METAMORFOSIS 75
En el río.
La bruma se alzaba dando paso a la incidencia total de los rayos de sol en el paisaje campestre de aquella mañana agustina de 1944, era sábado, las horas pasaban, ya se sentía calor horas antes de la llegada del mediodía, un niño rubio caminaba alegre por el campo con una cesta llevando frutas silvestres recolectadas, iba en camino a la estancia Buonanote, le atrajo el sonido del agua golpeando las rocas, estaba cerca el río, decidió sentarse debajo de un árbol a descansar y a contemplar la corriente del río lanzando piedras, vio la extensa playa por donde la corriente del agua era escasa, estaba en un lugar apartado muy lejano todavía a la estancia Buonanote, el calor se acentuaba, el niño decidió bañarse, se sentía seguro de la soledad del lugar, se quitó toda la ropa y se lanzó al agua, a sus seis años ya sabía orientarse en el campo, su abuela confiaba en sus pasos seguros, le decía que caminase por los alrededores nomás pero el inquieto niñito muy traviesillo cada vez hacía caminatas más lejanas y esta era una de ellas, afortunadamente para el pequeño el campo no le era problema, es más, sentía mucho apego al lugar como si fuese suyo, el niño rubio seguía bañándose, vio un tronco saliente por el que se lanzaba cayendo en pie a las escasa aguas caudalosas del río en ese lugar, el niño miraba el sol y pensaba que todavía no era el momento de regresar, así que seguía zambulléndose, el agua recorría su piel haciéndola brillosa además de ser suave y rozagante, Leandro era un niño muy hermoso en todo aspecto, el sol lo incentivaba a seguir bañándose, se sentó por un rato a hacer montículos de arena sentado con las piernas muy abiertas bajo la sombra de un frondoso árbol, su penecito descansando sobre la húmeda arena, sus manitos con dedos alargaditos daban palmadas a la arena para asentarla, sus piececitos bien formaditos con empeine plano y dedos alargados se movían de una manera que hacían hueco en la arena, luego se puso a hacer una represa improvisada en un camino de agua, se puso arrodillado sobre la arena de tal forma que sus glúteos se mostraban a plenitud con su penecito colgado junto con los testículos que se movían junto con sus caderas, todos esos movimientos había visto Luis desde lejos y se congratuló con la sorpresa de ver a Leandro totalmente desnudo, desde buen rato lo había visto y le gustaba ver todos los movimientos que hacía sobre la arena como el de acostarse sobre la arena de cara al sol con piernas y brazos abiertos teniendo su penecito mostrado y se lo estiraba dándose placer de igual manera se ponía de cara sobre la arena con su traserito en lo alto pasándose su mano por la piel de sus glúteos luego rascándoselos y después se llevaba su dedo índice dentro de su ano como introducírselo a medias y llevándose la punta del dedo a su nariz para oler, posteriormente alzaba y bajaba las caderas como queriendo sexo, quedándose quieto por un rato, sus manitos sobre la arena y sus piececitos, descansados con las piernas abiertas igual que sus brazos cayéndole los rayos de sol por todo su cuerpo estando acostado en esa posición; Luis esperó un buen rato todavía escondido en su nicho de monte, vio al niño parado sobre una gran roca seguramente secándose a la vista de los rayos de sol, tenía las piernas unidas, deliciosamente el agua recorría su piel, sus lindos pies daban a notar el escurrimiento, se estiraba el pene, se agachó a tomar su trusa y se la puso, fue el momento en que Luis se hace presente ante Leandro, el niño lo saluda con cordialidad, Luis le hace sentar junto a él en un tronco de árbol, sostienen una plática amena, mientras hablaban Luis no dejaba de ver el humedecido penecito de Leandro que había dejado una mancha húmeda en su trusa, el niño notó esa actitud y se estiraba el pene comprobando la mirada de Luis ahora más fija, los dedos de Luis se pusieron a recorrer las costillas del niño que se dejaba estando quietecito, luego pasaron a las piernas, por los muslos, por las caderas y finalmente en uno de sus brazos, Leandro vio el bulto que se le había formado a Luis en su entrepierna, ahí se encontraba aquel pene que a Leandro lo había desvirgado hace mucho tiempo; las manos de Luis deslizaban la cremallera de su pantalón dejándose ver mejor el bulto, por un hueco del calzoncillo abotonado de la época se sacó el tronco erecto del pene con el glande agitado que se lo dejaba ver al niño con mirada atenta, seguía agitándolo por varios segundos, Leandro sonreía viéndolo y se metió las manos dentro de su trusa estirándose el pene luego sacándolo para que Luis lo viese, los dos movían sus penes, uno pequeño lampiño y el otro peludo grueso, Luis se quitó la ropa y se lanzó al agua, Leandro se quitó la trusa y también se lanzó al agua, se abrazaron frotándose los penes debido a que Leandro rodeó sus piernas en las caderas de Luis, se dieron un