METAMORFOSIS 88
Sex apeare.
Aquella era una mañana capitalina soleada, el gringo como se le conocía el mote a Leandro ya estaba sentado en la acera que daba a su casa, estaba boteando un balón que tiempo antes Don Rodolfo Buonanote le había regalado junto a otros juguetes por motivo de la navidad decembrina de 1945, lo acompañaba un grupo de amiguitos que corrían por el lugar tras el balón, eran las primeras horas de la mañana, aquel niño rubito brincaba alegremente pateando su balón a vista de los transeúntes, por ahí el tráfico era poco, sin embargo, al rato se dirigieron a jugar al lado de la casa donde el gringo vivía que era un terreno baldío, unos ojos lo miraban a cierta distancia desde la vitrina donde habían algunos comestibles en exhibición para la venta, aquel hombre adulto de avanzada edad cuarentona fijaba su atención en los movimientos del gringo, como le decían cariñosamente a Leandro, y era el mote debido a su piel muy blanca que se distinguía entre los niños del lugar y además por su pelo rubio, aquel hombre deslizó su mano metiéndola en el pantalón, apretada con suavidad el tronco del pene y rozaba con las yemas de las manos su glande, cerraba los ojos pensando en ese voluminoso traserito de piel blanca, así se lo imaginaba; la niña, como le decían en el barrio, muy alegre se acercó a comprar, el hombre no se inmutó de pensamiento y abrió sus ojos, la conocía bien desde su nacimiento, él seguía con la mano dentro haciéndola mover más en forma rápida alzando la tela del pantalón por dentro, de lo que la niña se da cuenta, quedándose con la atención del movimiento de aquellas manos, el hombre cuarentón sonríe, mira a los lados, a esa hora poca gente pasaba por el lugar, la niña seguía viendo ese movimiento de la tela, vio que el hombre con la otra mano se deslizaba la cremallera hurgando entre el calzoncillo hasta poder conseguir fácilmente la salida del pene, el glande estaba descubierto, el pene peludo agitándose, ella viendo fijamente los movimientos, el hombre vio a lo lejos acercarse un cliente y de inmediato escondió el pene, se levantó atento a atender, la tierna niña esperaba su turno de compra arrimada en el mostrador, le inquietaba ver eso que presenció, con señas el hombre le hizo esperar, el cliente se despide del dueño de la abacería retribuyendo con calidez, la niña miraba paseándose en el interior de la tienda paseando y tocando los artículos que ahí se exhibían a la venta, aquella enternecedora niña vestía un humilde vestidito portando sandalias en sus polvosos pies, a sus apenas cinco añitos denotaba belleza pese a no estar muy aseada por su condición de humilde, su piel blanca contrastaba con la piel del dueño de la abacería, el hombre le hizo sacar una sonrisa a la vez que con la mano movida le insinuaba que viera rascarse su pene vestido, aquel hombre le dijo algo en el oído que a ella le hizo sonreír y asintió con alegría dibujándose una amplia sonrisa en su rostro, eso fue todo para ganársela, esa actitud de la niña fue lo suficiente para que el cuarentón sentado vuelva a abrir la cremallera saliendo el pene erecto velludo y peludo para mostrárselo, los ojos de la nena estaban ensimismados, a prudente movimiento le dijo que pase del mostrador a donde se encontraba sentado, desde allí dominaba la escena, la nena continuaba viendo ese agitado pene con un líquido transparente en la punta del glande, le hizo rozar sus deditos por esa parte del órgano genital, la nena sonreía y miraba el rostro del hombre que con su mano tocaba la de la pequeña ahora rozando el tronco, de repente a lo lejos se divisaba la venida de un pequeño a comprar, se apartó de ella para atenderle haciéndole gestos para que se quedase quieta, vio las atenciones del hombre al niño, éste se despidió con el mandado saliendo presuroso de la tienda, el dueño de la abacería se sentó mostrándole de nuevo el pene, ella voluntariamente y con sutileza lo volvió a tocar con la yema de los dedos, el dueño señalando con el dedo la vaginita vestida le dijo que eran dos “cositas” con las que se puede “jugar” a la mamá y al papá, le preguntó a la nena si alguna vez había visto “jugar” a sus padres con… “esos” señalando su pene y la vaginita, la contestación de ella fue asentir de manera cabizbaja con timidez, le pregunto a ella si le gustaba verlos “jugar”, ella continuaba asintiendo, le preguntaba si los había visto “jugar” en la cama, ella con risa picaresca asentía con mirada al piso mostrando timidez, ya para ese momento la niña estaba con su piel muy sonrojada que se podía apreciar en su tono de piel contrastada, mientras le hacía las preguntas también le hacía pasar la mano por su pene sin dejar de ver a la entrada de la abacería, le insistió por si quería “jugar a eso” y ella asentía tímidamente, el adulto pensó que era mucho tiempo el que ya había