Mi Gran Muchacho II
Lo encontré pajeandose en el baño….
Habían pasado unos días desde lo que había hecho con Marcos, y no podía dejar de pensar en él. Ahora, cuando lo veía era difícil mantener la calma, porque había una imágen de él en mi cabeza que me incitaba a cumplir mis más oscuras fantasías; apretaba fuerte mi puño cuando me hallaba pensando en mi hijo de esa forma.
Pero entonces un día ocurrió algo que no esperaba.
Era alrededor de la una de la madrugada, yo seguía despierto, sin poder conciliar el sueño, y decidí hacerme una paja para relajarme. Me levanté de la cama con cuidado de no mover a mi esposa, y me dirigí al baño.
Cuando me acerqué lo suficiente se comenzaron a escuchar extraños sonidos -parecidos a quejidos- que provenían del interior. Entonces entré y me encontré a Marcos en plena masturbación. Me inundó el aroma a sudor y casi me hipnotiza como lucía su miembro, pero me logré controlar, pedí perdón y me dispuse a salir.
Grande fue mi sorpresa cuando él cerró la puerta antes de dejarme ir.
—Sé lo que hiciste el lunes pasado —susurró y yo quedé congelado.
Volteé con la intención de explicarme, pero él no parecía molesto; de hecho, había continuado con los movimientos de su mano, y esta vez me miraba fijo a los ojos.
—Me gustó —jadeó.
Sentí mi alma regresar a mi cuerpo y suspiré aliviado, pero reparé en lo que había dicho y entré en confusión. ¿Qué clase de hijo disfrutaría que su padre le hiciera una mamada mientras dormía?
—Tranquilo, está bien. Ahora podemos gozar sin problemas —me dijo.
—Pero-
—Vamos, sé que la quieres —tomó su polla y dio un par de golpes en su palma con ella.
Ante aquella actitud dominante no me pude resistir. Me dejé caer de rodillas frente a él, agarré su pene duro como roca y lo metí en mi boca en un movimiento.
Marcos soltó un gemido audible, y aunque temía que su madre nos descubriera, el placer de volver a comersela a mi hijo me hizo olvidarme de aquello. Así que seguí despreocupado, haciendo de su verga mi paleta a la que chupaba como niño pequeño.
Para introducir más centimetros, Marcos me tomó de la cabeza y empujó. Con su ayuda logré meterla toda; mi nariz sentía cosquilleo por el vello terso que la raspaba y en mi garganta, mis carnes viscosas envolvían suave y salvajemente su glande grueso.
—Me corro… —dijo agitado y entonces me detuve.
Saqué su miembro de mi boca y una mejor idea llegó a mi cabeza. Me puse de pie, bajé mis pantalones y acaricié mi bulto frente a él, que lo miraba embobado.
—Te toca hacerme una mamada a mí —dije.
No tardó en bajarme los calzconcillos, siendo golpeado por mi polla cuando fue liberada. Marcos la tomó de la base y apuntó a su boca, entonces abrió grande los labios y trató de meterla. Poco a poco logró introducir un cuarto de mi mástil, pero parecía que le estaba costando.
—No intentes meter más o te lastimaras, solo lame la punta —jadeé completamente extasiado por la sensación de su lengua en mi carne.
Marcos obedeció y comenzó a jugar con mi glande. La punta de su lengua pasaba por la pequeña abertura y un escalofrío me recorría la espalda. Tuve que sostenerme en la pared porque mis piernas temblaban.
—Sí, sí… —gemía.
Finalmente acabé después de un minuto, llenando su jóven y virginal boquita con mi sémen espeso y maduro.
—Trágalo —ordené.
Le costó pasar por su garganta toda esa lefa, pero lo logró, y después lamió sus labios para comer los restos.
—Bien hecho —dije acariciando su mejilla—. Ahora te haré acabar a ti.
Lo tomé de los hombros y lo levanté, luego lo posé bocaabajo contra la tapa del inodoro. Ambas manos apretaron una nalga cada una, y entonces las separé para comer su ano.
Nomás tocar su piel con mis labios apretó el trasero.
—Tranquilo, te va a encantar —dije.
Relajó su recto y volví a atacar. Bruscamente comencé a chupar y succionar sus blandas carnes, que se removían alteradas alrededor de mi boca. Metí la lengua y sus paredes anales la atraparon con fuerza. Hice movimientos circulares y logré entrar más profundo.
A todo esto mi hijo gritaba de placer. Su cuerpo temblaba y sus músculos se tensaban.
Yo por mi parte no podía con la exitación. Tener a Marcos así para mí me enloquecía.
Además de comerle el ano, también comencé a masturbarlo por debajo; segundos después su miembro disparó siete chorros de sémen continuos, cada uno acompañado de un fuerte gruñido. Probablemente le había dado su primer gran orgasmo.
Lo solté y le di un beso en la espalda.
—Duerme bien —le susurré en la oreja.
—Te quiero —fue lo último que dijo.
Le di una sonrisa y salí del baño. Afuera suspiré agitado, sequé el sudor de mi frente con el dorso de mi mano y regresé a mi habitación, preguntandome si todo aquello había sido un sueño.
muy buen relato corto al hecho y me dejo a medio palo espero la continuacion
gran realto como continua
Wow!!! Que ricoooo… Por favor, continúa…