Mi hermano y yo (Viendo las estrellas)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
A la mañana siguiente desperté con un dolor horrendo en el culo. José me lo había reventado y el dolor lo sentía hasta casi el estomago. Su verga había entrado brutalmente en mi cuerpo y había arrasado con todos mis órganos. Por otro lado, mi hermano se levantó fresco y radiante, al parecer lo de anoche había sido su mejor deslechada.
Me miró sonriente y se topó con mi rostro contorsionado por el dolor.
-¿Estas bien?
-No.
-Pues actúa. No quiero que nuestros padres hagan preguntas.
-¿Y tu piensas que yo soy de goma?- dije enojado.- Me destrozaste por dentro ¿Sabes lo que se siente? Me duele hasta cuando muevo las piernas. Un poco de compasión por tu hermano pequeño no te caería nada de mal.
Cuando acabé de decir eso y liberé todo mi enojo, me di cuenta que había metido la pata hasta el fondo. José se levantó enojado y caminó directo a mi. Tragué con miedo y en un pestañeo me tomó del cuello y me lanzó contra el piso. Mi cuerpo entero gritó de dolor.
-Tu me vuelves a hablar así y te prometo que el dolor de culo que te dejaré después, no será nada comparado con el que tienes ahora.
Se levantó y me mandó una patada en el culo, luego se fue riendo. El dolor no me dejaba levantarme, era tan fuerte y profundo que me desesperaba. Quería gritar y patalear, pero no podía, solo tenía que sufrir en silencio.
Me levanté como pude y me volví a la cama. De pronto apareció José otra vez y temí lo peor. Se acercó y me dijo:
-Le dije a mamá que anoche comiste demasiado y te enfermaste del estomago. Sigue la corriente o ya sabes lo que te espera.
En el fondo agradecí que no me haya hecho actuar que todo estaba bien, porque era obvio que no lo estaba, así que eso por lo menos me permitía estar acostado y tranquilo.
Por suerte esa noche no me cogió, pero me usó de otra manera. En su cama comenzó a ver un vídeo porno y a masturbarse, estuvo así casi 20 minutos, variando la intensidad de sus movimientos. Cuándo yo estaba a punto de dormirme, se levantó con su pene erecto y húmedo, y se me acercó. Sin siquiera preguntarme abrió mi boca, enterró su pene hasta mi garganta y eyaculó. Sorprendido comencé a tragar chorro tras chorro de espesa y caliente leche. Cuándo botó la ultima gota se fue sin decir nada.
Al otro día yo seguía en cama. José no me dijo nada en todo el día y pude descansar tranquilamente. Alrededor de las 6 de la tarde apareció mi hermano con un amigo. Por Dios ¡Que amigo! Si mi hermano era guapo, pues su amigo estaba mil veces mejor. Era casi tan alto como José, de pelo ultra negro y ojos verdes hermosos. Rellenaba perfectamente su camisa, marcando cada uno de sus músculos bien definidos. Tenía una sonrisa de dientes blancos y labios rojizos que resaltaban en su piel canela. Usaba un pantalón corto que le marcaba un paquete más que apetecible y unas piernas lampiñas y fuerte.
Cuándo entró en la habitación se sorprendió al verme, pero me dedicó una amplia sonrisa.
-Hola.- dijo estrechándome su mano.- Soy Ricardo y estoy en el equipo con tu hermano.
-Ho…Hola.- dije sonrojado, pues me había perdido en esos brillantes ojos verdes.- Soy Sa..Samuel.
-¿Por qué estas acostado a esta hora?- preguntó sonriendo.
-Ehh…
-Porque el muy idiota comió mucho y se enfermó.- interrumpió José.- Ignoralo.
Estuvieron conversando sobre cosas triviales y poniendo un poco de atención me percaté que Ricardo era menor que José. Al parecer ese físico y ese porte lo hacían ver adorablemente mayor, pero cuando habló sobre su colegio me di cuenta que por lo bajo tendría unos 16 o 17 años. Solo 3 o 4 años más que yo, lo que me dejaba admirado y avergonzado a la vez, porque mi cuerpo me hacía ver incluso menor de lo que era.
