METAMORFOSIS 72
Retornos.
Ambos amantes retornaban a un idilio impactante en sus vidas pero claro con mucha discreción, su amor se solidificaba aunque en muchos casos Noelia se sentía desfallecer y quería terminar, la razón por motivo de vergüenza sintiéndose la amante y temiendo que su padre y familiares sintieran por segunda vez vergüenza, tenía miedo en segunda instancia le pesaba no encontrar a su hijo perdido, eso le daba un sentimiento de reproche a Carlos Felipe del Olmo que pese a ello lo estaba buscando, ambos estaban sentados tomando un café en aquella fría mañana, ella estaba recién llegada a la capital, conversaban de su situación, se tomaron de las manos, el lugar donde estaban era discreto en su interior, un niño rubio y un hombre adulto con muletas se acercaron al mostrador ubicado en el exterior del local, se sentaron el mesita de la acera a comer pastel y a beber jugo de frutas, celebraban las buenas notas obtenidas por el niño, el adulto le decía lo orgulloso que estaba, una anciana se sienta junto a ellos, el dueño del negocio se acerca a hacerle el pedido, Carlos Felipe se acerca al mostrador a pagar, Noelia va al estrecho baño a acicalarse de pronto ve pasar al niño rubio con necesidad de orinar yendo al baño de hombres, al salir se chocan, ella lo mira con ternura, el niño responde con una amplia sonrisa, ella se queda turbada viendo la hermosura de la cara del niño de seguramente ya ocho años cumplidos, para Noelia aquel precioso niño bien vestido le parecía un príncipe europeo, y es que no se equivocaba pues de allá eran sus ancestros en buena medida, el destino quiso de esa manera inconsciente que Noelia se topara con su hijo Pedro Artemio sin saberlo, aunque su instinto de madre le hizo sentir raro, aquella cara, a ella se le hacía familiar, se contuvo, el pasar de la gente al baño cortó la comunicación sumado al deseo del niño por irse, ella por discreción lo vio alejarse y trató de seguirlo pero el niño tomó carrera desde el local hasta alcanzar una media cuadra a Guillermo Izaguirre y su anciana tía, Noelia junto a Carlos Felipe del Olmo desde local los vio alejarse, para Noelia seguramente ese niño era hijo de su ex cuñado con alguna mujer rubia de buena posición social, le pareció bien que Guillermo Izaguirre haya hecho una nueva vida.
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A mediados del aquel año el fornido hombre de campo estaba sentado en un tronco pelando fruta junto a él estaba su hijo de siete años, Lucrecia su mujer estaba sentada haciendo cuentas de negocios, se sentía solo, la mayor parte del día su mujer la pasaba en el pueblo, los negocios los mantenían alejados, desde hace tiempo le pedía un hijo pero a ella le primaba el hacer dinero, es verdad que sus negocios iban boyantes, dedicaba mayor su atención al comercio que a su compañero y a su hijo, lejos quedaba aquella humilde mujer que retornó a sus brazos y la recibió en su casa aquella tarde de lluvia llevando a su hijo de la mano, ahora Lucrecia era emprendedora, algunos morbosos se rendían ante sus petitorios comerciales logrando ventaja, en el pueblo tenía sus negocios, ya tenía un espacio en el comercio formado por su personalidad, lejos estaba aquel comentario de la hija del asesino, su compañero sentimental la ayudaba, aunque por ese tiempo ya era escasa la relación sexual, él le pedía otro hijo, ella le decía que no era el momento, habían incidentes, peleas delante del niño pero también sentidas reconciliaciones, las edades eran bien marcadas, el cuerpo de Lucrecia estaba a plenitud, algunos hombres admiraban ese deleitoso cuerpo de hembra hermosa, su compañero sentimental lo notaba y con celos le reclamaba su forma atrayente de vestir, ella se hacía la desentendida y así pasaban los días; ya la tarde estaba cayendo, el hombre había pelado bastante fruta, su hijo sentado disfrutaba de las pulpas, ella lo miraba indiferente, él fue a encender los candiles, la sentía distante, se sentó junto a su hijo a acariciarlo, abrazados miraban la noche, le besaba el pelo con ternura; recordó aquella jubilosa noche, libando en el pueblo de aquella noche en la que se enteró del parto de Andreina Buonanote, el nacimiento del supuesto primogénito de Guillermo Izaguirre, su risa irónica mientras galopaba su corcel con pecho henchido diciéndose asimismo, padre, padre de