Mi Gran Amor
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy José Luis del centro de la República Mexicana de 1.75 mts. y recién entrado en la cuarta década de mi vida y desde muy joven con una inusitada curiosidad por gente de mi mismo sexo, aunque siempre aparentado llevar una vida plena en la heterosexualidad.
Desde muy pequeño sufrí de discriminación por tener algo de sobrepeso, pero en cuanto tuve la oportunidad de ponerme en buena forma física fuí eliminando los kilos extras y aunque el cambio llevó su tiempo, hasta el dia de hoy conservo un cuerpo atlético y delgado que muchos han llegado a envidiar.
Es aquí donde comienza mi historia.
Al tener un negocio (mi fuente de trabajo ) cercano a varias instituciones educativas, siempre me he acostumbrado al ir y venir de estudiantes de todo tipo, desde los educados, los guarros, los pesados, los insoportables y engreídos; pero aquí siempre tienen cabida sin distingos.
A Carlos le traté durante todo el transcurso de su carrera universitaria, un adorable joven veinteañero que despide sensualidad y arranca suspiros a todos aquellos que le conocen; educado y bien parecido, con hermosos ojos verdes y un cuerpo que emula a cualquier escultura de la antigua Grecia.
Siempre le traté con cordialidad al igual que a todos mis clientes, por lo que nunca hubo ningún tipo de insinuaciones entre nosotros.
Así que, cuando finalizó sus estudios, no me extrañó no verle mas, lo cual sucede con toda la gente al fin de cada curso escolar, hasta que.
un día reapareció en mi negocio a saludarme; hablamos de muchos temas sin mayor relevancia como dos buenos amigos.
Según me contó había comenzado a trabajar y aunque no disponía de mucho tiempo libre, se hizo costumbre que pasara con frecuencia a visitarme, además como siempre he sido de charla amena y amistosa, poco a poco se sintió con mayor confianza.
Así llegamos después de varios meses al final de abril de 2012.
Hacía un calor terrible y solo apetecía tomar algo refrescante, además de haber decidido por ser viernes en la tarde, no abrir mi tienda y aprovechar para hacer papeleo y revisión de documentos.
Recien había regresado del gym y solo usaba un short y playera ligera por el mismo clima.
Mas o menos 30 minutos después de mi llegada, tocaron a la puerta y para sorpresa, era él, muy bien vestido ya que había salido temprano del trabajo.
Le invité a pasar con la cordialidad de siempre.
Me pidió ayuda con unos datos que necesitaba , a lo cual accedí y comencé a escribir en un papel; de pronto noté como con insistencia tocaba su entrepierna, al mismo tiempo que notaba una tremenda erección de su miembro viril que trataba de ocultar, lo cual era imposible.
Tenía clavada su mirada en mi pantalón corto, fue en ese instante que nuestras miradas se cruzaron.
En ese preciso momento soltó una frase que me dejó sin poder reaccionar rápido: "Se ve que te gusta mucho el ejercicio, ¿verdad?, ¿puedo ver?" , y sin más, levantó mi playera, comenzó a tocar mi pecho y abdomen, se avalanzó sobre mis pezones chupándolos de una forma desesperada.
Nuestras miradas se habían transformado en lujuriosas y llenas de placer.
Yo no podía articular frases y menos dar crédito a lo que me estaba pasando en ese momento; sólo alcanzaba a mover la cabeza y emitir gemidos, sentía como la sangre hervía en mis adentros.
Alcancé a incorporarme un poco y le asesté el beso mas ardiente que jamás haya dado antes, al cual, él correspondió con enorme gozo.
Así seguimos, instantes sin fin, fundidos en el mas ardiente beso que dos hombres calientes se pueden dar.
Al instante deslizó su mano dentro de mis shorts y hurgando dentro de mi ropa interior, palpó mi erección, frotándome el pene duro con suavidad pero intensamente.
Sólo reaccioné, diciéndole: "A ver el tuyo"; con prontitud me soltó y desabrochó su cinturón, bajó el cierre de sus pantalones y dentro de sus bóxers ajustados, adiviné la tremenda erección que había, y los cuales, estaban colmados de líqudos pre-seminales en abundancia.
Tomé entre mis manos aquel portento duro, lleno de jugos corporales que soltaba sin cesar aquella hermosísima herramienta de placer.
Abundaba el vello púbico, algo recortado, pero que enmarcaba y dimensionaba aquel tronco amoratado con aroma a macho en celo.
Los besos, caricias, manoseos fueron exagerados por ambos; me apresuré a desnudarle totalmente, lo cual él había hecho conmigo hacía rato.
Admiré entonces su cuerpo en totalidad y comenzamos a disfrutarnos mútuamente aún mas.
Lamí sus axilas, disfrutando de la enorme cantidad de vellos que ahí residían, al igual del incomparable aroma de su cuerpo sudoroso.
No se en verdad cuánto tiempo pasamos juntos abrazándonos, masturbándo nuestros miembros, que se conocieron e hicieron inseparables entre nuestros abdómenes, hasta que casi al mismo tiempo expulsámos chorros de semen ardiente, dejando su huella inequívoca sobre nuestros cuerpos.
Al separarnos, le dije: "Quiero hacerte el amor", a lo que me respondió: "Esto es lo mejor que me ha pasado, siempre me gustaste y esto es un sueño hecho realidad, pero tengo pareja, lo amo y pronto nos iremos a vivir fuera del país".
Sentí que un balde de agua helada cayó sobre mi, me sentí utilizado y así se lo hice saber al mismo tiempo, que le dije: "Tu me gustaste mucho desde siempre, ¿por qué nunca me dijiste nada?"; solo alcancé a abrazarle muy fuerte, tomé su cabeza y hudiendo mis dedos entre su cabello , le besé con desenfreno.
No accedió a que el asunto pasara más allá de lo sucedido.
Como pudimos nos limpiamos un poco, nos vestimos y despedimos varias veces sin querer que aquella tarde finalizara.
Éste episodio se repitió muchas ocasiones mas, si la primera (narrada aqui) fue exageradamente intensa, las siguientes fueron el éxtasis total.
Hasta que el triste día llegó, Carlos con la cabeza baja todo el rato, solo balbuceaba frases llenas de tristeza y en sus ojos (al igual que en los míos) el llanto hizo su aparición; abrazándole, le dije que jamás le olvidaría, que su recuerdo se iría al mismo tiempo que yo abandonada este mundo.
Aún hoy, cinco años después, las emociones se agolpan en mi ser y duelen igual que aquel último día, heridas que no se alivian y jamás sanarán.
En la puerta de la tienda le despedí, poniendo en su mano un dije de plata que acababa de retirar de mi cuello y siempre usaba, el cual pendía de una cinta de caucho negro.
No volví a verle ni saber nada de él.
Hace unas dos semanas apareció una notificación en mi perfil de Facebook, me dió curiosidad y ví quien la había enviado, para mi sorpresa era de Carlos; gustoso acepté su invitación y comencé a ver las fotos que ahí publicaba, disfrutába viéndolas y cuál sería mi sorpresa, que en todas ellas sin excepción, lucía el dije que le obsequié años atrás, sosteniéndolo entre sus dedos y con la otra mano aparecía con el pulgar arriba; señal inequívca con la cual muchas veces nos saludábamos e identificábamos entre nosotros.
Gracias por su paciencia y su tiempo.
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