METAMORFOSIS 70
Aquel fin de año.
En la capital el movimiento de la gente era muy animado entre los transeúntes se encontraba Pedro Artemio feliz llevando camaretas para ser reventadas en la noche de año nuevo, Guillermo Izaguirre iba tan distraído con el pequeño que no se fijó cuadras aledañas a una mujer mulata caminando junto con sus hijos entre los que sobresalía su hija mayor, de piel más clara que sus otros hijos varones, las cuadras concurridas confundían a los transeúntes, la madre le dijo a su hija que comprara pan que ella se adelantaba con los niños, ni Griselda ni Guillermo pudieron encontrarse, la hija obediente respondió sonriente, a sus casi trece años había vivido en un ambiente humilde pero unido y con amor familiar, creía que el esposo de su madre era su verdadero padre, su madre no le hacía la declaración, consideraba que no era el momento, Sara Guillermina entró en la panadería, le daban la espalda un hombre delgado avejentado y un niño rubio que con el dedo pegado en la vitrina le indicaba con entusiasmo los dulces que deseaba, el hombre al girar chocó con la jovencita cayéndose las monedas al piso, lamentablemente algunas quedaron debajo de la vitrina, la expresión de su cara era de contrariedad, Guillermo Izaguirre le dijo que pidiera nomás, ella al principio muy recatada negaba la propuesta, pero accedió ante el petitorio del panadero, agradecida se despidió del caballero mirando con mucha atención a Pedro Artemio que le brindaba sonrisas.
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En la ciudad se estaban dando recorridos de la gente en aquel último día del año, las compras se notaban en las tiendas y abacerías, las gentes caminaban con regalos envueltos, los niños junto a sus padres caminando hacia las compras, desde el balcón el alegre vecino observaba el movimiento de las gentes, había hecho un alto en el trabajo muy de madrugada en el mercado para ir a descansar a su cuarto de arriendo, ya había desayunado en el mercado, quería quitarse el sudor dándose un buen baño, el pequeño vecinito estaba jugando con dos amiguitos a la pelota en el patio, lo miraba fijamente de cómo estaba vestido, tenía puesto un short corto ajustado y una remera también ajustada al cuerpo, era la evidencia visible del descuido que Elena tenía con sus hijos Melquiades de ocho años y Domingo de más de un año, Dagoberto observaba con calma por la ventana a los niños mientras ella se desvestía, se dio un refrescante baño enjabonándose el pene dándose placer con la refregada, salió con la toalla amarrada a la cintura, se acostó en la cama, la toalla se abrió un tanto dejando al descubierto el pene que se iba haciendo erecto como un mástil, miraba cómo al glande lo alzaba y lo bajaba voluntariamente contrayendo los músculos, se reía del tamaño para su edad, cerró los ojos relajándose, no pasó mucho tiempo así cuando escuchó varios golpecito en la puerta, la abrió y para grata sorpresa era Melquiades con pelota bajo el brazo dándole una sonrisa sincera, le pidió que le regalase una gaseosa, Dagoberto correspondió a la sonrisa de Melquiades y lo hizo pasar poniéndole seguro a la puerta, en su mente se dijo que no se le iba a escapar, que iba a hacerle sentir el verdadero jaleo, se puso detrás para verle el traserito ajustado bien rellenito amoldado por el short ajustado que llevaba, así le miraba también el movimiento de caderas en su caminar y forma de mover los bracitos y las manitos dobladas como hembrita, su hembrita decía para sí Dagoberto, ya se estaba dando en forma afeminada el pequeño Melquiades, su metamorfosis estaba a plenitud, así era que lo estaba convirtiendo Dagoberto que disimulaba en público su modismo pero cuando estaba en privado los expresaba como ahora caminando y expresándose como el niño, fue a sacar dentro de un recipiente con hielo las gaseosas, una para cada uno, le preguntó por su mamá y el niño respondió que había salido en un auto con el amigo de su papá y su hermanito, que regresaría con el almuerzo, por ser tan temprano, Dagoberto calculó que vendría en varias horas, el niño le mostró las llaves que tenía en un bolsillo del short, Dagoberto rió viendo al niño con