un precioso varón, pero con angustia de no poderlo decir a los cuatro vientos, solo la noche estrellada y el monte eran testigos con la luz de luna; aquel hombre recordó la primera vez que vio al recién nacido Luis Guillermo Rodolfo Izaguirre Buonanote, sus manitas y piecitos cubiertos con fina seda, la vida se alzaba; recordaba llorando la niñez de Luis, el hombre recordaba cuando Luis tenía la edad que ahora tiene su hijo en brazos y al al que ahora lo abrazaba con fuerza, recordó las primeras montas del precioso niño Luis a caballo en que lo veía recio con sus manitas sujetas a las riendas y con ese porte gallardo heredado de su caucásica madre, desde lejos discretamente disfrutaba ver a al pequeño Luis cabalgando por el campo, lo recordaba correr viendo moverse su lacio pelo al viento cabalgando con prosa, el peón de aquel entonces estaba lleno de orgullo rebosante siempre con discreción, deseaba estar cerca siempre de Luis, ya mismo siempre desde lejos en el anonimato disfrutaba observarlo, fueron pocos los momentos de dicha al encontrarse, siempre experimentaba la brecha social que los separaba, pero aun así era vigilante, desde el momento que supo de su nacimiento siempre lo sintió como su hijo, el resultado del fruto de su amor clandestino con la hija de sus patrones cuando él era un simple peón; le vino el recuerdo de Luis cuando salvó a Clodoveo; en eso que la puerta hace un chirrido, la fresca noche se pegaba en la piel de Lucrecia frotándose los brazos llamándolos a comer, él la abrazó y sintió su indiferencia, hace horas habían tenido un reclamo mutuo, entraron con el niño tomado de las manos, todavía algo de luz vespertina quedaba en el firmamento, a lo lejos un jinete hacía su retiro, tenía en su ser una angustia, anhelaba el amor de padre pero le era duro dar el primer paso, su orgullo no le permitía acercarse aunque su instinto de hijo lo hacía retornar a ese lugar distante por varias ocasiones, galopó con fuerza en dirección a la estancia Pérez, antes que la noche hiciera su aparición a plenitud, tenía sentimientos encontrados, iba lloroso, de pronto, observa a lo lejos a dos figuras entrar al granero, pausadamente galopa, deja amarrado al corcel en un árbol bajo la oscuridad, camina lentamente rodeando el granero, entre lo claro oscuro del lugar pudo ver a Agripina de once años acostarse en el suelo con paja, de rodillas Tiburcio de diecisiete años que le ayudaba a quitarse la ropa quedando su desnudez al descubierto, Tiburcio en su delante se desnudaba, el muchacho parado con su pene erecto lo refregaba, lentamente se fue acostando sobre el cuerpo de ella, los ojos de Luis se ampliaron cuando vio que Tiburcio agarraba con su mano el pene y lo introducía en la vagina de Agripina haciéndola gemir con los fuertes y rápidos movimientos sexuales que se combinaban con caricias y besos apasionados, los dos estaban fundidos en uno solo dando vueltas sobre el suelo de paja sin que él saque el pene de la vagina, ella encima de él hacía fuertes movimientos de cadera, Luis presenciaba oculto desde prudente distancia haciéndosele erecto el pene, ambos gemían con ritmo acelerado, se notaba que se deseaban apasionadamente, luego de ella un gemido fuerte se vino quedándose quieta, Tiburcio sin embargo seguía embistiendo con su pene en esa vaginita, al rato de él vino la quietud, ambos abrazados con respiración acelerada abrazados y sudorosos, lentamente se alejaron los cuerpos, se limpiaron con los interiores, Luis esperó a que se vistieran y salieran furtivamente del granero, aquel lugar de muchas citas sexuales de niños y adultos en aquellos tiempos; Luis continuó su camino a la caballeriza, los dos amantes se habían separado al llegar a la estancia, ya se podían ver los candiles prendidos, no le emocionaba vivir allí, Luis estaba por interés de recibir la herencia de su madre, iba contrariado pensando en alguna solución a su problema, vio a Agripina lavando ropa, seguramente aquella en la que hizo el amor con Tiburcio, fue a la cocina a beber jugo de naranja y escuchó decir de las dos sirvientas que el doctor Luis Daniel Pérez, Clemencia y Arnulfo tardarían en venir del pueblo, en la entrada de la estancia estaba Tiburcio conversando con otros muchachos, rió irónicamente sin que lo notasen además moviendo negativamente la cabeza, Luis subió las escaleras, estaba