METAMORFOSIS 95
Latente.
Los dedos recorrían la piel de su trasero, se los metía entre los glúteos dándose un placer intenso, cerraba sus ojos apretando su mano libre al tiempo que mordía sus labios entrándole una fuerte respiración, se contraía al meterse el dedo en el ano hasta donde podía, estaba completamente desnudo en la cama, había despertado minutos antes, bostezaba y el calor del momento le hizo quitarse el pijama de estampado infantil que su padre le había traído de la capital, poco tiempo lo pasaba con él en su compañía, los negocios lo tenían distante, sino también, su padre dedicaba parte de su tiempo en la capital con su hija Justin que a su edad era una muchacha caprichosa; el niño seguía hurgándose el ano ahora con su dedo más largo, el de medio, por fuera una mano hizo apenas a un lado la cortina, unos ojos fisgones miraban con detenimiento a Luis Alfonso con su carita sobre las almohadas en posición perrito con el traserito levantado pasándose dificultosamente el dedo por entre los glúteos y metiéndoselo hasta donde podía, jadeaba, no sentía ser observado, estaba en todo su clímax, emitía quejidos entrecortados con una acelerada respiración, estaba experimentando el placer que días antes descubrió con Dagoberto, la tela de la cortina retorna a su sitio, el observador se retira, de pronto, tocan a la puerta de la habitación del hijo del patrón Luis Daniel Pérez, el niño tan rápido como pudo se puso el pijama estampado de tela suave, caminó descalzo sobre el entablado mostrándose los dedos bien formados alargados de los pies, sus manitos giraron el pestillo moviendo el picaporte, abrió y se encontró con la sonrisa de su amiguito que estaba en compañía de su madre la señora Liliana, la mujer entró a arreglar el cuarto mientras los niños en el piso del entablado se sentaron a jugar con muñequitos, la señora no tardó mucho en arreglar la habitación saliendo con ropa sucia del niño para ser lavada, les apegó la puerta de la habitación, al verla irse Rómulo salió a cerciorarse que estaba bajando las escaleras para ir a lavar, de inmediato regresa a la habitación, luego Rómulo y Luis Alfonso seguían sentados jugando, unieron sus pies con las piernas abiertas, el roce de los dedos los hacían sonreír, el más insistente en los roces era Luis Alfonso, su amiguito había dejado a un lado las sandalias que tenía puesta, el hijo del patrón vio a su amiguito con detenimiento, sobre todo su entrepierna, Luis Alfonso se levantó y se metió debajo de la cama a buscar más juguetes, Rómulo por su parte se arrodilló haciendo mover un autito de metal que tanto le gustaba y le pertenecía al hijo del patrón, de súbito el niño sintió que Luis Alfonso se recostaba sobre su espalda cayendo lentamente al piso, seguido a eso empezaron los juegos de las luchitas, Rómulo logró acostarse sobre Luis Alfonso, se detuvieron, ambos pechos chocaban con su acelerada respiración, caderas unidas, se miraron así por un rato sin dejar de sonreír uniendo luego las frentes en señal de aprobación por lo que estaban haciendo, de pronto, Rómulo lentamente comenzó a mover las caderas alzándolas y bajándolas, Luis Alfonso rodeó con sus brazos las caderas de su amiguito en señal aprobatoria a lo que vendría, y era que empezaban ya los movimientos sexuales, así siguieron por unos instantes, de súbito la tela de la cortina de la ventana se desliza apenas ocupando el espacio abierto unos ojos que observaban la escena de los niños con mucho detalle a ello le acompañaba una sonrisa irónica, Rómulo no daba cuenta de que era visto cuando se arrodilló frente a Luis Alfonso desabotonándose el pantaloncito corto que tenía puesto, luego se paró en su delante deslizándolo a los tobillos, levantó los pies mostrándose desnudo de la cintura para abajo, mientras tanto Luis Alfonso acostado en el piso miraba sonriente los movimientos de su amiguito sin dejar de contemplar el pene, Rómulo con cierta autoridad le deslizó el pijama de Luis Alfonso hasta los tobillos, el niño hizo leves movimientos de pies sacándose el pijama con la ayuda de su amiguito, Luis Alfonso lo estaba haciendo de papel pasivo, tiempo después Rómulo se acostaba sobre Luis Alfonso haciendo que se rocen los penes lampiños, el observador no perdía detalles de lo que presenciaba, los niños se manoseaban el cuerpo hasta el punto de darse besos cortos, el penecito de Rómulo se alzaba y se bajaba al roce del pene de Luis Alfonso que lo sujetaba de la cintura manoseándole los glúteos, ellos estaban acostados en el suelo, sus caritas se unieron y empezaron los movimientos rápidos de caderas, las piernas unidas, los pies rozándose, las manos entrelazadas, el pecho de Rómulo levantado haciendo más rápidos los movimientos, Luis Alfonso se dejaba llevar, estuvieron así por unos instantes, luego, Luis Alfonso se pone en posición perrito, Rómulo observa impresionado que Luis Alfonso tiene la costumbre de meterse el dedo medio entre los