En un momento se levantó para ir a beber un poco de agua y quedé sumamente sorprendido cuando lo vi de espaldas. Si Dios existía, le había hecho ese trasero con mucho amor y cariño, porque estaba ¡Wooooow! Era redondo, gordo, firme y parado. Podría romper nueces con ese trasero, que a pesar de sobresaltar, se le veía muy pero muy bien. Era un culazo de deportista y lo lucía con mucha hombría.
Al rato después José recibió una llamada. Al parecer era papá que necesitaba algo urgente y mi hermano se lo tuvo que ir a dejar.
-Vuelvo en 30 minutos.- le dijo a Ricardo.- ¿Me esperas?
-Claro, me quedaré haciéndole compañía a tu hermanito.- dijo cariñosamente mientras me sonreía.
Estuvimos conversando y a los cinco minutos sentí la enorme necesidad de ir al baño a hacer del uno. El culo aun me dolía por lo que lentamente me bajé de la cama. Ahí me di cuenta que estaba en boxer y me dio mucha vergüenza, pero Ricardo no dijo nada y actuó normal.
-¿Estas bien?.- preguntó preocupado.
-Eh si. Me duele un poco.
-¿Te ayudo?-preguntó acercándose.
-No es…- no me dejó terminar y me levantó con sus fuertes brazos, poniéndome en su espalda.
Me sentí tan bien así. Me sentí seguro, a salvo, cómodo. Coloqué mi cara sobre su espalda y absorbí su calor, sus manos estaban bajo mis muslos y me encantaba esa sensación. Llegué al baño, hice lo que tenía que hacer y feliz y contento me monté nuevamente sobre Ricardo. A mitad de camino ocurrió un imprevisto. Mi pene se erectó salvajemente debido al roce de su espalda y el tacto de su abultado trasero con el mio. Me puse de mil colores y era más que obvio que Ricardo se había dado cuenta pues yo estaba solo con boxers y el solo con una camisa.
Esperé alguna reacción de su parte pero no pasó nada. Cuándo llegamos a mi cama sus manos se deslizaron por mis nalgas y espalda, dejandome caer suavemente y también causándome una grata sensación. Olvidandome del dolor me acosté y me tapé con rapidez. Estaba rojo por la vergüenza y no me atreví a mirarlo a los ojos. Él estaba ahí parado y cuando me giré quedé impactado.
Su cara era indescifrable, lo único que les puedo asegurar era que me derretía. Pero lo impactante estaba más abajo porque él también tenía una erección. Mis ojos casi se salen de sus órbitas y mi erección pulsó. Ese chico tenía un paquete digno de enmarcar. Su verga se le marcaba perfectamente y cerca del borde del pantalón se le notaba una protuberancia sexy que pronto me di cuenta que era su glande.
-Ehh.- dije.
-Lo siento.- dijo él girándose.- No sé que me pasó. Esto no está bien.
-Ehh. Disculpame tu también.- dije avergonzado.- Fue mi culpa.
Esto era muy raro. Ambos nos disculpabamos por nuestras erecciones.
-No te disculpes. Es algo involuntario.- dijo.
Estuvimos un rato en silencio y luego de a poco comenzamos a conversar olvidando lo anterior. Al rato llegó mi hermano y volvió todo a la normalidad. Cuándo se fue Ricardo, se despidió cordialmente como si jamás hubiese pasado algo. En la noche con José no ocurrió nada por suerte y pude dormir bien.
Al otro día desperté mucho mejor, ya no me dolía mucho, pero de todas formas prefería actuar para evitar estar otra vez con José. Y así estuve un par de días más, lo diferente era que todos esos días recibimos visitas de Ricardo. Uno de esos días Ricardo fue a buscar algo al comedor y José me encaró.
