Mi Gran Muchacho
Fui a despertar a mi hijo y lo encontré semidesnudo..
Era lunes, había despertado hacía una media hora y mientras me preparaba un café me percaté de que mi hijo seguía dormido. <<Definitivamente se le hará tarde>> pensé recordando lo mucho que tardaba en prepararse para la escuela.
Rápidamente subí al segundo piso y entré a la habitación de Marcos, encontrandome con una imágen que desataría infinitos sentimientos en mí. Él estaba semidesnudo, con tan solo unos calzoncillos azules cubriendole su evidente erección matutina.
Primero reí, luego sentí sorpresa y hasta envidia por lo grande que parecía ser su miembro, y por último llegó el deseo. Era raro y se sentía mal, pero había una parte de mí que de verdad quería tocarlo, sentir la piel de ese abdomen plano o mejor aún, la textura de sus pezones.
Respiré profundo y me acerqué, tratando de enfocarme en solo despertarlo. Le moví del hombro, primero leve y luego más brusco, pero no hizo nada más que balbucear incoherencias en un tono quejica.
—Marcos —dije en voz alta—, tienes que despertar.
No se inmutó, y entonces creí que si lo tocaba más abajo tampoco debía darse cuenta. Así que bajé mi mano, aún algo indeciso porque seguía habiendo un cierto rechazo en cumplir aquella fantasía, rechazo que desapareció al sentir su tetilla.
Estaba dura, y era áspera. La pellizqué levemente y soltó un gemido que me provocó un cosquilleó en las bolas. Joder, que muchacho tan lindo había parido mi mujer.
Seguí jugando con el pezón un rato hasta que mi necesidad por más me incitó a seguir bajando. Ahora dejaba un ratro de besos por donde pasaba, mis labios fueron bendecidos con esa piel tersa. Finalmente lamí el camino de vellos que tenía de meta a la enorme polla detrás de su ropa interior.
Antes de continuar volteé a verlo, seguía profundamente dormido. <<Perfecto>>.
Tomé el elástico del calzoncillo y lo deslicé lentamente hacia abajo, desvelando una piel más oscura que el resto la cual también estaba tapada con pelo negro. Poco a poco también comenzó a salir la longitud tiesa, que parecía no tener fin. Cuando finalmente fue liberada se balanceó de un lado a otro hasta recuperar equilibrio.
Vaya que era grande, calculaba unos diecisiete centimetros, y eso que Marcos apenas iba a cumplir dieciseis. Siendo honesto, aunque mi familia fuera de hombres dotados, ninguno la había tenido tan grande a esa edad. Probablemente Marcos tendría una de las más grandes cuando terminara de desarrollarse.
Pero incluso con este dato, lo más llamativo no me fue la verga, sino los testículos, que eran tan gordos como un par de pelotas de golf.
Acompañado a esos atractivos genitales también venía un olor que me devolvió a mi adolescencia. Puedo decir que era una mezcla agridulce entre sudor y sémen, una mezcla que me volvía loco.
Ahora sí, decidí comermela. La tomé de la base, apunté el glande rosado a mi boca, y lo introduje con habilidad. Hacía ya años que no daba una mamada, y hacía aún más que no le daba una a un miembro tan exquisto.
El sabor era algo salado, pero completamente disfrutable. En mi garganta sentía los relieves de sus venas hinchadas y juré que también sentí la sangre recorrer en ellas. Mi lengua lamía en círculos alrededor de su punta y mis labios succionaban tratando de meter más carne. Al final creo que no logré meterla toda, porque también era muy gruesa y eso era aún más complicado de trabajar que la longitud. Lo que sí logré fue hacerlo acabar dentro mio sin que despertara; tragué su rica escencia espesa y luego chupé un poco sus bolas, embadurnandolas de su propio sémen. Finalmente le di un beso corto en los labios, le subí la ropa interior y me dirigí de regreso por mi taza de café.
Combiné los sabores con un pan dulce y dejé descansar a Marcos.
Más tarde confirmé que no sospechaba nada pues me trató igual que siempre, pero yo ya no lo veía igual. Oh, no, vaya que no…
Que relato. Me ha encantado, se merece una continuación y que avance mas la relación paterno filial 🤭
como sigue
Que rica experiencia!