estado con la niña, le hizo el despacho diciéndole al oído que la esperaba al cierre del negocio al mediodía, con un regalo que mucho le gustaría si “jugaban”, le pidió que de esto no diga a nadie, que no dijese especialmente a sus padres, la tierna niña aprobó moviendo afirmativamente la cabeza, tomó sus comprados, quiso pagarle pero el dueño le dijo que se quede con el dinero, que se lo guarde, que era para ella, ella muy sonriente brincaba de gusto metiéndose en el bolsillo del vestidito aquel dinero de las compras y que su madre le había enseñado a distinguir los valores de las monedas, ella muy contenta se acercó a un heladero, sus manitos tomaban el cono de helado viendo hacia la entrada de la abacería donde un complacido dueño la estaba mirando hasta que perdió en la calle; tiempo después en la hora de cerrar al mediodía el dueño de la abacería bajaba las persianas dejando entreabierta la puertita de entrada a su negocio por si ella vendría, estaba angustiado tragando saliva mirando el reloj de pared, su frente sudaba, daba cuenta que al pasar los minutos ella no venía, pensó angustiosamente que esa pequeña niña ya no vendría, pensaba que seguramente el por qué le ha de haber contado algo de eso a su madre y ahora estaría él en problemas al ser descubierto en sus intenciones, sí, en problemas, tragó saliva y optó por agarrar con furia una manta cubriendo el mostrador en señal de cierre, el negocio no sería atendido al público como siempre de 1 p.m. a 3 p.m. el hombre pensó ir a comer al restaurant del centro y ya cuando se aprestaba a cerrar la puerta vio a la niña, caminaba presurosa, el rostro del hombre se iluminó, la pequeña de cinco años venía de la mano con su hermanito de más de un año, él entró primero y luego de inmediato les hizo pasar con la intención de no ser vistos, le preguntó por la presencia del niño y la niña le dijo que su mamá le había dado permiso para jugar ahora en el parque y que en un par de horas regresaría a casa, el hombre sonrió, en parte le había hecho caso a lo que le dijo que le dijese la niña a su madre, acarició el rostro del pequeño de más de un año que caminaba ya con poca dificultad de la mano de su hermanita, de inmediato le mostró un juguete articulado muy de moda por esos tiempos para los niños de su edad, se notaba que le gustó muchísimo y se sentó a jugar con él, a cierta distancia corta estaban viéndole jugar la niña y el adulto, el niño estaba acostado completamente distraído jugando con ese juguete; la abrazó por detrás para que sienta en su cuello el pene amoldado vestido que se rozaba, lentamente por detrás de ella se fue acuclillando susurrándole al oído frases motivadoras que halagaban su belleza de niña inteligente, estaba abriendo el campo de la confianza para lo que se proponía hacer, le besaba el cuello repetidamente haciéndole poner la piel de gallina, ella experimentaba esas nuevas sensaciones hechas caricias en su piel a la que la temperatura se elevaba, él la iniciaba, lentamente le hizo girar, el niño de un año de edad no vio el momento en que las manos del adulto desabotonaban el vestidito que su hermanita de cinco años llevaba puesto, ni escuchó el momento de verla así con su braguita puesta cuando aquel adulto cuarentón le decía que iban a jugar al “papá” y a la “mamá”, tampoco el niño precioso vio que delante de su hermanita el adulto se quitaba la remera y el pantalón que llevaba puesto, el niño tenía su mirada atenta en el juguete prestado, estaba ajeno a mirar hacia donde estaba la niña y el adulto que se miraban los cuerpos, ella sonrojada ya de su ver a aquel hombre y se puso más sonrojada cuando vio que las manos adultas velludas tomaban la braguita blanca que llevaba puesta deslizándola por las piernas llegando a caer en los tobillos, ella de inmediato instintivamente se llevó con vergüenza las manitos a cubrir su vaginita pero de inmediato el sonriente dueño de la abacería apartó sutilmente las manos de la pequeña de cinco años mostrándose así esos perfectos delineados labios vaginales, le veía el rostro al adulto que sonreía socarronamente viendo ese cuerpito desnudo infantil, a señas de orden del adulto los piecitos de la niña se deslizaban por las sandalias dejándose ver esos dedos alargados bien formados, ella puso su manito de dedos alargados en el hombro apoyándose para liberar sus piecitos descalzos de la braguita, el rostro infantil era de un semblante de recelo y timidez, el hombre le decía que no sienta pena pues así es como empieza el “juego”, le manoseaba el cuerpo y le daba de besos en la frente y la mejilla, ella vio ese pene erecto hecho lanza de punta amoldado en la tela del calzoncillo de época que llevaba puesto aquel hombre cuarentón, con mucha sonrisa, en su delante lentamente se lo fue deslizando hasta los tobillos y luego liberándole los pies apartaba la