METAMORFOSIS 93
Sintiendo el sexo.
Desde las aulas se miraban distantes, pero no se decían palabra, Valentín se había adaptado al sistema de clase en ese país tan extraño al de su origen, mucho le llamaba la atención de aquel muchacho que ya hace más de un par de semanas había experimentado con él ese acto sexual en ese sitio apartado de la escuela, el recelo invadía a Valentín alejándose de aquel muchacho cuando estaba cerca, como que en su conciencia daba cuenta de que algo no estaba bien, el muchacho también lo notaba y no se acercaba limitándose a verlo a distancia, no sin antes mostrar su gusto por él al momento de manosearse el pene vestido acompañado de una irónica sonrisa, tanto así era la cosa que Valentín se limitaba a observar y a ponerse cabizbajo, fue en aquella ocasión en que un grupo de muchachos hicieron deporte mezclando en sus equipos a niñas y niños de diferentes edades, a distancia el pequeño Valentín los miraba jugar bebiendo su jugo sentado en las escaleras de ese complejo deportivo, en instantes lo vio apartado del grupo y estaba sentado sobre la grama muy abierto de piernas, ese muchacho al ver a Valentín se manoseaba el pene abriendo más deliberadamente sus piernas, el muchacho vio a los lados y disimuladamente se bajó el short mostrándole a Valentín la cabecita del virgen pene erecto, eso sorprendió a Valentín volviéndole a despertar la inquietud de ver más de cerca ese pene, así que al disimulo y trató de estar más cerca de él caminando por las escaleras en forma poco discreta, pero el muchacho al ver a los demás niños cercanos a él, no lo hacía tan seguido eso de mostrarle el pene, para el muchacho ya no había oportunidad de encontrarse en los baños con Valentín por la constante presencia de los docentes monitores, Valentín vio que el muchacho jugaba en los recesos con sus compañeros de aula en las partes alejadas de la escuela, la fijación de Valentín y el muchacho eran mutuas, irónico, no se sabían sus nombres, se limitaban a verse a distancia, guardaban prudencia; Robinson ahora era el ascendido a teniente por sus acertadas labores en la comandancia del ejército, se le consideraba una promesa en su carrera profesional, Valentín estaba muy contento por el reciente nombramiento de su benefactor, esa tarde irían a una fiesta de doble aniversario, de bodas y de cumpleaños, los padres y su único hijo celebrarían tales acontecimientos, esperaban al transporte que los llevaría a la fiesta y para ello ya bien arreglados junto con la novia de Robinson, de pronto que aparece un fino auto de temporada, sorprendidos eran recibidos por el chófer bien uniformado de gala para la ocasión, los ojos del niño se maravillaron viendo aquel paisaje citadino en ese ocaso del último sábado octubrino de 1946, sus manitos de casi siete años se aferraban al filo de la hendija del cristal por donde estaba entreabierta ingresando una leve brisa de aire que movía el pelito de fino peinado, al llegar, se toparon con mucha gente en la entrada, el niño baja distrayéndose viendo los alrededores de esa hermosa y fastuosa mansión, el brillo de las luces, la arquitectura, los jardines, las piletas, en verdad que Valentín quedó ensimismado con lo que observaba, iba distrayéndose de la mano de su benefactor iba viendo a los costados, de súbito le vino la gran sorpresa electrizando su cuerpo cuando toca de acercarse a saludar a los anfitriones de la fiesta, para el niño no fue tanta la sorpresa de extender la mano a los esposos sino a su único hijo, aquel muchacho al que le celebraban su onceno cumpleaños, se dibujaba en el rostro de Valentín una sorpresa marcada con una risa forzada y de igual forma de parte de aquel muchacho, se dieron las manos viéndose a los ojos, fue sólo un instante que bastó para que Valentín sepa el nombre de aquel fino muchacho con el que hicieron “eso” en las proximidades del patio de la escuela, de los labios del muchacho salió su nombre: Jonathan y del niño, salió el suyo: Valentín, luego de darse la mano el niño entraba al gran salón sin que el muchacho lo perdiese de vista, ya al entrar Valentín regresó a mirar donde estaba Jonathan haciendo que se crucen sus miradas, y que de inmediato salga una sonrisa sincera de ambos, la fiesta estaba en todo su esplendor, los agregados militares conversaban con el anfitrión, no cabe duda que la fiesta era otro pretexto para hacer negocios con armas militares, de ello lo sabía muy bien aquel anfitrión, Jonathan estaba rodeado de las amiguitas pudientes del sector, a lo lejos Valentín jugaba con niños de menor edad en los amplios jardines donde se habían preparado varios juegos para los más pequeños, en uno de esos espacios Jonathan vio a Valentín que se acercaba, rápidamente como pudo se arrimó a un rincón desde donde no se lo podía ver bajarse la cremallera, de inmediato pasó a su lado Valentín corriendo detrás de un niño pequeño, escuchó un silbido que lo hizo detenerse viendo hacia ese apartado rincón donde discretamente Jonathan agitaba el pene, Valentín sonrió al ver que Jonathan le hacía gestos de movimientos con las manos para que regrese, y así Valentín sólo con mirarle sonriente continuó su carrera detrás del niño, un