Mi amigo mayor
Primera parte de mi historia con el hombre que me dio una de las mis mejores experiencias sexuales..
Si pusiera en retroceso el casete de mi vida podría confirmar que a mis escasos 13 años ya tenia más que clara mi preferencia por los hombres, y aunque en ese entonces no aceptaba lo que para mi era una especie de castigo de la vida, no tenía ni el más mínimo remordimiento después de masturbarme por horas viendo fotografías y videos hombres desnudos o en poca ropa.
Sin embargo, lo que al principio me causaba enorme excitación e incontenibles erecciones con el paso de los años se volvió aburrido y monótono. Teniendo ya 16 cumplidos resultaba cada vez más necesario comenzar a experimentar cosas más reales y alejadas de la ficción encontrada en el noventa por ciento de la pornografía existente en la web.
Siempre fui un chico normal, con unos cuantos amigos, los mismos desde que tengo uso de razón, al haber crecido en una comunidad rural mi infancia y parte de mi adolescencia se vieron forzadas a establecer vínculos cercanos con las mismas personas de siempre, lo que me impedía poder establecer otro tipo de relaciones. O al menos eso era lo que creía.
En aquel entonces, mis amigos y personas con edades similares a la mía, me parecían poco interesantes cuando se trababa de poder entablar una conversación. En las tardes de jugar béisbol, cada que me aburría de escuchar las mismas bromas y chistes poco graciosos de mis amigos, me acercaba al grupo de adultos y amigos de mi padre, que ahora que lo analizo tenían pláticas igual de vacías pero con un diferenciador importante que captaba especialmente mi atención.
Todas las conversaciones de este grupo de señores de entre 35 y 50 años incluían palabras antisonantes, bromas sexuales y varios comentarios de morbo acerca de cada mujer que por coincidencia cruzará la calle en ese momento. A toda esta situación le puedo agregar que varios de ellos solían estar sin playera gracias al insoportable calor de las tardes en aquel lugar.
Cada noche al llegar a casa corría a la regadera tratando de disimular el bulto entre mis piernas, me desnudaba rápidamente para dejar que el agua fría enjuagara mi cuerpo lleno de sudor, me enjabonaba completamente imaginando que las manos que esparcían el jabón en mi, eran las manos de aquellos hombres que disfrutaban de mi cuerpo desnudo, tanto como yo de la masculinidad de cada uno de ellos.
Siempre al salir de la ducha me iba directo a mi habitación, ponía el seguro de la puerta y con la luz apagada caminaba lento hacia la cama imaginando que ahí estaría el, uno de aquellos señores que me volvía loco. Dejaba caer lentamente la toalla que cubría mis lampiñas nalgas y mi verga de unos 13 cm queriendo explotar de la excitación, sentía que me desnudaba para aquel hombre que se encontraba esperando por mi, acostado sobre la cama con las piernas abiertas, su miembro dormido y sus pesados huevos colgando, esperando tener mi cuerpo para manosear cada centímetro de mi piel.
De todo el grupo de hombres, me gustaba fantasear con el, probablemente porque siempre estaba sin playera, lo que me permitía ver su torso desnudo, sus toscos brazos lampiños, su pecho con grandes pezones claros y una ligera capa de vello al rededor de estos, así como esa notable panza que adornaba un camino de vello grueso y obscuro que bajaba de su ombligo. No sé que disfrutaba más, si admirar cada detalle de su cuerpo o la manera en que amablemente me incluía en la conversación después de hacer alguno de sus típicos comentarios de morbo o doble sentido.
En una de esas innumerables tardes el destino me guiñó el ojo. El juego había terminado, el sol comenzaba a ocultarse y el grupo de hombres comenzaba a separarse del de niños, yo como siempre ya sabía cual me correspondía, la tarde parecía prometedora, los señores se repartían cervezas y se disponían a comenzar sus frecuentes pláticas, nadie se esperaba el fallo en la energía eléctrica que nos dejaría a oscuras permitiendo solo apreciar el rojo de los cigarros que algunos de ellos fumaban.
Los mosquitos no se hicieron esperar y fueron la causa principal que varios de ellos comenzaran a retirarse. Inesperadamente sentí una mano tocar mi sudada espalda, y sin saber exactamente de quién provenía escuche una voz ronca que instantánea acompañó el gesto haciendo desaparecer la duda.
— ¿No tienes miedo que te roben? Vengo en la moto, si quieres te paso a dejar.
No supe exactamente qué contestar así que me limité a caminar hacia el lugar donde estaba parada la moto. Efectivamente había sido el, aquel cabrón al que tantas pajas le había dedicado. Subió a la moto y casi inmediatamente subí también, al hacerlo apoye mi mano en su hombro pudiendo sentir su piel también sudada y caliente. El olor que desprendía invadió mi olfato y yo no hacía más que inhalarlo. Con un cigarro entre sus labios y ambas manos en el manubrio comenzó a avanzar. El aire del camino redirigía las gotas de sudor de su cuerpo haciéndolas deslizarse por el canal de su ancha espalda, yo me encontraba hipnotizado viendo esas gotas deslizar e interrumpir su trayecto en la espalda baja por una gruesa capa de vello que no había podido apreciar antes.
De pronto freno en seco, ocasionando que mi pecho tocara su espalda y mis labios rozaran en su nuca, habíamos llegado a mi casa y no me había percatado. Rápidamente baje de la moto, le di las gracias y evasivamente corrí para entrar a mi casa e irme corriendo a mi habitación. En esta ocasión salte la ducha, aseguré la puerta del cuarto y me desnudé completamente, me tiré al piso recordando cada segundo de lo que había sucedido, lamí mis labios con desesperación como queriendo recuperar el sabor de su piel derivado de aquel roce, mi piel hervía provocando un charco de sudor en el piso.
Me imaginaba ahí desnudo con aquel hombre que tuve a milímetros apenas unos momentos antes, recuperaba de mi cuerpo todo el sudor para llevarlo a mi boca imaginando que era el suyo, lo mismo con mi líquido preseminal que untaba en mi boca pensado que daba besos a la palpitante cabeza de su peluda verga, no podía sacar de mi mente esa imagen de su espalda baja cubierta de vellos mojados por el sudor, e imaginé lo peludas que serían sus nalgas, tan pronto llegó ese pensamiento a mi mente, tomé mi verga y en unas cuantas pajeadas derramó tres chorros calientes de semen con una presión que nunca antes había sentido. Sin duda había tenido la mejor eyaculación que hasta entonces había experimentado.
Tembloroso me puse de pie, y aún sin asimilar lo que había sucedido, me vestí de nuevo para ir a la ducha.
gran realto con ganas de leer la continuacion
Hola bro
chida historia
de donde eres?
Yo de Merida