-Hoy si o si no te follo enano.-dijo despacio.
-Pero…-
-Pero nada. Ya he esperado suficiente y los huevos me pesan.
-Aun me duele… De verdad que me duele. Por favor, deja que me recupere antes de que me vuelvas a follar.
-Mentira. Ya ha pasado mucho tiempo y ya debes estar mejor, así que no voy a seguir esperando más.
-Pero…-
-Ya cállate. Y prepárate para la noche.-
Justo en ese momento entró Ricardo. Me miró y esquivé sus ojos pues estaba a punto de ponerme a llorar. Comenzaron a hablar y escuché mi salvación.
-José, he tenido algunos problemas en mi casa y quería pedirte si me dejas dormir aquí.- dijo Ricardo con tristeza.
-Ehh.- José me miró indeciso.- Está bien. Iré a buscar el colchón inflable.
Cuándo salió, Ricardo se me acercó rápidamente. Me acarició la cabeza y me sonrío.
-Escuché todo.- dijo lamentando cada palabra.
-Yo…- Comencé a llorar.
-No llores, por favor.- dijo limpiando mis lágrimas.- Te salvaré por ahora, pero mañana solucionaremos lo que ese bestia te hace. Mañana faltaré a mi entrenamiento, vendré y hablaremos, solo no digas nada y actúa normal.
Se levantó, me dio un tierno beso y se fue donde mi hermano. Me desparramé feliz sobre la cama. Ricardo era mi héroe. Ese pequeño pero dulce beso había sido el primero para mi. Toqué mis labios sin creer lo que acababa de pasar. Pronto escuché los pasos de ellos y tragándome la felicidad actué normal.
La "cama" de Ricardo quedó en medio de mi cama y la de mi hermano. Eran las 12 de la noche y no podía dormir. El saber que mi héroe estaba al lado de mi cama me estremecía. Su carita se veía tan dulce y perfecta durmiendo, me daban ganas de besarlo y dormir entre sus fuertes brazos. En un momento se giró dejandome una preciosa vista de su trasero en boxers. La firmeza y redondez era perfecta. Parecía que en cualquier momento rompería esa tela.
Me dieron ganas de ir al baño y en silencio me levanté. Oriné, me lavé las manos y cuando me iba, se abrió la puerta. Era Ricardo. Entró rápidamente cerrando la puerta detrás de él.
-¿Que haces aqui?- pregunté sorprendido.- Te vi dormir.
-Te oí cuando te levantaste y…- dijo acercándose a mi.- …necesitaba estar a solas contigo.
Me acarició la mejilla mirándome como si fuera un tierno gatito. Sus ojitos brillaban y yo estaba completamente cohibido. Se acercó lentamente y posó sus labios en los míos. Me encantaba esa sensación, sus labios eran suaves y cálidos y me trataban delicadamente. No sabía que hacer exactamente pero con el era fácil dejarse llevar. En un rápido movimiento puso sus manos en mis muslos y ágilmente me subió sobre el lavamanos quedando a su altura.
Su húmeda lengua acariciaba mi boca tan dulcemente que me derretía. Sus manos acariciaban mi cuerpo de una manera muy cariñosa, sin llegar a ser morboso. Me sentía muy bien entre sus brazos, el era mi protector y me sentía seguro con el. Se separó de mi y me dirigió esa hermosa mirada, me tocó la mejilla y se alejó.
-Tenemos que volver a la cama, mañana tenemos que ir a clases.
Al otro día fui a clases normalmente. Ricardo se fue temprano con mi hermano, sin antes recordarme que vendría en la tarde. Todo el día estuve recordando el sabor de sus besos, me acariciaba los labios casi sintiendo su calidez y mi cuerpo extrañaba el calor y poder de sus brazos.
A las 15:30 escuché el timbre. Corriendo fui a abrir la puerta y ahí estaba el. Llevaba un jeans rojo que le quedaba pecadoramente bien y un suéter gris que lo hacía ver muy tierno. Bueno, el tenía esa mezcla, es decir, su cara normalmente demostraba una ternura especial pero con un solo movimiento de cejas y un arqueo de labios, se transformaba en una cara provocativa y sexy.