rato después el chófer que estaba limpiando el auto vio en el interior de la mansión la segunda parte de la fiesta, todos los adultos reunidos al brindis, los niños corrían por el amplio jardín, el chófer jocosamente en señal de ironía levantaba el recipiente que contenía el pulidor haciendo ademanes de brindis, “por ella más que por él” decía en tono de voz suave, mostrándose la melancolía en su rostro, suspiraba mucho, hizo puños al ver tras el cristal a la pareja en su sitio de honor acariciándose desprendidamente, masticaba el tabaco en su boca, suspiraba de nuevo, le llamó la atención la presencia de Jonathan junto a sus padres, irónicamente se llevó sus manos a la entrepiernas “ese culito es mío, sólo mío” meditaba para sus adentros, “si tú no fuiste, fue tu hijo” continuaba expresándose sus cavilaciones con una mirada fija en la pareja, volvió a suspirar, ahora empezaba el baile, todos al unísono bailaban al ritmo de la pieza, era el tiempo ya de los adultos, mientras tanto que los niños jugaban de buena forma en los alrededores de la mansión y en los amplios jardines, de pronto al chófer le llama la atención sobre la ausencia de Jonathan, recorre los lugares de la mansión hasta que de pronto en su delante ve unas huellas junto a una puerta cerrada, la empujó comprobando que estaba con seguro por dentro, esa puerta daba a un corredor muy conocido por él, sonrió al caminar viendo aquellas huellas frescas, la luz iba haciéndose más escasa la visibilidad entre más se caminaba, el chófer camina sigilosamente pues ya casi llegaría a aquel apartado lugar bajo tierra ubicado sobre la cimentación de la mansión, escucha unos suspiros fuertes, el chófer sonreía arrimado a la pared de ladrillos sobresalidos, faltaba tomar la curva para observar lo que él ya se podía imaginar, de pronto se pone en pie a medio ancho de ese túnel, enciende la linterna que portaba, la luz describe intensamente los cuerpos de Jonathan de once años y Valentín de casi siete años abrazados con las manitos agarradas a la cintura, el chófer sonríe satisfactoriamente comprobando lo que pensaba, a más de abrazarse estaba unidas las caderas, parece que recién empezaban a cogerse porque tenían los pantalones a la altura de los muslos, los penes estaban unidos frotándose mutuamente, al ver la luz los dos niños se apartan uno del otro, simplemente les dice al verlos que se suban la ropa, Valentín con mucha timidez y vergüenza se acomoda la ropa y sale primero muy presuroso a órdenes del chófer de aquel lugar, Jonathan luego de arreglarse la ropa quiso hacer lo mismo pero el chófer lo toma del hombro, lo abraza por detrás diciéndole al oído “ahora vas a recibir tu regalito de cumpleaños” Jonathan se queda quietecito escuchando al chófer “vas a recibir lechita”, mientras eso decía se iba quitando la ropa y luego con delicadeza le quitaba la ropa al hijo único de los patrones, lo encorvó escupiéndole saliva en la entrada del ano a culo abierto como lo tenía con sus manos, luego ensalivó su pene adulto y empezó a rozar el glande entre los glúteos haciéndole gemir, entraba más y más el glande hasta que ambos sintieron que todo el pene estaba dentro de las entrañas de Jonathan, así que de inmediato comenzaron a meter y sacar, mientras el chófer le embestía el ene en el ano le cantaba el cumpleaños feliz a lo que el niño de once años respondía con pujes y gemidos, “recibe mi regalo” decía complaciente, lentamente lo fue arrimando a la pared, no era la primera vez que estaban allí, ese era el sitio de su encuentro en la mayoría de las veces, por ello Jonathan sabía lo que se vendría, lo puso en posición perrito sodomizándole de mayor forma, ahora las embestidas eran más contundentes, luego le acostó en el suelo poniéndole los pies en sus hombros, así de manera más cómoda el peen entraba y salía del ano en ese meter y sacar formidable que se daban ambos, luego vino un 69 prolongado ene l que mutuamente se chupaban los penes, tiempo después de nuevo lo ponía de pies a los hombros y sujetándole fijamente de las caderas le penetraba con el pene, hasta que ambos sintieron que el semen quedaba en las entrañas de Jonathan, sonriente le fue sacando el pene con semen, allí quedaba acostado Jonathan por un momento, complaciente y de pie el chófer se limpiaba el pene con su calzoncillo, lo puso en pie al niño de once años encorvándole viendo que el semen salía del culito cuyos hilillos en parte se deslizaban por los muslos, rápidamente le dobló de la cadera pasándole el calzoncillo con sutileza, “este culito es mío” decía jocosamente el chófer mientras le limpiaba, lanzó esa prenda en un rincón, ya la vendría a ver luego, fue que al vestirse cuando ambos no dan cuenta por lo semi oscuro del lugar que un pañuelo con distintivo familiar con encaje y con las siglas de Jonathan, salieron a pasos lentos, el chófer dejó que el niño de once años salga primero, tiempo después él lo hacía, sonriente se recostó al volante del auto a fumar cigarrillos, la fiesta duraría un poco más, de lejos vio a la pareja bailando pasivamente, el chófer jocosamente se manoseaba el pene vestido a piernas abiertas en señal de victoria, absurda pero victoria al fin.
