METAMORFOSIS 71
Presunciones.
La mano infantil se estiraba agarrando la bacinilla y arrastrándola en el piso por debajo de la cama, la sostuvo con las dos manos mirando el interior, contenía orina, lentamente se dirigió a la puerta, con una mano la sostuvo y con otra abrió el cerrojo, la puerta quedó apegada, su piel se encontró con el ambiente frío del naciente día, era viernes, muy por la mañana, como de costumbre, su madre salía con aquel hombre dizque amigo, esta vez ella salía con un semblante algo inquieto palidezco, el niño de ocho años caminó descalzo por la yerba cortada del patio en dirección al baño abriendo la puerta improvisada de hojalata, vio la orina salir de la bacinilla y unos grumos de papel que quedaban en el fondo, el niño al verlos recordaba lo que había pasado la noche anterior en la que estaba acostado junto a su madre que le contaba un cuento de acciones caballerescas, ya estaba dormido su hermanito en la cuna que antes había usado y ahora su hermanito, al niño le gusta que le cuente cuentos y a la vez que le acaricie el pelo sí se quedaba dormido, pero esta vez no tanto, pese a ello, el niño sintió que su madre lo cargaba y corría la cortina dejándolo acostado lentamente en su cama, en su cuarto que quedaba junto al de su madre y padre, lo separaba un fino biombo con la cortina, su madre se quedó un ratito continuando con acariciándole el pelo, el niño ya estaba por conciliar el sueño totalmente cuando escuchó el golpe de la puerta, sin embargo continuó con los infantiles ojos cerrados, su madre fue a abrir, escuchaban que hablaban bajo, el hombre alzó la voz, no era su padre, era el amigo de ellos, le dijo que espere que iba a hacer dormir al niño, Elena regresó a acostarse con el niño y luego de un buen rato ella ya notando que el niño se dormía fue al lado de su amante que la esperaba, pero astutamente Melquiades permaneció despierto, así que el niño aprovechó de lo oscuro de su cuarto para arrimar su cara al biombo y poder escuchar mejor arrodillado sobre su cama, su madre le decía de su compromiso al hombre visitante, éste le decía que mejor no hablar de aquello en esa noche, estaba medio mareado, deseaba su cuerpo, el nene escuchó besos, igual que lo que recibía el niño de su vecino Dagoberto, igual que aquellos gemidos fuertes que daba su madre, luego de un silencio prolongado el niño escuchó que sonaba la cama metálica en los resortes, cada vez con más fuerzas, uniéndose los gemidos de ambos, ella dijo que lo hiciera con cautela, el niño podría despertar, el pequeño siguió arrodillado sigilosamente en su cama escuchando gemidos de ambos, luego hubo un silencio, ante ello, el pequeño gateó por el piso, sin dejarse ver el muy inquieto y desde el suelo vio al hombre desnudo sobre su madre también desnuda, sólo podía ver las nalgas muy blancas del hombre que con sus caderas se alzaban y bajaban, el pequeño tenía la boca abierta y los ojos bien abiertos, los pies de los adultos se rozaban, las manos de su madre pasaban por la cintura del hombre, el pequeño escuchó que su madre le decía al hombre que tuviera cuidado porque dañaba al bebé, el hombre reía, de un impulso ella trató de separarlo de su cuerpo pero él lo impidió con ese cuerpo bien desarrollado, vino el mete y saca que ahora se hacía era frecuente y rápido ante los ojos de Melquiades, vio el pequeño de aquel grueso y prominente pene que entraba y salía de la vagina de su madre, después hubo quietud en ambos cuerpos como antes, luego vinieron los acostumbrados besos y caricias, lentamente el hombre se fue separando del cuerpo femenino sentándose con el pene erecto viéndoselo con semen, ella sacó debajo de la cama la bacinilla, se arrodilló delante del hombre poniéndole debajo para verle orinar, ese pene, sí, ese pene grande puesto a vista de distancia de los ojos del tierno niño de ocho años, ella totalmente desnuda a trasluz se notaba ante la mirada de Melquiades que se paró yendo a traer un poco de papel con el que le limpiaba el pene, luego hizo bolitas y lo botó en la bacinilla, se sentó en la bacinilla en delante del hombre, ahí nomás acuclillada botó su orina, el hombre contemplaba esa vagina lanzando orina bajo un suave silbido salido de los labios vaginales, el hombre le pidió que trajera agua en una jarra, ella le limpió el pene y con su ropa interior le limpió el pene, el hombre sonreía viéndola hacer eso, metió la bacinilla, ella siguió en arrodillada, él le acercó la cabeza abriendo la boca metiéndole el pene, ella lamía y chupaba el pene haciendo mover su cara adelante y atrás, el pequeño presenciaba el fuerte sexo oral al que su mamá estaba siendo sometida por el hombre, igual Melquiades miraba tragando saliva al ver eso recordando que Dagoberto también le hacía en sus encuentros, al sacar el pene ella dio de escupitajos, de inmediato se levantó y se acostaron abrazados en la cama continuando con besos y caricias, ella encima de él, para ese momento ya el niño vio todo eso a la luz de los candiles, regresó gateando a la cama, miraba el techo viéndose su pene tieso, deslizó su pijama viéndose el pene manoseándolo recordando lo que había visto, le inquietó lo del bebé, seguramente su madre iba a tener otro hijo, por un momento se contentó y no hubo tiempo a más y se quedó dormido; ahora, con la bacinilla en manos; recordaba