METAMORFOSIS 96
En aquel parque.
Valentín estaba muy pensativo en cuanto al estudio, le gustaba mucho leer sin duda alguna, por eso preferentemente su lugar favorito era la biblioteca con olor a libros con humedad y también le gustaba frecuentar las gradas de ese complejo deportivo escolar muy amplio con bastante aire de temporada, siempre se encontraba estudiando a veces solo o en ocasiones en compañía con unos compañeritos de aula con los que conversaba desarrollándose su liderazgo natural que demostraba su carácter, habían pasado ya cinco meses desde que había ingresado a esa escuela, con el tiempo ya tenía varios compañeros con los que compartía los juegos de su edad, se notaba su inteligencia al momento de actuar en el aula, la maestra lo iba apreciando a medida del tiempo, se notaba diferente a los demás por el brillo de sus ojos claros aunque con los demás tenía esa piel normal de su edad muy tersa, estaba tan animado que se angustiaba de sólo ver a Jonathan de lejos, y desde ya le daba pavor y disminuía su ánimo llegando a tener algo de pavor, Valentín no olvidaba ese desafortunado momento aquel de la fiesta en el que corría con un niño del que se había hecho amigo, los dos corrían en los alrededores del jardín y se encuentra a su paso con Jonathan el cual le hace unos discretos gestos obscenos de su pene intentando que comprenda su deseo de estar con él, Valentín recordaba que se puso cabizbajo y siguió jugando con su amiguito, recuerda que al rato se presenta de nuevo, esta vez se le acerca amablemente, le dice algo al oído al momento en que ve que su amiguito se retira, Valentín inquieto por lo que escuchaba le hace caso y lo sigue inocentemente, en que lo ve estar a solas por ese sendero y lo sigue hacia un apartado lugar donde se desarrollaba la fiesta, estaban a solas, la música se escuchaba distante, Jonathan le dijo que lo acompañe para mostrarle algunas cosas sorprendentes que hay en aquel lugar mostrándole la entrada a gestos hechos por el movimiento de sus manos, entraron prudentemente hacia aquel callejón que se iba transformando en un pequeño túnel en pendiente hacia debajo de la construcción antigua llegando a una puerta antigua, y así fue que en ese momento las manos de Jonathan giraban una llave antigua oxidada sacada de su bolsillo, al entrar el aire era denso y el ambiente se tornaba húmedo y semi oscuro, caminaron un buen lapso de tiempo, Jonathan tomó una linterna que estaba puesta entre bloques con moho, para Valentín era sorprendente el lugar lleno de humedad, caminaron a cierta distancia hasta que se detuvieron, de inmediato le dijo a Valentín que ahora estaban solos y podían hacer “eso” señalando con su dedo índice el pene vestido con risa irónica, mientras le hablaba se restregaba el pene vestido, le dijo que mire, era en ese momento que Jonathan con cuidado se bajaba el pantalón y el calzoncillo a la altura de los muslos, le hace señales con las manos a Valentín para que se acerque, allí Jonathan quiere proceder a bajarle el pantalón y el calzoncillo pero para su sorpresa el pequeño Valentín lo hace voluntariamente, sonrieron viéndose a la cara, unieron sus frentes tomándose mutuamente de la cintura, Jonathan se inclina un poco para que sus penes empiecen a rozarse, unieron sus frentes y es en ese momento que una luz describe intensamente sus cuerpos , sus pelvis unidas con sus frentes, sus brazos rodeándose las caderas sujetándose cual si fuese novios en su cita, fue grande la sorpresa de los amiguitos, más al ver que se trataba del chófer que burlonamente sonríe muy satisfactoriamente comprobando lo que pensaba al momento de entrar en ese muy apartado lugar muy por debajo en los cimientos de la mansión, aquel hombre maduro los sorprendió