Mi hijastro
Cuenta una fantasía compartida entre mi hijastro y yo.
Una noche, al ser ya las 12;30am. Me disponía a dormir y me empezaba a desvestir cuando oí tocar la puerta. Me sorprendió por la hora y me dirigí a la puerta para saber quién, con tanta insistencia, llamaba. Tras abrir la puerta mi asombro fue mayor. Era Jota, a quién no veía ni hablaba ya hacía bastante tiempo. Una persona que quería mucho y extrañaba ver, en el que pensaba muy a menudo, pero parecía difícil se diera algún contacto de nuevo; ya que nuestra relación no terminó de la mejor manera. Grata e inesperada sorpresa. Lo noté pasado de alcohol ya que se apoyaba en la pared y se balanceaba sobre sus pies y colgaba el brazo. Levantó la cabeza, me sonrió, me saludó y me pidió permiso para pasar. Lo ayudé a entrar y lo llevé al sillón, con algo de dificultad, para que se sentara. No le pregunté lo obvio, de si estaba borracho, ya que era evidente, si le pregunté por la razón de haberse dirigido a mi casa y no a la suya. Su respuesta fue que quería hablar conmigo, verme y que me extrañaba. Que sentía que esta casa era suya también; a lo que asentí con emoción y alegría que decidiera regresar. Con pena se incorporó y me abrazó muy fuerte, con todo su cuerpo muy pegado al mío lo que me hizo sentir extraño, ya que lo sentía tan cerca como una vez soñé. Lo atribuí a su condición e hice lo propio. Lo abracé con fuerza también y le di un beso en la mejilla. Me volteó a ver tan cerca que me estremecí un poco ya que sus labios casi rozaban los míos y me tentaron a besarlo en la boca. En segundos de cordura me alejé y le dije que era tarde; que me disponía a dormir. Él replicó si podía quedarse porque en su condición, no podía llegar a su casa. Lo entendí. No podía negarme porque en ese estado no lo dejaría irse. Le dije que iba a ver dónde podría dormir, no dispongo de otra cama, a lo que me replicó que lo haría conmigo. Yo asentí, no sin un poco de nerviosismo; nunca habíamos dormido juntos, siempre traté de evitarlo por lo que me provocaba y él era reacio a hacerlo con alguien más. Siempre lo hizo solo, imagino por sus hormonas y prácticas adolescentes, muy normales, de querer siempre estar solo.
Nos dispusimos a ir a la habitación que ocupo, tiene una cama grande y no vi la dificultad de poder hacerlo sin problema y comodidad. Entramos, me senté en la cama mientras él se apoyaba en la cómoda donde guardo ropa interior y otras cosas de uso personal, propias de un hombre. Lo contemplé frente a mí por algunos minutos, sonrió con cierto morbo y me propuso le ayudara a quitarse la camisa. Otra cosa extraña porque nunca mostró su torso desnudo, al menos conmigo. Me dispuse a hacerlo, levantó sus brazos y luego los dejó caer sobre mis hombros pesadamente abrazándome de nuevo. Yo ya estaba sin camisa y su proximidad hizo que sintiera su piel, algo húmeda por el sudor, tibia y joven sobre mi pecho. Se desató la faja del pantalón, lo desabrochó sin hacer otra cosa, hizo una pausa en la que le dije que yo dormía en ropa interior; que si era una molestia para él y que no contaba con un pijama para ponerme. A lo que replicó que no había problema, él haría lo mismo por la misma razón. Se sacó los zapatos con los pies sin agacharse, apoyándose en mí; luego me abrazó, con el pantalón desabrochado y abierto dejando ver su calzoncillo y su bulto que apretó contra mí con fuerza. Sentí su miembro y el mío comenzó a palpitar y a crecer. Traté de alejarme un poco para que no notara mi excitación y me atrajo a él tomándome por la cintura y metiendo parte de su mano entre mis pantalones por la espalda y su cercanía hizo que sintiera su miembro, estaba excitado y su miembro al igual que el mío, palpitante. Me respiraba muy cerca y con agitación. Se distanció y me dijo que siempre había querido estar a solas conmigo. Le repliqué que era cosa del alcohol y me respondió que sí, había tomado para darse valor de hacer lo que estaba