lo de la noche anterior, viendo caer ahora aquellas bolas de papel con las que su madre había limpiado el pene de aquel hombre del que estaba prohibido que se hablase con su padre por mandato de su madre o le esperaba una soberana paliza, por su timidez callaba, ahora tocaba de limpiar la bacinilla y regresar al cuarto de arriendo, el niño caminaba de regreso descalzo sobre la yerba cortada, miraba cabizbajo como sus piececitos de ocho años dejaban huellas, tenía unos dedos bien alargaditos muy bien formaditos el empeine igual que sus manitos, al abrir la puerta se encontró en el interior de su cuarto con Dagoberto que tenía una sonrisa de oreja a oreja, le dijo que recién había llegado y lo vio irse al baño, el pequeño asintió, Dagoberto le dio una funda que contenía algunos dulces y la acostumbrada gaseosa pequeña que tanto le gustaba, los puso sobre la mesa junto a otra fundita que tenía un par de juguetes, Melquiades sonrió complaciente y metió la bacinilla debajo de la cama, su hermanito estaba parado en la reja de la cuna, Melquiades fue por la tibia mamila para dársela a su hermanito, Dagoberto se la dio acostándolo con cuidado lentamente en la cuna, Domingo de más de un año se quedó acostado mamando la mamila, Dagoberto lo vio sentado a Melquiades, vio que Dagoberto cerró la puerta con seguro, se acercó a él lo agarró de la cintura alzándolo, haciendo que las piernas de Melquiades rodeen la cintura de Dagoberto, el pequeño reía, después sintió el bulto rozándole el penecito, le dio de a piquitos en los labios y mejillas llevándole a la cama donde lo deslizó lentamente de su cuerpo haciéndolo acostar lentamente, Dagoberto le deslizó el pijama dejándose ver el penecito lampiño erecto, lo miraba con gusto, Melquiades también reía al ver que los dedos de Dagoberto frotaban el penecito, Melquiades pidió que se lo mame, Dagoberto acercó su cara, abrió totalmente la boca y procedió a lamerlo y chuparlo, eso a Melquiades le gustaba, lo hizo por largo rato hasta que Melquiades pidió que se detenga, que quería orinar, sacó la bacinilla debajo de la cama y se sentó a orinar, Domingo que ya había acabado la mamila miraba a su hermanito parado orinando en la bacinilla, el pequeño Domingo hizo gesticulaciones para orinar, Dagoberto lo sacó de la cuna, le quitó el pañal de trapo y lo hizo sentar en la bacinilla, a Domingo le gustaba estar por largo rato sentado en la bacinilla luego de orinar; por eso cuando Melquiades lo quería sacar su hermanito de más de un año éste se negaba, seguiría sentado en la bacinilla viendo a Dagoberto que se sacaba la ropa, Melquiades lo miraba sonriente, lo tenía caliente aquello que vio la noche anterior entre su madre y aquel hombre con el que ahora se encontraba paseando, deseaba que Dagoberto le hiciera algo parecido a lo de anoche, así que voluntariamente se puso recostado en el extremo de la cama con el trasero al descubierto en posición perrito, sintió las manos de Dagoberto que abrían sus glúteos, la saliva correr por la entrada de su ano y luego el pene ensalivado que penetraba su ano, sintió delicia, él era su iniciador y el único que hasta ahora lo sodomizaba, a sus ocho años ya probaba un pene entero de dieciocho años, Domingo sentado desde la bacinilla miraba las caderas de su hermano siendo empujadas por detrás de las caderas de Dagoberto, en el extremo de la cama, el nene de más de un año escuchaba los gemidos de Melquiades y Dagoberto, después Dagoberto le hizo dar la vuelta acostándolo boca arriba, iban a hacer la postura favorita de Melquiades, consistía en poner sus piernas sobre los hombros de Dagoberto, su pene y trasero se alzaban dejando libertad de movimiento para que entre y salga el pene de Dagoberto por el ano, los gemidos de Melquiades eran mayúsculos, inocentemente Domingo que ya estaba apartado de la bacinilla reía caminando con su pene agitándolo por los brincos pensando que aquello era algún juego o algo así por los similares sonidos que hacían cuando jugaban con él, el semen quedó dentro del ano de Melquiades, Dagoberto lo levantó con cuidado para que no manche las sábanas pero ya era tarde, habían manchado la sábana con semen, la quitaron rápido, poniéndola en el suelo, Melquiades se sentó en la bacinilla a expulsar el semen de su ano, se limpió y se puso el pijama, salió con cuidado con la sábana a limpiarla, Dagoberto quedó adentro mirando a Domingo, vio por la ventana a Melquiades limpiando la sabana, tomó a Domingo de la cintura acostándolo boca arriba viéndole su pene descubierto, el niño quedó quietecito, la boca de Dagoberto lamía y chupaba con dificultad el pene del pequeño debido a los rudos movimientos que hacía, después lo puso boca abajo, le abrió los glúteos viéndole el rozagante anito, puso saliva en la entrada y colocó su glande en la entrada tratando infructuosamente de que le entre por lo menos un poquitín, otro poquitín hasta que el pequeño dio un balbuceo fuerte como de molestia, es que seguramente algo de la punta del pene venoso entró, le hizo dar vuelta y le pasó el pene peludo rozando el penecito lampiño del tamaño de un guisante, fueron varios movimientos de pene, y le dio besos al pequeño, lo puso en la cuna sentado jugando con los juguetitos que le había traído a su hermano, después salió del cuarto, se despidió de Dagoberto a lo lejos.