glúteos, al aguante, ve que Luis Alfonso se abre los glúteos mostrándose la entrada de su ano rozagante a plenitud así en posición de perrito, sus dos manitos aseguraban la piel estirada, le pide que meta su dedo medio en su ano, Rómulo sonriente y algo inquieto obedece y se lo mete por vez primera, luego le pide que se lo saque y se lo lleve a oler a la nariz, Rómulo sonríe y al principio no desea pero ante tanta inquietud y pedido de su amiguito ya lo hace, Luis Alfonso se metió el dedo en el culo y se lo sacó para olerlo, Rómulo vio en su amiguito ese placer por lo que estaba sintiendo, de pronto se lo metió más y eso hizo chillar a Luis Alfonso que se quedó quietecito jadeante, Rómulo sonreía, de nuevo Luis Alfonso se puso en posición perrito, ahora abrió sus glúteos para que Rómulo tratase de meter su pene en el ano, aquel fisgón con dificultad desde la ventana podía ver el cuerpo de los dos niños tendidos en el entablado, el penecito de Rómulo rozando los glúteos de su amiguito, el virgen penecito trataba de entrar en el ano con dificultad, hizo hasta donde pudo, luego, Luis Alfonso se acostó en la cama muy de espaldas poniendo las piernas levantadas sobre los hombros de su amiguito, se miraban los dos penes que se rozaban, Rómulo reía al sostenerle de las caderas, Luis Alfonso reía y se movía como desesperado, pasaron un tiempo así en esa postura hasta que Luis Alfonso bajó las piernas y Rómulo de inmediato se acostó sobre el cuerpo de su amiguito, dieron roes sobre la cama, Luis Alfonso ahora estaba acostado sobre Rómulo, fue deslizando sus labios con besos desde el pecho, pasando por el abdomen hasta llegar a la pelvis y fue allí que olía el pene lampiño, tocaba con los dedos viéndolo erecto, ambos se miraban con sonrisas cómplices, Rómulo con las manos le hizo un ademán a su amiguito y era que se trataba de abrir la boca metiéndose el pene y con los labios iba chupándole hasta dejarle completamente ensalivado, luego dieron roles y ahora Rómulo le hacía lo mismo a su amiguito, los niños escucharon pasos por el entablado, se vistieron a tiempo en que la señora Liliana aparecía sonriente con ropa para cambiar al pequeño Luis Alfonso, que era un niño muy mimado especialmente por su madre, aquellos ojos que lo habían visto todo desaparecieron volviéndose a colocar la cortina en su lugar, su amiguito Rómulo salió de la habitación disimulando estirándose el penecito vestido, Luis Alfonso quedó solo en la habitación tras salir la señora, pero se quedó nuevamente desnudo, se acostó a seguirse dando placer con el dedo en su traserito latente, pensaba en Dagoberto, sin duda alguna.
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Los ojos estaban llenos de lágrimas que recorrían las mejillas de Clemencia, había tenido un altercado con su esposo Luis Daniel Pérez horas antes, solo por reclamarle el poco tiempo que tiene para ella y su hijo, el hombre se puso como energúmeno cuando ella le pidió que la llevase a vivir a la capital, vino un no rotundo de parte del hombre agitándola y lanzándola a la cama, ella se sentía desplazada, seguramente por haber tenido su pasado con dos hijos por eso poco la presentaba en sociedad, pensaba que era por vergüenza, eso ella le decía, el día de nochebuena muy temprano Luis Daniel tomó su auto y se fue a la capital dejándola sola y a su hijo con un burdo engaño de regalo; Clemencia lloraba desconsoladoramente, había salido despavorida de la estancia caminando sin rumbo hasta detenerse en la orilla del río entre tupida vegetación, quería estar sola con su desamor, lloraba copiosamente hasta que sintió posarse una mano sobre su hombro, de súbito dio la vuelta yéndose para atrás, sus nervios a vilo, sorprendida y desencajada vio la figura de su capataz reflejándose en la linterna, Ricardo, de treinta y ocho años, de súbito sin pensarlo se arrojó a los brazos de aquel hombre rodando sobre la yerba, se besaban apasionadamente, se desvistieron contemplándose los cuerpos desnudos, sin esperar a más ella tomó el miembro viril y abriéndose de piernas se lo introdujo en la vagina, Ricardo lo que le restó fue empujar y empujar haciendo que los cuerpos se movieran, ella estaba en entrega total, se puso boca abajo pidiéndole que le hiciera sexo anal, el pene grueso del hombre entró en el ano haciéndola sentir mujer, Clemencia desfogaba así su desamor, los dos quedaron abrazaditos desnudos, él le acariciaba el pelo, ella con su cara tendida en el pecho de su amante escuchaba el fragor de su respiración, se vieron los genitales mojados de semen, todavía algo le salía de su vagina, ella ahora sentía más confianza y seguridad en aquellos brazos, estaba segura de lo que antes había hecho con ese hombre, se besaron apasionadamente como desaforados por varios minutos, Clemencia comprendió ahora que no se iría a la capital porque su verdadero amor lo tenía tan cerca, ya antes en secreto se había entregado a su verdadera pasión latente..
