MI FUTURO CUÑADO Relato escrito por Alejandro en representación de Daniel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Alejandrogustavo.
“Tenía más o menos 10 u 11 años cuando se produjo mi doloroso despertar a la vida. Debo aclarar, para evitar que se hagan comentarios que no son objetivos, que asumo una parte importante de responsabilidad en el desarrollo de los hechos que me cuentan como protagonista,
Soy un convencido de que las personas de nuestra condición ya nacemos con esa inclinación y que solo es necesario que aparezca de manera oportuna el que nos dé el “empujoncito” inicial que, en muchos casos, se presenta a nuestra muy temprana edad o más tarde según sea el caso. Siempre habrá quien nos de ese empujoncito de referencia.
Ahora, con 50 y algo más de edad, repienso lo vivido y asumo que en mi había una clara inclinación hacia los de mi mismo género. En el colegio, en el club, en los juegos con los amigos del barrio siempre buscaba estar cerca de los que se erigían en caudillos y me dejaba dominar por ellos.
Entre mis vecinos había un muchachito dos o tres años mayor que yo a quien seguía a todos lados. Ese muchacho se llamaba Armando y era el líder del grupo. Era quien decidía a qué jugaríamos o qué cosa haríamos.
Me atraía particularmente porque era un rebelde, audaz, loco o como dicen los pibes de hoy, un quilombero.
Él fue el que impuso que nos bañaríamos en el canal (zanjón, acequión, etc) desnudos. Obvio que esto nacía desde su exhibicionismo porque entre los de la barra era unos de los cuatro o cinco que podía mostrar un pene bastante grandecito y con algunos pelitos en su base que provocaban la admiración de quiénes éramos totalmente lampiños.
Un día en que estábamos jugando a la guerra me tocó estar en el grupo contrario y fui uno de los capturados por él y llevado prisionero a su sector en el campito en que jugábamos junto al canal en que nos bañábamos. Nos pusieron boca abajo sobre el pasto y como intentamos escaparnos se sentaron sobre nosotros, éramos tres los prisioneros. Sobre mi lo hizo Armando pero no como lo hicieron los otros sobre las espaldas sino que se sentó sobre mis nalgas, poniendo sus rodillas a mis costados lo que ocasionó que sus genitales se posaran justo en la rayita divisoria de mis cachetes ¡Qué sensación! Desde el mismo momento en que eso ocurrió hice lo posible por provocar algún movimiento para acentuar el roce de las pieles. Me gustaba lo que ocurría y creo que a mi captor también porque a partir de allí cada vez que jugábamos a las guerras yo me dejaba capturar y él a tenerme dominado de esa manera. Lo hicimos tantas veces que de pronto se convirtió en una necesidad el reiterarlo.
Sucedió que un día, durante una tórrida siesta de verano, no apareció ninguno de los otros chicos y nos encontramos los dos solos en el canal. Nos bañamos y después de un rato nos tendimos al sol entre unos densos matorrales y cañaverales típicos de nuestro lugar.
Como sin querer provoqué una lucha y de pronto me encontré boca abajo y con el amigo sentado sobre mis nalgas. Al estar solos teníamos libertad de acción y como yo pretendía liberarme él se tendía sobre mi espalda. Poco a poco fui separando mis piernas y sorprendido se quedó muy quieto. Yo movía mi trasero y eso lo fue excitando por lo que de pronto sentí que la dureza de su miembro erecto punteaba sobre mi orificio. La excitación le provocaba abundante lubricación natural que fue acondicionando la zona. Sin decirnos nada él comenzó a menearse y yo no me opuse.
Por momentos sentía una punzada de dolor en el orificio cuando el glande hinchado trataba de abrir el esfínter y aunque me dolía un poco también me gustaba. En un momento sentí como si algo me hubiese estallado en el centro de mi cabeza. Un dolor agudo me recorrió el cuerpo y no se si grité. Solo recuerdo que trataba de escapar de esa posición tan vulnerable y que Armando me sujetaba con fuerza contra el pasto. Cada intento mío de escapar me hacía sentir como se me desgarraba el ano al provocar que la penetración fuera más profunda. Al fruncir el ano tomé conciencia de la presencia del pene del otro dentro de mi cuerpo y sentí que me relajaba. Sin mediar palabras mi amigo entró a menearse con fuerza provocándome gemidos y sensaciones en mi cuerpo. No sé cuánto duró. Solo recuerdo que Armando se tenzó y tuvo una exclamación como si llorase y se apretó a mi, entonces sentí como su miembro pulsaba con fuerza y algo caliente se deslizaba por mi recto. Nos quedamos quietos hasta que nos separamos suavemente. Estábamos sorprendidos.
Por unos días nos rehuíamos hasta que una tarde nos volvimos a encontrar solos y sucedió otra vez. A partir de allí lo hicimos casi todos los días durante un mes. Todo se terminó porque nos mudamos de ciudad y ya no volvimos a vernos.
Mi condición de pasivo ya estaba declarada. Durante un largo tiempo estuve inactivo y mi próxima vez ya fue con un adulto que sí me hizo doler de verdad.