prolongado beso como si fueran pareja, al niño al principio le sintió raro pero después le fue aceptando el deseo, Luis lo apegaba a su cuerpo para sentirlo, se había cumplido el deseo desde hace mucho tiempo de sentirlo así, de tenerlo de esa forma de piel a piel; salieron a la orilla y se sentaron a ver correr al agua mirándose los penes descansando en la arena, se acostaron de cara al sol, de imprevisto el pequeño Leandro sintió encima de su cuerpo el pesado cuerpo de Luis frotándose los penes alzando y bajando las caderas, con las frentes unidas, las narices rozándose, con el aliento chocándose en la piel de sus caras, y de nuevo los besos, la diferencia de edades era marcada pero el enseñarle placer de parte de Luis a Leandro era inconmensurable ya sea por su atracción instintiva, ya sea por el cariño y apego mutuo, ambos cuerpos podían sentir la atracción mutua del uno hacia el otro, se vieron los penes, ambos erectos de acuerdo a su tamaño, vinieron los abrazos y el revolcarse por la arena sin soltarse quedando acostados sobre la arena, el pequeño Leandro se acostó sobre la espalda de Luis a rozarle su penecito por los glúteos, Luis se abrió lo más que pudo aquellos glúteos de veintiún años para que pueda pasar entre ellos aquel penecito de seis años, lo sintió dentro a medias, Leandro sintió correrse un poco su glande y sacó el pene por instinto de conservación al sentir molestia, Luis se levantó e hizo lo mismo con Leandro llevándolo de la mano monte adentro para sentirse más seguro de lo que iban a hacer, miraron a su alrededor muchos árboles y les llamó la atención dos rocas unidas en donde anatómicamente el cuerpito de Leandro se acoplaba poniéndose boca abajo encorvando en algo su cuerpito, Luis le dijo que se acomode entre las rocas, Leandro obediente iba a las rocas restregándose el pene y se acomodó entre las piedras, por unos segundos Luis vio ese cuerpito tan deseado por él tiempo atrás, estaba emocionado por el placer, iba a ser suyo el niño más deseado por él, su niño, como decía, había algo en él que lo atraía y ahora lo iba a comprobar, abrió los glúteos y le puso saliva, Leandro estaba muy quedito, abría y cerraba la unión de los glúteos para que la saliva circule en parte por el glúteo, escupió su mano y se la pasó el glande ensalivándolo, después ese glande entraba en ese anito desvirgado, Leandro sintió dentro de si ese trozo de carne viva latente erecta que se iba metiendo de poco en poco, le hizo gemir, después los movimientos de meter y sacar eran muy lentos, Luis quería disfrutarlo y así lo tuvo por varios minutos, Leandro solo se limitaba a sentir, le gustaba, Luis al principio se extrañó de que no hubo negativa del pequeño Leandro por lo que le estaba haciendo, al contrario, le estaba gustando, es más, parecía que su ano estaba más abierto, seguramente por ahora que su pene lo abría, el pequeño gemía, Luis aceleraba sus movimientos es que ya se acercaba el momento de eyacular y ese gusto era sentido por Leandro cuando sintió que dentro de su ano quedaba el semen de Luis, se separaron lentamente sacando el pene con delicadeza, se miraron los penes, le hizo ahora acostar de espaldas entre las rocas, viéndole el penecito que se lo estaba estirando, Luis acercó su boca abriéndola para introducirse ese penecito lampiño, lo chupaba y lo lamía preguntándole al niño que si eso le gustaba, Leandro asentía, después con una mano le sostuvo el pene, el trasero de Luis se puso a la altura del penecito que lo colocó en la entrada de su ano y se fue sentando de a poco hasta sentir el glande recubierto por el prepucio en la entrada de su ano y comenzó a bajarlo, el pene entraba, Luis estaba transportado por el placer, se alzaba y se bajaba las caderas al sentir de Leandro, hizo un primer sentón y Leandro gritó, Luis quiso hacer el segundo pero escuchó las súplicas del niño y no siguió, vio el penecito de Leandro con su prepucio deslizado a medias, no había logrado su total cometido; salieron a la playa del río miraron el sol, el mediodía se hacía presente en aquel sábado de agosto de 1944, se bañaron jugando un poco en señal de reafirmar su amistad, le hizo montar a caballo llevándolo con sus cestita de fruta camino a la estancia Buonanote donde una preocupada Amacilia estaba al pendiente del retorno de su nieto que se había tardado en recolectar fruta, cuando lo vio montado a acaballo en compañía de Luis se alegró, el niño bajó del caballo estirándose la tela de su trasero y con delicadeza caminaba algo abierto de piernas tocándose delicadamente el pene, cualquiera pensaría que fue a causa de la montada en cabalgadura pero no era así, Luis había conseguido en parte su cometido de hacerlo suyo de nuevo, las visitas a la estancia Buonanote se harían más frecuentes cuando se enteró que Amacilia y su nieto Leandro vivirían en la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote.