cuando tenían unidas las caderas, recién empezaban a cogerse, los penes estaban unidos pero ya sin frotarse mutuamente tras ser sorprendidos, al ver la luz los dos niños instintivamente se apartan uno del otro, simplemente el chófer les dice al verlos que se suban la ropa cuidando de no mancharla, Valentín con mucha timidez y vergüenza se acomoda la ropa y sale primero muy presuroso a órdenes del chófer de aquel lugar haciéndole gestos de salida con las manos, desde ese momento para Valentín sus pensamientos eran de vergüenza ante aquel chico y mucho más cuando miraba el rostro sonriente y burlesco del chófer al momento de recibir a Jonathan en el auto a la salida de escuela, al ver a ese adulto para Valentín era un suplicio de terror y vergüenza, su actitud trataba de no querer delatarse en las veces que salía con Robinson su protector adoptivo o con la novia, el chófer siempre arrimado a la puerta con un cigarrillo lo miraba pasar emitiendo una mueca burlesca al saludar; en una mañana deportiva Valentín estaba jugando con sus amiguitos y de pronto se acerca Jonathan a verlos jugar, el niño asombrado por esa actitud siguió jugando sin ni siquiera verle, de pronto que ya lo tenía cerca, los dos se vieron fijamente a los ojos, de inmediato Valentín estuvo cabizbajo viendo sus zapatos deportivos, la mano de Jonathan rozaba el mentón del pequeño levantándole la carita, al verle se dieron una forzada sonrisa, lo tomó del hombro llevándole a sentar a las gradas, sacó de su bolsillo un chocolate y lo compartieron, la timidez de Valentín era notoria, sus manitos temblaban al probar esa golosina, Jonathan no dejaba de sonreír, de pronto roza su mano en la mano de Valentín que la tenía apoyada en la grada, se miraron fijamente, nuevamente Valentín se puso cabizbajo y la mano de Jonathan acariciaba el mentón, le dijo que no tuviese miedo, que ya las cosas con el chófer estaban solucionadas, que era un secreto, que no ocurriría nada malo, que Robinson nunca se enteraría de lo ocurrido, todo quedaba en secreto y en silencio, Jonathan le extendió la mano en señal de amistad, con gestos en el rostro de confianza y seguridad, Valentín la estiró también uniéndose en un estrechón, ambos sonrieron y corrieron a jugar con el grupo de niños, desde ese momento los encuentros a comer y a conversar fueron más cercanos, Valentín permitía el roce de las manos de Jonathan en su cuerpo, habían momentos que estando a solas sonreían pícaramente, se abrazaban uniendo las frentes, todo ello en privado por los lugares apartados de la escuela, en los recreos Jonathan le daba de compartir su comida a Valentín formándose una amplia amistad, ya la forma de trato del chófer hacia Valentín había cambiado desde aquella vez en que recibió una atenta caricia en su pelo con un suave estrechón de manos, parecía que lo de aquella vez en ese húmedo lugar había quedado en el olvido para los niños, pero no para aquel chófer que disimuladamente se restregaba el pene luego de cada estrechón de manos que le daba a Valentín, la presencia en la salida a veces de Robinson o de su novia hizo que ellos también incrementasen la amistad con el chófer que cordialmente los invitaba a subirse para llevarles a casa de paso por la ruta a la mansión, para esa última semana del mes de febrero de 1947 hubo un cablegrama llegado a las manos de Robinson mientras comía en casa, se le notificaba que terminadas sus vacaciones se presentaría en la base militar para ser conducido a medio oriente, estaría por unos cuantos meses, esa noticia entristeció a Valentín en parte, aún quedaba la compañía de la novia de Robinson para no quedarse solo, a los pocos días fue despedido prometiendo volver pronto, un sentimiento de angustia invadía a Valentín.
