METAMORFOSIS 84
Drama y compañia.
Las caderas estaban unidas al movimiento en que el pene salía de la vagina, las manos de la muchacha se agarraban con fuerza a la grama, le salía pujidos, gemidos y jadeos ante la intensidad que su macho le daba a su genital provocándole placer con su miembro húmedo, su labios se fundieron en besos apasionados, el pene salía para rozar la piel de la pelvis de la muchacha, de ahí el semen regado recorriendo la piel del vientre de la muchacha que miraba con cierta paciencia luego de la turbulenta manera de hacerse el amor, los dedos recorrieron su piel recogiendo algo de ese semen que se lo llevó a la nariz oliéndolo mientras que el muchacho se apartaba viéndola tendida en la grama completamente desnuda con su pelo largo a los lados de sus costillas, su vagina estaba húmeda, el muchacho lentamente la contemplaba, se enorgullecía en saber que ese cuerpo era suyo, que ella lo buscaba para hacer el amor, que ella estaba deseosa de su cuerpo, el muchacho se arrodilló lentamente sobre la grama junto a ella, le pasó el pene por una de sus piernas, ella lo aceptó de gran modo tomándolo con una mano y llevándolo a la entrada de su vagina, se miraron con risa cómplice, el muchacho miró su pene y lo introdujo lenta y pausadamente, ya todo adentro siguió el bombeo como se decía en su argot, ella sonreía complaciente, sentía el impulso de su cuerpo, sentía la piel sudada de macho en la suya de hembra, los besos no se hicieron esperar, todo transcurría bajo un clima cálido lleno de brisa en aquella víspera de navidad, para la hijastra del `patrón de nuevo era suya, se decía, y unían sus frentes; un tanto lejos de ahí unos ojos miraban la escena con amplia sonrisa, miraba los glúteos blanquecidos por la ropa que los cubría en contraste con el resto de piel bronceada por el sol, la ropa regada por la grama, los amantes seguían con su cometido, el fisgoneo se terminó viendo a la pareja vestirse y alejarse del lugar, los siguió a prudente distancia, aquel cuerpo de la muchacha la había llamado la atención al hombre fisgón, los conocía, sonrió por eso, se alejó en su bicicleta por el camino empedrado hasta llegar a la carretera asfaltada en construcción acelerando lo más que pudo, se dijo para sí que algún día ella será suya.
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Aquella tarde de víspera de navidad llegó Luis con su equipaje a la estancia de su abuelo, este año no se celebraría el cumpleaños de su tía Noelia en aquel lugar por los roces que tenía sus abuelo con Carlos Felipe del Olmo, la relación era tirante sumada a la de su nieto Gustavito que estaba en la estancia y recibió a su primo Luis ayudándole con las maletas, Noelia pasaría en la capital su celebración de cumpleaños junto con su esposo Carlos Felipe del Olmo y su hijastro Serafín, don Rodolfo Buonanote pasaría una navidad en compañía de sus dos nietos ya que su nieta Josefina había salido a la playa del país con su esposo e hijo a pasar el fin de año, la influencia del hombre de negro se acentuaba en los intereses de Josefina; sin embrago, don Rodolfo Buonanote tendría en esa navidad además de la presencia de sus nietos Luis y Gustavo también a su compañera Amacilia, su empleada, quien le había informado de asistir con su nieto Leandro a la cena de navidad, Rodolfo estaba contento esperando el momento de su arribo y no solo ellos asistieron sino también los padres de Leandro, don Rodolfo sintió una fuerte impresión al ver al hijo de Amacilia, Nicanor de veintitrés años, tenía un gran parecido a su difunto hijo Pasha con rasgos de su otro hijo René, Nicanor era su ahijado, pero éste no sabía que era su hijo, que el dueño de la estancia aquel terrateniente era su verdadero padre, Don Rodolfo tomó un sorbo grande y profundo de vino, estaba sentado en medio de sus dos nietos, con voz suave denotando algo de firmeza los recibió con mucha cortesía que se notaba el exceso por parte de Luis que no dejaba de ver pacientemente a Leandro sentado en un sillón viendo la casa a todos lados girando su cuello, sus pies sobre el piso, tenía puesto un pantaloncito corto azul