METAMORFOSIS 80
Recorderis.
La muerte del pequeño Domingo quedaba marcada en la ira y la desesperación de los padres de Melquiades dejándolo al muchacho en el descuido, el padre pedía cambio de ciudad pero no le concedían, eso se debía a la influencia del ahora amanuense Alpízar, verdadero padre del último hijo de Elena, lo hacía porque quería estar más cerca de ella, deseaba siempre lograr aquellos encuentros sexuales en el cuarto cuando se encontraba Melquiades en clase de la escuela a donde asistía, ella tampoco quería irse y es así que Elena se entregaba aún más a los brazos de su amante ante la indiferencia de su esposo Raúl, esa tragedia hizo que aumente en los dos amantes sus encuentros fogosos y veían como crecía el fruto de su amor, aquel pequeñito que ya intentaba gatear, Heriberto, y este nene cuando veía a la visita por instinto abría los brazos al recibirlo a su padre y amante de su madre, un hijo concebido fuera del matrimonio, un hijo del pecado para aquella época que era como se lo tildaba al fruto del adulterio, Heriberto, un precioso niño, el fuerte militar correspondía del mismo modo ante los abrazos del pequeño, su tierno hijo varón, la madre a distancia se complacía ante esa escena paterna, aunque estaba consciente de la situación, los dos terminaban abrazándole, los dos amantes haciendo el amor en la cama junto a la cuna al dormir el pequeño, peligrosamente las vistas del amanuense eran más seguidas, los vecinos se daban cuenta de aquello, un comentario mordaz llegó a oídos del esposo de Elena y con insinuación entendió el mensaje, pero irónicamente éste no daba crédito así de sencillo porque a fin de cuentas iba a ser su compadre y ciertamente llevaba juguetes al pequeño Heriberto; aquella tarde llegó Raúl a su casa, así que Elena lo recibió adecuadamente, los maltratos no se hicieron esperar, al recordar la muerte por descuido de su hijo Domingo, el más cariñoso, el más simpático, el más querido por aquel hombre, estaba muy bebido profiriendo palabrotas y maldiciones por su suerte, atacaba a todo mundo, a Melquiades le decía afeminado echándole la culpa de su amaneramiento a la familia de su esposa, él se creía un macho militar pero a medida que iba creciendo su hijo Melquiades, Raúl el militar, se daba cuenta en su hijo de los gestos y forma de ser delicado en su fina voz, esos comentarios que Raúl hacía cada vez borracho dolía a Elena y decidió que su hijo Melquiades saliera y que luego de que se durmiera su padre regresara, evitando así escuchar esas dolidas palabras, las peleas entre ambos se acentuaban cuando Raúl insinuaba traiciones, Elena se ponía a la defensiva, ante aquellos gritos Melquiades apesadumbrado salía del cuarto pensativo e inquieto en aquella noche a caminar por los alrededores de un semi oscuro parque, de lejos vio a un muchacho fumando, era Contardo de veintiún años hijo del delincuente Squeo aquel que planificó el intento de asesinato a Carlos Felipe del Olmo, el muchacho de diez años caminaba pausado con cierto recelo al acercarse, Dagoberto que se pegó a Melquiades llevándolo a la esquina, la conversación duró un poco sentándose sobre una banca, Contardo al disimulo se bajó la cremallera dejándose ver ese pene grueso, Dagoberto lo siguió, Melquiades observaba con detenimiento esos dos penes peludos, le decían si quería comérselo a cada uno, Melquiades simplemente con risa picaresca bajó la cara mirando al piso, le llevaron más a ese lugar escondido en la tiniebla, allí ya los manoseos en su trasero no se hicieron esperar, los muchachos grandes miraron a los lados para no ser vistos y se metieron aún más entre la