METAMORFOSIS 76
Alumbramientos.
Había pasado un mes del infausto hecho de la muerte de Arnulfo, les daba mucho pesar el conocer había muerto tan joven, de trece años, decían los más allegados a la madre y al padrastro, el más acongojado fue Melesio que pasaba más tiempo en el pueblo, poco iba ahora a la estancia Pérez, tan solo cuando se lo necesitaba sus padres con insistencia le decían que fuese, iba de mala gana pero de inmediato salía de la estancia, temía ser descubierto, entre una de esas ocasiones se encontró con Luis, el saludo fue del adecuado, tenían una buena relación aunque desde hace tiempo no habían hecho el sexo, a partir de tres meses atrás Luis sólo pasaba en la hacienda Buonanote, con un gesto que hizo Luis desde su caballo Melesio lo entendió y se adentraron por esos caminos de herradura, sabían lo que tenían que hacer, duró un poco el galope, pasaron coincidentemente por la cabaña donde murió Arnulfo, Melesio no pudo disimular su congoja, su expresión de pesar fue grave, Luis lo vio abrumado, salieron en presurosa carrera del lugar, Luis entendió, lo siguió hasta el río donde se lavó la cara, seguramente sabía algo de la muerte de Arnulfo, más de lo que todos pudieran imaginarse, y trató de hacerle preguntas, pero su instinto de evitar problemas esquivaba su cara ante la mirada inquisidora de Luis llevándolo al campo de la confianza, Melesio presionado relató con detalles a Luis la muerte de Arnulfo, se abrazaron en tono confidencial y se juraron guardar el secreto sólo sería contado cuando uno de los dos muriera, cabalgaron por un momento hasta despedirse en la bifurcación que iba al pueblo y a la estancia Buonanote, Luis estaba sorprendido por el relato de su amigo y amante, galopó con pausa, a su mente vino el cuerpo desnudo de Leandro, aceleró para cuanto antes estar con él y hacer el amor en el monte.
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Gustavito celebraba su cumpleaños número quince, fue una fiesta opulenta, en la estancia de su madre Noelia, con presencia de parte de sus amigos venidos de la capital y de los del pueblo, Noelia estaba radiante y satisfecha aunque la emoción de su hijo desde hace mucho con ella no era muy cordial, su hermana y su esposo junto con su sobrino ayudaban en los quehaceres de la fiesta, a su cuñado le había tomado especial consideración y en muchos de los casos se dejaba llevar por sus sanos consejos como el de tratar de ser tolerante con la relación de su madre y Carlos Felipe del Olmo, tanto es así que Gustavo Adolfo aceptó luego de tantas e insistentes súplicas de su madre y de otro tanto venidas de la nana Dulce, Gustavo Adolfo aceptó azarado y contrariado, es así que venido el día 9 de septiembre de 1944 celebró su cumpleaños con Serafín, hijo de Carlos Felipe del Olmo, pues habían nacido a la misma hora y en la misma fecha, aquella noche turbulenta de tormenta en la que murió al dar a luz la madre de Serafín, aquella noche en la que también un orgulloso Gustavo Pozzo sacaba a mostrar a su primer y único hijo varón, con qué orgullo también lo recibía su abuelo Rodolfo Buonanote, fue una noche que cambió la vida de todos, hoy, también lo sería, a Gustavo Adolfo le gustó de celebrar en el lugar donde nació y estaba complacido con la idea de pasarla bien con sus amigos de la capital que habían hecho un largo de viaje esos días, les mostró con arrogancia la fina cama victoriana con sedas y encajes donde había nacido bajo tantos cuidados de médicos y enfermeras traídas especialmente de la ciudad, con ellos estaba Serafín que luego apartado recorrió los lugares donde fue en una parte criado en su infancia, a su encuentro estuvo la nana Dulce quien lo acariciaba diciéndole lo grande que estaba, hubo tolerancia en esa fiesta pero la incomodidad de Gustavo Adolfo a Carlos Felipe del Olmo se notaba con la