METAMOROSIS 89
» Jueguitos «.
La vagina expulsaba la orina, aquella niña miraba con detenimiento el líquido regado que salía a chorrito, miraba las gotas impregnarse en el suelo y algunas rebotaban en la piel de los dedos de los pies y en las sandalias, tenía la braga a las rodillas y alzó más al ver que las gotas se pegaban en la tela, estaba en cuclillas con las piernas abiertas como siempre en el preferido rincón junto a la letrina del patio con cerramiento de madera de la casa donde arrendaban con sus padres, la pequeña no pudo ver el humo de cigarrillo que salía de la boca de aquel cuarentón que desde la ventana del patio de la casa contigua la miraba con cautela, la pequeña dio pujes, es que el orinar le provocó defecar, se sacó la braga deslizándola por las piernas poniéndola a un costado, de inmediato se escuchaban los cohetes de la fiesta barrial que daban su apogeo sonoro al explotar en el firmamento, ella se asustó un poco con los ruidos pues no la tomó precavida, ella expulsó lo que tenía que botar, se paró pasándose un trozo de papel por el trasero, el hombre respiró hondo y se llevó la mano a la entrepierna acariciándose el pene con algo de estrujes, se calentó, y mucho, de la calle escuchó la algarabía de la gente agolpada, iba a durar mucho tiempo aquella actividad, ella estaba para irse, para unirse a sus amiguitos, a correr en la calle, el hombre vio que ella estaba sola, había visto salir a la calle a sus padres con su hermanito, de inmediato le hizo un silbido, ella dio vuelta y lo vio entre lo claro oscuro de la noche, le sonrió, agitaba cariñosamente la mano en señal de saludo, el cuarentón dueño de la abacería le hizo señas para que se acerque al muro viendo a todos lados, ella lo hizo sonriendo, desapareció de la ventana mientras la niña esperaba y de inmediato nuevamente se asomó a la ventana extendiéndole con su mano y lanzándole desde la altura un par de monedas de mediana denominación que ella muy bien conocía, las lanzó aquel hombre cuidándose de no ser visto por el vecindario, ella lo recogió rápidamente con mucho gusto, a la vez que el hombre le fue diciendo mostrándole la puerta que la esperaba a la madrugada para darle dulces y otras monedas de mayor cuantía para que compre más helados, ella gustosa lo aceptó brincando de alegría, el hombre le hizo señas para que se retire y compre el helado que quiera en aquella fiesta barrial en el sitio cercano a su casa y le repitió que en la madrugada, sí, en la madrugada la esperaba para “jugar” con su “gusanito en la cuevita”, ella asintió arreglándose la braga, el hombre no perdió detalle en ese traserito que había visto antes; la fiesta estaba en su apogeo, el hombre hacía la cálida tertulia con sus clientes y amigos del sector, miraba de reojo jugar a los niños, le llamaba la atención Leandro como estaba vestido parecía un niño hijo de ricos pues últimamente se vestía mejor que antes, es que don Rodolfo Buonanote no reparaba en gastos para vestir al niño con el pretexto que era hijo de su ahijado cuando en realidad era su nieto sin ellos saberlo, la mirada de aquel cuarentón solterón se posó en la pequeña que jugaba con sus amiguitas, mentalmente brindaba con cada sorbo de ron, se puso a tomar copiosamente con el padre de la pequeña y de vez en cuando en forma jocosa la hacía tomar a la madre que fue la primera en marearse mucho, la insistencia en el trago hizo el efecto esperado en el padre de la pequeña que hacía algarabía con los presentes, ya eran pasadas las horas de la medianoche que los niños iban a sus casas a dormir entre ellos la pequeña, su madre la acompañó a su hija de cinco años, llevaba marcado al pequeño hijo de más de un año, su padre seguía libando con alegría estimulada por el cuarentón, este hombre se cuidaba de no embriagarse mucho, su deseo de poseer aquel cuerpito infantil lo mantenía al pendiente de casi sobriedad, ya el frio de la madrugada se acercaba, el padre de la pequeña estaba totalmente inconsciente, el dueño de la abacería lo llevaba abrazado y pasó mareado por la casa de la pequeña dejándole sentado en la entrada de la casa, inmediatamente el padre de la niña pasó silbando pausadamente a su mujer en señal que fuera a abrir la puerta, al no tener contestación dio unos golpes a