-¿Con quién estas?- preguntó.
-Solo.- dije.- Mi mamá fue donde mi tía y llegará más tarde.
Entró dando pasos firmes. Se le notaba un poco tenso, seguramente por lo que había averiguado. Me tomó las manos y me las apretó suavemente.
-Quiero que me cuentes con lujo de detalles lo que te hizo José.
-¿Es necesario?- pregunté avergonzado.
-Lo es. Porque lo que te hizo es algo muy feo y para lo que tengo planeado necesito saber como fue.
-Esta bien. Sentémonos primero.
Comencé a contarle lo sucedido y cada palabra quemaba en mi garganta. El solo recordar ese momento me hacía volver ahí y rememorar ese intenso dolor y miedo. Su cara se descomponía y me miraba compadeciéndome por lo que había vivido. Me sorprendió su nivel de empatía y al verlo, realmente sentía que el estaba siendo sincero con lo que expresaba, es decir, realmente estaba preocupado por mi.
-¿Por qué me quieres ayudar?- pregunté cuando terminé mi historia.
-Solo… Solo siento que es mi deber. Este ultimo tiempo te he conocido bastante y siento una conexión contigo. Algo en tu forma de ser me hace querer cuidarte y protegerte y no sé que es, pero lo siento casi como una obligación. Además…
-¿Además?- lo incité a seguir.
-Además… No lo sé… Creo que me gustas. Y creo que ya te diste cuenta anoche.
-Pensé que te habías dejado llevar por la calentura.
-Jamás haría eso. ¿Por qué te dejaste?
-No lo sé. Quizás porque nunca me habían tratado con esa calidez. Además después de lo que pasó con José, creo que necesitaba sentirme protegido y bueno, tu me haces sentir así.
-Eso es muy lindo.- dijo sentándose al lado mio y abrazándome.- Lamento que hayas tenido que pasar por eso.
-¿Sabes? Al principio de todo, sentí un poco de excitación pero duró solo unos minutos. Después todo era dolor y angustia, y al final me sentía sucio y débil, quería ducharme de adentro hacia fuera… Aun me siento así.
Lo abracé con fuerza apegando mi cara a su cómodos pectorales. Luego subí mi cara y busqué con sed sus labios. Me estaba volviendo adicto a sus besos, me hacían flotar sobre las nubes dándome una vista privilegiada de las estrellas. Lo necesitaba, quería estar con el a toda costa. Me monté sobre sus piernas y comencé a bajar lentamente por su abdomen hasta llegar a su paquete. Abrió sus ojos con sorpresa y me detuvo.
-¿Que haces?-
-Quiero hacerlo contigo.- estaba decidido a hacerlo.
-¿Qué?.. No. Es una locura.
-Por favor. Yo se que en el fondo quieres.
-Bu… Bueno. Pero no debo hacerlo. No es correcto.
-Pero yo quiero y tu quieres. ¿Qué más necesitas?
-No lo sé. No quiero hacerte sentir mal… usado. Yo sé que tu eres mejor que eso.
-Lo sé y lo entiendo. Pero… Necesito estar contigo, necesito que tus caricias y tu cariño borren el daño que me hizo José. Solo tu puedes limpiarme y hacerme olvidar.
Lo besé nuevamente implorándole con cada caricia que me hiciera suyo. Nuestros ojos hicieron contacto y vi que su resistencia se desvanecía, comenzando a desprender un brillo pasional desde su pupila. Sus manos golpearon mis nalgas haciéndome suspirar, sus dedos se hundían en mi piel acariciando mis glúteos mientras lentamente iban subiendo por mi cadera y espalda.