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Los minutos transcurrían brevemente en aquella fría madrugada del primer miércoles octubrino de 1946, el dueño de la abacería se había despertado con el sonido de un camión llegado a la vecindad, atisbó por la ventana corriendo la cortina viendo que el padre de aquella niña y niño salía presuroso a atender al chófer, aquel hombre dueño de la abacería se sentó con cierta inquietud en la cama mirando por la ventana por largos minutos, todo hacía suponer la calma existente en el lugar, los gallos empezaron realizar su primer cantar, el frío de la madrugada le hacía poner muy erecto el pene, comenzó a frotarlo con la yema de los dedos, apretaba los labios, era su frenesí pensar en el traserito de aquella niña y en su vagina desvirgada, recordaba aquella ocasión en que la hizo suya la primera vez, recordaba aquellos gemidos, cerraba los ojos recordando ese olor característico del sudor cuando se hace el sexo, recordaba las posturas en que la sometió, de pronto, su mirada se concentra en la puerta que da al patio, lentamente se abre aquella puerta, queda al descubierto aquel niñito hermano de la niña con su mamá que al igual de su esposo vestía ropa de viaje, aquel hermoso niño tenía ya más de dos años de vida, presurosamente había salido de su cuarto y ahora entraba con su madre en la letrina, de inmediato ella escuchó un silbido venido desde el camión, el hombre cuarentón vio salir de la letrina a la mujer dejando a su niño, la puerta de la casa que da al patio queda entreabierta por la prisa de entrada de la madre de los niños que atendía el llamado de su esposo, en ese instante el hombre escuchó el rugir del motor en esa silenciosa madrugada, la luz de luna permitía ver el caminar de la pareja de esposos llevando maletas, nadie salió a su despedida, sólo se escuchó un fuerte golpe de puerta y el camión emprendió la marcha, al ver aquello, aquel hombre salió presuroso cuidándose de no ser visto, escuchaba los pujes del pequeño al defecar, luego el sonido de la orina, fue en ese momento que aquel hombre entró de súbito, la luz de luna permitió ver el cuerpo acuclillado del niño con sus deditos entrelazados en sus manitos, se podía ver sus pies descalzos y su cuerpito acuclillado haciendo un rictus de puje al momento de defecar saliéndole el excremento, a un lado de su cuerpo estaba su remerita e interior, el niño sintió susto que de a poco iba reduciéndose a sonrisas motivo de las caricias recibidas en su pelo y mejillas por aquel hombre que le pedía silencio tapándole la boca delicadamente, en sus dedos quedó la saliva de aquel niño que se los pasó por sus labios adultos, el niño se puso en pie viéndose su pene erecto por lo de micciar, el hombre le ayudó a limpiarse el traserito encorvándolo y de eso se aprovechó una vez que ya estaba bien limpio para abrirle y olerle el traserito, sacó su pene y encorvó lentamente al niño con su traserito abierto por una mano, el hombre le fue pasando el glande hasta escuchar el aguante del niño que ya empezaba a gemir ante la intención de penetración del glande en ese culito cerrado, ante tanto puje y sonido de molestia salido de sus labios infantiles el cuarentón optó por soltarle y le dijo vistiéndole que lo acompañe, presuroso lo tomó de las manitos y lo llevó a su cuarto, el niño se sentía maravillado viendo en ese lugar tanta abundancia de dulces y galletas, su atención fue más en aquellos juguetes, el hombre le dijo que le regalaría el muñequito que tenía en la mano diciéndole que lo acompañe más adentro del cuarto, una de sus manitos tenía el muñeco y con la otra iba agarrado de la mano de aquel hombre, en su delante estaba una puerta que se abrió viéndose una cama y un armario junto a la ventana, todo eso miraba el niño a la luz de la luna, el hombre puso el muñequito en la mesa, le dijo que después de un ratico se lo daría para que juegue, al niño lo fue acostando lentamente de cara sobre la cama, le fue deslizando su interior hasta verse a plenitud aquel traserito de piel morena clara muy diferente al de su hermanita, el hombre hizo lo mismo con su calzoncillo, su pene erecto recorría la piel de los glúteos del niño, ensalivó el dedo índice y se lo introdujo a la mitad al aguante, el gemido del niño fue fuerte, al aguante, ensalivó más el glande y de nuevo lo rozó por la piel entre glúteos en dirección al ano en el que con su boca había depositado más saliva, el empuje de ese glande era lento y pausado, el niño gemía en cada intención de penetración, el hombre se fascinaba viendo su grueso glande entre los glúteos de aquel traserito, lo empujaba un poco y el niño respondía gimiendo ante cada movimiento de glande en su culito, hizo una