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Se aproximaba la navidad en aquel tumultuoso año de 1946, la situación política era critica en el país de la canela del cono sur, continuaba la intestina pugna social, el que más tenía peleaba con el que poco tenía y el campesino, el peón y el obrero que nada tenía era víctima de ambos bandos, de entre ellos salió un caudillo con faceta liberadora al que los pobres lo seguían por su doctrina, llegaba la época de la reflexión y la consecuente insurrección al sistema imperante del bipartidismo, el eco llegó a oídos del campesinado, las pugnas se incrementaban entre ricos prestantes e indigentes campesinos y artesanos, la violencia crecía en espiral, más frecuente se apreciaba en los campos, el país comenzó a decrecer en desarrollo, la obra pública se limitó ínfimamente, se invirtió en seguridad para menguar la insurrección que al principio no era digna de análisis; todo este marco afectaba a la gente de la capital, la navidad se hacía opulenta pese al contaste de toda la austeridad en los indigentes limosneros, el clero se había declarado neutral y solo estaba para consumar sus actos religiosos de temporada; Noelia pensativa en brazos con su hijo, a su lado su esposo y su hijastro Serafín escuchando la misa, a unas bancas atrás los amigos de la pareja, era misa de navidad y también misa de acción de gracias por el cumpleaños de la esposa de Carlos Felipe del Olmo, los feligreses tomaron camino a sus casas, la fiesta era rimbombante en la mansión Del Olmo, pese a tanta ajetreada alegría Noelia no estaba dichosa a plenitud, le faltaba su hija Josefina que había salido con la familia de su esposo al interior del país, más sentida estaba por la no presencia de su hijo Gustavito quien otro año más había aceptado la invitación de su abuelo Rodolfo Buonanote, las brechas entre padre e hija continuaban, Noelia no le perdonaba a su padre el no reconocer a su hijo con Carlos Felipe; mientras tanto Serafín daba rienda suelta a sus diecisiete años en ser galante con las vistas femeninas, había heredado la belleza de su madre aquella campesina que se entregó por amor a un Carlos Felipe completamente borracho y también Serafín había heredado el porte viril de su padre quien años después se enteró de su paternidad, el muchacho era uno de los centros de atención, le fue llamado la atención por uno de sus amigos para que se acerque a la entrada de la mansión, allí lo esperaba una mujer despampanante, con algo de edad pero que la menguaba su tersa piel y sus belleza, el dialogo fue ameno y prolongado, desde encenderle un cigarrillo hasta la más solicita acción cordial pasando por un pronto encuentro en un lugar más adecuado, ella lo turbó con su encanto, él correspondió con cordialidad, lo enamoró absolutamente, a solas, sin testigos, hubieron los primeros besos, los amigos a distancia disfrutaban imaginándose discretamente la escena a solas, la mujer era muy amiga de ellos, con alta confianza, a ella le gustaban los jóvenes, lejos estaban de saber Noelia y Carlos las andanzas de Serafín esa noche; la mujer discretamente se despidió y se iba alejando del lugar de la fiesta en compañía de un hombre desencajado, había logrado su objetivo amoroso, por su lado pasó un precioso niño rubio de once años en compañía de un hombre, casi choca mujer con el niño de no ser por el aviso de su acompañante, se metió en el auto y partió con risa de triunfo, al tanto que el muchacho se detuvo a ver a distancia que dentro de esa gran casa se efectuaba una opulenta fiesta, ironía, cuadras más adelante se daban enfrentamientos entre policías y pueblo, milagrosamente las balas no los alcanzaron y supieron resguardarse, la violencia casi llega a la mansión, ventajosamente Carlos tenía relaciones con el gobierno imperante, la seguridad primaba en su mansión, el prestante Carlos Felipe Del Olmo había ganado espacio gubernamental gracias a influencias, pero asimismo se había ganado detractores, ahora era centro de atención en páginas sociales debido a la radiante esposa que lo