MI ATRACCIÓN POR LOS HOMBRES MADUROS 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Magnus009.
MI ATRACCIÓN POR LOS HOMBRES MADUROS 2
Aquí les dejo en enlace a la primera parte de la historia de mi vida, en la que recuerdo cómo un machito de doce años que se creía hetero en los años 50 y 60, acabó perdiendo la cabeza por las pollas de los hombres maduros.
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-32828.html
Como ya dije, me hice un asiduo de los urinarios.
Todavía no sabía que en aquellos años grises de la dictadura, esos lugares eran los únicos en los que se podía mirar las pichas de hombres mayores y chupar alguna de vez en cuando.
El pensar en chicas había pasado ya a la historia, ya solo podía pensar en pichas duras, calientes y palpitantes, y en cuánto placer sentía sacándoles toda la leche; en ver las caras de satisfacción de aquellos hombres que podían ser mis abuelos, cuando un chaval pequeño y delgado como yo temblaba de placer cuando me besaban en la boca o cuando me apretaban los pezones mientras mamaba sus pichas.
Algunos me bajaban los pantalones para acariciarme el culo mientras me llenaban la boca de saliva, y a veces me metían un dedo hasta arrancarme un gemido de placer, pero nunca dejé que me follaran.
Tenía miedo de que me hicieran daño y ya disfrutaba bastante mamando.
El verano siguiente conocí allí a un hombre de 52 años que me gustó mucho.
Se llamaba Miguel y era muy alto, como de 1.
90, corpulento y algo de barriga.
Su picha era larga y gorda, y de un color sonrosado.
Hacía ya tiempo que había perdido la vergüenza y, al ver que la tenía dura, fui yo quien le agarró de la mano para llevarle a un retrete.
Fui yo quien una vez cerrada la puerta se lanzó a su cuello para besarle en la boca, quien le desabrochó el pantalón para acariciarle su hermosa picha.
Creo que le hice la mejor mamada de su vida, porque al salir se ofreció a invitarme a una horchata.
Me habló de él.
Me contó que estaba casado y que era la primera vez que iba a aquel sitio.
Después me preguntó el nombre, y cuando me dijo que conocía a mi padre estuve a punto de salir corriendo.
La idea de que alguien, y mucho más mi padre, se enterara de lo que me gustaba hacer en los urinarios, de cómo la picha de un hombre me hacía perder la voluntad, me producía un temor irracional.
Me tranquilizó diciéndome que lo había pasado muy bien y que le gustaría volver a verme.
Quedamos para vernos el día siguiente y, al entrar en los urinarios, fuimos directamente a un retrete.
Esta segunda vez fue mucho más placentera que la primera.
Después de besarnos durante un rato me bajó los pantalones y abrió mi camisa.
Me besó y chupó por todo el cuerpo, el culo, la pollita, los pezones y otra vez mi boca.
Después me dejó que le hiciera feliz sacándole toda la leche.
Nos veíamos tres o cuatro veces por semana y de pronto, un día, me di cuenta de que estaba enamorado de él, o al menos eso creí yo entonces.
Otros hombres me habían metido un dedo en el culo y algunos habían querido metérmela, pero aunque cuando estaba con un hombre lo único que quería era hacerle feliz, tenía miedo de que me hicieran daño.
Con Miguel fue distinto, cuando me dijo que quería follarme le dije que sí sin dudarlo.
Al día siguiente me recogió a la salida del colegio y fuimos a un apartamento de la playa donde él veraneaba con su familia.
Nada más cerrar la puerta me besó con pasión y después me desnudó.
Él era mucho más alto y más fuerte que yo, por lo que me sentía perdido entre sus brazos.
Notaba su picha dura contra mi barriga y estaba deseando verla y tocarla, así que le pedí que se desnudara también.
Era la primera vez que estaba completamente desnudo con un hombre.
Me atrajo hacia él y me besó mientras me acariciaba el culo.
—¿De verdad que nunca te la han metido? —me preguntó con la voz entrecortada por el deseo.
—Nunca.
—Ven —me dijo entonces llevándome hasta la cama—.
Te voy a follar mi niño, y aunque después te follen mil hombres más, siempre te acordarás de mí.
Me puso boca arriba y colocó una almohada bajo mi culo.
Yo estaba a punto de reventar viendo su pecho peludo, su barriga redonda y su cara de deseo.
Me untó el ojete de vaselina y metió primero un dedo y después dos.
De pronto sentí su picha en la entrada de mi ojete y la metió poco a poco.
Solo sentí daño al principio, pero fue un instante porque enseguida el placer me invadió y me dejé llevar.
No habían pasado ni dos minutos cuando me corrí con un cerdo sin ni siquiera tocármela.
Él duró diez minutos más follándome, hasta que me llenó el culo de leche.
Yo pensaba que ser besado o chupar la picha de un hombre era lo más, pero acababa de descubrir que entregarse por completo a un hombre y que te follaran el culo, era mucho mejor.
Algún tiempo después follé con mujeres y las hice disfrutar, pero dudo mucho que una mujer al ser follada, disfrute más que un hombre cuando le folla otro hombre.
Dejé de ir a los urinarios públicos, me bastaba con que un par de veces por semana Miguel me follara bien el culo.
Pero de pronto, al cabo de un par de meses, comencé a echar de menos el olor a meados y lejía de los retretes, el morbo de chupar una picha distinta cada día, el placer de ver la sorpresa de los viejos al ver que un chavalín como yo se mostraba deseoso de mamársela hasta sacarles la leche.
Comencé a hacerme pajas pensando en todo eso, y un día, sin que Miguel se enterara, volví a los urinarios.
CONTINUARÁ…
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