METAMORFOSIS 74
Aciones sexuales.
Elena se sentía algo incómoda con su tercer embarazo, a éste no lo había deseado, para ella era un suplicio, a sus veinticinco años ya tenía mucho con sus dos hijos y ahora se le venía un tercero, no era hijo de su esposo aquel militar brioso, no, su esposo no era padre del hijo que esperaba, aquel ser por nacer era hijo del mejor amigo de ella y de su esposo, aquel amigo que era amanuense militar y se escapaba un tiempito de su trabajo para estar con ella, pero cuando el muy vil supo del estado de gestación de Elena se hizo el desentendido, dejándola sola con su problema, a más que el esposo de Elena sorpresivamente no logró el pase a otra localidad como estaba previsto sino que siguiera por un tiempo extendido en la ciudad hasta esperar nuevas órdenes, ahora con siete meses de gestación el cuerpo de Elena se deformaba con estrías, antes era muy cuidadosa con su cuerpo pero ahora con ese embarazo no podía sino esperar a cuidarlo de nuevo, antes de su embarazo muchas de las amigas en la ciudad envidiaban su cuerpo, pese haber parido dos veces, este embarazo para ella era especial, esperaba que el niño al nacer se pareciera a ella o a su esposo peor no a ese vil; el egocentrismo de Elena hizo que descuidara la atención de sus hijos sobre todo del mayor, Melquiades, que luego de llegar de la escuela la pasaba jugando en casas de vecinos o en el parque con los amiguitos jugando con el balón que recientemente su padre le había comprado; aquella tarde en que Melquiades salió de la escuela, Elena lo estaba esperando para darle el almuerzo, ella saldría con el pequeño Domingo de más de un año, por ese entonces Melquiades ya había cumplido los nueve años, Elena no tomaba en cuenta los modismos de su hijo, con una cierta inclinación sexual diferente a la acostumbrada por los niños varones de su edad, ella sólo pensaba en su embarazo, vivía irritada, desde lejos en una ventana un par de ojos observaban con detenimiento a Melquiades dirigirse al baño, él tenía puesta solo su trusa, se podía apreciar sus glúteos infantiles bien parados y abultados con aquella peculiar manera sutil de mover las caderas al andar, entró a bañarse y salió con su trusa mojada blanca en la que se notaba claramente el pene lampiño y las finas líneas curvas de su traserito bien definido por la raya que los separaba, caminó rápidamente a su cuarto, las ventanas se cierran desapareciendo esos ojos con lascivia expresión facial, rato después Melquiades va a la cancha a jugar, lleva debajo de su brazo el balón que tanto le había pedido su padre que le durase o sino tendría una tunda, Melquiades era cuidadoso con su balón ante la rigidez del carácter que le imponía su padre, pero el niño de nueve años tenía un carácter dócil, humilde, unos muchachos mayores a su edad le piden prestado el balón, uno de esos muchachos da un fuerte puntapié que desafortunadamente el balón se impacta en una pared con alambres, el balón se desinfla, Melquiades se preocupa, llora desconsoladamente, así pasó triste con su balón sin ser reconocido ante otro balón, lo tenía entre sus piernas, decidió regresar a casa, fue interceptado por Dagoberto que montado en una bicicleta, estaba acompañado por un amigo suyo montado en su bicicleta que vivía en el centro de la ciudad, de complexión gruesa, ambos vestían remeras y shorts deportivos, le dijeron que le darían un balón nuevo si va con ellos a un lugar, Melquiades acepta, se acomoda en la bicicleta de Dagoberto, van circulando por la carretera saliendo de la ciudad entrando por un camino polvoso, llegaron al lugar alejado dejando las bicicletas y el balón pinchado en el monte, los tres caminaron por un sendero, Melquiades iba en medio, por detrás, en sus hombros recibía los agarrones de Dagoberto que iba frotando su pene vestido en el trasero de Melquiades, a veces lo sostenía del pecho arrimándolo a su espalda y le besaba el cuello y las orejas, a