METAMORFOSIS 73
Atentado artero.
Aquella muy fría primera mañana juliana de 1944 Serafín agripado miraba desde la ventana ubicada en el piso alto de la casa, contrariado por su enfermedad observó de lejos las puertas del auto que se abrían entrando Hermógenes de copiloto, y en el asiento de atrás iba Yajaira junto con el pequeño Carlos Alberto, el auto emprendería camino hacia una recepción que se ofrecería en el negocio de exportaciones y comercio de Carlos Felipe del Olmo ubicado en las afueras de la capital, todo iba bien tan solo con la novedad de lo mojado de la carpeta asfáltica, de pronto un auto avesadamente impacta por detrás de la carrocería haciendo que el chófer hiciera una presurosa maniobra de estabilidad pero de inmediato un segundo impacto hace que el auto caiga a la profunda hondonada, el auto provocador del hecho desaparece, parecía que todo estaba preparado con anticipación, era un atentado perpetrado por malas personas, en el lugar del impacto se ve los hierros retorcidos producto de varias vueltas en el aire, cuando llegan los rescatistas a realizar un trabajo improvisado típico de la época se dan cuenta que todos los ocupantes no presentan señales de vida; al enterarse de lo ocurrido, un atolondrado e iracundo Carlos Felipe del Olmo, no daba crédito a lo ocurrido, su esposa Yajaira de veintidós años, Hermógenes su protegido de veinticuatro años próximo a recibirse de profesional, y su hijo de dos años, muertos, no lo asimilaba, estaba enloquecido cuando llegó a la morgue a identificar los cadáveres, eran ellos, sus amigos lo contuvieron, especialmente su compadre Luis Daniel Pérez, se transformó en una bestia, sin consolación alguna, deseaba matar, matar a quien lo hizo, recordó el atentado sufrido hace años atrás, la desgracia retornaba, quién, quién, se preguntaba, no asimilaba que fuese un accidente, muy lejos de ahí, una mujer se complacía viendo los titulares de los periódicos que anunciaban la triste escena del supuesto accidente como se quiso hacer conocer, la vida para Carlos Felipe del Olmo por esos días sería turbadora; cuando Noelia lo supo a través de la radio viajó de inmediato a la capital a estar con su amado, la pena era grande, solo, encerrado en su biblioteca únicamente aceptaba la presencia de su hijo Serafín y Noelia, el pesar era tan grande que descuidaba sus negocios comprometiendo su patrimonio aprovechándose de ello la competencia, Noelia le puso un alto, lo estimuló a seguir adelante, su hijo Serafín se puso de lado de Noelia para ayudarle, Carlos Felipe asimilaba el golpe y siguió en adelante en sus actividades pero con un patrimonio comprometidamente diezmado; el camino se le hizo más accesible a Noelia de estar más junto a Carlos Felipe, irónicamente sus desgracias los habían unido de nuevo; Noelia no lo dejaría decaer, estaría a su lado, Gustavito miraba con preocupación aquella relación, sentía recelo de Carlos Felipe del Olmo, pese a los consejos que tiempo atrás le dio nana Dulce, para Gustavito primaba la memoria de su padre Gustavo Pozzo y deseaba mezquinamente que su madre Noelia siguiera de viuda manteniendo el recuerdo marital de su padre, Gustavito desconocía los encuentros de su madre con Carlos, quería interferir en la ruptura de esa relación, muchas veces se lo hizo saber a su madre pero ella no daba crédito y lo mandaba a callar, Gustavito lo trataba a Carlos Felipe del Olmo con insolencia disimulada, tanto así que en un exabrupto cometió el error de decirle a Carlos Felipe que tal vez hubiera planeado la muerte de los ocupantes para quedarse con camino libre y hacerse de su madre Noelia, Carlos Felipe se levantó de la silla y lo abofeteó por aquel comentario mordaz, Gustavito quiso responder pero Carlos se lo impedía a golpes, Noelia angustiada se puso en medio de ambos recibiendo roces y empujones, la relación entre ambos sería desde ahora muy tirante, eso angustiaba a Noelia que buscaba armonía con su hijo, Gustavito llegó a pedir más permanencia en el internado evitando las visitas de su madre, a sus catorce años, se había convertido en chico rebelde, distante de aquel chico mesurado y comprensivo, tenía como estímulo de vida la idealización varonil de su padre Gustavo Pozzo y tenía muchas fotos en su cuarto, las a casa de su madre se reducían, Gustavito en muchas de las veces que iba al campo la pasaba en la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote que lo apoyaba en su actitud envinándolo con sus criterios diciéndole que Carlos Felipe del Olmo había destrozado la imagen moral de su madre y que todavía seguía haciéndolo, por otro lado, Josefina, su hermana, abogaba para que Gustavito cambie de actitud hacia su madre, pero el muchacho le decía que lo haría cuando su madre deje de ver a ese hombre, no le perdonaba el haber sido golpeado ni tampoco permitiría vejaciones, Noelia sufría la actitud de su hijo, había conseguido comprensión de Carlos Felipe ante la actitud de Gustavito logrando inclusive que se entrevistaran y tratasen de darse la mano pero ante la mano extendida de Carlos Felipe que lo hacía por amor a Noelia no hubo tal mano extendida de Gustavito que influenciado por su abuelo Rodolfo hizo un gesto de desprecio diciéndole que no traicionaría la memoria de su padre