METAMORFOSIS 69
Fijaciones.
El cuerpo de Noelia daba vueltas en la cama de aquella calurosa noche antevíspera del año nuevo, los pensamientos revoloteaban su mente, en el suelo estaba un diario de fecha pasada en el que se mostraba la foto en sociales de Carlos con Yajaira y su pequeño hijo Carlos Alberto en la fiesta del primer cumpleaños del niño, Noelia miraba fijamente la fotografía a luz de candil, la yema de los dedos pasaban por el rostro del hombre sonriente en la foto, las lágrimas salieron recorriendo sus mejillas femeninas, su mente se fijó en lo que le había pasado hace poco, en el cumpleaños de su nieto se encontró con él, se besaron a discreción, los recuerdos le hacían meditar, sus dedos pasaron por los labios y luego los pasó por el papel en el rostro de Carlos Felipe del Olmo, tuvo sentimientos encontrados, quería gritar y llorar, dejó el periódico en el velador y se recostó boca arriba viendo el techo a trasluz, sus emociones se turbaban, lo odiaba, pero a la vez lo deseaba, recordaba los besos de aquella noche y la forma de agarrar sus hombros y su cadera, sentir su piel, su olor varonil, cerró los ojos, pensó en aquellos momentos de pasión vividos hace mucho tiempo, de su primera vez con él, de cómo la sodomizó en aquel lugar apartado junto al río, exhaló con deseo, se confesó que lo extrañaba, lo deseaba, si, pese a todo, pese a perder su hijito, pese a que se encuentre casado y tenga un hijo con Yajaira, lo amaba, lo deseaba, pese al qué dirán de su familia de nuevo, pese a las opiniones de sus hijos, deseaba estar con el único hombre que había amado y la había hecho verdaderamente sentir mujer, sus dedos se deslizaron por la pelvis dándose placer pensando en Carlos, pronunciando su nombre levemente y entrecortadamente a voz baja, luego el pudor le subió al cerebro, razonó y pensó que eso no era correcto, vio la fotografía y la puso debajo del colchón, a unos pasos de su cuarto estaba su hijo Gustavo Adolfo de catorce años que sentía una picazón en su pene, ya meses antes había sentido sus primeras erecciones, le daba recelo conversar de sus cambios hormonales con su madre, al rozarse le pene blanco con sus manos se daba placer, lo había escuchado de sus amigos del internado, Gustavito estaba en la etapa de la pubertad, sus necesidades sexuales se estaban desarrollando, a unos pasos de su cuarto estaba el de su hermana Josefina durmiendo con su hijo Gustavo Andrés Teodomiro, la luz de la luna acariciaba el rostro del pequeño, pese a que la noche era calurosa, el pequeño sintió un gélido viento que le hizo despertar, miró fijamente la ventana y sonrió, su pelito apenas se movía, miró aquella sombra que se formaba frente a la ventana y el viento se iba disipando junto la imagen, la mañana llegó con los primeros rayos de sol, Gustavito tomó camino con su madre hacia el cementerio encontrándose con su familia junto a la tumba de su abuela, luego Noelia decidió ir con nana Dulce al pueblo a comprar para la cena de año nuevo, en la abacería se encontró con él, le vino un recorrido de electricidad por la espina dorsal, se miraron sin articular palabra, tan cerca y a la vez tan lejos, él fue de la iniciativa en sonreír a lo que ella correspondió con tímida mirada, disimuladamente sus manos rozaban con pretexto de tomar artículos, la nana Dulce que lo había saludado complaciente miraba al disimuló sus gestos, la mujer anciana de color siempre estuvo recelosa de esa relación aunque siempre le pareció una buena pareja, el movimiento de las gentes en la amplia abacería del pueblo los hizo separarse, les ayudó a poner las provisiones en la carreta, se despidieron con la mirada y tragando saliva, Noelia estaba convencida, lo seguía amando, si, pese a las trivialidades, pese a todo, lo seguía amando, más se iba alejando y su necesidad de voltear el cuerpo se le hacía más frecuente con la intención de hacerle conocer de su interés al estático hombre parado en la calle, la nana Dulce simplemente agachaba la cara haciendo movimientos negativos de resignación, decenas de metros más adelante un par de mujeres amigas de las viajeras salieron con presurosa carrera a detener la carreta, una de ellas suplicó angustiada que su hijo