METAMORFOSIS 98
Correspondencias.
Un pie descalzo y el penecito blanco arrimado al filo de la rendija mostraban que el agua escurría por la piel, se podía ver la sonriente cara de un precioso niño, los dedos alargados y sus bien cortadas uñas matizaban las manos y piernas entre gruesas lampiñas por donde había restos de espuma de jabón incluyendo en su pelo, dijo un nombre y giró sobre sus talones regresando a la tina donde estaba bañándose, la mujer entró y terminó de bañarlo, se sentó en la cama, la toalla semi abierta mostraba el penecito descansando en la sábana de una lujosa cama infantil, el niño se puso de cuclillas sobre el piso de cerámica, la mujer lo puso en pie en la cama, sus piernitas unidas a los pies daba un rozagante color de piel, es que ese niño era muy blanquito, tenía cuatro años, sus manitos estaban muy pegadas a las caderas, alzaba sus pies para ponerse el pijama, la tela se deslizaba sobre su piel, aquel niño era muy vivaz escasamente se estaba quieto, le gustaba jugar y su carácter alegre pegaba de a buenas en la mayoría de las ocasiones con las personas que estaban a su lado y eso le hacía ser muy querido demostrando su buen ánimo, desde hace tres años se mudó allí con sus padres, hijo único, había sido de gran suerte su nacimiento ante tantos intentos de sus padres por tener un hijo, ahora felices lo colmaban no solo de cariño sino de buena ropa y juguetes, sus padres trabajaban de empleados para el gobierno, allí se conocieron desde hace quince años, actualmente ya bordeaban los cuarenta años de edad, el niño estaba al cuidado de una empleada de veintiséis años llamada Armiña, lo cuidaba de buena forma al niño, como si fuera uno más de sus tres hijos, ya entrado el ocaso los padres del niño llegaban a casa y como ritual diario le traían cualquier golosina o juguetito, el niño era bien atendido y había heredado el carácter de sus padres, no podían faltar los paseos nocturnos en el auto, en varias ocasiones Armiña y sus hijos acompañaban a la familia; ahora el niño miraba con detenimiento el movimiento de las manos de Armiña, tenía aceite en las palmas y las pasaba por el cuerpo del niño como de costumbre, le puso la trusa y lo sentó en la cama para ponerle talco, luego el pijama y su colonia obsequio de su padre, ya casi era la hora, pronto vendrían los patrones, la mujer se esmeraba por cumplir aquella tarea diaria, estaba feliz al llegar la hora de salida del trabajo, pronto estaría en casa con su familia, desde lo alto de la gran casa a través de las amplias ventanas se podía ver el paso de los transeúntes, vendedores, entre ellos el heladero que al sonar de claxon el niño se puso alerta pidiendo salir a comprar ese delicioso helado casero, la mujer sonriente bajó en precipitada carrera con el niño que andaba en pantuflas, el heladero ya conocía a su pequeño cliente y por ser tan buen niño le ponía un poco más en el cono, el niño maravillado contemplaba su helado con almíbar y le daba de lamidas repetidamente, escucha a cierta distancia un grito que llevaba su nombre: >>Marcelo<<, el niño voltea sonriente y corre a los brazos de su padre quien lo marca aún sujetando el helado, luego su madre lo hace después de bajarse del auto sosteniéndole el helado, así lo llevan marcado al interior de la gran casa, tiempo después tocan a la puerta, Armiña atiende a su amigo Wilson que por costumbre le dejaba los pesados pedidos al dueño de casa, recibía su propina y se retiraba sonriente no sin antes sobarle el pelo al niño que de a poco se habían hecho buenos amigos, Marcelo con sus ojos claros y pelo castaño claro heredados de su madre lo miraba a Wilson con detenimiento y hasta se podía decir que con cierta disimulada atención a la entrepierna, tanto así que los adultos no se daban por enterados, pero sí Wilson que daba cuenta con su irónica sonrisa de complicidad, los padres del niño Luisana y Amadeo tenían una gran confianza y afecto a Wilson por su forma de ser y que se mostraba a través del cariño hermanado que le daba a su hijo de cuatro años, Wilson se detuvo en la reja de la entrada principal se sentó sobre un frondoso árbol de acacia viendo al interior de la casa a la que recientemente había salido, se tomó un descanso, vio los transeúntes y regresó su mirada a la gran ventana donde estaba asomado Marcelo agitándole la manito en señal de saludo, Wilson correspondió agitando la mano con una sonrisa tierna, el niño desapareció de la ventana, Wilson se recostó sobre el tronco del gran árbol, sacó un cigarrillo de su bolsillo haciendo bocanadas de humo, disfrutaba de la puesta del ocaso, se puso a recordar la primera vez que fue a esa casa a dejar una encomienda, al abrir la puerta se encontró con la sonrisa de Marcelo que lo recibía, fue algo especial pues el niño solo tenía