ante la actitud de su enemigo, Noelia impulsada por la indignación abofeteó a su hijo que lloroso salió en presuroso caminar, Noelia y Carlos se abrazaron, Carlos le decía que era cosa de tiempo que ya se le iba a pasar es típico de esa edad, pero Noelia le decía a Carlos que lo conocía bien a su hijo y había heredado parte de arrogancia, en su camino presuroso Gustavito no se da cuenta que choca con un niño y al verlo caído en el suelo descarga su furia dándole de patadas repetidas, el niño iracundo logra agarrar una tabla del piso y lo sigue a propinarle golpes con el objeto en sus manos, el niño al correr se cae, Gustavito retorna a darle nuevamente de puntapiés pero una voz femenina logra hacerlo detener interponiéndose, el niño rubio lloraba desconsoladamente sentado en la acera con su pantaloncito corto viéndose las heridas en su rodilla producto de su caída, indignado quiso levantarse a tomar la tabla y propinarle golpes, Gustavito se puso en defensa, la muchacha se interpuso de nuevo entre los dos increpando a Gustavito porque siendo más grandote abusaba de ese niño rubio, ella lo había visto todo y le reclamaba a Gustavito que sintió vergüenza y lo único que logró hacer fue retirarse del lugar con las manos hechas puños, Sara Guillermina se sentó en la acera consolando al golpeado Pedro Artemio, el niño sabía que ese chico era Gustavo Pozzo, había tomado refresco alguna vez con su amigo Serafín, ahora tenía un resentimiento con aquel riquillo, ella vivía cerca a unas cuadras del lugar, lo condujo camino a su casa, pero se encontraron con Guillermo que preocupado preguntó lo que le había ocurrido, la muchacha de trece años le dijo que se había caído en una pelea con un muchacho más grande, Pedro Artemio se enojó por no haberle podido golpear, Guillermo Izaguirre agradeció a la muchacha por la ayuda, fue todo tan rápido que se limitaron a darse la mano, el destino haría que este fuera el primer contacto de ternura y cariño, qué lejos estarían los dos de saber que eran padre e hija que por vez primera se encontraban, la muchacha siguió su camino, el muchacho de nueve años era guiado por Guillermo Izaguirre a casa, el destino estaba haciendo su trabajo en las vidas de aquellas personas.
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La postura y trato de Lucrecia era comprometedora e insinuante en el negocio de venta de víveres que llevaba a efecto, los clientes se incrementaban por su naturalidad de comerciante amable, aunque si alguno se sobrepasaba ella elegantemente con comentario contundente le ponía límites, su compañero sentimental periódicamente le ayudaba por las tardes ya que en la mañana seguía en sus labores de campo, Clodoveo, el hijo de ambos le ayudaba de acuerdo a su capacidad, cargando lo que podía, en una de esas actividades de carga se le cae el bultito de hortalizas que llevaba, cae sobre los zapatos de un joven, el niño queda arrodillado en el piso con la cabeza mirando el suelo, al levantar su carita de siete añitos mira el rostro contrariado de Luis Izaguirre Buonanote que luego al ver al niño se transforma, junto a Luis estaba su abuelo Rodolfo a quien lo acompañaba a hacer compras en el mercado en busca de una silla de montar, asimismo arreos y aparejos, Lucrecia va en auxilio de su hijo quien al verlo así se indigna y le da de nalgadas para que tenga cuidado, el instinto de Luis es de decirle a la señora que no le pegue al niño, que fue su culpa, Lucrecia sonríe disimuladamente al ver al joven, más al ver la presencia de Rodolfo Buonanote, como un rayo les ofrece fruta, el anciano agradece pero no acepta y sigue su camino junto a su nieto, aquel campesino intercambia miradas con Luis quien sorprendentemente desvía el camino trazado con su abuelo y se acerca a aquel campesino, le pregunta por los precios que oferta, el campesino quiere articular palabra pero es interrumpido por Lucrecia quien le informa, Rodolfo se acerca se saluda con el campesino, son amigos, conocidos de muchos años, lejos estaría de saber el anciano de la relación que sostuvo aquel campesino con su difunta hija Andreina Buonanote y que de esa relación nacería Luis, eso paso por la cabeza del campesino, su deseo de poder conversar, Rodolfo le felicitó por su negocio y junto a su nieto se despidieron estrechándose la mano, ese estrechón de mano encallecida con aquella mano suave del joven de veintiún años fue un bálsamo instantáneo para su alma experimentando alegría súbita, sintió el jaloneo de su pantalón zurcido, eran las manitos de su hijito que lo miraba alegremente, lo marcó dirigiendo ambos su mirada en aquel joven con el anciano alejándose del lugar, en su mente expresaba: hijo mío, conoce a tu hermano, tu sangre, lo paró en el suelo, le hizo que agarre un bultito con fruta y le dijo que corriera a dárselo a aquel joven, Luis por detrás sintió el jaloneo de su pantalón, el niño sonriente estiraba los brazos para que agarre el bultito, al principio se negaba a hacerlo, pero su ternura lo convenció, miro a ver de lejos al campesino y asintió, ya su abuelo movía la cabeza como aceptando el regalo, Luis lo alzó en señal aceptación viendo al campesino, el niño regresó complacido con su acción, Lucrecia desde su puesto los vio perderse entre la gente.