marino con tirantes y una camisa encubierta, su pelo rubio lacio brillaba al reflejo de los grandes mecheros y candiles encendidos para el evento, la plática empezó entre Nicanor y Rodolfo que deseaba conocer más de la vida de su invitado, la mirada era de mucha concentración e interés, Amacilia dio cuenta de aquello y pidió a su nuera la acompañe a la cocina con el permiso del dueño de casa, Leandro las siguió, con amanerada forma de andar aún no tan notoria en su edad infantil, Luis lo veía irse con la mirada, Nicanor regresa , Gustavito por su parte atento a la plática de los mayores, Luis por su parte estaba inquieto frotándose las manos tratando de que su pene no esté erecto, no pudo más, se dirigió a la cocina, encontró sentado abriendo fruta al pequeño, las dos mujeres picaban vegetales, estaban muy ocupadas preparando los ingredientes, Amacilia pidió a Luis que vaya al cuarto de vinos y trajera uno, Luis asintió, de un brinco Leandro se ofreció a acompañarlo lo cual Luis acepta, con candil en mano bajaban las oscuras escaleras de la húmeda habitación subterránea, sin perder tiempo colocaron los candiles en un taburete dejando a su lado la botella de vino pedida, Luis rápidamente lo abrazó llevándole a un rincón, y lo besó, Leandro se quitaba los tirantes mientras que Luis le ayudó deslizando la cremallera y desabotonando la camisa, lo quería tener desnudo en su delante, entre lo claro y oscuro de la habitación se podía notar esos cuerpos desnudos manoseándose la piel, sabían que había poco tiempo, que en cualquier momento alguien podía bajar o llamarles, así que Luis se sentó en un taburete llevando consigo el cuerpo de Leandro encorvando y metiéndole lentamente el pene ensalivado en ese rozagante ano infantil, el pene y su tronco hacían movimientos de entrada y salida, los movimientos rápidos movían aceleradamente el cuerpo de ambos, Leandro gemía con los ojos cerrados, Luis deseaba sentir deliciosamente aquello acomodándose en postura ideal, ese movimiento postural que hizo voluntariamente el niño sorprendió a Luis que pese a ello continuó haciéndole el amor, le decía que lo había extrañado durante todos esos meses, Leandro le respondía que igual, mientras lo sodomizaba le estiraba el penecito, eso a Leandro lo hacía incrementar su gemido abriendo más sus ojos y sus labios, de pronto el semen sale del pene dejándole en el ano del pequeño, a través de la poca luz se vieron sus penes con las frentes unidas, Luis se encorvó en el taburete, Leandro abrió los glúteos de Luis y pasó su pene como de costumbre, Luis le pedía más de lo que podía hacer ese penecito que algo de estrago hacía sentir el ano, mientras Luis limpiaba el ano con el cuerpo encorvado de Leandro, se escucharon voces de las mujeres pidiendo el vino, Leandro salió primero algo despeinado con el vino, mientras que Luis se acomodaba la ropa, quemó cuidadosamente en un rincón el papel con semen evitando evidencia del sexo ocurrido hace poco; tiempo después ya en la sala picaban ciertos bocaditos hasta que se los llamó a comer al gran comedor, un jugoso pavo ornado esperaba por ellos, la velada para Rodolfo había sido positiva, desde hace mucho que no conversaba con su ahijado, pero sin suponer que en realidad era su hijo, secreto solo guardado por Amacilia y Rodolfo, aunque los rasgos físicos de aquel hombre y de su pequeño hijo se relacionaban con el terrateniente, la amistad entre Nicanor se incrementó más esa noche llegando a invitar a su padrino y a sus nietos Luis y Gustavo para que lo visite en la capital como muestra de aprecio para devolver las ahora buenas formas de tratarlo, Rodolfo aceptó de buena gana que algún día iría, lo mismo expresaron los nietos, sobremanera expresiva elocuente estuvo la respuesta animada de Luis, la esposa de Nicanor aprovechó del momento para anunciar sorprendentemente que esperaba un segundo hijo de Nicanor, alborozado Rodolfo se puso de pie con copa alzada en mano dando la enhorabuena, todos felices, incluyendo Leandro que ya pedía que fuera un hermanito, todos sonrientes hicieron abrazaron con dicha a la futura madre, Luis bebía de la copa sin