espesura del parque junto a un árbol frondoso lejos del paso de transeúntes, ahí adentrados se desvistieron muy rápido, en turnos hicieron con Melquiades el 69, luego Contardo se sentó en la grama e hizo que Melquiades se pusiera en posición perrito mamando el pene de Contardo mientras que por detrás Dagoberto de dieciséis años abría las nalgas de diez años adentrándose el glande por el ano de Melquiades, los testículos de Dagoberto se movían ante el fuerte movimiento, Melquiades cerraba sus ojos en muestra de complacencia mientras mamaba el pene dando gemidos en sus altos pausados de descanso en cuanto mamaba, Dagoberto mordiendo los labios sentía placer dejando dentro del ano aquel semen que Melquiades gozaba tenerlo, cambiaron de posición, ahora el pene con semen de Dagoberto era introducido en la boca de Melquiades y por detrás el pene ensalivado de Contardo entraba en el ano de diez años dándose placer, Melquiades gemía más fuerte porque el pene de Contardo era más grueso alargado, no podía mamar muy bien el pene de Dagoberto haciendo altos para gemir, Contardo como un desaforado sodomizaba con fuerza al pequeño, hasta que también dejó semen en el ano del pequeño de diez años, los dos jovenzuelos se vistieron viendo sentado en el suelo cabizbajo a Melquiades que se miraba el semen saliendo de su ano, como pudo se limpió el ano con los dedos pujando excremento y orinando ya que eso fue provocado por las embestidas de ambos muchachos, Dagoberto y Contardo salieron con prudencia sin ser vistos y se sentaron en la banca, al rato aparecía Melquiades caminando despacio algo adolorido muy pensativo alejándose de los muchachos quienes lo vieron y en forma graciosa comentaban que lo habían ablandado por el potito a aquel hijo de militar, se comentaban que ese traserito era de su propiedad, Dagoberto se jactaba de que él había sido su primer profesor de sexo, las risas irónicas no se hicieron esperar, los transeúntes regresaban a verlos sorprendidos por tanta mofa que se hacían, eran un par de pequeños pelafustanes; Melquiades deambuló pensativo por la calle, no logró limpiarse bien el trasero, lo hizo como pudo, sentía su calzoncillo mojado en algo de semen de resto que había quedado, al llegar a casa vio que su padre estaba acostado roncando, su madre planchando los uniformes de escuela, junto a sus uniforme en la caja de armario había una ropita que le perteneció a su difunto hermanito Domingo, Elena la tomó oliéndola y llorando, eso apesadumbró a Melquiades que con pasos lentos sin ser visto por su madre se fue a terminar de limpiar el traserito, a luego ya ponerse su pijama para dormir, al día siguiente Raúl muy por la mañana había salido al cuartel sin despedirse, Melquiades tomó el desayuno y algo convalecido luego de la sesión sexual de la anterior noche se fue a la escuela, era su penúltimo año; Elena lo despidió y tomo la ropa para lavarla, cuando fue a lavar el calzoncillo de Melquiades se alarmó al olerlo y al sentir la textura típica de semen, seguramente ella pensó que se había descuidado de su ropa íntima, que había en su hijo ya el llamado de la naturaleza, del desarrollo, seguramente la mezcló con la ropa de su padre y de allí ese olor al mezclarle con la del niño, pero recapacitó y vio lo fresco de la mancha, las dudas nacieron en la mente de la mujer, se angustió de sólo pensar que estaría haciendo su hijo o que le estarían haciendo a Melquiades, más en su mente retumbaban las despectivas frases de su esposo respecto a los amaneramientos de su hijo Melquiades, todo eso hizo ponerle en alerta y Elena estaría en expectativa con el pequeño de diez años.