pausa y abrió los glúteos poniéndoles más saliva, al niño lo tomó de los hombros mejorando la postura, el cuerpo de aquel hombre cubrió por completo al niño, el glande entró otro poquito, algunos milímetros, tanto así que lo hizo gemir al niño más de lo acostumbrado, el niño quiso llorar y el hombre prefirió dejarlo, le limpió como pudo, lo vistió, lo tomó de la mano dejándolo entre juguetes, solo que se escuchaba la preocupada voz de la niña llamando a su hermanito, de inmediato el hombre salió, ella preguntó por su hermanito, él le dijo que estaba jugando en la abacería, ella se puso tranquila, luego sale el niño junto a la hermana llevando ese muñequito obsequio del adulto cuarentón dueño de la abacería, los hermanitos entraron a la casa, el hombre dio cuenta que la puerta quedó entreabierta, vio hacia el firmamento y notaba por el frio de la noche que faltaría un par de horas en aparecer el alba, fue a su cuarto a meditar, daba vueltas en la cama, miraba el reloj que ya marcaba las cinco de la madrugada en punto, no esperó a más, había pasado más de media hora desde que los vio, así que le vino la idea de ir a donde estaba la hermanita de aquel precioso niño, caminó a paso acelerado entrando presuroso al cuarto y allí estaba ella profundamente dormida, acarició su pelo y mejillas pasando sus manos por aquellas suaves piernitas, los dedos pasaron por la vaginita desvirgada llevando sus dedos a la nariz, esa acción hizo que ella despertase algo asustada sentándose sobre la cama, el hombre le pidió calma con silencio tapándole la boca sutilmente, sin más palabras se acostó sobre ella, dando vueltas juntos en la cama haciéndole cosquillas para entrar más en confianza, y así de a poco le iba quitando el camisón de dormir quedando completamente desnuda, él hizo lo mismo con la ropa, en esos movimientos el hombre le mostró el pene erecto a la niña que la sentó en la cama, él parado acercó el pene pasándolo por las mejillas de la niña y luego por la nariz que lo olía, luego lo pasó por aquellos labios infantiles, le hizo abrir la boca para que lo lamiera, el glande quedó de su saliva, ella pudo ver el líquido pre seminal, después la acostó lentamente haciendo que abriera bien las piernas, viendo la vaginita la lamió y chupó los labios vaginales, la ensalivó, ella vio que el hombre tomó su pene y lo puso en la entrada de la vagina, el glande ensalivado rodeaba la entrada sobre todo en los labios vaginales haciéndole movimientos circulares con el glande del tronco del pene, ella se apoyó en los codos viendo ese movimiento de pene en la entrada de su vaginita, vio el rostro del hombre libidinoso esmerándose porque el pene ensalivado entre con pericia en esa “cuevita”, ella vio y sintió el grueso glande entrando en su vaginita, se dejó caer en el colchón, así estando encorvada a piernas abiertas sus pies tocaban el piso, sus piernas ya estaban muy abiertas y esa sensación de tener metido el pene de a poco dentro de sus entrañas le hacía ser extraña en ese momento, de pronto que la puerta se abre, las caderas del hombre que se alzaban y bajaban junto con el pene por la vagina se detuvieron, la niña y aquel hombre miraron al mismo tiempo quedando en pausa aquel movimiento sexual, apareció aquel niño cuya silueta estaba reflejada por la luz de luna, el hombre continuó con los movimientos, al principio la niña hacía gestos de no seguir porque su hermanito los estaba viendo, él le dijo que a esa edad de más de dos años esos niños aun no entienden, y así, a fin de cuentas, la niña se resignó a seguir recibiendo las embestidas de pene furibundas que le propinaba aquel hombre, los gemidos hicieron que el niño se acerque para ver mejor el acto sexual en el movimiento de ese pene en la vaginita de su hermana, en realidad el pequeño no comprendía lo que estaba pasando, se limitaba a ver muy cerca, le llamó la atención ese movimiento de entrada y salida, el hombre era indiferente ante las miradas infantiles, estaba concentrado en el placer de penetrarla y hacerla sentir su hembrita a esa niñita preciosa, sí él estaba imperando que ella ya le pertenecía, en cada embiste se lo hacía saber, el niño ponía gesto de admiración viendo el rostro de su hermanita que gemía a ojos cerrados, agarrando con fuerza las sábanas estirando los brazos, el cuerpo del hombre cubría en parte a la niña, jadeante, se detuvo, el niño vio que el pene del hombre quedó totalmente dentro de la vagina de su hermana, cuando de repente el cuerpo del hombre se aparta, la niña queda encorvada en la cama, así con las piernas abiertas, muy quietecita, con cara viendo a su hermanito, con brazos extendidos abiertos sobre el colchón, al niño le llamó la atención que de su vaginita salía