Mi gallardo instructor de natación
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Stregone.
Desde muy pequeño, por ahí de los seis años, tuve una atracción extraña por la ropa interior masculina (para ser más precisos: Bikinis y tangas).
No podía verlas ni en los exhibidores de las tiendas departamentales por que me causaban un extraño sonrojo, en aquellos principios de los años 90s, estaba de moda la Lycra y empezaban a vender en los aparadores trajes de baño para hombres con un curte sumamente angosto de la cadera y que dejaba descubierta una parte de los glúteos.
Recuerdo que incluso pasábamos en el auto con mis padres y a lo lejos veía una que otra tienda de trajes de baño y embelesado los veía en secreto.
En fin.
Ciertamente mi madre quería que sus hijos (yo el menor) hicieran ejercicio y la única actividad que e llamaba la atención, era la natación.
Secretamente por el morbo que me causaba ver a los hombres semidesnudos portando mi mayor fetiche.
Al pasar los años, cumplí los ocho y tras la insistencia de mi madre, le comenté que quería practicar natación.
Así que me inscribió en un deportivo sabatino en las mañanas y empezamos a conseguir el equipo para iniciar.
Yo estaba muy emocionado por que mi madre solo me compraba esas horribles trusas blancas que considero matapasiones, y yo era un niño con líbido y sed de ser erótico.
Pero a su vez me daba mucha pena pedir que e comprara sexys bikinis para hombre por que era como pedirle que me llevara a un cine porno.
Llegó el día en el que me compraría mi traje de baño y yo estaba muy emocionado por que veía como los nadadores usaban pequeños trajes de baño que exaltaban el bulto frontal y denotaba mejor los glúteos (de los cuales, me jactó tener unos hermosos y abultados desde peque).
Mi corazón se partió cuando mi madre me dio unos bóxers ajustados azul marino.
¡¡Maldita sea!! ¡¡Yo quería un sexy bikini revelador en tonos brillantes rojos, amarillos, fosforescente o hasta rosas!! Pero silencié mi dolor y frustración con un “Gracias”.
Llegó el día del primer entrenamiento sabatino y mi instructor era un hombre barbón y robusto que portaba sus shorts holgados, una playera blanca, sandalias y su escandaloso silbato; un hombre nada en especial.
¡Y fue entonces cuando lo vi!
-Revísalos por favor para que no se ahoguen- le dijo a alguien al otro lado de la piscina.
Un hombre muy bien parecido, alto, torneado, con un poco de semibarba y que usaba un diminuto bikini con estampado en tonos amarillos, violetas y rosas.
Era hermoso y tenía un porte juvenil relajado y altivo.
Tuve que ocultar mi fuerte atracción a él intentando concentrarme en mi clase; pero cada vez era más tentador, ya que casi no se metía a la alberca y podía verlo de cuerpo entero desde la alberca.
Terminando la clase, no sabía que hacer ya que mi irrigación sanguínea siempre ha sido poderosa y me causa erecciones instantáneas, así que la única forma de disimular, era bajo el agua.
¿Cómo era posible que un hombre me atrajera tanto desde niño y me hiciera desearlo? ¿Cómo salir de la alberca sin que me vieran mi pequeño pene erecto? Pues no se como le hice pero lo logré.
-¡Para afuera!- gritó el regordete entrenador y todos nos dirigimos a las regaderas para quitar el exceso de cloro en nuestros cuerpos.
Nunca fui partidario de bañarme en grupo ya que sabía en secreto que me gustaban los niños y ahora me atraía un hombre que me triplicaba la edad.
Todos mis compañeros se bañaban como si nada y a mi me costaba trabajo tan solo quitarme el traje de baño.
Así que me tardé más de lo normal en las regaderas por que me daba pena.
Yo supongo que se percató de eso el entrenador, así que una vez que se bañaron todos, se me acercó para decirme que ahora si podría bañarme solo para que no me vieran los demás.
– Cuídalo por favor- le dijo a su sexy asistente (que ahora vestía con un short y una playera de tirantes)y salió de las duchas con los demás niños desinteresados.
¡Ahora si estaba en problemas! Si antes me daba pena por mis compañeros, ahora más por que me estaba viendo aquel hermoso joven.
Inclinaba la cabeza y temblaba de nerviosismo para no verlo a la cara.
-¿Estás bien?- Me dijo agachando la mirada tiernamente por que e veía lleno de pánico.
Yo no sabía que contestar e incluso me dieron ganas de llorar pero me aguantaba.
-Tranquilo ¿Te da pena que te vean? No tienes por qué tener pena, somos hombres los dos y yo también tengo pene como tú, sólo que el mío ya es grande de adulto-.
Levanté mi mirada para verlo a los ojos desde mi estatura y poco a poco fui dirigiendo mi mano, desde su muslo hasta su abultado frente en aquel short que portaba, mientras sentía como mi cara se sonrojaba y mi infantil paquete se ensanchaba a su corto límite máximo.
La reacción de aquel joven fue inmediata; primero abrió los ojos llenos de sorpresa con un respiro profundo lleno de impresión, pero al ver yo que no retiraba la mano de su pene, puso una tierna mirada y una tímida sonrisa.
