mi cuñado adolfo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Petruspe.
Mi cuñado Adolfo trabajaba en una empresa de transporte de cargas y conducía un camión enorme de esos que la cabina parece una habitación por lo grande y viajaba siempre para el sur del país. Sus viajes duraban entre 15 y 20 días cada vez.
Adolfo es un gringo rubio, alto de ojos celestes. Peludo hasta en las uñas pero dueño de una dulzura especial. Yo lo admiraba. Creo que con él me di cuenta hacia donde caminaba mi sexualidad. Estaba perdidamente enamorado de él
En el verano me gustaba acompañarlo a la cancha donde jugaban las consabidas picaditas. Era la oportunidad que yo esperaba para verlo en pantaloncito corto (Corto de verdad, no calzonudos como ahora).
Al regreso a casa, nos traían en una camioneta y siempre después de abundantes brindis tras el asado que como un rito realizaban.
Volvíamos casi de noche y como me sentaba a su lado, aprovechaba la oscuridad de la camioneta para hacerme el dormido y poner mi cabeza en su regazo y mis manos en sus piernas peludas y, a veces, tenia la suerte de poner una mano a manera de almohada bajo mi mejilla que, casualmente, estaba sobre su paquete. No siempre, alguna vez como que se le puso morcillón.
Aún hoy tengo presente en mis fosas nasales su olor tan particular.
Esos momentos son inolvidables.
Adolfo me había puesto como condición para llevarme con él que le trajera buenas notas de la escuela. Está demás decir que era el mejor alumno. El que tenía las notas más altas. Creo que él se daba cuenta de mi enamoramiento y, obvio es, de mis inclinaciones.
Un compañerito de escuela me contó que había escuchado a un chico decir que otro (lo de siempre) se metía una vela en el culito para prepararlo y que no le doliera cuando le llegara su hora con un portero del que estaba enamorado. Ese hombre era casado y padre de varios chicos que iban a la misma escuela. El hombre le dio y parece que tenía tanto para darle que lo lastimó seriamente. El chico nunca dijo quien fue. Solo que lo habían violado en la calle unos muchachotes. Sin embargo, repitió muchas veces con el portero.
Yo tomé las enseñanzas indirectas y comencé a trabajar con una vela.
Para las vacaciones de un invierno inolvidable (2 semanas) mi cuñado me invitó a ser su acompañante en un viaje al sur. Mi viejo me dejó viajar con él.
La primera noche no pegué un ojo. Dormimos en la misma cucheta, en cucharita. Para colmo mi cuñado dormía desnudo. Siempre duerme igual. Me tenía abrazado y yo no me podía mover pero si sentir porque me metí bien de “culata” apoyando el tuje en el paquetón.
El día fue agotador y en un momento me dormí. Adolfo me despertó para que comiera algo. Después continuamos viaje hasta bien entrada la noche.
Descansamos en un paradero que había en la ruta. Era atendido por un solo hombre y no había más camiones, Esa noche la ruta estaba desierta. Fito (Adolfito) estacionó el camión en un costado del paradero, bajo unos árboles para poder dormir sin que molestara el ruido de los camiones. En el paradero había un lugar con sanitarios y duchas. Allí pudimos darnos una ducha reparadora antes de acostarnos. Primero se duchó mi cuñado y después yo. Al fin nos acostamos. Como la primera noche lo hicimos en la misma cucheta ya que sobre la otra llevaba paquetes de unos encargos, imposible de sacar.
En la oscuridad de la cabina me desnude por completo y me metí entre las sabanas. Adolfo ya estaba acostado y se volvió para mi lado. Yo le puse mi espalda y me deslicé bien abajo hasta apoyar mi cola en su sexo. Como la noche anterior, me abrazó. Al sentir la desnudez de mi cola sobre su miembro dijo:
-¿Te acostaste con el culito al aire, Lito?
-Sí – contesté, deseando que no se molestase
-Papi, vas a hacer que se me pare el bicho – Bajando una mano tocó mis nalgas – Huy, para colmo que hermoso potito tenés. ¿Te vas a poner calzoncillos?
-No. Quiero dormir como usted
Parece que lo pensó un poco, en silencio. Después me dijo
-Está bien, dormí como quieras pero después, cuando volvamos a casa no vayas a contar que dormimos desnudos porque seguro van a pensar mal y puedo tener problemas con tu viejo y con mi mujer ¿De acuerdo?
-Sí. Yo no voy a decir nada
-¿Lo prometes?
-De verdad, se lo prometo
Entonces volví a acomodar mi cuerpo, tocando con mis nalgas su sexo. De vez en cuando me movía acentuando la presión de mis nalgas. Adolfo me preguntó
-¿No tenés miedo Lito?
-¿De qué? ¿Miedo por qué?
-De que se me pare la chota y se te meta en el culito
-No – Lo dije con una o estirada
-No ¿Qué?
