Mi bello profesor de literatura
Como fui sefucido por la hombría y trato hermoso de mi profe, y acabé siendo su nenita..
Antes de empezar. No soy autor de este relato, sino que lo leí hace muchos años un sitio web que ya no existe. Usando la máquina del tiempo lo extraje y lo comparto aquí.
Aunque me considero perfectamente normal, profesional, sin hijos y divorciado, además, y con una situación económica estable, a mis 30 años no puedo dejar de recordar un episodio de mi vida que me marcó demasiado y que ciertas noches traigo a mi memoria con una sensación de deseo que me deja bastante incómodo. Sucedió cuando tenía quince años, y cursaba mi secundaria, en mi ciudad natal. Mis padres tenían una muy buena relación con los directivos y los profesores de mi colegio, y ante mi comportamiento díscolo y bastante problemático, optaron por conversar con un profesor con quien mantenían una cercanía casi familiar. El era un hombre de unos 35 años, alto, delgado y hacía apenas tres años había regresado al país luego de adelantar estudios de especialización en el exterior. No sé qué tanto hablaron, pero lo cierto es que el fin de semana mi padre me dijo que me llevaría hasta donde mi profesor quien vivía en una casa campestre bastante amplia y cómoda, para que conversara acerca de mis problemas con él, ya que había una convivencia a la cual asistirían otros chicos del colegio. De muy mala gana acepté y llegamos como a las 10 de la mañana de ese sábado a la famosa finca de mi tutor.
El día transcurrió en medio de juegos y bromas para relajar el ambiente. El profe como le llamábamos nos llevó a una caminata por las afueras, hasta un rio que quedaba como a una hora de allí. Nos pidió que empacáramos el traje de baño y emprendimos el viaje con algunas provisiones que la empleada había preparado. El lugar era precioso y mas tardamos en llegar que en estar metidos nadando a nuestras anchas. Éramos cuatro chicos en total. En medio del baño charlamos acerca de nuestros problemas familiares mientras el tutor nos escuchaba con atención, pero sin decir ni una palabra. Creo que nos analizaba cada uno, pero su actitud nos fue dando la tranquilidad y la confianza necesarias. Uno de ellos le pidió permiso para fumar un cigarrillo y él aceptó sin poner objeciones. El tiempo se nos fue volando y la verdad que hubiéramos querido permanecer mas en ese lugar pero ya estaba oscureciendo.
Al llegar a casa tomamos un baño y nos cambiamos, para cenar. La mesa estaba servida y el profe nos convidó a una copa de vino, la cual bebimos mientras discurríamos de lo que pasaba con nuestros padres. Muchas cosas fueron aclaradas y creo que todos regresaríamos con una visión diferente de lo que pasaba en nuestros hogares y cómo los supuestos problemas que teníamos eran minimizados por el profesor. Había dos cuartos para los cuatro chicos y nos correspondía compartir habitación en parejas. Poco a poco debido al cansancio, uno a uno se fueron retirando, hasta que quedamos él y yo. Le comenté algunas inquietudes con respecto a la relación con mi padre y otras mas que no recuerdo. Me escuchaba con atención y me sentí demasiado bien en su compañía. De todas maneras, su forma de mirarme profundamente a los ojos, no dejaba de inquietarme. Para aclarar un poco las cosas creo que me sentí atraído hacia él, pero primaba mi situación y el respeto que era obvio debía mantener.