puesta una trusa y al escuchar el toque de la puerta había corrido a abrirla, Marcelo todavía tenía húmeda su piel, se notaba lo voluminoso de su trasero bien paradito, sus piernas gruesas en contraste con los dedos alargados bien formados, labios finos con cejas cubiertas por el pelo lacio castaño claro, unos ojos que demostraban cordialidad al mirar, ese fue su primer encuentro, de ahí se incrementarían la veces que frecuentaba esa casa estando el niño y la empleada aumentando la cordialidad y confianza en cada visita que realizaba Wilson; recordaba los juegos que hacían sobre la amplia alfombra de la sala montándose el niño en la espalda de Wilson haciendo caballito, las luchitas con cosquilleos que era el pretexto para sobarle su pene vestido, de la vez en que Marcelo y Wilson quedaban a solas cuando en una muy calurosa tarde vio al niño puesto solo una trusa descalzo acostado sobre la cama haciendo garabatos con lápices de colores, era justo antes de que Armiña le diese un baño, sus piernas se alzaban y se bajaban, a prudente distancia Wilson miraba la figura del niño, aquella dulce mirada y los movimientos de labios mordiéndoselos, de aquel traserito ajustado a la tela de la trusa, de aquellas hermosas manos que se movían sobre el papel, la lengua salida por un extremo de los labios, Wilson se acostó junto al niño, unió su mejilla a la de Marcelo observando el garabato, pasó su nariz por el pelo del niño bajando al cuello, pasó por los hombros sin que el niño se diera por enterado de las intenciones sexuales de Wilson, lentamente se acostó sobre el niño que aguantaba su peso, hicieron a un lado los objetos y giraban sus cuerpos sobre la cama, el niño reía complaciente ante el cosquilleo que recibía, llegó un momento en que el niño quedaba de cara a la cama y Wilson encima de su cuerpecito ahí venían las cosquillas, Wilson aprovechó para bajarse la cremallera sacándose el grueso pene, al girar el niño estaba acostado sobre el cuerpo de Wilson, estaban frente a frente, se movió y por primera vez vio el pene de Wilson que rozaba la trusa del penecito vestido, lentamente le fue deslizando la trusa hasta ponérsela en los tobillos luego ambos penes se rozaban, el niño miraba con admiración esos movimientos y aquella primera vez que las manos de Wilson se deslizaban por la piel de su traserito, el niño sentía el roce de los penes, en sus mejillas sentía el golpe de la respiración de Wilson que le decía que era un jueguito y que se dejase llevar, el niño lo consentía limitándose a ver y luego a sentir sobre sus espaldas el pecho de Wilson, sobre su pelo el golpe de aliento con acelerada respiración de Wilson así como también sobre su trasero el roce del duro y tibio pene peludo, sintió algo de dolor en su ano traduciéndolo en gemido fuerte, Wilson miraba su pene de venas pronunciadas que se deslizaba sobre la piel de los glúteos del traserito infantil, desde el primer momento al niño trató de hacerle sentir la penetración de su glande, acomodó su cara sobre el pelo del niño, lo quería sentir con toda su piel a plenitud a ese cuerpo de Marcelo, le gustaba mucho ese cuerpecito tan suave, oloroso y bien aseado, su glande sobresalía pesadamente entre los glúteos, el semen salió del pene de Wilson, sintió algo que le humedecía la espalda, quiso moverse pero Wilson lo sostuvo diciéndole que se estuviera quietecito, lentamente se alejaba del cuerpo que estaba con su cara entre las sábanas en su cama infantil, el papel se deslizaba sobre el glande de Wilson y después por la suave piel del niño desalojando el semen, aún quedaban restos, lo alzó al niño cayéndose la trusa al piso, Marcelo estaba desnudo con sus piernas rodeando las caderas de Wilson que sostenía con sus manos los glúteos, vio aquellos hermosos pies de Marcelo que se movían al aire y esos deditos alargados bien formados que se contraían, lo llevó al baño a darle una corta ducha, le pasó la toalla por el cuerpo y lo hizo acostar tendido en la cama boca arriba con su penecito descubierto al desnudo, se acostó junto a él con los cuerpos de perfil, Wilson lo tomó entre los brazos con su cara oliendo y acariciando el pelo del niño, se sacó el pene y por un rato rozaba sobre las caderas y glúteos de Marcelo, así quedaron abrazaditos por unos momentos, lo habían hecho sin palabras, sólo con gestos y miradas cómplices con la inocencia de Marcelo creyendo que todo aquello había sido sólo un juego, pero en realidad esa fue la primera vez que Marcelo hacia sexo con su iniciador; Wilson había recordado ese dulce momento, sus ideas se ordenaron, vio la puesta del sol y la llegada de la noche, tomó el bulto de encomiendas, su trabajo lo concluiría pocas horas después, dio unos pasos y giró para atrás viendo la fachada de aquella casa, sonrió y continuó su rumbo.