un líquido blanco, su observación se amplió hacia el pene de aquel hombre que lo tenía cubierto con ese mismo líquido, el líquido se deslizaba por el muslo de las piernas de la niña, las manos del hombre pasaron con un papel sobre la vagina de la niña, el pequeño observaba con detenimiento, ella se puso en pie, el hombre la vistió y le dijo que fuese a la letrina a asearse, ella pensativa y cabizbaja se fue con paso lento, el niño vio al hombre que se sentó en un extremo de la cama, lo llamó, el hombre abrió las piernas, le hizo sentar en uno de sus muslo, sentía que debajo del camisón no tenía puesto interiores así que sentía el penecito fresco rozando sus muslos al momento que alzaba y bajaba las piernas como que si fuese un caballo haciéndole cabalgar al pequeño que reía ampliamente, luego lo sostuvo de la cintura sacándole el camisón de dormir, el niño vio que su piernita y cadera rozaban con el pene peludo muy tieso, lentamente lo hizo acostar sobre la cama, su carita estaba apoyada sobre el colchón, sin esperar a más le abrió el traserito botando saliva en su interior, el niño sintió el pene entrando, gemía adolorido, el hombre hizo un leve empuje, el niño gimió más, su carita ahora estaba ahora cubierta con la sabana que se llevaba al rostro haciendo puños en la tela, se escuchó un leve llanto, el hombre reaccionó y se detuvo apartándose del niño, viéndolo acostado boca abajo encorvado en la cama y que de entre sus glúteos infantiles salía la saliva, rápidamente le pasó el papel por el trasero, le puso el camisón de dormir, el niño caminó a paso lento, el hombre lo llevaba de la mano, al abrir la puerta vio a la niña salir de la letrina, se escuchaban el cantar de los gallos, el niño vio el cielo estrellado y un haz de luz diferente saliendo por el cielo, el hombre dijo que pronto saldría el sol, les dio unos caramelos y galletas a los niños y que el pequeño muy contento entró a su cuarto llevando también un soldadito de lata, el hombre tomó de los hombros a la cabizbaja niña que con una mano se rascaba su vaginita y le dijo que mantuviera ese secreto, que si lo hacía, siempre tendría obsequios, la niña con mirada al suelo se limitó tímidamente a asentir, rato después el hombre complacido miraba el despunte de los primeros rayos de sol entrar por la ventana con esplendor, tiempo después vio en el patio al niño jugando con su primito de tres años mientras que la niña sentada abierta de piernas jugaba con dos de sus vecinas amiguitas con las muñecas, el hombre complacido se restregaba el pene de gusto ante aquel sexo hecho en horas anteriores, se miró las cicatrices y recordó aquel infausto momento en el que fue sorprendido por su mejor amigo haciendo el amor, le vino el recuerdo de aquella escena en que fue descubierto acostado en la cama cubierto de sábanas con aquel precioso niño, los pensamientos le vinieron de súbito, aquel hombre se levantó, miró fijamente por la ventana a los niños jugando en el patio, hizo puños, se puso inquieto, arremolinaba los dientes, le vino la ira, pasó sus manos por las cicatrices, luego le vino la calma, su mirada al infinito, lentamente bajó su mano, apretó el pene dándose placer, luego una risa con mueca que demostraba la ironía de su sentida vida.
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La alegría de Dagoberto fue grande al ver en su delante una moto de segunda mano que su hermana Lucrecia había comprado para que realice de mejor forma el trabajo de recadero de la tienda de abarrotes en el pueblo, a fin de cuentas ya pasaba por el pueblo una carretera asfaltada, los días del uso de tren se iban haciendo pocos a lo largo del tiempo, ya antes en la ciudad Dagoberto había manejado motocicleta con la ayuda de su amigo Contardo, ahora estaba contento, paseó a su sobrino Clodoveo Aristófulo por las empedradas calles polvosas del pueblo en aquella tarde de sol radiante, el niño iba feliz con su pelo al viento montado delante de su tío agarrado al timón, sus padres de lejos observaban, Lucrecia dio un giro y vio metros atrás la figura de Ricardo el capataz de la estancia Pérez, estaba algo inquieto, al disimulo de compra conversaron, se citaron en el lugar de siempre, ella aceptó, entendió que su inquietud era la misma suya, hacer el amor, muy cansado de tanta actividad en la abacería y en el campo el campesino marido de Lucrecia tomó su caballo y se dirigió a su casa que tenía en el campo, ella le dijo que iría en su carreta, que primero dejaba arreglando algo en el negocio que cada día se incrementaba en ganancia, lo que en verdad sucedió que tiempo después pues tiempo después ella maniobró su carreta adentrándose en un camino angosto de herradura llegando a un tupido bosque, dejó