* * * * * * *
El dedo hurgaba el ardiente ano deslizándose por esa suave piel, lo acompañaba el frenesí de los gemidos balbuceantes en la fresca mañana que atravesaban los finos rayos de sol a través del cristal de las ventanas, estaba solo, sentía seguridad por lo que hacía, muy inquieto se llevó el dedo a la nariz para olerlo, sentía sensación rara, se sentó al extremo de cama mirándose el pene lampiño erecto en pocos centímetros y también observaba con detenimiento sus pies tocando el piso señal que había crecido unos cuantos centímetros, ahora se daba cuenta de aquello, pero, no perdía de vista sus dedos bien cuidados y siempre su olorosa ropa a mandato de su padre el dueño de grandes cantidades de terreno, escuchó la maquinaria alquilada, de un brinco estuvo en la ventana, sintió el pijama deslizarse por sus piernas, no se inmutó, sus vistas continuaron viendo las pesadas máquinas de arado, su padre había decidido invertir en plantaciones, menguando la cría de ganado, el pijama le llegó a los tobillos, mientras miraba se estiraba el penecito suave y liso, su boca entreabierta denotaba placer saliendo una pícara sonrisa, su pelito algo crecido formaba un flequillo entre su frente y cejas, lo sopló hacia arriba para ver mejor, caminó descalzo en dirección al armario, encontró una camisa con sus iniciales L.A.P. cuyas letras estaban enlazadas entre sí la cual se puso mirándose el penecito, el pequeño estaba parado sobre la cama, recordaba que ese tocaba de acompañar a su madre a comprar al pueblo en la carreta, escuchó el llamado de su madre a desayunar, se arregló en oloroso traje y bajó las escaleras lentamente rascándose el trasero con paciencia acomodada, tenía los ojos entreabiertos dibujándose placer en su rostro, se sentó feliz pues le habían hecho su desayuno favorito, como siempre a su lado su medio hermana de madre que ahora estaba con fijo pensamiento en el infinito, parecía que había trasnochado, ultimadamente se la notaba así, al poco rato que ingresa su padre, le da cortas caricias en el pelo y las mejillas y se sienta en su lugar de costumbre encabezando la mesa, se notaba apurado en servirse los alimentos, luego su madre se sienta, empieza una discusión, la alegría de Luis Alfonso se desvanece, no le gusta que sus padres discutan, el niño se limita a presenciar la escena, su media hermana come rápido para abandonar la mesa sin ser objetada por su actitud, los adultos entienden su acción y la ignoran, el niño la sigue rato después, al quedar solos se enciende más la discusión, el niño espera cabizbajo a su madre sentado en la carreta sin articular palabra y junto a él está el pequeño Rómulo que con su madre Liliana acompañarán a comprar los víveres en el pueblo especialmente en el negocio de Lucrecia, el tiempo transcurre y Clemencia aun no sale, los niños deciden jugar cerca de las ruedas carreta pasando sus manitos por el metal y la madera, la señora Liliana reprende a los niños para que se acerquen y no se ensucien, de pronto que se acerca su esposo Ricardo con Clemencia, le dice a su esposa que vaya a hacer los quehaceres pues por mandato del patrón ahora él como capataz de la estancia acompañaría a la patrona Clemencia rumbo al pueblo, la mujer obediente al marido se retiró, los niños subieron a la carreta, los corceles dieron unos pasos deteniéndose para que un peón armado suba y los acompañe, es que meses atrás las escaramuzas políticas se estaban dando en el país como ola expansiva ya llegaba a las plantaciones de los terratenientes pidiendo los manifestantes que se les de tierras por medio de la ley agraria, eso no debería darse consideraban los más pudientes en el país, así que invertían en armas para dotar de mejor forma al ejercito cayendo en escaramuzas muy constantes ya en la capital, se podía ver en el campo asesinatos de personas con insurgencia civil, cuerpos caídos o