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Sentado en el muro del cerramiento estaba Gustavito muy pensativo, apretaba con fuerza el lápiz de rabia en no poder concentrarse, se había fijado el deseo de que en cuanto saliera de la preparatoria seguiría la milicia al siguiente año, ese había sido el deseo de su difunto padre y debía cumplirle, ahora sus pensamientos estaban turbados a causa del celo pensando el cariño y la atención que su madre Noelia le estaría dando en este momento a su medio hermano, es que Gustavo Adolfo Pozzo Buonanote había crecido con la idea de ser el único hijo varón del primer matrimonio de su madre con Gustavo Pozzo, años atrás Gustavito era la atención de su madre, ser el único hijo varón entre dos hermanas significaba mucho, el quinto de los nietos en sucesión de don Rodolfo Buonanote, se reía irónico pensando a su edad esos celos hacia su medio hermano, Carlos Augusto Rodolfo Del Olmo Buonanote, de casi un año de vida, Gustavito se recostó en el pilar sobre el muro recordando los días de su infancia en que su madre le prodigaba de cariño, así como su nana Dulce, recordaba sus paseos en el campo con sus hermanas, de lejos su padre que se acerca, lo mimaba, pero él sentía que no era tanto el cariño como el que le daba su madre, a veces lo sentía lejano a su padre, estiraba sus brazos pero pocas veces su padre le correspondía el abrazo, seguramente pensó que esa actitud de hombre fuerte era para que entendiera que su padre lo quería formar con férreo carácter, pese a todo, Gustavito quería mucho a su padre; ahora pensaba en el rostro de su medio hermano, en la sonrisa que ambos tenían, de los mimos a veces exagerados de su padrastro a su medio hermano, Gustavito no podía negar que había una férrea relación entre Noelia y Carlos Felipe, eran felices con su hijo, pese a que en ocasiones la tristeza embargaba a su madre a causa del pensamiento de su otro hijo desaparecido, se preguntaría qué estaría haciendo ahora su otro medio hermano desaparecido, al poco rato Gustavito sonrió pensando en la sonrisa de su medio hermano, de su tan parecido físico incluyendo ciertas facciones, a fin de cuentas eran medios hermanos, algo heredaron de su madre, cerró sus ojos respirando hondo y exhalando lento, ya pronto sería fin de curso, ya pronto tendría decisión en su vida, le había dicho a su abuelo la decisión de ir a la milicia y de un brinco el anciano abrazó emocionado a su nieto por la buena noticia agregando su enhorabuena y respaldo económico, su madre en cambio no tan gustosa pero aceptando con la finalidad de ya no incrementar más la brecha con su hijo, su padrastro también se une al apoyo, Gustavito agradece con discreción y seriedad gélida; Gustavito estaba muy ensimismado que de pronto siente un golpe en el pecho que lo turba y con desequilibrio lo hace caer al piso, al reponerse estirando sus brazos del piso apartando su cuerpo mira unos zapatos femeninos, su mirada sube por las líneas de esas piernas blancas, pasando por la cadera, el abdomen, pecho hasta poder observar con detenimiento un rostro de amplia sonrisa con mano estirada sosteniendo sus libros, Gustavito agradeció el gesto, los dos se miraron con aprecio, ella era Sara Guillermina la bisnieta de nana Dulce, el saludo fue cordial, caminaron un pequeño tramo en dirección a los bares escolares, hablaron de muchas cosas, el dueño del balón salió de su escondite viéndolos alejarse, el inquieto niño rubio de once años había pateado su balón sin la intención de pegarle a Gustavito, al niño le dio gusto que su balón no fuera ponchado, lo tomó de la acera y se escondió nuevamente, sus manos blancas tenían bien sujeto el balón, se sentó rodeándolo con su brazos y sustentándolo en sus piernas infantiles, sus amiguitos más pequeños salieron de sus escondites y se unieron a sus inquietudes, corrieron furtivamente del lugar a seguir pateando, a distancia Pedro Artemio dueño del balón miraba sentados conversando a Gustavo Adolfo con Sara Guillermina.
