, que le daría lo que le pidiese a cambio de su silencio, el niño solo escuchaba, tenía la mirada al infinito, estuvo varios minutos a su lado suplicándole por su silencio hasta que asintió el pequeño aceptando lo que le pedía, ya no salía sangre de su ano, pero le dolía horriblemente, quiso llorar y eso angustiaba a Dagoberto que le pedía que no lo hiciera, fueron a sentarse en una silla, el pequeño se sentó con dificultad pero aceptó humildemente la gaseosa con galletas, rato después el niño decidió marcharse, Dagoberto le suplico de nuevo que no contase a sus padres ni a nadie lo que pasó, el niño asintió cabizbajo, Dagoberto en buen gesto le pasó las manos por las mejillas y se despidieron, la vecina que había estado por un largo rato sentada escondida en la ventana miró al pequeño irse sobándose el traserito caminando lentamente muy adolorido, Dagoberto se bañaba y es que estaba atrasado para recibir la carga, eran casi las diez, él estaba seguro de que el niño no diría nada, y se dijo que todavía le quedaban unos pocos meses para disfrutar ese cuerpito desvirgado por varias ocasiones pues había escuchado a las vecinas decir que al padre de Melquiades ya se le acercaba la fecha del pase a otro muy distante cuartel militar.
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Las dolencias de doña Micaela se incrementaban, era preciso llevarla cuanto antes a la ciudad por prescripción médica, así lo hizo Rodolfo siendo acompañado por su fiel nana Dulce, en la despedida estuvo doña Amacilia junto a Luis y sus otros primos quienes en privado lloraban desconsoladamente, Micaela tenía un aspecto avanzado de la enfermedad, Amacilia se enojaba consigo misma por no haberla ayudado a curarse, pero es que la llamaron tarde y su estado estaba avanzado, la nana Dulce la acomodó en el auto, el viaje sería largo pero necesario, solo Noelia y don Rodolfo conversaban, al despedirse viendo al auto alejarse fue que Amacilia ya no pudo contenerse y cayó en un ataque de llanto y nervios, dentro de su alma comprendía que era la última vez que la miraba con vida, su estado era crítico, solo un milagro podría salvarla, los primos se abrazaron llorando desconsoladamente.
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El pequeño Rómulo estaba acostado sobre el piso de tabla, tenía puesto solamente el calzoncillo, jugaba con un autito de metal al que le faltaba dos rueditas, había sido el juguete de Luis Alfonso que al quedar así se lo regalaron al pequeño Rómulo, el niño de cuatro años seguía jugando moviendo el carrito, muy cerca su madre lavaba la ropa de los patrones, estaba de espaldas al niño, la señora dio vuelta al escuchar el sonido de una tina que Arnulfo ponía a su lado, intercambiaron sonrisas, Arnulfo pasó por al lado del pequeño, caminó hacia la sala, el muchacho con más de doce años fue a la cocina y se encuentra con Luis, conversaron, se miraron las partes íntimas, Luis vio el pene erecto de aquel muchacho que ya estaba cambiando de físico, cuando le dio la espalda lo abrazó por detrás, empezó el forcejeo por soltarse, Luis se dio cuenta que ya no era aquel niño dócil, Arnulfo había crecido, pero pese a todo, Luis con fuerza corporal de sus veinte años lo fue calmando con sus brazos y caricias en el cuello, Arnulfo lentamente cedió, su madre y sus hermanos junto con el patrón Pérez habían salido de compras al pueblo, Luis y Arnulfo sabían de su soledad, caminaron a la habitación de Luis en lo alto de la estancia, como un rayo se desvistieron, Luis no esperó a más y lo abrazó con besos y caricias que se hicieron mutuas, sus cuerpos unidos rodando por el piso de tabla, el cuerpo de Arnulfo quedó postrado al extremo de la cama, Luis sobre él, el pene entraba en el ano de Arnulfo, al principio molestia luego placer, el pene entraba y salía, Luis estaba haciendo el amor a plenitud, de pronto en los bajos se escucha el claxon de bicicleta, era Gustavito, al oírlo se detuvo de las embestidas, pero