mucha atención sobre todos sus deditos alargados sujetando la botella y sus labios que abarcaban el pico de botella, el vecino se imaginó su pene siendo rozado al penetrar por esos labios rojos, Melquiades se puso cómodo y se sentó sobre un taburete que al abrir las piernas Dagoberto miraba el penecito de Melquiades que estaba ajustado a la tela, el niño comenzó a estirarse el pene mientras bebía la gaseosa, Dagoberto entendió la señal del deseo cuando ambas miradas se cruzaban con leve sonrisa en el rostro, Dagoberto se abrió la tolla que llevaba puesta dejándose ver su cuerpo desnudo totalmente, el niño lo miraba con amplia sonrisa, cuando terminó de beber el líquido e dijo que deje la botella a un lado y se acerque, así lo hizo, se acuclilló y a la seña de él Melquiades abrió la boca metiéndose el pene, luego lo ensalivaba pasándoselo por los labios, así se notaba esos labios definiendo el tronco del pene velludo de Dagoberto en la cavidad bucal de Melquiades, así lo tuvo por un instante, luego lo tomó del hombro conduciéndolo a su cuarto con pretexto de decirle que tenía unos juguetitos para regalarle, Melquiades le creía pues ya antes le había regalado unos bonitos autitos artesanales de hojalata, el pequeño se sentó en el extremo de la cama, Dagoberto se puso desudo en su delante, el pequeño de ocho años sonreía tímidamente al verle hacer movimientos graciosos como de payasada y bailes risibles, se acercó y agitó su pene poniéndolo cerca de la cara de Melquiades, de nuevo le hizo abrir la boca y le introdujo el pene, se complació de ver esa boca con labios rojos abriéndose y cerrándose en cada entrada y salida del glande y todo el tronco del pene peludo, inclusive Dagoberto miraba sus pelos rozar la nariz de Melquiades acostado en la cama, desde hace mucho que lo hacía, con el pasar del tiempo ya lo estaba haciendo su alumno sexual, le enseñaba muchas cosas a espaldas de sus padres con mucho silencio, tal como siendo niño Dagoberto lo aprendió de Wilson y Melesio en el campo, y mejoró sus postura ya viviendo en la ciudad con los amigos de la calle que ya lo miraban diferente con inclinaciones a los de su mismo sexo, Dagoberto se brindaba en secreto, a veces lo hacía por dinero con amigos tapados pudientes hijos de prestantes familias, en los cuartos de sus amigos íntimos hacía orgías con los amigos afeminados, Melquiades siguió con el sexo oral, el vecino complaciente, apartó el pene de la boca, lo acostó en la cama boca arriba, las piernitas de ocho años topaban con sus rodillas las tetillas infantiles, entre ellas quedaba la carita de Melquiades, las manos de Dagoberto le ayudaban a ponerse en esa postura que mostraba claramente su pene y ano levantado bien descubierto, Dagoberto se inclinó para acercar su glande en la entrada de ese rozagante ano, lo hizo rozar y girar con la punta, olió el ano y le escupió dejando saliva en la entrada del ano que recorría la piel quedándose en la sábana, el pene entró lentamente haciéndolo gemir, ya hacía muchas ocasiones desde aquel momento en que lo desvirgó, Dagoberto miraba a Melquiades que tenía los ojos cerrados pujando, gimiendo y haciendo gestos, el pene entraba lentamente por ese anito infantil de ocho años, los gemidos aumentaban, es que le estaba dando duros movimientos con el pene diciéndole que era suyo, solo suyo, y le preguntaba si le gustaba este rico jueguito que le estaba haciendo, el niño solo respondía con gemidos algo asintiendo, el movimiento de caderas se hacía más acelerado en el mete y saca, Dagoberto en cada embestida le recordaba que no debía decir a sus padres ni a nadie sobre este jueguito o no tendría más obsequios, entre gemidos Melquiades asentía abriendo la boca y mordiéndose los labios, a su edad ya sentía placer anal de su mentor iniciador, sólo a él le había dado su anito, sólo él lo poseía, hicieron un alto, ahora lo recostó boca abajo, de pecho sobre la cama en el extremo de la cama, en ese momento ambos habían sudado por la faena sexual, Dagoberto metió de plano el pene dentro del ano de Melquiades y realizó desde suaves embestidas hasta las más prominentes solo deteniéndose cuando le dejó todo su semen dentro del ano, fueron