la pared por el cuarto donde dormía la niña haciéndola despertar, pero de inmediato quedó desfallecido roncando profundamente, así fue, que instantes después la niña de cinco años despertó, se sentó en la cama buscando sus sandalias, tenía puesto un raído camisón de dormir, vio por la ventana del cuarto a su padre recostado en la pared, ella sabía que en ese estado no podía ser despertado porque se volvía un energúmeno, cerró la puerta completamente, pasó por la cama de su madre y la niña se dio cuenta que intentaba despertarle pero que era infructuoso pues estaba profundamente dormida roncando junto a su hijo, recordó que ya seguramente la esperaba ese hombre, recordaba la niña lo de aquella promesa del cuarentón dueño de la abacería, sonrió al pensar que obtendría más monedas, pensaba en lo bueno que era aquel hombre que le hacía los “jueguitos”, al caminar sin darse cuenta hizo caer una taza de latón junto a la cuna de su hermanito, afortunadamente no estaba en ella sino en los brazos de su madre, alzó la taza y emprendió su camino entre la penumbra del cuarto, la noche fresca de luna estaba a total plenitud y su luz entró al momento en que ella abre la puerta del patio, vio al hombre que le abría la puerta junto al cercado, el hombre presuroso entró a la casa por el callejoncito, ella lo siguió detrás lentamente, la abrazó cuando la tuvo cerca haciéndola entrar llevándola presurosamente a su cama, se sentaron, le pasó las manos por el pechito, los rayos de luna que pasaban los tragaluces mostraban el manoseo, lentamente la acostó deslizándole la braga del batón de dormir remendado que tenía puesto, le fue quitando la ropa, ella al sentirlo cerca olía el ron expulsado de sus entrañas lascivas, en lo claro oscuro el hombre se complacía observando cada línea física de ese cuerpito infantil desnudo, no paraba de manosearle la vagina haciéndole meter uno y dos dedos ensalivados al aguante, la hacía gemir, el estado etílico del hombre hacía llenar de manchas salivosas la piel de la pequeña de cinco años, el hombre comenzó a desvestirse y luego acostarse junto a ella que miraba aquel grueso pene rozando su vaginita lampiña, te gusta pequeña, decía el hombre, a lo que ella en silencio se limitaba a ver sonriente con algo de timidez también lo que sentía, ella sintió parte del cuerpo del hombre encima de su cuerpo, los pies se deslizaban por las piernitas, la desproporción de estatura hizo que el hombre tuviera cuidado con su peso no haciéndola pujar mucho cuando estaba acostado sobre ella, los dos se miraban sus cuerpos desnudos tras la luz de luna, ella sentía un instinto de recelo, quiso irse pero el hombre la detuvo sacando una bolsita de monedas salidas de una caja debajo de la cama, esta caja tenía varios billetes, la niña se asombró de ver tantos, muchos de ellos serán tuyos si te dejas hacer el jueguito, le dijo, ella lo miró, no sabía todavía contar a la perfección pero le gustó ver tantos que seguramente podría comprar cosas buenas, se dejó llevar por su inocencia, a fin de cuentas ella pensaba que el “jueguito” no era tan malo, la acomodó como siempre, haciéndole rozar el glande ensalivado, empezó ella a sentir gusto que asentía cuando el hombre le preguntaba si le gustaba así el “jueguito” que estaban haciendo, luego de rozarle el glande en la vaginita se detenía con pausa para luego volver y sentir esa vaginita sobre su glande ensalivado entre los labios vaginales, le decía que el gusanito estaba entrando a la cuevita, reían a la acción de cosquillas que la hacía en las costillas a la nena, así que luego la besó delicadamente, tenía un delicioso cuerpito a su mando, el poco alcohol que retumbaba en su cerebro lo estimuló a que su glande entrase a la mitad en la vagina de la pequeña que gemía pidiendo que ya no más por allí porque le dolía su cuevita, el hombre reía al escuchar esas inocentes palabras, le pidió que se calme, le dio de caricias para tratar de ganarse su confianza, que aún el “jueguito” no terminaba, insistió en besarle tratando de calmarla, le chupa su pechito con la lengua y que luego le rozaba su pecho peludo, el hombre la tenía a la niña acostada de perfil con una pierna encima de su muslito, el pene rozaba ese muslo y parte de la pelvis de la nena, le pasaba los