Siendo muy chico, pues tenía solo doce años, mi primo tres años mayor que yo, y quien vivió en casa durante unos meses, me comenzó a molestar en las noches ya que compartíamos el cuarto, hasta que una noche se pasó a mi cama y comenzó a acariciarme y me quitó el pijama. Estaba totalmente desnudo y era natural que quisiera comerme. Yo intenté rechazarlo al principio, pero su cuerpo y el tamaño de su sexo erecto y con unas gotas de líquido seminal pegadas a mis piernas me agradó tanto que lo dejé que me continuara manoseando. Nuestra inexperiencia tal vez, y la gran excitación que sentía, hicieron que al refregar su pene en mis nalgas no pudiera evitar eyacular abundantemente, dejándome totalmente empapado y molesto. Esa experiencia se repitió varias veces mas, y una ocasión en que intentó penetrarme sentí tal dolor que no pude resistir, pero me di mis mañas para apretar mis nalgas y hacerle creer que estaba dentro de mí. Además, creo que sufre de eyaculación precoz, pues mas tardaba en acomodarse en medio de mi culo, que venirse en segundos. Otras ocasiones intentó obligarme a que le chupara su miembro, pero la verdad sentí asco y me negué. Ya había probado el sabor de su semen en cierta ocasión en que me dejó inundado, y no me gustó ni su aroma fuerte ni su sabor parecido a un detergente. Por si fuera poco, era un muchacho brusco y sé que me buscaba para saciar sus instintos, puesto que así se derramaba en mí, se levantaba rápidamente y regresaba a su cama, dejándome en un mar de incertidumbre y cierto complejo de culpa. Al otro día se comportaba de manera grosera conmigo, evitando hablar del tema, como si yo fuera el culpable y no la víctima de sus intentos de violación permanentes. Menos mal se marchó a los pocos meses y esa desagradable experiencia nunca se repitió.
El profe me preguntó en medio de la charla si tenía novia, y le dije que no porque era muy tímido y además no me consideraba lo suficientemente atractivo para las nenas de mi edad. Se rió de mi comentario y me dijo que, por el contrario, era un chico muy apuesto, y que en cualquier momento estaría con un enjambre de niñas detrás de mi. Me preguntó si quería beber algo y acepté con gusto, un whisky que me sirvió en las rocas; luego otro y así creo que tomé por lo menos cuatro mas. Me hallaba eufórico y le pregunté porque en el segundo piso había tantos diplomas, a lo cual se ofreció a explicarme. Al subir las escaleras me tomó del brazo lo cual no me causó ninguna extrañeza. Empezó a comentarme acerca de sus diplomas, y a medida que avanzábamos noté que su cuerpo se acercaba cada vez mas al mío.
En un momento trastabillé tal vez por el licor y él, para impedir que me tropezara, colocó sus manos en mi cintura, lo cual me produjo un estremecimiento que nunca había sentido. No me molestó que lo hiciera y estoy seguro de que algo muy íntimo me decía que aquello era demasiado gratificante. Le dije que estaba un poco mareado pues no acostumbraba a beber, y que me disculpara. Sin decir nada me tomó de la mano y me llevó hasta el fondo del estudio, para mostrarme unas fotografías de sus viajes. No sé en qué momento se colocó a mis espaldas mientras me hacía cualquier comentario, pero con sus manos en mis caderas para que no me fuera a caer, según me dijo riendo. Eso me dejaba sin aliento, y sé que él también disfrutaba por lo que yo podía estar sintiendo. Me dejé llevar por sus manos y sin saber cómo, recosté mi cuerpo y mi espalda a su pecho para inducirlo a que me abrazara totalmente. Al pegarse a mi sentí un bulto enorme en su pantalón, justo en medio de mis nalgas, y eso me dejó petrificado. Mientras tanto su respiración agitada estaba mas cerca de mi cuello, y sus frases de cariño y sus elogios hacia mi eran mas apasionados. Me estremecí cuando sentí sus labios rozando mi nuca, y su aliento alicorado envolviéndome como en una nube. Me sentía delicioso, con la fuerza de sus brazos apretándome contra su cuerpo y su verga tiesa en medio de mis piernas. Empecé a acariciarle las manos y los brazos como señal de aprobación para lo que estaba ocurriendo.
