Mi amigo Isra
Un reencuentro inesperado con un amigo de la infancia desemboca en mi primera experiencia homosexual. Algunas partes del relato son ciertas y otras no, lo dejo a vuestra imaginación..
Después de muchos años sin vernos, habíamos quedado en su casa para ponernos al día de nuestras vidas. Yo acababa de encontrar mi primer trabajo bien pagado, y él acababa de romper con su novia y por lo visto tampoco le iba muy bien en el curro. Eso sí, el muy cabrón había cambiado muchísimo.
Hacía muchos años que no nos veíamos. Nuestros padres eran amigos en aquel entonces y solíamos vernos mucho. Algunas veces jugábamos en su casa y hasta me quedaba a dormir allí. Y claro, siendo yo un poco mayor en edad y estatura, y siendo él algo bajito para su edad, yo siempre hacía lo que quería con él. Sin embargo, ahora era diferente, él estaba super cachas y mucho más grande que yo. Nunca me ha llamado la atención estar así ni me han atraído esa clase de cuerpos, pero reconozco que el muy cabrón me impresionó un poco cuando le vi. Sobre todo, recordándole como mi pequeño amiguito de aquel entonces.
Estábamos en su casa ya bastante bebidos y contándonos nuestras vidas, así como recordando viejos tiempos, cuando a mí se me empezó a soltar la lengua con tanto roncito:
– “Tío, te acuerdas de cuando intentaba meterte mano de pequeños.”
– “Sí, jaja.” – Me respondió algo avergonzado, pero riéndose.
– “Con esa edad, no pensé que te acordases.”
– “Pues claro que me acuerdo si no me dejabas tranquilo, estabas salidísimo tío. Siempre tenía que escaparme. ¡Que pesado!, jaja.”
– “Ya tío. Es que en esa época estaba descubriendo todo el tema del sexo y las niñas de clase no me daban bola. Pero para eso te tenía a ti, jajaja.” – Le respondí soltándome más al ver que la conversación no le incomodaba. – “Además, cómo que qué pesado si tú siempre te dejabas. Bueno, no del todo, pero un poco te dejabas, ¿O no?”
– “¿Cómo no me iba a dejar si tú eras más mayor y yo no sabía del todo de que iba la cosa pedazo de trolo?”
– “Qué mentiroso, si tú fuiste quien me dio pie.”
– “¿Qué inventas? ¿Cómo te iba yo a dar pie con 9 años?” – Me respondió mirándome medio cabreado y medio riéndose.
– “Que sí coño. Si quieres te lo recuerdo.”
– “Venga va, cuenta. ¿Qué recuerda tú mente de pervertido, jajajajaja?”
Justo entonces, aunque no se bien por qué, pero al empezar a hablar de eso, se me empezó a poner dura mientras le contaba la historia rememorando cada detalle:
Pues mira. Te cuento, estábamos en un bareto al que solían ir nuestros viejos y en un momento dado mientras tú y yo andábamos jugando por ahí, nos entraron ganas de ir al baño y nos fuimos los dos juntos a los baños del bar. Como los dos teníamos muchas ganas y llevábamos un rato aguatándonos, al llegar y ver que solo había un baño nos empezamos a empujar peleándonos por entrar primero. Tú al ser más pequeño te colaste antes que yo, y entonces yo me quedé atrás para esperar a que terminases, pero tú me dijiste: “Venga métete, los dos a la vez”.
Entonces entré, cerramos la puerta con pestillo y los dos nos pusimos a mear uno al lado del otro jugando a cruzar los chorritos en la taza.
Estábamos así meando y jugando como dos niños inocentes cuando tú me dijiste: “Tío, qué grande es.”
– “¿Él qué?” – Te pregunté sin imaginarme de qué hablabas.
– “¡Qué va a ser!¡Tu cola! Es mucho más grande que la mía”
– “Jaja, no te preocupes. Es normal, soy mayor que tú. En un par de años la tendrás igual que yo. Y, por cierto, se llama polla.”