había sufrido un grave corte en la pierna, la nana y Noelia presurosa bajaron a ayudar, la cura se prolongó por una hora y el sol inclemente afectaba las provisiones, la nana le pidió a Noelia que siguiese su rumbo y que las mujeres la llevarían luego a la estancia, Noelia se dirijió sola en ruta a la estancia, un par de kilómetros adelante fue alcanzada por un lujoso auto de la época, se escuchó el claxon y la exclamación de una mano que le orientaba a detenerse, ella no obedeció por instinto pese a saber de quien se trataba, lentamente con el auto Carlos fue deteniendo la carreta hasta definitivamente detenerla cruzándose en el camino de tercer orden, del auto salió un bien vestido piloto, era Carlos Felipe del Olmo, sonriente con un cigarro en la boca, Noelia sudorosa por el momento, le pedía que la deje ir sacando el auto, el hombre lo que hizo fue subirse a la carreta a sentarse junto a ella, quiso besarla pero ella lo evitaba, conversaron de sus aspiraciones, de trabajo e insistió el hombre de hablar de amor, le dijo que no la había olvidado a lo que ella respondió que era mentira, el diálogo continuaba, Noelia quería terminar, pero Carlos insistía, en una de esas acciones fortuitas, Carlos la tomó de las manos llevándosela a su rostro, tan cerca sus labios que no quedó otro camino sino dejarse llevar cerrando sus ojos femeninos, luego sintió lo húmedo de aquellos labios en los suyos, abrió su boca para sentir penetrar esa lengua masculina, desde hace mucho tiempo no la tocaban así, los besos fueron incrementándose en pasión, le deslizó los tirantes de su vestido y comenzó la manosear su piel que ahora estaba como de gallina por sentir tantas deliciosas sensaciones, aún lo recordaba así, al padre de su hijo, al hombre que la hizo verdaderamente suya, de lejos entre el monte apareció Luis dejando su montura acercándose sigilosamente, sin duda era su tía, asombrado por la escena amorosa se puso empeñoso en ver más de lo ocurrido, vio a su tía dejarse llevar de aquel hombre que conocía bien, entraron al auto, continuaron los besos, lentamente se dejó deslizar la ropa interior igual se veía los glúteos del hombre, escuchaba los gemidos de su tía, Luis reía, la muy pícara estaba haciendo el amor, los besos apasionados de Noelia y Carlos se mezclaban con el pene penetrando su vagina, Noelia lo disfrutaba plenamente, Luis no dejaba de ver hasta el último detalle, los amantes continuaron con el sexo, ya para esa instancia Luis había sacado su pene y estaba masturbándose, el auto se movía al ritmo del movimiento de los amantes, luego vino la calma, Carlos salió del auto subiéndose el calzoncillo y los pantalones con la cremallera, a su lado Noelia sentada se arreglaba su ropa interior, la tomó de la cintura y la besó con pasión, ese acto sexual duró poco tiempo pero el necesario para que ambos confirmen ese amor que se tenía desde la infancia, ella tomó las riendas y se dirigió a la estancia de su padre, Carlos arrimado auto fumaba pausadamente, aquella tarde en la estancia Noelia era toda llena de felicidad, sus hijos asombrados por tan acertada actitud, menos Luis que reía en frente de sus primos asombrados.
*******
El diario de eventos sociales lo tenía sujeto unas manos pálidas con uñas largas de color rojo intenso que se deslizaban por las páginas por el rostro de Carlos Felipe del Olmo, de aquella boca rojiza salía humo de cigarrillo fino, los ojos miraban con detenimiento la fotografía, amplios llenos de admiración, entró en cólera y lanzó la página arrugada del diario al piso, los dientes mordiendo los labios, tenía prisa en marcar un número telefónico, del otro lado de la línea la voz era sensual, asentía sonriente complacido por la orden recibida, mientras hablaba sacaba del cajón la foto familiar recortada de la familia Del Olmo, miraba con especial atención a dos integrantes de esa foto, la frase femenina terminó sentenciando con la frase quiero que sufra, el hombre colgó el teléfono, pasó un trozo de papel que contenía tabaco y lo pegó entre sí, lo encendió y mientras reía hacía bocanadas de humo transmitiéndose por el cerrado lugar, exclamaba que muy pronto haría el trabajito, todo por deseo a ella, su mujer descomunal.