*******
Los diarios llegaban al pueblo anunciando el fin de la segunda gran guerra en Europa en aquel mayo de 1945, alborozado en parte don Rodolfo Buonanote temblaba leyendo, la angustia de saber por los suyos en Europa se hacía más grande, se preguntaba si aún vivirían, hizo cálculo de tiempo y a cada uno fue analizando su probabilidad de vida, lo importante que ahora llegaba la paz y la reconstrucción, cerró los ojos exhalando tranquilidad, en quien más pensó era en su hijo Pasha, el que más se parecía a él, que será de aquel hermoso niño que ahora tendría treinta y seis años, con él también sería abuelo, que sería de su hijo, estaría vivo aún, en su corazón sintió que sí, de un impulso pensó ir a verlos, se propuso aquello pero su realidad económica era adecuada pero no para tan fuerte empresa, golpeó con puño la silla, cerró los ojos pensando en aquel niño que la gran guerra los separó, las lágrimas brotaron de sus ojos, el anciano sentado en su mecedora con habano en mano hacía bocanadas de humo de tabaco, vio pasar corriendo por el corredor al pequeño Leandro, el anciano sintió felicidad, aquel pequeño le recordaba a su Pasha, era idéntico, su nieto, lo llamó con el pretexto de preguntarle por su abuelita que dónde estaba, el niño con suma atención respetable le contestaba con amplia sonrisa, eso motivó al anciano para colmarlo de abrazos y caricias, sacó de su mesa un billete y se lo dio para que se compre algo, el niño salió corriendo agradeciendo por el gesto del anciano, Rodolfo vio partir a ese precioso niño blanquito de cabello rubio al que por eso le decían gringo con cariño, el anciano que pronto cumpliría los setenta y cinco años retomó sus pensamientos recordando los omentos vivido es su tierra natal allá en el Cáucaso; Luis estaba en la sala tomando jugo de naranja viendo los anteriores periódicos, faltaban horas para ir a la ciudad en el tren a seguir los estudios, las noticias hablaban de la pronta terminación de la carretera interdepartamental, sería de gran progreso para el sector donde vivía, con eso el tren ya pasaría a segundo plano en su uso debido a la afluencia creciente de autos importados, vio a Leandro subir las escaleras, estaba subiéndolas presuroso buscando a su abuela, seguramente para mostrarle con gusto el regalo de Rodolfo de Buonanote como siempre lo hacía, pero Luis sabía que Amacilia de sesenta y cuatro años abuela de Leandro había salido con unos bultos al granero y demoraría en regresar, subió las escaleras y se encontró con Leandro de regreso, el niño de casi siete años le mostró el billete, Luis sonrió al ver la denominación, le dijo que le daría dos iguales si lo acompañaba al desván o bohardilla en los altos de la casa, el niño brincó de gusto, inocentemente se dejó llevar de la mano y corrieron, empujaron la puerta, había telarañas, ya habían estado antes en varias ocasiones, la inocencia del momento por parte de Leandro se diluía y ya se imaginaba lo que vendría, por unos instantes recorrieron el lugar, ya Luis se estiraba el pene que Leandro lo miraba con atención, Luis se sentó desnudo en la silla morisca con su pene erecto agitado con sus piernas bien abiertas, Leandro se arrodilló a mamarle el pene tomándole con sus dos manitos, las manos de Luis acariciaban el sedoso pelo rubio del niño que le lamía pausadamente el pene, al sacárselo se notaba el brillo impregnado de saliva dejado por esa boca con labios hermosos, Luis alzó las piernas sujetando los tobillos con sus manos y le dijo a Leandro que le pase la lengua por la raja de su trasero y entre los testículos, eso lo pasó a la gloria, el niño obediente lo hacía lentamente con paciencia, él también disfrutaba de eso, se pararon, Luis lo desvistió quedando ambos totalmente desnudos, la diferencia de talla, edad, y penes no se tomaba en cuenta, lejos estaba Luis de saber que le estaba haciendo el amor a su propio medio primo, lo puso en posición perrito, con su pene ya ensalivado se lo fue metiendo de a poco en el ano, el pene de Luis sintió la tibieza de las entrañas de Leandro haciéndole gemir, los testículos se movían, Luis