dejar de mirar fijamente el rostro alegre del pequeño Leandro, tiempo después Leandro estaba arrimado al balcón apartado del gran salón, sintió un leve peso en su pelo, era el mentón de Luis que golpeaba su respiración en aquel pelo rubio de niño hermoso como lo era Leandro, la nariz de Luis pasó por las orejas y mejillas del pequeño, sintió unos dedos que deslizaban por sus glúteos siendo apretados de golpe y un dedo entrando en su ano, Leandro hizo un instintivo quite diciéndole con sonrisa picarona que los podrían ver, Luis con seguridad le dijo que no había problema, el pene grueso de Luis salido del pantalón rozaba la tela del trasero vestido de Leandro, escucharon unos pasos acercándose, era Gustavito que venía a ver a su primo para que lo acompañase a ver más vino a petición de su abuelo, Luis asintió, ya antes se había metido el pene en el pantalón, Gustavito iba adelante y atrás iba Luis con Leandro portando el candil, Luis que le decía al pequeño que lo esperaba a media mañana en el lugar de siempre, aquella noche la mayor amistad intensificada fue entre Nicanor y Luis que lo hizo a conveniencia de estar más cerca de Leandro, tanto es así que un animado Nicanor volvió a repetirles esperarlos pronto de visita por la capital, que su hogar también era el de ellos.
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Una mano blanca extendía un ramo de flores sobre aquellas tres tumbas, eran las de Leonor y sus dos hijos que sufrieron un accidente de tránsito, de eso ya había pasado un buen tiempo, aún las heridas estaban abiertas por sus ausencias, Noelia en tono lastimero lloraba desconsoladamente siendo apoyada en sus hombros por las manos recias de Carlos Felipe, Serafín desde lejos observaba con tristeza, ya antes había visitado la tumba de sus hermanos, dio unos pasos para estar cerca de la pareja, Carlos Felipe la tomó del brazo levantándola y sentándola, se notaba el avance de su gestación, le pidió calma pues le haría daño al bebé, pasó su mano por el vientre, sólo Serafín vio que por detrás de la pareja pasaban un niño rubio y un adulto cabizbajo portando un ramo de flores, iban a visitar a una tumba recién abierta, está un tanto cerca de la pareja, para el niño y el adulto se había hecho costumbre de visitar los domingos por la mañana aquella tumba, al niño le significaba mucho visitarla como testimonio de agradecimiento y compromiso pues aquella anciana difunta le había salvado la vida en aquel terrorífico accidente, los minutos pasaron, el pensamiento de los visitantes se remontaban a sus seres queridos en vida, el auto estaba esperándolos en la entrada del cementerio, lo abordaron y en el trayecto hubo abrazos en la pareja, mientras tanto, lejos de allí, el adulto y el niño rubio continuaban arrodillados orando por el eterno descanso de aquella alma buena.
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La nana Dulce contenta con sus bisnietos jugando miraba la expresión incómoda de su nieta, Sara Guillermina en cambio estaba dedicada su atención al bordado, su nieta salió de la habitación un tanto irritada cruzando palabras con uno de sus hijos, la nana Dulce se acercó a conversar en privado preguntándole el motivo de algo más que esa molestia, su experiencia de vida mostraba en la anciana la seguridad de la pregunta esperando asimismo la seguridad de la respuesta de su nieta sin engaños, la nieta se abrazó con su abuela y en voz baja le contó que su hija Sara Guillermina se había encontrado casualmente con su padre Guillermo Izaguirre, la anciana no daba crédito a lo que escuchaba, pero al hacer pausa con madurez extrema cerrando los ojos le dijo a su nieta que algún día tenía que suceder, ambas abrazadas miraban a lo lejos a Sara sentada continuando con su bordado, se había convertido en una preciosa señorita, lejos estaría de suponer que se había entrevistado con su padre, eso preocupaba a su madre y a hora a su abuela, los niños rompieron el pensamiento de las mujeres iniciando con el juego de corta ronda, nana Dulce pasaría la navidad con ellos como lo había hecho los últimos años luego de visitar a Noelia y a Josefina.