-Oh, ya veo.
Así que.
Eso es lo que querías decir- Fue entonces que lentamente se apartó de mi y salió un momento de los vestidores, dejándome solo por unos instantes.
Luego de unos momentos, regresó con una toalla y se me acercó nuevamente.
-Le dije al coach que no tenías toalla y que te daba mucha pena que te vieran bañarte, así que me dijo que te tomarás tu tiempo y que te encargaba conmigo mientras él se quedaba con los demás afuera.
– Me impactó en el corazón su actitud tan dulce, pero eso no era todo.
Cerró la puerta del vestidor y dijo: – Así nadie te molestará-.
Entonces me tomó de la mano y fuimos juntos a la zona de los privados (inodoros) que estaba más adentro de los vestidores.
Mientras nos dirigíamos hacia allá, me hablaba para tranquilizarme: -¿Sabes? No tiene por que darte pena, lo que sientes es muy normal pero la gente no lo entendería tan fácilmente.
Cuando llegamos a los privados, nos metimos a uno y para mi sorpresa, se quitó la playera y se bajó el short, quedando en su sexy bikini multicolor.
Colgó por encima de los páneles su ropa y se sentó en la tapa del inodoro.
-¿Te gustan los hombres, verdad?- dijo.
Y yo me llené de nervios recargándome sorpresivamente en la puerta del privado y con un nudo en la garganta.
-Está bien, en serio.
Tu llega hasta donde quieras llegar, no te obligaré a nada que no quieras, pero si necesitas ayuda, sólo pídemelo, deja me preparo.
– y dicho esto comenzó a frotar por sobre su bikini su pene para hacerlo erectar.
He de suponer que el tampoco estaba hecho a la idea de aquel encuentro por que poco a poco mientras se engrosaba su bulto, el exhalaba ligeros gemidos con los ojos cerrados, lo cual a mis ojos se volvió hipnótico.
Poco a poco me fui acercando a él, para sentarme de frente y lo mejor que se me ocurrió fue darle un beso en la boca.
Pero el después de recibirlo y corresponderlo, me habló al oído: -Puedes hacer más que eso ¿Sabes lo qué es el sexo?- Yo sólo le contesté: -Es cuando un hombre se lo mete a una mujer por su.
, pero.
yo soy niño y no tengo.
– y agaché con desilusión mi mirada.
Y fue cuando me siguió hablando en voz baja:
-Es verdad, no tienes lo que una mujer.
Pero tienes.
–
Hizo una pausa dramática mientras colocaba su mano en mis glúteos y con un dedo acarició ligeramente mi anito virgen.
-Este- dijo con sigilo y dulzura.
-¿Se.
se.
se puede por ahí? Le dije mientras volteaba a ver su mano
-Si, aunque aún eres muy pequeño y seguramente estás muy apretado, pero, si, se puede.
Así es como lo hacen los hombres con otros hombres-
Su mano no dejaba de estimularse mientras decía todo esto.
-¿Quieres que lo intentemos? Aunque puede dolerte por que al parecer nunca lo has hecho- sugirió
-¿Tu si?- le dije en voz baja
-Si, aunque no tan chico como tú, con unos amigos hace tiempo; pero te prometo que tendré cuidado- dijo
-¿Se siente rico?- pregunté nervioso
-Al principio duele un poco cuando te va entrando, pero luego se siente genial-
.
Tomé una bocanada de aire llena de valor, me desamarré el traje de baño y me lo quité para previamente darle otro beso y decirle a los ojos -Si quiero- y me giré para darle la espalda y colocar las manos en la puerta del privado.
-De acuerdo- escuché su voz alegre y coqueta.
Pero a diferencia de que me sometiera, me dio un jalón para sentarme en su regazo de espalda a su pecho y con mis piernas abiertas mientras podía ver su paquete abultado bajo el bikini.
Aprovehchando mi corto tamaño y la grandeza de su mano, con una empezó a abarcar la zona de mi pene y de paso con un dedo la zona de mi ano, y con la otra jugueteaba con mis pezones y a ratos jalaba mi mentón para darme algún beso para que yo también me calentara.
Sin darme cuenta entre nuestras respiraciones y espasmos, ya se había bajado hasta los tobillos su seductor traje de baño y fue lubricando con saliva su miembro hasta tenerlo completamente embadurnado.
Pero faltaba lo más importante.
Yo.
: creo
-Entre jadeos y besos mencionó: -Creo que es mejor que te entre de golpe y a la primera para que el dolor se pase más rápido, va a ser muy intenso, pero se quitará más rápido y podrás gozar más ¿Quieres así?-
La misma calentura y emoción me cegó en ese momento y no me dejo pensar, respondiendo de inmediato un: -Ajá –
Entonces.
Empezó a llenar desesperadamente mi ano de saliva en grandes cantidades sin descuidar ni por un segundo la estimulación que me daba con toqueteos y húmedos besos.
Se termino de sacar aquel hermoso traje de baño y me dijo: -¿Te gusta mi traje de baño, verdad?, esto va a ser rápido, muérdelo- .