miraba el tronco de su pene entrar y salir de ese ano, ese era el lugar de sus encuentros sexuales donde no eran interrumpidos, quién podría imaginarse que Luis en aquel lugar sodomizaría a Leandro siendo un niño tan pequeño, pero existía aquello, Luis quería disfrutar más de ese cuerpito, se apartó haciéndolo acostar boca arriba, le pasó el glande por la barriga, pene, testículos, labios, frente, mejillas y pelo, luego le lamía las tetillas, eso hizo que el penecito se entiese, le mamó el penecito con sutileza, tanto así, que el pequeño Leandro se sentía bien, le hizo poner en posición perrito, así que lamiéndole las orejas también le iba introduciendo el pene en el ano sin dejar de estirarle el penecito, lentamente Luis se fue sentando en el piso sin sacar el pene lo fue sentando sobre él, Leandro miraba los dedos de Luis que le estiraban el penecito lampiño masturbándoselo y gemía al alzar y bajar sus caderas, unas gotitas salían por su penecito, seguramente el anuncio de orgasmo o de orina, Luis se complació viendo a Leandro complaciente, lo recostó como pudo de espaladas en la silla morisca, su trasero quedó alzado a la altura del pene de Luis que entró por ese anito, los piecitos de Leandro topaban con sus tobillos los hombros de Luis, Leandro gemía más siendo sodomizado a plenitud por el orto lampiño, de nuevo se movían los testículos de ambos amantes, todo el cuerpito de Leandro se movía, su penecito era masturbado por los dedos de Luis, a plenitud sexual se movían gimiendo al unísono, todo el pene entraba y salía del ano, Luis hacía un alto en sus embestidas, no quería aún eyacular, se contenía, besaba esos deliciosos piececitos con deditos bien formados de niño blanquito delicadito, la lengua la pasaba por los muslo luego besándolos, se agachó poniendo aquellas piernitas de seis años junto a sus caderas y ahí nomás le mamó el penecito, decidió poner de nuevo esas piernitas en sus hombros y de nuevo introdujo el pene, Luis se contenía y quería disfrutarle más porque serían varios meses que ya no lo vería, Leandro iría con sus padres a la capital ya entraría a la escuela, mientras que Luis entre tanto tiempo terminaría la secundaria y estaba en esos meses de titulación, solo en un cuarto en la ciudad pasaría estudiando y no haciendo el amor pues se cuidaba de hacerlo con sus amigos de secundaria de su edad para evitar sospechas y divulgaciones, aunque le atraían varios que solo limitaba a rozarlos al disimulo; Luis continuó con las embestidas, la magia se terminó al escuchar los gritos de Amacilia la abuela de Leandro llamándole, Luis rápidamente sacó el pene del ano de Leandro y eyaculó en un rincón, el niño se vistió y salió a orden de Luis presuroso de aquel cuarto de antiguallas, Luis se arrimó a la pared y desde la ventana entreabierta vio a Leandro tomado de la mano de su abuelita en dirección al granero, vio que se iba rascando el potito, Luis complaciente se estiraba el pene y se lo agitaba con placer sintiendo que ese niño era suyo, al rato otros gritos que eran de su abuelo llamándolo para darle el dinero del viaje, a las pocas horas Luis almorzaba y subía a su habitación a arreglar la ropa, se sorprendió al ver a Leandro a su lado, había venido por los dos billetes prometidos, Luis sonrió, aseguró la puerta, de inmediato acostó al niño al extremo de la cama y le deslizó el short que llevaba puesto mostrándose el traserito blanco, se puso saliva en el glande, lamió el traserito dejando saliva chupándoselo, introdujo el pene y los movimientos rápidos hicieron que eyacule dentro del ano del niño, pujaban en su contacto sexual de pene y potito, todo lo hicieron rápido sin palabras limpiándose con cuidado, Leandro abrió la puerta despidiéndose con una sonrisa llevando los dos billetes a mano, Luis le correspondió sonriente, de retorno a la ciudad por tren le vino la desazón de saber que muy pronto este medio dejaría de funcionar por el sector dando paso a los veloces automóviles en la carretera interdepartamental, era el progreso de aligerar el tiempo, con el tiempo también la luz eléctrica haría su aparición.