lanzados en las carreteras; al llegar al pueblo Lucrecia recibió a su cliente con una sonrisa amplia, Ricardo hizo una alegre venia y a su vez dando estrechón de manos al esposo de Clemencia, aquel campesino, por su parte los niños caminaron hacia el parque del pueblo a ver los tendidos de juguetes, y otras chucherías, se unieron en el juego a otros niños que son compañeritos en la escuela; el campesino esposo de Lucrecia vio acercarse a una figura joven, era Luis caminando pausadamente un tanto alejado, pensativo, sus miradas se cruzaron, les salió una sonrisa voluntaria y un gesto de saludo, aquel hombre se animó mucho, quiso acercarse al joven pero se contuvo ya que éste se iba alejando pausadamente, en el fondo aquel hombre sabía que ése joven era su hijo, aquel varoncito que le engendró a Andreina Buonanote en las noches de pasión de sus citas en el campo a espaldas del esposo de ella Guillermo Izaguirre quien le daba desamor, miró fijamente alejarse a Luis Izaguirre en dirección al parque, llevaba el apellido del hombre al que entendía así que no era su padre, ahí estaba una noria y un carrusel, Luis Alfonso estaba montado en un caballito a su lado su amiguito Rómulo, lo saludaron a Luis y éste se limitó a agitarles la mano, jocosamente se llevó la mano a la entrepierna rascándose su pene vestido, Luis Alfonso tímidamente le vio ese movimiento, Luis sonreía al verle el rostro del pequeño, de repente sintió que un niño se acercó a su lado, era Clodoveo Aristófulo, hijo de Lucrecia y de aquel campesino que era para Luis Izaguirre su verdadero padre, estaba junto a unos amiguitos que se acercaron a saludarle, ahí estaba a su lado aquel niño al que le salvó la vida, ahora el niño bordeaba los diez años, de cuerpo recio como su padre, de piel distinta, pero identificados por un lunar en el hombro tanto Luis como Clodoveo, era la marca de su hermandad, aunque el niño no sabía de aquello, se abrazaron sonrientes, Luis lo miraba con fijación, era su medio hermano menor, pero no podía decírselo, había algo de orgullo, no se sentía seguro, mejor que los adultos se lo digan algún día, Luis escuchó decir del niño a sus amiguitos que no tenía dinero para subir a la noria porque su madre lo había castigado por la travesura de haber regado harina de un costal, Luis sonrió, uno de sus amiguitos en camino a subirse le hizo burla al ver su incapacidad y deseo de subirse, Luis indignado de inmediato sacó un billete y se lo regaló a Clodoveo para que fuese a la noria, receloso aceptó, instantes después Luis parado observaba a Clodoveo divertirse, luego el niño lo invitó llevándole de la mano a que subiese con él al carrusel para después despedirse regalándole un helado a él y a parte de sus amiguitos, unos pasos atrás semi escondido estaba el padre de Clodoveo viendo desde hace rato los gestos de Luis, desbordaba su alma de felicidad, era el momento que tanto estaba esperando para acercarse, le agradeció delante del niño los gestos de buena voluntad, Luis se sonrojó, cabizbajo recibía el agradecimiento, sonriente estiró la mano, en señal de cortesía, el hombre le invitó a sentarse en una banca del parque mientras el niño repetía sus juegos en el carrusel y la noria, fue una larga conversación, al principio esquivaban las miradas, ambos emocionados emitían palabras balbuceantes y entrecortadas, a través del tiempo poco a poco se fueron calmando aclarando sus articulaciones de mensajes, empezaron su charla hablando de sus ocupaciones, aspiraciones, del clima, de los sucesos que se estaban dando políticamente, de las pugnas sociales, Luis le informaba lo que sucedía en la capital y el hombre lo que pasaba en el pueblo, todo aquello con la más absoluta cordialidad, brindándose un ligera confianza, aquel hombre trató de no tomar en cuenta el tema familiar; a unas cuantas cuadras del parque las miradas entre Lucrecia la esposa