Una de mis hermanas conoció a un muchacho con el que comenzó a noviar y que fue el amor de mi vida. Alejandro era un oficial de la policía que a la sazón tendría por entonces unos 27 años. Alto, de cuerpo bien estructurado y trabajado por un entrenamiento casi cotidiano que él se imponía. Sin ser una belleza se imponía por su juventud y su carisma.
Sucedió que una noche de sábado celebraban el cumpleaños de mi papá y hubo exceso de brindis y los hombres quedaron bastante borrachitos. Como buen policía Alejandro quería dejar el auto en casa e irse a su casa en un taxi para no conducir en estado de ebriedad. Mi padre le dijo que se quedara a dormir en casa, en unos meses se casaría con mi hermana, y que compartiera mi dormitorio.
Obedientemente lo hizo y se quedó.
Nunca olvido cuando lo vi que se desvestía hasta quedar en bóxer. Tenía las piernas, brazos y tórax recubiertos por profusión de vellos oscuros. Mi cama era chica por lo que necesariamente nos tocaríamos el cuerpo. Apagada la luz no pasó mucho tiempo que Alejandro comenzó con un leve ronquido señalando que dormía. En cambio yo no podía hacerlo. Recuerdo que yo no me vestí con el pijama sino que me quedé en calzoncillos como única prenda, igual que mi futuro cuñado.
No podía dormir y entonces el diablo metió la cola, mejor dicho mi mano por la abertura del bóxer y comenzó a explorar la anatomía de Alejandro. ¡¡¡Guau!!! Casi exclamé cuando encontré le arsenal que guardaba allí. Entre el piloso bosque encontré una anaconda dormida, anidada sobre dos redondos, gordos y peludos huevos. Como no podía verla en la oscuridad la dejé fuera del calzoncillo y me senté en la cama quedando con mi cara muy cerca de la entre pierna. Era distinta a la de Armando. Más pesada, gorda y larga aún estando dormida. Quise sentir su olor y al acercar mi cara posé mis labios sobre la bestia. Suave, tibia y sin olor feo. Dejé allí mi boca y besé a lo largo todo el miembro fuera del calzoncillo hasta que mi boca se encontró con la cabecita salida del prepucio. Se me ocurrió pasarle mi lengua y al hacerlo noté que el miembro se tensaba, crecía en largo y en grosor poniéndose duro. Me asusté pensando que se había despertado y suavemente me tendí a su lado haciéndome el dormido. Un rato después y cuando iba a reiniciar mis tocamientos, Alejandro se volvió hacia mi lado y siguió durmiendo.
Me puse de costado, en cucharita, buscando poner mi cola a la altura de su miembro. Seguía duro y fuera del calzoncillo. El diablo seguía haciendo de las suyas y me bajó el calzoncillo, puso saliva en mi rayita y guió a la bestia hasta mi hoyito. Que placer inmenso volver a sentir en la puerta de mi orificio la cabeza de un pene.
Sin medir las consecuencias comencé a presionar con mi cola sobre el miembro duro. Hice varios intentos pero no lograba introducirlo. Me puse más saliva, presioné y de pronto sentí que entró de golpe la gorda cabeza. ¡Qué dolor! Como si fuera la primera vez. Traté de resistir peo no pude y me la saqué. Era tanto el dolor que me levante y fui al baño. Allí defequé en una acción refleja y luego de lavarme, para aliviar el dolor pensé, me puse una crema para aliviar dolores que usaban mis hermanos cuando juagaban al futbol. Primero sentí ardor y después calor en el potito. Al rato nada. Sin saber me había puesto xilocaína viscosa, un anestésico.
Cuando volvi al dormitorio, tras cerrar la puerta, encendí la luz del velador de mi mesita de noche y la vi. ¡Mi madre! Era una bestia enorme y hermosa, llena de venas y con una cabeza que la asemejaba a la cabeza de un perro bull dog. Apagué la luz y me acosté.
Estaba visto que no podría dormir sin volver a probar. ¡¡Para qué la vi!! Me puse otra vez saliva en el orificio y apoyé la cabeza del miembro. Una leve presión y comenzó a entrar en mi culito sin problemas, sin provocar dolor. La anestesia lo hacia posible pero yo no lo sabía y después ese desconocimiento me haría llorar de dolor.
Ya habría entrado más de la mitad de la bestia cuando sentí la mano de Alejandro palpando mi cola y mi culito. Se pudrió todo pensé. Sentí que suavemente se retiraba de mi y que tras moverse un poco volvió a la misma posición. Busco con su mano mi cola y guió su miembro hasta ubicarlo en mi orificio y comenzó a penetrarme. Cuando metió todo sentí sobre mis nalgas sus pelos y su piel. Se había quitado el calzoncillo. Entró a menearse y no se detuvo hasta que eyaculó en mi interior. Se salió de mi cuando su miembro perdió la erección, se puso el calzoncillo y volvió a dormir.
En algún momento yo también me dormí y cuando desperté”… la sigo en la próxima. Comenten
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