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Arnulfo de trece años y Melesio de veinticinco años caminaban aquella tarde por las riberas del río, la intención por parte de Arnulfo era bañarse y hacer el amor en el lugar pero Melesio le pidió mejor ir a hacerlo hacia aquel lugar donde semanas antes habían presenciado aquella desgracia del hombre ebrio, desde aquel momento no se habían visto hasta ahora, ese había sido desde hacía mucho tiempo su lugar de encuentro sexual, allí se hacían el amor sin temores, hasta lo que le pasó al anciano, habían jurado guardar el secreto en cada ocasión en que terminaban de sodomizarse mutuamente, esta vez el deseo de poseerse mutuamente los había motivado a encontrarse y a sentir sexo a plenitud, se atraían con las miradas desde lejos, se deseaban, se tenían confianza del uno al otro en no delatarse su relación, vivían bajo una sociedad conservadora que estigmatizaría y repudiaría lo que estaban haciendo, la metamorfosis en ambos había sido producto de la acción de los miembros jóvenes de la familia Buonanote, ahora se tenían a así mismos, ya se disponían a desvestirse cuando a lo lejos escucharon disparos de carabinas, se subieron a los árboles, vieron que eran cazadores acercándose, se alejaron del lugar, Melesio le comentó que sería conveniente hacerlo en la casa abandonada de la loma rodeada de tupido monte, corrieron hacia aquel lugar, vieron con pesar que parte del techo se había caído pero pese a ello entraron, vieron el interior, Melesio caminó hacia un rincón a sentarse a quitarse la ropa, Arnulfo se sentó para como de costumbre acostarse sobre el suelo para sentir las manos de Melesio que le abría los glúteos e introducirle su pene, pero esta vez no pudo ser pues cometió un descuido arrimándose sobre una viga e inmediatamente parte del techo con teja le cayó en la cabeza matándolo de contado, Melesio asustado incapaz de acercarse esperó que se disipe el polvo en el ambiente para intentar llegar a donde estaba su amigo, de pronto vio que otra parte del techo se venía abajo, de un salto milagrosamente logró esquivarlo, esa masa de techo cayó en el cuerpo de su amigo Arnulfo, casi cubriéndolo en parte, prudentemente dejó esperar un tiempo para levantarse e ir a ver como estaba su amigo, entre el polvo y fragmentos de tejas vio el rostro de su amigo que había muerto con los ojos bien abiertos producto seguramente de la sorpresa, Melesio se sentó a llorar desconsoladamente, no sabía qué hacer, su amigo había quedado semidesnudo entre los despojos del techo, su pelvis vista con el pene y la trusa a los tobillos que no había alcanzado a quitarse, se preguntaba el compromiso de avisar a la estancia Pérez de lo que había ocurrido con Arnulfo, estaba tembloroso producto de los nervios y de la angustia de no saber qué hacer, de repente a lo lejos que se escuchan disparos, son cazadores de aves, venados, conejos y armadillos; le sorprendió aquella presencia, como primer impulso le vino la angustia y decidió escapar para no ser descubierto, tenía miedo que lo acusen del accidente, como pudo salió de la cabaña que todavía se podía ver el polvo en sus alrededores, dio unos cuantos pasos escuchando a lo lejos otros disparos, más el sonido de otra parte del techo cayéndose lo que llamó la atención de los cazadores, entrando a la cabaña viento el dantesco escenario con Arnulfo muerto, llevaron el cadáver a la estancia, una enloquecida Clemencia abrazaba el cuerpo sin vida de su hijo Arnulfo de trece años, junto a ella llorosos sus hijos Agripina y Luis Alfonso, todos pensaron que lo encontraron en ese estado porque seguramente Arnulfo estaba por hacer alguna necesidad cuando el techo le cayó, Melesio estaba muy triste y lo pasó así por muchas semanas, fue una pérdida irreparable para él, en el pueblo se regaba la noticia y las demás estancias, llegando a oídos de Luis quien presenció el sepelio de aquel muchacho que había significado mucho en su vida, Carlos Felipe del Olmo también estuvo en el sepelio del hijo de su comadre e hijastro de su compadre; de ese espacio de visita aprovechó para estar a solas con Noelia viéndose en aquel lugar del río donde se entregó analmente, ya en el pueblo se comentaba de aquella relación y eso enojaba a Gustavo Adolfo quien pidió a su madre un poco más de discreción por lo que estaba haciendo, el trato entre Carlos y Gustavo Adolfo era cada vez más crítico ampliándose su brecha afectiva, que ni Noelia con cariño y dialogo comprensivo ni nana Dulce con entereza enfática de consejos no podían hacer cambiar ni de opinión ni de actitud a Gustavito que hacía cada vez más suya la idealización de su padre Gustavo Pozzo, con Serafín tenían un trato adecuado y a veces gélido en el aula de clases pero no llegaba a más afecto aunque dentro de su interior tenía esa predisposición.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO QUINTO EPISODIO
Genial amigo estor relatos tuyos me gustan y sigue contando mas…. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