Mi estreno
Un hombre casado cuenta cómo fue su primera vez: cómo y con quién… Fue con… ¡su padre!.
Ocurrió en uno de nuestros últimos días de veraneo, en el hotel.
Las vacaciones tocaban a su fin. Y menos mal, puesto que ya empezaba a sentirme un poco harto de tantas mañanas de playa, tardes en la piscina y cenas a base de comida incomestible por cortesía de la gerencia del establecimiento. Todo me provocaba aversión. Recuerdo que, de mero aburrimiento, sólo deseaba volver a casa.
Por la tarde apenas me bañé.
Hacía mucho calor, sudaba. Subí al cuarto, definitivamente hastiado. Mi madre había salido a visitar un museo con alguna amiga, también cliente del hotel y ya nos dijo que no volvería hasta muy tarde. En la suite el aire acondicionado estaba en funcionamiento, pero yo tenía calor. Ardía. Me quité el bañador en el salón, y desnudo, sentí que me ahogaba ya que la canícula me devoraba. Fui al baño. Mi cuerpo clamaba por una ducha bien fría. Cuando abrí el grifo me sentí cachondo, ya no sé por qué motivo. Pronto tuve una erección. Me toqué, y pensé que podría hacerme una paja. En eso estaba cuando acudió a mi mente una idea absurda: a mis 16 años yo todavía era virgen. ¿Qué les contaría a mis compañeros del instituto al empezar las clases, tras las vacaciones? Les diría que ya lo había hecho, que ya era un hombre. Pero éso sería mentira. Pronto la excitación se desvaneció y mi pene se puso flácido. Volví al salón pensando que ya era hora de estrenarme, de dejar de ser virgen, de probar mi adolescente hombría. No quería seguir siendo virgen toda mi vida. Pero lo cierto es que durante estas vacaciones apenes habían tenido tiempo de conocer a ninguna chica y estar a solas con ella. Durante aquel periodo vacacional los días había transcurrido con y junto a mis padres. Ni una sola oportunidad había tenido de relacionarme con el sexo opuesto. Un tanto frustrado, me dirigí a mi recámara, pero cuando pasé frente a la de mi padre, cuya puerta estaba totalmente abierta, le vi a él recostado de espaldas, todo espatarrado, con las piernas abiertas. Roncaba levemente y estaba desnudo. Mi papá a sus 38 años seguía pareciendo un adolescente, con su cuerpo bien fibrado, y se mantenía en bastante en forma: tenis y fútbol son sus deportes favoritos, que muchas veces hemos practicado juntos. De su desnudez me llamó pronto la atención sus fuertes y velludas piernas, así como sus glúteos, su culo prieto: éste parecía subir y bajar con un ritmo acompasado a su respiración. Mi tranca volvió a apuntar al techo en un segundo. Es algo que aún no me explico. El hecho de verle ahí, desnudo, echándose una siesta… lo empezó todo. Mis hormonas echaron el resto, supongo. La testosterona debió dispararse sin importarme los lazos familiares. Supongo que yo era solamente un crío, aún no era un hombre; pero en cambio yo me sentía más como un muchacho virgen que deseaba desesperadamente dejar de serlo.
Entré en su recámara y aún no sé cómo pude hacerlo, pero el caso es que me senté a un lado de la cama con la vista clavada en su culo, su culo redondo y peludo con su esfínter apenas entrevisto. Tal vez estuve así varios minutos, contemplando aquella carnosidad que formaban sus glúteos, escuchando su leve roncar. Y se me ocurrió la fatal idea de entrar ahí dentro, en su culo, para follármelo, y saber lo que se sentiría por fin al dejar de ser virgen. Como digo la testosterona me podía, y no me importó, ni por asomo, que se tratase del culo de un hombre, y aún menos, que ese hombre fuese mi propio padre. Al fin y al cabo, pensé perdido en mi último raciocinio, él ni se iba a enterar, puesto que se hallaba aparentemente sumido en un sueño muy profundo.
Abrí el cajón de la mesita de noche del lado de mi madre. Buscaba alguno tipo de crema, ya que sabía -ésas cosas se hablan entre los chavales, por supuesto- que necesitaría algún tipo de lubricante, para mi rabo y para su agujero. Había una nivea solar y algo más… Lo que encontré dentro me dejó sin aliento: un objeto de unos 20 cm, alargado y plateado, que recordaba clarísimamente a un falo. Sin ni siquiera cuestionarme qué hacía ahí semejante objeto, lo agarré con mis manos y lo sopesé: era un dildo femenino con vibrador incorporado… de ¿mi madre? Aquello si que era para contarlo. El caso es que, perdido en mi aturdimiento, nuevamente dirigí mis pensamientos hacia el culo de mi padre. Acerqué mi mano a uno de sus glúteosl y lo acaricié suavemente. con la respiración de mi padre como telón de fondo. Pronto focalicé mi vista en su esfínter. Su agujero era algo rugoso, pero suave . Acerqué mi cara a él, saqué la lengua y la pasé alrededor. Sabía un poco a caca, claro, ¿a qué iba a saber, si no? Pero mi padre ni se enteró. Continué acariciando apaciblemente y con la yema del dedo su agujero, y le metí la punta de un dedo. Éste se resistió un poco al principio, luego pareció ceder y mi dedo entró un poco más. Me pareció que la respiración de mi papá se había alterado un poco. Pronto extraje el dedo y comprobé que todo iba bien: es decir, no se había despertado… Y volví a jugar con su ano. Ésta vez introduje de nuevo un dedo y como entró bien, introduje otro. Su esfínter se dilató, y por un momento dejó de roncar. Mi corazón se heló en mi pecho. Los segundos pasaron lentamente, con mis dos dedos metidos en su culo, pero él seguía durmiendo… Entonces comencé un mete-saca digital. ¡Oh Dios era maravilloso ver como mis dedos se perdían ahí mismo, en el principio de sus entrañas! No me di cuenta, pero ya eran tres dedos los que hurgaban dentro de su ano, y mi padre no daba señal alguna de despertarse.
