"Mi compañero de apartamento"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La verdad no me atraía en lo absoluto pero las ganas de tener sexo fueron más fuertes que yo y no pude negarme. Todo comenzó un miércoles, eran las 6:30 p.m. y afuera llovía muy fuerte; yo había llegado antes al apartamento porque no tomé mi última clase y más o menos una hora después llegó Roberto, mi compañero de apartamento.
Yo estaba en la sala viendo la serie American Horror Story cuando él entró, venía un poco mojado de cabello y su ropa; me saludó y pasó directo a la cocina.
— ¡Oye, ¿podrías venir un momento?!— gritó desde la cocina
— ¿Qué sucede? —pregunté sin siquiera moverme de mi asiento (la serie iba muy bien y no tenía planeado moverme hasta que terminara)
— ¡Necesito preguntarte algo!
Sin mucho ánimo me levente del sillón caminé hacia la cocina.
— ¿Qué querías?
— Por favor siéntate, tengo algo que decirte.
En cuanto me senté (un poco alejado de él) estiró su brazo y colocó su mano sobre la mía. El contraste del color de nuestra piel era gracioso; él era de tez morena con ojos color miel, media al menos 1.75m, sí era más alto que yo y un poco más gordo. Yo soy de tez muy blanca y de complexión delgada, mis ojos y mi cabello son de color negro muy intenso (lo que hace que me vea aún más pálido).
Al sentir el contacto de nuestras manos me puse aun poco nervioso, ninguno de los dos decía ni una palabra, lo único que se oía era la lluvia golpeando la ventana y el sonido del televisor que aún seguía encendido, para romper aquella atmosfera tensa que se había creado Roberto se acercó a mí y trato de darme un beso; él no me atraía físicamente así que intenté evitarlo pero no pude y cedí a besarlo. La excitación de aquel momento y el hecho de que no había tenido sexo en casi dos meses se mezclaron para hacer que dentro de mis pantalones y debajo de mi bóxer comenzara a crecer mi pene y se ponía duro cual roca; Roberto puso su mano sobre aquel bulto que ya era imposible de ocultar y comenzó a sobar lentamente haciendo que mi pene se pusiera aún más duro.
Me levantó y me llevo a su habitación. Él seguía besándome y acariciando mi pene. Al entrar en su cuarto comenzó a quitarse la camisa e hizo lo mismo conmigo, se acercó a mí y comenzó a besarme el cuello y fue bajando pasando por mi pecho, mi abdomen, mi ombligo. Desabrochó mi cinturón y me bajó los jeans dejándome solamente en bóxer, sacó mi pene por la abertura que tienen los bóxers al frente que sirve para sacar el pene al momento de orinar, miro asombrado
por unos segundos.
— ¡Wow! Es grande—dijo— ¿quieres que la mame toda?
Lo mire y simplemente asentí con la cabeza.
Roberto tomó mi verga entre sus mano y comenzó a masturbarme lentamente, recorría cada centímetro y le gustaba, después comenzó a lamer mi glande y a meter toda mi verga en su boca y al mismo tiempo acariciaba mis bolas. Era todo un experto en el sexo oral, en ningún momento sus dientes tocaron mi pene, en realidad se sentía muy bien y después de tanto tiempo sin sexo ya quería eyacular y llenar toda su boca con mi semen pero intenté aguantar más. Después de un buen rato de increíble sexo oral se levantó y me pidió casi suplicando que le metiera toda mi verga.
Se quitó los pantalones y se bajó el slip blanco que traía puesto y en efecto mi pene era más grande que el suyo. Se subió a su cama y me dejo ver su hoyito rosadito; escupí en mi mano y lubriqué mi verga y después comencé a meter mis dedos (mayor e índice) tratando de dilatar su hoyo lo cual no fue difícil ya que se encontraba tan excitado que facilitó todo el trabajo.
Tomé mi pene y comencé a introducirlo lentamente y después con una sola envestida metí toda mi verga.
— Así, que rico sentir tu verga— decía Roberto entre gemidos de placer y dolor.
— ¿Te gusta?
— Sí papi, me encanta.
Comencé a meter y sacar mi verga y ambos gemíamos del placer, duramos así durante casi una hora, él me decía cosas que hacía que me excitara aún más. Pronto la excitación era tanta que ya no aguantaba más, estaba a punto de explotar, sentía mi pene palpitar dentro de aquel culo.
— Me voy a venir.
— Si papi córrete dentro de mí, quiero sentir toda tu leche.
Solté un gran gemido de placer acompañado de varios chorros de semen tibio que depositaba en el ano de Roberto. Saqué mi pene y me recosté en la cama, ambos estábamos sudados, jadeando y exhaustos; me sentía aliviado de por fin haber descargado el semen que había guardado por semanas.
Me levanté de la cama, me puse mi bóxer, tomé el resto de mi ropa y me fui a mi habitación y me di un buen baño. Todo fue muy excitante pero no se volvió a repetir.
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