*******
Aquella ultima mañana del año Agripina fue a lavar ropa junto con los pequeños Rómulo y Luis Alfonso, la caminata duró mucho rato pues ella decidió llevarlos a un lugar apartado, llegando se sacaron la ropa, saltaban alegremente por la arena, Agripina se maravillaba viendo saltar a todos lados el penecito de Rómulo, la rajita de los glúteos era notoria en el niño al sentarse sobre la arena, Rómulo se revolcaba sobre la arena quedando boca arriba con su pene flácido, su amiguito lo imitaba en los movimientos, luego se sentaba en la arena a hacer castillitos, se ponía de rodillas de espaldas a Agripina y al levantar las caderas quedaba suspendido en el aire el penecito del niño, Agripina con fijación en el pequeño se iba calentando del deseo, pasaron unos cuantos segundos cuando vio a Rómulo meterse al agua seguido de Luis Alfonso, con cautela Agripina dejó de lavar para bañarse con ellos, tenía puesta su ropa interior, al llegar a Rómulo lo abrazó dándole de besitos que el niño aceptaba con recelo, le hizo rodear las piernitas por su cintura acomodando el pene en la entrada de la vagina, Rómulo se imaginaba que iba a pasar y aceptó los movimientos y refriegas de las manos en sus nalgas hasta que de su cintura recibía empujones, Agripina caminó con el niño marcado en su cintura por el agua hasta llegar a una gran roca en cercanía con la orilla, allí lo retuvo arrimado, Rómulo sentía en su espalda la aspereza de la roca, el pene entraba en la vagina ya no con mucho dolor, Agripina estaba satisfaciendo su placer, ese penecito que había visto expuesto y flácido ahora estaba algo erecto con ligereza entrando y saliendo de la vagina de Agripina, sus ojos cerrados demostraban placer, la boca abierta gimiendo demostraba satisfacción, siguió asi por un rato con los movimientos de cadera, Luis Alfonso se había subido a la gran roca para ver desde arriba lo que estaban haciendo Agripina y Rómulo, el pequeño no entendía de eso, Agripina sólo lo vio y siguió con su faena sexual, Rómulo se había agarrado de los hombros de Agripina, en el agua algo se podía ver el interior de ella hasta los muslos y rodillas, bien unidos los dos en ese movimiento de caderas, después de un rato, ella lo tomó de las manos llevándolo a la orilla debajo del árbol frondoso lo hizo acostar, ella lamió el pene dejándolo con bastante saliva, se acuclilló encima de Rómulo, su vagina a la altura del penecito, iba descendiendo, lo agitaba para que se ponga algo erecto, el niño con las manos en la nuca miraba esos movimientos, la vagina se deslizó sobre el pene, el niño gemía porque ya tenía mentido el glande, alzaba y baja la vagina, ese siente que es descubierta por un muchacho que se desliza e y sale del monte, era Tiburcio de dieciséis años hermano de Rómulo, ella se alejó del niño arreglándose la ropa interior, tenía una expresión de vergüenza, Tiburcio no para de sonreír con ironía, con su mirada le hizo que le vea la entrepierna en donde se amoldaba el pene erecto a causa de lo que la había visto hacer con su hermano, se acercó a ella rozándole la piel, le dio a entender que ella necesitaba un hombre como él, ella se ruborizaba con la mirada en la ropa, lentamente la hizo levantar del sitio donde lavaba, sutilmente le rodeó un brazo por su cintura y con el otro le iba acariciando su pelo, se adentraron en un claro del monte debajo del frondoso árbol con ramas caídas, la arena estaba algo cubierta con hojas secas, Agripina fue acostándose lentamente sobre el suelo, dejó que las manos de Tiburcio le deslice la ropa interior que llevaba puesta, vio acercarse la cara del muchacho oliendo su vagina y dejando saliva, después la muchacha vio desnudo al muchacho que acercaba su glande bien descubierto con el prepucio corrido, gripina vio la cabeza del pene que entraba en su vagina lentamente, ya iba por la mitad y sintió complacencia, desde hace mucho tiempo no había sentido algo mayúsculo así como le estaba haciendo aquel hijo de vaqueros, Tiburcio se dio cuenta que había entrado todo su pene, lo sacó y lo volvió a meter todo hasta que sus testículos rozaban la ingle de ella, sonrió, ella lo notó, sabía que ya no era virgen, así que sin preocupación las caderas del muchacho se alzaban y se bajaban así como también se hacían con movimiento hacia delante y hacia atrás, haciéndole mover el cuerpo a la niña de diez años, el muchacho cerraba los ojos sintiendo placer entrando y sacando el pene, Agripina