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Desde hace mucho tiempo que por esas horas del día los fines de semana luego de las faenas de trabajo campestre un par de muchachos se dedicaba a adentrase en el monte a un determinado lugar y sin darse cuenta eran seguidos por Nicandro, el anciano de sesenta y cinco años, esposo de Amacilia, esta vez iba mareado con una botella en mano, vio a los muchachos desvestirse, uno de ellos tenía trece años y el otro cerca de los veinticinco años, el menor de los muchachos como de costumbre se arrodilla para lamer y chupar el pene del más grande, Nicandro ya había visto eso como película repetida, sabía que después el de trece se pondría en posición fetal y el otro por detrás le introduciría el pene a medias, después formarían el 69 y finalmente el pequeño se pondría en posición perito siendo introducido en su ano el pene de veinticinco años, allí dejaría el semen dentro y luego haciendo un cambio el pene del muchacho de trece años entraba en el ano de veinticinco años, dejando asimismo el semen dentro, los dos quedaban de cara al cielo, un impulso indiscreto hizo que el anciano hiciera un movimiento iracundo corriendo donde estaban los muchacho desnudos, asustados se cubrieron con la ropa siendo perseguidos por el anciano iracundo vociferando soeces acerca de lo que estaban haciendo, desafortunadamente su estado etílico le hizo perder compostura y sobretodo el equilibrio ya que se resbaló cayendo por el barranco golpeándose la cabeza saliéndole sangre por la boca, los muchachos salieron en precipitada carrera dejando al hombre borracho tendido en el lugar, a las pocas horas de agonía Nicandro moriría, cuando descubrieron el cadáver ya estaba en avanzado estado de descomposición, una entristecida Amacilia era consolada por su hijo, nuera y nieto llevando el cuerpo de su difunto esposo al cementerio, Luis de lejos estaba muy emocionado viendo a los tiempos a aquel precioso niño algo crecidito de aquella ultima vez y que ahora tenía más de seis años, estaba bien vestidito con pantaloncito corto y camisa con tirantes, Leandro, se dijo en sus adentros Luis agarrándose el pene, su respiración comenzó a acelerar producto del deseo, ya su pene estaba erecto y se lo sobaba al disimulo, estaba emocionado desde su último encuentro en que los desvirgó, Luis tenía recelo de cómo sería el trato que le diese, deseaba acercarse pero consideró que no era el preciso momento, estaba el niño con sus padres, no quería elevar sospechas y no sabría cómo reaccionaría el niño al verlo después de lo que le hizo, desde lejos apreciaba viendo el caminar del niño rubito, hubo un momento en que quedaron juntos cruzándose miradas, para Luis fue de alegría cuando recibió una sonrisa de Leandro, no se atrevió a más sino que sencillamente de lejos le hizo un gesto de saludo sin que los padres del niño se dieran cuenta.