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El pene humedecido salía y entraba todo su tronco por la vagina de Sandra al mismo tiempo que se fundían en alocados besos los labios de Serafín que ya había caído en sus redes, ella era complaciente, le enseñaba el arte de hacer sexo a plenitud, prometiéndose no separarse, Serafín había incrementado su potencialidad sexual reflejándose en su cuerpo más grueso y fibra muscular contundente a causa del sexo, las manos de Sandra acariciaban todo ese hermoso cuerpo viril, le gustaba que la penetrase por el ano haciéndola gemir exageradamente, eso estimulaba al muchacho a sentir pertenencia sobre ese cuerpo que estaba sodomizando, eran largas horas de encuentros, sobre todo los fines de semana, cada vez Serafín dependía más de ese cuerpo femenino como si fuese una droga, era intensa la correspondencia de él mientras que ella controlaba sus instintos disimulando hipócritamente ser de él; con el tiempo la educación de Serafín se estaba comprometiendo de mal forma ya que sus calificaciones en el último año al graduarse estaban bajando, su padre conversó manifestándole su preocupación y las causas y en un acto inusitado de rebeldía Serafín asumió su error y que pronto mejoraría, pero no sería así, por poco le cuesta graduarse, Gustavo Adolfo y Serafín se graduaron juntos, lamentablemente su abuelo Rodolfo no estuvo en la ceremonia como Gustavito hubiera querido pero compensaría aquello haciendo una visita a su abuelo llevándole la medalla que había obtenido al ser el mejor en la promoción de bachilleres, la milicia esperaría por él, mientras tanto un preocupado Carlos Felipe no sabía qué hacer con el destino de vida de su hijo Serafín ante la negativa de no seguir estudiando, esta decisión, tomada a influencia de Sandra que continuaban con sus encuentros ahora con mayor tiempo.
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Las hojas secas caían en el suelo del apartado lugar, se podía ver el roce de pies sobre muslos de piernas, los manoseos mutuos no se hacían esperar, los besos apasionados y los dedos entrelazados como dando señal de confianza y seguridad se mantenían férreos como sus miradas, Clemencia y Ricardo se fundían de pasión, ella se estaba haciendo adicta al cuerpo de su amante en cada encuentro, con el pene la hacía vibrar y sentirse hembra ante su verdadero macho, en Ricardo había encontrado el desfogue sexual que desde hace tiempo su esposo el doctor Pérez se lo había menguado, los amantes habían terminado de hacerse el amor, la vagina y el grueso alargado pene mostraban semen, se miraban mutuamente con detenimiento, sus cuerpos desnudos mostraban las hojas secas pegadas a la piel, Ricardo no solo le hacía el amor a Clemencia, también le hacía el amor a Lucrecia, esas dos mujeres agregada su esposa eran el centro de sus tratos sexuales, Ricardo mantenía a su edad una cara agraciada que las cautivaba, así acostados desnudos en el monte los amantes escucharon unos crujidos, no tuvieron tiempo a reaccionar, los disparos a quemarropa hicieron impacto en sus cuerpos quedando tendidos sobre el suelo; la noticia del asesinato de la pareja se regó como pólvora en las inmediaciones del pueblo, el doctor Pérez vino de la capital conocedor de los hechos con vergüenza luego de enterrarlos se regresó a la capital dejando a Agripina y Luis Alfonso al cuidado de la servidumbre, la esposa de Ricardo conmovida por el hecho tuvo que irse de la estancia con sus dos hijos, rumbo al pueblo contiguo, ese asesinato sería comidilla de la gente por largo tiempo.
FIN DEL NONAGÉSIMO OCTAVO EPISODIO
Genial amigo sigue contando mas buenos relatos simpre los espero para leerlos y mi fan es luis estoy enamorado de su personaje en la historia algo parecido nos paso y bueno saludos …… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