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A Gustavito le llamaba la atención las constantes visitas que su madre Noelia le hacía a la capital junto con la nana Dulce, los cuidados que le prodigaba eran buenos, 1944, era el año en que cumpliría los quince años y su madre le habría prometido comprarle un buen regalo para septiembre si se sacaba buenas notas, Gustavito estaba empeñoso, poco visitaba el campo ya que su mamá más lo visitaba, sin embrago no perdía ocasión de preguntar por el ánimo de su abuelito, Noelia le contaba a su hijo que Josefina contraería nupcias con Emilio hermano del difunto Teodomiro padre de su nieto Gustavo Andrés Teodomiro, lo que en verdad sucedía era que Noelia se encontraba clandestinamente con Carlos Felipe del Olmo el hombre de su vida en aquellos parajes apartados de la ciudad capital, mientras que la nana Dulce aprovechaba de los viajes a la capital para estar cerca de su nieta Griselda y de sus bisnietos, cabe mencionar que la más querida era Sara Guillermina que ante su humildad contrastaba su altivez al caminar rígida y muy femenina, en susurro nana Dulce decía que era toda una Izaguirre, Griselda asentía con mirada de orgullo, se preguntaba por el padre de su hija, aquel hombre nunca supo la existencia de su hija Sara Guillermina; a un par de kilómetros de distancia un hombre de mediana edad era lamentablemente atropellado por un imprudente conductor, a pesar que las heridas eran un tanto leves permaneció por un tiempo en cama, un niño rubito de nueve años lloraba desconsoladamente en la sala de emergencias, lo consolaba una señora de la tercera edad, salieron a comprar medicinas y en el mismo local se acerca una señora con su hijo de catorce años, Pedro Artemio se tapaba la cara cubriéndose el llanto secándose las lágrimas, la anciana le pidió que espere afuera, a sus espaldas sale Noelia con Gustavito sin percatarse la presencia del niño.
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La discusión era fuerte en la biblioteca de la estancia del doctor Pérez, Luis le increpaba por el trato recibido en cuanto a sus derechos de herencia a través de su madre, el doctor reaccionaba argumentando que le exigía que siguiera estudiando, Luis se negaba, deseaba tener sus propiedades, que ya era el momento, le decía, que necesitaba libertad, sustentaba, no llegaron a acuerdos, Luis salió como un rayo, se montó en un caballo tomando veloz carrera, galopó en dirección al sitio donde podía sentir seguridad, fue a la estancia de su abuelo para conversar con doña Amacilia pero le dijeron que ambos habían salido al pueblo, tomó dirección para ese sector pero un instinto le hizo desviar el camino, galopó mucho hasta llegar a aquel apartado lugar donde se observaba de lejos aquella construcción remodelada, de lejos vio a aquel hombre clavando madera, Lucrecia dando indicaciones a los demás peones, los ojos llorosos de Luis y su sentido común le hicieron analizar que debería salir cuanto antes, se detuvo un momento a ver desde donde estaba al pequeño Clodoveo Aristófulo de siete años, estaba corriendo con otros niños, el arroyo estaba caudaloso, los niños jugaban en la orilla, los adultos no se daban por enterados, Dos niños caen, uno logra salir, no así Clodoveo, aguas abajo va golpeándose en las piedras, con instinto de angustia Luis galopa endemoniadamente, se lanza al agua, logra sacar al pequeño Clodoveo, los adultos corren ante el aviso de un niño, aguas abajo, un jinete sienta sobre una roca al pequeño reanimándolo del susto, observa que se acerca Lucrecia, baja a abrazar a su hijo y agradecerle a Luis por su bondad, el hombre queda petrificado viendo al salvador de su hijo, ambas miradas se cruzan, Luis con seriedad y frialdad acepta con un gesto de aprobación las palabras de Lucrecia, sin articular argumento, Luis monta su corcel y se pierde entre el monte, aquel hombre hace puños de sus manos, ve al jinete alejarse, de sus ojos salen lágrimas, pensaba el campesino padre del niño; Clodoveo fue salvado por su hermano en aquella tarde de los primeros días de abril de 1944, se preguntaba qué hacía Luis por estos alrededores, será acaso… no, no, se hacía presunciones en sus adentros.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO PRIMER EPISODIO
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