Melquiades le gusta eso y lo permitía de buena gana que hasta sonrisas le salían de su cara, el amigo miraba y seguía caminando sonriente, no duró mucho la caminata, el monte seco tupido levantado dejaba ver a medias una casa rustica de madera abandonada, entraron empujando la puerta haciendo chirridos, no esperaron a más y los tres se desnudaron, Melquiades vio a su alrededor, el hedor era polvoriento con un olor a vieja madera humedecida por el tiempo, habían trozos de papel en el suelo, también colillas de tabaco, botellas vacías de ron, trusas manchadas y polvorientas, cartones tendidos en el suelo, en uno de ellos se sentó el amigo de Dagoberto, el pequeño Melquiades miraba todo a su alrededor, vio que ese hombre se deslizaba el short sin dejar de reír, a orden de Dagoberto el niño de nueve años empezó a quitarse toda su ropa siendo visto su cuerpo desnudos a ojos de aquel amigo de Dagoberto, a su llamado con las manos lentamente acercó su cara a la entrepierna del hombre que le hizo abrir la boca y le introdujo ese pene largo y grueso mucho de mayor tamaño que el de Dagoberto, casi no entraba el pene en la boca, pero se hacía lo posible por disfrutarlo, Melquiades ya había hecho por mucho tiempo sexo oral fuerte con su iniciador Dagoberto que le animaba a seguir mamando, la brisa recorría los cuerpos desnudos, Melquiades seguía con el sexo oral teniendo los ojos cerrados en cuclillas, junto a ellos estaba Dagoberto viendo los labios de Melquiades que rozaban con deslizamiento de la piel de su amigo que rápidamente movía el tronco del pene, aquel hombre alejó el rostro de Melquiades dejándose ver el pene ensalivado, le tocó el turno a Dagoberto que se sentó en el cartón y tomó la cabeza de Melquiades para que abra la boca e introducirle el pene de una manera deliciosa, Dagoberto se retorcía del placer al sentir el contacto de los labios de Melquiades en la piel de su pene, el amigo de Dagoberto se masturbaba el pene, se arrodilló de tras del pequeño de nueve años oliéndole el ano y riéndose sarcásticamente, al rato Dagoberto lo alejó de su pene, su amigo lo acostó a Melquiades abriéndole los glúteos dejando abundante saliva en la entrada del ano, con el dedo medio de la mano hizo leves penetradas, se reía viendo que más de la mitad de su dedo entraba, Melquiades gemía al sentir ese dedo grueso dentro de su ano, sin embargo le gustaba, lo sentía delicioso con los ojos cerrados, Melquiades sintió aquel pene grueso que le entraba y le hacía mayor efecto que el de Dagoberto, ya cuando todo el pene estuvo adentro Dagoberto vio el rostro de Melquiades que abría completamente los ojos y boca en señal de asombro y luego fruncía la carita de niño hermoso hijo de militar que estaba siendo sodomizado por aquel pene grueso que a medio tramo entraba y salía con movimientos fuertes y así se apreciaba el golpeteo de contacto de los testículos con la piel de los glúteos del pequeño que ya comenzaba a gemir más fuerte ante las palabras soeces emitidas por el amigo de Dagoberto, era un movimiento bestial, trataba de metérselo al pene lo más que podía, Melquiades gemía cada vez con gritos fuertes en aquel apartado y solitario lugar, Dagoberto escuchaba los gemidos de Melquiades, se dio cuenta que su amigo se demoraba pues mañosamente no terminaba por eyacular ya que estaba disfrutando plenamente a ese ano infantil, Melquiades pedía que ya termine y que lo deje suelto pero el hombre no daba oídos, Dagoberto se acercó a decirle que termine pues era su turno, el amigo le decía que ya casi, sacó el pene, abrió lo que más pudo los glúteos de Melquiades y lo volvió a introducir aquel pene en el ano de Melquiades con movimientos más rápidos, al rato se quedó inmóvil con su pene dentro del ano acostado encima de la espalda de Melquiades, le había dejado el semen en el interior del ano, lo fue sacando lentamente y se sentó en el suelo con las piernas abiertas agitándolo tratando de