METAMORFOSIS 85
Riesgos.
La fiesta de navidad como todos los años había sido opulenta en la estancia, los primeros rayos de sol atravesaban las ventanas, un párpado se movió y después los ojos le siguieron, hubo un bostezo corto pero pausado, vio a su esposo profundamente dormido roncando como de costumbre, suavemente deslizó la fina sábana dejándose ver el transparente camisón de dormir, aún no se reponía completamente del sueño, estiraba los brazos, se asomó a la ventana, el frente de la estancia estaba sin un alma, se veían botellas dejadas por los peones, ella pensó, seguramente los criados aún duermen, bajó lentamente la escalera, llevaba ahora bien puesto su camisón de dormir y unas sandalias que sonaban la madera de la escalera al caminar, le dio por beber agua, tenía sed producto del vino que había tomado, le vino un leve malestar en la cabeza, caminó lentamente a la cocina con los ojos entreabiertos, sus ojos se abrieron más al ver al capataz Ricardo de treinta y siete años orinando junto a la pared, el hombre al ser visto se sorprendió pero cuál fue la sorpresa que no se metió el pene grueso largo sino que lo expuso de mejor forma su glande viendo de reojo a la curiosa mujer, Clemencia de treinta y tres años, esposa del patrón Luis Daniel Pérez, la mujer con mucha paciencia fue mirando de mejor forma ese miembro prominente, hasta que, sus miradas se cruzaron, ambos por vergüenza movieron la cara a un lado, pero, de nuevo volvieron a verse, los ojos de Clemencia estaba fijos en el pene del capataz, todo era silencio en el ambiente, ella notó que el capataz hizo gestos picarescos, muy atrevidos, en su rostro se notaba lo trasnochado, entreabría los ojos, ella asintió como respuesta, Clemencia percatándose de no ser vista fue a la caballeriza algo alejada de la gran casa, seguía a aquel hombre, se sintió sola en ese lugar, tenía sentimientos encontrados, de haber tomado ese riesgo, en su mente martillaba la escena de ese movimiento de prominente pene de su capataz, ella recordó lo varonil del hombre fornido, guapo, de buen porte, cerró los ojos imaginándoselo, ya antes habían tenido roces correspondidos, pero esta vez el riesgo que ella corre es elevado, miraba hacia las ventanas de la estancia, le entró el miedo a los huesos helándose la carne de tan solo ser descubierta en el lugar, mejor trató de marcharse del lugar, pero, de pronto, una mano con fuerza la retiene de su brazo, al regresar la mirada se encuentra con los ojos vivarachos del capataz de amplia sonrisa, sin decir palabras se besaron apasionadamente por vez primera, ella a través de sus temores lo rechazaba de cuerpo pero el capataz de brazos fuertes la retenía, así empezaba con estar manoseándole las caderas, las costillas, llegando sus manos a los pezones, allí se escuchó un alarido de placer con ojos cerrados y boca abierta, juntaron las mejillas, ella olía ese olor a macho mientras él percibía el suave perfume de hembra, ella lentamente se dejó caer en la paja recibiendo ese viril cuerpo fornido, vio alzarse su camisón al pecho y a la vez deslizarse su braga por las piernas a través del movimientos de manos de su capataz ya convertido en su amante, desde hace rato que estaba descalza viendo alejadas sus sandalias, el hombre haciendo gestos con las manos se deslizaba el pantalón y trusa mostrándose ese pene prominente que ahora le rozaba por aquella vagina ardiente de Clemencia, Ricardo lamió y chupó los pezones con suaves mordiscos a los costados, ensalivó la piel de la mujer en su pecho y vientre, de pronto sintió que le entraba el pene en su vagina, dio un gemido mordiendo sus labios, ese pene era más grueso que el de sus amantes anteriores, con furia el hombre complacido de tener sometida a esa hembra le hacía entrar y sacar el pene, ambos cuerpos se movían aceleradamente en la paja seca de la caballeriza, se escuchaba el leve sonido de las coces de los jamelgos, el placer se incrementaba para ambos, desde hace mucho se deseaban con las miradas, desde aquellas veces en que iban a comprar víveres al pueblo, desde aquellas veces que intencionalmente