al baño a lavarse y terminaron duchándose, ahí también lo puso en posición perrito y le introdujo el pene en el ano con mucha espuma de jabón en su entrada, no le gustó esa marca de jabón a Melquiades porque le irritó el ano pese a que el pene entraba y salía lubricando el movimiento, con el tiempo transcurrido era el momento de salir del baño luego de darse besos con lengua, a Melquiades le gustaba estar con Dagoberto, lamentaban que quedaban pocos meses de estadía del niño pues ya le iban a dar el pase a su padre, en lo que se estaban vistiendo tocan a la puerta con insistencia, Dagoberto abrió la puerta y era la vecina pretextándose su presencia pidiendo unos limones, sin que el muchacho le diera permiso de pasar ella entró con prepotencia disimulada, eso molestó a Dagoberto que a fin de cuentas fue a la cocina a ver los limones solicitados, en eso la vecina se da cuenta de la presencia de Melquiades pues sale del cuarto de Dagoberto con el pelo mojado despeinado arreglándose su apretado short y rascándose la raya que separan a los glúteos, la vecina se da cuenta de la irritada forma de caminar del pequeño, lo mira a Dagoberto con mirada inquisidora, en los ojos de la señora se podía ver lo que pensaba, Dagoberto palideció y eso confirmó sospechas en la señora saliendo prudentemente del cuarto, desde su ventana vio salir rato después al pequeño, lo llamó preguntándole que hacía en el cuarto, el niño agachó la cabeza, no dijo palabra y continuó con su camino, la vecina le contaría en esa tarde lo que había visto dejándole sospechas a Elena.
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En esa misma mañana lejos de ahí en el campo un jinete galopaba brioso su corcel, iba a una cita, su compadre le había prestado el caballo so pretexto a su familia diciéndole que iba a galopar solo, el trayecto se le hacía eterno, contaba los minutos para estar con ella, esperaba encontrarla, era su cita luego de tantos años, su amada, su amante, su mujer, su único amor, y en efecto ahí estaba ella, sentada a la orilla del río, en aquel mismo lugar donde fue suya analmente por vez primera, Noelia se incorporó, Carlos se apeó, hubo un reencuentro consolidado, hubo un reinicio en su relación, no importaba el qué dirán si seguirían una relación discreta, solo en ese momento importaban esos cuerpos deseosos de pasión, lo que ellos no sospechaban era que Luis había seguido a Carlos desde prudente distancia recorriendo atajos, ahí veía a su tía y a su amante desnudarse y rodando sobre el piso dándose besos apasionados, luego besos y lamidas en los pezones que la calentaban, besos con lengua repetitivos, la vagina estaba con crema que al entrar el glande de Carlos lubricaba, desde el lugar donde estaba Luis se podía ver el grueso y largo pene de Carlos entrar en la vagina de Noelia que la había puesto en posición perrito dándole por detrás con el pene entrando en la vagina, luego la acostó abriéndola de piernas, cuando de nuevo entraba todo el pene en la vagina los pelos rubios de la pelvis femenina se mezclaban con los pelos castaños de su amante, los gemidos no se hicieron esperar, las caderas de Carlos se alzaban y bajaban rápidamente, quería más acción ella, a los tiempos anhelaba más y más, Carlos la complacía, ya un poco cansado de tanto movimiento de cadera la puso boca abajo sobre la arena y le introdujo su pene lubricado entre los glúteos seguidamente en su ano, todo entró y lo sacaba y lo metía con lento movimiento de caderas, el semen lo dejó dentro del ano, se separaron, con delicadeza la limpiaba en el agua, ambos cuerpos desnudos se abrazaban y besaban haciéndose uno en aquel apartado lugar, Luis se decía a si mismo, si el río hablara lo que contaría al bañista, emitió una mueca de sonrisa irónica, se propuso seguir observando los movimientos de la pareja, ya más tranquilos Noelia y Carlos, conversaron sobre el destino de su hijo perdido, Carlos le prometió encontrarlo, había pagado a gentes para que lo encuentren, Noelia se acostó en el regazo de Carlos, otra vez confiaba en él, no hubo tiempo a pensar en más, descansaron y luego otra vez el sexo pero ahora sin eyaculación, Luis no perdía detalles.