sacar el resto de semen salido de su glande, el niño se ladeó y fue con pasos lentos detrás de un árbol a defecar y a orinar, cuando regresó para vestirse se lo impidió Dagoberto diciéndole que ahora le tocaba a él, que recuerde que ese era el trato por la pelota nueva, Melquiades se opuso pero no fue suficiente aquel forcejeo ya que fue agarrado de la mano y se acostó lentamente sobre el cartón, sintió ese pene entrar en su ano con restos de semen, pedía a Dagoberto que ya no más pero su vecino no atendía sus quejas, Dagoberto estaba decidido y muy concentrado en someterlo, disfrutaba con su pene dentro del ano de Melquiades el que ya no aguantaba seguir así recibiendo embestidas de aquel pene, mordía los labios, pujaba fuerte, sus gemidos eran prolongados, abría su deliciosa boca para exhalar pues sentía con rigor la penetrada de Dagoberto, mientras que el amigo de Dagoberto los hizo detener, pusieron en posición perrito al niño abriendo su boca para que se introduzca el pene de aquel hombre y por detrás Dagoberto introducía su pene haciéndole mover, a ritmo lento Melquiades mamaba el pene y a la vez era penetrado por detrás, Dagoberto y su amigo daban miradas de complacencia al tenerlo así al niño de nueve años que ya le gustaba esa postura sexual y varias veces lo había hecho con Dagoberto pero que ahora estaba irritado su ano pues era la primera vez que dos penes lo penetraban al mismo tiempo, pasaron unos cuantos minutos cuando Dagoberto decide sacar el pene del ano de Melquiades, se sienta y le ordena que se lo mame al pene, el niño ya no quería, estaba exhausto, entre los dos muchachos le dijeron que si no lo hacía no había pelota, Melquiades acepta resignado se arrodilla en delante de Dagoberto y con su mano lleva y se introduce el pene de Dagoberto en la boca infantil, al rato lo hace levantar un poco la cadera, el amigo de Dagoberto le lame el trasero y los testículos haciéndole incomodo el poder lamer y chupar el pene de Dagoberto, instantes después, del pene de Dagoberto salía semen que se impregnaba en las mejillas, labios y nariz del pequeño de nueve años, Dagoberto quedó viendo esa carita bonita de niño que se deslizaba el semen, pasó su glande por las mejillas y labios y algo de semen se introdujo en la boca de Melquiades, luego de asearse y vestirse, los tres fueron al centro a comprar una pelota, Melquiades había entregado su cuerpo para comprar un balón.
*******
La mecedora se movía al empuje de los pies rígidos en la entrada de la estancia Buonanote, desde ese lugar Rodolfo miraba fijamente a su nieto Luis, ya tenía veintiún años, aún soltero, por esa época los muchachos ya en su mayoría se casaban y tenían hijos, Luis era la excepción, algunas veces había hablado de su situación amorosa preguntándole por alguna novia que tendría pero Luis cortaba la plática o elegantemente desviaba el termino dando por terminado el asunto, Rodolfo veía en la situación de Luis la misma historia del difunto René, miraba a su nieto Luis diferente en el comportamiento viril en comparación con su nieto Gustavo Adolfo, caminó a la biblioteca, vio a su nieto Luis a través del amplio ventanal, iba galopando adentrándose en el campo, se sentó y sacó la fotografía celosamente guardada en su escritorio bajo llave, se recostó a contemplar hasta el último detalle, en eso tocan a la puerta, mete la fotografía entre los libros de contabilidad y da la orden de entrada, era Amacilia vestida totalmente de negro, el anciano ordena que cierre la puerta, saca la foto y de nuevo la mira, los dos unen sus mejillas viendo la foto, su atención mayor es en aquel hermoso niño rubio que tenía un ligero aparecido a un familiar muy querido de Rodolfo Buonanote, no había duda de aquello, la presencia de Amacilia era para decirle que su hijo tenía las intenciones de llevarla a vivir en la capital, Rodolfo de un impulso se levantó de la silla y fue a abrazarla diciéndole que no acepte porque