Mi cambio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Se detenía haciendo un alto para jugar conmigo me acuerdo que escondía su bicicleta íbamos a lugares apartados enseñándome a pescar por la orilla del río, era muy feliz jugando a las represas de arena, haciendo castillos de arena y a veces me divertía con los barquitos de papel que me hacía, ya para irse siempre jugábamos a las luchitas revolcándonos sobre la arena así mi cara topaba con la arena me quedaba quietecito se acostaba encima haciéndome movimientos de cadera sobre mis glúteos fueron varias ocasiones en las que deslizaba su calzoncillo bikini después hacía girar mi cara para que no viera lo que me hacía por detrás, ponía su barbilla sobre mi cabeza haciendo que mi mejilla tocara la arena, se quedaba quieto sobre mi después de tanto movimiento, sentía un bulto sobre mis glúteos luego se sentaba a un costado a veces alzaba mi cara viendo que las manos de Stalin tomaban su calzoncillo bikini cubriendo el pene se reía graciosamente dándome cachetadas suaves en mis glúteos después brincaba riendo y se metía al agua yo seguía dándome vueltas sobre la arena viéndolo irse en su bicicleta.
Dentro de mi nació la sensación de mirar con detenimiento cuando Stalin se iba quitando de a poco la ropa hasta quedarse con el calzoncillo bikini, le ponía mucha atención al pene peludo grueso moldeado a manera de bulto que tenía aquel chico miraba a ver el mío lógicamente pequeño, nos sentábamos sobre la arena frente a frente uniendo nuestros pies Stalin bajaba su calzoncillo bikini dejándome ver su pene bien estirado grueso que se tomaba con las manos, me bajaba mi calzoncillo bikini tomando mi pene, en otras veces le imitaba la costumbre de sobar y jugar con el pene metiendo las manos dentro del calzoncillo bikini, su cara me hacía entender que se sentía rico y me decía que así se me haría grande como el de él, me enseñó a juguetear con mi pene, decía que solo se hace esto a solas porque a los mayores no les gusta vernos hacerlo en público y nos reprendían, me decía que era un juego a escondidas, fue así que en secreto en mi cama entre sabanas adopté esa costumbre de masturbarme a mi corta edad, Stalin en muchas ocasiones me marcaba llevándome monte adentro, me sentaba y me dejaba frotar el pene por sus manos me acostaba de cara a la arena que rodeaba el monte deslizaba mi calzoncillo infantil sentía su pesado cuerpo montándose sobre mi y su tibio bulto por sobre mis glúteos al rato un liquido tibio recorría mis piernas a veces chistosamente Stalin ponía arena sobre el líquido en mi cuerpo me llevaba a limpiarme al agua donde me besaba el cuello su pene recorría suavemente mis nalgas cuando me abrazaba dentro del agua, en varias ocasiones me dejaba besar, con ´le aprendí los besos apasionados con lengua, cada vez era más avanzadas las cogidas que me daba debo reconocer que me gustaba, le correspondía a sus caricias deliciosas, él se daba cuenta de aquello así que para entrar en confianza hacía que me montara sobre sus nalgas para que lo cogiera, recuerdo que varias veces me chupó el pene eso me gustaba mucho cuando lo hacíamos desnudos adentro en el monte, por curiosidad aprendía a mamarle el pene que apenas mi boca lo cubría todo, así despacito y suavemente lo lamía y lo chupaba.
Yo tenía más de ocho años cuando aquella vez en que estábamos pescando rodeando una piedra cerca de la orilla me frotó las manos en señal que viera su pene hecho bulto en su calzoncillo lo miré fijamente y me reí me tomó ambas manos haciendo que le bajase el calzoncillo hasta los muslos de ahí que le tomase suavemente el pene después nos adentraos en el monte por un ratito contemplamos nuestros cuerpos desnudos le obedecí cuando dijo que me acostara de espaldas sobre el suelo él tenía estirándose el pene me enseñó a poner las piernas abiertas mis talones y muslos se apoyaban en su pecho tomaba su pene frotando con mucho ahínco sobre mis testículos y la raja de mi ano, sentía delicioso ese movimiento veía por entre mis testículos cómo sobresalía el pene de Stalin me decía palabras eróticas que no recuerdo en este momento pero referidas a la cogida que me daba, hacía un alto para escupir mi ano lubricándolo con un dedo, luego me ponía en la misma postura y con la punta gruesa del pene trataba de penetrarme al principio lo sentía mojado después sentía molestia con algo de dolor pese a que Stalin trataba de metérmelo despacito, sudaba mucho, cambiamos de posición poniéndome en postura de perrito Stalin tenía las nalgas carnosas con mucho pelo, su pene se movía demasiado rápido sobre mis glúteos después de un tiempo se quedó inmóvil se levantó tomándose el pene agitándolo botando un liquido, me arrodillé como siempre para quitarme con los dedos el semen que me recorría entre las nalgas Stalin estaba complaciente con lo que siempre me hacía mientras que yo me preocupaba de limpiarme y ponerme el calzoncillo bikini sintiendo un pequeño dolor en mi ano ya que cada vez me penetraba un poquito más y se detenía en seguir haciéndomelo cuando yo se lo pedía.
