Mi amigo "nuyorican"…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Pero no necesariamente, hay 50 Estados y muchos puertorriqueños, se van a vivir y a trabajar allá, y tienen su hijos por esos lares, pero les enseñan su idoma, el español y las costumbres puertorriqueñas. Ese fue el caso de mi amigo de la infancia, llamado Daniel. Sus padres emigraron a los Estados Unidos y él nació allá, pero le inculcaron nuestro idioma, costumbres y tradiciones. Regularmente venía a Puerto Rico, en verano o en Navidad.
Como eramos más o menos de la misma edad, entre nueve y diez años, siempre nos llevamos mucho y yo lo corregía en su hablar entre inglés y español, de ahí eso de nuyorican. Jugabamos a más no poder, reíamos y nos ibamos al río a tirar piedras, pescar con cañas caseras, a los peces del rio, en fin nos divertíamos siempre que los padres de Daniel, lo traían a visitar la isla.
Cuando asomó la adolescencia a nuestras vidas, ya entre los once y los doce años, nuestros cuerpos fueron cambiando y nuestras hormonas alborotándose. Él blanco, de pelo castaño, flaco pero macizo, preciosa cara angelical, ojos color verde y no muy alto…yo espigado, de tez trigueña, un poco más alto, pelo lacio, color amarrilloso, ojos color miel y dicen que lindo. Ese inolvidable verano, ocurrió un echo, que cambió nuestra percepción de vernos, y nuestra sana amistad desde niños.
Aquel día me levanté temprano, me vestí y me fui a jugar al río, cuando sentí que me llamaban, Javier, Javier…era él, que había llegado por la noche de New York. Nos saludamos dándonos un apretón de manos y un abrazo muy calido a la vez, que por lo menos a mi me estremeció, lo encontré diferente a antes. Nos miramos uno al otro y nos elogíamos que habíamos crecido y cambiado.
Pasaron los días y un atardecer, de esos jugando al esconder uno, de mis amigos se trató de propasar con él, pegándole su pene vestido entre sus nalgas, escondidos tras de un árbol. Daniel molesto, protestó y yo lo defendí. -No seas maricón Orlando, deja a Daniel en paz, que él no es mujercita, le dije- Orlando se me alzó y me enrredé con él al puño, nos quitaron los demás y él se fue, con el rabo entre las patas. Y le adeverti a los demás que eramos machitos, para estar con esas mariconerías, pero cuando miré Daniel, estaba llorando. Sentí algo muy fuerte dentro de mi, no lo entendía, lo quería de repente abrazar, proteger, como si fuera algo muy mio. Y me sentí muy confundido, no se si algún día les pasó algo similar en su adolescencia.
Todos se fueron y yo me quedé solo con Daniel, en la vega del río, lo consolé y sentados bajo el árbol, rodeados del monte, nos abrazamos…fue algo espontáneo y no se como nuestros rostros de frente, muy cerca…de repente como un imán, nuestras bocas se unieron en un delicado, limpio y sencillo beso. Sentí mi pene ponerse como roca y la sangre que me llegaba a la cabeza, Daniel estaba muy rojo en su cara, cuando nos despegamos. -Perdóname, le dije no se que me pasa, me dio pena verte llorar.- -No Javier, no tengo nada que perdonarte, me defendiste de ese imbécil y contigo es el único que yo tengo confianza, bullsheet-, me dijo Daniel.
Nos pusimos de pie y nuevamente coménzamos a besarnos, poco a poco, luego desenfrénadamente, rozando nuestros penes, que estaban a reventar, manuciando nuestros cuerpos uno al otro, habíamos descubierto un nuevo juego, las caricias, los amarucos…que llevan al sexo. Me asusté y le dije vamonos, no sea que nos estén velando los chicos y nos vean, pero Daniel me sujetaba fuertemente contra el árbol y yo, no me resistía, con aquellos tan rico que hacíamos, su boca calida, tibia, me enloquecía. Deja ver un momento le dije, me fui a velar que nadie estuviera por ahí. Cuando volví al árbol, Daniel estaba de espaldas, rescostado a una de sus ramas, como esperándome. Mi pene que estaba parado a mil, se me puso, más duro…e hice lo que le critiqué a Orlando, me le acerqué por detrás, arrimándole mi pene entre sus nalgas, meti mis brazos bajos los suyos, apretandome contra Daniel, que ya fuera de si, gemía quedamente y no me rechazaba. Me movía como si se lo estuviera metiéndo, pero con ropa puesta, él gemía y en eso me dijo: – Solo a ti te permito esto y solo contigo lo quiero hacer- giró su rostro y nos besamos ardientemente.
Me desvestí, él se desvistió y con las ropas de ambos en el suelo, nos tiramos a dar rienda suelta a toda esa pasión y calentura que descubrimos que podíamos fusionar entre ambos. No agarragabamos los penes uno al otro, pero yo prefería explorar su culo, blanco como la nieve, redondito y rico. Se lo bese, se lo lamí y me di banquete con su hoyito, rosadito y cerrado. -Ahh, please, please, ohh- me decía Daniel, todo arrecho y quedamente. Sin decir palabra y con la saliba como lubricante, se la comenzé a meter (en aquellos días no estabamos tan desarrollados, pero si ya nos pajiabamos y nos salía semen ralito). -Metémela slow, please, please, I love you Javier, I love you. Cuando entró me quedé quieto y luego aceleré el movimiento, Daniel gemía, gemía y movía su culo tratando de quitarse y más yo lo apretaba contra mi.
Cuando Daniel me comenzó a responder moviendo el culo como loco, yo le daba con todas mis fuerzas, y esta vez metía mi manos, bajo sus muslos pegándolo a mi sexo, para que no escapara de aquel placer, que ambos nos estabamos dándo, él a mi con aquel tibio, apretadito y rico culo y yo con mi bien erécto pene, entrando y saliendo de él a una velocidad, que ni yo hubiera imaginado…A los ocho o diez minutos, exploté dentro de él, viniendome como nucna hasta ese dia, mientras Daniel también se vino, pues con su culo alzado y de rodillas, él se masturbaba, mientras yo lo clavaba. Me tiré boca arriba a nuestro improvisado lecho de amor, fatigado, éxtenuado, Daniel se me tiró encima a besarme comiéndome la boca con locura. No hablamos, solo nos besabamos, en mis pensamientos agradecía a Orlando que por su comportamiento, Daniel y yo descubrimos lo que sentimos, él dia que él llegó y nos abrazamos, pues ese mismo día me confesó, que él sintió eso mismo que yo, al abrazarnos.
Ese verano fue inolvidable y muchos otros que vinieron, Navidad igual. Daniel y yo eramos muy machitos para todos, pero en nuestra intimidad, eramos fuego, pasión y placer. Ya mis partes desarrolladas en toda su extensión, Daniel me aguantaba con gusto todas las embestidas, que le daba yo al meterselo y pedía más. Chicos al fin un día locos de pasión, nos juramos amor eterno. Pero ya saben como es la vida, los años pasaron cada cual escogió su profesión y la comunicáción se fue perdiendo, pues "el amor de lejos, es amor de pendejos"… Pero siempre lo recuerdo y hoy lo llevo presente en mi vida, al escribir y compartir este relato. Se aceptan comentarios! Y gracias por leerme. Por cieloverde (me saca y me pone anónimo)
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