– “¿Seguro? Es que es mucho más grande, ¿Yo también la tendré así?” – Me preguntaste sin dejar de mirarla. Parecía que realmente te llamaba la atención ver una polla tan grande comparada con la tuya. No solo te daba envidia, sino que parecía fascinarte.
– “Pues claro que sí” – Respondí yo fijándome por primera vez en la tuya que aún no te habías guardado, aunque hacía rato que habías terminado de hacer pis y te habías quedado mirándomela. Ciertamente era una colita chiquitita de niño pequeño, pero aun así pensé que a tú edad yo la tenía igual o incluso más pequeña. – “Es más, seguro que con mi edad tú la tienes aún más grande, porque yo a tú edad creo que no la tenía como tú”. “Y dime: ¿Ya se te ha puesto dura alguna vez?”
– “Sí.” – Me respondiste. – “Hace poco se lo dije a una niña de mi clase, que tenía la cola gorda.”
– “Jaja. ¿Y qué te dijo?”
– “Nada. Que era un guarro. Me dio un poco de pena.”
– “Jajajaja. No te preocupes. Es normal que te empiece a pasar eso. Ya verás dentro de un par de años.”
– “Espera, espera. ¿Puedo tocar tú cola?” – Me preguntaste cuando ya me la estaba guardando.
– “Claro, pero ya te he dicho que se llama polla.”
– “¿Puedo tocarla?”
– “Sí, ¿Quieres ver cómo es cuando se me pone dura? ¿O gorda, como tú dices? Jaja. Venga, tócala durante un ratito y ya verás como se pone”
– “¡Alaaa!” – Dijiste al rato. – “Ahora es mucho más grande y gorda. Y está dura. ¿Yo también la voy a tener así?”
– “Claro que sí. ¿Me dejas que te la toque yo también? Solo para comparar”
“No me respondiste. Recuerdo que estabas superconcentrado en mi polla y cada vez te acercabas más. Con la diferencia de estatura estabas casi a punto de chupármela, jaja.”
Llevabas ya un rato en silencio escuchando la historia me fijé en que se te estaba empezando a abultar el pantalón. Continué con la historia dando aún más detalles tratando de comprobar si no eran imaginaciones mías.
“Entonces me eché un poco a un lado y te agarré la colita. Porque la tuya sí que no era una polla si no una colita chiquitita”. “Hice como si te masturbase durante un ratito, pero solo conseguí que se pusiera un poquito más gordita sin llegarse a poner dura del todo.”
“Ahí me di cuenta de que, efectivamente, eras muy chiquito y que me estaba sobrepasando un poco contigo. Me sentí mal y te dije que saliéramos ya del baño, antes de que nuestros padres pensasen algo raro.”
(Volvemos al presente)
– “¿Qué, te acuerdas o no?” – Le pregunté con mi polla ya durísima e intentando mirarle a los ojos más que al bulto de su entrepierna.
– “Pues de eso sí que no me acordaba. Pero es verdad tío, sí que te di algo de pie a empezar con tus jueguitos. Según lo ibas contando lo he ido recordando y reviviendo todo.”
– “¿Sí?” – Le pregunté cada vez más caliente. – “Venga va, cuéntame algo de lo que te acuerdes tú”
– “Bueno, no es que recuerde algo específico, pero sí que siempre intentabas meterme mano cuando estábamos solos, y que cuando venías a dormir a casa te me ponías encima de mí en la cama y yo siempre intentaba quitarme, pero no podía.”
– “Jaja. ¿Quieres que te cuente otra de las primeras veces que recuerdo mucho?”
No dijo nada, pero me parecía que sí quería y de hecho para entonces sí que ya estaba seguro de que también se estaba calentando. El bulto era cada vez más grande, ahora más incluso que el mío. Parecía que sus pantalones estaban a punto de rasgarse. Así que seguí contándole otro de nuestros primeros juegos:
“Recuerdo que estaba en tu casa, nuestros padres se fueron a tomar algo y nos dejaron solos unas horas. Yo como siempre empecé a intentar meterte la mano por debajo del pantalón en cuanto nos quedamos solos, pero ahí todavía te resistías bastante así que te dejé un rato tranquilo.”