A lo que sin pensarlo dos veces, lo presioné con mis dientes para luego el de inmediato puso su mano sobre mi boca para que no lo escupiera por la sorpresa e intempestivo, dijo:
-Respira y aguántate duro-
En ese momento, sentí como él se levantó conmigo en brazos y con las piernas abiertas, dejando ir por todo mi recto y hasta el fondo de un solo movimiento frontal con su cadera, todo su pene empapado en fluidos.
No puedo decir su tamaño en centímetros, pero, la enorme y dolorosa sorpresa sólo me permitía patalear desesperado y gritar entre llantos ahogados por mi boca amordazada.
-Aguanta, nene, aguanta- Decía aquel joven con un tono en su voz entre llena de placer, culpa y preocupación por saberme bien.
Empujó su pene unas cuantas veces hasta adentro y lo sacó sin avisar.
Ambos nos dejamos caer sentados en el retrete, yo debilitado por aquella penetración monstruosa y el abrazándome para consolarme y darme seguridad.
Yo jadeaba y sollozaba pero no lo rechazaba, solamente respiraba para aliviar un poco el dolor de mi desvirgue.
Entonces repitió: Listo, nene ¡Vamos de nuevo! Me volvió a cargar para dejarme ir todo y yo me exalté de pánico por aquel dolor tan punzante.
Pero antes de decir “ya no”.
Mis ojos se llenaron de sorpresa tras notar que ya no me dolía, o al menos no como la primera vez que entró.
¡Me estaba gustando! ¡Me estaba masajeando por dentro con su miembro! ¡Tenía razón! El primer dolor fue opacado poco a poco por sus embestidas rítmicas y apasionadas.
Fue entonces cuando lo volteé a ver mientras me daba empujones y vi como su cara de preocupación cambió al ver que le sonreía entre jadeos por que yo estaba disfrutando.
Poco a poco vi a distancia y sacudidas como su rostro pasó de un hombre temeroso por haber herido a alguien, a una sonrisa de tranquilidad por saber qué estaba ayudando a alguien a sentir el placer que ansiaba.
Tanto así que mientras seguía empujando, me mandó un beso con un guiño para seguir en nuestra faena consensuada.
Ya con mi hoyito abierto y palpitando de gozo, se salió de mi para re acomodarme y cambiar de posición; esta vez con mi espalda sobre la tapa del inodoro y el sosteniendo mis piernas arriba para poseerme mientras me veía a la cara sonriendo.
Splish splish, se escuchaba la abundante humedad de la fricción de su pene entrando y saliendo de mi ano, la cual no dejaba de llenar de saliva constantemente para que entrara y saliera sin problemas todo el tiempo.
Pasados unos minutos, lo sentí.
Unos espasmos en mi vientre que asemejaban a una ligera convulsión.
Como si me jalaran desde la espalda y cadera con una presión en mi vientre y hacia retraer mi ano involuntariamente.
Después entendí que me había venido, pero al ser muy joven, no producía semen y por lo tanto no eyaculé, pero si sentí el maravilloso orgasmo.
Y luego escuché a mi hombre pujar y bramar apasionadamente, se salió de mi y abrió la tapa del escusado para dejar ir todo su semen fuera de mi recto.
A él le interesaba que yo sintiera placer con el, no embarazarme ni mucho menos incomodarme.
Todo esto pasó tan rápido y lento a la vez, pero sin duda lo repetiría cuantas veces fuera necesario, por que no sólo fue erótico, sino que el fue un caballero conmigo entendiendo que a pesar de mi corta edad, yo también tenía derecho a sentir placer.
Rápidamente y a manera de traviesos cómplices, agarramos nuestras cosas y nos bañamos en dos minutos riendo y abrazándonos, luego me dijo: -El coach nos debe estar esperando, ya casi llegan por ti- Nos vestimos y quitamos todo fluido incriminador a nuestra entrega pasional.
Salimos de los vestidores y me dejó sentado con mis compañeros en la banca de la salida para que mi madre me recogiera para llevarme a casa.
Luego extrañamente desapareció diciendo, no te vayas si llegan por ti.
Cuando llegó mi madre, me levanté y tomó mi mochila para irnos pero le dije: -Mi entrenador dijo que esperara un momento-.
Y a lo lejos vi como aquel hermoso joven se aproximaba diciendo: -Señora, su hijo es muy bueno, pero ese traje de baño que le compró es muy corriente y se daña fácilmente con el cloro, además no le permite movilidad completa.
Este es el que su hijo debe usar- levantando un gancho con un pequeño y coqueto bikini para hombre en tonos rojos y naranjas colgando de el.
Se que es pequeño, pero es de alta calidad y avalada por grandes nadadores.
Mi madre lo recibió como si nada y mientras lo guardaba, mi hombre me volteó a ver con una sonrisa pícara y un guiño que delataba el hecho de que había descubierto mi fetichismo y lo iba a apoyar.
Muchas clases más me esperaban con aquel sexy instructor que se había llevado mi virginidad de la manera más romántica y con toda mi gratitud hacia el por cuidar de mi y quitarme toda culpa de ser como soy.
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