única prenda que le quedaba puesta, así ambos se vieron desnudos, le pregunta a la niña si así en cueros estaban sus padres antes de “jugar”, ella asentía cabizbaja, le tomaba el mentón con la mano y le decía a la nena jalándole la carita y mirándole a los ojos con seguridad que eso era normal en el “juego”, que no tuviese pena, pues “jugar” así era muy delicioso y se lo iba a mostrar, así que no había por qué sentir recelo ni vergüenza, además, que por “jugar” juntos ella recibiría un premio y le señaló los dulces de la variedad que ella deseaba, inocentemente con alegría se acercó desnuda como estaba a uno de esos recipientes señalando uno de esos dulces, él vio a ese cuerpito moverse con ese voluminoso traserito rozagante y muy presuroso le regaló uno además le dijo que recibiría más luego de terminar juntos de “jugar”, ella brincaba de alegría con el dulce en sus manos, además le dijo que le regalaría algunos a su hermanito si se portaba bien, ella sentía que había ganado mucho con esa actitud, la niña se sentó sobre una caja a disfrutar del dulce quitando la envoltura y comerlo de a poco, abre las piernas y se ve esos labios vaginales abiertos, el hombre se complacía con mirar, se acercó y se acuclilló delante de ella oliendo la vaginita, ella reía pues le hacía cosquillas y fue más cuando la encorvó sobre las cajas pasándole la lengua por la deliciosa vaginita infantil, ella no soltaba el dulce y aún no dejaba de reír ante esas cosquillas, el hombre se apartó y le dijo si eso que le hizo le gustaba, a lo que ella movía la cabeza afirmativamente, sonrieron mutuamente, le dijo a ella que se diera cuenta que eso era parte del rico y delicioso “jueguito” que iban a hacer, en ese momento se acercó a ella dándole un beso en la frente y en las mejillas diciéndole que termine de probar el dulce para luego “jugar”, ella obediente asintió probando el dulce, el niño vio que el adulto se acercaba y le daba otro juguete, ese adulto estaba desnudo, pero inocentemente a más de su año de edad no daba cuenta de aquello, por su estimulo innato se limitaba a tomar ese otro juguete y jugar ahora con los dos juguetes articulados que el adulto le había prestado, ver al niño feliz jugando eso de veras mucho complacía al adulto, inmediatamente lo lleva de la mano a un rincón rodeado de cartones, aislándole al niño para que no pueda ver lo que posteriormente haría el adulto con la hermanita, así que ahora al ver que la nena estaba ya sin el dulce y moviendo sus piecitos al aire sentada en las cajas se acerca y empieza a acariciarle y besare las piernas a lo que reía la nena al sentir los labios del dueño de la abacería, metió en su boca sin recelo ambos dedos gordos de los pies de la nena, continuó besándole las piernas hasta llegar a la vaginita donde le dio de besos mientras ella apoyaba sus manitos en el pelo del hombre, la bajó de las cajas donde estaba sentada, se vieron desnudos por unos instantes, sobre todo sus partes íntimas, él tomándose el pene agitándolo con una mano le decía a la niña que lo que tenía en su mano era un “gusanito” y con la otra mano le señalaba la vaginita diciéndole que ese gusanito quería entrar en la “cuevita” y era eso precisamente lo que hacían como juego al “papá y a la mamá” que el gusanito “juegue” dentro de la “cuevita” ella estando en pie miraba fijamente cómo el hombre se inclinaba llevando el glande pene a rozar los labios vaginales, ella sentía ese roce algo extrañada, a lo que él le decía que si le gustaba, ella sorprendida no le contestaba, sintió que una mano del adulto rozaba sus glúteos, luego la llevó a su cuerpo, se abrazaron, ella sintió el roce del glande en su pecho, le acarició el pelo y rozaba sus manos por las caderas, le hizo suspirar, de nuevo se inclinó rozándole de nuevo el glande en la vagina, ella miraba al escuchar decir del hombre que el gusanito estaba jugando en esa cuevita, que eso era parte del “juego”, que ahora se acuclille y ya estando así luego de rozarle el glande en la vaginita ahora ese glande lo pasaba por los labios rozagantes, el dueño de la abacería le decía que huela y a la vez que pruebe de su “cuevita”, “¿deliciosa verdad?”, la nena se limitaba a mirarle luego de haber tenido parte del glande en su boca, ahora le dijo que diera vuelta, así inclinado la hizo poner a ella de posición perrita y le abrió los glúteos diciéndole que ahora el “jueguito” sería en ese potito, el glande pasaba por la separación de los glúteos dándose placer aquel cuarentón, luego a la niña la acuclilló en su delante, le pasó de nuevo el glande por los labios haciéndole abrir la boquita diciéndole que huela y pruebe de su culito, ella metió en su boca parte del glande de aquel hombre que le acariciaba el pelo, le decía que lo estaba haciendo bien bajo sus direcciones, al sacárselo ella pasó sus manitos por los