“La cosa es que al rato tú estabas poniendo una peli en la tele mientras yo estaba en el baño y de repente te oí decir: ¡No, no, no! ¡No veas esto, no lo veas!”. “Me fui corriendo al salón y en la tele gigante vi una escena de una porno que debía de haber grabado tu padre en la que se veía a una chica tumbada en una camilla de playa totalmente desnuda tocándose y acariciándose todo el cuerpo y el coño”.
En aquella época no era corriente que los niños tuviesen internet y aquella escena era la primera de esa índole que yo había visto. También la primera mujer desnuda. “Tú intentaste pasarlo rápido y avanzar hasta el punto en que estaría la peli que estabas buscando. Pero yo aprovechándome de mi edad y mi fuerza, te quité el mando para verlo y te sujeté fuerte de las dos manos sentándome encima de ti en el sofá para que no pudieses quitarlo”. “¿Te acuerdas de aquello?”
– Isra tardó unos segundos en contestar: “Sí tío. Sí que me acuerdo. De hecho, me acuerdo de algo más a lo que todavía no has llegado. Me acuerdo de que te la sacaste y te masturbaste viendo aquel video hasta correrte estando sentado encima de mí sin dejar que me moviera.”
– “Jaja, es verdad, no me acordaba. ¿En serio me corrí?”
– “Sí, me acuerdo bien.” – Respondió casi jadeando. – “Fue la primera vez que vi una corrida, antes incluso que una mía”.
– “Jaja. Entiéndelo tío. Yo también era un chaval, aunque fuese algo mayor (12) y estaba super salido. Además, nunca había visto nada de porno.”
– “Ya… Lo entiendo, aunque tengo que decirte que me marcó bastante. Siempre hacías conmigo lo que querías.”
– “Lo siento tío” – Le respondí con algo de miedo, pensando que nuestra calentura se acabaría entonces.
– “¿Sabes? Según lo estabas contando me he acordado de lo que pasó más tarde ese mismo día.” – Me dijo arrimándose un poco a mí. – “Nos habíamos ido del sofá a la cama de mis padres a ver otra peli porque ellos ya habían vuelto y estaban en el salón y yo me había quedado dormido. Tú metiste la mano debajo de mi pantalón y empezaste a tocarme. Al rato me los bajaste y me masturbaste hasta que se oyó un ruido en el pasillo y me los subiste justo antes de que entrase mi madre.”
– “¿Y tú como coño te acuerdas de eso si estabas dormido?” – Pregunté a punto ya de tirarme a su cuello.
– “Pues porque me desperté con tu mano agarrándomela debajo de mis pantalones y fingí seguir durmiendo.”
– “No me jodas tío. Pero entonces no solo te medio dejabas como yo recordaba, sino que te gustaba. Pero… Entonces… ¿Entonces, por qué coño nunca te dejabas del todo?” – Le pregunte asombrado.
– “Pues porque era pequeño y me daba vergüenza que me gustase. No quería admitirlo. Y además tú estabas super salido y me daba miedo que te dieras cuenta de que me gustaba. ¡A saber que más me habrías hecho, jaja!”
¡Guau! Aquella revelación me dejó en vilo y aún más cachondo, de lo que ya me había puesto hasta entonces recordando todo eso y mirando de reojo su creciente y ya innegable bulto.
Me quedé en silencio sin saber muy bien cómo reaccionar y por primera vez desde que éramos chicos, él tomó el mando de la situación.
– “Oye tío. ¿No quieres ver si tenías razón? ¿Si me iba a crecer tanto como a ti?”
– “Seguro que la tienes más grande que yo, cabroncete. Ahora estás enorme. Y, además, ya lo estoy viendo desde aquí, jeje.” – Le dije haciendo un gesto con el mentón hacía su entrepierna.
– “Jaja, perdona tío.” – Dijo mientras se llevaba la mano hacia su abultado paquete, haciendo que se marcase aún más. – “Es que con tus historias me has puesto a cien”.
– “¿Pero entonces eres…?” – Pregunté sorprendido pues a pesar de verle así de tieso, no me había dado esa sensación. Y además acababa de contarme lo de su novia la cual acababa de dejarle.