dedos por la vagina a la vez que pasaba el pie por el muslito, llevaba el dedo a la nariz y le decía que huela el dedo que tenía olor a su vagina, la nena se lo permitía, luego pasaba el dedo por entre los glúteos y del mismo modo le decía que huela su potito, ambos sentían aquello de forma distinta, él complaciente de un sexo cotidiano, ella asombrada experimentando sensaciones nuevas que ya antes a su madre y a aquel hombre los había visto desnudos pero que ahora se daba cuenta que ella lo estaba pasando, ella recordaba que su madre para desviar la curiosidad de la niña le había manifestado que tan solo eran “jueguitos” con el vecino mientras este escuchaba esa plática se estaba vistiendo, la madre le decía a la niña que no dijese nada pues eran “jueguitos secretos”, así, con la inocencia característica de esa edad, aquella niña ahora experimentaba ese roce carnal con tufo, seguían besándose con los ojos cerrados, el hombre le enseñaba y en ella ya se mostraba estar gustosa con su metamorfosis, sin ellos darse cuenta ya desde la puerta aparece la silueta de un niño que minutos antes estaba arrimado, era el hermanito de la niña de cinco años, la había seguido, el hombre se puso nervioso sin saber qué hacer, la niña recordó que en verdad su hermanito se despertó cuando cayó la taza en el suelo y seguramente se levantó de la cama donde estaba dormido con su madre y ha seguido de cerca a su hermanita, el adulto de inmediato recapacitó y dejó que el niño se sintiera cómodo trayéndole un dulce salido de la mesa de noche, la niña quiso vestirse para llevarse a su hermanito que estaba descalzo pues sufría de resfriado pero se lo impidió acostándose en la cama mientras el niño sentado sobre un sillón raído agitaba sus piecitos al aire ya disfrutaba de su dulce y viendo entre lo claro oscuro de la habitación aquellos movimientos de ambos cuerpos desnudos sobre esa cama, el hombre ensalivó el glande metiéndole al aguante de la niña, el hermanito seguía mirando los gestos del rostro de su hermana sacando gemidos, le dijo que aguante, el glande entraba por la lubricación, las caderas se movían, le abría más la piernas a la niña, hizo un impulso, la niña gritó, de inmediato le tapó la boca, el niño saltó de la silla para ver más de cerca el porqué del grito de su hermanita, el hombre sin moverse estando encima de la niña cubriéndola le dijo al niño con un gesto prepotente que se sentase, la niña sollozaba, mientras tapaba la boca ponía las piernitas al pecho del hombre cerca de los hombros, el niño atemorizado con dulce en la boca miraba a través de la claridad que daba luz de luna ese pene entrando en la vagina de su hermanita, el cuerpo del hombre iba uniendo al rostro y pechito de la niña, hizo unos empujones con la cadera masculina adulta, la niña pese a tener tapada la boca aumentaba el leve sonido, el niño miraba ese pene entrando con fuerza moviéndose ambas caderas, una penetrando y la otra sintiendo esa penetración tratando de evitarla, vino un empujón más, ella grito ahogadamente por efecto de la mano en su boca, sus ojos se abrieron los mas que se pudo, el niño se acercó más a ver de cerca lo que estaba pasando con su hermanita, el hombre en pleno éxtasis de sodomización no le dijo palabra ni dio orden, estaba en su plenitud de gusto y satisfacción, el niño vio que el pene estaba ensangrentado, que entraba y salía haciéndola retorcer el cuerpito de su hermanita, el pene entraba y salía y de tanto meter y sacar la niña se desfallecía en parte, el hombre la había desvirgado, su boca tapada no impedía de su respiración acelerada y sus llantos, el niño vio que las caderas del hombre se detuvieron, ese pene peludo, venoso y grueso estaba dentro, al hombre le gustaba sentir el deslizamiento de su semen salido del pene que rozaba por dentro con su carne esa vaginita desflorada, la boca tapada y las frentes ya estaban unidas, pasa la lengua por una mejilla infantil, lo fue sacando lentamente alzando la cadera pero de nuevo lo fue metiendo en forma pausada bajando la cadera, la niña ya emitía escasos gemidos un poco ahogados por la mano adulta que le tapaba la boca, poco a poco desfallecía sintiendo la embestida de aquel pene dentro de su vagina desflorada, a pesar de los dolores de vientre que