estaba en la gloria, estaba redescubriendo el sexo luego de aquella noche en que fue desvirgada por Wilson cuando era muy pequeña, ahora Tiburcio le estaba dando un mejor placer, ya más crecidita se entregaba con pasión al muchacho pero con el tiempo sería de amor, los niños miraban el trasero descubierto de Tiburcio que se alzaba y bajaba, las piernas abiertas de Agripina con los muslos unidos de ambos, vieron aquel pene entrando y saliendo de aquella vagina y los gemidos que ambos hacían llenos de placer y gozo, ella lo agarraba de los hombros y se besaban apasionadamente, Agripina sintió su presencia, ambos les ordenaron que se fueran a nadar, los niños obedientes llenos de inocencia fueron a la orilla a seguir jugando a los castillitos de eso se percataron Agripina y Tiburcio viéndolos desde el monte, con un gesto el muchacho le insinuó a seguir en lo suyo monte adentro, ella se dejó llevar por él, mientras tanto Rómulo de cuatro años estaba acostadito sobre la arena con cara al sol, se tomaba el pene desvirgado estirándoselo, el pequeño Luis Alfonso estaba a su lado sentado desnudo sobre la arena haciendo montoncitos de arena, Rómulo le dijo a su amiguito que se siente poniendo el traserito sobre el pene, Luis Alfonso sentado sobre el penecito de Rómulo hacía movimientos circulares que eran obedecidos, la piel de los glúteos rozaban con la piel del penecito de Rómulo que estaba imitando lo que Agripina hacía, Luis Alfonso se movía como cabalgar caballito sobre el cuerpo de Rómulo que lo ayudaba a que lo hiciera despacio, esa postura duró muy breve, los dos muchachos no salían todavía del monte, seguramente tardarían más en salir, de eso se daba cuenta Rómulo que lo tomó de una mano a su amiguito y lo llevó cerca del monte para no ser visto cuando los Agripina y Tiburcio salieran, Rómulo le hizo saber a su amiguito que jugarían a las escondidas y que no dejarían ser vistos por Agripina y Tiburcio y saldrían a asustarlos, la idea le gustó A Luis Alfonso que se dejó llevar por su amiguito, Rómulo y Luis Alfonso se acostaron sobre la arena a ver salir con expectativa de asustar, de pronto el cuerpo de Rómulo se acostó sobre el de Luis Alfonso que sintió raro el movimiento del penecito de su amiguito en sus glúteos, Rómulo alzaba y bajaba la cadera igual que lo había hecho Agripina, el pequeño Luis Alfonso se sintió experimentar algo nuevo, su carita estaba apoyada en la arena, Rómulo dejó de moverse sobre ese cuerpito y le hizo dar vuelta a su amiguito poniéndolo boca arriba, Luis Alfonso vio los dedos de Rómulo que le estiraban su penecito, se puso algo tiesito, después el cuerpo de Rómulo se acostaba sobre el cuerpo de Luis Alfonso haciendo que los penecitos lampiños se froten, Luis Alfonso experimentaba eso de buena gana dejándose hacer por iniciativa de Rómulo, al mismo tiempo pasos alejados de los dos niños estaba Tiburcio penetrando la vagina de Agripina con mucho placer, las caderas de Rómulo y Tiburcio respectivamente se alzaban y se bajaban con movimiento sexual, irónico, los dos hermanos eran sometidos sexualmente por dos hermanos, Agripina sentada se arreglaba la ropa interior viendo quedarse solo en calzoncillos a Tiburcio, al salir los niños juguetonamente salieron del monte para asustarlos, Tiburcio los correteó metiéndose con ellos al agua, Agripina siguió la zambullida, ambos se abrazaron y se besaron, luego de un rato de tanto juego Agripina y Tiburcio dentro del agua se deslizaron los interiores, el muchacho acomodó su pene penetrando a la niña, sus piernas rodeaban las caderas de Tiburcio, Rómulo se dio cuenta de lo que estaban haciendo, hizo correr a su amiguito al monte desde donde miraban cómo Tiburcio con nalgas descubiertas le movía las caderas a la pelvis descubierta de Agripina, Rómulo le hizo ver a Luis Alfonso el pene de su hermano que entraba en la vagina de Agripina, los dos niños imitaron dentro del monte esa postura sentándose juntos, Luis Alfonso sentado le sostiene las piernas y muslos de Rómulo pecho apecho unido igual que sus penes bien unidos moviendo ambos su caderas viéndose el roce de sus penes, ese movimiento a Luis Alfonso le gustaba y fue más cuando Rómulo lo puso en posición perrito pasándole el penecito entre los glúteos, suspendieron eso ante el llamado de sus hermanos, aquella mañana sería memorable para todos. Especialmente para Luis Alfonso.
FIN DEL SEXAGÉSIMO NOVENO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!