– “No, no lo soy. Pero que importa, ¿No ves cómo estoy? Y tú estás igual.”
– “Sí, pero…” – No sé por qué, pero me eche un poco atrás. Por primera vez me sentí a su merced. Esta vez él era el mayor, si no en edad sí en estatura y fuerza.
– “Vamos, quieres y lo sabes. Venga, dime. Tu sí que eres gay a que sí”. – Me preguntó.
– “Pues no. Aunque sí que tuve unos juegos con un compañero del cole en aquella misma época. Pero desde entonces nunca he estado con un tío. ¿Y tú?”
– “Yo tampoco. Pero sí que recuerdo mucho aquella época. Venga, no me has respondido, ¿No quieres ver si tenías razón?”
– “Vale”
Ambos nos levantamos del sofá bastante ansiosos y con muchas ganas. Yo estaba bajándome los pantalones cuando me di cuenta de que él se estaba desnudando por completo y eso me llevó a imitarle y quedarme totalmente en cueros.
Y efectivamente, la tenía enorme. Mucho más que yo. Y eso teniendo en cuenta que, y lo digo sin presumir ni hacerme el chulo, la mía no es para nada pequeña. Así que imaginaos la suya.
– “¡Joder!” – Me acerqué a él casi sin darme cuenta de mis movimientos.
– “¿No dices nada más? ¿Te has quedado mudo? Tenías razón, yo la iba a tener aún más grande que tú.”
– “Cabrón” – Le respondí en un susurro. – “Entonces no era ni apenas una colita como tú decías, ahora es más que un pollón.”
Sonrió al comprobar que yo cada vez me ponía más sumiso y se acercó aún más a mí dejando que su estatura, sus músculos, y su pedazo de rabo, hiciesen su efecto en mí.
– “¿No quieres tocarla como entonces?” – Me pregunto acercándose a mi oído y susurrando, mientras yo sentí su aliento en mi oreja.
– “Sí. Está… Estás goteando tío”
– “También tú, cabrón. Realmente has sabido ponernos calientes con tus historias ¿Eso querías, no?”
– “No. Pero…”
– “¿mmmmm…?”
– “Me alegro.” – Admití agarrándosela y empezando a masturbarle lentamente.
Era tan grande que podía notar no solo su grosor en mi mano que no alcanzaba a rodearla entera, sino también su peso. Realmente pesaba. Y desprendía un calor impresionante. El tío estaba durísimo, tanto como sus músculos. Más aún, mucho más.
– “¿Qué quieres hacer?” – Me preguntó al rato.
Tenía miedo. Nunca había tenido una experiencia homosexual más allá de aquellos pequeños escarceos infantiles con Oscar. Pero aun así me sentía en sus manos, sentía que por fin íbamos a hacer todo lo que nunca hicimos de pequeños.
– “No lo sé. Esto es nuevo para mí. Quiero… Quiero…”. “Quiero ser tuyo.”
– “¿Quieres que te folle?” – Me preguntó agarrándome con fuerza y atrayéndome hacía él. – “¿Cómo tú intentabas follarme cuando éramos niños?”
– “Sí” – Suspire sin apenas darme cuenta.
– “Ahora yo soy el mayor. Ahora tú estás a mi merced y puedo jugar contigo. Ahora vas a ser mío. Ahora te voy a follar y a hacer que te corras como hacía con mi novia hasta hace unos días”
– “Sí”- Respondí de nuevo sin ser apenas consciente de mis propias palabras. Parecía que de repente había pasado de macho hetero a putito desesperado. – “Quiero ser tu novia. Quiero que me folles. Quiero que me hagas tuyo. Quiero ser tuyo. Sentirte dentro de mí.”
– “Entonces, ¿Nos olvidamos de esto?” – Me preguntó agarrándome la polla durísima y a punto de explotar. – “¿Vas a ser mi novia esta noche?” – Repitió soltándomela y dándome la vuelta.
No pude ni responder. Debería haber estado asustado pues era mi primera vez y el puto Isra, ahora resulta que la tenía enorme. Pero el caso es que no tuve tiempo ni de asustarme ni de ponerme nervioso. Tan solo podía dejarme llevar.