Cada caricia me estremecía y me hacía vibrar. Me encantaba el sabor dulce de sus besos y me excitaba como su cara me miraba con deseos lujuriosos. Cuándo el fuego de la pasión nos envolvió, comenzamos a quitarnos nuestra ropa. Su suave piel me electrificaba y me transmitía un embriagador calor que me atraía como un imán. Sus manos recorrieron mi cuerpo y sus labios jugaron con mis tetillas. Me derretí cuándo empezó a jugar con mi oreja, depositandome besos en mi mandíbula y cuello, esa sensación me hacía poner los ojos blancos.
Después fue mi turno de jugar con su cuerpo y velozmente comencé a morderle sus pesones rosados y erectos, luego me detuve en su ombligo disfrutando los surcos que formaban sus abdominales. Podría estar toda la vida acostado en su abdomen, mesiendome en el subir y bajar de su respiración. En un ágil movimiento de brazos me levantó y me sentó sobre la mesa, colocó su dedo en mi frente y delicadamente me empujó hacia atrás.
-Acuéstate.-
-¿Para qué?
-Solo acuéstate y disfruta por una vez en tu vida. Confía en mi.
Me relajé y cerré los ojos. Le entregué mi cuerpo en bandeja de oro para que hiciera lo que quisiera. Comenzó depositandome besos desde mi cuello hasta mi ombligo y cada vez que lo hacía una corriente me atravesaba. Sacó mis pantalones dejando mi pene al descubierto. Lo tenía completamente duro y húmedo. Ricardo acarició mi pubis y testículos sin tocarme la verga. Sentía sus besos en la pequeña mata de vellos que tenía y luego rodeaba mi pene para terminar en mi escroto.
Mis piernas temblaban de ganas por que me tomara la verga y me aliviara las ganas, pero quería hacerme desearlo con cada fibra de mi ser. Con cada tentación mi verga liberaba una gota de pre-semen y palpitaba de emoción. Pronto y sin avisarme un calor húmedo envolvío mi trozo de virgen carne. Mis 14cm desaparecieron en esa perfecta boca, mientras yo me ahogaba con un gemido. Succionó con fuerza hasta sacársela completamente haciendo un fuerte ruido de succión. Todo mi pene brillaba por su saliva y en unos segundos nuevamente era envuelto por su boca.
Su cara me calentaba, sus ojos me transmitían todo tipo de emociones y las ganas que ponía en cada succión me hacían retorcer los dedos de los pies. En cualquier momento me correría pero aun no quería. Lo detuve y le rogué que me dejara disfrutar de su pene. Me sonrió y cambiamos de lado. Mi pene apuntaba al cielo mientras sacaba su pantalón.
Al fin pude ver ese pene color canela. Tenía un hermoso glande rosado que parecía un jugosa fresa, su prepucio lo cubría hasta un poco más de la mitad. Tenía un grosor y largo casi similar al de mi hermano, pero esta era mucho más linda. Sus testículos eran lampiños y de un un ligero color rosa. Su pubis estaba adornada por una pequeña pero perfectamente dibujada mata de pelos negros y risados. No aguanté la tentación de ese jugoso y brillante glande y me lo introduje completamente.
Después de la violación oral de mi hermano ya podía tolerar las vergas en el fondo de mi garganta, por lo que la verga de Ricardo pudo entrar sin causarme tantos problemas. Escuché como gimió masculinamente sorprendido por ese movimiento mio. Su gordo glande estaba completamente apresado en mi garganta mientras ágilmente mi lengua jugaba con sus potentes huevos. Ricardo no cabía en su sorpresa pero disfrutaba al máximo las atenciones que yo le proporcionaba.
Coloqué atención en la cabeza de su pene, succioné fuertemente inundando el lugar con el sonido de la mamada. Mordía su prepucio y jugaba con el, lamía alrededor, me golpeaba con su verga la cara. Me convertí en una zorra. Necesitaba tenerlo dentro… Me asustaba un poco la idea de tener esa vergota dentro, pero el merecía la pena.