se rozaban las manos con miradas cómplices, al fin consumaban su deseo sexual, puso las piernas femeninas en sus hombros, el pene humedecido latente y venoso entraba con mayor facilidad haciéndola gemir como desde hace tiempo no lo hacía, y aún más al ser rodeada por ese cuerpo musculoso de hombre atractivo, ella en sus sueños había deseado tener ese pene en sus entrañas y ahora se estaba cumpliendo, el sudor le llegó a ambos, ella expulsó su orgasmo, él la recibió con ternura, ahora los movimientos eran entrecortados más pausados, volvieron los besos, sin sacar el pene de la vagina dieron roles sobre la paja seca, el pelo estaba lleno de paja cubría sus rostros, continuaban besándose como desaforados, la saliva recorría las mejillas de los amantes, ella de pronto sintió los movimientos acelerados del pene de Ricardo dentro de su vagina hasta que sintió además el rigor del movimiento del semen en el interior de su vagina, había menstruado hace poco y no corría el riesgo de quedar embaraza, aunque la intención de Ricardo era otra, quería preñarle, así, dejarle un hijo como recuerdo, seguro que sí, lentamente el amante se puso en pie limpiándose el pene y vistiéndose, mientras ella sentada sobre la paja cabizbaja veía salir el semen de su vagina, sin decir palabra, solo con mirarse, Ricardo optó por salir primero, ella quedó recostada un poco más de tiempo muy pensativa analizando lo que había pasado, sentimientos encontrados para ella, se había entregado muy fácilmente a aquel fornido hombre, se vio la viga y de nuevo le vinieron los sentimientos encontrados, su mirada atenta a la gran casa distante de aquel lugar, seguramente su esposo seguiría dormido, le vino la vergüenza, había dado sin embargo, el primer paso en un gran riesgo.
*******
Noelia había festejado la navidad y a su vez su cumpleaños en compañía de los amigos de su esposo Carlos Felipe y su hijastro Serafín, la velada en la noche anterior fue estupenda, solo que en la mañana despertó triste, sentada en una mecedora del balcón de aquella gran casona pensaba en su hijo Gustavito y en su padre Rodolfo Buonanote, se lamentaba no poder haber estado con ellos, desde que su padre supo de la relación con Carlos Felipe la brecha se abrió más a tal punto que el anciano demandó desheredarla, lejos estaba el agradecimiento ante la ayuda brindada por su consideración, más para ella el dolor era de que su hijo seguía las decisiones de su abuelo Rodolfo, tenía una congoja, de pronto que se acerca su esposo frotándole los hombros al verla llorar, ella intenta decir algo pero con palabras entrecortadas sin espacio a entender mejor hace lo mejor que es callar, su esposo le insiste que aclare su idea, pero ella desiste pidiéndole ir de paseo, ya en Noelia se mostraba su vientre crecido a media gestación, el marido complaciente le obedece con una sonrisa; en el paseo por el parque ella se sienta a tomar una flor, al levantar su mirada observa a un niño vestido con antifaz de vaquero y unas pistolas retumbantes de perdigones de juguete, a ella le vino a la mente la imagen de su hijo perdido, seguramente así sería él ahora con esa edad, Noelia lo miró con detenimiento por unos instantes, sus esposo se sumó viéndolo perder al niño entre la gente, esa soleada mañana era de congoja para Noelia, se tomaron de la mano camino a la fuente de sodas, mientras tanto, aquel niño vestido de vaquerito llegó a donde estaba un hombre sentado en una banca leyendo un libro de Julio Verne, era su autor favorito, el niño se sacó el antifaz y abrazó tiernamente al hombre por haberle regalado esos juguetes, el hombre estiró el brazo con la mano extendida, el niño se agarró y a pasos lentos fueron camino a la fuente de sodas, en la entrada del lugar le vino un frio que heló la sangre de aquel hombre, con movimiento impetuoso hizo que el niño girara de espaldas a la calle detrás de la fuente de sodas alejándose rápidamente de aquel lugar, Guillermo Izaguirre y Pedro Artemio se perdieron entre la gente, Noelia a puro instinto vio simplemente de espalda como se alejaba aquel hombre y al niño rubio vaquerito.