*******
Tiburcio estaba rozando monte y de repente ve a Agripina en compañía de los niños, iban con dirección al arroyo, ella coquetamente lo saludó correspondiéndole de la misma forma el muchacho de dieciocho años, dejó de hacer su tarea para luego entre montes poder observarla al bañarse semidesnuda, unos peones pasaron por el lugar comiéndosela con la mirada, en la hijastra del patrón y no se estimulaba a decir palabras, Tiburcio se acercaba cada vez más donde ella estaba, no quería ser visto, desde los montes empezó a silbarla, señal de que se acerque sin ser vista, Agripina vio a los niños y les dijo que iba por unos palos, pidió a Rómulo que llevase a Luis Alfonso a la orilla debajo de aquellos distantes árboles, ella presurosa fue al encuentro con su amante, no esperaron a más, se desnudaron y ella viéndolo acostado con el pene erecto lo lamió con ternura, ya bien ensalivado se lo introdujo en la vagina haciéndola pujar, las caderas del muchacho alzaban y bajaban en el frenético movimiento, los besos con lengua no se hicieron esperar, ambos tenían sed el uno del otro; mientras tanto los pequeños seguían sentados desnudos en la arena bajo el árbol sin moverse como había mandado Agripina, Luis Alfonso se recostó sobre las piernas de Rómulo, la respiración de Luis Alfonso golpeaba el penecito de Rómulo que se entiesaba, el pene rozaba los labios de Luis Alfonso, tomó la cabeza de su amiguito haciéndolo despertar, medio dormido se dejó llevar monte adentro, lo recostó boca abajo sobre una gran roca, le pasó el pene por el traserito, ambos se iban con movimientos adelante y para atrás, luego le dio la vuelta, ahora los penecitos se rozaban, Luis Alfonso veía con agrado aquel movimiento de penecitos y lo abrazó a su amiguito de la cintura mostrándole con eso su aprobación deseando que le hiciera más, lo puso boca abajo sobre la gran roca y de nuevo le pasó el pene ahora dentro del traserito, eso le gustaba más a Luis Alfonso, se apartaron y fueron a orinar a la arena donde dejaron sus huellas, se miraban los penecitos, los agitaron y se volvieron a abrazar uniendo los penes rozándose la piel con las manos sobre todo el traserito, Rómulo le dijo a su amiguito que ya fueran rápido al lugar donde estaban antes que llegue Agripina; lejos de ahí Tiburcio eyaculaba dentro del ano de ella, no quería empreñarla ahora que ya menstruaba y podía tener hijos, ella lo comprendía con gusto, estaba enamorada de aquel cuerpo robusto, era su macho, su hombre, se decía en sus adentros pertenecerle, pero el muchacho no pensaba igual, el machismo disimulado en cortesía con ella trataba de no ser pertenecido hacia ella, la tenía como objeto sexual, él no la había desvirgado y en aquella época eso era denigrante que se hiciera de una mujer que no fue virgen a su matrimonio, Tiburcio solo la trataba bien en el sexo, no quería ir más allá, se cuidaba mucho de ser descubierto, la ayudó a vestirse y retornó por el camino empleado, ella alegre regresó a bañarse, llamó a los niños para que se bañen con ella, los pequeños muy alegres se bañaron, quien iba a decir que los tres tuvieron sexo en aquella tarde soleada.
FIN DEL OCTOGÉSIMO EPISODIO
sigue contando mas me encantan tus relatos muy bien escritos amigo saludos…. 🙂 😉 🙂