Rápidamente me subí sobre él y tomé su verga apuntandola a mi aun estrecho ano. Sorprendido, Ricardo se levantó.
-Qué haces?
-Quiero hacerlo contigo.
-Pero…-
-Por favor. A pesar de lo sucedido con José, quiero que tu seas mi verdadera primera vez.
-Yo…-
-Necesito entregarme a ti en cuerpo y alma, no como con mi hermano porque ahí solo fui un costal de carne con un agujero estrecho, húmedo y caliente, en el cual el pudo satisfacer su calentura.
-Ok… Pero hay que hacerlo bien y primero te tengo que dilatar para no dañarte.
Me hizo acostarme, colocó una cabecera bajo mi cadera y me dijo que levantara mis piernas y las sujetara por las rodillas. Mi culo se abrió de par en par, dejando al descubierto mi oculto ano. Hundió su cabeza dándome una rica comida de culo. Mordía mis nalgas suavemente, masajeaba cada punto erógeno de la mejor manera y humedecía cada pliegue de mi ano.
-¡Wooow!- exclamé.-¿Donde aprendiste a hacer eso?
-Películas… Relatos eróticos…
Continuó el proceso pero esta vez incursionó con un dedo. Pidió mi permiso y yo lo dejé. Casi con infinita ternura y suavidad comenzó a hacer presión. Lentamente fue entrando, moviéndolo en círculos causándome una lluvia de sensaciones. Ricardo sabía donde tocar para hacerme sentir bien. Así siguió hasta que me metió tres dedos. Luego los sacó y aprovechó la abertura para introducir su lengua y jugar con ella en el interior de mi recto. Cada roce me hacía apretar mi ano al rededor de su lengua de manera inconsciente.
Llegó el momento de la penetración y tomó su glorioso y grueso pene con su mano en dirección a mi ano. Dudó por un momento pero le di mi mirada de apoyo, invitándolo a continuar. Mi hoyito estaba ligeramente abierto por lo que recibió a su glande con un cálido beso. Aguanté la respiración esperando la peor parte. Lentamente su glande comenzó a ser succionado por mi culo y un agudo dolor apareció haciéndome gemir. Ricardo me miró asustado pero le dije que estaba bien. Y en efecto era así, ese agudo dolor no era nada a comparación del infernal dolor que me provocó la penetración de José.
Sentía mi ano estirado pues su glande era muy grueso y sin querer lo apretaba con las paredes de mi cuevita. Siguió su camino hasta atravesarme por completo. Respiré aguantando un poco el dolor y pronto me acostumbré. Me sentí feliz y lleno. Apreté su verga con todas mi fuerzas, sintiendo su longitud hasta casi mi estomago. Ricardo gemía como un animal casi comiendome con su mirada que parecía un hermoso prado verde. Colocó sus manos bajo mis rodillas y empujó hasta dejarlas a solo unos milímetros de mi pecho (Por suerte soy flexible), dejando aun mas expuesto mi culo y pudiendo hundir un poco más su pene en mi interior.
Retiró lentamente su mástil de mi cuerpo hasta que escuché el "plop" que avisaba que estaba completamente afuera. Sentí mi ano muy abierto aunque no lo podía ver. Luego sentí que escupía dentro de mi y con dos de sus dedos comenzó a desparramar su saliva dentro de mi trasero. Sus dedos jugaban dentro mio llevándome al inframundo del placer, mi glande estaba rojo esperando descargar y tenía un pequeño charco de liquido preseminal en mi estomago.
Enterró su glande y empujó con fuerza hasta meterme su pija completa. Solo sentí placer. Repitió ese esquicíto movimiento hasta que se transformó en un semental y comenzó a taladrarme. Ambos gemíamos fuerte y cada gemido excitaba al otro. Hizo que soltara mis rodillas y sin sacarme su pene me hizo girar hasta ponerme en cuatro. Sentí como mi interior se retorcía hasta quedar en la nueva posición.