labios viendo ese glande ensalivado, el hombre sonreía complacido, le preguntaba si iba bien el jueguito que estaban haciendo, ella respondía moviendo afirmativamente la cabecita, así que la hizo de agarrar a la niña por la cintura llevándola marcada rápidamente al otro rincón de ese sitio entre objetos, recostándola sobre el extremo de una mesa pequeña, levantó su mirada para ver que desde allí el niño no vería lo que iban a hacer ella y él, se puso detrás de ella haciéndole frotar el pene por el trasero vestido de la pequeña, rápidamente le deslizó saliva por el culito y le pasó el pene tibio por la piel blanca y suave de esos maravillosos glúteos infantiles, la acomodó en posición parecida a la de una perrita, entalló el pene entre los glúteos y empezó a tratar como de meterle por el ano, la niña pujaba y gemía apretando con sus manos el filo de la mesa donde estaba acomodada, le preguntaba si le gustaba, ella no contestaba, sólo se escuchaba sus gemidos, estaba extrañada de sentir eso por vez primera, el hombre sabía del corto tiempo que tenía y la hizo recostar de espalda toda ella sobre la mesa pequeña, le hizo abrir las piernas, los muslos infantiles descansaban sobre los muslos peludos del cuarentón, ella vio que le abría los labios vaginales y el glande de aquel hombre rozaba su vagina, arqueó un poco más su cuerpo y se lo fue punteando de a poco en poco en cada gemido que ella daba, el glande llegó a la mitad de la entrada de esos labios vaginales de niña preciosa, para el cuarentón el roce era delicioso, ella no paraba de gemir, el hombre agachado le lamía las bolitas de los futuros pezones, la lengua recorría el pecho y la barriga, el pene salido volvió a tratar entrar lentamente a la mitad con el constante roce, los gemidos se incrementaban, le tapó la boca y en ese instante cuando el pene estaba salido sintió eyacular, ella vio el semen mojando su vaginita sin pelos en contraste con los pelos negros del hombre donde contrastaba lo blanco del semen, lentamente el hombre se apartaba quitándose parte del semen con los dedos, ella lo vio alejarse y agitarse el pene, pero aún quedaba semen en el pelo y tronco del pene adulto, ella pasó dos de sus dedos por los labios vaginales, extrañada de ver ese líquido blanco, luego recordaría que eso era lo que su papá le dejaba a su mamá luego de “jugar eso”, ahora lo entendía, ella seguía quietecita con las piernas abiertas recostada en el mesa, el hombre disfrutaba viéndola en esa postura con sus piecitos al aire moviéndose pendularmente, la había hecho suya de nuevo como hace ratico aunque a medias, tenía miedo desvirgarla completamente, no quería problemas con la vecina ni con el vecindario, afortunadamente no había llegado clientela aún por el cierre por si acaso se escuchaba algún gemido salido de labios de la “niña” como le decían de mote cariñosamente en la colonia, ella quedó allí recostada sin moverse a señas de orden del cuarentón cuando vieron acercarse al “niño” como le decían de mote cariñosamente en la colonia, vio que su iniciador iba en camino hacia donde estaba su hermanito y le dijo que “para ti también hay”, y abriéndole la boca con cuidado le rozaba el glande, el niño probaba de ese resto de semen en su boca, “prueba de la cuevita de tu hermanita” luego le apartaba, se pasaba el bracito por su boquita sacándose instintivamente los restos de semen de los labios, el hombre sonreía entrecortado, levantó al niño recostándole sobre la mesa, le bajó el short mostrándose el culito, con un dedo adulto tomó restos de semen de la pierna de la niña y se lo pasó en el glande, luego ese glande rozaba el traserito del niño dejando restos de semen, abrió el culito y lo punteaba con su glande, el hombre la encorvó a la niña y también le pasó el glande por el culito, se complacía de ver a esos dos niños desnudos en su delante teniendo restos de semen en sus traseritos, se apartó para contemplar esos cuerpos desnudos, tiempo después ella ahora acuclillada con las piernas abiertas empezó a orinar en el rincón donde se encontraba una bacinilla de losa, el hombre satisfecho por lo que había hecho la miraba orinar, se limpiaba el pene con la braga de la niña, igual con ese objeto la limpió haciéndola sentar y abriéndole las piernas, la tela de la braga pasaba por los labios vaginales y recorría los muslos quitándole el rastro de semen por la piel, lo mismo hizo con el niño, aquel hombre le dijo que se quedaba con esa prenda como testimonio de lo que habían hecho, la niña acompañó al hombre para que le diera el regalo prometido y antes de irse el hombre abrió su caja registradora y le dio a la niña algunas monedas, le dijo que cuidadito con hablar de lo de hace rato habían “jugado” pues ella no tendría más monedas, la falsa humildad de la niña y su picardía le hacían asentir alegremente en complicidad