haciendo. Me solicitó le ayudara con el pantalón, que se lo quitara. Me dispuse hacerlo y me agaché un poco para sacar sus piernas quedando su bulto, ya grande dentro de su ropa frente a mi cara, tan cerca que podía olerlo. Olía a calor de ganas, a él con tanta intensidad que me cegó y acerqué mi cara a su entrepierna; tomó mi cabeza y la apretó contra su sexo dejándome sin aliento. Me incorporé y me senté de nuevo en la cama, tomando distancia por el miedo y por las ganas de verlo entero. Metió sus manos en su interior y bajó un poco su prenda mostrándome su vello púbico preguntándome si me gustaba. Nunca lo había visto, lo imaginaba y deseaba; pero eran fantasías de selo cuando pensaba en él. Lo vi de reojo, tomó mi mano y la llevó ahí, diciéndome que lo acariciara, que lo quería desde siempre y que sabía que yo también. Lo hice tomándolo con toda mi mano, dimensionándola, sintiéndola y grabando la sensación, incrédulo y tembloroso. Mi mente hizo un “click” y perdió el sentido, el miedo y la razón dejándome tener con libertad y lujuria aquello que había soñado y jamás creer hacerlo posible. Me desprendí de mi pantalón y lo arrojé a la cama, nos abrazamos con ganas, nos tocamos con pasión y en algún momento nos miramos y acercamos nuestras bocas besándonos con locura. Nuestras piernas entrelazadas como nuestras lenguas. Me tomé el tiempo de sentir el sabor de sus labios, su boca, la sensación de su barba en mi cara rozando la mía; nos quitamos los boxers quedando piel con piel nuestros cuerpos, queriendo ser uno. Nos acariciamos todo. Perdí la cordura; recorrí su cuerpo palmo a palmo con mis manos. Hice reales mis deseos tocando sus nalgas voluminosas, su mayor atributo; sintiendo los vellos que las cubrían tanto como a sus piernas. Tenía pelo de la cintura hacia abajo y un torso lampiño. Un miembro poderoso que, en su base, su vientre y testículos estaban cubiertos de abundante pelo. Lo besé con ansias y locura despacio desde su boca hasta sus pies; su pene turgente y poderoso se perdía entre mi boca mientras él gemía de placer pronunciando mi nombre. Él hizo lo mismo conmigo, con mayor pasión de niño grande.
En algún momento se volteó dándome la espalda sin dejarlo de abrazar hasta que mi pene rozó su calle y se adentró en lo profundo, con suavidad, pero con fuerza de intención, lo penetré hasta darle todo y él recibiéndolo con placer perdiéndose en el deseo y yo tratando de poseer hasta su alma y no dejarla ir hasta hacerla totalmente mía.
Volteó su cuerpo para quedar frente a mí, me besó suavemente tan despacio que mis ojos se cerraron para soñar y sentir sus labios frescos, suaves y llenos de pasión, esa pasión lenta que enciende todas tus ganas y empezás a amar. Poco a poco y lentamente giró mi cuerpo con cariño y me abrazó por la espalda acercando y apretando su miembro, erecto aún, entre mis nalgas frotándolo suave y muy despacio, una y otra vez hasta encender mis ganas. Era su turno de hacerme suyo. Lo cual deseaba y haría un acto de dos iguales, iguales ganas e iguales sentimientos. Continuó con ese va y ven acercándose cada vez a mi interior que le permitía llegar hasta mis entrañas, sin dolor, sin prisa y si con muchas ganas. Aumentó su ritmo y yo mi deseo; nuestros gemidos y nuestros nombres se mezclaban en el aire y así como su pene me penetraba, penetraban sus palabras pronunciadas en un susurro, sólo para mí y que completaban todo un acto de unión y un gran deseo de pertenecernos uno al otro.
Completamos el acto, realizamos las ganas y cumplimos con deseo loco un sueño.
Nos abrazamos convirtiendo en uno ambos cuerpos y soñamos; no nos separarán de nuevo. Vino la mañana, nuestras caras irradiaban felicidad y paz, sin culpa. Nos preparamos para volver a la realidad, en silencio y con una sonrisa de complicidad de haber concretado un sueño. Nos dijimos “adiós” sin preguntarnos si volveríamos a vernos.
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