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El muchacho estaba arreglando unos costales en aquel apartado cuartucho que funcionaba como bodega de enseres y objetos de aseo, su abuela le había indicado estar allí con esa tarea, habían además algunos cartones puestos en el piso, entre ellos se encontraba otro niño de menor edad acostado sobre los cartones apoyando sus codos en ellos y probando lentamente una manzana acaramelada, en ese momento que se abre la puerta y se nota la presencia de un joven de edad mayor a los dos niños, miró al que estaba arreglando costales muy obediente por mandato de su abuela, le dio de caricias en el pelo, luego se dirigió al nene que estaba acostado en los cartones, lentamente le iba deslizando el short que llevaba puesto hasta dejarle a la mitad de ser descubierto el potito, el joven sonreía viéndole esa parte intima medio descubierta, el otro muchacho se limitaba a observar al momento en que el joven se acostaba sobre el nene de los cartones, le dijo algo al oído que le hizo sonreír y luego asentir, de inmediato le deslizó el short hasta las rodillas del nene y el joven se bajó su short agitando su pene para luego irse acostando sobre el nene, el otro muchacho desde un rincón miraba ese deslizamiento del pene sobre el traserito haciéndole gemir al pequeño, lo tuvo así unos segundos pues afuera se escuchaba voces, en alerta se arreglaron la ropa, el joven salió a ver de quienes se trataban, le dijo al niño de los sacos que estuviese fuera de la puerta y que avise por si alguien se acercaba, el joven cerró la puerta dejando al muchacho afuera, este niño se arrimó a la puerta a escuchar los gemidos, medio sonreía escuchando los bramidos de su amiguito y se imaginaba lo que el joven le estaría haciendo, cerraba sus ojos y se metía la mano dentro del short manoseándose el pene, de inmediato vio un par de hombres llevando carga, rápidamente el niño golpeó la puerta, segundos después entró y se dirigió a los costales, vio que ambos se arreglaban la ropa, los dos hombres entraron, no dieron cuenta de lo sucedido, dejaron la carga y se fueron, de inmediato el joven le bajó el short al niño más pequeño, y él hizo lo propio, le dijo al otro que fuese de nuevo a ver si alguien llegaba, salió, de nuevo desde afuera se escuchaba leves gemidos, luego un silencio, nadie se acercaba, el joven satisfecho con respiración acelerada salía de ese cuartucho, le hizo entrar, el joven partió, adentro quedaban los dos niños, vio a su amiguito sentado entre los cartones, se ladeaba pasándose papel pues se manoseaba el trasero, hacia un rictus en el rostro, mostraba su resignación, se vio una mancha de semen en el muslo, se pasó los dedos, lentamente se fue poniendo el short adecuadamente, justo cuando un hombre hacía su entrada, el niño pasó a levantarse, lentamente lo hacía, tenía una dejadez seguramente por lo que había hecho con el joven, de pronto aquel hombre que entraba a dejar unos costales se acercó al niño a acariciarle el pelo, era un conocido, luego se marchó, el otro nene se acercó a su amiguito señalándole el traserito que estaba húmedo, el joven no le había limpiado bien el traserito y en la tela se mostraba los restos de semen, el niño le dijo a su amiguito que le ayude, se dejó bajar el short y con papel en mano le iba pasando por el potito, lo abrió para sacarle el semen, estaba el hoyito rosáceo, le atrajo ese hoyito, el dedo lo rozaba despacio haciendo que el nene se moviese a modo afeminado, le siguió pasando el dedo con soltura en ese potito, sonrientes, muy sonrientes los dos, le hizo sentar sin subirle