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El niño estaba acomodando cartones en ese pequeño cuartucho de mercado a órdenes de su abuela, ya estaba al terminar cuando escuchó de lejos una voz infantil quejumbrosa, era muy humilde, sabía de quien se trataba, ya la había escuchado antes, era la de un niño de casi siete años, se asomó discretamente a través de la puerta viendo a aquel hombre que llevaba al nene del hombro guiándole hacia el parqueadero, ya antes con su amiguito los había visto ir hacia ese lugar, ahora los seguiría detenidamente, el lugar era semi oscuro, habían muchos autos y camiones, a esa hora como siempre habían pocos y se tornaba desolado el lugar, el niño quedó junto al auto y el hombre entró al vehículo de su propiedad, de él salió un joven de presencia agradable, se acercó al niño acariciándole el pelo como para tener confianza, el niño que vestía humildemente y al que el niño fisgón conocía y es que era hijo de una mujer despreocupada de sus hijos, éste era el hijo más pequeño de padre alcohólico, y a ellos el pequeño les había salido muy bonito, atrayente pese a vestir humilde, seguramente su bello rostro fue el llamado de atención de aquel hombre que estaba dentro del auto y del que ahora lo tomaba del hombro metiéndose en el cuarto contiguo al lugar, el niño inquieto caminó sin ser visto, vio al hombre que pasó por la puerta que ahora estaba dentro del auto fumando un puro pausadamente sacando boconadas de humo, se acercó con cautela, con mucho cuidado vio un tragaluz bajo de ese cuartucho, atisbó por ese tragaluz viendo el pantalón del hombre colgado en la pared, su mirada se centró hacia el niño doblado sobre una mesa con las manos extendidas sobre la mesa, su expresión era de incomodidad, y cómo no de serlo, cuando se ve que el short estaba a los tobillos, su cuito al descubierto, el pene del hombre entrando y saliendo del potito infantil, ambos cuerpos encorvados sobre la mesa, los ojos del niño fisgón se abrieron más, el meter y sacar era intenso, el niño desfallecido se dejaba, ambas manos estaban entrelazadas, el hombre sentía placer, pedía que ya no más, pero el hombre lo puso acostado en la mesa y allí le puso los pies en los hombros, acercó su pelvis y ese pene entraba en ese ano más descubierto y empinado, las caderas se movían, se movían tanto que el hombre gemía más, el niño recibía esos embistes con estoicismo, hasta que se detuvo, la mirada del niño fisgón se dirigía hacia el auto donde aún aquel hombre estaba sentado fumando despreocupadamente, luego regresó a ver que las piernas del nene se deslizaban lentamente sobre los brazos del hombre que lo estaba sodomizando, los pies se posaron sobre la mesa, el pene iba saliendo del ano con restos de semen que salían de ese potito, el niño fisgón abría más su ojos llenos de asombro viendo ese prominente pene venoso y velloso, allí se apartó limpiándose el pene, vio al niño acostado sin decir palabra poniéndose su calzoncillo y pantalón, salió de aquel cuartucho sin decir palabra, el niño con mirada al techo quedó ido respirando fuertemente como queriendo llorar, el niño fisgón vio al joven acercarse a aquel hombre, sacó unos billetes y escuchó decirle que la próxima le daría más si fuese virgen, el despreocupado hombre tomó los pocos billetes, el joven entró en el auto yéndose del lugar, el hombre entró al cuartucho, le mostró lo ganado, el niño tembloroso tomó uno de los billetes, el de más baja denominación, le limpió el trasero, le puso el short, lo sacó del cuartucho, el niño fisgón los siguió, el hombre llegó al puesto de ventas con el niño, al disimulo le extendió unos billetes al hombre que estaba semi inconsciente, al tenerlos en sus manos sonrió ampliamente, el hombre se despidió presuroso, el niño quedó sentado junto a su padre, estaba muy pensativo, le acarició el pelo como aprobando lo que había hecho, sacó de su bolsillo un par de monedas y le dijo que se fuese a jugar, lentamente el niño fue a jugar con otros niños en la entrada del mercado de la ciudad, ahora ya sabía el niño fisgón lo que ocurría en el parqueadero a esa hora cuando poca gente había allí, kilómetros de allí un pensativo joven manejaba su auto, estaba tratando de relajarse, miró su reloj, ya era la hora, aceleró un poco, pensaba en lo que había hecho, estacionó su auto, salió de él presurosamente con un maletín, entró al edificio donde a su paso sólo apreciaba miradas sonrientes de aprobación, abrió una amplia puerta, del asiento como de resorte se impulsó un hombre de edad avanzada, le llevó a su nueva oficina, a la que ocuparía desde ahora, ya en los próximos meses cumpliría los veinte años y ese sería su nueva responsabilidad en los negocios de su padre, preguntó por su hermano de diecisiete años, la respuesta es que estaba haciendo deportes ahora, fue a su silón, se sentó a meditar, pese a que su padre le hablaba sus pensamientos estaban en aquella tragedia, lo miraba a su padre con rabia y a la vez con ternura, eran sentimientos encontrados, maldijo haber entrado aquella tarde en la oficina de su padre, de haber tomado aquella lave que abría una gaveta en la que tenía evidencias de algo desastroso y amoral que involucraba la historia de su familia, develaba su origen y las consecuencias de su vida, seguía mirando a su padre con ansiedad y pavor, quería decirle lo que sabía pero se contenía, aquel hombre que lo acompañó al mercado era de su entera confianza, no había nadie más, nadie más.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO TERCER EPISODIO
Amigo buenos relatos y sigue contando mas saludos amigo…. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