los arreos amarrando los caballos, caminó por poco tiempo entre el sendero viendo a lo lejos el caballo con un jinete que la estaba esperando, el encuentro fue en carrera al abrazo y a caer al suelo dándose besos apasionados repetidamente sacándose la ropa, al verse desnudos se besaban el cuerpo, era loca la pasión haciendo lamidas a sus genitales llenándolos de fogosa saliva, el pene del hombre hizo su efecto en las entrañas de ella, la mujer muy caliente dejó que Ricardo el capataz le introdujera el pene en su trasero, cerrados los ojos se juraban amarse, desearse, pedirle más al otro, ella mordiendo los labios gustaba de esa posturas de kamasutra que le hacían vibrar de emoción, se miraban el pene entrando y saliendo de la vagina, el capataz fornido daba toda su energía en ese movimiento, haciéndola gemir sobremanera, de pronto ella lo agarró con fuerza de la cintura, le estaba dando su orgasmo, él continuó con su embestida sexual, la agarró de los hombros, rodeo las piernas de ella en sus caderas así el pene entraba y salía de mejor forma de aquella vagina haciéndola gemir como loba herida, así fue que ella lo agarró de la cintura con mucha fuerza, Ricardo eyaculó dentro de las entrañas de ella, se habían amado alocadamente en ese momento, ella quedó desfallecida sudorosa y despeinada de tanto esfuerzo, él de la misma forma lentamente sacaba su pene agitándolo y limpiándolo con su calzoncillo, se quedaron desnudos acostados bajo las sombras del bosque, el manoseo continuaba, pasó un largo rato, ya el sol se estaba poniendo, Ricardo quiso vestirse pero Lucrecia no lo permitió, se acostó insinuándole que la poseyera de nuevo, Ricardo rodea las piernas de Lucrecia en sus hombros y le dio embestidas inolvidables de su pene grueso más que el de su marido, el meter y sacar del pene prominente fue seguido y con vehemencia, toda ella era movida por el potente cuerpo de su amante que sintió el orgasmo y seguido nuevamente eyaculó en las entrañas de ella con poco semen distinto al de la primera ocasión, esa tarde era significativa para ella, la volteó y le introdujo el pene con semen en el ano, ella se complacía sintiendo aquello, quedó encima de ella por breves instantes, los besos prolongados no se hicieron esperar igual que los manoseos en el cuello, hombros y espalda, ahora sí había que vestirse pues el ocaso estaba a plenitud, los amantes se despidieron bajo la llegada de la noche prometiéndose un nuevo encuentro; al llegar Ricardo a la estancia su esposa Liliana estaba arreglando la casa del doctor Luis Daniel Pérez junto con Clemencia, muchos peones ayudaban en la tarea, se les había hecho tarde, todos estaban concentrados en la actividad de limpieza, Ricardo se unió a la tarea y cargaba con otros peones el mobiliario cuando de pronto desde la oscuridad de una habitación escuchó que lo llamaban, se acercó un poco y ya estando en penumbras Ricardo el capataz de la estancia fue rodeado su cuello por los brazos femeninos de Clemencia, se besaron apasionadamente, ella golosa de sexo movía las caderas en postura sexual insinuante que él correspondía, puso seguro a la puerta y de súbito se ayudaron en quitarse la ropa, no importaba nada en ese momento, solo el hacer sexo, ya desnudos él la acomodo acostándola sobre una mesa abriéndola de piernas, lamiéndole el clítoris que la transportaba al éxtasis, luego ensalivaba la vagina, no había mucho tiempo que perder, el musculoso hombre la tomo para sí, su pene entraba por esa vagina ofrecida, la mujer sosteniéndose de los hombros de su amante correspondía al movimiento sexual, vinieron gemidos cortos ante el fuerte embiste intermitente de caderas, ella deseaba más y más, él se lo daba, quiso voltearla para darle por el ano y como siempre dejar el semen allí pero ella esta vez no lo permitió, lo agarró fuerte besándolo en el cuello diciéndole que era suya, Ricardo siguió metiendo y sacando el pene con vehemencia, hasta que eyaculó dentro de la vagina, ella al mismo tiempo le daba su orgasmo, había sido una entrega total de parte de ella hacia él, sin decir palabra se vistieron, para Ricardo fue un gran esfuerzo, pese a tener un gran cuerpo con sobresaliente musculatura, parecía un semental al que las mujeres eran atraídas por su garbo, esperó a que saliera Clemencia quedándose un buen rato en la habitación oscura, ya la noche estaba a su plenitud cuando terminaron la tarea, durante el camino de retorno a casa Ricardo escuchaba de labios de su mujer que al mediodía los patrones habían tenido una discusión fuerte, el hombre simplemente al escuchar aquello hizo una mueca sonriente y se agarró la entrepierna, aquella tarde y noche había disfrutado del placer sexual en dos cuerpos hermosos.