él la necesita, que ella no podía dejarlo en estos momentos, aún más, cuando ahora en su compañía era feliz, para demostrarle aquello sacó la otra foto de entre las páginas del libro y mostró la fotografía que los unía de por vida, ella meditaba, le extrañó la actitud del anciano, no esperaba de un hombre con bastante dinero y prestigio que le hablase así sin arrogancia y más con necesidad, ella salió de la habitación llorando sin decir o articular palabra, Rodolfo quedó parado con las dos fotos en la mano, viéndola perderse por el amplio salón, pasó un buen rato en el que el reloj de cuerda daba las doce campanadas de mediodía, Rodolfo pensativo estaba viendo las dos fotos, lloraba ante la infausta noticia, sintió unas manitos recorrer su hombro, al principio sintió una alegría pensando que era su bisnieto Andrés Teodomiro, pero al voltear su cuerpo, su sorpresa fue ver en persona al niño de la fotografía que estaba en sus manos, se puso tembloroso de la emoción, junto a la puerta estaba Amacilia, el niño estiró la mano para saludarlo a órdenes de su abuela diciéndole que Rodolfo era el padrino de su padre, Rodolfo Buonanote no solo le dio la mano sino que lo jaló del brazo y tiernamente abrazó con impetuosidad, lo colmó de caricias, le besaba el pelo y pasaba sus manos por las mejillas viendo detenidamente cada milímetro de su cara, a través del tacto iba descubriendo la suavidad de su piel, lo sentó en sus piernas y le acariciaba el pelo con ternura, aunque ese niño no lo sabía, era el nieto más pequeño de Rodolfo Buonanote, la abuela desde la ventana pidió al niño despedirse del señor, la despedida fueron abrazos sentidos, le puso en el bolsillo de su pantaloncito corto un billete de alta denominación para que comprase los juguetes y dulces que más le gusten, el niño le preguntó al anciano el motivo de sus lágrimas, éste le respondió que era porque lo quería mucho y estaba feliz de verlo, el niño muy contento viendo el billete se despidió agradeciendo con un sentido e inesperado beso en la mejilla, Amacilia hizo lo mismo, pero Rodolfo la siguió y la abrazó, suplicándole que no se fuera, le dijo parte de su vida se iría con ella, Rodolfo deseaba mantener su compañía, ella llorando vio en el rostro desfigurado la sinceridad de aquel hombre, asintió diciéndole que se quedaba, por él, sólo por él, a fin de cuenta, pese a los años lo seguía queriendo, definitivamente los dos estaban solos, se necesitaban el uno al otro y había algo que los unía, su hijo, y ahora, su nieto, aquel niño al que Rodolfo deseaba tener en sus brazos nuevamente, para sentirse siempre su abuelo.
*******
El frío de aquella tarde de viernes juliano capitalino hacía su efecto en la habitación de Serafín que estaba acostado puesto solo una trusa en su cuerpo catorce de años, el próximo nueve de septiembre cumpliría sus quince años, extrañaba a sus hermanos muertos en el accidente, hubo en ese momento un espacio para la nostalgia, recordaba los juegos con su hermanito Carlos Alberto, respiró hondo y fue a la ventana a ver pasar la gente como de costumbre desde lo alto de la ventana, desde ahí vio por última vez a sus seres queridos que se despedían al subir al auto, ahora estaba solo sin hermanos, por esos días su padre poca atención le daba, se dedicaba a sus negocios a recuperar lo perdido, trataba difícilmente de hacerlo, parte del tiempo también lo pasaba con Noelia, las calificaciones de Serafín habían bajado, vio pasar a una pareja de novios abrazados, él la arrimó al árbol dándole besos apasionados y manoseos por dentro del suéter a los pezones de la chica, las manos deslizaban hasta los glúteos como si estuvieran amasando mientras se besaban, por pudor a que los transeúntes los vieran continuaron su camino, lejos estaría de suponer Serafín que esa pareja era Josefina Buonanote y Emilio el hombre de negro, Serafín se quedó impresionado por lo visto, su pene le picaba, vio que se estiraba