*******
La inquietud hacía que Valentín mirase por la ventana de aquel departamento de arriendo a aquellos transeúntes bien abrigados de cuyas narices salía el vapor de sus respiraciones, era ese clima algo nuevo pues no existía en el lugar de su nacimiento, veía la nieve con sorpresa, el frío imperante hacía estragos en su cuerpo tiritando de frío, los brazos del soldado Robinson le daban calor, el niño se sentía protegido, era su único ser conocido en esa amplia ciudad, el soldado comprendía la situación de Valentín, sentía lo mismo que había pasado en su vida en aquel orfanato siendo un niño, ambos estaban en las mismas condiciones, ambos huérfanos, ambos tiritando de frío bajo un soporte del calor de sus cuerpos, le había prometido una mejor vida a ese niño que era de su adopción, para enero cumpliría los seis años, para finales de agosto de 1946 iría a la escuela, antes, trabajaban en la pronunciación del idioma, el niño de a poco se iba adaptando a las costumbres, Robinson tenía que trabajar en la base y él quedaba al cuidado de la guardería del lugar, ambos eran el complemento de compañía, el niño se iba adaptando poco a poco, ya en el vecindario era motivo de conversa, desde la ventana veía a los niños jugar con nieve, Robinson le acompañaba para que socialice en el parque con los niños del vecindario, se notaba que el joven y apuesto militar era el centro de atención de las féminas, tanto así que el domingo del último fin de semana de 1945 ocurrió que Valentín abrió los ojos bosteando y frotándose los ojos sentado al extremo de la cama en su cuartito acondicionado con temas infantiles, preferentemente de estilo militar, descalzo caminaba portando su pijama grueso por el frio entablado de la habitación, sintió tiritar, pero era necesario ir al baño a esa hora de domingo, iba a micciar, ya se le salía el líquido, se iba manoseando el pene vestido, se sentó en el inodoro y empezó a micciar y defecar, de pronto, escuchó unos gemidos, sus piecitos estaban al aire moviéndose, espacio se puso en pie encorvándose y pasándose el papel higiénico por el traserito, puso el banco y se subió en él poniendo su penecito junto al lavabo limpiándose el penecito como Robinson se lo había enseñado, tomó jabón y se lavó el penecito y las manitos, deslizó el banco y escuchaba nuevamente eso gemidos, se limpió con una toalla y salió del baño, fue en dirección de donde salían esos gemidos, con cautela entreabrió la puerta y para su sorpresa vio a Robinson con una muchacha del vecindario, muy joven, bonita y despampanante, ambos estaban desnudos acostados en la cama, él sobre ella, le llamó la atención ver el pene de Robinson que entraba y salía de la rubia vagina velluda que se confundía con el roce de la pelvis de pelo lacio negro de Robinson, el niño sin ser visto quedó abstraído viendo aquello, sus deditos de una de sus manitos estaban al filo de la puerta mientras que los dedos de su otra mano instintivamente le rozaba el pene vestido en ese grueso pijama, seguía viendo esos rostros ávidos de sexo que de sus labios emitían gemidos, su mirada infantil era en ese movimiento de caderas, de ese trasero, se abrieron separándose y quedándose acostados de cara al techo, Valentín vio la mano de Robinson que pasaba por la vagina de ella, mientras la mano de la mujer estiraba el pene de Robinson, se podía ver el deslizamiento del prepucio haciendo cubrir y descubrir el glande por el deslizamiento de la mano, Valentín no era visto por ellos, primaba amarse, así que ella se sentó sobre Robinson tomándose el pene con la mano haciendo que se le introduzca en la vagina y comenzó a cabalgar gimiendo mucho mientras las manos ardientes del militar manoseaba los pezones de la mujer, Robinson le peía más movimiento y ella obedecía, luego se apartaron, la mirada de Valentín fija en esa postura de perrita que se ponía mientras que por detrás la mano de Robinson se apoyaba en la espalda y con la otra entallaba su pene metiéndole por el ano, empujaba al penetrar haciéndola gemir y sacando el pene de igual manera la hacía gemir, esa entrada y salida de glande Robinson en el ano de la mujer llamó mucho la atención de Valentín, era muy rápido el movimiento como intensos eran los gemidos de ambos amantes, los ojos del niño se fijaron en la salida del glande sacando un líquido blanco, la acostó y le pasó por los labios el glande con semen, le dijo que pruebe de su trasero, ella abrió la boca y le introdujo el pene, más sorprendido estaba Valentín de aquello, ella con las dos manos sujetaba el pene metiéndoselo en la boca para luego botar saliva con semen al piso, a ambos los vio sonreír y quedar acostados cubriéndose con la sábana, Valentín con profunda meditación por lo que había hecho apegó la puerta y se dirigió a su habitación.