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Dagoberto iba de retorno en la moto con su sobrino, la vía asfaltada daba para llegar más temprano aunque ya caía la noche de pronto mira en su delante a un niño con otro más pequeño tratando de arreglar un desperfecto de la bicicleta, el más pequeño estaba lloroso por lo que era ya muy tarde para llegar a casa y en el lugar donde estaban era de un aspecto muy alejado de la casa donde vivían, aquel niño era Luis Alfonso hijo del doctor Pérez que había paseado en bicicleta con Rómulo, aquel niño hijo del terrateniente Pérez estaba muy asustado, había salido a pasear con su amiguito tras la discusión que sostuvieron sus padres, Dagoberto ya los había visto antes pasear por el lugar, recordó que el doctor Pérez era uno de los mejores clientes de su cuñado y hermana y decidió llevar al niño a casa en su moto, Rómulo resignado aceptó llevar a pie la bicicleta por la carretera asfaltada, la mamá del niño salió preocupada de la casa al ver a su hijo a esas horas tardías, agradeciendo a Dagoberto por su buen gesto, la esposa del doctor ordenó a un par de peones que fueran en carreta en búsqueda de Rómulo y la bicicleta, Dagoberto se despidió no sin antes ver fijamente la silueta del traserito de aquel precioso niño de seis años con traje de marinerito que semanas antes lo había visto hacer el sexo infantil con su amiguito Rómulo de siete años; a los pocos días se volvieron a ver en la carretera saludándose y en otras ocasiones a conversar llegando a tener confianza montándole en la moto y dándole paseos por la carretera, ahí aprovechaba Dagoberto para rozarle las piernas y darle mimos en las mejillas y cuello en donde el niño se sentía gustoso, al pasar los días tuvieron un incremento de confianza tanto así que cuando el niño iba a comprar con su madre recibía regalos por parte de Dagoberto que a veces iba a dejar los víveres a casa del niño, una mañana de sol Dagoberto iba manejando su moto, de lejos vio a Luis Alfonso pedaleando solo por los alrededores de la estancia junto a la carretera, Dagoberto puso lenta marcha en su moto, se saludaron, el niño iba en dirección al arroyo, Dagoberto lo acompañó, al llegar a la gran roca saliente se sentaron, Luis Alfonso lanzó anzuelo y la carnada, para su edad lo hacía bien, su padre y unos peones de la estancia le habían enseñado, las manos de Dagoberto pasaron por sus piernas, el niño lo miró sonriente, buena señal, se dijo Dagoberto, de inmediato se miraban sonrientes, Dagoberto miraba las finas manos del niño, bien cuidado, con su corte de pelo lacio que lo hacía ser un niño precioso, Dagoberto miró la entrepierna del nene que se la rascaba estirándose el penecito vestido, todo esto por la ansiedad del momento de pesca, el niño vio el bulto que se estiraba Dagoberto en su entrepierna, sonreía, Dagoberto haciendo gestos de enseñanza se acerca al niño poniendo su nariz muy cerca de las mejillas, se pone de roce piel a piel, le golpeaba la respiración en el cuello, sorprendentemente para Dagoberto el niño aceptaba ese acercamiento, para enseñarle era necesario el de que se entrelazaban las manos en la caña de pescar fijando la carnada lanzada al agua, en ciertos movimientos se rozaban las piernas, instintivamente Dagoberto que estaba por detrás del niño le pasó las manos por la espalda, Luis Alfonso lo miraba sonriente y sentía esos roces en su traserito vestido, Luis Alfonso se levantó quedando aún por detrás Dagoberto que de mejor forma ahora seguía rozando su pene en el trasero vestido del niño sujetándolo con un brazo por detrás y su mentón sobre la nuca del niño, su respiración golpeaba la piel, los movimientos sexuales en esa postura se dieron, ahora Dagoberto se puso inclinado delante del niño y lo abrazó haciendo que se rocen las caderas y penes vestidos, Luis Alfonso seguía riendo con algo de recelo, Dagoberto acuclillado se bajó la cremallera mostrándole por vez primera su pene, el sorprendido nene sonreía con algo de recelo dibujado en su rostro, Dagoberto no dejaba de agitar su pene a vista del niño, le hizo señas ara que él también mostrase el penecito, así que Luis Alfonso hizo lo mismo bajándose la cremallera de su pantaloncito corto, Dagoberto le ayudo y así quedó mostrándose el penecito lampiño, unieron las caderas, los juntaron para que se rocen, Dagoberto aculillado sosteniéndole las caderitas con las manos y el pequeño hijo del patrón Luis Alfonso parado con su pantaloncito puesto a la altura de los muslos viéndose el continuo roce de esos penes desproporcionados en tamaño debido a su edades diferentes, se abrazaron de la cintura, Dagoberto miraba encantado ese lindo penecito lampiño que frotaba su pene peludo, le hizo un gesto con las manos en una dirección hacia el monte que los rodeaban y el niño sonriente obedeció dejándose llevar por Dagoberto en dirección al bosque tupido del sector, ahí se sacaron la ropa, se acostó Dagoberto con su pene tieso recibiendo encima de su cuerpo a Luis Alfonso alzándolo y bajándolo de las caderas para que rocen sus penes, al poco tiempo ya le manoseaba los glúteos infantiles, al niño le gustaba aquello, lo colocó de cara al suelo y le pasó la latente piel tibia del pene por la piel del trasero del niño, para Dagoberto se estaba cumpliéndose aquel deseo de poseerlo así que le abrió los glúteos botándole saliva en medio de ellos, Luis sintió por vez primera el glande de un hombre tratando de penetrarlo, sintió raro aquello, tan