Luego comenzó a penetrarme de una manera muy curiosa sintiendo presión en todo mi interior, mientras comenzaba a masturbarme lentamente para no correrme. Esta cogida era mil trescientas billones de veces mejor que la que me dio José. Ricardo era un verdadero macho, el que es un maestro de la penetración y que se preocupaba de que yo también disfrutara tanto como él (No como otros que piensan que por solo meter la verga ya tienen el trabajo completo). Sus embestidas aumentaban a un nivel que solo un adolescente puede hacer. Mi culo se aferraba a esa verga con todas sus fuerzas y cada vez que la retiraba sentía que se llevaría mi próstata con ella.
Besaba mi cuello y mordía mis hombros. Yo solo podía gemir y apretar mi culo para darle más placer. Escupió la palma de su mano y la llevó hasta mi glande, y aprovechando además la lubricación de mi pre-semen, comenzó a frotarlo. ¡Santo señor y todos los Ángeles! Esa sensación fue salvaje, el rose era extremo rayando incluso con el ardor. Pero estaba tan excitado y lleno de estímulos que sumado a ese roce me hizo explotar en un orgasmo atómico. En un grito desgarrador comencé a correrme sobre su mano, escupiendo con una potencia visceral cada chorro de semen. Mis ojos estaban completamente en blanco y mi boca abierta, estaba viviendo un trance místico y placentero. Mi corazón sentí que estallaría y mi culo se contrajo casi aplanando su verga.
En ese momento Ricardo empezó a acelerar sus embestidas aprovechando la fricción y comenzó a tener su orgasmo.
-Arrgh… arghh… Ahhhh.- Gemía como un minotauro.
El aplauso de su pubis con mis nalgas era profundo y ensordecedor. Pronto ambos caímos agotados. Su verga palpitaba en espasmos liberando los últimos chorros dentro de mi cuerpo. Mi cabeza la sentí a punto de estallar y me encontraba al borde del desmayo. Lentamente su pene comenzó a salir de mi culo. Estaba completamente viscoso al igual que mi pene, sumado también al rojo de mi glande que había quedado irritado por tanto roce.
Ese fue un intenso y pecaminozo orgasmo. Sentí en mi espalda sus cálidos besos de agradecimiento, aunque era yo el que tenía que agradecer por eso. Después de esa cesión de sexo y amor, nos fuimos a limpiar al baño. Luego salimos con una radiante sonrisa y nos sentamos en el sofá. Sentía mi culo abierto y mi pene irritado pero estaba feliz, y no me dolía como cuando lo hice con José.
Me recosté en su pecho y oí su plan.
-Te pasaré mi cámara para que lo grabes. La conectaras en tu computador para que así yo pueda vigilarte.
-No entiendo.
-Solo conectala y haremos una especie de vídeo llamada. Solo que apagaras la pantalla y evitarás en todo momento que José lo utilice.
-Ok… ¿Entonces que?
-Bueno… Cuando el muy idiota intente hacerte algo….- dijo vomitando odio.-…Esperarás un poco para grabar lo suficiente y tener una evidencia contundente…
-….Para amenazarlo y así me deje de molestar.-Completé.
-Exacto. Entonces cuándo tengamos lo suficiente le dices lo de la cámara y le dejas bien claro que las cosas comenzarán a cambiar. Ahh y le dices que soy yo el que graba y si intenta hacerte algo le dices que yo llamaré a la policía.
-Lo harías.
-Hago todo si es por ti.
Me abrazó haciéndome sentir que estaba dentro de un poderoso escudo que eran sus brazos. El era mi héroe y estaba ansioso por liberarme del miedo que me causaba mi hermano.
Pronto llegaría José, así que teníamos que dejar todo listo para la noche. Cuándo las conexiones estuvieron hechas Ricardo se fue, dejándome las instrucciones que tenía que hacer dentro de un par de horas. Ordené el comedor y me acosté en el sillón acariciándome los labios que aun tenían el adictivo sabor de sus besos.
(Tercera parte en mi blog)
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