del campesino y Ricardo el capataz de la estancia Pérez eran cada vez más insinuantes, los disimulados roces de piel no se hacían esperar al caminar entre los clientes en búsqueda del objeto para la compra, Clemencia y el hombre armado fueron al parque a ver divertirse a su hijo, Ricardo se excusó en acompañarla so pretexto de aprovechar del tiempo que le quedaba disponible en comprar comestibles y ropa para su hogar, pero en realidad deseaba estar con Lucrecia, ambos amantes entraron sigilosamente en la bodega asegurándose de no ser vistos, fue todo tan rápido que se desvistieron y de inmediato el contacto de sus genitales, el pene ya estaba con liquido preseminal del deseo contenido por poseerla, pero ahora ya era suya de nuevo, la entrega fue total, sabían que el tiempo era corto y así lo aprovecharon al máximo entre abrazos y besos mordelones, la pasión infinita, cuerpos unidos, él fue quien primero eyaculó dentro de ella que le siguió con sus flujos vaginales, no se habían cuidado en hacer el amor a pelo limpio, a ella solo le importaba tener ese grueso pene dentro de sus entrañas, le pedía que siguiera, estaba muy excitada, sin miramientos se volteó, el hombre agitó su humedecido pene con semen y lo puso a la entrada del ano abriendo los glúteos femeninos lo que más podía, la hizo gemir apretando las manos y mordiendo los labios por dentro, la barbilla del hombre posaba sobre el cabello de la caliente y excitada Lucrecia, se escuchaba el sonido de los fluidos del pene en ese ano, parecía interminable aquella acción sexual, lentamente se lo fue sacando, ella se volteó para recibir besos apasionados de su amante, rápido se vistieron, prudentemente salieron de aquel apartado y alejado lugar, se complacieron de no ser vistos, Ricardo tomó camino al parque dejando a una satisfecha Lucrecia a la espera de un nuevo encuentro a corto tiempo futuro; Ricardo se sentó junto a Clemencia en la banca del parque lo hizo con disimulo para conversar y ver a sus hijos divertirse, el capataz se unió a la conversación en la que el hombre armado discretamente escuchaba, veían a la vez a sus hijos jugando por los alrededores de los juegos mecánicos, de pronto una moto irrumpió los alrededores, era Dagoberto que se detuvo estacionándose cerca de los tres personajes, Luis Alfonso quien al verle se apegó corriendo a saludarlo, brincaba de gusto rogándole que le diese un paseo en la moto, el niño le pidió permiso a Clemencia y ésta aceptó, el niño brincaba de gusto la conversación con su capataz continuaba, al frente de Clemencia y Ricardo estaban Luis con su verdadero padre, Dagoberto miró hacia la abacería donde estaba su hermana Lucrecia haciéndole gestos que pronto retornaría, instantes después de encender el motor sentó en su delante al niño agarrándose del timón, le hizo dar un par de vueltas alrededor del parque, le decía algo al oído infantil, la moto se detuvo de dar vueltas alrededor del parque, Luis Alfonso se bajó corriendo a donde se encontraba su madre, Dagoberto parado con su moto aún encendida miraba el diálogo entre madre e hijo, vio que ella asentía con firmeza, el niño brinca de gusto y corre hacia Dagoberto, asintiendo, eso era señal de que le había dado permiso, Dagoberto sonrió dibujándose una mueca irónica en su rostro, prendió la marcha conduciendo alrededor del parque para luego salir por las calles empolvadas del pueblo y así luego a gran velocidad tomaron camino a las afueras del pueblo, de lejos Rómulo miraba a su amiguito alejarse, el pelo del niño se agitaba al viento, Dagoberto no perdió la oportunidad de besarle el pelo y las mejillas con franca pasión y deseo, liberó una mano del timón para manosear las piernitas salidas de su pantaloncito corto llevando sus dedos a frotarle el pene vestido, le preguntó en el oído si se dejaba y el niño inquieto asintió muy sonriente cuyo rostro era impactado