*******
Luis Alfonso de cinco años estaba feliz con su triciclo nuevo recién comprado por su padre como regalo de navidad, el niño no cabía dentro de su gozo, muchos niños hijos de peones y campesinos lo seguían, Luis muy orgulloso a pocos le daba el gusto de que se monten en su triciclo, uno de ellos era Rómulo de seis años y el otro era Teófilo de nueve años, hijo de un humilde peón, un niño sin madre; por esos caminos empolvados era empujado Luis Alfonso en su triciclo por Teófilo, a su lado iba Rómulo y otros niños, el pequeño pidió a su padre para pedalear junto a la carretera nueva, con cierto recelo de su padre el doctor Pérez le fue concedido el permiso con la condición de que Rómulo y Teófilo lo cuidasen; así fue que junto a ellos pedaleaba por la carretera, a veces Rómulo empujaba y detrás con brazos extendidos Teófilo también lo hacía de tal manera que el pene vestido de Teófilo rozaba el trasero de Rómulo que se daba cuenta de lo que estaba haciendo, y se dejaba hacer, recorrieron varios kilómetros por la carretera y ya de regreso hicieron un alto sentándose debajo de unos árboles, a Luis Alfonso le dio por orinar y se unió a él su amiguito Rómulo viéndose sus penes haciendo caer el líquido en el árbol mojado en parte, a ellos se sumó Teófilo que un impulso después de orinar sujetó de la cintura y unió su pene al de Rómulo, Luis Alfonso sonreía viendo cómo era alzado de las caderas su amiguito y llevado al suelo lentamente rodando por el suelo disimulando su acción sexual a las luchitas, Rómulo quedaba boca abajo y Teófilo encima que le rozaba el pene en lo glúteos, luego lo soltaba, el travieso Rómulo le hacía ademanes con la cadera hacia adelante y hacia atrás, Teófilo respondía agarrándolo y llevándolo de nuevo al suelo haciéndole rozar el pene entre los testículos por un largo rato, Luis Alfonso reía pensando en el jueguito que se estaban dando sus dos amiguitos y de un brinco cayó entre ellos, los dos amiguitos le quitaron la ropa, voluntariamente se puso boca abajo dejándose montar por ambos niños que le rozaban el pene por el traserito, a Luis Alfonso le gustaba sentir que los penes se rozaban con el suyo, pasándolo por la entrada de su ano y sus testículos, vino el abrazo entre los tres rodando por el piso, Luis Alfonso quedo entre ambos, Rómulo lo tenía sostenido de las caderas haciéndole rozar sus penes mientras que Teófilo lo tenía agarrado de los hombros sintiendo el paso del pene más grueso por entre sus glúteos, así lo tuvieron por unos instantes y luego se separaron para vestirse, esa fue la primera vez que Luis Alfonso disfrutó de un trío en aquel día decembrino de 1945.
FIN DEL OCTOGÉSIMO QUINTO EPISODIO
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!