continuó segundos después con movimiento acelerado, hasta que se detuvo pues le vino el espasmo de eyacular dejando el semen dentro del ano de Arnulfo, el muchacho de veinte años tomó un pedazo de papel limpiándose el glande, lo dejó a Arnulfo recostado en la cama que se estiraba el pene, al vestirse Luis lo miraba sin decir palabra, nuevamente sonó el claxon, Luis salió a la ventana haciéndole señas a su primo Gustavito que espere, regresó a ver a Arnulfo que se pasaba el papel en su trasero, Luis sonrió viéndolo y salió de la habitación, Arnulfo quedó con las ganas de satisfacer su pene, en las últimas semanas se estaba sintiendo otro con respecto a su cuerpo, ya estaba andando en los trece años, su cuerpo se había desarrollado, se limpió a medias, bajó las escaleras, bebió un jugo de frutas en la cocina, se arrimó a la puerta sosteniendo dos panes con dulce de leche y queso, mientras estaba comiendo vio a la señora que seguía lavando la ropa, nuevamente intercambiaron sonrisas, a su lado estaba Rómulo moviéndose envuelto entre las sábanas a ser lavadas, el niño de cuatro años se movía en su posición fetal, luego recogió las sábanas y sin que su madre se diera cuenta se puso en posición perrito sobre las sábanas moviendo las caderas, luego el niño con sus dos manitos se agarró por detrás el calzoncillo quedando hecho una raya entre los glúteos descubiertos y se pasaba el dedo, la señora por estar atenta al lavado no se percataba de aquello, sólo Arnulfo que ya tenía erecto el pene, le hizo señas con el pedazo de pan a Rómulo para que se acerque, la madre vio el gesto de Arnulfo, le dijo al niño para hacer más en la cocina, la señora simplemente sonrió y continuó con su faena viéndoles tomados de la mano en dirección a la cocina, Rómulo miraba hacer los bocadillos con dulce de leche, Arnulfo con engaños lo llevó a comer a su habitación, sin esperar a más puso al niño recostado sobre el costado de la cama, sus codos apoyados en el colchón y sus manos con el pan comiendo, Arnulfo detrás le decía que no se moviera que se quedara quietecito mientras se quitaba el pantalón corto y el calzoncillo, al acercarse en contacto el pequeño le pasó el pene por la espalda descubierta, el niño quiso volteara pero las manos de Arnulfo le prohibieron, lo besaba por detrás y esperó a que el niño termine de comer, lo alejó de la cama y le deslizó el calzoncillo que sólo tenía puesto, lentamente hizo que se acueste de pecho al filo de cama con sus piernitas estiradas y pies sobre el piso de tabla, le olió el traserito y le puso saliva llegándole al ano por efecto de un dedo, el niño hizo un gesto al sentir eso, Arnulfo le llenó de saliva el traserito y el glande empezó a rozar los glúteos, los movimientos del glande entre los glúteos buscaban llegar a la entrada del ano, le dio un empuje, Rómulo respondió gimiendo, el glande entró un poco más, el niño incrementaba su chillido, Arnulfo se detuvo, se acordó de la señora, el tronco del pene lo puso entre los glúteos, y con movimientos lentos siguió con ese roce de piel a piel hasta que en su cerebro sintió un hormigueo raro y el latir de su pene en el que ya aparecían los primeros pelitos, era una sensación nueva para Arnulfo, cerró los ojos y puso su cara encima del pelo del niño, lentamente se apartó de ese cuerpito que había sido suyo, vio una gota de un líquido transparente en la punta de su glande que seguía latiendo, su primera pre eyaculación, Rómulo lo vio vestirse y él se puso su calzoncillo, los dos salieron a tomar jugo de frutas, Arnulfo vio que la señora seguía lavando.
FIN DEL SEXAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
wow amigo sigue contando mas me gustan tus relatos y estaves demorastes un poco mas aun asi ya estaba preocupado que no siguieras con la saga asi que amigo saludos y ya estare esperando tus siguentes relatos… … 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias mi estimado amigo, celebro que te gusten.