cansado y se demostraba en su caminar, lo hizo lentamente, quería cambiarse de ropa para luego darse una buena ducha masturbándose en nombre de lo que había visto en el granero, al abrir la puerta los haces de luz entran en lo claro oscuro de su habitación y ve en la cama a Rómulo de cinco años montado encima del cuerpo de Luis Alfonso de cuatro años, los dos con los pantalones cortos y calzoncillos a los tobillos, la sorpresa fue mayor para Rómulo no así para el pequeño Luis Alfonso hijo del doctor Luis Daniel Pérez, Luis como un rayo prendió a media llama un candil, vio que los niños se subían la ropa por las piernitas todavía se apreciaban esos penecitos lampiños algo flácidos que eran cubiertos por el desliz de la tela de los interiores, de pronto se escucha la voz de Tiburcio que desde el jardín de la estancia llamaba a su hermano Rómulo, luego se unía la voz de su madre Liliana desde la cocina, el niño salió en carrera y lo siguió Luis Alfonso con su característica inocencia pues había heredado un carácter muy dócil diferente al de su media hermana Justin Daniela, los vio alejarse, desde la ventana apreciaba a Agripina que seguía lavando, estaba sudoroso y deseaba bañarse pero estaba ella en el lugar, se quita la ropa quedándose puesto solo con la toalla, se acostó en la cama a esperar, estaba acariciándose el pene cuando de pronto que del corredor escucha unos sonidos infantiles de juegos, sale a ver y se encuentra con Luis Alfonso sentado en el primer escalón de la escalera jugando con un autito, Luis le hace señas que se acerque, el niño obediente le hace caso dejándose llevar de la mano de Luis entrando a la habitación, cerró con seguro la puerta, lo abrazó y daba roles en la cama con el cuerpito del niño, le pidió que no hiciera ruido y que iban a jugar a algo bonito, Luis Alfonso estaba entusiasta, el pequeño se dejó llevar por las instrucciones de Luis, la habitación estaba semi oscura, lo acostó en la cama, por unos segundos lo quedó mirando al pequeño acostado inmóvil esperando lo que se viene del supuesto juego que creía se venía, le miró fijamente a los ojos infantiles, Luis rápidamente le fue deslizando la ropa por las piernas sacándola por los pies, Luis Alfonso miraba ese movimiento así como seguidamente Luis se quitaba la toalla dejando al descubierto su pene erecto que Luis Alfonso lo miraba con dificultad por lo poco oscuro de la habitación, la cara de Luis rozaba con sus mejillas el penecito del niño, lo olía y se lo metía a la boca con sumo placer chupando y lamiendo ese penecito, el niño daba gestos de risas al sentir el contacto de la piel de su pene ensalivado con los labios metiéndose en la cavidad bucal, Luis en sus lamidas al penecito lampiño le pedía que hiciera silencio, le preguntaba si le gustaba el jueguito y el pequeño Luis Alfonso asentía, le estaba haciendo eso al pequeño Luis Alfonso, los brazos de Luis rodearon la cara del niño ambos codos apoyados a los extremos de la carita, las manos de Luis acariciaban el pelo lacio del niño, Luis Alfonso vio entre sus piernas que el pene peludo de Luis rozaba su pene lampiño y comenzaban a moverse con movimientos lentos de cadera que hacía Luis, el pequeño Luis Alfonso recordaba que minutos antes en esa misma cama había hecho ese jueguito con su amiguito Rómulo, al pequeño eso le parecía un jueguito normal como en las luchitas, así que se dejó estar por Luis, que luego le hizo acostar de cara al colchón, Luis vio ese levantado traserito suave y de igual forma pasó sus mejillas por los suaves glúteos del niño, su nariz olía recorriendo esa piel suave, le abrió los glúteos lo más que pudo y olió más detenidamente el anito, le fascinó ese olor, Luis Alfonso sintió algo inusual que cambió su estado emocional y sintió molestia en su traserito que por instinto regresó a ver por detrás lo que estaba sucediendo y es que el dedo ensalivado de Luis entraba un poquito en ese anito al aguante del niño que estaba extrañado sintiendo eso, Luis dejó de introducir el dedo por que vio en el niño respuesta de incomodidad y deseo de irse, lo contuvo manteniéndolo lentamente acostado en la cama con su carita sobre el colchón, le dijo al pequeño Luis Alfonso que ya terminaría el jueguito, puso el pene entre las nalgas haciendo movimientos suaves de roce, Luis le preguntaba si le estaba gustando el jueguito, el