el short, se llevó el dedo a la nariz y luego se lo pasó a su amiguito, los dos no paraban de sonreír pícaramente, de un impulso el niño mayor se puso en pie teniendo el dedo en la nariz mientras que el otros seguía sentado viendo que su amiguito cerraba la puerta del cuartucho, luego fue a donde estaba, le hizo acostar sobre los cartoné y el otro se acostó sobre la humanidad del niño más pequeño ya con su short a la rodilla haciendo que los penes se rocen uno con otro, el más pequeño pujaba sintiendo el peso de su amiguito de más edad, así las caderas subían y bajaban al puje, entrelazaban las manitos y unían sus frentes, la risa se diluía para dar paso a la timidez, ambos niños fueron sodomizados por ese joven, ambos le habían entregado su virginidad, de eso el joven muchacho se jactaba, de haberse comido ambos potitos, ahora el más pequeño se daba de cara al cartón mientras que acostado sobre su cuerpito el otro niño deslizaba el pene entre la separación de los glúteos, le iba metiendo de poco en poco, debajo el otro niño gemía, hasta que se ladeó indicando que se escuchaban pasos, de inmediato se pusieron en pie arreglándose los shorts, esperaron a que la figura se acerque pero pasó de largo, el niño mayor fue a abrir la puerta, vio que se trataba de un transeúnte que llevaba de la mano a un pequeño, iban en dirección al parqueadero de carros que quedaba junto al mercado, un lugar semi oscuro, el niño los vio irse hacia allá, a su lado estaba su amiguito cuya mejilla estaba apegada a su brazo, se miraron, asintieron, aprobando lo visto, sí, era aquel tipo del otro día, se miraron sonrientes y fueron detrás sin ser vistos.
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La noche última del año estaba a plenitud de luna llena, ese marco óptico hizo que se apreciaran mejor el tronar de petardos en la hacienda Buonanote, todo era alegría, baile y emoción, Hermógenes por curiosidad en catar ron del lugar se mareó pronto, Serafín jugaba con los pequeños disputándose el liderazgo de los juegos con Arnulfo, así lanzando petardos y camaretas eran felices aquella noche última de año y a la vez primera de 1944, Yajaira y su esposo junto a su hijo Carlos Alberto bailaban animadamente seguidos por sus compadre Luis Daniel y su esposa, apartada estaba Agripina viendo beber pausadamente el ron a Tiburcio, los pequeños Carlos Alberto y Luis Alfonso eran motivados a bailar con las niñas de su edad entre risas y bromas ocurrentes, Agripina vio los gestos de Tiburcio por querer bailar con ella, se hacía la desentendida, pero disfrutaba secretamente viendo al muchacho en su angustia, el tiempo transcurría, ya los niños cabeceaban por dormir ante tanto movimiento de juegos agitados, uno de ellos era Luis Alfonso y el otro Carlos Alberto, por indicación de su madre, Agripina los marcó llevándolos a la habitación infantil primero al niño invitado y luego a su hermanito, al pasar por un rincón algo oscuro sintió una mano fuerte que sujetaba su brazo, era Tiburcio diciéndole que la acompañe con sigilo, no tuvo tiempo a respuesta y recibió un apasionado beso con lengua, se turbó calentándose la piel y efervesiendo la sangre, se dejó llevar a pasos apresurados saliendo por apartado lugar, caminaron en la noche, la luz de luna guiaba sus pasos, vieron en su delante el granero, aquel lugar donde siendo niña había experimentado sexo por vez primera, entraron, se sentían seguros, era un lugar apartado, las luces de la estancia se divisaba a lo lejos, se besaban con pasión y se iban desvistiendo con soltura guiándose por la luz de la luna entrando por el boquete, las