sentía quiso liberarse, pero no pudo, la fuerza del hombre primaba, el hombre cambió de carácter ordenándole que hiciera silencio, el niño continuaba cerca viendo el movimiento del cuerpo de aquel hombre adulto sobre el cuerpito de su hermana sin saber lo que estaba sucediendo a su tierna edad, solo miraba aquellos movimientos a la vez que lamía su dulce con algo de sueño, al rato vio que la mano de aquel hombre se fue deslizando por la boca de su hermana, el hombre completamente desnudo se apartó de aquel también cuerpito infantil desnudo, el niño vio el pene ensangrentado y mojado de semen de aquel cuarentón, miró a su hermanita, ahí quedó ella acostada muy abierta de piernas viéndose la sangre y semen saliéndose de su vagina, se quedó quieta, inmóvil, las lágrimas recorrían sus mejillas, ya no lloraba mucho, tan sólo constipaba en bajo tono, el hombre reaccionó volviendo su atenta cordialidad hipócrita, con engaños la condujo lentamente a pasitos con dificultad en dirección de la letrina que estaba en el patio, le pidió que deje de llorar ya que si la escuchan se enterarían las gentes y sería de mal gusto que la vieran así a esas horas de la noche; la dejó sola pidiéndole nuevamente que deje de llorar, a fin de cuentas ya había terminado el “jueguito” y pronto le daría su recompensa, la animó a limpiarse a pesar de que ella estaba contrariada, muy sorprendida y muy pensativa viendo a aquel cuarentón desnudo con el pene mojado de semen y sangre que lo agitaba en señal de triunfo viendo esas gotas de sangre caer al suelo y circular por el ojo de la cañería reflejado tras la luz de luna, ella miró ese pene ensangrentado y con semen, esa imagen de aquel miembro viril quedaría en la mente de la pequeña de por vida, llena de vergüenza empezó a lavarse con dificultad pues el dolor del vientre era intenso, había sufrido un leve desgarro, el pene no había entrado en su totalidad, más si el himen estaba roto y ese el motivo de su sangrado, ella se sentía otra, lentamente se pasaba agua por la vagina recorriendo los muslos llegando al suelo por los dedos de los pies, estuvo así pensativa en cuclillas por un buen rato, dio cuenta que ya no le salía sangre pero si tenía molestia dentro de su vagina con ardor y dolor en le vientre, estaba latiéndole su vaginita, al orinar sintió ardor, la luz de luna de esa fría noche le permitía mirar esa mezcla del resto sanguinolento impregnada en el piso que recorría su piel infantil, expulsó más orina doliéndole aquello, el hombre viendo eso orinaba delante de la niña, no se lavaba aún el pene, no lo deseaba, pensó en algo original, estaba complacido viendo esa vagina que era suya, sí, era el primero en desvirgarla, era su primer hombre para esa preciosa niña, dentro de la casa, el niño seguía sentado lamiendo el dulce, vio a aquel hombre desnudo que entraba agitándose el pene erecto, atrás quedaba la niña en la letrina aseándose tanto como podía, y se acercó viendo ese pelito lacio que era acariciado por las manos del cuarentón que rozaban las mejillas y bajaba por la espina dorsal llegando al coxis metiendo su mano dentro del short de dormir hurgando con los dedos entre los glúteos del niño descalzo, a su más de un año edad el niño comprendía que eran caricias de amistad, lejos estaba de pensar que eso era señales de sexo temprano, tenía puesta una ligera remerita, el hombre tomó al pequeño haciéndole que rodeara sus piernitas, sus penes se unieron, la pelvis del niño se entintó en parte de sangre dela vagina de su hermanita, lo tenía sostenido por sus caderas haciéndole girar, así le gustaba al pequeño esa simulación de carrusel que el hombre le hacía en las visitas al cuarto que arrendaban sus padres en los que le llevaba esos dulces tan deliciosos que le regalaba, le dijo en el oído para “jugar”, a su edad tierna no entendía muy bien lo de ese “jueguito” más el hombre le decía que se estuviera en silencio y quietecito, la inocencia hizo que el niño simplemente asintiera sonriente mostrando la luz de luna lo blanco de los dientes al momento de sonreír, lentamente lo bajó de su cuerpo y lo llevó a recostarse boca abajo a filo de cama, le manseó el traserito, el niño se dejó al momento que el adulto le decía que iban a “jugar” y que le iba a encantar, fue