pequeño que estaba inmóvil no respondía, la respuesta le fue indiferente, Luis continuó con su pene rozando la piel de los glúteos, ese roce le gustaba tanto que lo motivaba a seguir disfrutando el momento de sometimiento, Luis se complacía de tener por vez primera el traserito de Luis Alfonso siendo frotado por sus manos y sintiendo el roce de la piel de su pene en la piel suave de aquel delicioso traserito, vio el movimiento de su pene recorriendo la piel de los glúteos y se complació al ver que de su pene salía semen cayendo en la espalda y en los glúteos del pequeño que quiso ladearse al sentir el líquido en su piel, Luis lo contuvo para que se quede quietecito, el niño obedeció, Luis agarró el tronco de su pene y puso el glande entre los glúteos, el glande con semen empezó a rozar la entrada del anito haciéndolo gemir a l pequeño, lo hizo por unos breves instantes pidiéndole al niño que hiciera silencio, en eso se escucha el claxon del auto del doctor Pérez que iba acompañado en su interior por Clemencia y Arnulfo, Luis limpia y viste al pequeño que ya escucha su llamado, sale corriendo de la habitación al encuentro de sus padres y de su hermano, Agripina se une al recibimiento, en la sala se escucha el dialogo, Luis baja las escaleras, su presencia es indiferente y se da un baño, retorna a su habitación, se acuesta con la toalla extendida en la cama, a través del espejo de su armario contempla su cuerpo desnudo, fumaba recordando el momento pasado, sonreía irónicamente porque había hecho el amor a Luis Alfonso, el hijo de su padrastro, hizo bocanadas con su habano recordando que también le había hecho el amor a Arnulfo y que ahora con Luis Alfonso tendría otro desfogue sexual cuyo motivo sería por venganza hacia el doctor y por gusto deseoso de serlo suyo sexualmente.
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La vida en la estancia Buonanote retornaba a la rutina periódica luego de un prolongado luto discreto por la ausencia física de la matrona del lugar, el hacendado Rodolfo Buonanote estaba sentado en su mecedora observando el movimiento de sus trabajadores y sirvientes desde lo alto de la torre de su edificación victoriana, entre ellos estaba sobresaliendo Amacilia llegando presurosa al trabajo, el hombre dispuso a su fiel nana Dulce que se acerque Amacilia, rato después aparecía la humilde mujer, Rodolfo Buonanote ese día cumplía los setenta y cuatro años, le dijo a la nana Dulce que prepare una buena comida pues los miembros de su familia ya vendrían dentro de poco, la orden fue aceptada por nana Dulce asintiendo obediente y retirándose del lugar, para el anciano el celebrar su cumpleaños sin su compañera era fuerte, retornó a su mente aquellos recuerdos vividos con Micaela, el haber llegado a este país de la canela, haciendo peripecias para llegar huyendo de la gran guerra, cambiando sus identidades, ejerciendo una nueva vida con un idioma nuevo, Amacilia detrás observaba cuando Rodolfo extendió sus brazos temblorosos viéndose las arrugas y lunares, dirigió su mirada con lágrimas a Amacilia, le dijo que ya estaba viejo, sin fuerzas para seguir viviendo, la empleada rompiendo el protocolo de trabajo se arrodilló en su delante tomándole las mejillas y acercó su boca a la frente de Rodolfo besándole el pelo y las mejillas, puso su cara femenina en el pecho de Rodolfo, a ella le salieron lágrimas, diciéndole que aún tenía mucho pretexto por quien vivir: su familia… sus nietos, Rodolfo entendió el mensaje, hizo una forzada sonrisa que poco a poco aumentaba el brillo de su expresión facial, Amacilia lo alentaba con palabras concretas, eso al anciano le gustaba escuchar, ella quedó sentada con las piernas dobladas en el piso con su cara apoyada en los muslos del anciano delgado y débil a causa del dolor emocional, Amacilia con cariño le frotaba las piernas, se levantó a darle masajes en los hombros, algo relajado el anciano sonreía, en su mente retumbaba la palabra hijos, nietos y bisnieto, se levantó a prender un puro de tabaco especial, las bocanadas de humo invadían en el ambiente, Amacilia comprendía su delgadez también a causa de mucho fumar, Rodolfo se sentó platicó con su empleada, los dos recordaron los sucesos de hace veintitrés años, por esa fecha exacta, con su mente retornando al pasado, aquella glamurosa fiesta motivo del quincuagésimo