acompaña en todo acto social; la fiesta continuaba, Carlos como buen anfitrión atendía a sus invitados, le llamó la atención la preciosa mujer que acompañaba a su compadre Luis Daniel Pérez, no era su esposa, con detenimiento se dio cuenta que era su secretaria, sonrió irónicamente confirmando los comentarios que se daban en casa de gobierno, Luis Daniel poca atención le daba a su esposa que pasaba en el campo con su hijo Luis Alfonso de seis años, seguramente pensó que los esposos habían tenido un impasse y ahora el hombre toma como pretexto aquello para lucirse con su secretaria, su amante, las fotos no se harían esperar y llegarían a manos de su esposa a través de la prensa escrita días después formándose un torbellino de pasión, pero ahora, la fiesta opulenta continuaba, nana Dulce había sido invitada con su nieta Griselda, su esposo y su bisnieta Sara Guillermina, una inteligente señorita de quince años, las miradas se posaban sobre la delicada joven, Serafín fue uno de los muchachos que bailaba con ella frecuentemente, nana Dulce se complacía viéndolos, formaban una bonita pareja, no así del mismo comentario su nieta Griselda mientras su esposo se limitaba a ver bailar a su hijastra, junto a ellos se acercó Noelia que tomó de las manos a su dulce nana, aquella mujer que sabía todos sus secretos y aspiraciones.
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La victrola sonaba copiosamente, los invitados bailaban al son de la música, los candiles a todo su apogeo de funcionamiento, se escuchaba el murmullo de los campesinos comentando las muertes de personas cuyos cadáveres eran traídos de otras partes para ser abandonados y mutilados como muestra de la onda delictiva expansiva en el país de la canela, pero era noche de navidad, Rodolfo Buonanote había invitado a toda su gente conocida, junto a él estaban sus nietos Luis de veintitrés años y Gustavo de dieciséis, parecían dos príncipes bien vestidos a la época clásica treintena, también junto a ellos se encontraba Amacilia y su nieto Leandro, Luis estaba distante, pensativo, estas fechas lo ponían triste, sin madre, sin padre, al que creía era verdadero, solo tenía la presencia de su abuelo, quien al saber que era hijo de otro hombre comenzó a alejarlo, Luis sentía envidia sana por su primo Gustavo Pozzo, era la adoración de su abuelo, un joven reconocido por sus verdaderos padres, a pesar que Luis siendo niño descubrió la infidelidad de su tía Noelia aquellas en aquellas ocasiones en que se encontraba con Carlos Felipe del Olmo en el río, pese a todo, Rodolfo Buonanote quería más a su nieto Gustavo y ultimadamente parecía que se incrementaba el afecto por Leandro el nieto de Amacilia su compañera sentimental; ya era de madrugada, su abuelo estaba algo mareado hablándole a su primo Gustavo, le hablaba de su madre, Luis salió de la gran sala, después de tan sólida cena decidió irse a dormir, al subir las escaleras se encontró con Leandro que bajaba presuroso las escaleras junto a un amiguito, pasaba por su lado, Luis continuó sus pasos, ya acostado en la cama pensaba en los días felices en que compartía con su madre Andreina, su hermano Maximiliano y su supuesto padre Guillermo Izaguirre, la música lo arrullaba, ya estaba para dormir con los ojos cerrados cuando de pronto sintió una mano que recorría su frente, era la de su abuelo que olía a ron, se sentó en la orilla de la cama y sin miramientos lloró el anciano en el pecho de su nieto, lo abrazó y al decirle que lo quería mucho Luis se fue en llanto correspondiéndole de súbito en fuerte abrazo, hace mucho tiempo que no se lo decía, reaccionó analizando el por qué seguramente por el estado en que se encontraba su abuelo, fue un corto diálogo, le dio besos repetidos en la frente, era su nieto primogénito, le agradeció por haber estado esa noche con él y se alejó, Luis miró fijamente el candil sin dejar de llorar, poco a poco sus ojos se cerraron, le vino el sueño, pero también la esperanza.
FIN DE NONAGÉSIMO QUINTO EPISODIO
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