manos deslizándose por la piel de calientes cuerpos, exclamaciones, respiración profunda, amor, amor, se decían con frases de deseo y pasión, él era de la iniciativa, ella se dejaba llevar por esos fuertes brazos que rodeaban sus pesones siendo lamidos luego, las dos sombras desnudas proyectadas en la pared se iban deslizando y cayendo lentamente en dirección del suelo, el cuerpo femenino debajo y el masculino encima, sin palabras, solo actuaban labios y manos en roce de piel con piel, estaban amándose, los labios masculinos lamiendo el pecho infantil, el pene entrando en la vagina luego embistiendo con fuerza haciéndola gemir, pese a lo duro, a ella le fascinaba y pedía más, el muchacho no se quedaba atrás y la embestía tanto como podía, se preguntaba quien la había desvirgado y cuando, pero sus inquietudes se diluína al escuchar el gemido femenino y el suyo propio, diciendo que era suya y de nadie más, ella sonreía y pujaba alternadamente, luego la puso en cuatro, ellos sabían que no podían estar mucho tiempo en ese lugar porque darían sospechas con su ausencia, el pene del muchacho de dieciséis años entraba con delicia en la vagina y por el ano de la niña de diez años, ya estaba por eyacular, escuchó los petardos con más seguimiento, luego muchos más, el sonido estridente le hizo escuchar a los amantes y al mismo tiempo el muchacho eyaculaba, eran los primeros minutos del nuevo día del año nuevo, lo habían recibido al año haciendo el amor, sonrieron, siguió dándole pene por la vagina ahora se deslizaba más fácilmente pueste la vagina tenía bastante semen, se lo pasó por los labios y le hizo sexo oral por unos segundos a ella no le importó el semen en sus labios ni en su paladar, estaba enloquecida del deseo de ese pene que la había hecho sentir, ella sacó su pañuelo y se sentó sobre la paja abriendo las piernas en cuclillas orinando y deslizando el pañuelo por la vagina, otro tanto lo hacía el muchcho, ella fue la primera en salir del granero, éldesde el boquete la miraba caminar entre el claro oscuro de la noche por el campo, se estiraba su pene complaciéndose de haberle hecho el amor a la hijastra del patrón, el ego fuerte del muchacho tenía tinte arribista, la deseaba y le seguiría haciéndole el amor las veces que fueran necesario, lejos de ahí, en la estancia Buonanote toda la familia estaba sentada guardando luto por la ausencia de la matrona, Luis los acompañaba por compromiso, esta vez el abuelo se emborrachó de nostalgia bebiendo gran cantidad de ron que no alcanzó a escuchar las doce campanadas del reloj cu cu puesto en la sala ni los pocos petardos estridentes, Luis miraba a su tía, ella no sabía que había sido descubierta por su sobrino quien sonreía entre lo claro oscuro de la habitación eligiendo un rincón, el pequeño Gustavo Andrés jugaba en el piso, a su lado lo estimulaba su tio Gustavito, las mujeres contemplaban la escena, fuera de casa los niños prendían fuego a las camaretas artesanales, se escuchaba voces altisonantes de los peones y vaqueros, Noelia se acercó a la ventana diciéndose un año más sin la presencia de su hijito robado, Gustavito y Josefina la abrazaron, sabían de su sufrimiento, quedaron en silencio, Luis sentado contemplaba la escena junto con nana Dulce, las lagrimas de Noelia recorrían la piel del rostro a través de la ventana mirando fijamente el campo, lejos, desde otra ventana, Carlos Felipe en solitario miraba al campo y al infinito cosmos, en su pensamiento, su amada Noelia.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO EPISODIO
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