primer onomástico de Rodolfo, por ese entonces Amacilia tenía cerca de los cuarenta y un años, siempre había tenido una admiración hacia el patrón que lo veía tan distante, su amor era secreto aunque a veces con lisonjas y gestos sugeridos se daba a notar de Rodolfo, esa noche el esposo de Amacilia quedó tendido completamente borracho en el suelo, los peones lo llevaron a una cabaña, Amacilia ayudaba en la cocina, Rodolfo que para entonces estaba alegre por la bebida, logra por un instante estar a solas con Amacilia en el corredor oscuro que da a la cocina, el fuego pasional entre ambos se desbordó al instante con sentidos besos apasionados, las manos recorrían sus cuerpos, deseaban quedar ahí mismo desnudos, Rodolfo se bajó la cremallera, le bajó los interiores, ella se limitaba a sentir el roce de las manos de su patrón que pasaban por los muslos buscando con la yema de los dedos lubricar su vagina, no se esperó a más y le introdujo el pene haciéndole el amor, como pudo la arrimó a la pared y le penetraba con gusto pasional, el ruido de la gente los hizo separar antes de ser vistos su contacto no duró ni un par de minutos, le dijo que la esperaba en el sótano y que se pretexte de cualquier cosa, al rato su encuentro en el sótano fue colmado de besos y caricias, sobre una manta en el suelo la acostó desnuda, un candil con llama lenta iluminaba el lugar, era segura su intimidad, su idilio, su pasión, su grueso pene caucásico entraba en esa vagina humedecida, gemían de pasión, de poseerse en un ritmo sexual que se incrementaba, ella lo aceptaba aunque sabía que era muy poco para él, pero lo aceptaba, desde los primeros días que lo vio sabía que le atraía, que se gustaban, Rodolfo la hacía suya, eyaculó dentro de aquella vagina, recordó su ausencia en la fiesta y el qué dirán de los empleados y la dejó pidiéndole verse en la lejana colina al día siguientes; y así fue, con pretexto Amacilia fue al campo llevando una canasta a recolectar frutas supuestamente, ahí se encontraron, en aquella mañana de 1921, hicieron amor del bueno debajo de un árbol, no una sino dos veces en aquel día, ya para avanzada la tarde ella tomaba un rumbo distinto al de su patrón, los encuentros se hicieron constantes en aquel lugar y en otras ocasiones cuando se encontraban solos en la estancia encerrándose en la habitación lejana, a los pocos meses vino de Amacilia la noticia de su embarazo, Rodolfo la tomó como una situación comprometedora, simplemente le pidió guardase el secreto, que no la abandonaría, Amacilia entendió las intenciones de Rodolfo, se limitó a decirle que iba a tener a su hijo, a los pocos meses de 1922 nacía un niño bautizado luego con el nombre de Nicanor, sobreviviría a enfermedades y vejaciones de Nicandro, su supuesto padre, el niño nació con piel de su madre y pelo castaño, Rodolfo lo protegería, Amacilia decidió alejarse de su vida, no quería interferir con la esposa de Rodolfo pese a ser buenas amigas de confianza, Micaela nunca supo la existencia de esa verdad, ahora muerta, a petición del propio Rodolfo Buonanote, Amacilia retomaría el cuidado hacia aquel hombre que era el padre de su único hijo sobreviviente; Rodolfo y Amacilia se abrazaron, ella temblorosa sacó de su mandil una fotografía en la que se muestra a Nicanor con su esposa y su hijo Leandro, Rodolfo la observa con gran emoción, ella se la obsequia, él se lo agradece llevándosela al pecho y besándola en repetidas ocasiones, son interrumpidos por la presencia de la nana Dulce, las dos mujeres se alejan, de su bolsillo el anciano observa detenidamente los rasgos físicos de los personajes de la fotografía, su mirada se centraba más en el pequeño, rubio hermoso, a esa edad muy parecido a… Pasha; los ruidos de Andrés Teodomiro su bisnieto, hacen que Rodolfo lo abrace y discretamente guarde la fotografía en su bolsillo, aparece Noelia con sus dos hijos llevando pastel en mano y le cantan el cumpleaños feliz, en un rincón la nana Dulce palmeaba junto a Amacilia que se enjugaba las lágrimas de emoción, cuando tocó el abrazo de felicitación por parte de Amacilia, el anciano la abrazó por tiempo prolongado, los presentes notaron que a futuro habría cambios en sus vidas ante aquella actitud.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO SEGUNDO EPISODIO
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