mirada, el muchacho había idealizado la memoria de su difunto padre y era una razón respetable de Carlos asumirla, Noelia por su parte sentada junto a su padre notaba el descontento del anciano ante la presencia de Carlos Felipe quien también mostraba recelo, fue una mañana fresca en la que se celebró aquel cumpleaños con mucha música, comida y bebida, se decía que era la fiesta del nieto favorito de Rodolfo Buonanote pero en la realidad actual no era así, realmente para el anciano Leandro el nieto no declarado era su favorito, Amacilia estaba con el nieto de ambos, el niño jugaba con otros de su edad y mayorcitos, Noelia se percató de aquel niño, tenía un gran porte como si fuera niño rico, como si fuera alguien de su familia, fue fugaz su criterio, seguramente ella sabía del apego de su padre a la empleada y se rumoraba que ambos ancianos viudos tenían una relación para evitar la soledad, Noelia aceptaba aquello pues estaba en las mismas condiciones que su compañero sentimental, he ahí la cordura y la tolerancia convenida, Noelia en un apartado de la fiesta conversó con Amacilia, ella al principio negaba la insinuación amorosa que se le endilgaba pero ante tanta insistencia lo aceptó, Noelia con su sonrisa sincera aprobó aquello pidiéndole por el cuidado físico y emocional de su padre ya que con ella se encontraba en buenas manos y acarició a Leandro que estaba con su abuela; Serafín notó lo tenso de las miradas y gestos de Gustavo Adolfo y le pidió a su padre que lo llevase al cementerio, gustoso lo llevó y depositaron flores del lugar en la tumba de su madre, ironía, serafín cumplía un año más de vida mientras su madre cumplía un año más de fallecida, en el retorno Carlos llevó a su hijo Serafín a la casa donde nació, caminaron por varios minutos, encontraron en su delante una casa semi destruida casi en ruinas, un rancho de adobe con barro seco, entró y vio el piso de tierra, Gumersindo salió a su encuentro desde su casita contigua dándose fraternal abrazo con su gran amigo, el chico continuó con su mirada llorosa pero muy fija en el lugar de su nacimiento, en ese lugar su madre había dado su último tributo de vida, los dos hombres lo escoltaron, entró viendo cada detalle del interior, se arrodilló y tomó un poco de tierra seca, había todavía un porta velas sobre un despintado taburete con una vela usada a medias que se notaba la habían prendido y apagado desde hace mucho tiempo, el quinceañero miró con detenimiento la forma de la vela, regresó su mirada como preguntando el significado de por qué estaba esa vela allí, Gumersindo le dijo que esa vela significaba luto a eso debe estar allí, exactamente tenía quince años de no encenderse, fue la vela que sirvió para su alumbramiento y se apagó con los primeros rayos de sol luego de morir su madre, Gumersindo la tenía de reliquia pero le dijo al chico que le pertenecía, Serafín estiró los brazos pero se contuvo con la idea de llevársela, simplemente se limitó a pasarle los dedos quitándole un poco de polvo, como que la acariciaba, el chico se volvió diciendo a Carlos y a Gumersindo que algún día regresaría y la volvería a prender, posteriormente se sentó en el piso girando su cuello tocando y agarrando la tierra en forma repetida y pausada como si con eso quisiera transportarse al tiempo y presenciar su alumbramiento, se decía en su interior que allí había nacido siendo noble su madre al haberle permitido nacer a cambio de entregar su vida con un tributo y gesto de amor maternal, esas palabras acongojaron a los hombres que o acompañaban, Carlos lleno de lágrimas lo levantó fundiéndose en un abrazo diciéndole lo orgulloso que estaba de él manifestándole que lo quería mucho y estaba orgulloso de ser su padre, los tres en paso solemne salieron del lugar, atrás quedaba una acción pendiente que solo el destino consolidaría.