rápido el roce del pene sobre el traserito del niño, el pene ensangrentado del hombre lo pasó entre los glúteos del niño, los abrió e hizo movimientos para que el pene se introdujera pero el anito era muy pequeño, se conformó con escucharle los gemidos cuando sentía algo del pene en la entrada del anito, desde afuera con vergüenza la niña llamaba a voz baja a su hermanito, el hombre estaba montado sobre el niño haciéndole pasar el pene sobre los glúteos, al rato ella entró viendo al hombre que tenía sentado en sus muslos peludos a su hermanito desnudo del ombligo a los pies, la cara del hombre estaba apoyada sobre la cabeza del niño dándole repetidos besos al pelito negro infantil, la vio acercarse, recogió el short de su hermanito, el hombre apartó de su cuerpo al niño viéndole los glúteos manchados de la sangre de la vagina de su hermana, lo encorvó para pasarle papel por el traserito, ella esperó parada sosteniendo el short, el hombre le arregló la ropa al niño, le dio varias monedas a ella diciéndole que no dijera del “jueguito”, le dijo que un par de ellas era para su hermanito que se había portado bien en el “jueguito”, ella temblorosa de manos miró las monedas bajo la luz de aquella luna y salió de manos con su hermanito dirigiéndose a su cuarto caminando con dificultad a paso lento agarrada de la mano de su hermanito, el hombre meditando entre lo que había hecho pensaba en las consecuencias, se durmió con pendiente; al otro día y días siguientes no vio a la pequeña, solo que unas semanas después llegó la vecina con la niña, las miradas recelosas entre la niña y el hombre a espaldas de la madre no se hicieron esperar, pasarían un par de semanas para volver a tener confianza ya que los discretos y sencillos regalos a ella y a su hermanito no se hacían esperar.
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Las manos de Luis Izaguirre recorrían la madera desgastada de aquella carreta algo oxidada por el tiempo que se encontraba dentro del granero de la estancia Buonanote, los dedos blancos firmes de Luis pasaban por la madera sacando el polvo que se quedaba alojado en las hendijas de sus uñas bien recortadas, los arnés se encontraban sobre la madera, les pasó finamente las manos recorriendo el óxido por la yemas, el freno a medio talle de cierre, lo empujó haciendo que la carreta se moviera un poco, las ruedas emprendieron un breve movimiento y se escuchó un leve chirrido, había una montura roída por el tiempo del uso, los resortes estaban tan oxidados que también acompañó otro chirrido, puso sus manos sobre la madera de aquella carreta moviéndola a los costados y sobre ellas su mentón, empezó a oler el característico aroma de madera vieja con óxido, exhaló con vehemencia, miraba cada detalle de aquella carreta fijándose en el color de la madera y el poco barniz que presentaba aquellos mosaicos labrados artesanalmente, admiró el tiempo que se pudo haber empleado el artesanal detalle con que fue construida, volvió a exhalar ahora acostado sobre ella, se le vinieron sus pensamientos de aquella niñez vivida cuando corría alegremente por el campo, hizo un gesto de esfuerzo al recordar, su respiración aumentó, su pensamiento recorrió por ese amplio jardín verde fuera del granero, a su mente le vinieron las imágenes de su carrera alegre con su hermanito Maximiliano, ambos agarrados las manos, él de seis y su hermanito de cuatro, se revolcaban sobre el césped, unas manos trigueñas abrían las tupidas cucardas viendo desde su escondite de lejos a los dos niños jugando alegremente, se acostaban de bruces de cara al sol, el muchacho mulato escondido se reía ampliamente, era el tiempo de la siesta, el muchacho vio las cortinas corridas de las habitaciones teniendo en cuenta que era señal de la siesta de los adultos en aquella entrada la tarde, regresó su mirada a los juegos de los niños que seguían acostados de bruces con los brazos abiertos de cara al sol, instantes después Lastenio salía de su escondite, en su pantalón corto se notaba el bulto de su pene que se lo iba estirando al caminar, de eso se dio cuenta Luis que al verlo sonrió inocentemente, jugaron a las luchitas rodando los tres por el césped con el pretexto de hacer los acostumbrados inocentes jueguitos, Lastenio se montaba sobre