Poco a poco fui dándome la vuelta hasta quedar frente a él, sin atreverme a mirarlo a los ojos. Me abrazó delicadamente buscando mi boca, la que no tardó en besar con pasión. Yo era un inexperto pues jamás había besado a nadie en mi vida, y me limité a abrir los labios mientras su lengua buceaba en mi paladar, y su miembro se acomodaba junto al mío. Me mordía los labios suavemente, al tiempo que sus manos acariciaban mi espalda hasta mis nalgas. Yo no sabía qué hacer pero aquello me dejaba totalmente fuera de mi; me encantaba y estaba decidido a llegar hasta donde él quisiera. En un arrebato de locura y mientras continuaba besándome, bajé mi mano y palpé el enorme tamaño de su verga, así que metí mi mano por debajo de su pantalón deportivo, cuyo elástico me permitió agarrarla toda sin problemas, pero descubrí entonces que era enorme. Me fascinó tocársela mientras él suspiraba de placer y apretaba mis nalgas, abriendo mi camisa y chupando mis tetillas. Me pidió que fuéramos a su cuarto pues era peligroso que alguno de los chicos se despertara. Cerramos la puerta con seguro y mi profesor se desnudó por completo y tiró mi ropa de una sola vez.
Así, abrazados y besándonos nos acostamos en la cama, mientras que sus manos recorrían todo mi cuerpo. Me hizo darme vuelta y comenzó a relamer mi espalda, bajando poco a poco hasta mis nalgas, pero deteniéndose a mordisquear mi cintura lo que me dejó loco de placer. Recorrió toda la extensión de mis piernas y acarició mis pies y mordió mis deditos haciéndome gemir por una sensación demasiado extraña, luego lamió mis plantas diciendo que las tenia muy suavecitas y delicadas. Me dijo que le gustaban mucho mis piecitos.
Yo quería abandonarme a todo y no quería que ese momento terminara nunca. Me sentía deseado, amado, pero con un miedo terrible puesto que en poco tiempo estaría siendo penetrado por semejante cosa tan grande. Sin embargo lo deseaba con toda mi alma y por un momento me sentí como una nena y empecé a portarme como tal, con movimientos mimados y gemidos de niña, lo que lo terminó de enloquecer. Susurrando cosas lindas a mi oído, llamándome de mi niña linda, y chupando el lóbulo de mis orejas pudo darse cuenta como mi piel se erizaba totalmente y como mis piernas se aflojaban, y daban paso a las suyas al tiempo que nuestros miembros erectos se juntaban en una caricia indescriptible. Su respiración era demasiado agitada y no paraba de besarme la boca metiendo su lengua hasta donde esta le alcanzaba. Yo gemía cual gata en celo, y lo abrazaba fuerte, llamándolo de mi amor, y otras cosas que me da pena escribir ahora. Me fascinaba sentir su barba en mi cuello y mi cara, y para ser sinceros, creo que comencé a experimentar que aquél hombre, que sería mi primer hombre de verdad, sería alguien de quien podría enamorarme perdidamente, como él de mi, y como en efecto ocurrió durante los cinco años que fui su nenita preciosa como él me decía.
Acostado como me hallaba, siguió lamiendo mis tetillas y mi vientre, y con su mano empezó a masturbarme suavemente, pero sin dejar que me viniera. Me volteó de espaldas y lamiéndome todo, llegó hasta mis nalgas abriéndolas de par en par con sus manos, y comenzó a relamer todo mi ano, metiendo su lengua, y luego uno de sus dedos pero sin llegar a causarme dolor. La excitación que sentía en ese momento me dio fuerzas para darme vuelta y abrazarlo y tomar la iniciativa. Me coloqué encima de él, chupando su boca torpemente, besando su pecho y su estómago y bajando hasta su hermosa verga la lleve a mis labios. Sin darme cuenta sentí un impulso por chuparla y abrí mi boca lamiendo su cabeza y pasándola por toda la extensión de su glande hasta sus testículos. Mi hermoso amante no podía resistir lo que yo le hacía, y llamándome de nenita y sin poder contenerse se derramó dentro de mi boca, con una descarga de semen delicioso que tragué totalmente. Después de mi primo a quien casi se lo hago, era la primera vez que le mamaba la verga a un tipo, y eso lejos de incomodarme me gustó demasiado.