Recuerdo aquella tarde cuando fui a casa de mis abuelos a ver hojas de badea para hacerle un remedio contra el escorbuto en la garganta que tenía un tío político que vivía junto a nuestra casa, fumaba y comía muchos dulces por eso siempre le daba eso, al despedirme de mis abuelos de regreso a mi casa con el mandado me encuentro en el camino con Stalin que montaba en bicicleta sin carga, faltaba poco para que anocheciera me sentó sobre la parrilla trasera al poco rato vi que nos desviábamos por una senda de ganado que estaba tupido de montes a los costados, me hizo bajar de la bicicleta junto a ella puse la funda de mandado, me abrazó de frente con movimientos de cadera insinuando que nos cogiéramos pasaba las manos por mis glúteos con movimientos deliciosos que hacían los dedos mi pene se puso tieso sentí la piel caliente de Stalin dejé que me desnudara su aliento chocaba en mi pecho me di cuenta que estaba muy excitado pues cuando me hizo que le sobara el pene un liquido pre seminal salido de su pene manchaba mis manos me arrodillé hizo pasar el pene por mi boca luego lo mamé, me levanté y me besaba por todo el cuerpo no demoró en acostarme sobre el piso escuchaba su respiración acelerada jadeando tembloroso sentí el abrir de mis glúteos siendo lamidos y luego mi ano chorreando por él con mucha saliva, de pronto sentí un leve dolor en mi ano a causa de la penetrada que el pene de Stalin me hacía yo pujaba y gemía, el dolor se incrementaba ya quería llorar del dolor a la vez que le decía que me dejara porque me dolía más que las otras veces, hizo un descanso para ponerme más saliva yo ya sollozaba esta vez el dolor se incrementó era como si te cortaran, como si desearas desmayarte del dolor por ese grueso pene que dilataba mi esfínter, confieso que grité fuerte del dolor al sentir todo su pene dentro mi ano, no creía lo que me estaba pasando, mi instinto me decía que debía quitármelo de encima pero desfallecía por el dolor, era muy intenso, mis lágrimas y mis gemidos aumentaban, le había entregado mi virginidad a ese chico de diecisiete años, Stalin seguía embistiéndome en cada penetrada el dolor se incrementaba regó el semen por mis glúteos yo ya estaba inmóvil apretando con fuerza la tierra del suelo por el dolor incontenible que tenía no quería moverme de ahí me sentía algo así como un cristal roto que entre más se movía más se quebraba no paraba de llorar por el dolor mis lágrimas se confundían con la saliva que salía de mi boca, Stalin trataba de ayudarme pero no lo dejaba acercarse mi frente estaba sobre el piso mi boca botaba saliva que se mezclaba también con al tierra mi ano me latía aceleradamente poco a poco logré arrodillarme como siempre pasé mis manos por los glúteos para quitarme el semen pero esta vez estaba con sangre me asusté mucho mis ojos cargados de intensas lágrimas me permitían ver la cara de asustado de Stalin, corrió a su bicicleta sacó un poco de papel pasándomelo por el ano no paraba de salir la sangre ambos estábamos asustados yo no dejaba de llorar, el papel se terminó de tanto limpiarme me terminó de limpiar con su calzoncillo bikini el latido de mi ano era tal como si me hubieran cortado, el dolor bajó un poquito me ayudó a vestirme salimos caminando despacio yo apoyado sobre la bicicleta caminaba con dificultad, seguimos por la senda hasta llegar al carretero que llevaba al pueblo yo ya había dejado de llorar a súplica de Stalin diciéndome además que no dijera de esto a nadie porque a ambos nos iban a castigar, a mi mente vino la expresión de enojo de mis padres que por cualquier falta me castigaban duro, sentí temor y vergüenza de contarles lo sucedido llegué a casa entregué el mandado mi madre me reclamó por lo de mi tardanza llegando a estas horas de la noche, justificaba respondiendo que me había caído de un árbol golpeándome el trasero, los deseos de ir al baño eran frecuentes mi angustia crecía al salirme hilillos de sangre por el ano recogidos por mis dedos, me aseaba con jabón alrededor del ano cuidando que no me ardiera, me puse una crema humectante, esa noche no pude dormir por las palpitaciones de mi ano y el leve dolor que tenía, estuve esa noche acostado en mi cama pensativo de lo que Stalin me hizo, mi vida realmente cambió, desde ese día veo diferente, los días pasaron, guardé en secreto aquello que Stalin me hizo, los días siguientes a esa cogida me gustaba pasarme el dedo por el ano primero era para saber si me dolía pero con el pasar del tiempo me metía hasta medio dedo y me gustaba, continuaron meses sin verlo pasar por el río, una vez lo vi a lo lejos en su bicicleta como si nada indiferente pasó por donde yo estaba, reconozco que sentí miedo y vergüenza al verlo, nos volveríamos a ver muchos años después con un cierto recelo distante entre ambos.
Entrada la pubertad, mi cuerpo se transforma, renace ese momento sexual que tuve con Stalin pero ahora volcándose mi pasión con mi primo y con otros chicos.
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