por el viento haciendo muecas, estaba atento al mirar al frente con sus manitos agarradas al timón y su traserito sentado en el tanque de gasolina de la moto, Dagoberto estaba feliz con esa declaración y fueron por un camino de herradura, dejaron la moto a sombra de frondoso árbol y caminaron a un paraje de tupida vegetación, donde se podía ver las cristalinas aguas de aquel arroyo que daba al río un par de kilómetros más abajo de la montaña y en su interior de aguas cristalinas se podía apreciar los peces y en la orilla se apreciaba las grandes brillosas rocas multicolores que se hacían visibles al reflejarse la intensa luz del sol, se sentaron en una de ellas muy plana que estaba debajo de un frondoso árbol, se acostaron viendo las hojas del árbol avivadas por el viento intenso haciendo fresco el lugar, el pelo se agitaba al viento, Luis Alfonso tenía los ojos cerrados con su carita apoyada en las rodillas de su piernas dobladas, lentamente apoya su carita sobre las manos que descansaban en las rodillas, sintió los labios de Dagoberto que recorrían su cuello, el niño frunció más sus ojos, estaba sintiendo lo que sintió al despertarse en su cuarto pasándose el dedo por el culito redondo voluptuoso, la lengua pasó por ese mismo lugar del cuerpo de Luis Alfonso, luego el golpe de la respiración en su piel, se sentaron y se miraron de frente, el pequeño vio que Dagoberto entrelazaban sus manos, las besó repetidamente, al verle hacer eso Luis Alfonso sonreía, rozaron sus narices y vino el roce de sus labios junto con el apasionado beso, lentamente Luis Alfonso se fue acostando en la piedra, Dagoberto encima no dejaba de besarle apasionadamente, instintivamente las manitos de Luis Alfonso rodeaban la espalda de Dagoberto que lo besaba más apasionadamente al sentir su entrega, se sentaron de nuevo uniendo sus frentes, la mirada de Dagoberto conducía a la mirada de Luis Alfonso hacia las entrepiernas, lentamente la mano de Dagoberto desabotonaba la camisa de Luis Alfonso cocándola a un lado en el suelo, acariciaba el pecho del niño, en el ombligo hacía círculos con la punta de la lengua haciéndole sonreír, las manos pasaban por los bracitos y estómago del niño, acariciaba los deditos y de uno por uno se lo metía en la boca haciendo insinuaciones de sexo oral, el niño no paraba de reír viendo eso, lo besaba apasionadamente poniéndole en pie a Luis Alfonso, ahora Dagoberto así acuclillado delante de Luis Alfonso le deslizaba el pantalón corto y el calzoncillo que le llegaba a los tobillos, el niño apoyado con sus manitos en los hombros de Dagoberto alzaba sus piecitos descalzos para liberarse de la ropa, de esa manera los dos iban dejando sus ropas junto al árbol, al principio Luis Alfonso tuvo recelo de verse desnudo ante Dagoberto y a su vez ver a Dagoberto que se bajaba la cremallera mostrándole el grueso pene erecto que meses antes lo había hecho sentir cosas nuevas, aunque no se lo decía a Dagoberto pero a él le gustaba verle completamente desnudo, así, en secreto, a solas, íntimamente los dos, le empezó a besarle el penecito luego se lo mete en la boca haciendo que se ensalive tomando un tono brilloso, a orden de Dagoberto el niño se fue acomodando en una plancha de roca plana natural, se acostó de bruces, Dagoberto se quitó ya parte de la ropa, al niño le manoseó el traserito, besaba la piel desde el coxis al cuello, lamiendo apasionadamente el pelito del niño complaciente, le abrió los glúteos, pasó su nariz oliendo el ano y el característico paso del glande, el niño sintió saliva en su trasero de seis años, luego el glande con saliva rozaba las carnes infantiles firmes y suaves, ese pene peludo de veinte años recorría la piel del trasero de Luis Alfonso y se lo fue metiendo al escuchar el aguante de los gemidos infantiles, Dagoberto se detuvo en su movimiento, quería ver su glande entre los glúteos de Luis