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De un auto militar prestado para la ocasión de alumbramiento se bajaron Elena y Raúl junto con sus hijos Melquiades y Domingo, a sorpresa de Elena fue grande al ver frente a ella al despreciable amigo de ambos, Raúl le dijo a su esposa que había invitado a su amigo al hospital pues deseaba que fuera testigo de su alumbramiento, la ira disimulada de Elena al saludar con cortesía al sinvergüenza que estaba acompañado de dos amigos más jubilosos del próximo alumbramiento se pararon luego de estar sentados en la sala y al verla hicieron un ademán de saludo oficial militar a gestos de aquel sinvergüenza osado como se decía Elena en su mente, aquel hombre se quedó con Raúl y los niños, ella fue llevada al ausculta miento, estaba en los dolores, este parto para ella sería especial, los doctores llamaron a Raúl para darle indicaciones de compra, el militar salió en carrera, fue interceptado por su amigo que le pidió la receta para comprarla, era su deferencia, le decía, como muestra de amistad, asintió obediente Raúl ante sus superior y lo vio perderse en la calle, regresó a estar junto con su esposa, esperaba el momento de salir a parir, los niños sentados jugaban con los soldados, les regalaron gaseosas bebiéndoselas con mucho ánimo, Domingo y Melquiades tenían unos muñequitos que Dagoberto les había regalado y estaban jugando con los soldados y en eso aparece Dagoberto, llegaba con su mamá y otras vecinas acompañando con su presencia a Elena en su parto, Raúl gustoso de aquella buena actitud saludó a los vecinos tomando asiento en la sala de espera del nuevo hospital militar recientemente inaugurado en la ciudad, Raúl fue llamado la atención por un médico, le decían que ya iba al quirófano, en ese instante una mujer entraba desde la sala de emergencias al quirófano, un doctor pidió espacio a su colega, la mujer iba grave, era de posición social solvente, se pudo apreciar por la forma de vestir de su esposo que desesperado le pedía comprensión al médico tratante de Elena, el hombre era un civil que había pedido espacio para que su mujer diera a luz debido a las apremiantes circunstancias, se acepta el ingreso, Elena es transferida a la sala contigua, la mujer prestante era blanca y se la veía demacrada aunque difícilmente perdía su belleza, a más de estar su esposo con ella la acompañaban un gran número de familiares que ante ello las enfermeras pidieron que salieran a esperar, que se guarde silencio, los familiares obedientes esperaron afuera, el esposo de la mujer estaba contrariado, sus suegros lo increpaban, uno de sus cuñados también, los hermanos del esposo lo defendía, salieron afuera a seguir discutiendo, el hombre sentó con las manos entrelazadas en el la cabeza viendo al piso, su mujer entró, anhelaban ese hijo tras muchos intentos; los soldados con prudencia decidieron también salir con pretexto de devolver las gaseosas, no así los vecinos y Dagoberto que miraba con mucha atención la forma de sentarse de Melquiades y fijaba su mirada en la entrepierna del niño de nueve años, al disimulo Dagoberto se restregaba el pene vestido y Melquiades viéndolo le correspondía del mismo modo y se reían al disimulo de ser vistos ya el pene de Dagoberto estaba hecho bulto y Melquiades fijaba su atención, rato después el inquieto Domingo deseaba orinar ante tanta gaseosa bebida, Raúl pidió con aire marcial a su otro hijo Melquiades que acompañe a su hermanito a los baños del hospital que estaban muy alejados para que hiciera sus necesidades, el hijo mayor obediente asintió y lo llevó a su hermanito en camino al baño, unos instantes después Dagoberto salió de la sala con pretexto de comparar algo, lo que en verdad estaba haciendo es perseguir a los niños, los vio entrar al baño, realmente era un lugar muy apartado que se podía ver al fondo a un tupido monte con árboles y una maquinaria militar obsoleta, luego de orinar Domingo quiso ir para ese lugar, Dagoberto los acompañó, la maquinaria estaba rodeada en corto monte, Domingo estaba gustoso volanteando la maquinaria obsoleta de un camión hecho chatarra, Dagoberto y Melquiades decidieron dejar jugar solo a Domingo y se dedicaron a inspeccionar el lugar, desde unos montes con árboles frondosos vieron a Domingo que seguía gustoso jugando con mucha atención en el volante del camión y caminaron un poco adentrándose a un lugar cercano rodeado de monte donde no pudieran ser vistos con el suelo lleno de hojas secas producto de la estación del año, vieron a una ardilla y se maravillaron con su movimiento, luego otra y otra, las siguieron hasta llegar a un lugar más apartado, ya sintiéndose a solas se vieron mutuamente con esa sonrisa cómplice, se tocaron los penes vestidos, su amplia sonrisa daba seguridad al verse a solas, Dagoberto le fue bajando la cremallera al pantalón de Melquiades no sin dejar de ver a Domingo jugando sobre el camión militar a mucha distancia de allí entre el monte, Dagoberto deslizó su cremallera, de esa forma se sacaron los penes y se pegaron a frotarlos encorvándose un poco Dagoberto, el sentir la piel de los penes hicieron que se pongan más