de mirada, el hombre la vio irse caminando lentamente de la mano de su hermanito, aquel hombre pensaba, pronto, a futuro sería completamente suya aquella hermosa niñita y por qué no aquel precioso niño, la deseaba desde que ella tenía tres años, recordaba aquel tiempo en que tuvo una relación con la madre a escondidas del padre de aquella niña, afortunadamente la relación entre el hombre y la madre de la niña no la conocían los vecinos, pero si daba cuenta de aquello la tierna niña que en un par de ocasiones los sorprendió acostados desnudos en la cama del cuarto donde arrendaban sus padres cuando tenía más de dos años; el hombre solterón cuarentón era muy respetado en la vecindad, ayudaba como prestamista a los vecinos, tenía una apariencia de buen samaritano y cariñoso con los niños, aquel hombre recordaba ese romance con su vecina madre de aquella hermosa niña que vivía del lavado y de lo que su esposo un humilde albañil traía para el pan de la casa para alimentar a su esposa, su hijita de cinco años y su hijito de más de un año, aquel hombre abrió la abacería se volvió a sentar muy satisfecho en el mostrador viendo a los niños jugar con el balón en aquel terreno desolado, se agitaba con un abanico, tenía un poco grasa corporal en exceso debido al sedentarismo por el que actualmente pasaba, pero aún mostraba su musculatura de su actividad cuando era joven, ahora la mirada de aquel hombre seguía fija en aquel niño rubio que con su piel y su forma de vestir sobresalía entre otros niños, Leandro era un niño aseado bien cuidadito por su madre, además de tener una cara y expresión hermosa tenía un cuerpo rellenito igual que su traserito abultado y sus caderas arqueadas, el hombre miraba correr a aquel niño, lo hacía como amanerado, el cuarentón se complacía con verlo sonreír, le vino una leve calentura que le hizo tragar saliva al ver cuando Leandro se agachaba o se arrodillaba a agarrar la pelota con sus dedos bien formados y alargados, su piel se hacía rozagante con el pelo moviéndose al viento, arqueando sus bracitos con las manos dobladas, parecía una nenita en cuerpo de niño, uno de sus amiguitos le hizo caer y otro se acostó encima, Leandro se dejó sentir por unos instantes aquellos movimientos de cadera alzando y bajando sobre su trasero vestido, el dueño de la abacería se levantó súbitamente ocultándose detrás de unos objetos viéndolo con unos binoculares, vio que cada niño se acostaba encima de Leandro y luego Leandro entre ellos, disimulándose sus luchitas hacían lo mismo revolcándose sobre la tierra del lugar, pasaron los minutos y continuaron con su juego; al llegar el ocaso los niños fueron despidiéndose, sólo quedó Leandro con un amiguito, los dos estaban sentados en el suelo botando y pateando el balón, a través de los binoculares pudo ver que Leandro se deslizó la mano en la entrepierna haciendo que el amiguito viera esos movimientos, el cuarentón vio a los niños levantarse y adentrarse en el terreno baldío donde había una casa abandonada de madera, los niños se adentraron sintiéndose no ser vistos, el hombre quiso espiarlos afinando el lente de los binoculares, se imaginaba lo que irían a hacer, le vino una angustia con calentura en la piel, no pudo hacer su cometido pues en ese instante se acercaba un distribuidor a hacer entrega de mercadería y pedido de otra a futura adquisición, un rato después vio a los dos niños saliendo del terreno, estaban un poco despeinados, Leandro tenía rastros de telaraña en el pelo igual que su amiguito, los dos se estiraban el pene vestido mirándose el movimiento con sonrisa cómplice, la espalda de Leandro tenía mugre en la remera, señal que se había acostado, igual su pelo rubio tenía polvo detrás, eso calentó al hombre que se despidió del distribuidor con mano temblorosa, el amiguito se despidió de Leandro, por unos minutos aquel niño rubio siguió en la acera boteando y pateando su balón, el hombre desde el otro lado de la calle le hace señas para que se acerque extendiéndole una gaseosa para la sed, era de cortesía, el niño de un impulso caminó con su balón bajo el brazo recibiendo la gaseosa, los dos se miraron y sonreían, se efectuó un corto dialogo interrumpido por la gente que compraba, el niño sentado en una silla disfrutaba de su gaseosa, al terminar el hombre le regaló otra que se la tomaba con pausa, el cuarentón tenía la vista fija en la tela del short de Leandro por donde se notaba salir la tela de la trusa cuando se abría de piernas, el hombre se acercó al niño a rozarle los brazos y acariciarle la cara y el pelo, le pasó la entrepierna por los brazos y al disimulo con atrevimiento rozó la tela del pene vestido por la cara del niño quien sonrió, el hombre le preguntó al niño si le gustaba eso, Leandro tímidamente solo bajaba la cara sonriente asintiendo, el cuarentón se complacía de oír