Mi alergia al polvo me dio más polvo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mis papás habían tenido que salir a una fiesta de una tía, y para no estar sólo quedé con mi primo un año mayor que yo en ir a su casa, ya que mis tíos también iban para la celebración.
Quedamos en ver algunas películas pornográficas en el cuarto de mi primo, lo que captaba todo mi interés. Cuando llegué, mis primas de 22 y 25 y una amiga suya se alistaban en el cuarto contiguo para ir a otra fiesta, y nosotros las espiábamos por una ventana alta que comunicaban ambos cuartos.
Estábamos encima de una cómoda, trepados para ver lo que podíamos, mientras ellas se cambiaban. Eran blancas y flacas, más bien escurridas pero, contrastando con todo su cuerpo, en su pecho se erguían en cada una de ellas dos montañas en vez de senos, coronados por pezones marrones erectos, que se bamboleaban al probarse una y otra blusa.
Esta visión nos excitó mucho, tanto que nos tocamos las pollas manoseándolas mientras mirábamos. Mi primo se la sacó primero, era dueño de un falo que fácilmente medía una cuarta, por lo que me quedé sorprendido mirándolo. Él se dio cuenta de mi sorpresa y me dijo que qué pasaba, le expliqué, y respondió que seguramente la mía era igual. Yo le dije que no, que era más pequeña. A ver me dijo, y la saqué en su máximo esplendor. Sí pero es más gruesa, dijo. Y la agarró por la base, entre su dedo índice y el pulgar para medir el grosor luego hizo lo mismo con la suya. Luego midió el largo, pero como no sabía cómo hacerlo me puso de frente, agarró ambos pájaros y pegó su glande a mi pubis, la mía no llegaba a tocarle, por lo que dedujo el tamaño.
El contacto de mi pene con el suyo y el apretar de su cabeza en mi vientre me excitó tanto que se me salieron algunas gotas de lubricante. Al mismo tiempo, bajando más la mirada, noté que la suya hacía momentos me había embarrado con el mismo líquido viscoso mi bajo vientre.
Sentimos bulla afuera de su cuarto, las mujeres habían terminado, con la distracción no nos dimos cuenta, y llamaban a mi primo. Rápidamente presas del pánico nos tiramos de la cómoda con los pantalones abajo y nos escondimos entre ésta y la cama, con tan mala fortuna que quedó encima mío, en posición perfecta para el sexo. Las primas entraron a buscar algo en el cuarto, mientras en esa posición mi primo me empapaba mi agujero con sus líquidos preseminales. Las primas no se iban y hablaban de que se iban a tirar a este o a aquel de sus amigos, lo que aumentaba la excitación, ya la tranca de mi primo estaba encajándose en mi orto, y yo con la cabeza metida en la alfombra tragándome el polvo.
Cuando se fueron ellas, mi primo me dijo que todavía no salgamos porque, si bien habían salido del cuarto, aún no habían salido de la casa. Me pareció obvia esa observación. Él, de cuando en cuando levantaba su tórax por encima de la cama para ver si había alguien, como haciendo lagartijas, pero en cada levantada, sentía que su glande pugnaba por entrar en mi esfínter, el cual yo apretaba. Sentimos que se despidieron de nosotros gritando desde la puerta y luego el portazo final.
Me preparaba a levantarme cuando él se quejó y me dijo que se le habían dormido las piernas que me esperara un poquito. Comenzó a sacudir sus piernas y me pidió que flexionara una mía para tener espacio para pararse. Cuando lo hice, sentí que su glande traspasó mi aro, por lo que gemí. El me preguntó qué había pasado, como si no lo supiera. Le dije nada, y lo empujé hacia arriba para levantarlo. Él, sin despegarse, se arrodilló y yo me puse en cuatro patas para apearme, pero en ese momento, el polvo de la alfombra hizo su efecto en mi nariz y empecé a estornudar. A medio ensartar como estaba, los golpes del estornudo terminaron por clavarme por completo, facilitado por la lubricación natural de su miembro babeante, aunque no por ello sin dolor.
Como pude me trepé a la cama para zafarme, pero el acompañó cada uno de mis movimientos con diligencia, agarrándose de mis caderas. Finalmente quedé con mi cuerpo doblado en el borde de la cama, y él parado detrás de mí, en vez de mejorar mi situación la había empeorado.
Le pregunté que qué hacía, me respondió que qué creía, le dije con el más meloso tono que me estaba violando, se echó encima mío, me metió su lengua en mi oreja y me dijo susurrando que así era. Y empezó a moverse, luego se detuvo, se acercó a mi oído y me preguntó, que qué haría. Le dije nada, sólo disfrutar. Eso lo puso a mil y comenzó a moverse frenéticamente pero, por más esfuerzo que hacía, sólo entraban tres cuartos de su palanca de camión.
Al darse cuenta de ello, me pidió que girara sobre su polla sin salir, para quedar frente a frente, así lo hice, notando como su perno se entornillaba en mi tuerca. Así de frente me agarró de los tobillos, me los puso en sus hombros y barrenó en mi interior hasta alojar por completo su gran ariete, parecía que me cortaba en dos, sentí sus bolas colgantes golpear mis nalgas.
Comenzó a moverse, como para reafirmar su conquista, y yo no hacía más que gemir dolorosamente de placer. Luego de estar en ese vaivén electrizante sacó y metió solamente la cabecita por un buen rato, provocando en mi anillo una sensación de deyección involuntaria y placentera, el cual se comenzó a contraer rítmicamente para expulsar al invasor, pero obteniendo el resultado exactamente inverso, pues el masajeo de su falo hizo que renovara sus bríos sobre mi abusado túnel, llenándome de su descarga una y otra vez, pero él ni enterado, seguía en movimiento pleno de lujuria hasta que se vino por segunda vez, alojándome todo su vigor en lo más profundo, pero sin dejar de moverse, por diez minutos, tiempo en el que yo casi había perdido el sentido.
Cuando lo sacó ni lo sentí, ya que acusaba un entumecimiento en mi acongojado umbral. Tampoco sentí salir sus jugos, al examinarme con la mano noté que con tanta batida estaba sin poder fluir, como claras de huevo a punto de nieve.
Comentarios a aceroduro@hotmail.com (Lima, Perú)
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