De pronto saqué mis dedos de su agujero y agarrando el consolador lo embadurné de crema… La justa para que éste cumpliera su cometido… Luego vertí otro poco más de ésta en las yemas de mis dedos y la restregué por su esfínter… En eso estaba cuando me pareció oír un jadeo. A todo esto decir que él seguía durmiendo, espatarrado, en el limbo… Pronto la punta del vibrador entró en su culo, y lentamente fui empujando hasta que más de la mitad del mismo se introdujo en sus entrañas y está vez sí, escuché un ligero pero muy audible: ¡ahhhh! , seguido de un ¡ohhhh! , que me animaron a seguir un poco más con el mete saca… Cuando creía que ya había bastante de todo ésto, me coloqué sobre sus espaldas, suavemente, que no se despertara, hasta situar mi glande a la entrada de su esfínter y empujé…Mi pene entró en el culo de mi padre sin mucho esfuerzo…y la sensación que me embargó a poco me tumba: la estrechez de las paredes de su ano adaptándose a la forma de mi polla de, era como un guante sedoso, y paternal… Sentí que se me estrugaba el rabo ahí dentro pero seguí empujando hasta que mis huevos rozaron su perineo y supe que, al fin, había llegado hasta muy adentro: su culo era mío, le había poseído y sometido, en la tarde de mi estreno…
Empecé a moverme todo lo lento que fui capaz para que mi verga entrara y saliera de su culo, y se perdiera en sus entrañas… Le penetré y se la clavé despacito. Y sus gemidos, por primera vez, ya fueron perfectamente audibles… Los Ohhh, dieron paso a los ahhhhhh, y a los uhhhhh en una excitante mezcla armónica, pero él, si es que aún dormía, no se movió. No me lo podía creer, me estaba follando a mi propio padre…Yo sentía que mis huevos iban a reventar. Aceleré un poco, y un hormigueo, que partió desde lo más hondo de mis entrañas se extendió desde mis pelotas hasta mi vientre, inundando todo mi cuerpo y mi cerebro, y dejé escapar un suave ¡me corroo!… Fue el anticipo de un brutal orgasmo que casi me partió en dos: no tuve tiempo de sacársela de dentro, y me corrí en las entrañas de mi padre… Sentía cada descarga como si me fuera la vida en ello y traté de no gritar, de no gemir, pero fue imposible, y mientras me corría dentro de él mi padre gemía con sus ohhh y sus ahhh entre ahogados, con mi polla atrapada en sus entrañas.
Acto seguido me levanté, y fui corriendo a mi cuarto.
Me había estrenado, sí, follándome a mi propio padre. Recuerdo que me invadió una sensación de total horror. Me senté en la cama y me sentí encoger… Sabía que mi padre iba a entrar en mi cuarto y que no sería nada agradable… Y lo peor, yo no iba a saber qué decirle. Quería morirme cuando escuché que él salía de su recamara y entraba en el baño. Yo salí de mi cuarto, no sin antes ponerme algo de ropa. Parado frente a la puerta entreabierta del baño sólo atiné a escucharle nuevos gemidos y comprendí: mi padre se estaba masturbando. Probablemente se estaría haciendo la paja más brutal y descomunal que se hubiera hecho en su vida porqué al final le escuché un entrecortado y sonoro: ¡Dios míoooooo, ahhhhh! ¡Siiiii hijooo! ¡Siiii hijo mío! Y un final: ¡qué rico!
Acto seguido escuché el ruido del agua de la ducha.
Cuando salió del baño, con sólo una toalla atada a su cintura, el bulto de su miembro viril se notaba entre sus piernas, ya flácido. Me miró como si me viese por primera vez en toda su vida. Fue una mirada extraña. Sólo dijo:
-¡Hola hijo! ¿Te aburriste de tanta piscina?
Contesté que sí, y él volvió a encerrarse en su recamara y no salió hasta muy tarde.
Nunca me habló de lo que pasó esa tarde, pero yo me he hecho algunas pajas recordándolo. Yo ahora soy un hombre felizmente casado, tengo un hijo ya mayor y tiemblo sólo de pensar si a él alguna vez, se le ha pasado por la mente, hacerme lo que yo le hice a mi padre… ¿Me dejaría hacer?
Y por que no, se vale repetir, que no? Lastima que ya no se repitiera eso que le diste a tu papá, si le gustó, y a lo mejor repetía si es que le hubieses dado incapie en volver a intentar…. Saludos rico y excitante tu relato.