-No se le va a parar
-¿Qué no? Cuando se me pare ¿La vas a dejar entrar en tu culito?
-Bueno
-Acordate. Lo que se promete, se cumple.
Dos segundos después ya sentí la presión del pene duro y la cabeza que resbalaba entre mis nalgas. No sé si él puso saliva en su glande, no me di cuenta, pero sentí que la cabeza humedecía mi rayita y se ponía resbalosa. Con uno de sus dedos buscó mi entrada y colocó allí la cabeza.
-No te va a entrar. Tenés el upite muy cerradito y mi chota es muy gruesa. No quiero hacerte doler – Un rato después de estar fregándomela entre las nalgas me dijo – Me hiciste calentar al pedo y ahora me van a doler los huevos. No quiero hacerme la paja y vos no me la vas mamar. Te voy a acabar entre los cachetes del culo – Estaba diciendo eso cuando yo, que con la vela había aprendido mucho, pujé abriendo mi culito cuando el presionaba y la cabeza entró. Sentí como que me partía el cuerpo pero no dije nada porque él había dicho que no quería hacerme doler y eso significaba que evitaría penetrarme. Nos quedamos callados y quietos
Sorprendidos. Yo sentía, por tener el miembro de Adolfito apretado por mi esfínter, los latidos de su sexo. Con su mano palpó la unión de los cuerpos y me dijo – Uhg, te entró la cabeza y un poquito más. Yo pensé que no la podría meter – Sucedió una cosa extraña. Yo no podía contener una contracción rítmica y fuerte que se inició en mi ano. No sé por qué – Lito, no te movás. Quedate quietito porque si no voy a acabar – Pero mi culito estaba descontrolado y Fito pensando que me gustaba, al sentir que se iniciaban los espasmos de la eyaculación, se montó sobre mi poniéndome boca abajo y me penetró con todo su miembro mientras tenía su orgasmo. Yo grité pero como su cuerpo enorme me cubría, mi grito se perdió en el colchón de la cama. Me sentía además de aplastado, abierto totalmente. No tengo más recuerdos de ese momento sino hasta cuando yo le pedía que me la sacara que me dolía la panza.
-Quiero ir al baño, Fito. Me duele mucho la panza.
Con suavidad sacó su pene de mi cuerpo y cubierto por un camperón bajé del camión. Corrí y alcancé a llegar a los sanitarios del lugar y evacué la vida. Mi culito sonaba con estruendos fuertes. Después, instintivamente, me lavé la cola y volví al camión.
Una vez en la cucheta Fito me preguntó
-¿Estás bien, Lito?
-Sí. Me duele un poco el potito, nada más.
-Es que te entró casi toda la chota en el culito, papito – Durante un rato estuvimos en silencio. Luego Fito dijo – Este es un secreto de los dos ¿De acuerdo?
-Sí.
El me abrazó y me dormí.
A la mañana siguiente continuamos nuestro viaje hacia el sur. Claro que yo me enteré mucho después porque mi cuñado me dejó dormir hasta la media mañana.
Cuando me desperté, sentía dolor en el upite al fruncirlo y como mucha vergüenza. También algo de temor al no saber cómo reaccionaría mi cuñado. Las dudas se despejaron muy pronto
-Hey, Lito, ya estás despierto. Vení, así tomamos unos mates. Todavía no desayuné. Dale locura, levantate.
Me di cuenta que todo seguía igual porque él siempre me decía “locura”. En un santiamén estuve sentado en la cabina e inicié los mates (Para quienes viven en otros lugares del mundo les digo que en los países del cono sur de América Latina, el mate es una infusión caliente que se bebe desde un porongo o calabacita en que se mezcla yerba y azúcar, algunos los prefieren amargos, con agua caliente y se succiona por medio de una bombilla generalmente metálica. En Paraguay se toma con agua fría y se llama tereré).
De vez en cuando me miraba y me sonreía.
Casi una hora después paramos en el camino para que pudiéramos evacuar nuestras vejigas de tanta agua consumida. Junto al camión orinamos. La ruta estaba silenciosa y sin casi tránsito. Cada uno orinaba en el costado del camión correspondiente a como viajábamos y grande fue mi sorpresa cuando, al terminar primero, di la vuelta al camión y vi a Fito que seguía orinando. No me vio venir. Desde la bragueta salía una tripa larga, blanca y gorda que tenía el prepucio retirado y dejaba libre una cabezota ancha y rosadita. Tenía las manos en la cintura y el pene libre soltaba un chorro fuerte de orina que hacía saltar las piedritas de la banquina. Cuando me vio no cambió su postura y me dejó mirar a mis anchas.
-No la habías visto antes?
-No
-Bueno, te la presento ¿Qué te parece?
-Qué grandota
-¿Te gusta?
-Si
-Mientras dure el viaje espero que la uses mucho.
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