diferente al penecito que su amigo Rómulo se lo pasaba por el traserito, el niño sintió temor al percibir algo de dolor, Dagoberto lo hacía con pausa y lentitud escuchando los gemidos de aquel hermoso niño bien cuidado, logró meterle algo del glande y lo sacó de ese ano lubricado con saliva, Dagoberto ya tenía experiencia en eso de desvirgar, recordó el ano de Melquiades, aquel hijo de militar, ahora estaba sodomizando al hijo del patrón Pérez, se estaba cumpliendo su deseo de hace semanas, ese niño le turbaba sus pensamientos desde hace tiempo con el deseo de que fuera suyo, ahora lo estaba sintiendo, no reparó en besarlo y acostarlo bien de espaldas al suelo, le vio por unos instantes aquel pene lampiño con tierra, lo limpió algo con los dedos, lo olió, Luis Alfonso se limitaba a observar los movimientos de nariz de Dagoberto, unieron sus frentes y unieron sus labios lentamente y fue así como Dagoberto le dio un prolongado beso con lengua que el niño lo sintió extraño, vio el pene peludo rozando su penecito entre sus abiertas piernas alzado de las caderitas, luego lo volteó para pasarle el pene entre los glúteos, esos roces los sentía adecuados, y fue ahí cuando sintió Luis Alfonso un líquido tibio sobre su coxis y en la piel de la separación de sus glúteos, Dagoberto aún seguía acostado en parte sobre el cuerpito del pequeño Luis Alfonso, el pene se alzó junto con las caderas rozándole el glande en la piel del voluminoso potito haciendo que el glande se mueva como un péndulo que dejaba hilillos pequeños de rastros de semen en la piel del culito del niño, Dagoberto lentamente se fue poniendo en pie viendo al cuerpo del nene acostado y sin moverse, vio el semen pegado a la piel del culito de Luis Alfonso, parado se agitaba el pene complacido con lo que había hecho con el pequeño hijo del patrón Pérez, sonreía con júbilo, al fin se había cumplido el deseo de haberle hecho sexo al pequeño Luis Alfonso, pero, quedaba pendiente algo más, Dagoberto miraba fijamente su glande y a la vez también miraba fijamente el potito del niño, amplió su sonrisa dibujada en su rostro, se acuclilló delante del nene que ahora ladeaba su cuerpo acostado de perfil, estiró su mano por la piel del niño, acariciaba esa piel suave, el niño miraba ese líquido seminal en su parte de culito, con el dedo le retiró ese líquido observándolo y oliéndolo, Dagoberto le dijo que se quede quieto, lo iba a limpiar con su calzoncillo, pero pensándolo bien salieron del monte para seguir pescando, se podía ver esos movimientos de los dos cuerpos desnudos caminando libremente entre matorrales llevando sus ropas en las manos hasta llegar al rio, caminaron tomados de la mano, Dagoberto miraba algo de recelo dibujado en el rostro del pequeño, dejaron la ropa debajo de un frondoso árbol que estaba junto a la orilla y entraron al agua zambulléndose y así de esa manera fueron limpiándose el semen, Dagoberto se agitaba el pene sacándose el semen, en la orilla lo encorva al nene para ver si ya se limpió el culito del semen, luego jugaron en el agua a las atrapadas, Dagoberto lo tomaba detrás al niño haciéndole rozar ese pene velludo sobre el suave culito de Luis Alfonso, le decía al oído que mantenga ese secreto, que sería bueno no decir a las personas conocidas, Luis Alfonso asentía ante lo que le Dagoberto le decía, e preguntaba que si quería “más”, el aún receloso Luis Alfonso se limitaba tímidamente a sonreír, esa actitud Dagoberto lo entendía como un sí, así que lo acostaba de cara en la orilla haciendo que su carita se pose sobre sus manitos mientras su culito recibía el roce del glande de Dagoberto, el nene gemía por el peso del cuerpo de Dagoberto sobre su cuerpito, escuchar esos gemidos a Dagoberto le estimulaba a seguir alzando y bajando las caderas haciendo que el pene se deslice por la separación de los glúteos de Luis Alfonso, así lo tuvo por un rato diciéndole que siempre recuerde “esto”, el nene se limitaba simplemente a escuchar, Dagoberto se apartó del pequeño, miró al cielo la posición del sol, era un poco tarde y se despidió del niño alejándose prudentemente, de lejos montado en su moto ya cuando había partido vio a Rómulo que se acercaba a Luis Alfonso, desde ese lugar los vio discretamente, se dio cuenta que Luis Alfonso metía su mano en el short de Rómulo, éste se dejaba manosear su penecito lampiño vestido, los movimientos de manos en su pene le hacían sonreír de buen modo, lentamente le sacó la mano y se deslizó el pantaloncito corto, Rómulo hizo lo mismo, al verse sus penes que se agitaban con las manitos se tomaron de las caderas haciéndose unir los penes en un frote muy movido, voluntariamente Luis Alfonso se acostó en el suelo, encima de su cuerpo estaba el cuerpo de su amiguito que no dejaba de alzar y bajar la cadera, se levantó arreglándose el short y lo mismo hizo Luis Alfonso, señalaron hacia ese lugar con sus manitos, asintieron, así que ambos niños no estuvieron mucho tiempo allí sentados y los vio adentrarse al monte, Dagoberto los miraba a prudente distancia mientras se metían al monte, con su sarcástica sonrisa ya se imaginaba lo que estaban haciendo ese par de niños traviesos, hizo una mueca de sonrisa, montado en la moto encendió un cigarrillo, mientras fumaba se dijo asimismo que le había ganado a Rómulo en estar con Luis Alfonso, el motor hizo movimiento y salió del lugar a dejar los pedidos.
FIN DEL NONAGÉSIMO TERCER EPISODIO
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