Me atrajo hasta su cara y besándome de nuevo, siguió acariciándome mientras su miembro seguía rígido. Abrió una gaveta de la mesa de noche y sacó un pote de una crema que no supe cual era. Me colocó de espaldas y abriendo mis nalgas metió nuevamente su lengua, hasta que consiguió que me excitara mas de la cuenta. Tomó un poco de crema y la esparció en mi ano y poco a poco experimenté como se me dilataba cuando me metió uno de sus dedos, y luego otro. Sentía un ligero dolor, pero me gustaba todo lo que me hacía. Embadurnó su miembro de crema y recostándose suavemente encima de mi, colocó todo ese gigante a la entrada de mi culito virgen. Me dolía horrores, pero cada centímetro que me penetraba era también una mezcla de emoción, ardor y deseo por sentirlo mas dentro de mi. La sensación era extraña, pero en un momento que ya gran parte de su verga me invadía completamente, volteé mi cara y le pedí que me besara y me mordiera suavemente, para desviar la atención a lo que estaba pasando. El, con toda la ternura del mundo y diciendo que me amaba locamente mordió mis labios empujando su verga mas y mas hasta que mi virginidad se fue al carajo. Sus movimientos eran suaves temiendo hacerme daño, hasta que no pudiendo contenerse mas empezó a moverse con fuerza entrando y sacando su verga dentro de mi, al tiempo que agarraba mi pene masturbándome rápidamente. Tenía demasiado dolor, pero al tiempo quería que no la retirara nunca de mi culo ansioso de sus caricias y su sexo. Acezando como un toro, palpé cómo desplomaba su cuerpo encima del mío, mientras dentro de mi un líquido caliente me llevaba al delirio y yo explotaba también en una eyaculación deliciosa y extraña. Era toda suya, me había desvirgado, me había comido totalmente, y yo estaba dispuesto a dejar que lo hiciera una y mil veces mas a pesar del gran dolor y el ardor que ahora me causaba.
Nos abrazamos tiernamente. Le dije que era mi primera vez en todo, y que a pesar de que casi me desmayo por la penetración, algo mas fuerte me hacía soportar y disfrutar toda su hombría. Me besó y me hizo prometerle de que en adelante pasaríamos muchas mas noches juntos. Le dije que me sentía increíble pues despertaba dentro de mi una parte femenina, que me hacía actuar como una nenita en sus brazos y mas a partir de ese momento. Me besó de nuevo, mordiendo mis labios y abrazándome me arropó con un cobertor. Así me quedé dormido; en los brazos de mi marido, mi amante, o mi novio adorado; el que me hizo suyo y suya.
No supe en que momento me llamó pero ya había amanecido. Me vestí rápidamente y fui al cuarto donde mi compañero dormía como un lirón. Entré a la ducha, examiné mi culito adolorido pero la felicidad que él me dio compensaba todo. Me vestí y luego los llamé. Entramos al comedor a desayunar y comentar cosas del día anterior. Mientras tanto yo un poco turbado, casi no hablaba. El profe me preguntó qué me pasaba y le dije que había sentido un poco de fiebre la noche anterior. Me pidió que lo acompañara al cuarto a darme un medicamento. Al entrar me abrazó de nuevo, diciendo que nunca había sentido tantas cosas bellas como conmigo, su nenita preciosa. Me besó delicadamente, me dijo que me amaba locamente y que no quería perderme por nada del mundo. Lo apreté contra mi y le dije que en adelante solo deseaba dormir a su lado, pues lo sentía como mi marido, mi primer hombre y el que me hacía feliz como nunca lo fui en la vida. Me besó de nuevo y regresamos al comedor, como si nada hubiera pasado entre nosotros.
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