en la tela de su trusa, el frío le hizo meterse entre las sábanas sintiendo delicia en su cuerpo, deslizó la sabana, su trusa estaba deslizada a los muslos, estaba masturbándose, observaba su erecto pene con pelitos que era deslizado por sus dedos, ya lo había hecho antes y había sentido en esos masturbes el placer electrizante de su espina dorsal cuando por vez primera botó líquido seminal, Serafín seguía masturbándose, estaba a punto de eyacular cuando para su sorpresa vio que unos ojos femeninos lo estaban mirando, expresó una risa desencajada por la sorpresa de sentirse observado por ella, Emérita, hija de la empleada Casilda una niña inquieta de diez años que de casualidad había abierto la puerta que estaba apegada, se intercambiaron miradas, ella miraba el pene escondido en las sábanas, su mirada en ese lugar era intensa, insinuante y precisa, vinieron las sonrisas, Serafín se acordó de lo que vio hace rato, su instinto del deseo sexual hizo que deslice la sabana mostrando ese pene erecto que en la base era agarrado por la mano sobre los testículos, su glande aparecía a medias, todavía su pene era virgen, Emérita se sentó al extremo de la cama, Serafín arrimó su espalda al espaldar de la cama, se encorvaba y continuó a dos manos estirándose el pene, ella se sentó arrimada al espaldar junto a él a verle masturbar, con las yemas de los dedos femeninos topó la punta del glande de Serafín, se miraron insinuantes, le preguntó por su mamá, ella le dijo que había salido a comprar y demoraría, le ordenó a la niña que pusiera seguro a la puerta, sintiéndose así muy seguros a solas, Serafín se deslizó en el colchón quedando boca arriba viendo a Emérita que se acercaba a sentarse de nuevo a verlo masturbar, con una mano Serafín lo hacía y con la otra deslizaba la cremallera de la falda de la niña, Serafín se arrodilló sobre el colchón con su pene erecto sobre la sábana con la intención de que al pararse la niña poderle deslizar la falda y su interior, la agarró de la cintura y la acostó en la cama, los de perfil se miraban rozar los genitales, sus miradas se cruzaban al ver que el pene de Serafín lentamente rozaba los labios vaginales de Emérita, aquella vagina sin pelos contrastaba con los pelitos en la pelvis en Serafín que ya para ese entonces el glande rosáceo rozaba la entrada de la vaginita de niña preciosa, se abrazaron juntándose más, los dos recorrían sus cuerpos con la yema de los dedos, los miraban mutuamente viéndose y brindándose tímidas sonrisas, eso los calentó más, a base de cada roce del pene en la vagina se deseaban, se dieron besos apasionados típicos de su edad, el pene estaba en la entrada de la vagina y empezó a tratar de metérselo, la punta del glande sentía esa piel humedecida, Serafín apretó los dientes, sintió eyacular, el semen mojó la entrada vagina de la niña viéndolo recorrer por la piel de su pelvis, los pelos de Serafín se mojaron, la niña se levantó viéndose mojada la vagina, con los dedos se limpió en parte y lo completó con su interior, Serafín hizo lo mismo mostrándose el pene agitado, se vieron sus cuerpos, se abrazaron y se dieron un lento beso, sus manos se posaban en las caderas, se miraban su pene y vagina que se rozaban, Serafín se inclinó un poco para sentir el roce de pene en vagina, vio el rstro temeroso de ella a ya no querer seguir, se apartaron, ella se sentó abriendo sus piernas deslizándose el calzón y luego el vestidito, Serafín se acostó en la cama masturbándose, ella lo miraba tímidamente, él decía que si le había gustado, ella no respondió, se notaba su mirada al piso y cabizbaja salió de la habitación, Serafín sintió ternura por aquella niña inocente, vio manchada la sábana y fue al baño a lavar la parte con restos de semen, ese fue uno de tantos encuentros que tenían desde hace mucho tiempo atrás.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO CUARTO EPISODIO
genial amigo sigue contando mas …. 🙂 😉 🙂 😉