Alfonso, le dijo al niño que no se mueva, Dagoberto tenía sus brazos extendidos sin ropa de la cintura a los pies, hizo un empujoncito en su pene, Luis Alfonso volvía a gemir, Dagoberto ensalivó su dedo y le metió en el ano al aguante del niño, le hizo alzar el trasero, le ensalivó uno de sus deditos y con su gruesa mano le llevó la manito de Luis Alfonso con dedo ensalivado a que se lo metiera en el ano infantil, el niño sintió algo nuevo, le preguntaba si le estaba gustado y el niño asentía, el niño escuchó escupitajos, Dagoberto se ensalivaba el glande, arrodillado lo tomó de la cintura al niño haciendo que su trasero se ubique delante del erecto pene, ensalivó la entrada del ano y le metió el pene hasta donde pudo al aguante del niño, así era que Luis Alfonso gemía, las caderas del niño eran adelante y atrás, Dagoberto estaba complaciente, pensó que de a poco lo iría desflorando, le hizo acostarse de espaldas poniendo los piecitos del niño en sus hombros llevándolo a su cuerpo, ambos podían verse los penes rozándose, Luis Alfonso vio que del pene de Dagoberto salía el líquido blanco que mojaba su penecito lampiño y llegaba a su ombligo mojando parte de su barriga, por un instante se quedaron quietos viendo aquello, más atento estaba Luis Alfonso viendo ese grueso pene que de a poco se hacía flácido, se imaginaba cómo ha entrado en su anito, Dagoberto le dijo que nunca se olvide de este momento, se vistieron y con la moto tomaron la ruta de retorno; Clemencia seguía conversando con su capataz Ricardo y con el hombre armado, debido a la plática intensa ella no se daba por enterada el largo rato que su hijo Luis Alfonso había pasado paseando en moto con Dagoberto, hasta que llegaron, el niño se acercó a sus amiguitos, estaba algo pensativo pero su ánimo fue cambiando mientras más jugaba y ganaba en aquellos juegos, era el momento de partir, Clemencia y Ricardo llamaron a sus hijos, el capataz le hizo un gesto al hombre armado para emprender el viaje, fue algo lento, ya casi al llegar se escucharon disparos distantes en las propiedades aledañas, aceleraron el paso de los corceles, ya estando seguros en la estancia, Clemencia notó la ausencia de su esposo, había tomado rumbo a la capital, eso le informó Liliana, la mujer se sentó con gestos de desaprobación decepcionada por aquella actitud de su esposo, se sentía ignorada y despreciada por su esposo, Ricardo le dio palabras de consuelo recordándole al oído lo que habían hablado en el parque, ella se limitó a observarlo, estaba contrariada recibiendo el atento gesto de despedida de su capataz; así pasaron un par de horas de aquella tarde soleada en la que se acercaba el ocaso, se escuchaba el ruido de los niños jugando en los corredores, Ricardo cabalgaba por los alrededores de la hacienda Pérez con intención de dejar el caballo en las caballerizas tras el manto de tinieblas nocturnas, de repente ve a lo lejos a una mujer a caballo en galope recio y preciso con limpieza, él montó su caballo y la siguió hasta aquel apartado lugar, ella bajó de su caballo con la ayuda del capataz, los amantes se fundieron en un abrazo al bajarse del caballo, besos apasionados se repitieron constantemente, y ya desnudos a plenitud se entregaron, ella estaba bien abierta de piernas con su vagina humedecida del paso de la lengua de su amante por los labios vaginales y clítoris, mientras que él con su pene humedecido de líquido preseminal acercaba su glande a los labios vaginales, el meter y sacar fue furibundo sacándole gemidos a la patrona, ella no dejaba de gemir alocadamente y él le seguía, parecían dos desaforados animales envueltos en el torbellino del deseo y la pasión incontrolable, Clemencia decidida a todo, Ricardo decidido a complacerla en el más mínimo detalle, ambos se dejaron llevar, para el hombre era su segunda acción sexual ese día, pero tenía bríos, su corpulencia