aquello, en eso la madre de Leandro se acerca a decirle a su hijo que se quedara en casa pues iba al hospital al chequeo prenatal de emergencia, que llegaría pronto para hacerle la cena, el niño obediente asintió, la madre compró unos víveres para que el niño los lleve a casa dejándole la llave, pidiéndole al dueño de la abacería que como siempre cuide al niño hasta que el padre llegue, los dos adultos se despidieron con alegre sonrisa de cortesía, el hombre vio al niño entrar en su casa, se preguntó si no sería esta su oportunidad, así que dejó pasar un buen rato bajando la persiana del negocio fue al frente a tocar la puerta, Leandro atento aceptó la invitación del cuarentón para que vaya luego a la abacería porque deseaba regalarle algo, el niño cerró la puerta y entró mientras que aquel hombre dejaba entreabierta la entrada de la abacería, el tiempo transcurría, los deseos del hombre por tener a Leandro entre sus brazos eran cada vez más intensos, hubo un momento en que se desesperaba porque no venía, era capaz de llamarlo otra vez a la puerta, si fuera posible traerlo agarrado del brazo, pero no, no podía hacerlo, era exponerse, sentado en el taburete de la abacería miraba la entrada, recordaba ese culito del “gringo” Leandro, un cliente se asomó a pedir algo, solicito lo atendió y se fue a sentar de nuevo en el taburete esperando a su nene lindo como le decía, miraba el reloj, ya pronto vendría el padre del niño y todo se quedaría en el deseo, el tiempo transcurría hasta que de pronto vio unas manitos blancas con dedos gruesitos alargados agarrando la puerta, era Leandro dejándose ver en cuerpo entero, el cuarentón sonrió transmitiéndole con una sonrisa aquella dicha que sentía de ver al recién llegado, puso su mano gruesa peluda sobre los hombros del niño haciéndolo caminar adentrándose en la abacería, vio el rincón donde hace horas había hecho el sexo con aquella niña inquieta, colgada en la pared aún estaba esa braguita, ahora en ese mismo lugar tenía a aquel niñito blanquito vestido en short con sandalias y remera ajustada al cuerpo, se había bañado, su piel estaba muy suave, el hombre acercó la cara para pasar sus mejillas por el pelo rubio sedoso de aquel precioso niñito de piel blanca que contrastaba con su piel bronceada, caminaron unos pasos más hasta llegar a una puerta de madera que se abría con una oxidada llave antigua, de un empujó se abrió, entraron, vieron un gran depósito de mercadería ordenada, entre ella se encontraba la barra de chocolate y galletas que más le gustaban a Leandro, emocionado tomó algunas, no se percató que aquel hombre lo acariciaba de los brazos, se vino a dar cuenta cuando sintió que algo estiraba su traserito, al regresar a ver sintió los dedos de aquel hombre tratando de adentrar sobre el traserito vestido del niño, se pusieron parados de frente, mirándose el uno del otro, la mirada de Leandro era en la entrepierna del hombre que le decía que sabía lo que él había hecho con su amiguito en la casa abandonada, que salió haciendo “travesuras” y “jueguitos” de ese lugar ensuciándose la ropa con el polvo y las telarañas de aquel lugar, Leandro se puso cabizbajo, su tierna edad no daba para mentir, no poseía esa sucia de negarlo, el hombre sonrió, el hombre le deslizó el short y luego la trusa viendo aquello no lo podía evitar, tenía miedo de que el adulto contase a sus padres lo de la casa abandonada y su amiguito y lo de siempre ir allí a hacer “travesuras” y “jueguitos”, Leandro sin articular palabra alguna continuaba viendo aquellos movimientos de manos y tela al deslizarse por su piel, el hombre acarició el cuerpo descubierto, le dijo que no le diría a sus padres lo que vio, así que el hombre fue al penecito a lamerlo y chuparlo en repetidas veces, el niño se apoyaba en la cabeza del hombre cerrando los ojos, pese a su recelo Leandro sentía placer por el efecto que daba esa boca y lengua adulta, el tiempo iba transcurriendo, vio el reloj, recordaba que pronto vendría el padre del niño, el hombre hizo una pausa contemplando ese penecito ensalivado, dio unos pasos y se recostó entre unas cajas de madera, se deslizó el pantalón y el calzoncillo mostrándole su peludo trasero y sus glúteos, le hizo señas para que se acerque y roce su penecito en el trasero del cuarentón, así fue que pasó ese roce por unos instantes, las caderitas blancas se pegaban a los glúteos bronceados, Leandro se agarró de los hombros de aquel hombre para que sus caderas tuvieran firme movimiento, el hombre sentía el roce de esa suave piel ensalivada en sus glúteos, acomodó ese penecito como pudo para que roce en raya de su trasero, hicieron un alto, posteriormente le hizo arrodillar a Leandro y el hombre se sentó en la caja de madera, abriéndose de piernas le dijo a Leandro que le tocaba y que por eso le iba a dar buen dinero, el niño sin