No contesté en voz alta, pero sí que pensé: “Halo, hazme tuyo, hazme todo lo que yo quería hacerte”
En esas estaba cuando empezó a intentar penetrarme. Obviamente no pudo y a mí me dolió un montonazo. Aun así, no quería que parase. Quería ser suyo. Quería que me usase, aunque me doliese.
– “Tranquilo”. – Me dijo al sentir que me había dolido y que no entraba. – “Vamos a la cama. Te va a gustar, ya lo verás. Mi novia tampoco me dejaba por detrás al principio. Pero tranquilo. Te lo haré con cariño”.
Pero yo no quería que me lo hiciese con cariño, jaja. Aunque tengo que decir que sí que agradezco que me llevase hasta la cama y que empezase despacito. Ya he dicho que la tiene enorme y que era mi primera vez de verdad con un tío.
Al rato yo estaba tumbado boca abajo con su pollón ya enterito dentro de mí. Un par de lágrimas resbalaban por mi rostro, pero aun así quería seguir. Intentaba por todos los medios no quejarme porque no quería que me oyese y pensase que tenía que tener aún más cuidado del que ya estaba teniendo. Quería que disfrutase de mí sin miramientos.
Entonces empezó a moverse más intensamente y yo empecé a ver las estrellas, pero esta vez no de dolor si no de placer. Jadeaba y gemía como una perra y así me lo hizo saber: “Gritas más que la zorra de mi ex, cabrón. ¿Te gusta? ¿Te gusta?”
– “Sí. Sí. Sí” – Gritaba yo con mi pene aún como una piedra, aplastado contra el colchón.
Al rato me la sacó y me hizo darme la vuelta. Por primera vez en mi vida me sentí vacío sin su polla en mí. Se me echó encima levantando mis piernas y me llenó de nuevo con su pollón.
Me dolió otra vez, pero me dio igual. En cuanto me penetró de nuevo, volvía a sentir ese nuevo placer indescriptible que jamás hubiese imaginado. Pero ahora no era solo eso.
Ahora además podía verle. Su cuerpo tapaba la luz de la habitación, proyectando su sombra sobre mí. Su sudor caía sobre mi piel. Su cara desencajada por el placer y sus jadeos llenaban mis ojos y mis oídos. Sus embestidas movían todo mi cuerpo sobre su cama.
No era solo el placer que por primera vez me estaba dando un buen rabo en mí. No, no era solo eso. Ahora realmente era suyo. Me sentía totalmente suyo y aunque es cierto que el placer que yo sentía era indescriptible y algo que hasta entonces no había sentido con ninguna mujer, eso no era lo importante en ese momento. Lo importante era él, su placer, ser suyo, sentirme suyo, que me poseyera, que me follase.
Llevé mi mano a mi propia polla, y sorprendido me di cuenta de que, al parecer, me había corrido ya varias veces. Miré hacía abajo y un charco enorme de semen sobre mi vientre reveló que estaba en lo cierto. ¿Cómo era posible? Ni si quiera lo había sentido. Y no es que fuese liquido pre-seminal, no, era un charchazo de leche.
Es más, en ese momento concreto ni siquiera la tenía dura. Pero aquel charco estaba ahí y por el tamaño no era de una sola corrida. Aun así, empecé a masturbarme y se me puso dura de nuevo. Y, esta vez sí, pude sentir que estaba a punto de correrme otra vez.
– “Córrete Isrra, córrete conmigo.”
– “Espera”
– “Ya no puedo más. Me corro.”
– “Está bien. Hazlo, córrete para mí”
– “Sí Isrra, sí. Me corro, me corro. Córrete conmigo.”
No lo hizo, pero yo sí. Mi polla volvió a caer inerte a un lado y el siguió follándome. No podía creerlo, pero sí dar las gracias, pues, aunque ya no sentía nada en mi polla no podía parar de disfrutar de la suya, de sus jadeos, de sus embestidas.
Finalmente lo hizo. Terminó en mi interior y me hizo suyo. Desde entonces soy su perrita y ninguno de los dos hemos vuelto aún a hacerlo con ninguna chica todavía.
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