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El infierno dantesco de palabras soeces y dimes con diretes entre el militar y su esposa delante de los niños se hacía extensivo el tono de voz altisonante llegando a oídos de transeúntes y vecindad, el militar se había dedicado a la bebida mientras ella al descuido de sus hijos, Melquiades desobedecía con improperios a su madre al saber de la relación de su madre con el amanuense, Elena no entendía el coraje de su hijo reflejando ira en su rostro, el muchacho no le contaba que la había visto hacer el amor con ese hombre con quien traicionaban a su padre, Raúl tomó de los pelos a su hijo Melquiades diciéndole palabras soeces recordándole lo de desviado sexual y vergüenza de familia, el muchacho lloraba y salía de la habitación en muchas ocasiones con moretones que le daba su etílico padre, las quejas del cuartel llegaban a Elena, aún más los rumores que Raúl tenía amante, eso se lo comentaba Heriberto Alpízar, su amante, esto lo hacía para que con celos a su marido le sea más fácil que Elena se entregue sexualmente, pero en la realidad Raúl no tenía amante, cuando él estaba de guardia, Heriberto Alpízar se acercaba furtivamente en altas horas de la noche para hacerle el amor a su esposa Elena, ya muchas veces en las madrugadas Melquiades desde su cuarto escuchaba el sonido de la cama en señal de los amantes haciendo el amor, a veces estaba a punto de provocar el escándalo pero se contenía, ese era el castigo a su padre, el de que su madre le era infiel con su mejor amigo, las risas irónicas de parte de Melquiades a su padre Raúl no se hacían esperar cuando era vejado, ya no existían las caricias de sus padres ni el buen trato como antes, la frialdad de la doctrina militar campeaba, en la fecha de navidad siempre era motivo de congoja y reclamos al emborracharse, era un verdadero infierno lo que vivía Melquiades, como todas las navidades, mejor este año su padre pedía estar de guardia en el cuartel, aquella noche Melquiades y su madre dejaron dormido al pequeño Heriberto, salieron a cenar por invitación de una vecina recién llegada, tenía un par de meses apenas viviendo en la vecindad, Elena como siempre hizo química amiguera, de igual manera Melquiades hizo amistad con los hijos de los vecinos, pronto se corrió entre estos la novedad de la suerte que había corrido Melquiades al ser sodomizado por un vecino, al que más le importó fue al mayor de los hijos, su nombre, Wilson, de veinticinco años, que desde aquella noche hizo gran amistad con Melquiades, tanto así que se hicieron las primeras insinuaciones sexuales, Melquiades encontraría en Wilson un nuevo sentir de pasión.
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La ciudad muy activa daba luces intermitentes de colores en el rostro sorprendido de Valentín, iba caminando por esas calles de manos de su benefactor, aquel militar que lo rescató del genocidio de la segunda gran guerra, sentía las atenciones de los vecinos, era otra forma de vida, gustaba mucho de la ciudad, había nacido en la región de Siracusa, en un pequeño pueblecito rural siciliano cercano a Isola, fue encontrado en las ruinas del faro Di Capo, el regimiento aliado lo tomó como su protegido por su sorprendente supervivencia pues era el único que resultó salvo de la masacre causante de la arremetida nazi al sentirse traicionados por la población italiana en su retirada, Valentín fue puesto al cuidado del soldado Robinson, la empatía fue grande desde su encuentro en abril de 1944 que desde esa fecha fueron muy bien relacionados quedando el niño a la espera de la promesa de ser adoptado, una vez cumplida la promesa fue llevado en barco, ahora, de manos de su protector miraba las luces de la ciudad nueva confiado en su atento porvenir.
FIN DEL OCTOGÉSIMO CUARTO EPISODIO
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