dudar le lamió y chupó por un rato el pene, recordaba sus encuentros con Luis Izaguirre el nieto de Rodolfo Buonanote, ya bien ensalivado el hombre lo recostó al filo de la caja contemplando por unos instantes el cuerpo quietecito del niño en esa postura, el hombre agitó el pene que ya tenía liquido pre seminal, se lo vio brilloso y le fue pasando por la piel del traserito, al mismo tiempo que se acercaba a acariciarle el pelo y toda la cara, el pene fue entrando lentamente al puje y gemido del niño, el hombre estaba fascinado viendo que todo su glande estaba adentrándose del ano de Leandro pero más sorpresa aún que el esfínter infantil no daba resistencia al pase de su glande, sonrió y siguió sodomizando, lo dejó un ratito adentro a medias, le decía al niño que sintiera como estaba haciéndole el amor, de ahí que vino el meter y sacar a medias que era lento y pausado al principio pero después muy acelerado, tanto así que el niño bufaba gimiendo y apretando los dientes y las manos, el hombre lo viró al cuerpo del niño, ahora las piernas y muslos se apoyaban en los hombros del hombre que las abría para que el glande pueda entrar con mayor facilidad en el ano abierto, pesaba que así iba a comprobar lo que ya de antemano sospechaba, sonrió, así que el pene entró en su totalidad, sonrió más ampliamente viéndole al niño fijamente a los ojos, y ambos vieron el meter y sacar, con gemidos entrecortados Leandro aguantaba el embiste, las manos del hombre agarraban las piernas de Leandro, después una de las manos del hombre masturbaba el penecito del niño al mismo tiempo que lo penetraba, le lamió las tetillas infantiles, ya sudaban del sexo realizado, le vino la eyaculación al sacar el pene poniendo sobre el pene del niño, vieron el semen ser expulsado cayendo en barriga, ombligo y caderas de Leandro, no era la primera vez que hacían eso, se separaron el uno del otro con delicadeza las piernas de Leandro tocaban piso, con los dedos trató de quitarse el semen pero el hombre muy oportuno le pasó el papel por la barriga, luego de vestirse cayeron al piso dándose repetidos besos, Leandro quedó en esa habitación pues de afuera llamaban para ser atendidos en la venta, el hombre cauto salió, al rato lo vino a ver para que saliera, lo vio caminar lentamente a su casa llevando consigo un paquete en donde estaban envueltas sus golosinas y dentro del bolsillo un billete de mediana denominación que para su edad inocente sería una pequeña fortuna, aquel hombre sonrió, ya hace buen tiempo descubrió que ese potito había sido abierto pero desconocía aquel hombre cual había sido el primer pene que había entrado en ese culito, pero eso para él no importaba, se sentó a pensar, se había comido tres potitos, aquella mañana había sido espléndida.
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La recepción que recibió Noelia de su esposo y sus amigos íntimos hicieron del ambiente festivo muy acogedor su ánimo, su barriga estaba muy avanzada, es que estaba en los días de alumbramiento, lejos había quedado el susto recibido lo de aquel día en el cementerio cuando fue socorrida en parte por aquel niño rubito, Carlos Felipe pasaba en forma repetida sus manos por la barriga de su esposa, en realidad, ella era el amor de su vida, siempre lo había sentido que habían nacido el uno para el otro, pero el destino por muchas ocasiones los habían separado, aún seguía esa brecha de desencanto por lo de su hijo desaparecido, Noelia no se daba a sentir que lo había perdido, pero ese hijo que ambos esperaban era una nueva oportunidad que se presentaba, la fiesta baby shower estaba en su apogeo, un frío Gustavito sentado desde un rincón miraba el evento, su madre lo estimulaba a bailar, Gustavito miraba a su padrastro, estaba con celos, no lo podía evitar, la llegada de un nuevo hijo, de un nuevo medio hermano, le incomodaba, de pronto sintió sobre sus hombros una mano enguantada de fino encaje de lino y tul, el perfume femenino le hizo girar intempestivamente ambos coincidieron con sus miradas, era una mujer de mediana edad que con risa pícara y gestos coquetos le llamaba la atención a Gustavito, se presentaron, Isaurina, su nombre, bordeaba los veinte años, coqueta con sex apeare elocuente, con su cadenciosa voz altisonante y cautivadora le hizo ser el centro de su atención aquella noche, las piezas de baile se hacían frecuentes, Noelia se dio cuenta y se sintió complacida de que su hijo se sintiera feliz, Carlos pensó lo mismo, fueron al balcón a seguir con la tertulia, el sorbo de champagne repetitivo se hacía presente en ambos, todo era condicionado a sentirse felices de sus comentarios, el acaudalado padre de Isaurina, Don Jairo Arciniegas se agregó por breves instantes en la charla, los invitados comentaban irónicamente que era un político de poca monta que se le atribuía el haber