lo denotaba, ella lo deseaba así en sus fantasías sexuales que ahora eran una gratificante realidad, el motivo para aquello era el desamor de su esposo hacia ella, no la atendía sexualmente a plenitud, su capataz estaba ocupando su lugar con mayor frecuencia, ambos sintieron sus líquidos sexuales dentro de la latente vagina de Clemencia y no pararon de besarse por largo rato, así estuvieron desnudos sobre el suelo viéndose sus genitales, vieron que se acercaba el momento de partir, antes de tomar el camino de regreso, ella le pidió que de nuevo la poseyera y el sonriente así lo hizo, esta vez cuando le introdujo el pene en ano le hizo gemir más de lo acostumbrado diciéndole que era para que se acuerde del rato vivido con él, en cada alarido femenino expuesto estaba desfogando las ansias del desamor vivido con su esposo, su amante el capataz compensaba ese vacío de ternura y atención, cada grito era la protesta salida de las entrañas de una mujer sexualmente insatisfecha por su marido el doctor Pérez, el hombre la volteó y luego de un prolongadísimo meter y sacar logró eyacular en las entrañas de su amante por segunda vez en aquella inolvidable noche para ambos amantes quedando acostados viendo su entorno por un instante, Ricardo nunca olvidará aquel hermoso momento vivido con su patrona.
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Gustavito observa desde la ventana amplia el juego entre padre e hijo teniendo a Noelia como testigo, aprieta las manos de furia, no puede evitar los celos paternales, quisiera que en ese momento su padre viviera para hacer lo mismo, pero recuerda que su padre Gustavo Pozzo con él era medianamente frío pese a ser su único hijo varón, Gustavito era el tan esperado hijo que perpetúe el apellido Pozzo, ahora su medio hermano Carlos Augusto Rodolfo perpetuaría el apellido Del Olmo junto con Serafín, había algo que los identificaba en la misma forma de sonreír, de nuevo su mirada al amplio jardín, su madre vestida de blanco entero, igual que su medio hermano de pelo rubio, sus meditaciones fueron interrumpidas por la llegada de Serafín que se acercó a Gustavito, los miraban ahora a sus padres jugar con aquel niño que los unía, aquel niño que ya tendría en tiempo futuro sus primer añito de vida, Serafín no esperó a más y se unió a los juegos quedando Gustavito con prudencia dentro de la mansión, se escucha un ensordecedor claxon, Serafín sale del jardín a atender, escucha con paciencia lo que le dicen, el auto sale, su padre le pregunta lo sucedido, Serafín se limita a contestar que son indicaciones de deberes y continúan jugando, los ojos claros de Gustavito están llenos de lágrimas, difíciles de disimular ante su madre cuando entra y lo ve, para ella existe la mirada incriminándola, el joven de diecisiete años sube las escaleras yendo a su cuarto, quisiera mejor estar en el pensionado, quisiera que su padre viviera, quisiera que todo fuera como antes, le viene el llanto y la desesperación, no ha superado la muerte de su padre, lo ha idealizado de tal manera que a su padrastro lo ve con inquina disimulada ante las circunstancias que se avecinan, mientras tanto Carlos es enterado de la situación social del país, los dos principales partidos políticos pasan el límite de la tolerancia para entrar en la beligerancia, eso lo hace notar el caudillo del país de la canela, cobijando a los pobres impulsando la reforma agraria y un mejor trato laboral exento de explotación, sus amigos del gobierno lo alertan de los sucesos, Noelia le orienta su accionar en la neutralidad, a fin de cuentas de ambos bandos su esposo es respetado, pero queda el temor de un incremento en la violencia del país, sobre todo en la capital donde ya hay varios asesinatos políticos que preocupan la estabilidad del gobierno.
FIN DE NONAGÉSIMO SEXTO EPISODIO
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