erectos en contraste el roce de la piel del pene lampiño de Melquiades con el peludo de Dagoberto, siguieron viendo a Domingo desde lejos, estaban sintiéndose seguros en ese lugar, así tomándose de la cintura haciéndose movimientos en los penes, Dagoberto le acuclilló e hizo pasar el pene por el rostro del niño, estaba muy tieso y tibio latiendo del deseo, eso se mostraba en las venas, lo introdujo en su boca y por breves segundos le hizo el sexo oral, después de a poco más lo encorvó al pequeño con mirada al piso, le metía y sacaba el pene por la boca, luego le puso en pie, le bajó el pantalón y la trusa quedando al descubierto su trasero suave por el que le abrió los glúteos, le inclinó en posición perrito y le escupió un poco al ano y así le introdujo esa masa de carne del miembro viril en el ano, los movimientos eran rápidos a tal punto que eran fuertes los gemidos de Melquiades, se complacía Dagoberto ver su pene entrar y salir por ese ano infantil muy ensalivado, quiso al principio dejarle el semen dentro pero se delataría así que sacó el pene y se lo frotó con la mano, Melquiades se acuclilló pasándose los dedos por el potito quedándose a verle salir del glande de Dagoberto ese semen que antes quedaba dentro de su ser, el semen hizo una mancha blanca en el suelo de hojas, Dagoberto agitó el pene viendo a Melquiades con complacencia, el niño se limpiaba con los deditos de sus manitos los restos de saliva en su trasero, Dagoberto le ayuda sacándose papel del bolsillo pasándoselo por el culito de niño precioso, se subieron los pantalones y llevaron a Domingo dentro del hospital en sala de espera, fue el momento justo en que todos con expectativa estaban afuera para saber los resultados, la mujer grave daba su aliento fuerte desgarrador pujando al mismo tiempo que en la otra habitación Elena hacía lo mismo, al unísono los chillidos, luego de palmadas en las nalgas de los recién nacidos, Elena daba a luz a un precioso varón, su tercero, mientras la mujer de la habitación contigua daba a luz a una preciosa nenita; era la tarde de un nueve de septiembre de 1944, Raúl hizo algarabía al saber la noticia del nacimiento de su tercer hijo varón, junto a él estaba su mejor amigo, en realidad el verdadero padre de esa criatura que Elena había parido, los niños gustosos saltaban de alegría igual que los asistentes; al pasar unos minutos, el niño era dejado en brazos de su madre dándole lactancia, poco después Raúl entró a la habitación donde estaba su esposa acompañado con su gran amigo, el hombre amanuense quedó sorprendido al ver el parecido total del niño a la madre, el hombre sonrió con mirada cómplice viendo a una contrariada Elena por el motivo de su presencia, más aún, estuvo sorprendida cuando Raúl le dijo a su esposa que atendiendo la deferencia de su gran amigo le pondría a su hijo el nombre de: Heriberto, el militar amigo de ambos también se sorprendió, no esperaba tanto, sonrió viendo a la mujer, a fin de cuentas era su hijo verdadero sin que Raúl realmente lo sepa y vivía engañado de la traición de su esposa que se había entregado al amigo de ambos y en sus brazos estaba el fruto del sexo, irónicamente Raúl le estaba dando ese gusto a ese hombre de que el niño lleve su nombre, Heriberto, el hombre hizo puño apretando los dientes sintiéndose satisfecho viendo al recién nacido, Heriberto, como él, así, el pequeño tendría verdadera identidad ya que por sus venas recorría la verdadera sangre Alpízar, de estirpe militar, el amigo de ambos se enorgulleció en saberlo y aceptó gustoso por la deferencia viendo seriamente a los ojos a Elena que aceptó resignada no queriendo contrariar la voluntad de su esposo y también la de su amante en secreto.
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A unos metros distantes una mujer se levantaba de la cama y sufría un desmayo al acercarse a a cuna donde estaba su hijita, presurosa la empleada la asistía llevándola a la cama, le puso la nena en el pecho, llegaron sus madre y esposo, ella sonriente viendo amamantar a su nena, según los médicos todo estaba bien de salud, el esposo pidió que repose, entra presuroso Nicolás junto a su abuela que lo abraza, el muchacho ya tiene diecisiete años, mira a la hermosa bebita hija de su prima, hermosa de piel blanca, su madre orgullosa desde la cama dice a su esposo que su primer nombre será Victoria como su madre y Micaela su segundo nombre en honor de la mejor amiga de su abuela, la fallecida Micaela de Buonanote, los asistentes aceptaron asintiendo, la más contenta fue la abuela de Nicolás; con el tiempo don Rodolfo Buonanote fue enterado a propia boca de la abuela de Nicolás respecto del nombre puesto a la niña, el anciano agradeció la deferencia, lo supo el resto de su familia que de pronto se pusieron ávidos de conocer a la pequeña para hacerle algunos obsequios que por lo pronto la señora llevó a la capital en nombre de la familia Buonanote, con gestos así se acentuaba la relación familiar hacia aquel momento entre los Buonanote y los Arichabala.
FIN DEL SEPTUAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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