dejado morir a su mujer de la fiebre amarilla, los dos jóvenes continuaron con sus diálogos, los tragos hicieron que su instinto haga que sus manos se rocen, sus miradas intercambiadas hicieron que exista un apego incrementándose por los instantes de roces en los brazos, de pronto se acercaron sus rostros y nació su primer beso tibio, no tan apasionado, ella sonrió coquetamente hasta que Gustavito no pudo más resistir el impedimento de estrecharla en sus brazos, dándose ahora un apasionado beso, era en un rincón semi oscuro del lugar, ella sorprendió al joven de dieciséis años metiendo su mano por la cremallera antes deslizada buscando su tibio pene ya muy erecto, sorprendido vio que ella se lo sacaba y lo lamía, Gustavito vio a todos lados muy sorprendido por lo que la chica le estaba haciendo, se contuvo en evitarlo, se dejó llevar por el deseo, se levantó buscando los labios de Gustavito encontrándolos en un apasionado beso con lengua, ella estaba esplendida deseosa de sexo, a hurtadillas la llevó a un cuartucho escaleras debajo de la residencia, rápidamente se despojaron de la ropa hasta sentir el pene entrando en la vagina de la mujer, ella sujetaba los glúteos de Gustavito que aún no salía de tal asombro emocionante del por qué habían llegado con sus impulsos a ese apartado lugar de la fiesta, complacidos estaban de tanta exposición corporal, pero no era tiempo a más análisis sino a hacer el sexo, ella gemía con placer cumpliendo con su orgasmo, Gustavito sintió su pene mojado, ella se arrodilló llevándose a la boca el pene de Gustavito luego le hizo eyacular, prolijamente se arreglaron y se vistieron, aquella noche sería una de tantas para ambos amantes; la fiesta continuaba, en la otra ala de la residencia Serafín bien vestido observaba a la empleada vestida muy acorde al evento, disimuladamente le pasó la mano por el trasero insinuándole comentarios al oído, al rato ella abre la puerta, ve a Serafín acostado en su cama completamente desnudo, ella se iba quitando la ropa en recorrido al llegar a la cama, los dos cuerpos se fundieron, ella encima de él moviendo las caderas haciendo que suenen los resortes de la cama, la habitación se puso a oscuras, se escuchaban los gemidos de ambos, ella se puso en el extremo de la cama pidiéndole a Serafín que la sodomice, obediente lo hizo dejándole el semen dentro del ano, se llevó el pene a la boca quitándole el semen dejándolo con saliva y luego cayó en la cama abierta de piernas, Serafín le introdujo el pene el vagina y fue haciéndole el repetido meter y sacar, hasta que el pene de Serafín sintió el orgasmo de ella, por unos instantes quedaron abrazados en la cama, al venir la luz se notó la sabana manchada se semen y fluidos vaginales producto del sexo hecho, al rato ella tomó la ropa y se vistió, lo hizo rápido para evitar sospechas, él se esperó un poco, de pronto al vestirse vio a un grupo de gente que hacía escolta a la pareja anfitriona, vio a Gustavito abrir presurosamente la puerta del auto, Carlos la introducía a Noelia lentamente, la gente rodeaba el auto, dio precipitada marcha, al bajar las escaleras Serafín fue notificado que su madrastra iba a dar a luz pues se había roto la fuente, presuroso pidió ser llevado al hospital, allí estaban muchas personas sobre todo afuera del hospital, es que Carlos Felipe del Olmo era ya considerado como una celebridad comercial del país, tanto esfuerzo había valido la pena, el tiempo transcurría los presentes especulaban el sexo de la criatura que estaba por nacer, el médico que coincidentemente había traído al mundo a Gustavito hace dieciséis años atrás, ahora era escoltado por un par de enfermeras, habían puesto toda su atención en el parto, al salir del quirófano se sacó la mascarilla, aún sudoroso emitió las palabras: es un precioso varón, felicitó al orgulloso padre y los presentes lo abrazaban, la orgullosa madre esperaba las visitas en su cuarto de hospital, la enfermera trajo al recién nacido para que sea marcado por su orgulloso padre, se trataba de un varoncito muy blanco de piel, como no podía ser de otra manera ya que su descendencia europea era de nobles e hidalgos españoles, fueron a la habitación donde estaba acostada, el primero en colmarle de mimos fue su esposo, la vida los había premiado con otro hijo, sus rostros se unían a la cabecita del neonato recibiendo besos y caricias por parte de sus padres, Gustavito se unió a las caricias prodigadas a su madre, al rato Serafín se une a los saludos y enhorabuenas, a través del cristal observaban al pequeño al que los padres ya habían decidido ponerle el nombre: Carlos Augusto Rodolfo Del Olmo Buonanote, ese precioso neonato llevaría los nombres ancestrales de sus dos abuelos.
FIN DEL OCTOGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
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