el frágil cuerpito de Maximiliano haciéndole movimientos sexuales sobre su trasero vestido, aquel niño no entendía de aquello por su edad, pero Luis su hermano mayor si entendía, cuando le tocó estar debajo de Lastenio se quedaba quieto y voluntariamente le abrazaba al pequeño mulato en señal que lo cogiese en el suelo, su hermano Maximiliano arrodillado en el césped miraba que Lastenio lo llevaba a Luis a base de risas y cosquilleos dentro del granero, los siguió al ver que la puerta se quedaba cerrada, Lastenio le hizo pasar al pequeño y cruzó un madero para asegurarla, ahora las luchitas eran sobre la paja seca, jugaron a policías y ladrones, con un cabo amarraron a Maximiliano haciéndolo pasar como prisionero, las cosquillas en su cuerpo no se hicieron esperar y ahí quedó acostado debajo de la carreta mientras que encima de ella era movida por Lastenio y Luis que lentamente se acostaban, las piernas de Lastenio recorrían las de Luis, le desabotonó y le deslizó la cremallera, con los dedos dentro de los calzoncillos hurgaba el penecito hasta sacarlo, agitarlo y ponerlo algo tieso, después le deslizó el pantaloncito corto saliéndole por sus pies, Lastenio miraba su pene erecto de piel mulata contrastada con la piel blanca de Luis con aquellos labios rojos con saliva, Lastenio se acostó de bruces sobre la carreta, Luis arrodillado viéndolo acostarse lentamente, Lastenio le hizo gestos con la mano para que se acerque, Luis obediente se fue acostando lentamente sobre Lastenio, tenía su penecito algo erecto, las manos del mulato pasaban por los glúteos de Luis, abriéndolos y cerrándolos, eso hacía sonreír a Luis, el mulato le recordó que estaban jugando y no dijera nada, abrió los glúteos rozando su dedo por el ano mientras que , algo se lo introdujo haciendo que Luis reaccionara separándose del cuerpo de Lastenio que lo agarró de los brazos llevándolo de nuevo a su cuerpo, vieron a Maximiliano que había dado roles sobre el piso alejándose a un costado de la carreta tratando de soltarse, Luis sintió las manos de Lastenio que recorrían sus costillas haciéndolo poner acostado boca arriba, vio el pene grueso del mulato que rozaba su pene lampiño, sus frentes y narices se unieron, se dieron un corto beso sin dejarse ambos de ver el roce de sus penes, Lastenio le decía que pusiera atención a lo que estaban haciendo, desde el suelo Maximiliano observaba las caderas y glúteos desnudos de Lastenio que se alzaban y se bajaban haciéndolo pujar al niño blanco de cara viendo a su penecito siendo frotado por el otro pene mulato más grueso, el niño sentía la espalda sobre la madera de aquella carreta, el mulato lo hizo poner al niño blanco boca abajo su carita ahora apoyada sobre las manitos descansando sobre la carreta, pasó aquel pene mulato por breves instantes en los glúteos hasta que Luis sintió un líquido que recorría en su espalda y luego unos dedos mulatos que la recorrían desalojándolo, quiso voltearse pero Lastenio se lo prohibió, casi toda su espalda estaba manchada de mugre y por un poco también de semen, sentados se limpiaron con el calzoncillo de Lastenio, se arreglaron la ropa bajando de la carreta, para ese momento ya Maximiliano estaba despojándose con dificultad de sus amarras, le quitaron la paja de su vestimenta y su pelo, con cuidado Lastenio abrió el portón, su deseo sexual se había cumplido, no había gente por el lugar, él salió primero, en instantes salieron los niños, tenían un gran apego al mulato que siguieron jugando, al rato un peón se acerca llamando a Lastenio para que lo acompañase a realizar tareas de cerramiento con alambrado, los niños siguieron jugando, Luis lo vio perderse por la espesura del monte a Lastenio que lo hacía sonriente en aquel día de mayo de 1929; los ojos de Luis se abrieron poniéndose ahora en contacto con la realidad de este mayo de 1946, había pasado como un flash aquellos momentos en que Lastenio lo iba iniciando en el sexo, Luis abandonó el granero con una paja seca en la boca, sonriente se dijo a sí mismo que aquello recordado le gustaba siempre, lamentaba que Lastenio no estuviera vivo, en pocos días hubiese cumplido supuestamente los treinta y seis años.
FIN DEL OCTOGÉSIMO NOVENO EPISODIO
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